La unión de los desplazados. Es indudable que en el terreno de la animación existen una variada cantidad de propuestas con niveles técnicos dispares pero ninguna que no intente, desde sus propios objetivos, amalgamar a dos públicos desde la misma necesidad comercial que hace foco en los más pequeños en un primer plano y en sus acompañantes adultos en un segundo nivel de atención. Por lo general las premisas buscan la sencillez como base narrativa y la espectacularidad desde la propuesta visual, mezclada con una galería de personajes con cierta gracia y simpatía con el fin de lograr la rápida identificación de la platea menuda. Sin embargo, hay excepciones como Un Jefe en Pañales, dirigida por Tom McGrath, que llega a nuestro país lamentablemente con una cantidad de copias dobladas y no en su idioma original donde se pierde por ejemplo la performance de Alec Baldwing en el protagónico de este singular bebé que habla y viste traje. El realizador ya había incursionado en el campo de la animación con la interesante Megamente (2010), film que intentaba con medios nobles elevar la vara en el convencionalismo para desarrollar otro tipo de ideas más allá de las centrales de una trama orientada a los niños. En el caso de este nuevo opus, el reinado de un hermano mayor se ve sumamente en peligro al llegar un bebé a la familia. La identificación con el desplazamiento y la pérdida progresiva de la atención de mamá y papá se reproduce a escala en el juego de rivalidades y celos, donde el nuevo integrante de la familia saca ventajas. Hasta aquí los tópicos de la paternidad y la relación conflictiva de los hermanos ocupan el centro del relato, aunque la expresa intención de avanzar por otras zonas, y siempre con el guiño hacia un público adulto. Así, el film construye una alianza inesperada entre los enemigos y refuerza la idea del desplazamiento afectivo a partir de un planteo diferente donde la principal víctima en este caso son los bebés reemplazados por mascotas caninas. En un tono que busca constantemente la ironía más profunda sin perder de vista el efecto del humor superficial a partir de la explotación de los rasgos de los personajes, sus actitudes y peripecias aventureras y heroicas, siempre bajo el punto de vista de un niño de 7 años, Un Jefe en Pañales introduce la tensión entre lo desechable y lo novedoso en un mundo dominado por el consumismo, la moda y la deshumanización. No es un dato anecdótico rescatar el valor de la imaginación desde los juegos infantiles que involucran en primera instancia al hermano mayor, pero que luego se transmiten al menor y mucho más importante generan el vínculo afectivo donde la rivalidad se ve reformada hacia la solidaridad en un objetivo de supervivencia común. No obstante, los planteos relacionados con el universo adulto y no con el de los niños específicamente, puede decirse que Un Jefe en Pañales es un film que se disfruta desde la inocencia o la nostalgia, y se piensa desde la reflexiva mirada despojada de toda inocencia y especulación.
Una película animada con un target no muy claro y con un personaje central muy poco carismático, algo fundamental en un film para niños. El cuento comienza muy bien, pero cuando el bebé llega a la familia y se plantea la loca premisa que....
Bajo la consigna de un bebé adulto, la nueva apuesta de Dreamworks nos trae un relato animado saturado de gags desarticulados, que terminan debilitando el efecto humorístico. Tim, un niño de siete años, hiperkinético, y con una imaginación de lo más saludable, habita un mundo perfecto. En su mente se forjan todo tipo de aventuras, siempre respaldadas por sus presentes y divertidos padres. Todo parece marchar de maravilla, hasta que una espléndida mañana desciende de un taxi, al frente de su casa, un hermoso bebé. Pero este pequeño tiene una actitud extraña. Baja del automóvil presumido, vestido con traje y corbata y un maletín que parece contener todo tipo de misterios. ¡Ese bebé es su hermano! Y le quitará toda la atención de sus padres debido a sus exigentes demandas. Un niño que con sus progenitores actuará de su edad pero frente a Tim desenmascarará su verdadera personalidad. Resulta ser que este hombre de negro en pañales es un corporativo que viene a resguardar el negocio del nacimiento de bebés, que se encuentra amenazado por la Puppy Corporation, una empresa con la intención de superpoblar al mundo de mascotas pequeñas y dulces para así reemplazar a los niños. Tim se aliará a su hermanito encubierto para salvar a sus padres y a la industria de los bebés. Con una idea atractiva pero no muy efectivamente ejecutada, Un jefe en pañales tiene un planteo chato desde el punto de vista narrativo. Busca atraer a los más pequeños con sobredosis de acción y gags físicos que no poseen demasiada coherencia entre sí, sin proponer una subtrama que cautive al público adulto. Desde el vamos resulta un tanto chocante, y no genera empatía, ver a un dulce bebé diseñado para defender un negocio que no presta demasiada atención a los valores familiares, porque tiene como finalidad sostener los popes del consumismo infantil. Si bien en la experiencia compartida entre los hermanos este pensamiento se revertirá, una de las premisas que transita la película es esta. O sea no es Stewie de Family Guy, que se compone desde la fina ironía, aquí se mezcla todo y no hay humor sarcástico ni dobles intenciones. Por otro lado, cabe rescatar la composición estética de la animación que recorre varios estilos, desde un buen uso del 3D, más mimético, hasta pasajes oníricos con figuras distorsionadas, como cuando Tim se sumerge en sus fantasías. Sin demasiada complejidad y pretensiones, de Un jefe en pañales disfrutarán los más chicos por su implosión de estímulos —en un universo lleno de colores y ritmo frenético—, pero dejará con sabor a poco a los cultores del género.
Una comedia de animación, basada en un best seller de Marla Frazee que pone el acento en lo que ocurre con un niño mimado, cuando llega un hermanito que le saca el centro de atención de la familia. Pero además descubre que ese bebe es el ejecutivo de una organización que provee a todos los niñitos. Y descubre que es un espía que debe combatir otra empresa gigante que busca reemplazar el afecto por los hijos con unas mascotas que eternamente serán pequeñas. Divertida e ingeniosa, para chicos de unos siete años para arriba, con un argumento de aventura y el descubrimiento del significados del amor entre hermanos que esta muy bien resuelta. Con no pocas ironías con respecto al manejo de grandes empresas y ejecutivos implacables. Con una animación que homenajea a lo clásico. La dirección de Tom McGrath (responsable de las tres “Madagascar” y “Megamente”) y con el guión de Michael McCullers. Un entretenimiento que los adultos también encontraran divertido, ingenioso y que tiene su mayor hallazgo en estar hecha desde la mente de un chico pequeño, el hermano mayor, que se desespera por la llegada de un intruso, que sus padres solo perciben como un bebe adorable y no como un mandamás que ejecuta implacable las leyes del mercado. Entretenida del principio al fin.
