El propio director definió perfectamente su película: es "Love Actually" a la italiana. El film inglés del director Richard Curtis tiene muchos puntos en común con esta comedia romántica italiana que recaudó más de 12 millones de euros y fue vista por más de 2 millones de espectadores en su País. Fausto Brizzi dice que su película habla sobre "dejar y ser dejado", algo que según el director "se sufre desde adentro pero es muy divertido desde afuera". Una buena forma de describir este film donde se mezclan varias historias ambientadas en Roma, París y Nueva Zelanda, y habladas en italiano, francés e inglés. Con un estilo similar a otras comedias italianas como "Manuale d´amore" y "L´ultimo bacio", las historias de estas seis parejas (que a su vez se interconectan entre ellas) se desarrollan entre Navidad y el Día de San Valentín. Filippo y Caterina son un matrimonio en medio de un divorcio, quienes luchan por "no" quedarse con la custodia de sus hijos. Luca, también separándose de su mujer, decide irse a vivir con su hijo y así tratar de sentirse joven a pesar de sus 50 años. Sergio, un divorciado mujeriego, debe hacerse cargo de sus dos hijas adolescentes tras la repentina muerte de su ex mujer. Elisa esta a punto de casarse con Corrado, pero se encuentra con un viejo amor: el cura que los va a casar. Giulia y Marc deben aprender a mantener una relación a distancia cuando ella es trasladada por trabajo a Nueva Zelanda. Paolo debe lidiar con las amenazas del ex-novio de su actual pareja, un policía que busca reconquistarla como sea. Acompañadas de una excelente banda de sonido, todas estas historias están bien balanceadas y tienen sus buenos momentos, destacándose las de Elisa-Corrado, Giulia-Marc y Paolo-Monique. El conjunto de actuaciones es muy parejo, sobresaliendo en sus papeles Flavio Insinna como el Cura y Fabio De Luigi como el novio amenazado. Habiendo visto hace pocos días "Valentine`s Day", ambas películas repiten el mismo formato con resultados muy distintos. La italiana cuenta con un muy buen guión acompañado de buenas actuaciones, mientras que la versión norteamericana se preocupa mas por mostrar actores famosos sin darle importancia al guión. Una gran comedia que te saca una sonrisa de principio a fin.
La italianidad al palo El éxito mundial de las tragicomedias románticas de estructura coral dirigidas por Gabriele Muccino (El último beso, Ricordati di me) hizo que el cine italiano alimentara sin descanso un género aparte: historias de parejas que se entrecruzan sostenidas por intérpretes muy conocidos del cine y la televisión local. En esa línea se ubica, también, Todos tenemos un ex, film que gozó del apoyo de dos millones de espectadores en su país y que consiguió 9 nominaciones al premio David di Donatello (el Oscar peninsular). Aquí, como bien indica el título original del film (Ex), el eje pasa por las relaciones de pareja o, más bien, con las ex parejas. La película transita momentos cómicos y otros melodramáticos (accidentes, muertes), va del realismo al grotesco, de lo irónico a lo nostálgico con resultados irregulares: hay pasajes inspirados por lo emotivo o lo impiadoso; y otros que dan vergüenza ajena, como si fuesen un rejunte de clisés, estereotipos y ese sentimentalismo tan caro a la italianidad al palo. Hay parejas que se separan, que se vuelven a juntar, que se extrañan, que se odian, que aman a sus hijos o que los odian. Esta mirada panorámica y abarcadora, algo así como un intento de retrato social y generacional, cae inevitablemente en la dispersión y la superficialidad: no hay tiempo de profundizar en cada episodio y, por lo tanto, las cosas se resuelven muchas con el trazo grueso y, a veces, con el lugar común. De todas maneras, Brizzi le imprime a la narración una dimensión lúdica, leve y bastante fluida que hace bastante llevaderas las dos horas de relato. Los intérpretes -en su gran mayoría- están muy bien, aunque los desbordes (de los personajes más que de las actuaciones) hacen que haya algún exceso en diálogos o gesticulaciones. Todos tenemos un ex no es una gran película, está claro, pero sí una mirada interesante a ciertos elementos de la sociedad "berlusconizada". Para quienes gusten del cine italiano a-lo-Muccino, entonces, se trata de una opción para nada desdeñable.
