Finalmente se estrena la ópera prima de Francisco Bendomir, atrapada por el Covid-19 y los cierres de los cines, su estreno será ahora online el 13 de agosto a través de Cine.Ar Estrenos. La historia nos introduce a un personaje deprimido (Andrea Carballo) que contempla el suicidio al ver como un video de una vergonzosa audición suya se hace viral. Mientras tanto un hacker (Javier De Pietro) contratado por su ex la observa mediante cámaras instaladas en su departamento mientras su hija (Lola Ahumada una verdadera revelación) intenta ser una estrella de Youtube. Así el guión empieza a contruir el tema de la película que se ramifica sin perder la conexion: la soledad. Hay un gran trabajo en la creación de los ambientes que habitan los personajes que hablan de esa separación física y emocional que sufren. El director y guionista muestra un pulso cinematográfico sólido que explota en cada secuencia y a medida que la historia se desarrolla logra la siempre difícil tarea que es que nos importe el destino de sus personajes. Con muy buenas actuaciones y un desarrollo narrativo que fluye naturalmente, la película nunca pierde su rumbo y hasta se permite una hermosa escena de animación estilo-japonés impensada en el cine nacional. «Una chica invisible» es graciosa, emociona y tiene mucho para decir sobre cómo nos relacionamos en tiempos de Zoom. Una película que no tiene miedo de mostrar su corazón, sin golpes bajos y con genuina libertad.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
“Mirada Oculta” El film de Francisco Bendomir que llegará a los estrenos de Cine.ar el próximo jueves 13 de Agosto, se adentra mediante una comedia con ciertos tonos dramáticos, en las posibilidades invasivas de la tecnología. Una Chica Invisible (2019), Andrea (Andrea Carballo) se encuentra sumida en una fuerte depresión, luego de descubrir la viralización de un video vergonzoso. Por otro lado, Mauro (Pablo Greco), su ex-novio obsesionado tras la ruptura, contrata a un hacker que tendrá la tarea de instalar cámaras en cada habitación de la casa de la protagonista. Daniel (Javier De Pietro) cumple su invasivo trabajo informático, pero no parece poder alejarse de la historia de la joven espiada; quién cada vez se acerca más a la idea del suicidio. Y mientras tanto, en la habitación contigua a la sala de acecho, una niña de once años, Juana (Lola Ahumada), graba un video realizando un peligroso challenge y se adentra en su propio universo moderno. Este film tiene como eje la era multimedia, mostrando la facilidad con la que las vidas ajenas pierden la capacidad de ser privadas y transmitiendo aquel ritmo acelerado característico de estos tiempos. La Dirección de Arte, suma con mucho acierto a la construcción de la estética que se funde con la ambientación tecnológica, logrando entornos personales para cada una de las figuras del relato entrelazado. "La película de Bendomir encuentra su tono ágil y moderno, utilizando bien los recursos de la tecnología para contar una historia diferente que ahonda en la modernidad y sus redes."
Entregados a merced de Internet y los intrusos. Crítica de “Una chica invisible” El filme que expone quienes se esconden tras la burla, ridiculización y los efectos drásticos por la violación a su información personal Florencia Fico Hace 6 horas 0 9 El director Francisco Bendomir se acerca rompiendo estándares y la solemnidad dramática con una comedia negra en una película que evidencia la falta de control sobre la intimidad en la era de la hiperconectividad y las intromisiones inadvertidas a la privacidad en las redes sociales. Por. Florencia Fico. El argumento de la película argentina “Una chica invisible” es sobre Andrea (Andrea Carballo) quien halla un vídeo denigrante de ella con una llegada masiva a miles de usuarios. Durante ese lapso piensa en suicidarse, un hacker Daniel(Javier De Pietro) empleado por su ex novio Mauro (Pablo Greco) la mira por medios de cámaras ocultas que puso en todo el departamento. El filme fue escrito y realizado por Francisco Bendomir quien plantea una comedia negra con tramos de suspenso y drama. El guión de Bendomir contribuye a un debate amplio sobre: el ciberbullying, el acoso, la sobreexposición instantánea en las web, sus consecuencias, las peligrosas tendencias y contenidos disponibles en Google. El potencial indebido del espionaje con las nuevas tecnologías, la hiperconectividad. Además otras temáticas complejas como: las adicciones, micromachismos, las frustraciones profesionales y las desilusiones amorosas. Los diálogos fluyen con mucha frescura, humor irónico, sarcástico y hasta se convierte en una sátira sobre los tiempos modernos. La música de Pablo Crespo generó un ambiente orquestal y sinfónico gracias a la participación de la Budapest Film Orchestra quienes en su equipo utilizaron instrumentación a base de cuerdas con violonchelos o pianos y de aire como flautas y clarinetes; en momentos de intriga y emotividad. Se le sumó un cuadro musical con el tema “Tu esclava seré”, compuestó por Pepe Cibrián Campoy y Ángel Malher en la voz de la vocalista Romina Pugliese y los coros de la soprano Natala Bereskyi y la mezzosoprano Cecilia Pastawsky. En encargado de fotografía Mariano De Rosa empleó planos cenitales para expresar la depresión de Andrea tras difundirse un material que la complica laboralmente, zoom in y zoom out para acercar las sensaciones de ansiedad y angustia o secuencias de introspección de los personajes. A su vez primeros planos y detalle en los ojos de Andrea, Daniel, y Juana (Lola Ahumada) a veces con intensión expresiva de sus estados de ánimo y cómo los absorbe la era digital.La iluminación opaca y cálida también hacen al filme sentir cómo están los personajes. La incorporación de la animación en la película no es al azar si no que sigue con la línea contemporánea de la cinta que suma una visión millennial ya sea con escenografías Pop Art, comic y manga. El reparto compuesto por la protagonista Andrea en