Dentro de la compañía Dreamworks el director Tom McGrath (Madagascar, Megamente) siempre se destacó por presentar un gran dominio del humor absurdo. Una cualidad que probablemente adquirió durante los años que realizó clásicas series animadas de los años ´90, como Ren y Stimpy y Kablam para Nickelodeon. En su nuevo trabajo vuelve a brindar una historia disparatada que funciona en distintas clases de espectadores. Los chicos se encontrarán con una historia entretenida, los padres disfrutaran los guiños humorísticos para los adultos y los fans del género con las referencias a los grandes clásicos de los dibujos animados. La película de McGrath tiene una marcada influencia de los viejos cortos del estudio Warner e inclusive le rinde tributo a un ícono de los Looney Tunes como fue Ralph Philips. El recordado niño que inventaba todo tipo de aventuras en su imaginación con el entorno que lo rodeaba. Una referencia que en esta película encontramos en el personaje principal, Tim Templeton, el chico que debe lidiar con la llegada del bebé ejecutivo. El concepto absurdo que propone el film es muy divertido pero lamentablemente el director nunca llega a explotar su potencial. El bebé jefe tiene momentos brillantes en los primeros 15 minutos de la trama, cuando el personaje se establece como un antagonista del niño protagonista. A partir del momento en que el pequeño burócrata pasa a convertirse en un aliado de su hermano la película se vuelve más genérica y pierde el encanto inicial. El tono de la historia elegido es comprensible porque de otro modo la película hubiera entrado en el terreno de la incorrección política, un riesgo que Dreamworks evitó correr. Desde los aspectos técnicos, el trabajo de McGrath no tiene la sofisticación estética de Kung Fu Panda o Cómo entrenar a tu dragón, pero ofrece algunas secuencias atractivas como los juegos imaginarios del protagonista. Un jefe en pañales no quedará en el recuerdo entre las mejores producciones de esta compañía pero ofrece un entretenimiento decente para disfrutar en familia.
Hilarante estreno llega a las salas de cine este jueves: Un jefe en pañales la última creación de DreamWorks Animation que es una divertidísima comedia animada para ver en 3D. Un jefe en pañales tiene un narrador (quien nos cuenta la historia en primera persona) bajo su adorable perspectiva: Tim, un delirante niño de unos 7 años que vive en su hogar junto a sus padres. Y su tranquilidad se verá amenazada cuando llegue el baby (su hermanito) golpeando la puerta, vestido de traje y que de santo no tendrá nada. Las referencias que toman de otras películas o series de tv son muy graciosas y acertadas, diría gags efectivos (como los sonidos de salto en cámara lenta de El Hombre nuclear, la música de SWAT, o imágenes que recuerdan a Los Cazadores del arca perdida). Los momentos más emotivos llegan cuando suena la canción de los Beatles “Blackbird”. Encontraremos un muy buen trabajo de voces donde se destacan las participaciones de Alec Baldwin, Steve Buscemi y Lisa Kudrow entre otros. Con un desopilante guion -extraordinarios los creativos- sumado a la calidad de imagen digital hacen de Un jefe en pañales un entretenimiento asegurado para toda la familia. “Blackbird singing in the dead of night – take these broken wings and learn to fly – all your life – you were only waiting for this moment to arise…”
Ese pequeño monstruo tan parecido a uno. El realizador de la saga Madagascar juega con la figura del hermano como espejo deformante, en donde todos los caprichos que al protagonista le parecían maravillosos de sí mismo, se vuelven odiosos cuando son explotados por ese otro tan parecido a uno. No hace falta decir que, de Caín y Abel en adelante, los conflictos entre hermanos han alimentado buena parte de la ficción universal y de esa excusa argumental se sirve esta vez el cine infantil. Porque Un jefe en pañales, de Tom McGrath, no se trata de otra cosa que de los celos y las miserias que provocan en la mayoría de las personas la llegada de un hermano y de la discordia que suele signar muchas veces estos vínculos. Y, claro, de la posterior aceptación de ese otro tan extraño y por qué no siniestro, en cuanto tiene de uno tanto como ningún otro ser humano en el planeta. Ahí reside el nudo del problema. Por supuesto que tratándose de una película infantil acá no se llega a los extremos bíblicos, aunque tampoco se elude plantear la cosa como un desafío a muerte, al menos en los términos en que esta puede ser tramitada por un chico de 10 años y su hermanito recién nacido que en este caso, es cierto, cuenta con algunas capacidades especiales intimidantes. Tim, el protagonista, es un chico con una infancia que, de tan feliz, él mismo, ya adulto y cargando con el rol de narrador en off, no duda en definir como perfecta. Una perfección obviamente infantil, en donde lo único que importa es tener a papá y mamá a su completa disposición las 24 horas del día, todos los días. Todo eso se termina el día en que llega a casa el hermano menor que, al menos a los ojos de Tim, es todo un farsante. La película muestra con gracia la forma en que el arribo del bebé trastoca la vida familiar y retrata al recién llegado como una especie de monstruo despótico bien consciente de su poder de manipulación. Poder que, sin embargo, sólo parece ser percibido por Tim, quien además es el principal perjudicado con los cambios que la nueva presencia le impone a la dinámica del hogar. Tal vez el mayor mérito de Un jefe en pañales resida en su capacidad para sacarle jugo a la fórmula de ver a la figura del hermano como espejo deformante, en donde todos los caprichos que al protagonista le parecían maravillosos aplicados a sí mismo, comienzan a volverse odiosos cuando son explotados por ese otro tan parecido a uno. La figura del hermano como némesis es la que ordena el relato. Por supuesto que la película lleva esa idea a un extremo absurdo, convirtiendo al bebé en uno de los gerentes de la empresa Baby Corp., encargada de mandar desde el cielo a cada bebé con su correspondiente familia, que se encuentra en una misión especial. Con astucia y valiéndose de la imaginación hiperactiva del protagonista, la película maneja la historia con ambigüedad, aunque plantando la evidencia necesaria para dejar claro que lo que cuenta un Tim ya adulto no es sino un relato de su propia fantasía. La película se permite una serie de ironías a partir del juego de las diferencias entre las miradas progres y conservadoras dentro de la cultura estadounidense y da cuenta de una paleta de influencias que van de la alusión a la estética de los dibujos animados de los años ‘40 y ‘50 a una serie de citas que hablan de una cinefilia bien pop, que incluyen desde Indiana Jones o El Señor de los Anillos a Mary Poppins, entre otras. Un jefe en pañales es una comedia de gran agilidad y poder de impacto, de esas que no dejan espacio ocioso y cada instancia dentro de su línea de tiempo se encuentra ocupada por un nuevo gag. Así, el promedio resultante de la fórmula risas por minuto es abrumador. La película responde a una estructura a la que los estudios Dreamworks, responsables de la producción, suelen recurrir con frecuencia y que marca la gran diferencia con Pixar, sus “hermanos mayores”, principales competidores y líderes en la industria del cine infantil. Mientras que el sello que forma parte del conglomerado Disney ha alcanzado el grado de maestría en eso de contar una historia poniendo en primer lugar el desarrollo de la trama, en Dreamworks suelen organizar las estructuras narrativas a partir de módulos a los que se intenta explotar al máximo, siendo el relato completo el resultado de la continuidad de dichos episodios. Como ocurría en Shrek 2 o Madagascar 3 (también dirigida por McGrath, quien suele prestar su voz a muchos personajes de películas de Dreamworks), ese es el orden que rige el devenir de Un jefe en pañales. Y aunque eso puede ser visto como una muestra de debilidad, lo cierto es que en este caso la fórmula resulta eficaz.
