Basándose en el famoso cuento japonés de los tres monos de la sabiduría donde cada uno se cubre con las manos una parte del rostro: ojos, boca y oídos. No ver, no oir, no decir (nada malo). Esta película tiene como centro el poder de la mentira. El argumento es sostenido por la historia del silencioso e imperceptible, pero certero, derrumbe de una familia. Se aferran al silencio como táctica de supervivencia y prefieren ignorar los acontecimientos que les golpean la cara y les hace pagar el precio de sus decisiones. Seleccionada para representar a Turquía en los Oscar como Mejor Película Extranjera, esta cinta tiene un ritmo suave, pero no tedioso y un guión minimalista afilado como una cuchilla. Se destaca, sin lugar a dudas, una estética sublime. Cada plano está sabiamente construido, cada imagen es un volcán que estalla levemente ante los ojos del espectador. Por lo tanto, para aquellos cinéfilos que conciban cierta parte de una película como un gran álbum de fotografías vivientes de imágenes visualmente conmovedoras, esta es la película que deben ver. Un manjar para sus sentidos, que no deben perderse. Nuri Bilge Ceylan fue premiado como mejor director por Tres Monos en el Festival de Cannes del 2008. El galardón es más que merecido cuando se puede notar el excelente trabajo realizado en la dirección de actores, que vagan como satélites sin una órbita que los contenga, por toda la película. Es un gran profesional para mantener el tono amargo de la historia durante toda la proyección y ha sabido crear una atmósfera opresiva y aplastante que se consolida segundo a segundo. También ha sabido darle un momento al humor, que proviene de una original y desopilante situación con un ringtone, para pasar, momentos después, a una escena donde el sombrío y quebradizo recuerdo de un ser querido, es tratado de una manera sublime, estéticamente hablando. En varias declaraciones el director ha reconocido que la psique humana siempre lo ha fascinado y hasta asustado. No es casual entonces que, ver esta película sea asistir a la apertura del cajón de la condición humana, disfrutar por casi dos horas el trabajo visual de una persona que ha construido un elogio a la soledad interna de cada individuo, como si fuese un reconocido antropólogo. El escritor ruso León Tolstoi era un gran maestro de la angustia humana y sin lugar a dudas podemos decir que Ceylan ha llevado esa misma maestría al celuloide. Porque como dijo el escritor y como confirma el trabajo del director, en el desarrollo de Tres Monos, “todas las familias se parecen pero cada una es desdichada a su manera.”
Otra película que está muy bien filmada es Three Monkeys (Tres monos), el nuevo trabajo del turco Nuri Bilge Ceylan (de quien hace poco se estrenó Climas). Tan bien filmada está, tan estilizada, tan milimétricamente calculada en sus encuadres, colores y cadencias, que la película termina agobiando por exceso. El conflicto involucra a un político poderoso que una noche atropella a una persona en la ruta y luego huye. El irresponsable le propone a su chofer hacerse cargo del crimen y pasar un período en la cárcel, a cambio de una suma de dinero que recibirá cuando salga. La mujer del chofer, que queda sola con un hijo resentido y está desesperada, acudirá al político en busca de ayuda, y se enamorará y todo se complicará. Con actores de presencia fuerte y una trama bien planteada, el interés por la historia se va agotando en medio una atmósfera densa, cargada de planos contemplativos, apoyada en una fotografía “quemada” en donde resaltan los tonos amarillos, los marrones y los grises, todo esto mostrado con una imagen de grano grueso que delata hasta la última gota de sudor de los cuerpos. La belleza provoca indiferencia cuando sólo se sostiene en la pose estética.