Terapia de Pareja del Siglo XXI Todos tenemos un Ex (Ex, 2009) es una suerte de comedia romántica coral, muy al estilo de Realmente Amor (Love Actually, 2003) en donde se intenta querer dar a la historia un tono mas real, mas verídico, mas imperfecto. Un entorno donde no todo es armonía y estabilidad en las parejas del mundo de hoy, a quienes indefectiblemente las atraviesa el drama. Vínculos de pareja inestables, en descontento con el presente que les toca y añorando a un ex amor al que siempre se vuelve, darán lugar a seis historias de personajes y relaciones de distintas edades y condiciones sociales entre si, las cuales serán el centro del relato. Sin la moralina que podría ensombrecer cualquier buen intento que se digne de serlo, el film aborda de forma acertada a la pareja y sus problemáticas, inmersas en la sociedad contemporánea como irremediable condicionante. Cada historia parece colocar a los personajes en su debido lugar y acercarnos a través de los mismos a un horizonte de vivencias y seres muy diversos. Alegre y nostálgica en partes, la trama irá develando errores, culpas, cuestiones del destino y disputas por divorcio, como algunas de las varias temáticas por las que atraviesen este grupo de parejas entre crisis y desencuentros varios. Cuestiones como el amor que dura para siempre, la pareja idealizada, el anhelo versus el cansancio de la rutina, el deseo que llama a la infidelidad y el desgaste de la convivencia en pareja que lleva al abandono de la misma, son interrogantes que atraviesan a todo ser humano en algún momento de la vida. Como etapas esencialmente reconocibles en cualquier relación sentimental, el film se pone existencial y ameno a la vez para explorar un corazón que no siempre sabe de razones. Recorriendo esta ruleta rusa de personajes y enredos varios, se vislumbra desde un costado humorístico los diferentes estadios por los que atraviesa una pareja. Un tanto conformista a la hora de cerrar el relato, suele tender a ser complaciente hacia un equilibrio final indefectible al que arriban sus personajes. El humor con el que trata cada historia no empaña cierto realismo poco esperanzador en donde una relación prometedora comienza siendo ciento por ciento felicidad y acaba envuelta en dudas, olvido, reiteración o agotamiento. Lugares comunes disimulados gracias a un punzante y ácido humor que puede ser sexual, arrebatado y lucido, demostrando una veta cómica polifacética y muy valorable. Con astucia, picardía y, vale decir, con bastante sobriedad, Fausto Brizzi construye una mirada critica respecto a una temática inagotable en términos de atractivo hacia un espectador que se verá seducido e involucrado en estas temáticas conyugales. Desde Italia, sin hacer mucho ruido, sin un gran elenco ni las fastuosas maquinarias publicitarias de las que Hollywood se jacta, llega una comedia digna de ver y muy disfrutable por cierto.
Hace diez años que el director Fausto Brizzi trabaja para la TV y esto se refleja en su pelicula: Todos tenemos un … EX la cual podria ser una excelente tira diaria ya que el ritmo no decae y los personajes están bien construidos, casi a medida. Sin embargo es una comedia europea for export , divertida y mirable, donde no quedan dudas de que el vero amore es italiano. Seis parejas transitan el film, donde el tema principal es el Amor, la historia más prometedora es la de Elisa, quien esta a punto de casarse con Corrado y se encuentra con que quien los unirá en sagrado matrimonio es nada más y nada menos que su ex. Luego esta Loredana y el juez Luca (un simpatiquisimo Silvio Orlando) en crisis, también esta Sergio, quien se divorció hace años y luego de la repentina muerte de su ex esposa debe convivir con sus hijas adolescentes . Pablo lleva una relación muy candente con Monique, quien tiene un ex bastante pesado, luego esta Marc y Julia, la parejita joven e hiper empalagosa, quienes viven en París y por cuestiones de trabajo se tienen que separar. Por ultimo , la menos atractiva de las parejas , Filippo y Caterina están en pleno proceso de divorcio y luchando por la no custodia de sus dos hijos. Un guión que sigue una tónica similar a la de El Ultimo Beso (L'Ultimo Bacio) , donde las lineas son apasionadas y los personajes bastante impulsivos. Se utiliza, tal vez en exceso, el recurso video clip con alguna canción del tipo Aspen melosa para unir los momentos de las parejas , también se siente muy adaptable para una versión norteamericana (si se obvian los desnudos frontales de las ragazze ). Todo divorcio empieza siempre con un matrimonio dice Don Lorenzo, el juez baila al ritmo de SexBomb y el psicólogo pirata que descubre que su ex ,de la cual se separo hace mucho, le seguía comprando regalos para navidad los cuales abre uno a uno entre lágrimas: puede resultar demasiado... sin embargo el mero gusto por la lengua italiana, las buenas actuaciones hacen de esta una historia coral que mantiene bastante entretenido al espectador .