la piel de la actriz Andrea Carballo quien da cuerpo a un personaje profundamente contestatario, sensible e irónico. El actor Javier De Pietro como Daniel le da al filme un tinte irreberente, tierno y enigmático. La artista revelación Lola Ahumada como Juana rompe con el molde clásico de las interpretaciones adolescente, con una postura osada, rebelde y entrañable. El actor Pablo Greco como Mauro pone un porte desfachatado y con cómicas escenas con absurdos. Otro papel interesante es el de Dióigenes encarnado por Leandro Martín López un linyera tan gracioso como el de la historieta. El filme cuenta con una célebre actriz María Rosa Fugazot como Arcel una directora lo que dio un toque sorpresivo, serio y carismático. El cineasta Francisco Bendomir en su ópera prima recrea una comedia con humor negro, thriller y drama donde lo inadecuado se vuelve risa. La ironía engloba un giro inesperado en la trama. La sátira es una advertencia de los riesgos a los que se enfrenta la sociedad actual que consume el veneno cibernético discriminatorio y humillante de las redes sociales. Además expone el nuevo panóptico de la actualidad: Google. Puntaje:85
El imperio de las imágenes: Una chica invisible (2020), opera prima del realizador argentino Francisco Bendomir, pone en el tapete el lugar de los hijos, la violencia de género y los efectos del uso desmedido de la tecnología en nuestro tiempo. Esta abundancia de temas y situaciones conexas es abordada desde la comedia (recurriendo al enredo, al humor negro y a elementos de la parodia) y el hilo conductor que las hilvana es la problemática de construir un espacio de intimidad. A nivel narrativo, la película está organizada a lo largo de dos días, con una estructura temporal que arranca con una secuencia desplazada de la diégesis, la cual luego será retomada para avanzar hacia el final. El mundo de los cuatro personajes principales está delineado por la labor de arte y se va enriqueciendo al incorporar ciertos recuerdos de su pasado infantil o reciente. Andrea (Andrea Carballo) es una mujer joven y actriz, que ha decidido separarse recientemente de Mauro (Pablo Greco), un hombre joven que trabaja en un maxikiosco. La discordia de los sexos se aborda en este vínculo al plantear el desencuentro entre el amor de tipo fetichista del lado de Mauro que, solo puede verla como un objeto sexual que quiere con exclusividad para sí mismo (y desconfiando de posibles otros hombres); y el tipo erotomaníaco del amor del lado de Andrea, que espera de su partenaire una palabra de amor y de aliento para desarrollarse libremente en su profesión. El carácter posesivo de Mauro y sus celos paranoicos lo llevan a contratar los servicios de Daniel (Javier de Pietro), un técnico en informática, para poder espiar los movimientos de Andrea en Internet. Daniel, que resulta conocer a Andrea desde su infancia, es un hombre impotente en cuanto a sus habilidades sociales con las mujeres, por lo que aprovecha la misión que le encarga Mauro para satisfacer sus apetitos voyeuristas instalando cámaras ocultas en el departamento de Andrea. Al mismo tiempo, Daniel no sabe cómo arreglárselas con su hija Juana (Lola Ahumada), una traviesa niña de 11 años que, con su humor cínico y su aura gótica, evoca a una suerte de Merlina Adams posmoderna. Los videos virales en Internet son el puntapié del lazo cómplice que une a Juana y Andrea más avanzada la trama. Juana está atiborrada de objetos tecnológicos. Un día sube un video realizando un fallido juego del cuchillo donde se corta un dedo, con el cual obtiene rápidamente muchísimas visualizaciones. La mirada es constituyente del sujeto. Abandonada por su madre y a falta de un lugar en el padre que le dé soporte simbólico a su narcisismo (tomado como está en su perversa obsesión por Andrea), Juana apela a hacerse ver a partir de la imagen virtual como tentativa de solución a su soledad. Esa solución se revela fallida porque, pese a la visibilidad adquirida, produce un efecto de rechazo y de desalojo subjetivo. Aquí es interesante pensar la problemática del acceso ilimitado a la tecnología por parte de los niños, quienes no están en condiciones subjetivas de poder procesar o manejar los efectos de exposición en las redes sociales (ya se trate del grooming, los haters o la fama). Por su parte, Andrea está deprimida y ha recaído en el consumo de alcohol a partir de viralizarse el video de una fallida audición de teatro. A esto se suma la persistente mirada intrusiva del ojo que todo lo mira y todo lo controla, representante del acoso machista de su ex novio y del voyeurista perturbado. La chica invisible del título de la película, que en la trama toma cuerpo a partir del manga japonés que está leyendo Juana (y se ve como un corto animado en clave fantástica), es aquello que identifica tanto a Juana como a Andrea. Para ambas se trata de lidiar con la omnipresencia de una mirada sin fisuras que las deja escrachadas y que no es infrecuente en este contexto, junto a la aparición de fantasías de muerte o de desaparición. Juana intenta perderse para medir qué lugar ocupa en el deseo del padre, en tanto que la situación de Andrea refleja el problema de frenar la violencia que rebota en los miles de ojos ciegos y anónimos de Internet. Vivimos en el imperio de las imágenes: cámaras de seguridad, videos de YouTube, selfies, marketing digital, acoso, escraches virtuales, porno-venganza. La vida pasa por múltiples imágenes que irrumpen y revientan nuestras pantallas, sumado a que el tiempo de pandemia nos encuentra hiperconectados. Internet en sí misma no es ni buena ni mala; se trata más bien de pensar los usos que se hacen de ella. En este marco, el mérito de Una chica invisible es hacer un buen uso de la comedia. De esta manera, consigue sortear los golpes de efecto y las bajadas de línea moral, entrando desde el humor para que podamos pensar los efectos subjetivos en la época de la disolución de los límites entre lo público y lo privado.