El Cartero Llama Tres Veces Una de las sorpresas cinematográficas del año 2009, particularmente fue el estreno de películas provenientes de Turquía. Con una mínima diferencia de dos semanas, se estrenaron Los Tiempos de la Vida de Yusuf Ugletsu y Lejano de Nuri Bilge Ceylan. Si bien el cine de la primera tiene mayor contacto con el estilo oriental, haciendo hincapié en las tradiciones, la relación entre dos generaciones opuestas, la estética Ceylan es mucho más europea y fría. La primera era una obra, cálida, optimista dentro de su melancolía, mientras que el segundo es más lacónico, oscuro, cínico y pesimista. Sin embargo la belleza de las imágenes, la cuidadosa puesta en escena, con reminiscencias al cine de Kurosawa (el primero) y de Tarkovski (el segundo), me daba la sensación de estar ante una cinematografía tan cinéfila como notable por descubrir, y sobre todo con una identidad particular. Estas películas marcaron mi entusiasmo para seguir descubriendo más obras provenientes de Turquía, y por esto mismo, vi Climas, posterior película de Ceylan tras Lejano, pero anterior en su estreno comercial en nuestro país. La belleza de esta premiada obra, superó la de la anterior. Una austeridad y nivel de sutileza y lirismo que no se ve muy seguido. Un romance basado en miradas y sensaciones, pero donde se pueden leer conflictos en los ojos de los personajes sin que haga falta decirlos. Los premios que obtuvo en Cannes 2009, Tres Monos, me hicieron anhelar con ansiedad su estreno comercial en Argentina, que como pasa siempre en estos casos, termina postergándose eternamente hasta que por fin llega en DVD y solo en las salas Arteplex. La última obra de Ceylan no posee el lirismo y austeridad que pretendía ver, pero en cambio contiene un guión más clásico en su estructura con una fuerte crítica moral a la institución familiar. Esto no es nuevo en su filmografía. Las familias separadas (parejas, hermanos) ya fueron tema de Climas y Lejano, pero en Tres Monos la división de este grupo se debe a causas externas: un candidato a un cargo político atropella a una mujer en medio de la ruta. Para no ir a la cárcel en medio de la campaña política, le pide a su cochero que vaya por él, que no le van a dar más de 4 meses, y a cambio va a compensarlo con una gran cantidad de dinero y mantener a su familia en el medio. El cochero acepta. En el lapso de tiempo que está encarcelado, la mujer empieza a enamorarse del político, y su hijo deja sus estudios y se mete en una pandilla juvenil. Las consecuencias de estos hechos provocarán una espiral de violencia en el pequeño círculo de personajes que presenta Ceylan. A pesar de ser un drama clásico sobre la moral interna, la conciencia y los dilemas de una familia, Tres Monos parece en realidad un film noir de los años 40, que pudo haber salido de una novela de James M. Cain o de una obra Jean-Pierre Melville. Es extraño que Ceylan arme una película con “tanto” argumento, dejando un poco de lado la creación de climas y, centrándose más en EL conflicto y en lo que los personajes dicen. Durante la primera media hora, ya empezamos a notar que el relato es mucho más dinámico que las anteriores obras de Ceylan. El montaje es más ligero, aún cuando la puesta de cámara tiene la rigurosidad, meticulosidad de Climas y Lejano. Ceylan es un gran defensor de la cámara fija, la profundidad de campo, el montaje interno, y el fuera de campo (los diálogos suceden entre paredes como las películas de Woody Allen). Eso no cambia. A la vez, fotografía como poco el horizonte entre el mar y el cielo, privilegiando los días nublados, enfuscados, logrando imágenes de gran belleza pictórica. También Ceylan mantiene, otra de sus marcas autorales: el lugar de la comida en la reuniones familiares. Es solo un detalle, pero ayudan a incrementar la verosimilitud de las escenas (no como en el cine de Hollywood, donde los personajes nunca comen ni van al baño, a menos que eso influya en la trama). Sin embargo en la segunda media hora, la película cae un poco en diálogos un poco melosos, y situaciones que parecen salidas de la telenovela de la tarde. Pero la última media hora vuelve a levantar con toda potencia, y se justifica el título de la película, a través de una serie de diálogos cínicos, en donde se pone en claro la hipocresía de la sociedad contemporánea, pero también surge un dilema moral: ¿qué haría uno en el lugar del protagonista? En este sentido, uno se puede identificar con los personajes. Pronto, no importa si los protagonistas son turcos o argentinos. Tres Monos es una película inteligente, con momentos intensos, excelentes interpretaciones de los cuatro protagonistas (llena de matices, cambios de comportamiento irrisorios, sutilezas en las miradas), pero que carece del lirismo de anteriores obras del realizador. Aún así, aunque se puede decir que es una película más occidentalizada y pretenciosas, un poco menor en relación a Lejano o Climas, también confirma el excelente momento de una cinematografía que merece ser explorada, y que en realidad no es tan lejana como aparenta ser.
