Se estrena el 8 de enero en el Malba Sordo un film de Marcos Martinez. Argentina, 2014. El poder de la gramática de la lengua Sordo es un film que reflexiona no sólo sobre esta “discapacidad”, -que no es vivida como tal- sino fundamentalmente sobre el poder de la gramática de su lengua. Y en este sentido hay una puesta en valor en el ámbito de la comunicación, a la vez que en el terreno del teatro. Se podría realizar una asociación con el cine y su capacidad de comunicar en su idioma original, más allá de que el espectador conozca o no esa lengua. Por lo que comunicarse es en todo caso, poder transmitir una intención que se ve reforzada por lo gestual. Lo que sería -en el ámbito de lo cinematográfico- no traicionar al lenguaje con un doblaje. Ya que todos sabemos además que hasta la traducción no deja de ser un modo de traición. El grupo de teatro de Sordo -protagonistas de la película- se creó especialmente para el proyecto cinematográfico. Se constituyó con actores sordos que participan de diversos talleres de teatro de la comunidad sorda de Argentina. Los actores seleccionados aportaron sus miradas y experiencias personales para armar el guión de la historia del grupo. Por lo que el film se mueve entre el documento y la ficción. La obra comienza como una improvisación de sus vidas, sigue con esta declaración de principios -arriba mencionada- centrada en su capacidad de dar a conocer la percepción del mundo de los “sordos” , su posibilidad de comunicar, y sus posibilidades estéticas. El grupo se llama “Extranjero”, quizá como una alusión al desconocimiento del común denominador de las personas sobre la existencia y la capacidad de esta gramática Lo cierto es que sus actores consiguieron que Darín y Peretti, entre otros, participasen como puente de comunicación en la obra, por lo que apunta por otra parte a ir de la imagen al subtitulado. Sordo nos propone conocer y penetrar en un mundo, que no debería sernos ajeno, donde el lenguaje oral juega con el gestual, lo que lo hace en algún punto más dramático, no porque nos encontremos frente a un drama, sino en todo caso en una apuesta sin medida a la vida a través del arte. Y logra sin lugar a dudas, que formemos parte de él, de sus signos, y de su poder de comunicar. Y mucho más del deseo de un grupo de actores que apunta a llevar a cabo un proyecto artístico, e intentar vivir de esa pasión. SINOPSIS Un grupo de teatro de Buenos Aires compuesto por actores sordos prepara una obra en lengua de señas con el objetivo de presentar una innovadora propuesta artística. Están convencidos de que esta nueva obra, bautizada “Sordo”, puede otorgarles la posibilidad de empezar a vivir de la profesión de actor. Juntos deben recorrer un complejo camino porque familiares, amigos y gente de teatro no creen que una puesta realizada en señas y sin traducción pueda concretarse de manera exitosa. La particularidad e identidad del mundo de los sordos se revela a través del proceso creativo que transita el grupo y de las actividades cotidianas de sus integrantes. Sordo propone reflexionar sobre la diversidad, la integración y la comunicación a partir de una intensa experiencia artística.
Cine mudo En términos generales cuando desde el cine, ya sea desde los registros documentales o bajo los códigos de la ficción, se abordan temas relacionados a la discapacidad se reduce el enfoque a historias de auto superación dentro de un micro clima que por lo general no toma un verdadero contacto con lo macro. Cuando se habla de lo macro, claro está, el término inclusión –tan en boga últimamente- ocupa el eje del asunto y entonces las luchas contra las adversidades dictan las pequeñas épicas de las personas con necesidades especiales o capacidades diferentes para ser políticamente correcto. Sordo propone ya desde el vamos otro paradigma que lo hace singular y tan reflexivo sobre la discapacidad como cualquier documental de estas características, pero con el plus de no caer en el convencionalismo de la discapacidad institucional para adentrarse en las problemáticas de un grupo de teatro integrado únicamente por actores hipoacúsicos. En primer lugar se trata de actores y en segundo plano que todos ellos son sordos. Desde un espacio cinematográfico que expone las historias de cada uno, sus maneras de afrontar la sordera ante el entorno pero también su capacidad creativa en primer lugar para poner a punto la puesta de una obra teatral donde serán ellos y sus gestos los encargados de comunicarse con el público, la propuesta del director Marcos Martínez (Ver entrevista) que coquetea de manera constante con la ficción desde una puesta en escena concentrada en lo visual dada la falta de lenguaje verbal –no así gestual o de otro tipo- consigue amalgamar por un lado la observación de sus personajes pero también hacer del teatro un vehículo expresivo más que poderoso. También por las características de cada uno de los actores se cruza otro lenguaje en esta propuesta que es el del cine mudo y por momentos ese ámbito le impregna otro tono a un relato anclado en los hechos de la realidad. Una de las escenas puede ser más que elocuentes para definir la posición y la mirada de Sordo, inclusive de cada uno de los integrantes del grupo de teatro Extranjero: el rechazo de un premio por considerar que solamente el hecho de haberlos elegido obedecía pura y exclusivamente a la discapacidad y no a la calidad de su obra.
