Con algunos puntos de contacto con la reciente Señor Link, Mi amigo abominable es una película de animación pensada para los más chicos que no imprime originalidad en su trama pero acierta con sus gags y su vertiginosa aventura. La adolescente Yi vive con su madre y su abuela en un departamento de Shangháii. Es hiperkinética, pasea perros, cuida niños y hasta toca el violín heredado de su padre fallecido. Sin embargo, su vida cambia cuando descubre a una milenaria criatura con poderes refugiada en su azotea que huye de un laboratorio. Everest, asi apoda al amigable Yeti, impulsa a Yi a una travesía para reunirlo con su familia. El relato, que imprime aires proteccionistas e integracionistas, reúne a disfrutables personajes chinos como sus vecinos Jin, el arrogante joven que estudiará medicina y está siempre pendiente de su aspecto personal; y Peng, el niño travieso que está bajo su cuidado. Párrafo aparte para la villana de turno con sus rizos pelirrojos y la abuela que cocina y está atenta a su nieta. Con excelentes rubros técnicos en lo que animación y diseño de fondos se refiere, el filme acierta en su comienzo con el escape de Everest, agrega la cuota de acción necesaria en medio del humor y en una historia que se traslada desde la gran urbe con sus carteles publicitarios hasta el Himalaya. El tópico de la amistad y el lugar de pertenencia está siempre presente y el tono melodramático tiñe los minutos finales. Al igual que en Señor Link, el científico necesita pruebas de las existencia de la adorable criatura y todos se encuentran en una escena en un puente. Casualidad o causalidad, el público al que apunta Mi amigo abominable es otro- aún con sus referencias a King Kong y La historia sin fin.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
Hay un amigo en mí Un amigo abominable (Abominable, 2019) es una película animada de aventuras dirigida por Jill Culton y Todd Wilderman. Escrita por Culton, la nueva producción de DreamWorks cuenta con las voces originales de Chloe Bennet, Joseph Izzo, Tenzing Norgay Trainor, Albert Tsai, Sarah Paulson, Eddie Izzard, Michelle Wong, Tsai Chin, entre otros. Originalmente titulada Everest y estando en desarrollo desde el año 2010 dentro del estudio de animación, la película tuvo su premiere mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto. La historia gira en torno a Yi (Chloe Bennet), una adolescente que vive con su madre y abuela en la gran ciudad de Shanghai, China. Debido al reciente fallecimiento de su padre, Yi prefiere estar fuera de casa y mantener su mente ocupada paseando perros, cuidando niños o sacando la basura en restaurantes. Cuando la joven descubra a un enorme yeti blanco en la azotea de su hogar, el cual se escapó de un laboratorio y está siendo buscado por todos lados, la humana se pondrá como objetivo acompañar a la criatura al lugar donde pertenece y habita su respectiva familia: la cima del monte Everest. Junto a sus vecinos Jin (Tenzing Norgay Trainor) y Peng (Albert Tsai), Yi emprenderá un arriesgado viaje marcado por la magia, la amistad y el redescubrimiento interior. Luego de El hijo de Piegrande (The son of Bigfoot, 2017), Pie pequeño (Smallfoot, 2018) y la reciente producción de Laika Sr. Link (Missing Link, 2019), que continúa en cartelera, llega otra película infantil con temática sobre yetis. Aunque desde las imágenes promocionales y desde la trama la película pueda parecer muy trillada, por suerte Un amigo abominable tiene los suficientes elementos para destacarse y ser disfrutada tanto por chicos como por grandes. Dirigido por una mujer, lo cual no es tan común en la animación, el film resulta una bocanada de aire fresco por su ambientación, sus personajes y la decisión de arriesgarse a contar una historia que no busca únicamente entretener. A nivel visual se puede notar el homenaje hacia la cultura china, que va desde los alimentos típicos de allí tales como los dumplings hasta el diseño de Shanghai, una zona urbana llena de edificios luminosos. Aparte, la película cuenta con paisajes asiáticos bellísimos que incluyen prados llenos de flores, ríos y montañas nevadas. En cuanto a la protagonista, Yi se hace querer desde el inicio gracias a que la directora y guionista se preocupó en darle un trasfondo con el que es muy fácil sentirse identificado. A la adolescente le cuesta expresar sus sentimientos a sus seres queridos, ella está en un proceso de duelo en donde conocer a Everest (nombre que le da al yeti) termina salvándola. A través de una armoniosa música de violín que logra hacer sentir bien tanto a la joven como al espectador, se nota que la cinta fue un proyecto muy personal de la directora, la cual puso mucho de su corazón para que esta historia llegara a la pantalla grande. Por otro lado, el peludo compañero de Yi es todo lo contrario al adjetivo con el que se lo describe en el título del film. Con un diseño cuidado al máximo detalle ya sea desde su pelaje, la forma de sus dientes sobresalidos, los grandes ojos celestes y los orificios de la nariz, Everest es tan tierno, adorable y bonito que también dan ganas de tenerlo como amigo. Además, el yeti tiene una capacidad tan extraordinaria como mágica: él puede manipular para bien a la naturaleza (por ejemplo, puede hacer que crezcan muchos frutos o flores). Esta conexión única le da a la película la cuota original y fantasiosa que le faltaba para escapar de los clichés. Linda tanto visualmente como desde su contenido, Un amigo abominable se convierte en una opción espléndida para ser disfrutada por toda la familia ya que tiene la combinación perfecta de aventura, drama y comedia. Con personajes entrañables, la película de Jill Culton cuenta con un desenlace hermoso que da cierre a una trama caracterizada por las buenas moralejas.
Con un 3D absolutamente impecable, y una historia que remite a muchas de amistad entre niños y monstruos, de ET en adelante, esta es la historia de Everest. Un joven yeti que aparece en el techo del departamento de Yi. Para reunirlo con su familia, ella y sus amigos se embarcan en una aventura épica con destino imposible: el punto más alto de la Tierra. Claro que además, tendrán que sortear amenazas: desde la científica al poderoso millonario que quieren capturarlo. Ciertamente, no hay grandes novedades en la propuesta de Mi amigo abominable en términos narrativos. Pero al atractivo que tienen para los chicos los films con monstruo friendly, vale sumarle el placer de su puesta visual, en la que la naturaleza luminosa y pródiga, a la Moana, parece estallar frente a nuestros ojos.
