Familia de corredores. Ya sea rememorando grandes obras como Grand Prix (1966) de John Frankenheimer o excelentes películas recientes como Rush (2013) de Ron Howard, los films sobre el mundo de las carreras automovilísticas generan la misma adrenalina que cualquier película deportiva e introducen el factor de la velocidad, una de esas invenciones del siglo XX que marcan la ideología de nuestra sociedad y expresan por lo tanto sus contradicciones y sus peligros, a la vez que dejan entrever pequeños resquicios de salvación. Al borde de perder su hogar, una adolescente de diecisiete años intenta ganar el campeonato de la formula GT de competición automovilística con la ayuda de su hermano drogadicto. El tercer largometraje del director Matteo Rovere -basado en la historia real de un mecánico- es un interesante, conmovedor y dinámico relato sobre el reencuentro de una familia en circunstancias apremiantes. Tras la muerte de su padre, que también era su entrenador como piloto, Giulia, una joven promesa del automovilismo, se reencuentra con su hermano mayor, Loris, una recordada gloria del deporte en Italia que ahora vive de changas en las afueras de Imola junto a su novia. Para impedir que su hermano menor sea puesto en custodia, Giulia debe aceptar que el susodicho se haga cargo de la familia y viva junto a ellos. Cuando Loris se entera de que su difunto padre ha hipotecado la casa para pagar la inscripción de Giulia al campeonato, él decide ayudarla y entrenarla para la competición. La adicción de Loris y su pareja dificultará la convivencia y complicará las posibilidades de la joven de ganar el campeonato. Todo se oscurecerá aún más cuando el acreedor de la deuda le proponga a Giulia correr una peligrosa carrera clandestina llamada Italian Race, en la que no pocos corredores pierden la vida. La droga como instrumento de evasión en una profesión de gran tensión y competitividad y la vida al borde de la muerte a altas velocidades se combinan con las angustias, las miserias y las alegrías de unos hermanos que se reencuentran tras diez largos años de separación. El opus de Rovere construye muy buenas escenas de carrera a la vez que consigue transmitir las emociones de una historia de conflictos -pero con mucha alegría- a través de las actuaciones de todo su elenco. Con gran sutileza en lo referido a la construcción de la narración y de los protagonistas, la película trabaja sobre el pasado de Loris, muy bien representado por Stefano Accorsi, que interpreta hasta la exageración al personaje como un drogadicto calamitoso que apenas si puede mantenerse en pie. Veloz como el Viento mezcla de manera formidable la historia familiar con el drama social en una propuesta con una gran banda de sonido en la que predominan las melodías ambientales del post rock. Rovere trabaja el relato con pasión y un gran sentido del humor y de la alegría en medio de la adversidad, dejando así un opus valiente y cálido sobre la vida y la necesidad de poner el cuerpo y aprender de los errores.
Los dramas de deportes siempre promueven los mismos valores: compañerismo, perseverancia, disciplina y trabajo en equipo. Todos los deportes que existen multiplicados por todas las posibles circunstancias en las que se practican, dan como resultado un lindo paquete de cine dramático que ya hace décadas que prospera. Un subgénero al que no se le dio mucho cariño en este tiempo es el de carreras, a pesar de que cerca de los 70’ vieron su cima. Gracias a franquicias como Rápido y Furioso (Fast and Furious, 2009), la idea del público sobre las carreras en el cine ha dado un giro de 180º, pero Veloce Come Il Vento los llevará hacia atrás, a conocer una faceta casi olvidada del género. Luego de la muerte de su padre, Giulia, una chica de 17 años, debe recibir en su casa a su hermano mayor, Loris, al que casi no conoce. Ella participa como piloto en el GT Italiano, y él era conocido y célebre en la escena del rally. Su vida cambió para mal con el uso de las drogas y ahora Giulia debe soportar su decadencia. Un día se enteran de que su padre le debía dinero a uno de sus sponsors, y que si ella no gana el GT tendrán que entregar su casa en forma de pago. Es allí cuando ambos deciden resolver sus diferencias y trabajar juntos para no perder el techo sobre sus cabezas. Todo el guión, la idea y la dirección estuvieron a cargo de Matteo Rovere, que se inspiró en la historia de Carlo Capone para el personaje de Loris. Su vida luego de retirarse del rally fue sumamente trágica y es este aspecto de él en el que se apoyaron para escribir Veloce Come Il Vento. Stefano Accorsi es quien interpreta a Loris De Martino y su carrera cuenta con 50 intervenciones en el cine y televisión italianos a los largo de 24 años. La actriz en el papel de Giulia De Martino es Matilda De Angelis, tiene sólo 20 años y una participación en Tutto può succedere, un programa de tv, entre el 2015 y 2016. Si bien las películas sobre carreras más conocidas son pocas, nunca defraudan. Tanto Días de Trueno (Days of Thunder, 1990) como Rush (2013) muestran distintas facetas de deportes parecidos y muchas similitudes entre sus estrellas. Hasta visitando el reino de la comedia se puede considerar Ricky Bobby (Talladega Nights, 2006) como una buena representación de la escena de los fans y celebridades de las carreras que muchos espectadores no conocen salvo por las noticias. Cada una de estas películas tomó algo del género y le dio otra cosa a cambio. Es así cómo se construye la imagen que el cine de carreras transmite, cada vez con más claridad. Es inspirador ver al cine europeo, estereotipado como cómico o snob, apostando también su ficha al juego del drama deportivo.