Tres monos, el más reciente trabajo del director turco Nuri Bilge Ceylan (Kasaba, Nubes de mayo, Lejano y Climas), resultó una enorme decepción. No se trata de una película despreciable ni mucho menos (estamos ante un cineasta con sensibilidad, talento y vuelo propio), pero este melodrama sobre un triángulo amoroso con derivaciones policiales y vinculaciones con la política resulta demasiado obvio y alargado. Sin duda, el film menos logrado de una carrera que, hasta ahora, era incuestionable.
Esta película puede verse como un reverso, más bien tenebroso, de la película El primer día del resto de nuestras vidas / Un conte de Noël, de Arnaud Desplechin, también estrenada en el Festival de Cannes 2008. Mientras el realizador francés es capaz de observar la crueldad de sus personajes a través de la comprensión, e incluso la ternura, la crueldad desplegada por Nuri Bilge Ceylan se precipita sobre los personajes como un juicio inclemente. Así, el drama que acompaña al triángulo amoroso formado por un matrimonio y el jefe del marido (por el cual éste está cumpliendo condena en prisión) le sirve al realizador turco para jugar con sus personajes como si fueran marionetas inmóviles y desquiciadas, figuras bidimensionales que se entregan a la abulia y al tránsito por un mundo sumido en el declive moral. Además, Ceylan (director de las notables Lejano y Climas) esboza un insulso juego de deconstrucción genérica, en el que el cine negro pierde el suspenso y la comedia reniega de la risa. Agresiva, contemplativa y a ratos onírica, Tres monos aspira a elaborar un cine del malestar y la náusea, recipiente de los enigmas que amenazan al individuo, la pareja y la familia. Sin embargo, tras sus solemnes postales digitales, el manierismo de la propuesta da pie a una cierta vacuidad.
Tres monos Culpa, pasión y venganza en un melodrama con clima de film noir La atmósfera ominosa del film noir envuelve este melodrama sobre culpa, pasión, corrupción y venganza donde casi todos los hechos decisivos -un accidente, el adulterio, el asesinato- suceden fuera de la imagen. En la osada y muy elaborada propuesta de Nuri Bilge Ceylan, la cámara prefiere indagar en las reacciones de los personajes antes que detenerse en las acciones; en sus silencios antes que en las palabras, que son las apenas las indispensables. La elipsis es su herramienta expresiva, tanto como cada elemento de la imagen o de la elocuente banda sonora, que prescinde de la música y sólo asoma oportunamente bajo la forma del ringtone de un celular que parece cantar los sentimientos de su propietario. Tan riesgosa elección, sumada al ritmo demorado de los planos que a veces evocan a Antonioni y a veces a Tarkovski, no resta intensidad al drama: al contrario, lo robustece. Y hasta puede producir una suerte de efecto hipnótico. Y está presente desde el comienzo mismo. En la oscuridad de la noche, el sonido de una brusca frenada y un golpe informan del accidente que acaba de ocurrir y que ha dejado un muerto. Quien va al volante, político en plena campaña, despierta a su chofer para proponerle que se autoincrimine a cambio de una buena suma de dinero. El acuerdo desencadena una serie de consecuencias que incluirán el adulterio y un homicidio y que involucran a otros dos personajes centrales: la esposa del chofer, mujer pasional y frustrada, y el hijo del matrimonio, un muchacho desocupado y demasiado próximo a las pandillas callejeras. También se sucederán los ocultamientos, las mentiras, los silencios, la negación. Cada uno tiene sus razones; y la culpa seguirá desplazándose, como en el principio. Escurridizo y elíptico también en la descripción de los personajes, el film va proporcionando sesgadamente pequeños datos aislados y a veces ambiguos sobre sus caracteres para que el espectador pueda intuir algo de sus historias y acercarse a las fluctuaciones de sus conductas. No puede sino reconocerse la verdad humana que trasuntan estos seres de ficción al que un elenco admirable confiere infinidad de matices, pero sí es posible que en este caso el libro acuse los efectos de una sobreelaboración, como si cada coincidencia, cada situación aparentemente banal (alguien que vuelve antes de tiempo, una llamada inoportuna, un tren que pasa) estuvieran dispuestos para favorecer la construcción dramática y en algunos casos para responder a las exigencias de una cuidadísima puesta en escena. Como si los personajes fuera marionetas manejadas para que el film complete su perfecta circularidad. Es un precio que vale la pena pagar para disfrutar de la sobrecogedora belleza de las imágenes, del personal y conciso lenguaje del director turco y del admirable tratamiento expresivo de la banda sonora. La canción del ringtone es todo un hallazgo.