Una premisa muy conocida pero razonablemente ejecutada. Al encontrar una fórmula que más o menos funciona, los estudios de cierto éxito se aferran a ella como si fuera la de la Coca Cola, aunque al final del día el producto no tenga el mismo gusto. Un Amigo Abominable presenta a un Dreamworks que no sale de su zona de confort, pero no por ello se entrega completamente a la suerte. No reinventa la pólvora pero la utiliza para entretener y emocionar. Una receta precisa La premisa de un chico/a que atraviesa una reciente tragedia personal, conoce a una criatura extraña, y con la ayuda de sus amigos la ayudará a volver a su casa, fue vista innumerables veces, siendo el paradigma de esta fórmula el E.T. de Steven Spielberg. Un Amigo Abominable logra -de forma bastante noble- sostener una narrativa interesante sin negar sus claras influencias. Esto se debe a que la cuestión de la soledad no está tan pronunciada: aquí el acento es puesto en temas como el aislamiento familiar, la vanidad, y particularmente el permitir demasiado que nos sensibilice la mirada de los otros. El recurso de los poderes mágicos de la criatura titular consigue algunas escenas cautivantes (en particular aquellas en donde la música es un partícipe crucial), pero también debe decirse que no pocas veces bordea en una conveniencia que desafía los límites del verosímil, incluso en una propuesta de marcada fantasía. Es necesario destacar que todos los personajes tienen un desarrollo por ínfima que sea su aparición en el metraje; y no es un desarrollo porque sí. Cada cambio que experimentan es un aporte hacia la resolución del conflicto. Es también una propuesta que juega con la percepción de lo que es el antagonismo, aunque cuando la percepción se vuelve definitivamente clara, es una resolución que no puede evitar sentirse como algo forzada. Como en toda propuesta animada de Dreamworks, la comedia dice presente. En el caso de Un Amigo Abominable es más para aflojar la tensión que para producir genuinamente risas. Este detalle es solo un complemento a las sendas secuencias de acción que pueblan la película, las que si bien no dejan al borde del asiento, mantienen al espectador comprometido con la historia. El aspecto visual está prolijamente trabajado no solo en obvias elecciones de color e iluminación, también en cuestiones como movimiento de cámara o composiciones de cuadro. En las persecuciones, la cámara y el montaje son ágiles como uno espera de escenas de esta naturaleza, mientras que en las escenas más emotivas la cámara es un poco más sutil en su movimiento, bordeando los sentimientos que se complementan con el paisaje. Esto se nota particularmente en detalles tales como encuadres ubicados detrás de la protagonista mientras contempla coómo deja atrás el mundo que conoce, o cuando la cámara arquea alrededor de ella mientras toca el violin arriba de un buda al que empiezan a brotarle flores. Entre las voces podemos encontrar labores prácticamente irreconocibles de Eddie Izzardcomo el anciano multimillonario que busca a la criatura en cuestión, y a Sarah Paulson como la zoóloga que trabaja a sus órdenes. Todo esto, claro está, si el espectador puede ver la versión subtitulada.
Una muy decidida muchacha china descubre a un mitológico pichón de yeti en su terraza y decide llevarla de vuelta a su hábitat natural. El bicho escapa de la codicia de emprendedores, lo que desprende un previsible mensaje en favor del equilibrio ecológico y las ventajas de alejarse de ciertas alienaciones tecnológicas. Detrás de esa consigna aparece una aventura amable, entretenida y por momentos espectacular que quizás aporte alguna certeza sobre el futuro de la animación. La película (fruto de una ambiciosa alianza entre Hollywood y China) transcurre en una ciudad china actual, con personajes de rasgos bien occidentales.
Es blanco, esponjoso, adorable y también sabe utilizar a la naturaleza con sus poderes mágicos. En esta colaboración de Dream Works con Pearl Studio de China, todo está hecho para agradar a la conquista del mercado oriental, con toques místicos, en una aventura que comienza en Shangai y que aterriza en el Monte Everest. Así también se llama esta criatura, pichón de Yeti que fue capturada por un hipermillonario para su colección privada. Huye de sus captores como King Kong sube a los edificios, se refugia en una terraza y tiene la suerte de cruzarse con una adolescente sensible que lo ayudará de regreso a su hogar, junto a dos chicos. Todo en esta realización de escrita y dirigida por Jill Culton, co-dirigida por Tood Wilderman (uno de los guionistas de Monster Inc) es previsible. La defensa de la ecología de la ambición humana, el respeto a todas las especies y al equilibrio ecológico, la familia como valor supremo y el entendimiento de dos adolescentes que parecían polos apuestos. La chica heroica, a tono con los tiempos que corren y chico frívolo que madura. Los mejor son los efectos que logra “Everest” cuando se concentra y puede transformar un campo de flores amarillas en un tsunami, o dominar tormentas, o arreglarle las cuerdas al violín de su amiga, con sus pelos, para lograr un momento religioso junto al buda gigante de Leshan en Sichuan. Todo calculado pero perfectamente realizado por profesionales que estuvieron en Kung Fu Panda. La película está dedicada a los más chicos, de diez años para abajo.