Si hay algo que no se elige en la vida, eso, eso es la familia. Los amigos son muchos y como figuritas, son intercambiables; en cambio padre, madre, hermanos o hermanos hay uno solo. Mateo Rovere nos trae tras su dirección un film de velocidad, hermandad familiar y autos por todos lados. Veloz como el viento tiene varias cosas positivas, a pesar de tener un final cantado. El guion, que es lo que más resalta junto a los actores, es de lo mejor de la película, junto al gran manejo de cámara cuando se trata de autos. Actores y Actrices: Matilda de Angelis: de los dos protagonistas del film, De Angelis es la más flojita, pero aún así tiene una performance notable pese a su notable juventud. Stefano Accorsi: este hombre lo es todo, se lleva todos mis aplausos, en la primera impresión parece un desastre pero cinco minutos después destruye cualquier primera impresión para ser LA estrella.
“Si tienes todo bajo control, significa que no estás yendo suficientemente rápido”. Giula de Martino es una jóven de 17 años que vive con Mario, su padre, y su hermano menor Nico. Su madre los dejó hace años y no han vuelto a saber de ella. Giula es piloto de carreras de autos y participa con un porsche junto a su padre en el campeonato Gran Turismo. El film arranca cuando Giula esta perdiendo una carrera mientras Mario muere ahí mismo en el autódromo. Luego de diez años de ausencia regresa Loris, hermano mayor de Giula, y aparece en el funeral del padre acompañado por su novia Annarella, con quien desea instalarse en la casa familiar. Giula no los quiere allí porque son un par de adictos a las drogas e incapaces de hacerse cargo de nada, pero deberá aceptarlos en la casa para no perderla ya que tanto ella como Nico son menores de edad y podrían terminar en manos de la justicia. Giula pretende continuar con el torneo automovilístico y ganarlo para poder saldar su deuda con Angelo Minotti, dueño de un Lamborghini que también compite por el campeonato, quien le había prestado dinero a su padre poniendo la casa como garantía. Ahora que Mario no está Giula solo cuenta con Tonino, ayudante mecánico y amigo de la familia. Loris también había sido piloto de carreras bajo el apodo de “bailarín”, sabe mucho de autos y acerca de lo que se necesita para poder ganar; cuando ve que su hermana está perdiendo carrera tras carrera y es objeto de las burlas de otros corredores debido a su excesiva prudencia al volante, decide ayudarla como lo hacía su padre. Aunque en primera instancia existe mucho conflicto y tensión entre ambos hermanos, será Giula quien hará un trato con Loris para que sea su entrenador y así tener alguna chance de ganar el ansiado trofeo, sabiendo que deberá mejorar mucho para poder lograrlo, ya que sino la única opción que le quedará es correr para Minotti en otra competencia más arriesgada, peligrosa y mortal, llamada “Italian Race”, ya que “para ganar hay que arriesgar”… pero hasta que punto? El film esta basado en hechos reales, en una historia que le llegó al director Matteo Rovere por parte de Antonio Dentini, apodado “Tonino”, sobre el piloto de rally italiano de la década del 80 Carlo Capone, quien también conducía un porsche, en este personaje se inspira Loris interprentado por Steffano Accorsi, quien brinda una intensa actuación en la película y se destaca al igual que Matilda de Angelis que interpreta a Giula de Martino. Matteo Rovere también escribió el guión junto a Filippo Granino y Francesca Manieri. Completan el elenco: Paolo Graziosi como Tonino, Lorenzo Gioielli como Minotti, y Roberta Mattei como Annarella. La velocidad, arriesgarse, seguir una meta y alcanzarla, el hogar y la familia, el flagelo de las drogas, son algunos de los temas que toca este relato, desde un lado muy humano. Un drama con buen ritmo, y muy bien filmado desde la parte visual que se luce sobretodo en las escenas de automovilismo. Se proyecta dentro del marco de la 3° Semana de Cine Italiano, y llegará a las salas comerciales a partir del jueves 9 de junio.
Carrera con obstáculos. Veloz como el viento (2016) es otra de las producciones italianas elegidas para formar parte de la Semana del Cine Italiano y toma como punto de partida el reencuentro de dos hermanos, Giulia y Loris, tras diez años de ausencia, motivado por la reciente muerte de su padre, en el trasfondo del mundillo automovilístico.
La competencia no alcanza Veloz como el viento muestra la historia de una familia unida y desunida por el automovilismo. Mario De Martino le da el lugar a su joven hija, Giulia (Matilda De Angelis), para que compita en las carreras de Gran Turismo arriesgando el patrimonio familiar al confiar en su talento para manejar autos. Sin embargo, a mediados de temporada, momento en el cual empieza la película, Mario sufre una descompensación y muere durante una carrera. Ahí es cuando aparece Loris (Stefano Accorsi), hermano perdido de la familia, quien tiene problemas de drogas. Él es un ex-piloto con una extraordinaria experiencia y trayectoria en preparación de motores. El film se focaliza en la relación entre Giulia y Loris, que al principio es turbulenta y por conveniencia mutua, pero con el desarrollo de las acciones, muestra como ellos se van acercando por el automovilismo y por el inesperado rol de maestro que toma Loris. Hay que destacar el papel de drogadicto y destartalado de Stefano Accorsi, sin ser demasiado border y sin buscar un cambio radical en la personalidad de su figura, se mantiene centrado y logra ser creíble. Sucede lo mismo con Matilda que es la otra figura dominante de la película que mantiene la postura de su personaje a pesar de los cambios. En la química entre ambos está parte de lo bello del film. El conflicto familiar se mantiene coherente en ese aspecto, no busca ser demasiado emotivo. Sin embargo, eso es también su debilidad. Al ser una película familiar con un conflicto difícil no se refuerza ese lado de la historia con real potencia, incluso el momento más dramático del film parece retratado con mucha simpleza. Esas escenas no se explotan con la emotividad que justificaba hacerlo. El fuerte del film está también puesto en las escenas automovilísticas y de competencia. Quizás narrativamente hacía falta un oponente más claro, pero la calidad técnica y de producción están muy bien logradas. Sobre todo teniendo en cuenta que la intención del director fue evitar efectos especiales que sean demasiado determinantes a la imagen del film. Basado en una historia real, el film es entretenido y genera empatía. A pesar de no explotar la emotividad, se trata de una historia honesta y verosímil, por lo tanto se esquiva el golpe bajo y eso le da una mejor impresión. Veloz como el viento puede entenderse como una película de deporte y competencia, pero más que eso, se trata de una historia familiar y como saber entender y comprender que los lazos son más fuertes cuando hay algo en común.