Mucho para escuchar Sordo (2014) es un documental observacional sobre un grupo de teatro conformado por cinco actores sordos -y su intérprete- que están realizando la puesta en escena de una obra en lengua de señas con el objetivo de llevar adelante una acción artística y política en favor de la integración social. El documental comienza cuando El Extranjero -así se llama el grupo- rechaza un premio. No quieren ser galadornados por lástima y entonces deciden empezar una nueva etapa de producción autogestiva y autónoma. Así, desde el comienzo se plantea la reflexión sobre el mundo de los sordos y la comunicación. La propuesta del grupo es no hablar, lo que no significa “no decir”. A lo largo del documental se muestra la presión que ejercen los oyentes para hacer que los protagonistas lean los labios, “hablen”, traduzcan, sean interpretados. Pero El Extranjero pretende mostrar artísticamente las posibilidades de la lengua de señas y con ellas, las propias. Por eso buscan un registro de actuación personal y no les preocupa que los oyentes no entiendan. Esa convicción, que por momentos está amenazada o en discusión, es el eje del documental aunque haya, tal vez, algunas disgresiones innecesarias -la película dura 90 minutos-. La mirada que imprime Marcos Martínez es la de una cámara presente, cercana y atenta que muestra la acción y el conflicto con precisión y que guía al espectador incluso cuando no escucha o no puede interpretar por sí mismo la conversación de los protagonistas en lengua de señas. Hay fragmentos silenciosos, otros subtitulados y algunos “relatados” por la intérprete del grupo, Marisa, quien, aunque es un eslabón fundamental en el proceso, nunca es indagada en sus opiniones. Los protagonistas son cinco jóvenes. Iris usa audífono, participó del certamen "Miss Universo" de chicas sordas y además de actuar hace changas como modelo. Nelson es estudiante universitario, trabaja y vive con su novio (oyente). A Florencia le hicieron un implante coclear cuando todavía era una nena pero tras un par de años de confundirse y vivir asustada por los ruidos decidió dejar de usarlo y aprender la lengua de señas. “Así entré en un mundo mejor”, cuenta. Lisandro es padre de familia, youtuber y juega al fútbol. Por último, está Damián quien actuó cuando era chico en la tira televisiva Cebollitas y todavía vive con su mamá. Todos ellos ya no están conformes con que vayan a las funciones de sus obras solamente amigos, familiares y asociaciones de sordos. Pretenden, como en la exogamia, salir al mundo, ampliar su lugar de pertenencia, circular, darse a conocer. Pero para eso necesitan de una sociedad que los ampare, que los reciba, que comparta su vocación. Por eso Sordo, se propone resignificar ese lugar de escucha privilegiado que todos los oyentes tenemos con la convicción de que sin hablar, todavía hay mucho para decir.
Es un interesante documental, con partes actuadas y otros materiales, que sigue a un grupo de teatro de actores sordos que buscan una expresión artística de integración y respeto.
Actuar con el corazón Marcos Martínez ha dicho en varias entrevistas que siempre le interesó la lengua de señas. Fue así que comenzó la investigación que lo llevó hasta el grupo de teatro Extranjero, integrado por actores y actrices sordas, en plena preparación de una obra llamada Sordo. Pero el interés de Martínez está menos puesto en su condición física que en el proceso creativo. Así, da toda la sensación que los protagonistas no son sordos que actúan, sino al revés, lo que excluye de raíz la potencialidad bienpensante del relato: el fin del grupo es artístico antes que terapéutico. Tal como ocurría con Escuela de sordos, el film muestra gran parte de las discusiones grupales con subtítulos, amplificando el objeto de estudio hasta ubicarlo en algo mucho más macro como es la comunicación. Pero si Ada Frontini dejaba de lado el quehacer cotidiano de la docente por fuera del ámbito estrictamente laboral, Martínez incluye también facetas personales de los distintos integrantes, como sus hobbies o relaciones familiares. Esto último conlleva el principal problema: el uso de ciertos elementos de ficción (peleas grupales, distanciamientos, algunas escenas de interiores), algo que por momentos esfuma parte de la potencia comunicacional del film.