Si hubiera un par de frases para definir a Un amigo abominable, el sentimiento o el sentido que anida en su “mensaje”, surge de un diálogo entre dos personajes chinos, un niño y un adolescente. Sucede algo que los maravilla. Peng, el más pequeño, exclama “Es increíble”. Para Jin, el mayor, “Es imposible”. Ni tanto ni tan poco, Un amigo abominable es de esas películas de animación en lo que todo es posible. Contradiciendo a Jin, porque siempre en el cine animado cualquier cosa puede suceder. De ahí a que maraville… Yi es una adolescente que vive en Shanghai con su mamá y con Nai Nai, su abuela. Vive es una manera de decir, porque se la pasa, en sus vacaciones de verano, fuera de casa. Se entiende: Yi trabaja a escondidas haciendo lo que fuera, junta yuanes para recorrer China y hacer realidad el viaje con que soñaba su padre, que la hacía dormir tocando el violín. Ese es el recuerdo que atesora junto, claro, con el instrumento de música. Hasta que una noche descubre escondido en la terraza de su edificio a un yeti. Peludo, como un peluche, de ojos celestes, escapó de un cautiverio al que lo obligaban el Sr. Burnish y la Dra. Zara (como a Yi, que es la voz de Chloe Bennet, son dos personajes que le prestan su voz actores no chinos, Eddie Izzard y Sarah Paulson -American Horror Story, la reciente El jilguero-). El protagonismo, entonces, está repartido entre Yi y Everest, como Yin apoda al yeti. Y quiere llevarlo allí, al Everest en la cordillera del Himalaya, para que se reencuentre con los suyos. Y los acompañarán Jin, el joven pendiente de likes que desea estudiar Medicina en Pekín, y Peng, primo de Jin, amante del básquet. Everest tiene algunas particularidades, como cuando se le ponen los pelos de punta, muestra sus poderes y logra cosas inimaginables. Y buscando parangones con otras películas, Everest parece un Gremlin (ya verán por qué), hay un Buda con cara parecida a la de la tortuga de Buscando a Nemo, y para los que vieron Sr. Link, el parangón con el Eslabón perdido y cierta manera de salvarse que tiene Yi en un puente les parecerá haberlo visto hace poco. Ah. Hay copias en idioma original del filme coproducido entre DreamWorks y una empresa china, y dirigido por la animadora Jill Culton. Y Ah 2: no se vayan hasta que terminen los créditos. Porque no es que haya “outtakes”, escenas eliminadas o que anuncien una continuación, sino que la película tiene allí su verdadero desenlace.
La aventura de volver a casa. Un amigo abominable es una película de animación producida por Dreamworks Pictures, transcurre en la China contemporánea, cuando una adolescente se encuentra con un Yeti en el techo de su casa y decide devolverlo al Monte Everest con su familia. Está escrita por Jill Culton, quien la codirige junto Todd Wilderman, y en su versión original las voces de los personajes están interpretadas por Chloe Bennet, Albert Tsai, Tenzing Norgay Trainor y Sarah Poulson. La historia cuenta la aventura que vive Yi, una adolescente, que junto con sus vecinos Pen y Jin deciden llevar a un Yeti que vive en el techo de su edificio de vuelta al monte Everest. Y para lograrlo deben huir de una peligrosa organización que busca volver a capturarlo para demostrar su existencia frente a la comunidad científica. Si bien resulta imposible no tener en cuenta los puntos en común que comparte con E.T., en este caso la trama se orienta hacia la road movie, donde cada personaje aprenderá una lección que le cambiara la vida. La construcción del verosímil para que el mundo donde transcurre esta historia fantástica sea el real puede verse en muchos detalles de su diseño de producción, que abarca desde una escena en el Buda gigante de Leshan hasta un cartel de McDonalds. Esta reconstrucción animada fiel a la realidad en cada uno de los paisajes, permite que el espectador se sienta identificado con mayor facilidad con estos personajes comunes envueltos en una aventura extraordinaria en lugares que son muy típicos para el público oriental, a quien se dirige en primer lugar, ya que la historia transcurre en China. Pero el problema de la película está en el desaprovechamiento de los gags, porque si bien el foco se centra en la aventura, muchos de ellos no terminan de funcionar. Porque son demasiado trillados, como el del eructo del Yeti o no causan gracia, como es la serpiente que aparece de forma sorpresiva en diferentes momentos. En conclusión, Un amigo abominable funciona, especialmente para el público más pequeño, pero pierde en una comparación a la genial Pie pequeño, estrenada el año pasado, ya que ambas parten de una idea similar. Pero la segunda aprovechaba el humor para adaptar temas profundos y esta se concentra más en el relato de aventuras, haciendo uso de todos los lugares comunes del género.
Una chica china solitaria, dispuesta a cualquier trabajito para emprender el viaje al Himalaya que había planeado con su padre difunto, se encuentra con un Yeti en la terraza del edificio en el que vive. La primera coproducción entre Dreamworks y los estudios chinos de animación Pearl van a lo seguro, con una historia elemental pero no carente de atractivo visual y muchos paisajes orientales en versión animada. La trama es minimalista, con el Yeti perseguido por un coleccionista de animales que lo quiere atrapar, y la chica que logra hacerse de amigos para liberar al encantador abominable y llevarlo al Himalaya con su familia. La película empieza un poco lenta y con demasiados toques emotivos, pero a medida que avanza el viaje al Tibet las cosas se ponen más movidas y a veces entretenidas para los más chicos.
Amigos son los amigos Son épocas. Por momentos la industria del cine animado se repite y con conocimiento de causa y de números en la taquilla, por eso no es un error ver en un mismo año tres o cuatro producciones sobre perros que hablan y quieren salvar su vecindario, dos o cinco sobre dinosaurios y dragones, algunas sobre héroes comunes que día a día la pelean, y, como en este caso, varias sobre yetis. A las recientes Sr Link y Pie pequeño, ahora se agrega Un amigo abominable (Abominable, 2019) como exponente de films que toman la leyenda del eslabón perdido para construir relatos sobre la integración, amistad, la familia y el entender a otro como un vehículo de expresión de uno, entre muchas otras cosas. En Un amigo abominable, de Jill Culton y Todd Wilderman, hay una niña llamada Yi, que convive con su abuela y madre mientras reparte las horas de su día paseando perros, haciendo de babysitter y practicando su música. Sueña con triunfar en la industria con su violín (heredado del padre) para ofrecerle a los suyos un respiro, principalmente, económico. Cuando un día descubre en su terraza a Everest (así lo apoda), un gigantesco yeti, que se escapó de las garras de una siniestra empresa que lo tenía como objeto de pruebas contra su voluntad, sabrá que su pasión por las melodías trascenderán sus propias limitaciones al configurar un grupo con la bestia para devolverlo a su lugar de origen y transformarse, ambos, en mejores personas/seres. En el medio el guion expondrá a Yi junto a un grupo variopinto de amigos y obstáculos, los que, sin dudas, configuran el espíritu de un film que tiene muchísimos puntos en común con Sr Link, pero que intenta, con algunos gags y escenas, buscar su propia mirada sobre el abominable hombre de las nieves. La principal dificultad del relato radica en sostener de manera fluctuante el camino hacia la liberación de Everest, con lugares comunes, trillados remates y, principalmente, la subestimación hacia el espectador (adulto o infantil) por resolver de manera precipitada los conflictos que presenta. Si en Un amigo abominable el camino del héroe tuviera un sentido más que el de encauzar la historia hacia la reivindicación de la amistad como posible salida de los claustros impuestos para algunos, su razón de ser escaparía a los canones que la industria animada está atravesando en la actualidad: la extrema corrección política. Yi y Everest como representantes de minorías, posibilitan otro tipo de reflexión post visionado, analizando un mundo en el que nada ni nadie está exento de ser objeto de castigo por el solo hecho de ser diferente, y por ahí, en el descubrimiento de ese costado no tan superficial, su acercamiento independientemente de sus características animadas, pueden servir de base para que los espectadores más pequeños sumen herramientas a la hora de enfrentar/se con el mundo real. Un amigo abominable no inventa nada nuevo, al contrario, subraya esquemas y estereotipos para configurar su universo y su cuento sobre estos amigos que intentan sobrevivir, como pueden, en un contexto cada vez más hostil, agregando dosis de humor y música para hacer más llevadero el relato, el que, aún en sus lagunas y olvidos, puede servir como base para aquellos que se sienten solos y oprimidos, o que alguna vez fueron discriminados por etnia, color, tonada o elemento constitutivo diferente a aquello que la norma indicaba como correcto.