El Jefe Jefe en pañales (Baby Boss, 2017) es la nueva apuesta de los estudios Dreamworks para construir un tipo de cine animado que reúna a la familia en la sala y que, además, devuelva cierto espíritu clásico a su narración, alejándose de ogros, extraterrestres y otros seres que protagonizaron sus más recientes propuestas. Desde la imagen, la película de Tom McGrath lo logra, con un estilo de dibujo anclado en los años cincuenta, el que oportunamente Robert Zemeckis evocó en Quién engañó a Roger Rabbit (Who Framed Roger Rabbit, 1998), con un personaje secundario muy similar al Theodore Lindsey Templeton, protagonista de esta producción. En Jefe en pañales todo es muy simple, cuando un día llega a la casa de los Templeton un misterioso bebe con un pequeño maletín y traje entallado, nada haría suponer que detrás de esa fachada se escondería el poderoso CEO de una corporación que produce millones de bebes al año. Pero claro está que la revelación de su verdadera identidad y el objetivo que tendrá en esa familia, llegará avanzado el metraje por parte de su hermano mayor Tim. Entre el clásico relato de celos entre hermanos hacia el recién llegado, y la premisa narrativa sobre los enfrentamientos en el hogar para ver quién puede llamar más la atención de los adultos, la película se convierte en una cadena de bromas y música sobre este pequeño bebe jefe que necesita saber todo sobre un misterioso desarrollo comercial de mascotas que se prepara en la empresa de su nuevo padre y que compite con Baby Corp, la corporación que él dirige. Entre la tensión que se genera entre la pesquisa del bebé y la de Tim para conocer los verdaderos planes de su nuevo hermano, es en donde el guion se permite jugar con la utilización de recursos de la comedia de enredos y el vodevil para construir un relato potente sobre la familia y las nuevas miradas sobre el rol de los padres en ellas. Casi sin quererlo, uno comienza a sumergirse en un catálogo de situaciones de la vida moderna, cenas en solitario, padres conectados a las redes y al trabajo en todo momento, y una clara desatención de los hijos, quienes apelan a sus propios recursos para poder encarar y enfrentar el día a día en el mundo. Esa decisión de posicionar la moral en los niños, por encima de los adultos, no quita que la película descarte la posibilidad de realizar trazos gruesos en la construcción de las relaciones, al contrario, en todo momento hay un discurso relacionado al amor filial y parental más fuerte que lo que se puede llegar a pensar. Además de la revelación de la verdadera identidad ante Tim de su pequeño hermano, se suma otra línea narrativa enfocada en la alianza entre ambos, para conocer el producto secreto que posiciona a las mascotas por encima de los bebés en las preferencias de “consumo”, línea que tendrá un efecto potenciador en cada gag que la película presente, y más tras la presentación de un villano un tanto particular que hará aún más difícil todo el trabajo de Theodore y Tim. Jefe en pañales posee todo para triunfar en la taquilla. Una historia que respeta el género, que tiene como excusa la animación, pero que bien podría haber sido un film de acción con humanos de roles y personalidades cambiadas, y que en cada punchline y número que suma música termina por consolidar sus ideas sobre el entretenimiento y el humor que tan bien le hace a Hollywood.
Un bebé de traje y maletín, que pide delivery de sushi y estruja un juguete anti estrés. Así llega el hermanito de Tim, que va para ocho años y no tiene ningunas ganas de competencia. La idea de compartir los cuentos para dormir, la canción de cuna -Blackbird- y los mimos que le prodigan sus amorosos padres lo tiene tan nervioso como el hecho de que nadie excepto él sabe -y escucha- que el bebé es en realidad un inescrupuloso hombre de negocios.En la versión subtitulada, tiene la voz del cada día más grande Alec Baldwin. Y, hablando de competencia, llega a esta casa de familia desde una corporación fabricante de bebés con una misión muy concreta: destronar a la competencia, otro gigante dedicado a proveer el producto adversario: mascotas. Con tal de sacárselo de encima y seguir siendo el único niño de la casa, el niño de la casa terminará por ayudarlo. Este argumento, basado en un libro del mismo título, sirve para desarrollar una larga serie de situaciones montadas sobre otra serie de burlas bienvenidas. Al afán competidor – aunque la película evita los consabidos sermones contra la despiadada cultura corporativa-, al consumo cursi que se derrite por todo lo XS, desde perritos a bebecitos, a los adultos, esos torpes que por hacer lo mejor que pueden son los más manipulables y nunca se enteran de nada. Tierna y divertida, aunque quizá más larga de lo necesario, tiene todo para replicar aquí el éxito de taquilla que está registrando en Estados Unidos. Algunos cines, además, tienen copias subtituladas para programar en las funciones nocturnas.
La nueva entrega de Dreamorks es una fábula capitalista en clave animada. The Boss Baby retoma la misma técnica de su anterior producción, Storks, y vuelve a plantear su historia desde un ángulo similar: los bebés; casi como si fuera una secuela conceptual. A diferencia de su predecesora, este film dirigido por Tom McGrath (Madagascar, Megamind) entrega un relato más entretenido y simpático.
Ingenio y humor en un buen film de animación Un chico de siete años vive una existencia ideal como hijo único cuando, de golpe, no sólo le aparece un hermanito, sino que encima es una especie de ejecutivo en miniatura que está vestido de traje y le da órdenes. Luego de la pesadillesca sorpresa inicial, el argumento convierte al chico en aliado del bebé, que lo va convenciendo de que en realidad es un ejecutivo de la empresa "BabyCorp", enviado en una importantísima misión de espionaje industrial. Dreamworks hace una apuesta interesante de film de animación que pueda atraer tanto a los menores como a sus padres, ya que el libro contiene situaciones de humor absurdo y surrealista que puede atraer a los adultos, pero con el colorido, el ritmo y tipo de personajes perfectos para el público infantil. Tal vez el punto débil sea que la película abusa un tanto de la gracia del truco del bebé parlante ya visto en comedias como "Mira quien habla", por lo que en un momento del film los gags se repiten un poco. Hay que reconocer que Alec Baldwin, dándole la voz al bebé, es realmente divertido, algo que por supuesto se pierde con el doblaje al castellano.
Un jefe en pañales: cuando el hermanito es el enemigo Esta nueva producción de DreamWorks Animation (Shrek, Kung Fu Panda, Madagascar) está basada en un libro ilustrado de 30 páginas, pero aprovechó su excusa argumental y su propuesta visual para narrar una historia que en principio tiene elementos de comedia familiar y luego deriva hacia el género de aventuras. El prólogo -muy ingenioso y creativo- muestra una suerte de fábrica de bebes (más adelante se verá otra de cachorros). De allí saldrá el jefe en pañales del título, que llegará a la casa de Tim para cambiar radicalmente su vida. Este niño de siete años y dueño de una imaginación inagotable perderá súbitamente la atención de tiempo completo que le prodigaban sus padres y deberá convivir con el nuevo integrante. Claro que no se trata del querible bebe que todos creen, sino de un personaje con traje y portafolio que pronto se convertirá en un espía en medio de una misión secreta. Así, lo que en principio era una (in)tensa rivalidad entre hermanos irá derivando hacia una camaradería para enfrentar un peligro externo: el malvado Francis E. Francis, creador de la corporación Puppy, que maneja un perverso plan con adorables perros como fachada. Un jefe en pañales tiene un ritmo y un estilo que parecen homenajear a los clásicos de Chuck Jones y -en su segunda mitad- trabaja ciertos elementos que remiten a la saga Mini Espías, de Robert Rodríguez. No es una película que vaya a cambiar los paradigmas del cine de animación contemporáneo, pero resulta bastante divertida y entretenida.