Como dato curioso, antes de hablar del filme, por casualidad, en este momento coinciden dos películas que abordan el tema de la hipoacusia en cartel. Por un lado está “La Familia Bélier” (Francia, 2014), con su explosión de música y humor, y ahora llega “Sordo” (Argentina, 2013), de Marcos Martínez, que también toca la problemática desde un lugar deconstracturante y diferente. ¿Cómo se puede hacer esto? ¿Y además de manera documental? Pues acercándose a un grupo de trabajo, como hizo Martinez, llamado “Extranjero”. Ellos son los protagonistas de “Sordo”. El grupo está compuesto por varios miembros que a pesar de su “discapacidad”, y tareas diarias, se reúnen para pensar un acercamiento a su situación desde un lugar que no los victimice. Son personas que no temen al ridículo, y que justamente desde su lugar de personas con una problemática que muchas veces desde fuera se ve diferente (por eso el grupo se llama Extranjero, por la mirada que los “otros” posan sobre ellos), deciden apelar a su creatividad para poder así generar un discurso que nada tiene que ver con lo que tradicionalmente se ve. Martinez acompaña al grupo no sólo durante los ensayos, porque esto sería lo fácil, hablar de un grupo de teatro compuesto por sordos en el escenario y nada más, sino que muestra a cada uno de los protagonistas relacionándose con su familia y amigos en la vida, demostrando la valentía y esfuerzo que ponen en el teatro y que también está presente en lo cotidiano, y sin victimizarse nunca, todo lo contrario. Pero a pesar de la pasión por las tablas, además cada uno tiene proyectos personales, que muchas veces choca con la tarea y actividades que “Extranjero” les lleva. Pero eso no es impedimento para que puedan terminar sus objetivos. En “Sordo” veremos el esfuerzo por lograr una buena puesta en escena y una obra que hable de su discapacidad sin eufemismos o golpes bajos, pero también conoceremos más de cada uno de los protagonistas y de sus personalidades. La cámara reposa y desfilan por delante situaciones que muchas veces llevan al conflicto, y que en muchas otras se superponen con las actividades del grupo. Pero nada detiene a “Extranjero”, ni el embarazo de una de las jóvenes, la fractura de brazo de uno de ellos, o los constantes reclamos que se le hacen a otro para que llegue en tiempo y forma a los ensayos. “Sordo” es una muestra clara sobre una actividad y cómo se pueden conseguir, trabajo y esfuerzo en equipo mediante, las metas y objetivos a pesar de todo. Martinez funciona como voyeur y deja al grupo delante de la cámara para que justamente ellos mismos puedan hablar, desde su lugar, sin intervención, sobre la problemática diaria que les toca y cómo, sin victimizarse, se pueden lograr cosas.
Hace una semana atrás, en ocasión del estreno de La familia Belier, hablábamos de las distintas maneras en que el cine ha abordado la problemática de las personas que padecen de sordera. El documentalista Marcos Martinez encuentra en Sordo la manera en sean las propias personas las que muestren sus experiencias. El foco está puesto en el grupo de teatro “El Extranjero”, conformado por cinco chicos y chicas a los que se suma una intérprete. Martinez posa su cámara para mostrarnos a los cinco en diferentes facetas, los veremos en su vida diaria, y principalmente en el ámbito del grupo de teatro. Cada uno de ellos tiene una “experiencia diferente” para con la sordera, sin embargo, parecen confluir en una misma idea que es la que intenta demostrar el documental, que existe la posibilidad de una comunicación, de una expresión, prescindiendo del habla, de los sonidos. Los jóvenes son Lisandro, Florencia, Nelson, Iris y Damián; y veremos cómo la sordera no los determina, hay modelos, actores con experiencia previa, estudiantes, padres, e hijos. Hay algunos datos que resaltan, El extranjero rechaza un premio otorgado porque dicen recibirlo “de lástima”, prefieren seguir adelante e incursionar en nuevos proyectos. Se le da una importancia primaria al uso del lenguaje de señas como modo de comunicación, El Extranjero debería funcionar como modo de imposición de este “método”, y están convencidos que con la expresión corporal el espectador de las obras comprenderá aunque no escuche palabras. La intérprete, Marisa, es claramente dejada en un segundo plano, es obvio que el foco no está puesto en ella, se la ve cumpliendo su función, nada más, no hay una interpelación. Pareciera que tanto Sordo como El Extranjero avanzan hacia una prescindencia de esa traducción de los gestos en palabras. Martínez creó el típico documental observacional, la cámara se acerca o se aleja, es más personal o panorámica, dependiendo. Su estructura es la de plasmar una idea y centrar todo en demostrarla. Por momentos, algunas opiniones se contraponen a lo que demuestran las imágenes. Sin grandes aportes técnicos ni estéticos, Sordos es un documental para indagar en un mundo distinto, que quiere dejar de ser considerado como tal. Ser sordo puede traer otras “ventajas” de expresión, y a veces, ante la posibilidad de la opción, puede ser una elección.