Presentada en el 21º BAFICI dentro de la sección “Comedia”, “UNA CHICA INVISIBLE” es la ópera prima de Francisco Bendomir que ya ha comenzado un interesante recorrido en el circuito de festivales internacionales y que este jueves finalmente, se estrena en www.cine.ar/play representando al cine independiente y con una propuesta diferente dentro de los estrenos de esta plataforma. Por un lado tenemos a Andrea (Andrea Carballo) , absolutamente deprimida por la viralización de un video en donde ha quedado registrado un nefasto “accidente” acontecido al final de una audición para un importante papel dentro de un musical nacional y, además, angustiada como para enfrentar ese hecho tan embarazoso, cree que encuentra una potencial salida en el suicidio. Acaba de romper recientemente con Mauro su novio (ex novio, en realidad, a cargo de Pablo Greco) quien presume que en el abrupto corte de esta relación, hay algo que Andrea no le ha confesado. Como para saber a ciencia cierta si realmente hay un “tercero en discordia”, contrata a un hacker, Daniel (Javier De Pietro), para que se infiltre en la computadora de su novia y, de esta forma, se puedan observar cada uno de sus movimientos. Pero más que Daniel, es el propio hacker quien, a su vez, comienza a entrometerse en la privacidad de Andrea, ya que una vez despertado su espíritu voyeur, no puede parar de controlarla obsesivamente. Para completar el cuarteto protagónico aparece en escena Juana (Lola Ahumada), la hija preadolescente de Daniel, que vive con él –lidiando con el fantasma de una ex que ha desaparecido por completo y le ha endilgado su crianza-, que absolutamente en la antípodas de lo que le sucede a Andrea, muere por que algún video suyo se convierta en un furor en Youtube y convertirse en una modesta estrella mediática: y parece estar lográndolo con un juego riesgoso que no termina del todo bien, pero que le brinda afortunadamente unos cuantos likes, la moneda más codiciada en las redes. Las historias tienen puntos de contacto y se van entrecruzando a través de un minucioso trabajo de guion que, lejos de cualquier receta esquemática, rompe el tiempo, la cronología, deconstruye permanentemente la propia historia al mismo tiempo que avanza en el relato y mientras marca algunas precisiones temporales en pantalla juega al mismo tiempo con un loop que permite reinterpretar lo que sucede, dentro de la propia narrativa. Bendomir, en su doble función de guionista y director, necesita un espectador despierto, participativo, entregado a su propuesta. Su puesta en escena se construye con un diseño de arte meticuloso, riguroso, una pantalla inundada de detalles que llaman poderosamente la atención. Uno quisiera mirar y disfrutar cada uno de estos guiños, dispuestos por los diseñadores y vestuaristas, que ayudan a describir el universo de cada personaje sin necesidad de decir nada más: cada uno de esos objetos, de esas señales, de esos signos, permiten definir perfectamente a cada uno de ellos, brindándonos gran cantidad de información. No tiene miedo a lanzarse, a jugar con una paleta de colores amplia y llamativa e inclusive, mide cada detalle logrando escenas que se construyen como una composición teatral del espacio, donde nada queda librado al azar sino por el contrario, están dispuestos en el cuidado obsesiva de Bendomir, que no sólo sabe crear los climas adecuados para que se desarrolle su comedia negra, sino que además se muestra como un firme conductor de sus actores desde la dirección. Así como los documentales que Andrea ve por televisión dialogan interactivamente con la propia historia –sumando a su vez un modo de insinuación sobre otros géneros cinematográficos que se entrecruzan-, la historia que lee Juana le permite a “UNA CHICA INVISIBLE” tener una brillante secuencia animada que juega con el animé, el manga y la cultura oriental, a través de un cuento que oficia de columna vertebral y que permite, al mismo tiempo, que Bendomir explore otras formas de expresión dentro de su propia película, multiplicando y potenciando los disparadores que entrelazan a los personajes. Más allá de una pulsión suicida presente en Andrea, todos los personajes y la película misma coquetean permanentemente con la idea de un límite, de jugar en el borde, bien cerca del precipicio, esa cornisa por donde transitan los protagonistas, con un humor punzante, mordaz e irónico, que se permite inclusive algunos momentos de tinte escatológico que hacen una potente combinación que, en alguna escenas pareciera abrevar del primer etapa del cine de Todd Solondz (inclusive mucho de lo aparece en Juana, parece ser evocativo de la protagonista de “Wellcome to the Dollhouse”). Si bien el terceto Carballo – De Prieto – Greco, logran componer convincentemente a sus personajes y entender el ritmo que la historia necesita (con participaciones de María Rosa Fugazot, Silvia Villazur y Leandro Martin Lopez como Diógenes), la Juana de Ahumada es completamente magnética, un enorme acierto de casting, que el ojo de Bendomir tras la cámara, explota al máximo y logra una criatura chispeante, ácida, potente, que no solamente tiene las mejores líneas de diálogos –que Lola pícaramente aprovecha en todas y cada una de las ocasiones- sino que además tiene un rostro y un ángel que traspasan la pantalla (y que con la ayuda del diseño de arte logra un personaje preadolescente visualmente atractivo y que no toca ni uno sólo de los lugares comunes habituales) que por momentos, parece escapada de una película del genial Wes Anderson. Redes sociales y viralización, anonimato y soledad, voyeurismo y adicciones son algunos de los tantos temas que en tono de comedia sarcástica y con un ritmo veloz “UNA CHICA INVISIBLE” aborda, logrando un producto que se distingue de las propuestas actuales del cine nacional, que deslumbra con una puesta absolutamente creativa y un humor que no tiene miedo de tomar riesgos y rebelarse a los límites y todas las convenciones. POR QUE SI: «No tiene miedo a lanzarse»
Miren quien los mira Sin ser cinéfila, esta rara comedia argentina se vale de la figura del voyeur para explotarla no sólo desde la concepción del observador observado con un guiño al espectador que desde su rol pasivo observa la película, sino como elemento unificador de las historias que se cruzan en un relato cuyo núcleo central se presenta de manera fragmentada. El ir y venir en el tiempo hace del mecanismo de la anticipación y el cumplimiento algo misterioso más que la afirmación de los hechos que suceden, y la idea de introducir mini relatos como otro cuerpo narrativo es utilizada no caprichosamente sino funcional a la historia principal, que involucra a la “espiada”, a quien la espía en un primer plano y al entorno que atraviesa esa dialéctica no siempre equilibrada con una fuerte presencia. Y todo ese cóctel de recursos cinematográficos como por ejemplo el fuera de campo o los cruces de historias, lejos de empalagar seducen por su sabor a película argentina que puede hacer reír desde lo más sencillo del gag hasta las nuevas modas de las redes sociales, un nuevo paradigma para voyeuristas que jamás se definirán como tales. Descubrimiento de una niña actriz capaz de hacer reír como generar tensión en un segundo, y sin perder el eje de su tierno y siniestro personaje: Lola Ahumada.
Uno de los estrenos más revolucionarios del cine nacional, por lo diferente, con un impecable trabajo del trío protagónico (Andrea Carballo, Lola Ahumada, Javier De Pietro) para una historia distinta, que tiene el universo de lo virtual como punto de partida para reflexionar sobre la vulnerabilidad de vínculos, el amor, la paternidad, la pareja, el trabajo y la sobreexposición a las redes sociales.