Mirá quién habla... El humor que nutre el filme animado también tiene toques a lo Pixar, para los mayores. Tal vez no haya que ser hijo único para entender los sentimientos de Tim cuando llega un hermanito a su casa. Tim, que a sus 7 años tiene una imaginación superpoderosa, disfrutaba de sus papis, que le dedicaban todo el tiempo, le cantaban canciones, leían libros antes de dormir y lo abrazaban. El tiempo en pasado de los verbos no es casual, pero Un jefe en pañales pega un giro de 180 grados: el recién llegado, que viste traje y lleva portafolios, no sólo habla como un adulto, sino que tiene una misión: el bebé sin nombre debe formar alianza con Tim en una acción de recontraespionaje, que involucra el amor por los bebés y por… No adelantemos más. En las tramas de los filmes para chicos encontrar una idea original ya es motivo de aplauso, medalla y beso. Aquí por lo menos hay para el aplauso, porque hay puntos en común con Cigüeñas (2016), de Warner Animation, con esto de cómo llegan los bebés a la Tierra. Tampoco es novedoso que los bebés hablen con voz de adultos (Mirá quién habla y secuela), pero no hay que buscar tantas referencias y pasarla lo mejor que se pueda -que hay con qué- con los desplantes del jefe bebé, más otros bebés y Tim, que tiene un corazón más grande que su propia casa. Casi al final la película tiene esos toques de Pixar -sí, los que uno supone que tomaron prestados de la saga de Woody y Buzz en Toy Story-. Y sí, padres, tíos, abuelos y tutores: chequear en la cartelera las versiones subtituladas, con las voces originales de Alec Baldwin y Jimmy Kimmel. Y no hay que levantarse cuando comienzan los títulos finales.
Los hermanitos sean unidos... ¡contra Puppy Co.! Tim (Miles Christopher Bakshi) es un niño de siete años que lleva una vida perfecta con sus padres. Recibe todo su cariño y amor, juegan con él y es el centro de atención del hogar. El pequeño también tiene una vívida imaginación que le permite convertir a todo su entorno en una gran aventura que ocurre en el espacio, la selva o el mar. Tim la pasa muy bien. Claro que todo eso está por acabarse con la llegada de su nuevo hermanito bebé (Alec Baldwin). De repente Tim pierde todos sus privilegios, atención y cuidados de la casa, provocándole unos celos tremendos. El pequeño cree que hay algo extraño con ese ser que vino a invadir la calma y tranquilidad que tenían los tres, y no puede entender cómo sus padres estén tan embobados que no puedan ver que no es normal que el bebé use un traje. El niño confirma sus sospechas cuando descubre que el chiquito puede hablar y que trabaja para Baby Co., en donde se encuentran los bebés más inteligentes que hayan nacido. Su propósito es descubrir el maquiavélico plan del director general de Puppy Co. (Steve Buscemi), una corporación que pretende robar el amor de los adultos por los niños y que lo tengan ahora totalmente por las mascotas. Los dos hermanos tendrán que unirse entonces como una verdadera familia para restablecer el orden del mundo y demostrar que el amor es una fuerza indestructible. De esto se trata “Un jefe en pañales” (The Boss Baby, 2017), la nueva y refrescante propuesta de DreamWorks Animation que lo tiene a Tom McGrath detrás de cámaras. El director cosechó bastante experiencia con la saga de “Madagascar”, y también es conocido por ponerle la voz a Skipper, uno de los pingüinos. El filme está inspirado en el best seller homónimo de 2010 escrito e ilustrado por Mala Frazee. Si bien el largometraje tiene esta cosa de “espías” y aventuras, el tema de fondo es las relaciones familiares. Está muy inteligentemente retratado cómo cambia la vida de todos con la llegada de un nuevo integrante de la familia, tanto en los padres como en los hermanitos. Aquellos que tengan hijos van a sentirse identificados, y quienes tengan hermanos –adultos o no– lo que vive el pobre Tim les va a resultar totalmente familiar. Y puse “adultos o no” porque en la función de prensa en donde vi la película estaba repleto de chicos que asentían con la cabeza y se reían con lo que le pasaba al personaje. Detalle no menor. El largometraje tiene una estética vintage, que apela y toma los recursos de esos viejos dibujos animados que mirábamos de chicos y que le dan un toque distintivo. El guiño para los adultos también está en referencias a música y series de televisión que van a sacar una sonrisa a más de uno. Todo chiste o gag que se pueda hacer con bebés y su formas y manera existe en esta película, lo que demuestra cómo estudiaron a los chicos. Además que hay que reconocerle que tiene un gran sentido del humor y mantiene al espectador todo el tiempo entretenido. Una perlita chiquita: Tim tiene un despertador de Gandalf. El actor que le pone la voz al pequeño es Miles Christopher Bakshi, nieto de Ralph Bakshi, el director de la versión animada de “El señor de los anillos” (The Lord of the Rings, 1978). “Un jefe en pañales” es de esas obras que llegan “calladitas” y sin generar mucha atención y que de repente son una joya encubierta. En este fin de semana largo es una gran apuesta para ir al cine en familia sin lugar a dudas. La van a pasar muy bien.
Un jefe en pañales, de Tom McGrath La llegada del hermanito, que ha inspirado tanto material, desde las tiras de Mafalda anunciando la llegada de Guille hasta hits de Cantaniño (“será, será, será como mamá y papá, será mi hermano, mi juguete de verdad…”), puede ser para el hijo único tanto una alegría como una verdadera catástrofe. Esto último es lo que vivencia Tim, el niño protagonista de Un jefe en pañales que ve romperse ante sus narices la triada perfecta de madre-padre-hijo ante el arribo del nuevo integrante de la familia: un bebe sin nombre que puede hablar (aunque solo Tim y los otros bebes lo escuchan), que porta traje, maletín y actitudes de ejecutivo ambicioso. Esta situación de desequilibrio hogareño y frustración infantil da para una serie de situaciones y enredos cómicos, pero la trama se complica metiendo al bebe yuppie como miembro de una suerte de corporación prenatal en una misión para desbaratar los diabólicos planes del CEO de una empresa de mascotas. El problema para Tim es que la imaginación hiperactiva de la que hace alarde desde los primeros minutos de película le resta toda credibilidad a la hora de convencer a sus padres de la conspiración en ciernes que involucra como contendientes a bebes y cachorritos. Todo el relato esta filtrado por la perspectiva de Tim cuya imaginación infantil desbordada da a cualquier episodio características fantásticas y vemos todo deformado por su visión de las cosas. Queda entonces la pregunta, no solo para los adultos del film sino para el propio espectador, de cuanto de lo que está pasando es real y cuanto es interpretación del protagonista. Pregunta no respondida ni resuelta, lo cual constituye un acierto. Uno de los fuertes la película es su apuesta al total delirio. Precisamente la imaginación infantil que da a cualquier episodio, por más prosaico que sea, dimensiones épicas es la que da la excusa para el despliegue visual. Así todo se transforma pasando varias veces desde el ámbito hogareño y cotidiano al universo de la aventura, del espacio exterior, los piratas y los héroes de acción. Este recurso funciona en general pero su apelación constante también satura y el ritmo maniaco y acelerado mantiene el interés durante un buen tramo pero termina por cansar. Contrariamente al despliegue planteado en las escenas de fantasía, el diseño de personajes es bastante estándar y poco original lo que hace que en las escenas cotidianas se tenga la sensación de imagen mil veces vista. El otro fuerte del film es la relación entre los hermanos cuyo planteo no es sino el de las clásicas Buddy Movies: dos personajes opuestos y hasta rivales que en principio no se soportan se ven obligados a trabajar juntos y terminan creando un lazo de amistad y compañerismo. En esta relación se invierten los términos y el menor es el yuppie demasiado adulto y el mayor el del carácter más infantil y lúdico. Para este tipo de películas suele haber varios niveles, por lo menos dos, el que funciona para los espectadores niños y el de los adultos. Para los chicos está toda la parte de acción y humor físico basado en corridas, gritos y mocos (se sabe que para algunos adultos esto también funciona y hasta se contentan con eso), y el mensaje que no por obvio deja de ser comprensible (y viceversa) acerca del amor familiar y la necesidad de compartir. Para los mayores hay una serie de guiños a productos pop retro (Indiana Jones, El Hombre Nuclear) que solo ellos podrían reconocer y sobre todo la construcción de un mundo con cierta complejidad, el mundo que funciona oculto antes del nacimiento, así como la trama de paranoia (hay una conspiración y nadie me cree). Además del planteo de poner a un CEO como villano que en estos tiempos tiene absoluta actualidad… UN JEFE EN PAÑALES Boss Baby. Estados Unidos, 2017. Dirección: Tom McGrath. Voces Originales: Kevin Spacey, Alec Baldwin, Steve Buscemi, Lisa Kudrow, Tobey Maguire, Chris Miller. Guión: Michael McCullers, basado en el libro de Marla Frazee. Música: Steve Mazzaro, Hans Zimmer. Edición: James Ryan. Duración: 97 minutos.