¿Nada para siempre? Comedia romántica "alla" italiana, muy esquemática. Todos tenemos un... ex es, sin dudas, una película amable -también en un sentido demagógico- con el público. En Italia fue vista por más de 2 millones de espectadores y estuvo nominada a 9 Premios Donatello. Es muy posible que acá también la disfruten los (muchos) amantes de las comedias romántico-costumbristas, con toques dramáticos, moralejas y desbordes alla italiana. No está mal, al contrario. Analizarla es otra cuestión, nobleza obliga. Se trata de una película coral, basada en historias de amor/desamor/amor, que se cruzan y avanzan -en todos los casos, trazando un arco redentor- hacia un desenlace más que previsible. Tramas simples, en las que nunca deja de sentirse el artificio del guión, con personajes que no provocan empatía, a pesar de sufrir conflictos comunes a todos los humanos. En la primera parte, lanzan frases ácidas sobre la pareja y luego, tras haber perdido al ser querido, se arrepienten. Aunque para algunos sea demasiado tarde. Un psiquiatra abre la película con una escena tierna. Tiempos después, en una cátedra, lanza un concepto esquemático (y éste es, justamente, el mayor problema del filme, ser absolutamente esquemático): "El amor pasional se termina 1.000 días después del primer beso. Tarde o temprano estarán destinados a convertirse en el ex de alguien". Unas secuencias después, la ex de él morirá en un accidente y el psiquiatra comenzará a hacerse replanteos... El filme, que abunda en sobreactuaciones y tics televisivos, oscila entre el realismo, la parodia y el grotesco, con algunos pasajes muy fallidos a nivel humorístico y subtramas de simpleza excesiva. Una chica emigra, por trabajo, de París a Nueva Zelanda (hay paisajes de guía de turismo) e intenta mantener su relación a la distancia; una mujer descubre que el cura que va a casarla es un ex novio suyo; un hombre vive aterrado por las amenazas del ex de su actual; un juez se separa de su esposa -ambos son personajes bien crispados- y pasa de hombre ácido a pendeviejo. Hay que admitir que lanza la mejor frase del filme: "Si la hubiera matado la primera que lo pensé, ya habría cumplido la condena".