Reza Jorge Drexler en su tema La infidelidad en la era de la informática: Y la obsesión desencripta en lo críptico Viola lo mágico, vence a la máquina Y tarde o temprano nada es secreto En los vericuetos de la informática Y algo de eso hay en la ópera prima de Francisco Bendomir, Una Chica Invisible. Desentramemos la trama y entremos en la sinopsis, en lo que vende el poster y el trailer: Un hacker a sueldo instala cámaras ocultas en el departamento de una actriz que decide suicidarse al descubrir que la peor audición de su vida se viralizó en YouTube. O sea, estaríamos frente a un drama sobre los límites de la privacidad en los tiempos de redes sociales y hackers, de la viralización de los contenidos sin consentimiento, sobre cómo retirarle el velo de lo secreto a algo que es nuestro. Sí, un poco de eso hay… pero tampoco es el centro. Como en la letra del tema musical, todo se vuelve un vericueto, todo se comienza multiplicar como una suerte de algoritmo algo torpe pero con buenas intenciones. Una Chica Invisible es en realidad la historia de un padre soltero y joven, muy pajero, que trabaja arreglando PCs y tiene una hija de once años que peca del virus de las películas de Hollywood: niñes que actúan como adultos. Daniel (Javier de Pietro) nuestro protagonista, cuando arranca el relato, es enviado a espiar la computadora de Andrea (Andrea Carballo), una actriz que busca triunfar y que está en una relación tóxica y desvencijada con Mauro (Pablo Greco), un conflictivo pasivo-agresivo de aquellos que le pide el favor a Daniel de tener acceso a la privacidad de su (ahora ex) pareja. En el medio de esto, sin saber porqué, se viraliza un video de un casting de Andrea donde termina vomitando como si fuese una de las chicas de Pitch Perfect (sorry not sorry por la referencia). Esto la lleva separarse de Mauro, y en una noche de depresión clavarse más pastillas que Esmeralda Mitre, pero es detenida por Daniel desde la clandestinidad de la virtualidad, convenciéndola que no se encuentra sola. Y si ahí la obsesión desencripta lo críptico, la magia hace su aparición. Porque también es la historia de Juana (Lola Ahumada), una nena de 11 años que viraliza un video suyo clavándose un cuchillo y que tiene que lidiar con un padre sobrepasado y pajero, mientras consume un manga que lleva el título de la película. Ella, una chica que ya vimos en varias películas de género en nuestro país y que se configura con un futuro prometedor, será el centro del relato y parte fundamental del cierre del conflicto, a pesar de estar siempre en la puerta viendo al resto jugar. ¿Confundidos y confundidas? ¿Si? Entonces van bien. El mundo que propone Bendomir es extraño, los planos tienen un trabajo espectacular de luz y composición, aunque abusan de una repetición que parece ser parte de la propuesta estética, pero permite adivinarlos antes que aparezcan y le pegan en contra a la búsqueda que parece tener de un relato donde cualquier cosa puede pasar. El trabajo actoral es deparejo, Andrea Carballo vuelve a repetir esa rigidez en los gestos y los acentos que vimos en el corto viral Ni una sola palabra de amor (2013), Javier de Pietro no termina de definir si busca ser un pende-viejo o sólo un ser apático, y cuando tiene que putear produce bastante cringe. De Pablo Greco vemos poco, y tampoco brilla porque el relato no se lo pide… ahora, Lola Ahumada parece ser la única que entendió a la perfección el tono. Su “naturalidad”, su decir, su timing, permiten reforzar ese clima enrarecido de incomodidad y humor que potencian las líneas de diálogo que parecen salir de un soliloquio del director de The Room (2003). Sin lugar a dudas, ella es la que mas brilla y mejor sale parada en el total, quizás porque el espíritu jovial, cercano a la cultura oriental (lo vemos en su forma de vestir) que tiene la película marida mejor con su edad. Y luego hay preguntas que no encontrarán respuestas SPOILERS ALERT: ¿la obsesión de Daniel viene de antes y JUSTO JUSTO JUSTO -sic Te lo Resumo Así Nomás– se encuentra con Mauro que le pide espiar a esa mujer en particular? ¿Cómo se entera Andrea dónde vive Daniel y porqué es la primera persona en la que piensa como responsable? ¿No piensa en Mauro? ¿Cómo se entera Juana de lo que hacía su padre con las cámaras? ¿A qué va la historia del indigente que para en el kiosco de Mauro? ¿Por qué tanto product placement? FIN DEL ESPACIO SPOILER Una Chica Invisible es un experimento con muy buenas intenciones y grandes aciertos. Al ser ópera prima también algunas incongruencias, pero la práctica hace al maestro y todes sabemos que tarde o temprano nada es secreto en el mundo del cine. Se huelen las intenciones de un espíritu lúdico y más musical, y se agradece el juego estético en los planos y en una secuencia animada. Es llamativo que, a pesar de no haber sido realizada durante la pandemia responda a esa urgencia de les realizadorxs de hablar sobre las pantallas y la forma de comunicarnos. Sin olvidarnos que en la era de la informática nadie es invisible, aunque lo quiera. Salvo que te caiga un rayo.
Invasión a la privacidad En momentos en que la disposición de los contenidos por medio de los buscadores (que son los mensajeros, hasta que se demuestre lo contrario), está en la palestra de la discusión pública por la posibilidad de borrar de un plumazo la información que parece no tener fin ni control. Una chica invisible posee un humor negro por momentos bien logrado que encubre la idea de mostrar la pérdida de la intimidad, en este caso de manera violenta e injusta, en una invasión a la privacidad obscena, en manos de un ex novio posesivo y celoso (Pablo Greco), indicando y mostrándonos el mundo de hoy en el que todo se sabe y todo se ve; el famoso ojo que a todo tiene acceso en una dimensión mecánica y futurista con una ligera pizca de paranoia a gusto del consumidor. Un buen elenco se presenta como ingrediente esencial, en el que las mujeres (Lola Ahumada y Andrea Carballo) hacen la mejor parte y la descosen, en términos claramente futbolísticos. Todos somos observados (o al menos eso nos hace sentir este mundo posmoderno que no creíamos que llegaría a ser cierto con tanta vehemencia) pero está aquí. Entre nosotros. En algún que otro pequeño pasaje es Pitch Perfect, conocida por aquí como Notas perfectas (lo siento si detestan la comedia teóricamente burda estadounidense, pero si se dejan llevan, no se van a arrepentir) y no solamente por una situación en común entre ambas que hace viral (para mal) a la protagonista. Los momentos de comedia que escapan a la paranoia obsesiva de persecución tienen con ella, aunque sean pocos, algunos elementos de intersección. Y en los otros puntos que define logra un humor descolocado que no debe envidiarle nada a los mejores exponentes de la comedia oscurísima. El autor y director Francisco Bendomir remite a una idea que se planta en su mente en un momento determinado de su infancia. Se trata de un recuerdo que dispara brotes y crece sin parar desde aquella vez en que vio The Truman Show; esa idea y ese miedo fueron creciendo y así se convirtió en Una chica invisible. Es muy interesante es la inclusión del animé que da título al film, que dispara aún más la imaginación del espectador a la vez que genera una ruptura, un quiebre, y nos adentra aún más en el mundo de la hija criada sin mucha atención por un padre (Javier De Pietro) que en ocasiones se deja llevar por su incompetencia. Una chica invisible es una película muy interesante que deja al espectador el descubrimiento de algunas cuestiones sin poner distancia desde la puesta y lo que genera de quien se sienta a sorprenderse. Y mirar.