Las sanas ambiciones Documental sobre la vida interior de un grupo de actores de la comunidad sorda. Los muchachos del grupo Extranjero lo lograron. Están en el cine. Y están con su obra de teatro. Gracias a ellos y al periodista y realizador Marcos Martínez, timón de Sordo, la película que se sumerge en la vida interna de un grupo de actores de la comunidad mientras produce un hecho artístico. "Quiero algo grande, quiero vivir de esto y quiero que este grupo de teatro sea conocido", dice uno de los protagonistas. La tarea no es sencilla. A la par de Marisa, la intérprete del grupo, trabajan el guión, el casting, la puesta, mientras cuentan su propia historia. La de este grupo Extranjero, cuyo no nombre no es casual. Remite a ellos, a los que no distinguimos por sus rasgos físicos, pero sí por su lengua de señas, su forma de comunicarse. "Hablamos raro, parece que viniéramos de otro país", dicen. Y hacen. Juegan con la magia del cine, que les permite aparecer hablando y escuchando. Chocan contra los conflictos sociales, los egos, las disputas internas. Son un grupo de artistas y mientras explican sus ambiciones lidian con ellas. El relato transita sus intimidades, su vida cotidiana. Muestra cómo interactúan socialmente, explora la lengua de señas como otro idioma, y descubre cómo ellos buscan sacarle el jugo a la estética de esta herramienta, aplicada a la actuación. Entonces lo que vemos es una doble vertiente de conflictos, los propios de una experiencia artística, y los intrínsecos a la comunidad sorda, que debe sortear las barreras y prejuicios familiares y sociales, frente una situación crítica, como puede ser el deseo de cantar. ¿Qué es y qué no una burla, qué es discriminación? Protagonistas que hace rato asumieron que son sordos van gestando su obra y su vida. Es un ensayo y mucho más, de jóvenes que pretenden ser actores. Y que luchan por sus sueños, como este, que empiezan a cumplir. BUENA. Un grupo de artistas que mientras explica sus ambiciones va lidiando con ellas.
Los sonidos del silencio Curiosa experiencia cinematográfica resulta Sordo de Marcos Martínez ya que el film, como pretexto inicial, trabaja más que nada desde la construcción de un espacio teatral en donde los actores son todos hipoacúsicos con su correspondiente intérprete. El grupo, denominado "Extranjero" e integrado por cinco jóvenes que cargan con esa discapacidad, llevan a escena la obra que da título a la película. En ese sentido, Sordo conforma un discurso interesante no sólo por lo que ofrece sino también desde aquello que jamás exhibe. En la trama no se habla de inclusión ni tampoco el ojo está puesto en la corrección política. Más aun, la primera escena resulta representativa: el grupo rechaza un premio debido a que, según los integrantes, el galardón se debe a su condición de sordos y no a la obra en sí misma. Semejante comienzo, desafiante como disparador inicial, deja lugar a que el director describa al grupo actoral y a sus historias particulares e interiores. Sin embargo, el término "actor"” es el que se impone a la "palabra" sordo. Desde ese punto, por lo tanto, es que Martínez construye un espacio particular, que empieza conformándose como una “caja cerrada” y luego deriva hacia el lenguaje del cine, en este caso, representado a través de gestos, pero también, empleando recursos de la época muda (subtitulados mediante) en paralelo al registro oral de la intérprete. Esa convergencia entre teatro y cine (y viceversa) también plantea, otra vez, las débiles, conflictivas y casi invisibles fronteras entre el documental y la ficción. Y es donde también Sordo conforma una pequeña y gratificante victoria estética.
Audismo a prueba. La palabra “audismo” no figura en los diccionarios, pero eso no significa que no tenga un significado concreto. Por un lado, está asociada a la discriminación negativa y marginación que sufren las personas sordas, con todas las consecuencias sociales, físicas y psicológicas que resultan de ello. Por el otro, se califica como “audistas” a las personas que teniendo la capacidad de oír se sienten -de alguna manera- mejores y superiores a las que no pueden hacerlo. Sordo es un interesante examen artístico que sirve para determinar si nosotros, los oyentes, somos o no “audistas”. Todos creemos que no, pero tanta seguridad nos podría conducir hacia una desagradable sorpresa. Marcos Martínez, joven y experimentado director de la obra, quiere despertar de una vez todos nuestros sentidos. Nos muestra una nueva forma de comunicar las ideas y una puesta en escena que lleva al espectador a pensar, ver y comprender a los hipoacúsicos de forma diferente a lo que se ha visto hasta hoy en el cine y los medios en general. No se presenta una mirada lastimosa, misericordiosa o prejuiciosa sobre estas personas. No les es otorgado ningún mérito por el hecho de hacer arte a pesar de tener esta discapacidad auditiva, “son actores que son sordos, no sordos que son actores”, expresa Martínez. Sordo es la historia de un grupo de teatro llamado “Callejero”, compuesto por cinco jóvenes actores sordos que se proponen presentar una obra de teatro en lengua de señas para todos los públicos. En el camino se encuentran con todos los problemas que cualquier grupo de trabajo enfrenta al momento de la planificación y cumplimiento de un objetivo: enfermedades, llegadas tarde, problemas personales, etc. El desarrollo de la historia se centra fundamentalmente en la dinámica del grupo. Los vemos ensayar, intercambiar ideas, mejorar, estancarse y volver a surgir. Marcos Martínez intercala esto con breves pasajes de la vida de cada uno de los protagonistas. Se salta de la ficción al documental constantemente. La película está hecha para oyentes en el sentido de que el punto de vista narrativo está focalizado en ellos. Son los que escuchan los que parecen poner más piedras en el camino para “Callejero”. Lo que para el conjunto teatral no es obstáculo para nosotros sería una tragedia: “¡No pueden hablar!”. Pero la película borra absolutamente esta idea, no es “desgracia” ser sordo y la integración puede disfrutarse en plenitud. Esta nueva creación que surge del cine argentino nos trae una interesante idea que servirá no sólo para mantenerse expectante y cautivo durante todo el desarrollo sino también para, al finalizar, mirar hacia dentro y alrededor de cada uno y preguntarse si somos de ayuda u obstáculo para personas diferentes.