No es sólo otra película sobre autos Una joven campeona del automovilismo y una vieja gloria caída en desgracia, la adrenalina de las carreras a 300 km/h y una familia destrozada son los protagonistas de Veloz como el viento (Veloce come il vento, 2016), donde Matteo Rovere mezcla la acción con el sentimiento, sumergiendo al espectador en el mundo del automovilismo, con sus preparativos, sus entrenamientos y su pasión visceral y tratando temas como la supervivencia, el orgullo, el rescate y los imprescindibles vínculos de sangre. Pelo largo y sucio, rostro escarbado, mirada perdida y dientes amarillos. En estos paños inéditos de drogadicto abandonado se nos presenta Stefano Accorsi. Un Stefano Accorsi que uno no se espera, con pronunciado acento emiliano (el de sus orígenes) y con la pipa de crack en la mano, constituye el alma de una obra igualmente insólita en el panorama cinematográfico italiano de los últimos tiempos. Imola, cerca de Bolonia (Italia). Giulia De Martino (Matilda De Angelis), de 17 años de edad y 49 kilos de nervio y abnegación, lleva sobre sus hombros todo el peso de la familia o de lo que queda de ella. Su madre se ha marchado y, al morir el padre, tuvo que ocuparse de su hermano pequeño (Giulio Pugnaghi), que no se ríe nunca, así como de la oficina de la familia, que desde varias generaciones se encarga de forjar campeones de rally. Asfixiada por las deudas, Giulia, una joven promesa del automovilismo ella misma, además, debe ganar a toda costa el campeonato de GT para salvar la casa en que vive. Para ello, tendrá que formar equipo, muy a su pesar, con su hermano Loris (Stefano Accorsi), antiguo piloto de confianza nula en estos momentos porque ha caído en la espiral de las drogas pero que, aún así, goza de un indiscutible talento y un olfato por los motores que podrían ayudar a la joven campeona a remontar el vuelo. Veloz como el viento se inspira en una historia real y reúne en la pantalla talento y degradación, competición y amor tóxico (el que une a Loris y Annarella, a quien da vida Roberta Mattei), precisión y realismo. Las escenas en pista, rodadas sin atrezzo ni efectos especiales, tienen poco que envidiar a las de las grandes producciones internacionales. Una vez más, el modo italiano de enfrentarse al género aparece impregnado de sentimientos y de humanidad, con una acción asentada en unos personajes borrosos y frágiles y sostenida por la desesperación. Lo nuevo de Matteo Rovere, producido por él mismo, es otra de las agradables sorpresas y muestras de una nueva ola de autores de lo más prometedor en el cine italiano, y con una interpretación de Stefano Accorsi que, sin duda, no será olvidada.
Hermanos sobre ruedas ¿Cuántas películas han tomado al automovilismo como punto de partida? Si contabilizamos las horas de todos los largometrajes, seguramente tendríamos una de las carreras más largas de la historia, ya que el género de acción que refleja el mundo de la competencia profesional ha brindado cientos de miles de ejemplos a lo largos de los años. Hace un tiempo “Rush” se impuso como el modelo más acabado de este tipo de cine, tomando un hecho de la vida real para transformarlo, según dicen las malas lenguas por un problema con el presupuesto que finalmente contaron, en una propuesta con los guiones más inteligentes de los últimos tiempos. Y si en el cine local tuvimos “El desafío”, con Pablo Rago a la cabeza de un equipo de TC, los italianos, padres en parte de toda la locura por las carreras, tenían que aggiornar a su uso el género. Así es como Matteo Rovere (“Gli Sforatti”, que levantó polémica en cada lugar donde se proyecto) se decidió a narrar en “Veloz como el viento” la historia de dos hermanos (hay un tercero, menor) que deberán, tras la muerte del padre, dueño de una escudería, trabajar en conjunto para poder recuperar la casa familiar. El hecho disparador de la acción, es que mientras Giulia (Matilda De Angelis) sueña con triunfar en las carreras para honrar a su padre, deberá convivir con Loris (Stefano Accorsi) un drogadicto y vago que querrá a como dé lugar tomar posesión en el lugar. Con el correr de los días ambos se darán cuenta que se necesitan y en el relato de esos encuentros y desencuentros, más la dinámica de la velocidad de las pistas (Rovere incorpora imágenes contundentes sobre las carreras) es que “Veloz como el viento” potencia su propuesta. La principal virtud de este filme es que permite acercarnos a una Italia alejada del glamour, y que además debe sostenerse en el medio de la crisis que azota por todos lados, hablando de la resistencia de los habilidosos por sobre los más potentados, aquellos que siempre con ingenio, tezón y mucha pasión terminan por ganar todas las carreras.