Postales negras del Bósforo El director de Lejano y Climas vuelve a sus temas de siempre –la incomunicación, los círculos viciosos en las relaciones–, pero adolece de la complejidad de sentido de sus films anteriores y queda prisionero del formalismo que siempre rondó su obra. No es el único, por cierto (parece injusto que el cine de Zeki Demirkubuz, por ejemplo, no sea más conocido fuera de su país), pero Nuri Bilge Ceylan es el director turco con mayor reconocimiento internacional, incluida la Argentina, donde hasta ahora se han conocido todos sus films. En la Sala Lugones se descubrió su primer largo, El pequeño pueblo / Kasaba (1997), y el Bafici lo premió como mejor director por Nubes de mayo (1999), un film muy inspirado por el cine de Abbas Kiarostami, que incluso llegó a disfrutar de un módico estreno comercial en Buenos Aires. Posteriormente, llegaría su consagración en Cannes con Lejano / Uzak (2002), que obtuvo el Gran Premio del Jurado y también se vio en el Bafici. No se puede decir que Climas –premio de la crítica en Cannes 2006– haya estado a la altura de la obra previa del director, pero era sin duda un film sólido, pleno de ideas y de una impactante estética visual, producto de su rodaje en el sistema digital de alta definición (HD). Con Tres monos (otra Palma de Cannes, esta vez al mejor director de la edición 2008) Bilge Ceylan vuelve a sus temas de siempre –la incomunicación, los círculos viciosos en las relaciones–, pero adolece de la complejidad de sentido de sus films anteriores y queda prisionero del formalismo que siempre rondó peligrosamente su obra. La primera media hora del film es ejemplar, por su capacidad de síntesis y por sus sabias elipsis, que van haciendo avanzar la trama sin necesidad de dar demasiadas explicaciones, dejando trabajar al espectador. Un auto, una ruta desolada en la noche profunda, un accidente. El conductor que atropella a un peatón y huye es un candidato político en plena campaña electoral. Dice que no puede permitirse el escándalo y le propone a su chofer (que esa noche estaba de franco) que asuma toda la responsabilidad. “Será como máximo un año de cárcel y a la salida te espera una buena recompensa”, dice el corrupto Servet (Ercan Kesal). Para el sumiso Eyup (Yavuz Bingol) no parece haber otras opciones. Acepta con tanta resignación como rapidez. Quizás piense que eso es lo mejor para su mujer (Hatice Aslan) y su hijo Ismail (Ahmet Rifat Sungar). Pero nada será tan fácil como se creía. El de la familia de Eyrup es un mundo cerrado, hecho de rutinas agobiantes, de cosas no dichas, de deseos insatisfechos, de pequeños secretos tras las puertas. El hijo hace rato que ha dejado de ser adolescente, pero se sigue comportando como tal: sólo parece salir de su apatía cuando lo tienta la violencia. Y está acostumbrado a tomar siempre el camino más corto, como ese atajo que usa diariamente para cruzar las vías del ferrocarril y que se intuye una metáfora de su vida. La madre es una mujer madura pero aún bella, que parece haber vivido a la sombra de su marido y de su hijo, sin que nadie tenga en cuenta sus sueños y deseos, tan simples quizás como la canción romántica que ha elegido como ringtone para su teléfono celular. Un poco a la manera de El malentendido, de Albert Camus (cierta sombra de existencialismo ya asomaba en Climas), al comienzo todo hace pensar en una estructura de tragedia clásica, donde el destino de los personajes se ve en constante tensión con sus afectos. Pero sin embargo el film de Ceylan va inclinándose paulatinamente por un melodrama asordinado, con rasgos de film noir. No habría nada de malo en esto (al fin y al cabo El cartero siempre llama dos veces –la novela de James M. Cain, tantas veces filmada– era una tragedia contemporánea) si no fuera porque el director se va dejando tentar por un formalismo vacío y antiguo. Se regodea con las posibilidades que le da el registro digital para estilizar la imagen, apela a la cámara lenta y a la disociación del sonido, no puede evitar caer en la trabajada postal cada vez que encuadra planos generales en el estrecho del Bósforo. Es como si una brillante superficie de papel satinado se impusiera por sobre la profunda oscuridad de su tema.