Una gran aventura, divertida, inteligente e ingeniosa, colorida, escenas con un gran ritmo, donde se vuelva a valorar una vez más a la familia, musicalizada correctamente, con toques retro e ideal para toda la familia. Después de los créditos hay algo más.
LOS NIÑOS Y LOS MIEDOS Dentro de la escudería Dreamworks, Tom McGrath es tal vez el nombre más confiable: director de la obra maestra Madagascar 3, pero también de las muy buenas Madagascar 2 y Megamente, Un jefe en pañales es una nueva muestra de su talento para unir con enorme coherencia una superficie de humor desbordante y anárquico con ideas argumentales de peso. Pero incluso esta nueva película animada tiene la virtud de ofrecer mucho más de lo que aparentaba en un comienzo, algo que no suele suceder habitualmente: si el tráiler nos vendía la historia de un bebé con actitud adulta que comandaba una corporación secreta a espaldas de sus padres, lo que venimos a descubrir es que en verdad se trata de un film que aborda la imaginación infantil con un nivel de rigor asombroso y que explora con sensibilidad el universo del vínculo entre hermanos, con sus diferencias y sus complementos, y fundamentalmente su construcción. Todo lo que sucede en Un jefe en pañales, y de ahí su grandeza como relato, transcurre en la mente de ese niño, Tim, desplazado por la aparición de un hermanito. Pero, a su vez, la película toda es un flashback que parte del relato oral del Tim adulto sobre lo traumático que fueron aquellos eventos en los que la familia se agrandó. Lo potente del film es cómo sostiene con una lógica irreductible durante sus 97 minutos ese universo cuasi inconsciente y lúdico: el bebé, esa criaturita de traje, corbata, maletín y la voz de Alec Baldwin (aunque no tuve la oportunidad, malditos estrenos en castellano) es una exageración del protagonista, es todo lo que él supone que sería un hermano, son sus temores elevados a la enésima potencia. Pero con inteligencia, en uno de los niveles que McGrath trabaja con suma inteligencia dentro del mismo relato, es también una mirada bastante cáustica sobre la dictadura inconsciente con la que un bebé se impone en la estructura familiar contemporánea, tan afecta a la entronización de la figura del recién nacido. Un segundo nivel en Un jefe en pañales es el visual. Cada vez que Tim aplica su imaginación para sobrevivir alguna instancia compleja, la película reconvierte los objetos del mundo ordinario en un espacio donde priman la aventura y el riesgo. En ese juego formal que se pliega con el tema, aparece un destacado uso del 3D que profundiza en las posibilidades espectaculares de la técnica a la vez que estira los límites de la animación. Y allí aparece no sólo el movimiento que desplaza la autoconscientemente anodina fábula hogareña de los suburbios, sino también una serie de personajes mínimos y efectivos, pero fundamentalmente el humor, que como siempre en Tom McGrath adquiere una cualidad lunática y desaforada con múltiples estímulos y referencias por minuto. Desde lo gráfico, incluso, se homenajea la estética de ilustraciones de los 40’s y 50’s, y hasta los diseños del impar Chuck Jones. Pero a diferencia de otras producciones de Dreamworks donde el juego de referencias es fondo, aquí queda relegado a un segundo plano. Lo que importa es el juego de autodescubrimiento que va surgiendo entre Tim y su hermanito. Y por último, pero no menos importante, Un jefe en pañales en otro de sus niveles tematiza el desplazamiento que sufre el protagonista ante la presencia del hermano y pone a la pérdida de afecto como el mayor temor de la sociedad. Si bien el film trabaja valores y sentimientos básicos, tiene la elegancia para aplicarlos dentro del juego y con la lógica que un niño de 8 años puede expresar. Ese pavor ante la posibilidad de quedar relegado es no sólo lo que moviliza al bebé ejecutivo de una compañía que observa con preocupación cómo los perritos están reemplazando a los niños en predilección, sino también lo que moviliza al villano de la película (que no revelaremos aquí, pero que encuentra alguna conexión con lo que pasaba en Up!, por ejemplo). Y si por un momento la presencia de un mundo corporativo, y su defensa, hace un poco de ruido dentro de un relato destinado al público infantil, Un jefe en pañales no termina siendo del todo inocente ante un tipo de capitalismo que utiliza y descarta, desplaza y olvida luego de sacar todo el rédito posible. Esa amargura, que está en el centro del film y se desanuda hacia el final, en un epílogo memorable y emotivo, es lo que termina por convertir a Un jefe en pañales en una grata sorpresa del cine animado mainstream, pero sobre todo -y más importante- en una gran película.
Mi plan de sábado por la noche era ir al cine, no pudiendo ver Rápido y Furioso (por cuestiones de promociones) me decidí a ver está nueva película de Dreamworks. Sabía que la quería ver, también sabía que tenía que ir en un horario en el cual el cine no esté lleno de pequeños hablando por doquier. Me encontré con una película animada un tanto divertida. No me descostillé de la risa, pero tiene sus momentos divertidos. Con algunos chistes apuntados a un público adulto y tantos otros apuntados a los niños, que también sacan una risa a los grandes. En general es una película que está bien, cumple con hacer reír y con dejarnos una moraleja de la familia y el trabajo en equipo. No hay mucho más para decir en una película de animación. Mi recomendación: Un buen rato para los más chicos y los adultos que los lleven no se van a aburrir.