Un amigo abominable es la tercera película de animación relacionada con la figura del Yeti que se estrenó en los cines en el último tiempo. El año pasado tuvimos el caso de Smallfoot, producida por Warner, y hace unas semanas pudimos ver la mitología que rodea a este personaje en Sr.Link, realizada por la compañía Laika. Entre estas propuestas la obra de Dreamworks, dirigida por Jill Culton, ex artista de Pixar, es la más interesante y entretenida de las tres, pese a que trabaja una premisa argumental que ya se explotó bastante en el pasado. La trama no es otra cosa que E.T. con la figura del Yeti y refrita la idea esencial del clásico de Steven Spielberg. En este caso un grupo de chicos emprende una aventura para ayudar a una criatura mágica a regresar a su hogar mientras son perseguidos por una organización científica. Si bien el conflicto es prácticamente el mismo, el contexto en el que se desarrolla el film y las característica de los personajes principales consiguen que esta producción conserve su propia identidad. Es decir, la idea central no es precisamente original pero cuenta con varios elementos que estuvieron muy bien desarrollados. En principio el argumento se centra en la comunidad de una familia asiática, cuya cultura fue tratada con mucho respeto. Yi, la protagonista adolescente, es una heroína carismática que despierta mucha empatía y presenta la clásica melancolía de los personajes de Pixar, que probablemente la directora acarrea de sus raíces laborales. Hay un par de subtramas relacionadas con el duelo de esta chica por la muerte de su padre (siempre tiene que haber un familiar fallecido) y sus dificultades para establecer amistades que intentan darle un poco más de profundidad al relato. Esta característica, sumada a la espectacular puesta en escena desde la animación, genera que la película sea muy amena para los seguidores adultos del género. En lo referido a la realización, Un amigo abominable está al nivel de la calidad que tuvieron las entregas de Kung Fu Panda y Cómo entrenar a tu dragón con algunas secuencias que son particularmente bellas. En pequeños momentos como las escenas donde la protagonista toca un violín cerca del Yeti se nota que es una producción que tiene corazón y sus realizadores se esforzaron por brindar un producto de calidad. Para los más chicos es una apuesta segura que no tiene personajes ni chistes tontos y ofrece una aventura muy entretenida. Tal vez no quede en el recuerdo entre las obras más célebres de Dreamworks pero dentro del género se destaca entre los estrenos decentes de este año. ver crítica resumida
Que linda sensación cuando no esperás nada de una película y no solo te sorprende, sino que también te encanta. La nueva producción de Dreamworks logró darme mucha ternura, y a muchos niveles. Desde lo obvio que sería la criatura, a quien bautizan como Everest, hasta el vínculo que posee con Yi. Ella, la gran protagonista que genera empatía inmediata con el espectador a través de su historia familiar, sueños, deseos y la manera en la cual ve al mundo. Todo confluye cuando se cruza con esta criatura y emprende un viaje de transformación. En ese momento el film pasa a ser uno de aventuras y se suman dos espectaculares personajes más. Y si bien hay clichés y obviedades, todo funciona a la perfección. Desde lo visual (y acompañado por una gran banda sonora) se muestra a China de manera profunda y hasta espiritual. Punto y a parte a cuando Yi toca el violín. Secuencias hermosas genera el Estudio que logra nivelar a esta producción con su saga animada estrella: Kung Fu Panda. La directora Jill Culton, quien supo hacer carrera en Pixar, y el director Todd Wilderman, le dan verdadera tridimensionalidad a sus personajes y logran emocionarte hasta las lágrimas. Por ello, Abominable es un gran film para descubrir, tanto chicos como grandes.
Fábula sobre aceptación del diferente, realizada con una animación de muy buen gusto. Un yeti quiere volver con su familia en Nepal y quien toma la misión de acompañarlo es una adolescente, a quien se suman dos chicos. Fábula sobre aceptación del diferente, realizada con una animación de muy buen gusto que no sorprende ni por su trama ni por su tema, sino por la ejecución de la fábula, que evita los subrayados y pone el acento en las aventuras. Ah, sí, tiene alguna similitud con la genial Señor Link.