La película Veloz como el viento de Matteo Rovere gira sobre dos hermanos corredores de autos y los lazos familiares que a veces amenazan con quebrarse. Giulia tiene 17 años y de repente se encuentra ella sola a cargo de su hermano menor cuando su padre y mentor en su profesión, corredora de carreras, fallece. Esta partida trae de regreso a su hermano mayor, un hombre perdido entre las drogas que abandonó la casa hace mucho tiempo y hoy parece volver sólo para reclamar algo de lo que perteneció a su padre. Giulia tendrá 17 años pero es una mujer fuerte y madura y sólo acepta que su hermano Loris se quede con ellos para no tener que, a causa de su minoría de edad, separarse de su pequeño hermano. Veloz como el viento es así más que nada el retrato de una familia rota a la que quizás todavía se la pueda volver a componer. No obstante, el marco elegido para contar esta historia basada en un hecho real, es el de las carreras de auto. Giulia encuentra su única oportunidad de salvar la casa ganando una carrera para la que su padre no terminó de formarla, y de repente Loris, quien en su momento también supo dedicarse a eso, será quien en cierto modo reemplazará ese lugar vacío. Todo lo relatado hasta acá podría hacer creer que nos encontramos ante un drama más bien de estilo televisivo cuando en realidad el producto final es algo totalmente diferente. Por un lado, tanto la narración como la producción hacen de esta película algo que parece salido del mejor cine de Hollywood, especialmente las escenas rodadas sobre la pista de carrera. Por el otro, más allá de tratar tópicos que tocan la fibra sensible de cualquier ser humano (el tema de la familia no le puede ser ajeno nunca a nadie), se hace con mucho humor y corazón. Y quien pone su mayor cuota es sin duda Stefano Accorsi, uno de los actores italianos más prolíficos que tiene el cine actualmente. La película que dirige Matteo Rovere abarca así muchos temáticas, pero siempre de manera prolija y sin descuidar ninguna de ellas. Un film muy sólido de dos horas de duración que se pasan volando y que se siente tan italiana como universal al mismo tiempo. Veloz como el viento logra convertirse en un relato bien contado, entretenido y emocionante, que aunque por momentos apela a lugares comunes se destaca por hacerlo de un modo que se siente propio. Muy recomendable.
IDEAL PARA FIERREROS Ideal para un publico tuerca, que existe y es numeroso, que ama cualquier excusa argumental, con tal de meterse literalmente dentro de los autos, en este caso la competencia de Gran Turismo Italino, en Imola, con coches que van 300 kilòmetros por hora. Todo captado con pericia por microcámaras y cámaras al estilo del film “Rush” por el director Matteo Rovere. Desde ese punto de vista el film esta logrado y con creces. Lo demás, dicen que inspirado en una historia real, es lo que ocurre con una joven fanatica del automovilismo que pierde a su padre y se queda con deudas y un hermano pequeño, hasta que aparece un hermano mayor, adicto igual que su novia reclamando la herencia. Ahí se desayuna con que no queda nada y como es una especie de “ángel caído del automovilismo” ayudará a entrenar a su hermana. Cualquier excusa argumental termina arriba de un auto y en una carrera. Más no hay. No diga que no le avisamo
Para tuercas con más lágrimas que aceite. Si en lugar de italiano se hablara en inglés, y si los autódromos en los que se desarrolla el campeonato de autos turismo no se circunscribieran a la geografía del país con forma de bota, Veloz como el viento podría pasar tranquilamente por una película norteamericana. Mejor dicho, hollywoodense, que no es lo mismo. Preestrenada en la Argentina a comienzos de junio en el marco de la Semana del Cine Italiano, el opus tres del realizador y aquí también coguionista Matteo Rovere se sirve de todos y cada uno de los lugares comunes de las fábulas deportivas, secuencia de montaje de entrenamientos incluida, y de un acabado técnico impecable para tematizar cuestiones tan caras a la Meca de la industria como la autosuperación, la familia, la redención y el compañerismo. La diferencia es que Hollywood tiene bien engrasados los engranajes del motor de este tipo de relatos, y Veloz como el viento, no. En la información de prensa ofrecida por la distribuidora se anuncia que los componentes principales del film son “una joven campeona y una vieja gloria caída en desgracia, la adrenalina de las carreras a 300 kilómetros por hora y una familia destrozada”. Hay una buena porción de verdad en esa afirmación; lo que no es del todo cierto es que Rovere los disponga en una misma línea de largada ni mucho menos que les conceda una importancia similar. Porque Veloz como el viento arranca como para hacer de los fierros su centro absoluto, invitando a pensar que, a la manera de Rush, pasión y gloria, ellos serán los hilos conductores no sólo de la narración sino también del comportamiento de sus protagonistas. Pero la muerte del padre y jefe de equipo de la piloto Giulia De Martino (Matilda De Angelis) procedida por el llanto desconsolado de ella dentro del auto sin que nadie la anoticiara muestra que al film le importa menos el aceite que las lágrimas. No hay nada necesariamente malo en la búsqueda de movilizar las cuerdas emocionales del espectador. El problema aquí es la evidencia de esa búsqueda. El guión no escatima golpes de efecto ni mucho menos desgracias para su protagonista, quien, además de ser menor de edad y perder a su padre, no tiene recursos para mantener la casa ni a su hermano más chico. Y ni hablar de correr. La única posibilidad de salvar la situación es que se haga cargo el primogénito Loris (Stefano Accorsi), otrora as del volante y campeón devenido en un auténtico yonqui que al principio no quiere saber nada, pero al que el olor a nafta quemada todavía moviliza del tal forma como para que se convierta en tutor legal de sus hermanos y entrenador de la chica. Así, Veloz como el viento alternará entre el retrato de esa familia disfuncional y otro tuerca centrado en los avatares en las pistas. Pistas que empiezan a ocupar un rol progresivamente más secundario hasta prácticamente extinguirse. El efecto de ese cambio es un traqueteo similar al de pasar de nafta a gas, una muestra de que la épica deportiva y el dramón telenovelesco pueden estar a apenas un par de curvas de distancia.