Un jefe en pañales: Mamadera. Dreamworks estrena una película poco original que resalta el homenaje y la monotonía Desde hace tiempo se viene pensando en una necesidad de recambio en la animación y desde que la factoría de Dreamworks Animation encontró la fórmula de secuelas poco a hecho para cambiar de rumbo sus producciones a anuales para la pantalla grande. Los pequeños en pañales siempre fueron un manjar “cómico” en la puesta de escena, como fue el caso del el largometraje “Mira quién habla” (1989), siempre la visión de lo puro, que contrae una contradicción en sí misma de la belleza que se plantea. Y qué aquí, no se va lejos de sí, vuelve a cometer los mismo pecados que sus antecesoras. Un jefe en pañales (The Boss baby) es una obra que directamente saca provecho de la poco originalidad del estado total de sus competencias (ni Disney se salva con sus inagotables reboot) para contar la historia de un bebé que su vez es “el jefe” de una organización secreta de recién nacidos que andan circulando por el mundo con su imagen de adorables. Pero la compañía no anda todo bien desde que surge un nuevo producto en el mercado: cachorros. Es por eso que nuestro protagonista se infiltrará en la cuna de una familia de clase media para poder obtener y lograr detener esta nueva amenaza. Sin embargo, la real aventura comienza con el choque de mundo de su hermano mayor, quien ve a está pequeña criatura como amenaza a la estructura familiar que venía llegando con tranquilidad. Solo el pacto con él logrará calmar el estancado conflicto de hermandad. Los recursos son propios de la vieja escuela animada pero con la cansadora herramienta 3D, el desconcierto no es apriori. La estética rige como primer lugar en esta aventura sinsentido y por momentos fallidas. Es a través de los homenajes que encuentra un hueco para el apego del espectador, desde Mary Poppins (1964) hasta La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. Asimismo, el balance contrapuesto de lo surrealista propone una nueva construcción misma del relato, exaltando lo mejor de sí mismo al ponerse en ridiculo y así emulando a autores como Michael Bay o directamente poniendo guiños de films de terror en un relato infantil. Un punto en contra, es el hecho de que no se puede evaluar el producto con sus voces originales, la distribuidora decidió emitir (como tantas otras cintas infantiles) la propuesta en versión doblada en español, más allá de que su target está totalmente definido, es menester tener una opción de voces originales. No solo para los más “grandes” sino también para el público pueril se de cuenta de que es una entrega totalmente definida por su cultura. Se apropia algo que no es suyo, el inocente es el primer en caer en esta dictadura del doblaje. Por lo que ni Alec Baldwin, ni Jimmy Kimmel, ni Tobey Maguire aparecieron en nuestros oídos a lo largo del relato. La propuesta es medida por dosis de entretenimiento, no es una osada y redundante apuesta arriesgada. Lejos estamos de ver invenciones, juegos y peligros en el mundo animado, si es que se celebran personajes como estos en los cines.
Hermanos y enemigos Aunque no tenemos nada en contra del doblaje, de entrada recomendamos de forma encarecida que si acuden al cine a ver este film de dibujos animados opten por su versión original, más que nada porque el personaje principal, el que sale en el título, tiene la voz de Alec Baldwin, y eso siempre es un plus añadido si tenemos en cuenta que estamos ante una parodia en versión infantil de la mítica serie de televisión Rockefeller Plaza, donde Baldwin enamoró a la audiencia a base de ironía y sarcasmo. De entrada hay que afirmar que esta nueva producción de la Dreamworks no pasará a la historia como un referente del largometraje animado, aunque a ratos resulte fresca y divertida y los más pequeños tengan el disfrute garantizado. Lejos quedan aquellos tiempos en los que títulos como las sagas de Shrek, Como entrenar a tu dragón o Kung Fu Panda pusieron a la productora en primera línea de fuego; pero como se suele decir quien tuvo retuvo, y desde luego la calidad del resultado final está garantizada. Tim es un niño de 7 años que tiene los mejores padres del mundo. Su vida es perfecta hasta que un fatídico día todo cambia de forma radical. ¿El motivo? Ya no serán solo tres en la familia, porque ha llegado su nuevo hermanito, un adorable bebé, que hace que a sus padres se les caiga la baba. Y es que este pequeñín se ha hecho el dueño de la casa, y que el bebé se convierta en el jefe de todo es algo que a Tim no le gusta demasiado. Como a Tim no le falta imaginación, nos describe a su hermano vestido de traje, como si de un ejecutivo se tratase. Mientras trata de recuperar el afecto de sus padres, descubrirá el diabólico plan que maquina el director general de Puppy Co. Los dos hermanos tendrán que unirse entonces como una verdadera familia para restablecer el orden del mundo y demostrar que el amor es una fuerza indestructible. ¿Acabarán queriéndose entonces Tim y su hermano bebé?. Quizás el mayor problema que tiene esta comedia familiar es su falta de originalidad. Sin haber leído el libro homónimo ilustrado en el que se basa el film, escrito por la autora norteamericana especializada en literatura infantil Marla Frazee , sí que podemos apuntar que la adaptación guionizada por parte de Michael McCullers (firmante entre otros de los picantes libretos de la serie Austin Powers y de otras comedias como Una mamá para mi bebé o Un héroe en cubierto) carece de mordiente y se muestra un tanto plana y complaciente con el target al que va dirigido. El pretendido tono alocado funciona mejor, aunque resulte una paradoja, en aquellas situaciones en las que se deja respirar a las escenas, ya que así se permite una mayor efectividad en los gags visuales. Sin embargo, cuando la acción emula a los parques de atracciones, todo suena ha visto una y mil veces, tratándose de un peaje que acaba por afectar a la socorrido desarrollo argumental. Algunos pasajes, sobre todo en las primeras secuencias, recuerdan a la reciente Cigüeñas, de la Warner Bros Animation, ¿casualidad?. Ahí dejamos el detalle. Tras ese inicio similar, la cosa arranca de manera muy prometedora, con una deriva hacia lo imaginativo que hacen presagiar metas que, por desgracia, se quedan a medio camino. Un argumento que tiene como base el mundo empresarial no es precisamente lo más divertido para los niños, y si el tema está tratado de manera simplista en un afán por llegar a todos los públicos, pues los mayores se quedarán igual. Un jefe en pañales es recomendable siempre y cuando el espectador sea consciente de que hay pocas escenas originales y el humor es un humor sencillo sin poder llegar a exigir más. A pesar de ello, da la sensación de que la cinta podría haber aspirado a algo más.
Si vieron el trailer saben que un niño de siete años tiene un hermanito que resulta ser una especie de superejecutivo infiltrado, un adulto en el cuerpo de un bebé. Pues bien: si piensan que es una parábola sobre el mundo corporativo, sobre “lo primero es la familia” y cualquier otro “mensaje” de esa clase, no. Nada que ver. En realidad para decir qué es exactamente deberíamos contar el final “final” del cuento, así que digamos que es un cuento sobre cómo aprenden a quererse dos hermanitos. Pero eso en la superficie: en el fondo, es una bella y vertiginosa reivindicación de la fantasía como fuente de conocimiento y aprendizaje. No se trata de una película “didáctica” sino de todo lo contrario, una aventura que vale por sí misma, pero cuyo peso emotivo requiere que comprendamos algunas cosas del mundo y empaticemos con ellas. El resultado tiene grandes momentos, un uso bello de las diferentes posibilidades de la animación, un homenaje a los geniales cortos de Chuck Jones sobre Ralph Phillips y mucho humor. Es cierto que la película no carece de lugares comunes, pero cuando tiene que optar por ellos, lo hace con cierta elegancia y les agrega algún condimento que nos los hace nuevos. Eso sí, es mejor en inglés que en castellano, algo que cada vez se vuelve más utópico.