Una chica invisible, de Francisco Bendomir, es una comedia negra en la que impera la sensación de no saber para dónde va a ir la historia. Esa tensión entre incertidumbre y sorpresa es el pilar que sostiene el interés en la película pero también conlleva ciertos riesgos de pérdida de foco. Al principio, el film gira en torno a la forma en la que la tecnología interviene negativamente en la vida de los personajes, sin concentrar la culpa en las herramientas sino en el uso que se les dan. Daniel (Javier de Pietro) pone cámaras en la casa de Andrea (Andrea Carballo) y hackea su computadora, contratado por la expareja de ella, Mauro (Pablo Greco), un hombre celoso y lleno de vanidad lista para Instagram. Al mismo tiempo, un video viral arruina la vida de Andrea, que es actriz, y otro complica la vida de la hija del hacker, Juana, una curiosa combinación entre Merlina Addams y un personaje de Wes Anderson (interpretada con soltura por Lola Ahumada). La narración despega luego en varias direcciones, algunas más interesantes que otras. El humor no siempre da en la tecla en ese juego de equilibrio tan difícil que es el tono de una comedia negra. Pero el interés no decae por la forma en la que la trama se va tejiendo, el encanto oscuro del personaje de Juana y por decisiones originales como la inclusión de un animé en medio del film, que introduce otra línea narrativa más extraña y atractiva que los enredos iniciales.
“Una Chica Invisible” de Francisco Bendomir. Crítica. Invisibilidades femeninas Después de pasar por el BAFICI 2019, la ópera prima de Francisco Bendomir llega a la plataforma Cine.Ar Play. Por Bruno Calabrese. Andrea (Andrea Carballo) planea suicidarse a raíz de un video de ella que se hizo virall. Mientras tanto, su ex novio, Mauro (Pablo Greco), contrata a un hacker para que le robe las contraseñas de sus redes sociales y así saber sus hay otra persona que hizo que ellos se separaran. Daniel (Javier De Pietro), el hacker, va un paso más allá e instala cámaras ocultas para espiarla durante todo el día. Juana (Lola Ahumada), la hija de Daniel, pasa sus días intentando crear un video que se haga viral en Youtube y hacerse famosa. El film nos mete de lleno en el mundo del vouyerismo informático y de la necesidad del reconocimiento del otro. Apoyado en la simetría perfecta de cada plano, uno no puede dejar de recordar a Wes Anderson. Esas obsesiones también aparecen en los detalles de cada recuadro que resultan una atracción aparte. Desde esas apariciones de Hulk como figura representativa de Daniel, en una remera o en un muñeco colgado en el auto o los Maneki-neko (gatos de la suerte) diseminados por cada espacio físico que ocupan los protagonistas, hasta los imanes de Mafalda en la heladera de Andrea. Incluso las referencias a lo sagrado y religioso: un Gauchito Gil en el kiosco y las cruces en la oficina de la directora de la escuela de Lola, interpretado por una genial María Rosa Fugazot. Los objetos tiene un sentido armónico en la composición de los cuadros pero también simbólico y nada está puesto al azar. Pero más allá de la fortaleza visual de sus imágenes, ese estilo no permite que se robe el sentido de la película. El del título, el cual alude a muchas invisibilidades femeninas: la falta de la madre en la vida de Lola y sufre en silencio por su ausencia, la chica que aparece detrás de ese video viral que los morbosos usuarios no dejan de consumir, una hija que reclama atención a un padre más obsesionado en una mujer que en cuidar de ella o ese novio que se pone celoso por que su novia interpretará a Calígula en el teatro y la trata de “gato”. Un universo complejo que aparece configurado detrás de cámaras que registran todo: desde quien entra y quien sale de un edificio hasta una audición de tres minutos para una obra de teatro, un accidente casero de una niña en soledad o la intimidad violada de una joven mujer dentro de su casa. Como en el cine del español Carlos Vermut, en Una Chica Invisible hay lugar para lo fantástico, el mundo del animé y un documental sobre el ritual de apareamiento de una mantis religiosa, pero sin desconectarse del mundo real ni de la actualidad social. Así, en su ópera prima, Francisco Bendomir logra transformarse en un director para seguir de cerca, por que logra una mezcla enrarecida de realidad y comedia negra absurda con una composición hiperestilizada y un diseño de producción que resulta un espectáculo aparte. Puntaje: 90/100 Actuación Arte Fotografía Guión Música Como en el cine del español Carlos Vermut, en Una Chica Invisible hay lugar para lo fantástico, el mundo del animé y un documental sobre el ritual de apareamiento de una mantis religiosa, pero sin desconectarse del mundo real ni de la actualidad social. Así, en su ópera prima, Francisco Bendomir logra transformarse en un director para seguir de cerca, por que logra una mezcla enrarecida de realidad y comedia negra absurda con una composición hiperestilizada y un diseño de producción que resulta un espectáculo aparte.