Un Amigo Abominable es un pasatiempo infantil DreamWorks nos lleva de paseo por los paisajes de China y una historia fantástica protagonizada por un Yeti que, de abominable, tiene muy poco. El “mercado cinematográfico infantil” parece estar dominado por Disney, Pixar e Illumination, que la pegó gracias a “Mi Villano Favorito” (Despicable Me) y sus minions. El resto es una lotería, y aunque DreamWorks supo ser una fuerza competitiva desde sus comienzos, se fue diluyendo después del éxito de franquicias como “Shrek”, “Kung Fu Panda”, “Madagascar” y “Cómo Entrenar a tu Dragón” (How to train your dragon), cuyo cierre de trilogía llegó a principios de este año y, a pesar de su gran calidad y su buena taquilla global, pasó bastante desapercibida. Igual, y más allá de los problemas internos que sufrió la compañía en la última década, siguen insistiendo con sus aventuras animadas, otra vez en coproducción con su sucursal oriental (ahora conocida como Pearl Studio) después de “Kung Fu Panda 3” (2016). Y tiene sentido, ya que “Un Amigo Abominable” (Abominable, 2019) nos lleva al corazón de Shanghái donde la jovencita Yi (voz de Chloe Bennet) no logra asimilar la muerte de su padre y se aleja emocionalmente de su mamá y su abuela, ocupando su tiempo en diferentes trabajos de verano para juntar el dinero suficiente y emprender ese viaje por el país que tanto anhelaba hacer su papá. No muy lejos de ahí, una extraña criatura escapa de una instalación secreta. Se trata de un pequeño Yeti (sí, como el abominable hombre de las nieves), cautivo bajo la celosa mirada del señor Burnish (Eddie Izzard), un aventurero ricachón afecto a los bichos exóticos que quiere demostrar la existencia de este; y de la doctora Zara (Sarah Paulson), zoóloga que sólo busca el bienestar del animalito. Tras la fuga, el yeti queda herido y se cobija en la terraza del edificio de Yi, mismo lugar donde la adolescente suele buscar refugio y soledad. El encuentro ‘muy a lo E.T.’ pronto se convierte en incipiente amistad y la posibilidad de encarar esa ansiada travesía cuando la jovencita decide ayudar al peludo a escapar y, con suerte, volver a casa con su propia familia… en los más alto del monte Everest. Mientras Burnish y sus cazadores le siguen los pasos, Yi resuelve subir a un barco y alejarse de su hogar para acompañar a Everest (como decide llamar a su nuevo amigo), arrastrando a su narcisista vecino Jin (Tenzing Norgay Trainor) y su pequeño y entusiasta hermanito Peng (Albert Tsai). Como verán, “Un Amigo Abominable” es una simpática aventura animada de manual, con lindos escenarios de diferentes regiones de China, hermosos diseños de personajes y efectos especiales, y los mensajes correctos, pero no mucho más. Lamentablemente, se pierde en un universo de historias ‘parecidas’ como “Pie Pequeño” (Smallfoot, 2018), “Señor Link” (Missing Link, 2019) -que llegó a los cines un par de semanas atrás-, y hasta el mismísimo Yeti interpretado por John Ratzenberger en “Monsters, Inc.” (2001), ese que odiaba que le dijeran ‘abominable’, mientras se deleitaba con sorbetes de limón. Su atractivo principal deberían ser los elementos característicos y la riqueza cultural de Oriente, pero cuesta sumergirse completamente en el relato cuando todos los protagonistas hablan en perfecto inglés. Los realizadores pierden la oportunidad de entregarnos una historia más jugada y original, pero no pueden evitar los convencionalismos de Hollywood. Extraños compañeros de aventura Igual, la película dirigida por Jill Culton y Todd Wilderman rescata momentos emotivos y toda la fantasía de un personaje con habilidades mágicas que se conectan directamente con la naturaleza. Culton (que pasó por el departamento de animación de Pixar) es de las pocas realizadoras femeninas al frente de una producción de esta envergadura -ya lo había hecho en “Open Season - Amigos Salvajes” (Open Season, 2006)- pero que, por algún motivo, no logran hacer su trabajo en ‘solitario’ sin que haya intervención masculina. El proyecto de DreamWorks viene dando vueltas desde el año 2010 (originalmente titulado “Everest”) cuando Jill estaba comprometida para las tareas de escribir y dirigir. En 2016 abandonó el proyecto y fue reemplazada por Tim Johnson y Wilderman, pero para 2018 volvió a ocupar su lugar detrás de las cámaras. Por lo demás, la película ostenta una hermosa banda sonora a cargo de Rupert Gregson-Williams (el mismo de “Mujer Maravilla”) y extrañas intervenciones de Coldplay. Decimos extrañas porque la música juega un papel fundamental en la historia, donde Yi se conecta con su papá a través del violín que heredó. Sí, un poquito parecido a “Kubo y la Búsqueda Samurái” (Kubo and the Two Strings, 2016), pero digamos que es pura coincidencia. Lo importante es que “Un Amigo Abominable” funciona para los más chicos con todo su espíritu aventurero, el sentimiento de pérdida compartido y el importantísimo valor de la amistad, además del amor y el respeto por todas las criaturas vivientes.
Películas de animación masivas y efectivas. Proyectos de alta calidad técnica con algunos hallazgos aislados. En general, debido a que funcionan medianamente bien, les exigimos menos que a las películas con acción en vivo. Es ridículo y un poco perezoso. Un amigo abominable es correcta, tiene algunos detalles de cierto valor pero en general es pura rutina, con cada chiste y cada momento emotivo colocado de forma mecánica y sin el más mínimo atisbo de autenticidad. Hace un par de semanas se estrenó una joya llamada Sr. Link (Missing Link) y pasó desapercibida. Casualmente en la trama había yetis, como en esta película. Una pena que no se le diera el valor que merecía. Acá hay un pequeño (grande en tamaño) yeti que escapa de su cautiverio y es ayudada por una niña a volver al Everest. Hay un millonario malvado y una científica progresista y por suerte –tal vez lo mejor del film- es que hay una vuelta de tuerca con esto. Todo lo demás, es de manual. No hay ningún motivo para ver en cine esta prolija y mediana película de animación.