Aunque deja sabor a poco, interesa “Sordo” Un puñado de jóvenes hipoacúsicos prepara una obra de teatro de señas, donde se reflejen sus preocupaciones y su visión de sí mismos. Y para mayor reflejo, quieren hacerla a pura seña, sin traductor. Por suerte la película tiene traductora ocasional, y subtitulado. Así podemos aprender algo sobre la vida de estos muchachos, aunque menos de lo esperado. Mezclando ficción y registro de lo cotidiano, vemos cómo presentan un trabajo a los niños de una escuela, charlan con sus parientes, que han aprendido el lenguaje de señas, o discuten entre ellos sobre la presencia o no de música en la obra que están ensayando, el uso de señas en ciertos números artísticos de Patricia Sosa y Antonio Gasalla (uno con ánimo participativo y el otro con sentido paródico pero nada ofensivo, según coinciden). O llevan a cabo un casting de actrices sordomudas, muy interesante, van a comer afuera, discuten desarreglos de agenda a causa de un esguince o un embarazo, se bancan a sus madres, y éstas a ellos, etcétera. Hay ligeras referencias al Grupo de Teatro Ciego Argentino, el arte conceptual de Grippo, los coros de sordomudos, un ensayo de pelea con un guante de box en una mano y la otra sin guante, para hacer señas (escena algo desaprovechada), no mucho más. Pero es interesante saber algo más sobre el elenco. Por ejemplo, que Lisandro Rodríguez aparece en otras obras nacionales, se luce particularmente en el reparto de la comedia española "Va a ser que nadie es perfecto", y cuelga pequeños cuentos de señas en Youtube, Damián Scigliano integró el elenco de "Cebollitas" y hoy trabaja en Canal Encuentro, Nelson Floridia hizo una carrera universitaria, e Iris Huerga fue revelación de fútbol femenino, brilla también en otros deportes (acá apenas la vemos durante una práctica en Ferro, pero es buena jugadora de hockey), estudia administración de empresas, es modelo y se ganó el puesto número uno de América en el certamen internacional de belleza Miss Deaf 2012, celebrado en la República Checa. Dan ganas de saber más.
Búsqueda infructuosa de una forma Como con otros géneros, el desafío inicial para el documental es encontrar una premisa que genere interés en el espectador. El segundo desafío es hallar la forma que cobije de la mejor manera posible la anécdota que se aborda. Sordo supera el primer obstáculo con relativa facilidad pero no termina de encontrar la perspectiva ética y narrativa que capte la atención. El documental de Marcos Martínez sigue a un grupo de teatro porteño compuesto únicamente por actores sordos, durante sus ensayos para la presentación de una obra compuesta únicamente por el lenguaje de señas, asistiendo a los avances y retrocesos, a las dudas, certezas y debates propias del proceso creativo y la relación con el público. Lo llamativo es que Sordo también está, al igual que los individuos que retrata, durante todo su metraje buscando la manera justa de transmitir su mensaje, pero lamentablemente no termina de descubrirla. Y esto sucede en buena medida porque los actores serán sordos, pero eso no contribuye a dejar de lado las palabras y discursos explicativos, sino todo lo contrario: el cineasta no potencia el aspecto visual ni explora lo que pueden dar los particulares cuerpos que contempla en el ámbito teatral. Tampoco consigue adentrarse nítidamente en las experiencias, vivencias y dificultades de los personajes en los que hace foco. Esto último no deja de ser llamativo, porque el film abarca no sólo lo que ocurre en el contexto teatral, sino que pretende adentrarse en la esfera personal de los protagonistas, pero su puesta en escena es tan elemental, poco profunda y hasta fría, que nunca consigue acercar al espectador a lo que implica ser sordo, algo que no sólo tiene un costado socio-cultural, sino incluso político, que sin embargo no termina de dejar su huella en las imágenes. Aunque las intenciones se puedan intuir, lo palpable termina siendo que Sordo quiere contar demasiadas cosas y cae en una ramificación excesiva, en cosas ya dichas u obvias. Recién en el final, a la hora del estreno de la obra, el documental parece encontrar su centro o al menos algo que contar con propiedad, aprovechando las posibilidades del cine. Allí pone en juego las miradas de los espectadores, haciéndose cargo de lo que implica la instancia de recepción de la obra teatral, algo que puede trasladarse a la misma película. Ese momento muestra un film más inteligente y hasta sensible, que piensa el teatro desde el cine, y lo que puede dar y generar el dispositivo cinematográfico. Pero con esa conclusión no alcanza y lo que queda es la sensación de una oportunidad desperdiciada, de algo que pudo ser mucho más de lo que fue.