Doble encubrimiento La austeridad y la riqueza plástica en la composición de la imagen, así como la economía de recursos cinematográficos para contar una historia son dos de las características del cine del realizador Nuri Bilge Ceylan. Su quinta película Tres monos cuenta con estos atributos, pero a diferencia de Climas (film con el que el director se dio a conocer por estos lares) esta vez el director optó por un relato de estructura clásica. En esta obra se desarrolla parte de su poética bajo el pretexto de un triángulo amoroso donde está involucrado un político oscuro, quien compra su libertad utilizando los favores de uno de sus choferes que se autoinculpa de haber atropellado a una mujer en la ruta para evitarle ir a la cárcel a su jefe en plena campaña política. A cambio de semejante sacrificio, el falso culpable negociará una cantidad de dinero para mantener a su esposa e hijo durante su estadía en prisión. Sin embargo, ese trato no se termina por cumplir a rajatabla y sus derivaciones llevan a la destrucción gradual de la familia, arrojando como saldo que la mujer termine teniendo un romance con el político; que el hijo abandone los estudios e ingrese en una pandilla y que el padre ausente tras 9 meses y una vez en libertad vaya descubriendo el alto costo del pacto de silencio y su lugar dentro del núcleo familiar. La degradación moral y las miserias humanas forman parte del trasfondo de este largometraje que extrae del título aquella figura recurrente de los monos sabios donde uno no ve; el otro no habla y el último no escucha. Similar comportamiento acusa cada integrante de esta familia en ruinas, cuyas aristas invisibles se van revelando paulatinamente con el correr del tiempo donde el clima meteorológico juega un rol muy importante en sintonía directa con la psicología de cada uno de los personajes. No obstante, el director de Lejano en esta oportunidad no consigue crear las atmósferas sugestivas a las que nos tiene acostumbrados, además de recurrir llamativamente a diálogos explicativos para cerrar el relato. Sin embargo, la belleza visual de cada encuadre al que no le falta ni le sobra nada persiste y sigue siendo una de las cualidades y su sello personal. Por todo ello, puede decirse que Tres monos conserva la esencia del cine minimalista a la hora de narrar y hace gala del poder de la imagen cinematográfica cuando se busca la poesía, pero se malogra al intentar explicarse por sí misma.