La película que llega de Dreamworks Animation y los productores de Pearl Studio, está escrita y dirigida por la directora Jill Culton, y comienza con un juguetón y asustado Yeti (Joseph Izzo) que se escapa de su encierro en un laboratorio en el centro de China y encuentra en su camino una azotea como refugio. Ahí es donde se encuentra con Yi (Chloe Bennet), una adolescente algo introvertida que vive con su madre (Michelle Wong)en Shangái y su abuela. Ella ha estado haciendo, en secreto, distintos trabajos para ahorrar dinero con el fin de hacer un viaje. El que tenía planeado con su padre recientemente fallecido. Yi se da cuenta, al verlo en su terraza, de que la criatura es inofensiva, y además está herida, lo cura, y lo llama Everest. Casi sin pensarlo, Yi y su vecino, el pequeño Peng (Albert Tsai) deciden reunirlo con su familia. A ellos se les suma, de manera involuntaria el primo adolescente de Peng, Jin (Tenzing Norgay Trainor), obsesionado con las redes y su apariencia. Para recuperar al Yeti los sigue la Dra. Zara (con la voz de Sarah Paulson) y un coleccionista de animales raros, dueño de varias Empresas y de los animales, Mr. Burnish (Eddie Izzard). Lo que sigue es lo más divertido: el viaje para llegar al Himalaya que nos depara las secuencias más hermosas, vibrantes y coloridas que nos podamos imaginar, de una belleza única, como la del Buda Gigante de Leshan. Los niños/jóvenes descubren poderes mágicos en Everest que hacen que los saque de algunos peligros. Encantadora aventura que hace hincapié en la amistad, la familia, y nuestro lugar en el mundo. En términos de fotografía y detalles, todo es perfecto, los increíbles paisajes y cada personaje y sus movimientos, desde el viento hasta cada pelito del Yeti. Imposible no mencionar la música que juega un papel fundamental, la que ejecuta Yi con el violín que heredó de su padre y le trae paz y consuelo y la escena increíble con música de Coldplay. Para grandes y chicos. Riqueza en los detalles, y sus mensajes: cúan importante es sanar y nunca te des por vencido. ---> https://www.youtube.com/watch?v=eU3r0J1BTF8 TITULO ORIGINAL: Abominable DIRECCIÓN: Jill Culton. VOCES ORIGINALES: Sarah Paulson. GUION: Jill Culton. FOTOGRAFIA: Robert Edward Crawford. MÚSICA: Rupert Gregson-Williams. GENERO: Aventuras , Animación . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 97 Minutos CALIFICACION: Apta todo público DISTRIBUIDORA: UIP FORMATOS: 2D. ESTRENO: 26 de Septiembre de 2019 ESTRENO EN USA: 27 de Septiembre de 2019
CÓMO LLEVAR A UN YETI DE REGRESO A SU HOGAR A pesar de que en sus comienzos amenazó con rivalizar mano a mano con Pixar por el liderazgo en la taquilla, en los últimos años DreamWorks Animation empezó a conformarse con ocupar un lugar secundario en la variedad de ofertas que tiene Hollywood destinada al público familiar. Esto no dejó de ser productivo, porque el estudio cambió la mecanización de armar productos tan masivos como superficiales –ahora ese lugar pareciera haber quedado para Illumination Entertainment- por la voluntad de construir films donde (con altas y bajas) lo que importa no es tanto el concepto como la historia y sus protagonistas. Un amigo abominable es una buena representación de lo dicho anteriormente: se estrena durante septiembre (o sea, fuera de los períodos vacacionales), su presupuesto es alto aunque para nada gigantesco, se plantea como un relato pequeño y con escasos personajes, pero cuidado en sus formas y diseño. La película de Jill Culton (primera mujer en escribir y dirigir un film animado de forma independiente para un estudio grande), a partir de la historia de Yi, una joven china que se encuentra en la terraza de su edificio en Shanghái con Everest, un yeti mágico al que debe ayudar a volver a su hogar, se presenta como un resumen de buena parte de los mayores referentes de la escudería DreamWorks. Si el camino de comprensión, entendimiento y amistad con lo mitológico remite a la saga de Cómo entrenar a tu dragón; la convivencia con lo mágico y la apropiación de la identidad conecta con la trilogía de Kung Fu Panda; los pasajes de humor lunático recuerdan al retorcimiento de la fisicidad de la franquicia de Magadascar; y el recorrido afectivo para retornar al lugar de origen está asociado con la temática y narración de Home – no hay lugar como el hogar. Claro que ese compendio no llega a aportarle una total lucidez al film, que no llega a explotar todo el potencial de su arranque con una huida frenética; tiene unos minutos iniciales un tanto indecisos; y le cuesta escaparse de algunas situaciones un tanto repetitivas y básicas, además de un grupo de antagonistas al que (desde ciertos giros en la parte final) pretende darle una vuelta de tuerca productiva, sin realmente conseguirlo. Lo mejor –por lejos- de Un amigo abominable está en su nudo, en ese camino que emprenden Yi y el yeti, acompañados por dos amigos que casi de casualidad se incorporan a la aventura. Ese viaje/retorno a la naturaleza es también una vuelta afectiva, un recuperar la memoria sobre el pasado y un hacerse cargo de lo que se perdió, sin por eso quedarse estancado en la melancolía. El gran mérito de Culton es construir estas interpretaciones con un lenguaje simple pero sincero, con un diseño audiovisual bellísimo y algunas secuencias –donde un violín se convierte en un instrumento cargado de significados que trascienden lo musical- sencillamente emocionantes. Si los desniveles de Un amigo abominable también pasan por una narración algo errática y una convivencia entre superficies modernas y contemporáneas que no llega a ser del todo armónica, lo compensa con creces desde el armado simple y honesto de sus protagonistas. Principalmente en ese dúo dinámico que van conformando Yi –una joven marcada por el dolor y la necesidad de aislarse, pero también por la voluntad de reencontrarse a sí misma- y Everest, que no es más que un niño peludo y gigante, un ser infantil, ingenuo y extremadamente creativo desde la anarquía que propone en sus acciones. Juntos hacen de Un amigo abominable una experiencia ciertamente despareja e imperfecta, pero también dulce y digna de recordar.