Transformando debilidades en fortalezas Marcos Martínez vuelve a mostrar su vocación por lo diverso y experimental en este, su segundo largometraje, donde combina el documental con la ficción brindando un punto de vista distinto para reflexionar sobre una discapacidad como la sordera. Tras su primer largometraje Estrellas, codirigido junto a Federico León y filmado casi íntegramente en la Villa 21 y donde mostraba cómo se va organizando una productora de cine villera que buscar darle trabajo a los habitantes del barrio, Marcos Martínez explora nuevamente el género documental combinado con la ficción en Sordo, donde un grupo de teatro compuesto por actores sordos prepara una innovadora propuesta artística que les sirva de plataforma para intentar vivir de esa pasión. Con un grupo de teatro creado especialmente para el proyecto cinematográfico y constituido por actores sordos que participan de diversos talleres de teatro de la comunidad sorda de Argentina, el film presenta a cinco jóvenes actores con dicha discapacidad que se plantean ampliar su lugar de pertenencia, y darse a conocer con una obra de teatro centrada en su capacidad de comunicar más allá de que el espectador conozca o no la lengua de señas y que sorprenda desde lo estético. Con una visión de cámara testigo que va acompañando a este grupo de actores en el proceso de producción de dicha obra, con fragmentos subtitulados y otros relatados por la intérprete del grupo que contribuyen a la comprensión del público, Sordo aborda la temática de la discapacidad sin golpes bajos ni mirada cLAs ondescendiente. A través del proceso de creación de ésta obra de teatro, centrada en dar a conocer la percepción del mundo de los sordos, su posibilidad de comunicar y la riqueza del lenguaje gestual, Sordo también propone reflexionar sobre los conflictos relacionados a la elección de ser actor (cualquiera sea su condición) cuando debe desenvolverse en el ámbito del teatro independiente. A pesar de lo interesante de la propuesta, varias escenas se desvían de la historia central haciendo decaer el interés del espectador, y por otro lado, no aprovecha del todo los multiples conflictos propios del proceso de producción de una obra teatral, considerando los 90 minutos que dura el film. Sordo resulta un documental interesante que, más allá de sus debilidades, propone una mirada diferente y reflexiva sobre una temática poco abordada.
Estrenos Sordo de Marcos Martínez Este jueves llega a las salas del cine Gaumont y los domingos en el MALBA, el estreno de Sordo de Marcos Martínez. Un grupo de teatro de Buenos Aires compuesto por actores sordos prepara una obra en lengua de señas con el objetivo de presentar una innovadora propuesta artística. Están convencidos de que esta nueva obra, bautizada “Sordo”, puede otorgarles la posibilidad de empezar a vivir de la profesión de actor. Juntos deben recorrer un complejo camino porque familiares, amigos y gente de teatro no creen que una puesta realizada en señas y sin traducción pueda concretarse de manera exitosa. El film, con un registro de ficción y documental, logra componer una historia de amigos de un grupo de teatro sin hacer inca pie en su discapacidad como elemento de consciencia, de lucha o de inclusión social. Más bien, toman todos estos puntos tan comunes y se enfoca en una herramienta de expresión artística. Tomando como referente el cine mudo, Sordo de Marcos Martínez es un trabajo visual tanto fuera como dentro del escenario. La camara busca esta intimidad con los protagonistas al mostrarnos sus rostros de cerca y su lenguaje de señas. Otro aspecto interesante del film es la posición que aborda el espectador tanto dentro del film (familiares, amigos, y el público de la obra de teatro) como fuera de él. Uno se pone en el lugar del otro cuando no hay diálogos y solo subtitulos; y trata de sentir la posición de un sordo frente a las actividades normales de cada día.