Le venía escapando a los estrenos nacionales en este espacio porque es una picardía tener que verlas en nuestros hogares. Nos ahorraremos los viáticos, contamos con la posibilidad de revisitarlas a gusto y el contexto histórico se presta para el caso, pero no deja de sentirse un aire de abandono, aunque bien sabemos que esto no es una consecuencia virtual. Los espacios de exhibición no se distinguieron por su cordialidad respecto a las películas de este peso. Terminado este comentario: el primer largometraje de Francisco Bendomir. Si algo merece ‘Una chica invisible’ a la hora de ser comentada es más secretismo, dada la combinación de recursos con las que Bendomir y sus colegas presentan en el transcurso de la duración del film. Varios de estos ya han sido especificados en otras redacciones, no lo señalamos como un pecado mortal, ni tampoco nos repetiremos para la ocasión. Daremos por aludidas las apreciaciones de Fer Casals, la película no se corre de sus personajes solitarios, ni de sus falsos vínculos. Esto también viene acompañado de personajes y actuaciones que están a la altura de lo propuesto, y la dirección no se pierde como factor menor, todo lo opuesto; sabe lo que quiere captar, cuándo hacerlo y hasta se burla de sí mismo con comentarios editoriales. Para ilustrar, cada vez que las conversaciones entre protagonistas se vuelven incómodas, Bendomir aplica primeros planos frontales -al mejor estilo de Jonathan Demme en ‘El silencio de los inocentes’-, pero eventualmente una de sus protagonistas dirá que un “primer plano no da” ni para humillar a sus rivales. Su mayor triunfo, en la diégesis y el progreso narrativo, es el uso del fuera de campo, aquello que no vemos y necesariamente afecta en lo que sí. En más de una ocasión está aplicado en clave de suspenso disfrazado de sorpresa barata. O dicho de otra forma, nos presenta nuevos personajes, nuevos -otra vez- vínculos y nuevos -diremos- mundos como si no guardaran relación alguna con el relato representado. Lamentablemente, de esto deriva nuestra única reserva con esta ópera prima. Hay dos momentos en los que el mismo recurso se opaca de rebote, adelantándonos el devenir de la historia sin ponerlo en escena. La primera vez lo vemos en una discusión de pareja mientras la televisión de la habitación transmite un documental: el diálogo de la protagonista (Andrea Carballo) merece el aplauso de la tribuna ya que, aunque lacerante, funciona como un perfecto susurro poético, inmediatamente sobre explicitado por un subtexto poco elegante (la voz narradora de la tv); esto se repite en una reunión escolar, lo que vemos y escuchamos en la oficina de la directora del instituto ofrece un humor ganado, pero lo que escuchamos se vuelve reiterativo con lo anterior y el afuera obstaculiza a la progresión de planos de lo que resta por transcurrir. Quizás lo señalado arriba suene un poco rebuscado y hasta cifrado de más. Sobre lo segundo, ya dijimos que el film requiere de ciertas reservas para quienes no lo vieron. Citaremos un ejemplo reconocido y a la vez sencillo del cine. La gracia de una sentencia tan reiterada constantemente en la trilogía de ‘El Padrino’, como “no es nada personal, solo son negocios”, es que los personajes se la creen verbalmente, pero los espectadores pueden deducir por las acciones que la saga demuestra lo contrario. En las dos escenas mencionadas, el film en cuestión se toma en serio lo literal y la acción sin abrirle espacio a las bellas contradicciones que rodean a sus protagonistas, haciendo un uso desviado de su ya señalado mérito, el fuera de campo, un elemento fundamental para una obra que lidia con lo “invisible”. Afortunadamente, pese a que acabamos de insistir en nuestra discrepancia, esto no es lo que predomina en ‘Una chica invisible’. En una clave que todavía algunos sectores pseudo pulcros le achacan a las últimas películas de Shane Black, la juventud interviene en la vida adulta, aspectos tan naturalizados -como la paternidad y la obsesión hacia otra persona- son puestos en jaque y todos anhelan su propia forma de investigación privada y la fantasía de pasar desapercibidamente para darle sentido a sus miserables cotidianidades. Bendomir sobresale en cada aspecto visual y más todavía en lo que desconocemos circunstancialmente, eso que, ya dijimos, nos será presentado con una destreza superior y posiblemente se vuelva estilo si su filmografía florece. Esperamos que vuelva a los rodajes pronto.
STALKERS Cuando George Orwell publicó 1984, bajo un relato de ciencia ficción, logró profetizar el entorno donde vivimos. A diferencia del concepto “big brother”, donde lejos de sufrirlo, lo buscamos. Historias sobre lo que vemos, cocinamos, dónde estuvimos o estamos. Aceptando bases y condiciones que no leemos. Aplicaciones de delivery cuya descarga implica acceder a tu cámara y micrófono del celular. “Cuando algo es gratis en internet, es porque uno es el producto”. Sumamos datos personales e intrascendentes a una red que puede ser fácilmente vulnerable. Al igual que Orwell, Peter Weir en The Truman Show se adelantó a la existencia mediante la vista tácita de todos. Un público, seguidores, la vida como un espectáculo. Un concepto que aterrorizó a un niño de 10 años como Francisco Bendomir, y lo continuó acompañando en la realización de su ópera prima, Una chica invisible. Tras separarse de Andrea, Mauro necesita saber si hay un tercero en discordia. Consumido en celos e inseguridades, contrata a un hacker (Daniel), para acceder a su mail, redes sociales y, como si fuera poco, ubicar cámaras en la casa de Andrea. Conocido en el mundillo de internet como “stalkear”, una práctica realizada por todos al revisar un perfil, pero que trasciende el grado de acoso al invadir y afectar la vida de la persona. Aunque The Truman Show haya sido el punto de partida de Una chica invisible, la película dialoga con otras obras con una mirada stalker o voyeurista. La motivación de Mauro es similar a la de Daniel Hendler en El fondo del mar, asegurar si su pareja lo engaña y en un vano intento, recomponer su relación. Por su parte, Daniel sigue los pasos de Gene Hackman en La conversación. Cuyo rol de espía, escucha o hacker, trasciende el trabajo por encargo, interesándose por la víctima. Llegando a ignorar su vida, Daniel es padre de Juana, una joven que ante una madre ausente y un padre obsesionado, es criada por Youtube y sus retos virales. Una perspectiva tragicómica del uso nocivo de internet. Los personajes son afectados desde un rol activo o pasivo, y ambos personajes femeninos, sufren la viralidad. En el caso de Andrea, al filtrarse un video de un casting fallido, y en Juana, al subir un reto fallido donde se corta un dedo. Se convierten en tendencia, y lejos de pensar que la vida virtual y la vida real son asunto separado, las termina afectando. Andrea sospecha que alguien la observa y recurre al alcoholismo y a un grupo de autoayuda. En el caso de Juana, siendo suspendida en el colegio por su conducta al fomentar el reto del cuchillo entre sus compañeros, refugiándose en un manga que da título a la película. Bendomir explora sus miedos en una película donde las actuaciones pueden desentonar, al igual que algunos tramos de la historia, aunque logra retomar su interés hacia el final. Plasmando un mundo digital y real, alejado de aquel concepto de las películas de los 90’s y el nuevo milenio, de hackeo a bancos desde una cabina telefónica o despertar siendo controlados por supercomputadoras. Hoy en día, el conocimiento de acceder a un home banking, tutoriales para ahorcarse o hacer una torta, está al alcance de todos. Aceptando las bases y condiciones de la vida, sentirnos vulnerables y vivir con ese hecho o simplemente, desaparecer.