Pude ver la película junto a mis hijas y la disfrutamos todos. Porque Un jefe en pañales tiene el buen trabajo, que no siempre sale, de buscar entretener a grandes y chicos. Con los grandes tira muchas referencias a personajes de la tele o el cine de distintas décadas. Con los chicos pone humor simple pero efectivo. La historia es medio rara, vamos a confesar. Por muchos momentos parece que la película se puede ir por el barranco a toda velocidad porque toca temas medios raros o le da origen a situaciones desde lugares muy absurdos. Pero increíblemente con alguna que otra vueltita no llegan a desbandarse. Hay que dejar en claro que no se puede tomar a esta película mucho más allá de un buen entretenimiento, dura lo justo, es efectiva y deja muchas carcajadas. No es para referenciar en ninguna familia salvo que obviamente haya un hermano o hermana menor... que mande en la casa. Un jefe en pañales es entretenimiento puro
La nueva película animada de DreamWorks propone encontrarnos con un bebé de lo más inusual. Basada ligeramente en el best-seller ilustrado de Marla Frazee, esta producción dirigida por Tom McGrath (trilogía “Madagascar”, “Megamente”) narra una historia bastante original y divertida pero un tanto rebuscada… al menos para los más pequeños. En el centro de la misma se encuentra Tim Templeton (voz de Miles Christopher Bakshi), un niño de siete años con una imaginación desenfrenada que, como hijo único, vive feliz junto a sus padres (voces de Jimmy Kimmel y Lisa Kudrow), ambos ejecutivos de la companía de mascotas Puppy Corporation. El tranquilo mundo de Tim cambia drásticamente cuando aparece su hermano menor (voz de Alec Baldwin), un extraño bebé que llega en taxi, viste de traje negro y lleva un portafolios. El problema no sólo es que acapara la atención de sus progenitores, quienes lo ven como un bebito común y corriente, sino que el niño descubre que la criatura habla y razona… ¡como adulto! Para su sorpresa, este “jefe en pañales” es un ejecutivo de Baby Corp con una misión por cumplir: sabotear el más reciente lanzamiento de la empresa en la que trabajan sus “padres” para resguardar el negocio del nacimiento de bebés que se encuentra amenazado por los perritos que acaparan casi todo el afecto de los humanos porque deciden no tener hijos y optan por adoptar mascotas. En medio de conspiraciones y amenazas, la rivalidad entre Tim y su hermano espía se hace a un lado con reticencia para evitar un plan mezquino que involucra una batalla épica entre cachorros y bebés. Durante el proceso, ellos desarrollan un vinculo familiar muy tierno. El ritmo de la trama, aunque por momentos ésta parece absurda, es entretenido y se mantiene durante todo el metraje; y la animación es muy buena (el 3D no aporta demasiado). Sin un desarrollo profundo, las premisas que “Un Jefe en Pañales” aborda son dos: cómo impacta en una familia la llegada de un nuevo integrante (celos y rivalidades entre hermanos) y por qué las parejas deciden brindarle su amor a un perro y no a un bebé. La recomendación para el público adulto es verla en idioma original para poder disfrutar de las voces originales.
PODEROSO EL CHIQUITÍN Búsquense un pariente menudo para tener la excusa perfecta. Eso sí, no esperen maravillas. DreamWorks trata de recuperar el cariño de los más chiquitines con esta nueva aventura animada alejada de sus franquicias más exitosas. La historia en cuestión, basada libremente en el libro homónimo de Marla Frazee, cuenta las peripecias de Tim Templeton, un pequeñín de siete años que tiene todo lo que desea, sobre todo, dos papás amorosos que lo quieren y le dedican todo su tiempo. Claro, hasta que deciden tener otro bebé, y el mundo de Tim cambia para siempre. Lo que llega a su casa, después de nueve meses, es una criatura muy particular que usa traje, carga un maletín y tiene “juntas” con otros pequeñines del barrio. Después de descubrir que puede hablar y que se comparta de forma bastante extraña y sospechosa, el joven Templeton descubre que su nuevo hermano es, en realidad, uno de los mejores empleados de Baby Corp (el lugar de dónde vienen los bebés), cuya misión es detener el nuevo proyecto de Puppy Co. y sus cachorritos que están acaparando todo el cariño de los papás, más interesados en tener mascotas que bebitos. Esta es la trama de “Un Jefe en Pañales” (The Boss Baby, 2017) a cargo de Tom McGrath, responsable de la trilogía de “Madagascar”, una comedia bastante alucinógena, cortesía de la mente de un nene con mucha imaginación. Justamente, así es como Tim ve las cosas y su vida, una vez que su hermano llega para ponerla patas para arriba y “robarle” el cariño de mamá y papá; una loca aventura de espionaje con un plan maestro que hay que desbaratar. “Un Jefe en Pañales” es más disfrutable para los pequeñines y, si bien juega con el mismo universo de otras películas como “Toy Story”, “La Gran Aventura Lego” y “Cigüeñas”, no llega a la originalidad (o la profundidad) de estas otras captando también la atención de los más grandes. Es una historia simple y divertida que no aporta mucho al género, más allá de este personaje tan particular que no es más que la mente de un adulto en el cuerpo de un bebé bastante gruñón. La película se sitúa desde el punto de vista de los más chiquitines, muy al estilo de “Mira Quien Habla”, sus miedos, sus deseos y frustraciones cuando deben lidiar con los más grandes, aunque siempre de modo superficial y priorizando los chistes más simplistas. No le falta entretenimiento ni imaginería visual, pero sí un poco de sustancia para darle a los acompañantes más creciditos algún tema de conversación a la salida del cine. Seguramente, “Un Jefe en Pañales” saca más provecho de sus voces originales (Alec Baldwin, Steve Buscemi, Miles Bakshi, Jimmy Kimmel, Lisa Kudrow, Tobey Maguire), una versión que no llegará a los cines locales; en cambio, debemos aguantar algunos modismos un tanto extraños para nuestro léxico, deseando que DreamWorks algún día se cope con el doblaje neutro. Un bebé mandón con ínfulas de Donald Trump (¿?) que nunca recibió cariño, un hermano mayor que debe hacerse a la idea de compartir el que le dan sus padres y una aventura que llega hasta Las Vegas, totalmente inverosímil, sí, pero a los más chiquitos se les va a encantar, y son ellos los que más peso tienen en este caso. Ajo y agua.
Esta nueva incursión en el género de animación por parte de Tom McGrath, el que fuera responsable de las más que interesantes “Madagascar”(2005) y “Megamente” (2010), se instala a mitad de camino, en relación a resultados finales entre las nombradas y sus traspiés en filmes como “Madagascar 2” (2008) y “Madagascar 3” (2012). Pareciera ser que necesariamente, y esto no está pensado de manera peyorativa, que se intercalan bondades con mediocridades, una de cal y una de arena. Digamos ni es tan buena como unas, ni tan malas como las otras. La idea originaria, que no significa original, es establecer que se le amalgama, como fantasía, a un hijo único, cuando se entera de la llegada de un futuro hermano. El punto de vista es la de Tim, atravesada por su propia imaginación, un niño que durante siete años ha disfrutado solo para sí de sus padres. Casi como una verdad refrendada por la historia se sabe que la buena relación entre los hermanos depende de la actitud de los padres. Otra es las razones, (la razón) por las cuales el mayor podría “odiar” al recién llegado y la “envidia” del menor sobre el “primogénito”, tema trabajado hace un siglo por quien fuera colaborador del Dr. Sigmund Freud (1856 / 1939, hasta 1911, el Dr. Alfred Adler (1870 / 1937). El filme circula principalmente entre estas tres variables, la entelequia de uno, su correspondiente odio cuando se corporiza, y la envidia del otro. De tono amable, con buenos gags, mucha ironía sobre el mundo adulto, y nostalgia sobre el mundo infantil extraviado, con claros guiños para la platea adulta, sobre todo desde la banda de sonido. Poseedora de un trabajo estético, de color, elección de planos, construcción de la imagen, incluido el dibujo en sí mismo, dirigido todo hacia los más pequeños. El filme arranca muy arriba, pero no logra sostenerse ni desde el relato ni desde el ritmo, llevando a situaciones que fracasan por mala inserción de un verosímil que sostenga, para finalizar de la manera más convencional posible. Una lástima. La otra “lastima” es no poder escuchar a Alec Baldwin entregando su arte vocal en el personaje del bebe “intrusivo”.