El arte como impulso a la integración Un grupo teatral de Buenos Aires integrado por actores sordos prepara una obra en lengua de señas, ante las dudas de familiares, amigos y gente de teatro, quienes no creen que la puesta pueda concretarse de manera exitosa. El retrato de la vida cotidiana de cada uno de los integrantes del elenco se desarrolla en un registro documental, mientras el ojo de la cámara del director sigue a sus protagonistas a través de los ensayos, de pequeñas representaciones y las particularidades expresivas de su lenguaje. El film se convierte así en un cálido canto a la amistad, al esfuerzo y a atravesar una senda en la que todos ellos creen y por la que luchan. Sordo, pues, propone reflexionar sobre la diversidad, la integración y la comunicación, a partir de una intensa experiencia artística.
NO TAN EXTRANJEROS Sordo, la opera prima del realizador y productor Marcos Martinez, es una ficción que, con alma de documental narra una historia de búsqueda, en la cual las imágenes logran capturar, tanto la “cocina” de la autogestión teatral como la realidad de un mundo de personas, quienes, a través de sus gestos se dan a conocer ante los otros, esos raros oyentes. Con el punto de vista fijo del lado del sordo, la falta de audición se naturaliza, situación que habilita la posibilidad de dejar de pensar en lo ausente, y arriesgar el intento de crear con lo presente. Un grupo de actores amateurs protagonizan este filme que viene a contar la forma en la que una discapacidad no logra ser obstáculo suficiente para quebrantar las ilusiones. Cada uno de los personajes se muestran vivos, cuestionados y cuestionables, y sobre todo, activos. Porque el objetivo no es montar una obra sólo para sordos o grupos terapéuticos, sino algo más grande, algo que roce, y porque no, traspase, las puertas del profesionalismo. Provocar placer estético es el norte de los autodenominados “Grupo Extranjero”, quienes equiparan su falta de audición con la experiencia que viven las personas que viajan a un lugar desconocido, y necesitan de recursos auxiliares, como la gestualidad, o un idioma inventado, para poder comunicarse. La comparación no es en vano, y colabora con la hipótesis central de una película que reflexiona, muy a conciencia, acerca de las posibilidades, siempre mediadas, de la comunicación humana. El emplazamiento es doble, y son la realización técnica y la producción de sentido, los pilares teóricos sobre los que se fundamenta. La mirada a cámara de los personajes en los segmentos de transición sonorizados por la voz de la intérprete, la incorporación del video a la puesta en escena teatral, y los aparatos de filmación que graban momentos que los sordos no pueden capturar por sí mismos, entre otros detalles, son las imágenes emblema que funcionan como ejemplos a la hora de mostrar cómo funciona la comunicación: nunca directa y siempre afectada por algún tipo de “ruido” entre emisor y receptor. En este caso, el teatro dentro del cine, invita a pensar cómo la materialización de un producto artístico, a modo de discurso, se limita a la dependencia de un dispositivo tecnológico para resolver la parte “audio” del cine como medio. Lejos de recurrir a cualquier lugar común, el realizador utiliza cada herramienta del lenguaje que está manipulando para adicionar sentido a la trama: a falta de palabras hay luces, y es así como la escena más notable del filme aparece cuando en un ensayo, el espacio virtual negro de la pantalla encuentra profundidad al accionarse, en diferentes puntos del encuadre, una luz puntal que ilumina la acción de cada personaje involucrado. Si hablamos de forma y fondo, se hace sencilla la tarea de ubicar en Sordo dos problemáticas concretas, una diegética (llevar a cabo una obra de teatro) y la otra conceptual (cómo el filme habla acerca de la mediación de los dispositivos). Es por eso que el largometraje se vuelve rico cuando logra poner en escena, con recursos cinematográficos, los problemas del propio medio: ¿cómo realizar un filme de sordos, con sordos, sin caer en los lugares comunes de la discriminación o la burla? Martinez encuentra una solución técnica (pone en escena, a modo de personaje, a una intérprete) que luego resignifica de manera estética, el sonido se vuelve gesto, y el gesto metáfora. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
In Argentine filmmaker Marcos Martínez’s Sordo (Deaf), a theatre troupe made up of real-life deaf thespians called Extranjero (Foreigner) is preparing a groundbreaking play called Sordo, just like the film. It is an unusual play entirely performed in sign language with no interpreter for the audience. This way, these persons can vindicate their own way of communicating among themselves, but also with those who are not deaf. Equally important is that they hope that by writing, directing, performing and showing their play, the exposure to a general audience may give them further possibilities to become professional actors within an independent or commercial circuit, as opposed to performing in plays meant as therapeutic activities at special institutions for deaf people only. Above all, these performers insist they be called “deaf” instead of “hearing-impared,” which they believe is nothing but a politically correct euphemism. To make themselves clear, they rejected a festival prize because it cited them as “a life example,” and not because they are good actors. To them, it’s a prize