Risueños conflictos después del divorcio Un exitoso film italiano sobre amores y desamores El divorcio pasa a ser una solución cuando la convivencia conyugal se ha vuelto imposible. Puede ser. Sin embargo, también es la fuente de nuevos problemas y nuevas discusiones: hay que resolver quién se hace cargo de los chicos, por ejemplo; hay que soportar ver al ex formando una nueva pareja; por lo menos uno de los divorciados tiene que buscar nuevo alojamiento y no siempre hay un hijo mayor dispuesto a sacrificar su libertad y albergarlo; puede que pasado el tiempo un ex aspire al regreso a casa, que se arrepienta de la separación cuando ya es tarde o que sus celos enfermizos lo conviertan en un energúmeno capaz de exterminar a quien ronde a la que fue su pareja. En fin, el divorcio termina siendo un capítulo más de la clásica historia de amor. Y no siempre el último, como quiere probarlo entre risas el italiano Fausto Brizzi. El exitoso cineasta no intenta innovar, pero sabe cómo actualizar a fuerza de humor la vieja fórmula del film en episodios, convirtiéndolo en una comedia coral sobre las experiencias amorosas de personajes de distintas generaciones ?básicamente seis parejas? que aparecen conectadas por algún vínculo de parentesco o amistad. Se trata de echar una mirada risueña y ligera (a veces apenas melancólica) al comportamiento de los seres humanos en el resbaladizo terreno de las relaciones amorosas. Brizzi lo hace con muy buen ritmo, diálogos graciosos que suelen descartar la vulgaridad y personajes que (confiados a fogueadas figuras de la TV y el cine como Silvio Orlando, Claudia Gerini o Alessandro Gassman) se ganan fácilmente la adhesión de la platea. Es una galería en la que caben, entre otros, un juez encargado de intervenir en casos de divorcio y enredado él mismo en una feroz disputa con su esposa, un cura que titubea cuando debe casar con otro a su añorada ex, un maduro psicólogo que debe hacerse cargo de sus hijas adolescentes y un par de padres que pelean no por obtener la custodia de los hijos sino por sacárselos de encima. Brizzi acierta más en lo cómico que en lo emotivo, aunque cuando entra en este terreno suele arreglárselas para encontrar un remate gracioso. Su film no pasará a la historia, pero proporciona dos horas de diversión.
¿Y dónde están las perdices? Llegar a la casa de tu novio y encontrar crema para peinar o hebillas que la otra se olvidó, pueden ser momentos decisivos en una pareja que empieza a dar sus primeros pasos. Ni qué decir si se trata de explicarle al actual un llamado inapropiado de un ex o, peor aún, que si descubre un llamado oculto. La problemática de los ex parece estar de moda en la actualidad. Pero, si de por sí es difícil convivir con esos fantasmas, sepan que ampliados en pantalla grande, a veces y solo a veces, el asunto se vuelve bastante más que llevadero. La película arranca ahí donde mueren todas: en el beso final que acompaña al “vivieron por siempre felices” para preguntarse qué tan cierto es todo eso del amor eterno. Ex novios celosos, peligro de ex, divorcios y desencuentros hacen de esta tragicomedia romántica un rejunte coral de situaciones con el fin de una relación como único hilo conductor. Brizzi hace de lo gracioso algo grotesco y este rejunte que en general es parejo y simpático, se va del eje cuando intenta –sin éxito- hacer escenas en tono dramático. Mucho cliché, lugares comunes, demasiado estereotipo para suponer que Ex puede pasar con laureles a la posteridad. Además de ser previsible, tal vez sea por su misma fluidez que cae en la superficialidad a la hora de tratar el tema. Pero logra sus dos únicos objetivos que son entretener sanamente y generar millones.
Siempre se vuelve al primer amor Entre el sentimentalismo meloso con lastre televisivo y el humor filoso de una sitcom norteamericana transcurren los 120 minutos de esta comedia romántica “alla Gabriele Muccino” (El último beso, Ricordati di me) llamada Todos tenemos un ex. Este film, que causó furor en la taquilla italiana con más de dos millones de espectadores, se estructura de forma episódica y coral para recorrer los lugares comunes de toda pareja que se separa tras romperse el idílico romance de los primeros tiempos. Son seis historias que pueden dividirse generacionalmente; es decir, pareja joven que debe separarse por motivos laborales de ella; pareja madura que lleva muchos años de casados y deciden divorciarse entablando una batalla feroz en la que se sacan los ojos; ex novio policía que persigue a la nueva pareja de su ex y lo amenaza permanentemente; cura que debe casar a su antigua novia por quien al fracasar en la relación de pareja decidió seguir los caminos del señor, y por último la historia de un psicólogo separado y mujeriego que debe hacerse cargo de hijas adolescentes tras la muerte de su ex esposa. Historias que se entrelazan a partir de hechos anecdóticos, que por lo general operan más en un sentido melodramático que cómico y desgastan el relato con los inevitables altibajos producidos al mezclarse con trazo grueso situaciones hilarantes y momentos de honda tristeza. A veces los sobrediálogos y la ampulosidad de algunas actuaciones desentonan con la levedad y superficialidad con que se maneja el director Fausto Brizzi, quien pese a estos sobresaltos sostiene la fluidez y el ritmo de esta comedia apenas agradable a la que nueve nominaciones a los premios David di Donatello (algo así como el Oscar italiano) le quedan demasiado grandes.