Un viaje de aprendizaje de 97 minutos que vuelve a enseñar que el amor entre hermanos viene de más allá de los intereses personales y aquellas diferencias que existan pueden verse opacadas en busca del bien común. Con una historia bien desarrollada para lo que es claramente un film para los más pequeños. Mamá, ¿de dónde vienen los bebés? Chan. Pregunta incómoda si las hay. Pero los amigos de DreamWorks, responsables de clásicos como Shrek o Madagascar, le dieron otra vuelta de tuerca a las ya planteadas hipótesis de concepción y esta vez no tiene nada que ver con repollos o cigüeñas. Esta nueva película llega a la Argentina bajo el nombre de Un Jefe en Pañales (BabyBoss, 2017) y presenta a un hijo único de 7 años llamado Timmy con una imaginación tremenda y un amor por sus padres sin comparación. Este amor es recíproco para con él hasta el momento en el que su padre le confiesa que iba a tener un hermanito. Pero no un hermanito cualquiera sino que a “Jefe Bebé“, un empleado de Baby Corp, compañía que cataloga y separa a los bebés “comunes” y a los bebés “empleados” a través de una máquina que hace cosquillas. De avanzada edad en el cuerpo de un bonito y tierno bebe, vestido de traje, anteojos y un maletín que le hace juego, todo de color negro al mejor estilo Ethan Hunt. La misión de este adorable bebé espía es la de desenmascarar a una compañía que esta interfiriendo con los negocios de su empresa. En busca de un ascenso en su trabajo, Jefe Bebé debe incorporarse a la tranquila vida de Timmy, mientras que éste le tira la típica bronca del hermano mayor. Ese enojo y celos provocados por la falta de ese afecto que supo ser todo suyo hace no tanto tiempo atrás. Esta película dirigida por Tom McGrath es un viaje de aprendizaje de 97 minutos que vuelve a enseñar que el amor entre hermanos viene de más allá de los intereses personales y aquellas diferencias que existan pueden verse opacadas en busca del bien común. Con una historia bien desarrollada para lo que es claramente un film para los más pequeños, el argumento es sólido, ágil y fresco. Si bien peca de momentos cliché y previsibles, esta comedia animada es una muy buena manera de explicar que a pesar de todas aquellas peculiaridades que los diferencian de sus hermanos menores, siempre hay una buena causa para unir fuerzas y conseguir el tan ansiado ganar-ganar. La película en su versión original cuenta con las voces de grandes actores como Alec Baldwin, Miles Bakshi, Tobey Maguire, Jimmy Kimmel, Lisa Kudrow y Steve Buscemi. Vale la pena recordar que a partir de este jueves, la peli estará disponible en todas las salas del país.
“Aprende a volar / Aprende a ver.” Tim es muy fantasioso, pero así son casi todos los niños. Entonces más que fantasioso Tim es peliculero. Cada situación cotidiana la imagina como una aventura de película o de cuento fantástico. Así que el manejar una bicicleta sin rueditas él lo ve como un viaje intergaláctico en una nave sin control. De la misma manera, su bañera puede convertirse en una gigantesca y peligrosa aventura submarina. Sus ojos tienen un filtro cinematográfico. Y así disfruta más y mejor cada acción habitual y aburrida. Tim vive en un feliz equilibrio junto a su mamá y su papá. Pero algo inesperado llega para echarlo todo a perder. Un hermanito menor. Luego de una situación de celos hacia el nuevo integrante de la familia que se convierte rápidamente en el preferido, Tim parece descubrir una verdad oculta. Sucede que este nuevo bebé no es realmente un bebé y no es realmente su hermano. En primera medida este bebé recién nacido usa traje y habla. Además es un agente que trabaja para Baby Corp. Se trata de una empresa de fabricación de bebés que está perdiendo posición en el mercado gracias al alza de su principal competidora, Puppy Corporation, que ofrece, en cambio, todo el cariño y el amor de una mascota. Puppy Corp está por lanzar su último producto con el que promete obtener el liderazgo absoluto del mercado, un perrito que sea siempre cachorro, o sea, eternamente tierno. Pero hay algo raro en esta película. Tim no es un chico torpe ni sufre de locura. No es que tiene una visión equivocada del mundo, si no que él decide imaginar, decide recrear el mundo para mejorarlo. Por lo tanto, cuando termina su baño sabe que no estuvo en las profundidades del océano ni estuvo en otro planeta cuando anduvo en bici. Tim sabe, como todos nosotros, que es falso lo que pasa en las películas. Lo que sí son ciertas son nuestras emociones con esa película. Nosotros decidimos prestarnos a la emoción, entrar en ese juego, del cual ya sabemos sus reglas porque somos jugadores experimentados. Por lo tanto, sabemos que este bebé no es realmente un agente ya que suponemos desde el primer minuto que todo esto es fruto de la imaginación de Tim. Entonces también es contradictorio que Tim no se dé cuenta de esto mucho antes y decida creerse hasta el final su propia mentira. Ese problema es una mochila que la película debe cargar durante toda su duración. De todas maneras, Un Jefe en Pañales tiene momentos de verdadera emoción, a partir de varios estilos alternativos de animación dentro de la misma película y en particular por la canción Blackbird de Paul McCartney, que es el mejor de los personajes posibles.
Cómo nacen los bebés debe ser uno de los interrogantes más planteados por los niños y las explicaciones de los padres son de todo tipo, desde las más descriptivas y fieles a la realidad hasta las más creativas. Es por eso que esta temática es bastante atractiva para llevarla al cine. En “Un jefe en pañales”, Tim, un chico de siete años, que siempre fue consentido por sus papás por ser el hijo único deberá enfrentarse a la llegada de un hermanito. Mientras el protagonista tiene que luchar por el amor de su familia, descubrirá que este bebé no es como cualquier otro. A pesar de tener un puntapié inicial parecido a “Cigüeñas” (2016), donde se aborda la llegada de los bebés a su familia mediante una corporación que los fabrica, “Un jefe en pañales” presenta una historia original y entretenida que divertirá tanto a chicos como a grandes, ya que, como en la mayoría de las películas animadas, tenemos dos lecturas diferentes según la edad. Los niños pondrán mayor énfasis en la aventura, mientras que los adultos verán de una manera interesante la construcción de la relación entre hermanos, las peleas y las reconciliaciones, la importancia de la creatividad durante la infancia, la motivación de los padres, entre otras. Con respecto al elenco, las voces en inglés están interpretadas por Alec Baldwin, Steve Buscemi, Jimmy Kimmel, Lisa Kudrow, entre otros, conformando un equipo de actores y actrices interesantes, algo que amerita ver el film en su idioma original, siempre que se pueda. De todas maneras, “Un jefe en pañales” no es de aquellas películas que impacten en el espectador de una manera especial como otros films animados que generan emociones profundas y quedan en la memoria luego de su visualización. Simplemente se limita a divertir durante su hora y media de metraje (que igual no es poco), a partir de la construcción de la relación entre hermanos, donde ambos personajes aprenderán a trabajar en conjunto por una misión en común, pero que esto los llevará a entablar una conexión particular. Esta especie de camino del héroe grupal es bastante predecible, pero de todas maneras es entretenido y sentimental. En síntesis, “Un jefe en pañales” es una película que cumple con el objetivo de pasar un buen momento en familia, a partir de una muy buena animación como nos tiene acostumbrados DreamWorks, una aventura interesante, gags divertidos e inteligentes, que proporcionará una línea de lectura para los chicos y otra para los grandes. Igualmente, a pesar de los esfuerzos, no es un film que quedará en la mente del espectador, pero sí que lo mantendrá entretenido a lo largo del relato.