A mil por hora A pesar de los lugares comunes, la película se sobrepone a su propia naturaleza. Historia de redención deportiva. Veloz como el viento es una película que se sobrepone a su propia naturaleza. Porque la historia reúne todos los lugares comunes del subgénero redención deportiva como para odiarla con ganas. A saber: la protagonista, una piloto de carreras adolescente, es una huérfana obligada a salir campeona para no perder la casa en la que convive con su hermanito de siete años. No tiene equipo técnico de apoyo y lleva todas las de perder ante rivales mucho mejor preparados, pero ¿quién, después de años de distanciamiento reaparece para entrenarla? El hermano mayor, una vieja gloria del automovilismo arruinada por las drogas. Es decir: está todo dispuesto como para padecer una hora y cuarenta de drama lacrimógeno con final emotivo y moraleja. Y algo de eso hay, pero con suficientes atenuantes como para perdonar el rancio espíritu hollywoodense que tiñe a esta producción italiana. Y quizá sea justamente ese, el origen, uno de los principales motivos: lo que en manos de Hollywood sería indigerible, con espíritu italiano cae simpático. Porque hay tanada a pleno -discusiones a los gritos, exageraciones, vaffanculo por aquí, vaffanculo por allá-, a cargo de tres protagonistas queribles. Sobre todo el hermano descarriado, basado en libremente en el piloto de rally Carlo Capone, que se destacó en los años ’80 tanto por sus logros deportivos como por su personalidad explosiva, y se retiró prematuramente por sus problemas contractuales con las escuderías y sus crecientes patologías psiquiátricas. Es una sólida interpretación de Stefano Accorsi (el de El último beso), que logra sobreponerse a los clichés de su personaje: el loquito peligroso y adorable, el maestro poco convencional. Lo acompañan bien la debutante Matilda de Angelis como la piloto de 17 años, y el pequeño Giulio Pugnaghi como el hermanito menor. A eso se le suman las carreras, filmadas -y editadas- con la pericia necesaria para hacernos sentir la adrenalina de la velocidad y para que dudemos de que ese final tan aparentemente cantado se produzca. Cualidades que hacen que toleremos escenas gastadísimas, como las del entrenamiento rústico a lo Rocky, y nos dejemos llevar a mil por hora en esos autos locos.
La carrera de la redención Hay dinámica y adrenalina en esta película italiana basada, en parte, en la historia del atormentado piloto turinés de rally Carlo Capone, que tuvo su época de oro en la década del 80 y luego entró en una zona nebulosa de su vida, marcada por la muerte de su hija, el divorcio de su esposa y una serie de problemas psiquiátricos que aún hoy persisten. Quien encarna al deportista exitoso que, como muchos otros de diferentes disciplinas, pasa casi sin escalas de la gloria al ocaso es Stefano Accorsi, una de las máximas estrellas del cine italiano actual, también galán consumado que estuvo en pareja con una famosa modelo, Laetitia Casta, y ahora está de novio con otra más joven, Bianca Vitali. Con un look alejado de la prolijidad más habitual en él, Accorsi (El último beso, La habitación del hijo) resuelve con eficacia un rol cantado para el cliché -el descarriado que busca redimirse a través de un acto de nobleza-, bien secundado por Matilda de Angelis, en el papel de su atractiva hermana, una corredora de apenas 17 años audaz y cargada de problemas familiares que, ante la súbita muerte de su padre, queda a cargo de un hermano menor y necesita evidentemente quien la guíe y la inspire. La película retrata bien el universo lleno de vitalidad y anarquía del automovilismo profesional (en este caso, el de la categoría GT), aprovecha bien la tecnología de última generación para filmar las escenas a toda velocidad sin depender de los efectos especiales y logra imprimirle un notable vértigo al relato a expensas de un cuidado trabajo de montaje. Cae también en unos cuantos lugares comunes, sobre todo cuando abandona las pistas y debe transitar por el farragoso terreno del drama familiar con moraleja.
Basada en una historia real. Se muestra una vez más las dificultades y el mundo del automovilismo pero en este caso se encuentra relaciona con distintas situaciones que vive una joven corredora no solo en las pistas de carrera de autos sino también en la vida. Esta joven luchara para ganar su primera carrera cuando se encuentra en juego, la crianza de su hermano menor, no perder su casa, su auto de carrera, obtener prestigio, y terminar o reconstruir la relación con su hermano mayor un drogadicto y alcohólico. Dentro de esta historia hay una frase para analizar “Si tienes todo bajo control significa que no estás yendo suficientemente rápido”. Puede resultar previsible pero es entretenida, tiene ritmo, emoción y adrenalina.