Este jueves llega a la plataforma Cine.Ar Estrenos la comedia negra Una chica invisible. La ópera prima de Francisco Bendomir nos invita a reflexionar sobre las relaciones en una época de hiperconectividad. La película narra la historia de Andrea, una actriz que busca en internet un tutorial sobre cómo suicidarse luego de que se viralizara en Youtube un video en el que vomita en el medio de un casting. Mientras, su ex novio, obsesionado con ella, contrata a un hacker para poder espiarla. Por otro lado, está Daniel, el hacker en cuestión, quien no puede dejar de observar cada paso que la joven da. La trama, además, pondrá foco en la hija del hacker (Lola Ahumada, una gran revelación), quien, como buena centennial, entiende más que nadie cómo funciona internet hoy en día y qué clases de vídeos son los que alcanzan el éxito. El guion se toma el tiempo necesario para introducirnos a cada uno de los personajes y desplegar sus respectivas historias. Como la película se desarrolla, principalmente, en espacios cerrados (cada personaje cuenta con su lugar personal, propio), la dirección de arte cumple un rol fundamental para remarcarnos no sólo la personalidad de cada uno de ellos, sino también la soledad en la que, a su manera, están sumergidos. Con un humor ácido predominante, Una chica invisible logra abordar temas complejos de una manera inteligente. La trama fluye de una manera natural. Incluso aquellas situaciones descabelladas y/o la presencia de personajes bizarros logran sentirse verosímiles dentro del relato. La forma en la que está narrada la historia consigue, constantemente, mantenernos en vilo sobre qué pasará, no sólo con la joven actriz que busca cómo suicidarse, sino con todos los demás personajes. Con un sentido del humor ácido, Una chica invisible logra abordar temas complejos de una manera inteligente. La película de Francisco Bendomir nos invita a reflexionar sobre el uso de internet, sus beneficios y sus contras.
Se estrena comercialmente en Cine.Ar el jueves 13 de agosto. La gran noticia que trae Una chica invisible es que se puede hacer una comedia de humor negro, con algo de fantástico y con mirada de género, sin que por eso ser aleccionador de manera aburrida. En el comienzo de la historia hay un novio que acaba de cortar y al que lo carcomen los celos. Mauro (Pablo Greco) decide contratar un hacker que le ponga cámaras a su ex y a partir de allí, Andrea (Andrea Carballo) sienta que algo en su casa, que hay una presencia o algo raro. Por su parte Daniel (Javier de Pietro), se obsesiona a su manera con Andrea y también se dedica a fisgonear en la vida de la aspirante a actriz. El hacker tiene además una hija que educa solo y que tiene los problemas habituales de los pre adolescentes en estos tiempos. El conjunto de personajes está bien pensado y la manera de hacerlos jugar para que la historia tenga suspenso y humor, es muy eficaz. La película encara distintos temas de estos días y a la vez cumple con el objetivo de entretener y de demostrar distintos efectos a la hora de contar en unos minutos a la manera de un manga, con narración en japonés y subtítulos. Así que hay que decir que tenemos un director nuevo al cual prestarle atención porque en esta primera película, muestra variedad de recursos y buena mirada para el cine de género. También habrá que seguir a Lola Ahumada, que hace de Juana, la adolescente que por momentos empuja la trama y que muestra una solvencia sorprendente que a veces no logran actores profesionales. UNA CHICA INVISIBLE Una chica invisible. Argentina, 2019. Dirección y guion: Francisco Bendomir. Fotografía: Mariano de Rosa. Intérpretes: Andrea Carballo, Javier de Pietro, Pablo Greco, Lola Ahumada. Duración: 80 minutos.
ESPEJOS INAGOTABLES Como si se tratara de un juego de espías e infiltrados a gran escala, los personajes de La chica invisible se intercambian la piel, mutan, modifican el punto de vista, se exponen, pierden el dominio sobre sí mismos pero sin dejar de corresponderse. Sumergidos en un mundo asfixiante que oscila entre lo virtual y lo cotidiano, se encuentran apremiados por el poder de un ‘me gusta’, por las multiplicaciones infinitas de los registros alojados en la web, por los vínculos, por las embestidas emocionales a través de los comentarios, por la vigilancia constante de cámaras y pantallas, por la soledad fuera del ciberespacio y la búsqueda de refugio en el hogar, entre objetos y recuerdos. Una superposición de cruces y giros que no sólo remarcan la fragilidad de los límites –cada vez más borrosos, naturalizados y reproducidos–, sino también cierta urgencia entre los navegantes de pertenecer, de acuerdo a sus actividades e ideologías, a las categorías de trending topic, famosos, haters, voyeuristas o stalkers. La irresistible promesa del paraíso. Para tejer y validar los reenvíos, el director articula el desarrollo narrativo y la mixtura de tonos con la reiteración de algunos recursos técnicos. Mauro y Daniel se obsesionan con Andrea y cada uno responde según sus recuerdos y manías, mientras que la mujer y Juana, una preadolescente de 11 años, está atrapadas en la red. La primera recae en el alcohol tras descubrir que el video de su peor audición se viraliza en Youtube; la segunda recurre a grabaciones y posteos para volverse visible para el padre. Estos lazos fortalecen la interconectividad y las insinuaciones a un mundo digital omnipresente a través del uso de planos pecho o medios, la alternancia con planos detalle –en su mayoría de manos sobre el teclado o mouse– y la mirada a cámara. Porque no sólo posibilitan interacciones dentro del relato, sino que proponen romper pantallas y dispositivos para invitar a los espectadores a ser parte. Cada frase o gesto dicho hacia la cámara incomoda al sujeto implícito del otro lado, sin nombre ni rostro definido pero inmerso en la misma invitación de pertenencia. Cada sucesión de planos lo impulsa a revolverse en la silla sintiendo que también forma parte de la trama porque espía a Andrea como Daniel y lee junto a Juana el manga del mismo título que la película y, de igual modo, se encuentra rehén y embelesado por el inabarcable universo tecnológico con sus propias inquietudes. Otro de los aspectos interesantes de la ópera prima de Francisco Bendomir tiene que ver con la potencia estética y de puesta en escena. Los espacios contienen tantos detalles y capas que describen a la perfección a los personajes sin necesidad de diálogos o explicaciones como los mini Hulks en la lámpara, los stickers de Mafalda que cubren toda la cocina, los imanes de pizza que sostienen una foto o el uso de la máscara de El juego del miedo con una vincha rosa y orejas de gatito. Las composiciones hipnotizan de tal manera que no pueden dejar de mirarse, como si convocaran a rastrear todos los resquicios y, a la vez, reconocieran esos lugares como viejos amigos. La disposición de los objetos en sintonía con la paleta de colores –incluso en la vestimenta y accesorios– sumado a las guirnaldas de luces crean la ilusión de una obra teatral, que se rearma constantemente frente a los ojos atentos del público o como el esperado reencuentro con un sitio al que se anhela regresar. Hacia el final, la promesa parece romperse. Ya no importan los rótulos ni la pertenencia ni las interpelaciones porque hay algo más profundo que todo aquello que parecía importante. El poder de lo infinito. Por Brenda Caletti @117Brenn
Francisco Bendomir imagino este argumento con algunos ingredientes personales y recuerdos de su infancia. Pero lo que realmente llama la atención de esta comedia muy bien lograda y con elementos de animación, es que tiene una mirada crítica sobre el tiempo que nos toca vivir, donde casi todo se comparte vía redes sociales y es más importante lo que sucede con cada hecho registrado que el hecho en sí. Un casting que termina mal, delirante, porque la protagonista tiene la mala costumbre de vomitar en momentos culmines de su vida, deriva en una atracción fatal en las redes. Por eso ella decide suicidarse, aprendiendo como hacer el nudo necesario para colgarse, por un tutorial de internet…. Un simple ejemplo de lo banal y lo trágico mezclado con voyerismo, odio e incomunicación entre padres e hijos, más la potencia de una adolescente que se lastima con un cuchillo adrede para tener más likes. Intensa y divertida, con un muy buen trabajo de arte y actores realmente entregados e intensos, en especial la pequeña Lola Ahumada y Andrea Carballo. Acompañan bien María Rosa Fugazot, Javier de Pietro y Pablo Greco. Inteligente y graciosa comedia que nos refleja.