Anexo de crítica: Estamos ante un interesante drama moral símil Krzysztof Kieslowski que le pega duro a la incomunicación, el individualismo y las estructuras del poder. Con un gran desempeño por parte del realizador Nuri Bilge Ceylan, el film de por sí constituye una verdadera rareza: no siempre arriban a la cartelera porteña representantes de la cinematografía turca…
El lento derrumbe Drama de Nuri Bilge Ceylan sobre la pareja, la familia y el poder. En Climas se centraba en la crisis de una pareja, en Tres monos la crisis se abre y abarca una pareja, una familia, una cierta estructura social turca: Nuri Bilge Ceylan hace un cine del malestar y la desesperación contenida, a través de un lenguaje netamente visual, con encuadres virtuosos, planos compuestos minuciosamente -como si fueran pinturas móviles-, excelente dirección de actores y fotografía -la profesión original del director- y una narrativa lacónica, que apela más a la plástica que a la palabra y avanza a pura sutileza elíptica. Desde el comienzo de la película, el sometimiento de clase. En una ruta nocturna, lluviosa y vacía, un político atropella y mata a alguien, escapa, y luego le propone a su chofer -que también tiene rasgos de sometedor, pero con su familia- que vaya preso por él. ¿El pago? Su sueldo y una suma importante cuando salga, varios meses después: la propuesta es aceptada con la naturalidad de un trabajo más. El empleado va a prisión: su esposa y su joven hijo quedan en un vacío de espera, una deriva existencial. En algún momento la mujer decide pedirle dinero adelantado al político, un hombre muy desagradable en todo sentido: la idea es que el hijo de ella se compre un auto y trabaje. Con inteligencia, Bilge Ceylan toma el punto de vista del muchacho y esconde parte de la información de lo que vendrá. Todo sugiere que la mujer y el político empiezan a tener sexo: en un principio, no se sabe si por extorsión o por deseo. Lo cierto es que, así como el chofer entregó la libertad, su esposa entrega el cuerpo. Puede ser por necesidad, por coerción o por atracción, la que provoca el poder. O por todo junto, por dominación pura. Sería imprudente revelar más. Pero digamos que el odio, los celos, la humillación y la violencia -que en Climas también existían, como elementos inseparables del amor pasional- irán in crescendo . Captados en imágenes. Porque Bilge Ceylan, que a algunos puede resultarle manierista, tiene talento. Sus primeros planos de rostros nos hablan, con más contundencia que cualquier frase, del tormento interior de sus personajes. Sus planos generales, atmósferas cargadas, bellas y opresivas, nos dan el marco ominoso que los envuelve. Lo climático es central en el cine del realizador turco. La desesperación contenida son esos nubarrones que presagian una tormenta devastadora, la misma que los protagonistas se niegan a ver, oír o mencionar, como los tres monos a los que alude el título.
Por tu culpa La película del realizador turco Nuri Bilge Ceylan (premiado en Cannes como director por este film) transita el drama familiar y el suspenso a través de una historia teñida de crimen y omisiones. Con un minucioso trabajo de encuadres y sólidas actuaciones, Tres monos (Uc Maymun, 2008)aporta una mirada bastante pesimista sobre el poder y las relaciones humanas. Los tres monos sabios son figuras de la cultura japonesa, a los que se les asignó el significado de “no ver, no oír, no decir el mal”. La película del consagrado cineasta turco está cimentada sobre males varios, pero por sobre todo el gubernamental (viciado de corrupción) y el íntimo, aquel que se despliega sobre una familia de clase media baja. Eyüp (Yavuz Bingöl) asumió el crimen de su jefe, un político en plena campaña, con la finalidad de que no termine desprestigiado. A cambio, su mujer Hacer (Hatice Aslan) y su hijo Ismail (Ahmet Rifat Sungar) reciben una mensualidad. Esa transacción viciada de culpa es la mecha de una bomba que hará estallar el denso clima familiar, sobre todo cuando el hombre salga de la cárcel y retorne al hogar abandonado. Como en el reciente film de Christian Petzold, Triángulo (Jerichow, 2009), aquí el mal social se cuela en la infidelidad, torrente de pasión que emerge de la mujer reprimida. No hay expiación posible una vez que los hechos se llevan a cabo. Los mismos se no-presentan en la trama, son sus grietas sobre las que el guión está construido. Los crímenes, los momentos más álgidos y definitorios, es decir los nudos dramáticos, están elididos adrede. Esta elección produce que el espectador sea quien deba reconstruirlos, al mismo tiempo que sus ausencias promueven una reflexión crítica sobre