Libremente inspirada en la historia real del piloto Carlo Capone, esta película de Rovere aprovecha las nuevas tecnologías y pequeñas cámaras de alta fidelidad para captar la intensidad y velocidad de las carreras de la categoría GT (Gran Turismo) italiana de manera similar a la que lo hacía Ron Howard en RUSH. Aquí la trama está relacionada con Giulia, una joven y promisoria conductora cuyo padre, entrenador y dueño de una pequeña escudería, muere dejándola sola y con un hermano de edad escolar. Pero en el velorio aparece tras diez años de ausencia su hermano mayor, Loris, un ex piloto que tras un grave accidente se retiró, abandonó todo y hoy es un “tossico”: un adicto a las drogas. Las circunstancias obligarán a los hermanos a juntarse por la fuerza –Loris y su novia necesitan dinero y Giulia necesita un “adulto” legal en la casa para no perder la custodia su hermanito– pero los compromisos económicos los llevarán a tener que superar diferencias y unirse con el plan de ganar el campeonato. O, de no poder hacerlo, existe un peligroso Plan B que conviene no adelantar. Pese a su caótica personalidad, Loris aportará sus conocimientos y memoria de corredor a su hermana, quien necesita de ese toque de “locura” para convertirse en una triunfadora. Pero las cosas no serán fáciles. Un drama con constantes excusas para poner en marcha los motores y hacer andar a todo tipo de autos y motos a alta velocidad por las pistas o las calles, VELOZ COMO EL VIENTO es una película que disfrutarán especialmente los “tuercas” debido a la cantidad de detalles específicos sobre la difícil tarea de conducir un auto a altísimas velocidades, tarea que toma características entre ajedrecísticas (por la anticipación que requiere cada movimiento en una pista) y místicas, ya que los pilotos parecen llegar por momentos a un estado de éxtasis y comunión con sus vehículos que son únicos. Algo que la película logra convencernos que es posible…
Carrera con obstáculos Una de autos, pilotos y familias disfuncionales que se termina saliendo del camino. Veloz como el viento es una película italiana, pero tranquilamente podría provenir de Hollywood. Impecable en sus rubros técnicos y con un despliegue de producción imponente, el tercer largometraje de Matteo Rovere comienza como una clásica fábula deportiva de ascenso, caída y renacimiento, pero a mitad de camino olvida la potencia de las carreras automovilísticas para convertirse en un convencional drama sobre familias disfuncionales. El relato está protagonizado por una joven piloto (Matilda De Angelis) con futuro de campeona, peor cuya carrera se trunca debido a la muerte de su padre y jefe de equipo. La pérdida la obliga no sólo a dejar las pistas, sino también a hacerse cargo de la delicada situación familiar, incluyendo una economía enflaquecida y un hermano menor. La única solución posible es aprovechar la reaparición del hermano mayor (Stefano Accorsi), otrora as del volante y campeón devenido en un auténtico yonqui que al principio no quiere saber nada, pero que terminará aceptando como una forma de obtener dinero fácil y rápido. El film mostrará el regreso de la piloto a los primeros planos y la reconstrucción del vínculo con su hermano. Pero sobre el Ecuador del metraje, Rovere deja de lado las pistas para volcarse a una vertiente centrada en las peleas puertas adentro y el pase de facturas, cambiando así aceite por lágrimas fáciles.
Stefano Accorsi, famoso por su protagónico en la celebrada comedia romántica El último beso, vuelve a las pantallas argentinas en el rol de otro neura desaforado. Basada en hechos reales, la película presenta a Loris (Accorsi) como un ex campeón de automovilismo que el destino llevó al olvido y su descarrilamiento por el bajo fondo de las drogas y mujeres de la calle. Excomulgado de la familia, Loris regresa al morir su padre, otro gran piloto y entrenador; quiere una parte de la herencia, pero lo único que hay es una casa hipotecada, en donde vive su hermana menor, Giulia (Matilda de Angelis), con su hijo y un perro. Giulia es la protagonista moral de la película. También piloto, participa de un campeonato para conseguir dinero, y en un momento se anota en una carrera salvaje, del tipo vale todo, donde se juega la vida por retener la casa. Este punto límite acerca a los hermanos en busca de un bien común. Con buenas escenas automovilísticas y un Accorsi fiable, explosivo pero natural, poniendo a raya la sobreactuación, el film conserva un tono neutro, apenas envolvente, que resulta casi un test sobre cómo mostrar la desesperación italiana sin caer en el grotesco.