Más allá de la moraleja de cada caso, el film nunca se termina de poner demasiado serio ni sentencioso. Las modas no sólo se pueden ver en las vidrieras de una venta de ropa, el cine también exporta sus mercancías aprovechando, tal vez, la renta que deja un éxito: luego de la abyecta Realmente amor los relatos corales con varias historias románticas en su interior han florecido. Ejemplo de esto es Todos tenemos un ex, de Fausto Brizzi, que además de continuar el concepto varias-parejas-que-se-relacionan-entre-sí-y-se-pelean-al-final-se-arreglan, lo que aporta es una mirada italiana al asunto. Entiéndase por esto, más pasional y menos culpable del ridículo. Un psicólogo está distanciado de su mujer y a la vez es amigo de un juez que está en pleno plan de divorcio. La hija de estos se tiene que ir a Nueva Zelanda y sufre la distancia con su novio. Además tenemos una DJ que sale con un médico, que es amenazado por el ex de la mina, un policía que a su vez está presente en el accidente de autos que le cuesta la vida a la ex mujer del psicólogo. Lo que no dijimos es que la DJ tiene una amiga que se está por casar, con tanta mala suerte que el cura de la iglesia donde va a confirmar sus votos es un ex novio de ella, al que parece que abandonó malamente. Si tratar de entender qué pasa es un lío, no tenga miedo: hay algo a favor de Todos tenemos un ex, Brizzi, como buen director de televisión, sabe contar todo esto sin enredar demasiado las cosas. Y, también, que a fuerza de soportar varios clichés y situaciones dignas de una publicidad de shampoo, podemos quedarnos con algunos chistes efectivos y algunas situaciones resueltas, un poco a los gritos, pero de forma efectiva, casi siempre por el inigualable Silvio Orlando (el juez), un tipo con una cara que nació para la comedia. De terminarse la cosa aquí, estaríamos ante un buen ejemplo de cine pasatista y entretenido -el ritmo es veloz, como el Muchino de El último beso; los 120 minutos ni se sienten-, pero siempre el Diablo -o los guionistas- mete la cola y las cosas se arruinan. Todos tenemos un ex tiene un gran problema: salvo en la historia de los jovencitos que se distancian, en el resto Brizzi quiere dejar algún tipo de enseñanza, lo que -sabemos- se aleja del cine. Y, para peor, si miramos bien cada situación, casi todo se resuelve a través de la culpa: para una película que asegura creer en el amor, esto es bastante preocupante. La culpa tiene que ver más con el orden de lo moral, no con los sentimientos. Ya en lo narrativo, las coincidencias son demasiadas hasta para un relato coral, y esto se parece a Vidas cruzadas con romance. Pero, más allá de la moraleja de cada caso, el film nunca se termina de poner demasiado serio ni sentencioso. Eso aligera las cosas. Menos mal, porque si agregamos que en la película los únicos capaces en tomar decisiones, para bien o para mal, son los hombres, estaríamos ante un film decididamente intolerable. Ya que estamos ante tanta testosterona itálica, apliquémosle un uso adecuado: Todos tenemos un ex puede ser usada para ir a mirar minas. A mí me gustó Cristiana Capotondi. Después no digan que no les avisé.