las responsabilidades de los personajes. Bilge Ceylan ya había demostrado su capacidad para construir encuadres meticulosos, en donde la luz y el equilibrio interno construyen climas potentes, sobre todo en Lejano (Uzak, 2002). Esa misma capacidad aparece en Tres monos, aunque la exhibición en DVD opaque el trabajo fotográfico. Todo el hastío de los personajes está teñido de un gris fantasmal, que acapara tanto interiores como espacios callejeros. Frente a la casa familiar están las vías del ferrocarril, cuyo sonido es empleado, tal vez, como metáfora de la imposibilidad de estar en calma. Muchos podrán endilgarle al director la poca compasión con la que retrata a estos seres desgarrados. Pero más que encerrarlos en celdas psicológicas, su relato busca la ambivalencia, la doble mirada que muestra cómo llegaron a estar en situación de peligro. Y lo hace sin levantar el dedo acusador, aunque la mirada sobre ellos no deje de ser pesimista. En una escena Ismail llega al hogar ensangrentado y busca ocultarse de su madre. Nunca sabremos por qué, pero esa anécdota mucho dice de la Turquía actual, condenada como gran parte de Europa a la violencia social. Esas condiciones de posibilidad del mal, no explicadas ni puestas bajo una lupa, son las mismas que permiten que un político (en este caso Servet, interpretado por Ercan Kesal) pueda enquistarse en el poder. Por último, hay que reconocer la dirección actoral. Los cuatro actores protagónicos dotan a sus criaturas de una desesperanza profundamente humana. No debe haber sido una tarea sencilla, sobre todo en un film en donde los silencios y el clima plomizo son causa y a la vez fuente de inspiración.
La tercera película del realizador turco Nuri Bilge Ceylan lleva el mismo título de la leyenda de los monos sabios. Tres monos, el primero se tapa los ojos para no ver la maldad, el segundo se tapa los oídos para no escucharla, el tercero se tapa la boca para no decir maldades. Son tres los personajes de este filme. Tres, como los monos. Aunque Ceylan incorporó un cuarto personaje que tiene la misma actitud que los otros. Nada ven, nada dicen, nada escuchan. Un marido, su mujer, el hijo de ambos, un político para el que trabaja como chofer el jefe de la familia. Una familia al punto de la desintegración en la que cada integrante no reconoce lo que hace pero juzga lo que hacen los demás. Todo bajo el dominio económico de un jefe laboral que también ha destruido su vida. Ninguno de los cuatro acepta que construyó su autodestrucción pero reconoce la de los demás para aliviar su culpa. Todos conocen todo de los otros, pero no lo dicen, hacen como que no lo vieron, no quieren escuchar nada más. La angustiante historia atrapa al espectador desde los primeros minutos. El político atropella con su automóvil a un peatón y lo mata. La campaña electoral está próxima y no puede exponerse. La solución que considera como óptima es la de proponer a su chofer que se declare culpable del hecho, que vaya a la cárcel y una vez cumplida la condena recibirá una importante suma de dinero que solucionará su vida. No se considera como compensación sino como solución. Un negocio y nada más. Para la mujer y el hijo del chofer la espera será larga, difícil de sobrellevar. Darán manotazos a la vida para tratar de escabullirse de ese clima claustrofóbico en el que viven. El elenco es muy parejo en sus trabajos para cubrir estos difíciles personajes que deben expresar mucho más con los silencios que con las palabras o las acciones. El realizador Ceylan maneja los tiempos de este drama con precisa justeza. La tensión in crescendo marca al espectador los límites a los que están sometidos los personajes. El estallido llega y pasa sin dejar soluciones ni determinaciones, pero agregando conflictos que desde la platea serán en un primer momento imperceptibles. El pasado les pesa a los cuatro implicados en esta historia, pero el director (también guionista) remarca cuadro a cuadro que lo que pasó ya no tiene vigencia, es irremediable. Mediante una particular corrección de color, Ceylan logra expresar el uniforme estado de ánimo de todos. Una obra que deja al espectador pensando sobre la inconveniencia de no reconocer las culpas y asumir las ajenas para evadir las propias. También movilizará la observación hacia el enquistamiento que provoca "el no hacer". Este filme representó a Turquía para el Premio Oscar y Nuri Bilge Ceylan ganó como Mejor Director en el Festival de Cannes 2009. Es una realización de cine de autor que seguramente agradará a los cinéfilos y a los espectadores seguidores de historias sobre heridas del alma que provocan conflictos familiares.