Carrera contra el destino Filme encuadrado en ese subgénero tan atractivo para determinado público como es el de los deportes. En este acaso atravesado por la también vieja historia de aprovechar las oportunidades de la vida en busca de una posible redención. Así planteado, el director hace un verdadero juego de espacios y tiempos narrativos, utilizando el montaje de manera alterna, entre un filme de acción, los momentos de las escenas de carreras, planos cortos, alta definición, mucha hormona alocada, para intercalarlo con momentos dramáticos, agridulces, de construcción de los personajes y sus relaciones, la familia, que son los que en definitiva sostendrán la historia a partir de un guión pensado desde el clasicismo puro. La pasión por los coches corre por la venas de Giulia De Martino (Matida de Angelis) desde pequeña, pues es miembro de una familia con una larga tradición en el mundo de las carreras de autos. Tras la muerte de su padre e instructor, ella quedará a cargo de su pequeño hermano, y es cuando reaparecerá en sus vidas Loris (Stefano Accorsi) su hermano mayor, a quien no ve desde hace más de una década, una rara variedad de ángel caído del automovilismo primero, y de la vida después. La ley, a veces injusta, obliga a Giulia a aceptar la convivencia con Loris, pues siendo menor de 18 años no puede estar a cargo de su hermano menor. Loris es de todo menos confiable, un hombre deteriorado por el abandono, primero su madre, luego tras la pelea nunca dicha durante la narración, siempre supuesta, de su padre, para finalizar en su propio abandono en las drogas. Ahora, puesto a pelear contra sus propios demonios, fuera del mundo, deterioro extremo, y obligado a entrenar a su hermana a ganar el Gran Premio de Italia para no perder la casa familiar que su padre la hipotecó y con ese dinero la inscribió a la joven. La historia de un reencuentro obligado entre estos dos hermanos que con mucha diferencia de edad nada sabe uno del otro, sólo lo narrado por su padre quien tomaba a su primogénito como su gran decepción y esto mismo transmitía, pero guardando un secreto. Si no logrará el objetivo hay otra oportunidad de resarcimiento económico, su acreedor intentará convencer a la joven de participar de una carrera clandestina conocida como “Italian race”, que es el titulo de ésta realización en su estreno en países de habla inglesa. El sólo hecho de participar le asegura el dinero necesario, pero el riesgo de matarse es más alto que el de finalizarla y ganarla, pues apenas se asoma casi como una utopía. Si bien estamos ante una producción de estructura narrativa tan clásica como su guión, lo que podría promover el orden de lo previsible, la justa yuxtaposición de los cortes del relato atrapan y hacen creíble todo el resto. Todos los rubros técnicos son de un nivel superlativo, hasta la utilización del ralentí en las carreras, o el detenimiento en los rostros y cuerpos de sus personajes en las escenas de corte dramático, tienen esa sutileza de casi pasar inadvertido por el discurrir de las imágenes y /o los diálogos, según sea el caso. Como broche de oro esa carrera del final, donde el director junta las dos estéticas utilizadas durante el resto del relato, acción y drama, conforman una secuencia que es poesía a pura adrenalina. Todo esto sostenido por las actuaciones, empezando por la joven Matilda de Angelis, siguiendo por Pablo Graziosi, en el papel de Tonino, el viejo mecánico y preparador de los autos de la familia toda, y terminando con el increíble trabajo de Stefano Accorsi, quien despliega un sinnúmero de recursos histriónicos increíbles, corporal deteriorado, rictus facial, mirada extraviada, la palabra ahogada, su deambular desequilibrado, sin embargo siempre querible, casi logrando una empatía “antiempatica”, si se me permite el neologismo, con el espectador. (*) Una realización de Richard C. Sarafian, de 1971.
La tercera película de Matteo Rovere empieza con una cita que puede ser leída literal o simbólicamente: “Si todo está bajo control, no vas lo suficientemente rápido”. Ningún misterio hermenéutico: no se trata de un aforismo zen, tampoco de una célebre sentencia filosófica, solamente sintetiza la experiencia de un piloto consagrado, Mario Andretti, que sirve de introducción para la vida de otro, apenas retratado en este filme: el prometedor y malogrado piloto de rally Carlo Capone. ¿Es entonces un biopic? El protagonista no se llama Capone, sino Loris De Martino, distancia suficiente para despegar al personaje del piloto. En el filme, es adicto y sobrevive en un tráiler en el que vive con su novia. Alguna vez fue una gloria automovilística, y un breve sueño sugiere la razón de su decadencia. Su hermana Giulia, mucho más joven y a la que no ve desde hace diez años, también es piloto. La muerte del padre los reúne y, debido a una hipoteca de la casa en la que viven Giulia y otro hermano más pequeño, ella debe ganar el campeonato de la temporada para solventar la deuda. Loris entrenará entonces a su hermana. Los datos iniciales pueden remitir a Rush, la extraordinaria película de Ron Howard sobre la relación entre James Hunt y Niki Lauda; Veloz como el viento comparte la pasión por las carreras y el cariño por sus personajes, pero es un remedo de aquella. Los lazos afectivos y las situaciones dramáticas no despegan nunca del estereotipo; se evita la caricatura pero nunca se arriba a lo singular de sus criaturas, incluso cuando el diligente Stefano Accorsi trata de hallar un balance sincero entre la atonía del adicto y la pasión del sepultado deportista que alguna vez fue. La velocidad es en verdad el protagonista detectable del filme. Los intentos de Rovere para filmar la relación del espacio con la aceleración de un automóvil no superan en general los registros viscerales de las transmisiones televisivas en la era digital. Sin embargo, la película cuenta con una persecución en las calles en la que Rovere va lo suficientemente rápido para simular descontrol y así dejar un par de secuencias propias de una posible promesa del cine de acción.