¿Es posible que utilicen la misma historia una y otra y otra vez? El niño que probablemente sufrió una pérdida familiar, se encuentra una criatura probablemente mágica o ajena a nuestro mundo y debe devolverla a su hogar mientras son perseguidos por una abominable corporación. La fórmula mágica. Jill Culton, directora, no parece olvidar su pasado en Pixar. La co-producción de Dreamworks (EEUU) con Pearl Studios (China) nos trae un film que, sin inventar nada nuevo, entretiene. Y no mucho más. Sí tratan temas como la familia, la naturaleza, la coexistencia y la amistad, pero ¿qué película infantil no lo hace? Imaginemos un ET oriental pero mucho más adorable (tan adorable como Chimuelo que, recordemos, es de los mismos creadores) y añadamos su cuota de contemporaneidad. Yi es una adolescente que vive en Shangai con su madre y abuela. Se pasa todas sus vacaciones trabajando para cumplir su sueño de viajar por el país. Quiere hacer el recorrido que su padre deseó para ella. Un día encuentra en la terraza a un yeti herido y perseguido, por lo que decide esconderlo y no tarda mucho en resolver ayudarlo. Para ello cuenta con la ayuda de Peng, un nene simpaticón y fanático del básquet, y Jin, un adolescente superficial obsesionado con su imagen. Juntos recorrerán paisajes soñados, hasta llegar al Himalaya, más precisamente al monte Everest, de donde el yeti proviene y por el cual recibe su apodo. Lo mejor que nos provee la película es el reconocimiento a la naturaleza. Si algo esperamos de producciones como estas es que sus animaciones estén a la altura de la circunstancia. Y en Un amigo abominable lo están. No sólo nos deleitamos con paisajes de texturas y colores envidiables, sino que somos testigos de la magia que sólo le permitimos al cine infantil. El yeti es, efectivamente, un ser con el poder de comunicarse con la naturaleza mediante la música. Gracias a él y a Yi, que toca el violín, nos metemos de lleno en un mundo donde el cruce del arte y la naturaleza son esenciales y transformadores. Sin embargo, ese es su único mejor punto. Estamos ante una película infantil, más no familiar. El espectador adulto difícilmente reirá (más que alguna mueca ocasional), ni se conmoverá, ni sufrirá emoción alguna que amerite a este film como uno memorable. Una película decente y correcta para entretener a los más chiquitos. 97 minutos de actividad compartida sin agotamiento para los más grandes. Ah, un lindo dato. No se vayan hasta terminados los títulos. Hay bonus track.
Esta es una historia de amor y de amistad. Todo comienza en la ciudad de Hong Kong donde viven tres amigos en el mismo edificio: el adolescente Yi (en versión original la voz de Chloe Bennet), el niño solitario Peng (la voz de Albert Tsai) y el primo de Peng, Jin (la voz de Tenzing Norgay Trainor). Una noche en el techo de ese edificio Yi se encuentra con un Yeti que está muy asustado y herido. A partir de ese momento intenta ayudarlo y no tarda en descubrir que está huyendo de unos cazadores: el anciano Mr. Burnish (la voz de Eddie Izzard) y su ayudante la doctora Zara (la voz de Sarah Paulson). Esta gran aventura resulta entretenida, es infaltable la lucha entre el bien y el mal, representada por una villana y mensajes ecologistas, la gran apertura es cuando estos tres jóvenes emprenden el gran viaje al Everest para que Yeti se reencuentre con su familia y su lugar de origen, pero en todo momento se encuentran perseguidos por los cazadores, eso le da dinamismo y diversión. Los actores que les dan vida a estos personajes a través de sus voces les otorgan matices, personalidad y todos lo que necesitan en su desarrollo. Resulta ser un film ideal para toda la familia. Se pueden apreciar las relaciones familiares y de amistad y va invitando a los espectadores a un increíble viaje al Himalaya, lleno de acción, emotivo, tierno y con varias metáforas.
Estructurada a partir de una premisa clásica, no por eso menos eficaz, claro que esto se debe a una buena ejecución de la misma. Todo se inicia alrededor de un personaje que circula por la elaboración de un duelo, puede realizarlo cuando se hace cargo de un otro, en este caso un ser mítico, como el que da título al filme, en situación similar que le despierta empatia, la necesidad que de ella tiene produce un cambio en su escala de valores. El relato se centra en Yi, una joven que acaba de perder a su padre, quien descubre a un enorme Yeti en la azotea de su edificio en Shanghái. La criatura se ha escapado del laboratorio donde estaba encerrada y está siendo buscada por toda la ciudad. Junto con sus amigos Jin y Peng deciden ayudarle a huir, y así los cuatro se embarcan en una épica aventura para reunir a la mítica criatura con su familia en el pico más alto del mundo, el Everest. Lo que aparece como un relato infantil donde el mundo a construir es todo posible, se trastoca cuando le otorgan a la criatura poderes mágicos, despertados por el don de la música, inherentes y naturales en la joven, esta posibilidad es la que da lugar a las escenas más poéticas del relato y también las más fascinantes, que simultáneamente pone en riesgo el verosímil constituido hasta entonces. En tanto recurso audiovisual es imprescindible observar que todo aquello que juega en sostenimiento de la narración es de lo más logrado de la producción, el uso de los colores, con una paleta de tonos brillantes, el diseño de sonido y la música en el mismo nivel. La importancia de los recursos técnicos se ponen de manifiesto en los movimientos de cámara, los planos elegidos, la constitución de los cuadros, hasta el montaje que juega un papel importante en las escenas de acción, de persecuciones se muestra dinámico, en contraposición a las escenas donde la emoción es el sentimiento imperante, trabajada desde los movimientos de cámara de manera más sutil, como ejemplo el travelling circular sobre la protagonista mientras toca el violín en un paisaje de maravilla sobre un buda y los efectos que produce la magia de sus sonidos. Otro logro fñilmico lo encontramos en la presentación, construcción y desarrollo de los personajes, tanto de los principales como los secundarios, incluyendo a los laterales. Siempre, y como ya es costumbre en estas producciones, los temas que fluyen son posiblemente más importantes que el cuento en sí mismo, la amistad, el amor, la familia, el cuidado del medio ambiente, el respeto por el diferente, también articula sobre lo indebido, la ambición desmedida, el poder del dinero. Sin embargo algunos puntos, en relación a la estructura narrativa, van perdiendo eficacia cuando todo se torna previsible, desde el cambio de lo que aparentan ser unos personajes y terminan por ser otra cosa hasta la resolución del relato en sí mismo. En algunos pasajes el retardo temporal en la resolución de algunas secuencias hasta se sienten de mal gusto, no para los espectadores adultos, sino para aquellos a los que está pensado el filme, no sólo podría generar angustia en la platea infantil sino que hasta se siente de mal gusto, aunque el resultado final devuelva el orden necesario al relato. Yi tenía sueños por cumplir que quedaron truncos ante la pérdida del padre, en esa transición del duelo, postergado por una necesidad, dará cuenta que nunca perdió de vistas a sus propios deseos, en realidad fueron su guía permanente.