El amor, un problema universal. La trama de Todos tenemos un… EX se centra en las vidas entrelazadas de seis parejas. Una de ellas se encuentra conformada por Philip y Catherina (Nancy Brilli), un matrimonio roto que se encuentra en plena guerra de divorcio y cuya principal batalla gira en torno a la custodia de sus dos hijos. Por su parte, Sergio (Claudio Bisio) un psicologo que debe hacerse cargo de la educación de sus dos hijas luego de la repentina muerte de su ex esposa. Elsa (Claudia Gerini) se encuentra viviendo uno de los mejores días de su vida dado que contraerá matrimonio con Corrado (Gianmarco Tognazzi) pero, en el lugar menos pensado, se encuentra con su ex, quien actualmente es conocido con el nombre de Don Lorenzo (Silvio Orlando). Julia (Carla Signoris) debe mudarse a Nueva Zelanda por lo que su relación sentimental con el parisino Marc (Malik Zidi) debe continuar a la distancia con miles de kilómetros que los separan. En último lugar está Pablo (Fabio De Luigi), quien ve que su noviazgo con Monique (Cécile Cassel) peligra con la llegada de David (Alessandro Gassman), su celoso ex novio. Llena de ocurrentes pasos de comedia la cinta va corriendo y logra atrapar con mezcla de ternura, humor y algo, porque no, de dramatismo al espectador. Estas parejas europeas no se ven tan diferentes a las del resto del mundo, ya que el director Fausto Brizzi escribió el guión de manera casi universal con muy pocos toques de la cultura y costumbres que suelen verse en el cine italiano. Todos tenemos un Ex, es una película muy fácil de seguir y las historias entrecruzadas jamás se anudan, permitiendo hacer más que llevadera a esta comedia romántica de dos horas. Historias de amor y desamor entre adultos y adolescentes ya que al fin y al cabo todos tenemos un ex…
Viendo la película de Brizzi, uno no sabe con qué enojarse más, si con la imbecilidad de los personajes, las pruebas y condenas a las que los somete la historia, o el trazo grosísimo con que está delineado el film en general. De todo el conjunto que integra el reparto, probablemente el más miserable sea el personaje interpretado por Silvio Orlando, al que le perdonamos todavía menos el ridículo por el hecho de haber sido una de las caras más reconocibles del cine de Nanni Moretti. Luca, juez que alecciona sobre el cuidado de los hijos a una pareja que tramita un divorcio, no sólo resulta patético en su trabajo sino también en su vida personal, que después de su propio divorcio se reduce a irse a vivir con su hijo adolescente, bailar y cantar Sex Bomb y ponerse remeras de La naranja mecánica o The Misfits. Pero el papelón constante de Luca es solamente la punta del iceberg, porque Brizzi, tal vez en la creencia de que la comedia no es más que griterío, exageración y sátira ramplona, va a ir incrementando notoriamente el nivel de idiotez a tal punto que escenas que en otra película alcanzarían para rechazarla de plano, en Todos tenemos un… ex (al tratarse de una película coral) integran una especie de verdadero sistema estúpido, en el que las partes se encuentran estrechamente relacionadas y funcionan como contrapunto de las demás. Así, la escena en que la hija de Andrea le pide a su padre un preservativo (un chico la espera en la habitación de arriba) y éste, totalmente superado por la situación, se lo da aclarándole que es retardador (lo que produce unas sonrisas burlonas tanto en el chico –que le agradece- como en la hija), entabla un diálogo particular con la despedida de soltera en la que un montón de mujeres se ponen histéricas cuando el striper se desnuda o con el momento en que se descubre el cuaderno de notas de la homenajeada, en el que califica numéricamente el desempeño sexual de sus amantes. Entonces, la potencia sexual se convierte en vara (metáfora fálica a un lado) con la que medir y juzgar a los personajes: al cínico y seductor Andrea se lo pone en vergüenza mediante el preservativo, y al cura Lorenzo (único “diez” del cuaderno) se lo ensalza sorpresivamente, como si ese dato solo tuviera necesariamente que iluminar al personaje con una luz distinta. De la misma forma, el comentario sobre la cobardía de Paolo frente al acoso del ex de su novia, Davide (que además de policía es corrupto y extorsionador) está conectado con la incapacidad de Marc de seguir a su novia a Nueva Zelanda y, a su vez, la relación prácticamente imposible y minada por los celos y la distancia de ellos (sobre todo de él, que