given out of pity. And they are right. Given this scenario, you are likely to think that Sordo, the film, is a regular documentary. After all, it closely follows these actors in their rehearsals and improvisations in a very realistic manner, it candidly accounts for their everyday routine with friends and next of kin, and it smartly chronicles the many aspects of their whole creative process. So let’s say that Sordo, the film, is a documentary. But that’s not quite true for this theatre’s acting troupe didn’t exist prior to the film and it doesn’t exist as such. Also, the play they are preparing is actually not to be performed, and the many vicissitudes they face are scripted by the filmmaker. This stuff is pure fiction. On the other hand, the snippets of quotidian life are authentic for the most part, their names and family ties are as seen in the film, and their life stories are also true. No script whatsoever. Not that you can tell the difference between reality and fiction, because the entire movie is filmed in the same cinematic style, with the same overall tone, same cinematography and same editing technique. What really matters here is not to delimit the frontiers between both formats, but to blur the thin line between them. So Sordo, the fictional play, is an excuse to make Sordo, the movie, which comes across as an insider’s, insightful, and never condescending up and close look at the intimate universe of deaf people in all its complexity and nuances. Ideologically defiant and rightly non-conformist, Martínez’s opus does not have a didactic purpose. That would have been too easy and rather patronizing. Instead, it’s about observing and relating to what happens in the lives of these real life actors. Actors who happen to be deaf, and not deaf people turned actors. It may sound similar, but it’s indeed quite different. Of course, quite a few issues regarding discrimination are addressed, but not in the foreground. But you do get to see what being deaf means in many aspects (including sentimental liaisons), in a very imaginative fashion, allowing far more sensitive observations than a conventional feature. PRODUCTION NOTES Sordo. Argentina, 2014. Written and directed by Marcos Martínez. With Nelson Floridia, Florencia Franco, Iris Huerga, Lisandro Rodríguez, Damián Scigliano, Marisa Di Chiazza. Cinematography: Javier Guevara. Editing: Marcos Izaguirre. Sound: Gino Gelsi, Jorge Gentile. Produced by María Vacas, Marcos Martínez. Distributed by: 966 Films. Running time: 89 minutes. Limited release: Gaumont and Malba movie theatres.
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El segundo largometraje de Martínez se sumerge en la vida de cinco actores sordos y su intérprete, o al menos eso es lo que en un primer momento se espera. Con una temática limítrofe a la de su película previa, Estrellas (2007), el director corporiza las historias de aquellos que ocupan un lugar inesperado, por fuera de lo previsto. Que se encasille a Sordo como un documental no es errado, pero tampoco le hace justicia a la complejidad de registros que conviven entreverados en cada secuencia, o incluso en cada plano. El quid de la cuestión no es ponerse la capa de detective y rastrear en qué escenas lo que transcurre es la pura verdad y en cuáles no, sino entregarse a ese régimen ficcional que es el que finalmente da forma a la película. El juego con los límites entre ficción y realidad le da otro espesor al tema de base y, afortunadamente, es lo que garantiza que Sordo no sea un alegato simplista sobre las capacidades diferentes. El largometraje muestra puntos de conflicto y resolución, por ejemplo, en las relaciones interpersonales entre los actores, en el proceso creativo de la obra de teatro que quieren montar y hasta en las secuencias más autobiográficas, en las que los protagonistas son filmados en su cotidianeidad. Ese ritmo que progresivamente se va generando se opone a cualquier defensa panfletaria de las minorías y logra construir una poética propia. Además, si hay algo que la película deja en claro desde la primera secuencia es que esa lástima bienpensante la tiene sin cuidado. Por suerte, hay muchos recursos en Sordo que contradicen su tesis inicial, que es alcanzar un tipo de expresión teatral en la que los oyentes deban adaptarse al lenguaje de señas de los actores y no a la inversa. Por ejemplo, la película misma está subtitulada, hay primerísimos primeros planos (lo cual indica que la cámara no está supeditada a captar el sistema gestual mediante planos más abiertos) en general, todo está dado como para que el oyente pueda entender a pesar de no manejar el mismo código. Tampoco se diviniza la figura de los protagonistas por su discapacidad, y se los muestra con los prejuicios que cualquier otro ser humano tiene. Suponer, como lo hace la declaración de principios de la apertura, que el objetivo del trabajo de estos actores será una obra que se cierra en su propio lenguaje de señas es, sin duda, un callejón sin salida, por lo que esta idea –que solo se usa en un primer momento por su alto poder de impacto– se va matizando cada vez más. Lo que queda es la construcción de un nuevo código compartido y equitativo al que todos podamos acceder. Ese es el horizonte de la obra de teatro con la que los protagonistas sueñan y la gran utopía que se desarrollaría en la última escena de la película, que acaso queda fuera de campo por estar aún en construcción.