Una joven encuentra un Yeti pequeño en su terraza y comienza la aventura para ayudarlo a que vuelva a su hogar. Yi llena sus horas de vacaciones de trabajos varios para ahorrar dinero y viajar por China a los lugares de los que le habló su padre (que ha muerto), pero también para alejarse de su casa y de la «atención» de su madre y de su abuela. Peng quiere recuperar ese tiempo en el que con ella y con su primo Jin, un joven que vive para sus redes sociales y el qué dirán, jugaban al básquet y compartían cosas. Cuando la muchacha encuentre en la terraza de su edificio en Shangai, donde suele refugiarse, a este ser extraño a quien persigue un adinerado hombre mayor y su equipo de caza dirigido por una doctora que se dice conservacionista, los tres amigos vivirán una aventura inolvidable que les cambiará su vida y los llevará hasta el Everest. La historia juega con el viaje exterior y el interior que llevarán adelante los protagonistas. Las enseñanzas y moralejas, como manual de autoayuda, están a la orden del día y se explicitan demasiado subestimando un poco al espectador. El mismo guion, bastante descuidado en sus resoluciones, recurre a situaciones inverosímiles o directamente a la magia para resolver las cosas. Este “monstruo” encantador, que parece un cachorro en sus acciones y movimientos, y que enamorará a los pequeños, resulta lo más destacable para rescatar en esta historia que mezcla la aventura, la superación del duelo, la naturaleza, la música y la amistad, todo trabajado desde la pura fórmula. Y donde la coproducción obliga a la locación aunque los personajes (más allá de que les presten sus voces talentos orientales) portan rasgos bastante occidentalizados. Por otra parte, resulta llamativo que dos estudios de animación se lancen a contar historias con el Yeti, pero es lo que ocurre en este momento en que tenemos Sr. Link y Un amigo abominable en carteleras. Un amigo abominable (de los productores de Cómo entrenar a tu dragón) es una animación menor de DreamWorks y no por su calidad técnica sino por su construcción demasiado atada a las fórmulas. No pasa de simpática.
Para no olvidar Fui a ver Un amigo abominable, una de yetis. Y nunca me acordé durante la proyección que había visto otra animada del yeti, o de yetis, hacía no tanto tiempo, incluso en el cine. Y que hasta había escrito una crítica. Y no me acordé de esto al salir, ni un día después, ni dos. Recién tres días después, ante una imagen de esa otra película de yetis cruzada de casualidad en la pantalla de una butaca del avión, empezó a haber alguna consciencia emergente, algún recuerdo. Pero vi el afiche de Smallfoot -afiche o imagen, no recuerdo ahora, y no voy a prender la pantalla- y hasta pensé que no la había visto al cruzarme con ese afiche o esa imagen. Un rato después recordé que sí, que la había visto, y que había escrito. Y apareció en mi recuerdo una imagen o situación del principio, algo de una tarea ancestral que tenía que hacer el protagonista, creo. Y creo también que en la crítica puse algo de… ¿audiencias globales? No tengo forma de chequearlo ahora, estoy sin Internet. ¿Los recuerdos sobre películas son difíciles de apuntalar sin Internet? Puede ser. ¿Será la edad lo que me hace recordar menos a estos yetis? Puede ser. ¿Será haber visto tantas películas? Pero si me acuerdo de tantas y tantas, y muchas que vi hace mucho tiempo, y no voy a cantar nada de Vox Dei. ¿Será un problema con los yetis y similares? Pero si me acuerdo de Pie Grande y los Henderson, hasta sé que la vi en Mar del Plata. ¿Y esta de Smallfoot la vi en 2018? ¿o incluso en 2019? Apenas pueda lo voy a chequear, y también en qué momento de los ochenta fue Pie Grande y los Henderson y John Lithgow; creo que al final, y no sé si voy a chequear algo. Me parece que el problema de esta Smallfoot, la del yeti que vi tiempo antes que Un amigo abominable, va por otro lado. Es una de esas, de tantas de esas, que no se diferencian de las otras. De esas que meten las canciones que se pegan, gomosas, a las situaciones. Que apelan a ese mix de ternurismo y chistes que vuelven predecible lo previsible. De esas que parecen hechas por unas máquinas, o por una sola máquina anodina. Y así, por esas o por otras razones, fue que llegué a ver Un amigo abominable sin acordarme de Smallfoot. Quizás la diferencia de forma, de aspecto del bicho en cuestión haya ayudado a esta ausencia de conexión, ni antes ni durante ni en las 72 horas que vinieron después. El Smallfoot se parecía al grandote de Monsters Inc., el que no es Mike Wazowski, el otro, el que no recuerdo su nombre, el que tenía la voz de John Goodman. Ah, Scully, creo. Y el amigo abominable, de cráneo redondeado, se parecía más a un Critter -de Critters– blanco y no muy amenazante. Imagino que tanto Smallfoot como Un amigo abominable tienen producción china o deseos claros de vender bien en China, pero mientras Smallfoot llevaba pesadamente esa marca como sino de producción en serie, de individualidad y personalidad inhallables, Un amigo abominable se convierte en una película animada china, o al menos un poco china. No sé ni el nombre del director, no sé si es chino, e incluso ni sé si es chino alguno de los guionistas. Pero los personajes son mayormente chinos, y también transcurre en China, y hay comida china. Aparece lo distintivo: esta película, así animada y de alcance y pretensión de llegada global como es, viene o quiere venir de una cultura, de algún lugar, viene cargada de algo que tiene un poco de sentido singular, que la hace un poco distinta. Con eso y algunos chistes inspirados, y buenas dosis de aventuras y movimiento, y la casi total ausencia de canciones chiclosas, y con unos villanos que son villanos y son despachados hacia el abismo (el abuso de los villanos no tan villanos, los villanos buenanos, también es otro ahogo correctista contemporáneo), Un amigo abominable tiene más chances de ser recordada cuando aparezca la próxima película animada de yetis.