es al que más se lo ve sufriendo) se parece en cierta medida a la adoración que repentinamente Andrea profesa por su ex mujer después de enterarse de su muerte: los dos, Marc y Andrea, por uno u otro motivo, tienen a sus respectivas mujeres como objetos de deseo inalcanzables, y la adoración que les profesan (Marc acabando de armar el rompecabezas que ella no pudo terminar, Andrea hurgando en las cosas de la fallecida e intentado redescubrirla) los convierte en dos personajes débiles, incompletos, con los Brizzi intenta sin éxito de elaborar una trama romántica (con Marc) y melodramática (con Andrea). Este funcionamiento sistémico es muy propio de las películas corales, en particular en las que se esboza alguna clase de denuncia social (Traffic, las de Iñárritu, Camino a la redención, el traspié de Linlater Fast Food Nation) o románticas (Realmente amor, El día de San Valentín). También en Todos tenemos un… ex, el mecanismo efectista del relato coral se resuelve en las conexiones imprevistas entre personajes: de repente nos enteramos que uno es pariente/amigo/amante, etc de otro, y eso constituye una suerte de mini vuelta de tuerca, de las que estos relatos suelen estar plagados. La película de Brizzi no es la excepción, y en cierta forma esas relaciones ocultas entre personajes que se descubren progresivamente están en sintonía con los temas que amalgaman las diferentes historias, como la condena o consagración sexual, o la devoción por mujeres que son inaccesibles. Todo esto no sería algo tan negativo si la película de Brizzi no fuera una serie de viñetas indignantes en las que el director no repara en utilizar los métodos más viles para conseguir algo de emoción, ya sea carcajadas mediante el grotesco más torpe, o tristeza a través del melodrama más deshilachado.
El título lo dice todo Sí, aunque se llame Ex originalmente, el título en español lo dice prácticamente todo. Se trata de una película tan horrible como su título que, inexplicablemente, en su país de origen obtuvo varias nominaciones al David di Donatello (algo así como el Cóndor de Plata, pero en Italia) y que se enmarca como “comedia romántica” aunque algunas cosas causen poca o nada de gracia. Toda esta adjetivación carente de la más mínima intención de objetividad es para decir que estamos ante una película fallida en toda su dimensión, que quizá nos cause una risa leve en algún momento para luego ser tapada con varios momentos y giros insólitos que, sumados a un metraje interminable y personajes poco interesantes, nos dan como resultado un relato coral lleno de clichés e imágenes convencionales, sin la más mínima intención de hacerlo fluir de manera coherente. Al contrario, es tan previsible que es fácil identificar las herramientas de guión que harán que la trama se movilice hacia alguna parte, es fácil imaginar lo que va a suceder y, lo que es más, fácil imaginar el delirio que puede pensar el guionista y su director para hacer que las cosas terminen como tienen que terminar. Así de imperativo, así de superficial. La cuestión con Todos tenemos un ex es que en el mejor de los casos tenemos un cine costumbrista de poco vuelo o un telefilm convencional que por momentos se asemeja más a una de esas novelas de la tarde, llenas de estereotipos y arbitrariedades. Pero hablemos un poco de la película: hay una pareja divorciada con dos hijas adolescentes que tienen perfectamente asumida la cuestión, otra a punto de divorciarse porque viven en un estado de violencia y crispación constante, una parejita joven a punto de separarse por cuestiones laborales, un triángulo entre un cura, un amor de su pasado y el futuro novio y, finalmente, una pareja con un violento ex acechando al pobre tipo. Como verán, material sobra y lo que se hace para resolver cada una de estas historias apunta a una fórmula tranquilizadora a la que yo no me opondría (porque uno entiende las reglas del juego con las que parte, la cosmovisión que impera dentro de una perspectiva conservadora) si no fuera porque es inverosímil. Es decir, dentro de esa lógica que construye el film hay una historia a la cual se le da un tono riguroso y creíble (la de Sergio, interpretado por Claudio Bisio) pero a otras a las cuales su resolución parece una broma ridícula. Pienso en cierto aeropuerto en Hong Kong con un beso que parece sacado de una publicidad y en una pareja reconciliándose luego de un inexistente encuentro con la muerte. No es casual que en la