Un hacker que no sabe cómo ser el padre de una centennial demasiado despierta, aprovecha la excusa de un trabajo para invadir la privacidad de una actriz que no puede controlar sus nervios, con la que lleva años obsesionado. Daniel (Javier Di Pietro) no parece demasiado entusiasmado cuando el recientemente exnovio de Andrea (Andrea Carballo) pretende contratarlo: quiere acceder a sus redes sociales para confirmar que la separación no fue culpa de él, sino de una infidelidad de ella. Acepta al descubrir la identidad de la espiada. Quiere meterse en su departamento y acceder a su computadora como le pide Mauro (Pablo Greco), pero también aprovecha para plantar varias cámaras con las que se dedica a espiar la rutina de Andrea. Una Chica Invisible salida de un manga La privacidad y la fama viral en tiempos de internet se mezclan en Una Chica Invisible con los conflictos de una paternidad no deseada y de parejas emocionalmente incapacitadas. Como es de esperarse, la voluntad de tanto abarcar dispara algunas buenas ideas dejando a medio armar la mayoría de lo que intenta. Una Chica Invisible muestra varios de los problemas clásicos de una ópera prima; es un proyecto apasionado que no quiere dejar nada afuera, pero probablemente le hubiera beneficiado dar un paso hacia atrás y observar el conjunto con un poco más de distancia para chequear si todos esos detalles estaban combinando tan bien como parecía de cerca. Hay algunos puntos valiosos en esta propuesta. Por más de que hace agua por el lado del guion más de una vez abusando de coincidencias o metiendo a la fuerza fragmentos de tramas que no van a crecer como merecerían, Una Chica Invisible destaca por una propuesta visual algo publicitaria que coquetea con el fantástico sin romper el verosímil, y por la actuación de la joven Lola Ahumada (Bruja, Resurrección). La hija -y en parte narradora de la historia- por momentos parece ser una adulta atrapada en un cuerpo pre adolescente sin que resulte inverosímil aunque sí un poco inquietante. En el sentido semi psicótico de coprotagonista de Kick-Ass. El odioso ex que se cree el novio ideal, la actriz físicamente incapaz de ser el centro de atención, o el padre soltero tan atascado en la adolescencia que depende de su hija para la subsistencia hogareña (o para cuestionar cómo se relaciona sentimentalmente), son todos potencialmente centros de una historia interesante. Pero hasta el filósofo linyera genera más curiosidad de la que va a ser satisfecha antes de que termine la película, porque Una Chica Invisible apenas los toca superficialmente y espera que nos importe lo que les suceda. Relaciones abusivas, invasión de la privacidad, la cultura de la fama inmediata y el deseo de huir de ella, los roles de cuidado invertidos en una paternidad fallida, son todos temas potencialmente muy interesantes e insinuados a lo largo de Una Chica Invisible que se quedan en el aire sin encarnarse en algo palpable. Todo bien iluminado y con cada personaje estrictamente rodeado por su color de la paleta, pero contando muy poco con eso, porque la sucesión de eventos se apila tan rápido que cuando parece que va a suceder algo, ya pasó a otra cosa.
Sola y borracha en la noche de su cumpleaños, Andrea (Andrea Carballo) intenta suicidarse después de enterarse de que un vergonzoso video de una audición suya se filtró en Internet. Paralelamente, un hacker (Javier De Pietro) contratado por su ex novio, la observa intranquilo mediante cámaras ocultas instaladas en su departamento, mientras su hija (Lola Ahumada) intenta ser una estrella de Youtube.
¿Todo por amor? La ópera prima de Francisco Bendomir presentada en el [21] BAFICI y ahora disponible en Cine.Ar Estrenos, Una chica invisible (2019), resulta una eficaz y original comedia negra que pone el foco en los diferentes niveles de exposición y hasta qué punto ésta puede ser controlada. Daniel (Javier De Pietro), es un experto informático devenido en hacker que instala -a pedido del ex novio de ella- cámaras secretas en el departamento de Andrea (Andrea Carballo). El conflicto se desata cuando él descubre que ella busca suicidarse luego de que se viralizó en YouTube el peor casting de su ascendente carrera actoral. Bendomir construye a partir de esta premisa una comedia tan elegante como ácida con tópicos que indagan en la privacidad, las relaciones, la fama y hasta donde se está dispuesto a llegar para conseguir lo que se quiere. Pero también reflexionando sobre la exposición –voluntaria e involuntaria- y como ésta carece de todo control. La historia de Una chica invisible parte de una situación dramática, con personajes que se cruzan para interferir en las decisiones de los otros, pero que Bendomir convierte de manera hábil en una tragicomedia con toques de ciencia ficción y momentos tan bizarros como actuales que ponen en conflicto lo público con lo privado, yuxtaponiendo realidad y fantasía, para entrelazar el mundo exterior con el virtual y así crear una historia ambigua en donde ambos universos confluyen y entran en estado de tensión para que actuen fuerzas de choque pero también de atracción.