La crueldad de cada día La crueldad y la soledad subyacen y articulan la obra del cineasta (y talentoso fotógrafo) turco Ceylan. Su mejor película, Lejano, es quizás uno de los mejores retratos de la mezquindad narcisista y el desamparo en el cine contemporáneo. Si bien Tres monos parece un melodrama heterodoxo con pinceladas policiales, el majestuoso plano general que cierra el filme sintetiza el fracaso de los vínculos afectivos y la incapacidad de los hombres de conectarse. Un accidente abre la película. Un político poderoso atropella a un hombre. En plena campaña electoral, el candidato le pedirá a su chofer que se declare responsable del siniestro a cambio de una suma importante de dinero a cobrar una vez que recupere la libertad. La mujer y el hijo del "culpable" esperan por él, aunque pedirán un adelanto. El encuentro entre el político y la mujer de chofer tendrá consecuencias inesperadas. La usura y el deseo no son incompatibles. Si bien los personajes centrales son cuatro, es posible que los monos del relato estén representados por el triángulo familiar. Inspirados en la filosofía de Confucio, los famosos simios detentan una filosofía positiva: "No veas lo malvado, no escuches lo malvado, no digas con maldad". Es decir: el hijo olvidará haber sido testigo del adulterio de su madre y el padre de haberlo comprobado, mientras la madre jamás dirá la verdad. Ceylan negativiza el adagio: más que proverbio de una sabiduría del bienestar se trata aquí de una filosofía del fingimiento. En efecto, la estructura narrativa circular subrayará la hipocresía, como también la tensión entre las clases sociales, otra arista ostensible de cómo Ceylan concibe e identifica la crueldad en el universo simbólico de sus personajes. Elíptico y moroso, el melodrama "arty" de Ceylan no siempre funciona, pues sus personajes, más que criaturas de una historia sombría, parecen marionetas de una representación esquemática de una cosmovisión pesimista. Las elecciones cromáticas y los paisajes desprovistos de luz solar refuerzan el tono anímico que atraviesa el espíritu del filme. No hay duda de que Ceylan es un maestro de la composición. La forma cinematográfica comunica y materializa: véase un plano general fijo en el que un hombre y una mujer, casi diminutos, discuten en medio de un escenario desolado. En vez de seguir la disputa verbal a través de los gestos faciales, Ceylan elige mostrar a la distancia el lenguaje corporal: el mejor pasaje del filme por su originalidad y radicalidad. Tres monos, sin embargo, no siempre consigue ajustar la elegancia formal a su relato. La fotogenia se impone, mientras que el drama y los conflictos de los personajes reverberan en un teatro de la crueldad conductista, demasiado solemne y reduccionista, o apenas humano.
En la ausencia del jefe La historia comienza con un político, en plena campaña para las elecciones, pidiéndole a su chofer que confiese a la policía por un atropello y huida a un ciudadano que el mismo originó. Debido a la situación financiera de este tipo y la promesa de gran cantidad de dinero, termina aceptando y dejando solos a su esposa e hijo adolescente. La familia quedará desorientada, sin ambiciones ni motivaciones. El hijo le pedirá un adelanto al político y la esposa entablara una relación con él. Todo este pasaje mostrado en un tono lejano, compresivo y lento que no le da ningún peso emotivo a la película y encima comienza a aburrir. Todo cambia ante el regreso del padre de familia. El relato se hace interesante, las relaciones se complejizan y las actitudes de los personajes empiezan a tener repercusiones cada vez mayores y fatales. La tensión escala rápidamente y el clímax de la película resulta sumamente atractivo ya sea por sus repercusiones emocionales como socio-políticas. Uno de los mayores defectos de la historia, aparte de lo ambivalente que resulta ser, es el carácter fantástico propuesto por el hijo muerto. A partir de este elemento, la enorme sensación de realidad termina completamente quebrada y debilita a toda la puesta en escena de la película.