película la historia más caricaturesca sea la más coherente: hay un tono de comedia y cierto esbozo de los personajes que no se traiciona nunca a lo largo del desarrollo y llega una resolución acorde, sin patetismo ni fuegos artificiales. Digamos que de un ex violento pasa a haber dos ex violentos. Pero además de coherencia para construir el relato, a la película por momentos le falta gracia: se sostiene con sketches aislados a los que se hilvana con un montaje televisivo y efectista (por la repetición y el abuso del recurso) que, si bien por momentos logra su cometido, en otros es de una notable torpeza que atenta contra el propio film, especialmente cuando surge la necesidad de insertar secuencias dramáticas que resultan disruptivas y anti climáticas. Si nos venimos riendo con dos chistes que entre ambos duraban 5 minutos, no lo rematen con una muerte cuyas secuelas dentro de la trama pueden llegar a extenderse a todo el film. Especialmente, si no se sabe cómo amalgamar ambos registros. La banda sonora es otra de esas cosas que resulta un apartado desprolijo. Veremos baladas extenderse por más de dos minutos para subrayar momentos emotivos, con algún ralenti incorporado pero, esencialmente, no sólo no aporta nada y se torna derivativo, sino que carece de la más mínima originalidad e identidad (Goodbye my lover, de James Blunt, como si no se le hubiera ocurrido a nadie). Más bien parecen videoclips dentro de una película, con largos travellings y un mosaico fragmentado de personajes a los que el montaje y planos cargados de sensiblería nos recuerdan lo manipulador que es el relato visual. Si hay que destacar algo es la elección de Brizzi de las mujeres que pueblan el film: quizá es lo encandilante de esta belleza lo que me hace creer que, por momentos, la película adquiere fácilmente la estética de un comercial. Un comercial de dos horas.
Las historias corales siempre tienen ese agujero negro inevitable. Y es la crítica al director que no se animó a jugarse por una buena historia y tiró las fichas en varias para pegar un pleno. Fausto Brizzi asumió ese riesgo pero salió airoso. A partir del relato de la vida amorosa de seis parejas, supo desentrañar los encuentros, desencuentros y vínculos que no se cortan con ex novios o esposos. El filme italiano se fortalece a partir del humor, aunque roza algún lugar común. El tono de comedia sobrevuela la mayoría de las historias, resueltas con una dinámica tan amena, que se equilibran con los pocos momentos dramáticos. Los actores, sin ser extrellas de Hollywood, rinden con suficiencia sus roles. Con expresiones sutiles logran emocionar y divertir. Lo mejor, lejos, es el caso de la mujer que tuvo como ex a un sacerdote, que no será otro que el responsable de casarla con su novio actual.
Esta comedia gira alrededor de varias historias sobre la pareja, con encuentros y desencuentros, marchas y contramarchas, relaciones que empiezan con toda la fuerza del amor y finalizan por elección o por error de sentimientos, plantea que el amor no es para siempre, pero el “ex” es de por vida. Historias de amor que se cruzan, plagadas de conflictos, que sufren hasta llegar al final previsible, al estilo de las producciones en episodios entrelazados, en estos casos, con vínculos familiares, profesionales o de amistad, animados básicamente por seis parejas. Casos como el de un psiquiatra divorciado que debe asumir el cuidado de sus hijas adolescentes por la perdida de su ex mujer en un accidente, hecho que lo lleva a la reflexión y a descubrirse; un juez encargado de casos de divorcio enredado en el suyo; un sacerdote ante el dilema de seguir su vocación sacerdotal o retornar a la vida civil con su ex; padres que no desean obtener la tenencia de los hijos menores, en tanto estos no desean convivir con ninguno de los dos; Un policía celoso que vive amenazando al novio actual de su ex. Se trata de una comedia costumbrista muy italiana que cuenta con un guión aceptable que desgrana situaciones graciosas, algo reiterativas, diálogos amenos, dirigida con oficio, sostenida con buen ritmo, aunque algo excedida en tiempo por los 120 minutos de duración que hubiera ganado con su reducción a 90 minutos, y animada por un elenco muy apropiado al género, Fue muy exitosa en su país de origen, y es muy posible que entre nosotros tenga buena aceptación, máxime con las comedias inconsistentes estrenadas este año, sobre todo con los amantes de la comedia romántica.