Vamos a necesitar un montaje! Veloz como el viento 2El drama del underdog, también llamada “cenicienta” dentro del ambiente deportivo, es una de las estructuras narrativas más recurrentes y efectivas en la historia del cine. Desde Rocky hasta la fecha, la fórmula del perdedor con un contexto adverso que la pega en las grandes ligas luego de un montaje de entrenamiento se ha repetido numerosas veces y casi siempre con un éxito rotundo en criticas y taquilla. Veloz como el viento, otro film italiano de los tantos que está recibiendo la cartelera argentina, es otro clásico ejemplo de que la receta del underdog no parece tener fecha de vencimiento. Giuilia De Martino (Francesca Manieri), una adolescente piloto de GT, recibe la noticia de la muerte de su padre/entrenador durante plena carrera – pasado trágico a lo Rocky – y de repente se encuentra con la responsabilidad de mantener a flote ecónomicamente a su familia – Rocky II, Rocky V, El Luchador, Talladega Nights, Dodgeball -. De su padre no solo ha heredado la pasión por el automovilismo y un Porsche customizado sino también importantes deudas contraídas para sustentar dicho vehículo. Por lo tanto, Giulia debe ganar el campeonato si no quiere perder su casa. A todo esto, la protagonista tiene un hermano mayor llamado Loris (Steffano Accorsi), ex piloto, casi homeless y con serios problemas con drogas duras – The Fighter, The Wrestler -. Para no perder la oportunidad de dormir bajo un techo, aportará a la causa siendo entrenador de su hermana con extraños y excéntricos métodos – Karate Kid, Rocky -. Si les suena familiar es porque es exactamente lo mismo de siempre pero en Italia y con autos. Rápidos y no tan furiosos: El film cuenta con dos grandes ventajas: en primer lugar hay una gran construcción de los personajes y en segundo lugar, las secuencias de las carreras están muy bien filmadas y editadas. Desde ya no es una película que quiera ser revolucionaria ni mucho menos pero es perfecta en su convencionalismo, es decir, cada aspecto está más que correctamente elaborado, Desde las satisfactorias y carismáticas actuaciones (aquí se destaca Steffano Acorsi) hasta un desarrollo argumental impecable. El director Matteo Rovere se las ingenia para balancear el ritmo del film con escenas apelan al núcleo emocional pero nunca descuidando la adrenalina y la tensión del desenlace final. Y si bien es en cierto punto esperable el resultado de cada competencia, la gran labor concretada en estas secuencias hace olvidar al espectador de la naturaleza predecible del género. No soy amante de los fierros, pero los que lo sean no van a tardar en deleitarse con las bellas maquinas con las que cuenta el diseño de producción: Ferrari, Porsche, Laborginhi, todos los grandes nombres están allí. Y cuando los autos lujosos no están aparecen, Rovere aprovecha la economía de recursos proveniente de fierros menos lujosos y destartalados, logrando así un aprecio sentimental por frías latas de aluminio con ruedas, como si fueran una extensión de los personajes. Conclusión: Veloz como el viento es un clásico film deportivo con una realización impecable y un aprecio especial por el automovilismo. Una gran propuesta que si quieren pasar un buen rato en el cine.
Tras la muerte de su padre Giula De Martino (Matilda De Angelis) hereda una importante tradición familiar como piloto en el circuito de GT italiano pero también una deuda que puede dejarla en la calle junto a su hermano menor. Giula tiene ahora nuevos motivos para correr y ante su crisis económica cualquier ayuda es bienvenida incluso la de su hermano drogadicto Loris (Stefano Accorsi). A pesar de sus diferencias ambos personajes se verán obligados a relacionarse para conseguir sus metas personales. VELOZ COMO EL VIENTO fue dirigida por Matteo Rovere, se estrenó en Italia en Abril y está semana se estrena en Argentina. La misma trata una historia básica contada con una estructura predecible que si bien resulta entretenida no profundiza y termina evitando riesgos contando otra victoria del bien sobre el mal. Desde el inicio se focaliza en contar la reunión forzada de tres hermanos como consecuencia de la muerte del padre y todos los elementos están colocados para funcionar a este fin. Es sólo gracias a sus personajes que las peripecias a las que se enfrentan resultan verosímiles pero también predecibles, tres hermanos muy opuestos entre sí por valores, ideales, género y edad se ven obligados a convivir y el entorno sólo colabora para que no tengan escapatoria a este mandato. Veloce come il vento (AKA Italian Race) está basada en los relatos verídicos del campeón europeo de Rally Carlo Capone. Esta personalidad se refleja en el personaje de Loris De Martino, un elemento presentado al inicio como secundario pero que cobra cada vez más protagonismo y lleva adelante la historia. Esto se debe a su personalidad explosiva y cómica y su forma libertina de ver al mundo que es interpretada magníficamente por Stefano Accorsi. Finalmente será su personaje el que nutra de acción al relato y el cambio interno que atraviesa será el que generador de la controversia ante su entorno. Matteo Rovere combina en esta película la típica estructura e historia Hollywoodense con su destacada intensión autoral en cuanto a las composiciones gráficas y auditivas, percepciones que tiene muy en claro a la hora de generar en el espectador no sólo emociones sino también sentimientos. Esto se aprecia perfectamente en las escenas automovilísticas, no sólo en las carreras sino también en las prácticas, donde todos los encuadres y movimientos de cámara resaltan la intensidad dramática en el momento preciso. Esto denota un gran logro desde el punto de vista estético, productivo y técnico, propios del mejor cine italiano.
Veloz como el viento: hermosa como Italia La película que dirige Mateo Rovere parece irse por el lado del drama de superación deportiva pero termina conquistando al espectador con el retrato de sus tres protagonistas. Las películas de carreras de autos, al igual que ocurre con ese deporte parecen tener definido un circuito por el que casi todas ellas hacen el mismo recorrido. En el caso de Veloz como el Viento, el director Mateo Rovere opta por comenzar a recorrer la misma pista pero se sale todo el tiempo de la misma, ya sea a boxes o a darse una vuelta por ahí, para luego retomar con gracia itálica una trama que atrapa desde los primeros cinco minutos. Giulia De Martino (Matilda De Angelis) es una corredora de Gran Turismo de 17 años que a tan sólo seis carreras de terminar un campeonato sufre la muerte de su padre y mánager. Este hecho desgraciado amenaza con terminar no sólo con su carrera deportiva sino también su vida como la conoce ya que si no obtiene el dinero necesario perderá su casa, hipotecada por su padre. Pero lo peor que le puede pasar a Giulia es la reaparición de su hermano Loris (Stefano Accorsi), un ex piloto expulsado del hogar a causa de sus problemas con las drogas y el alcohol, que regresa a la casa a reclamar su parte de la misma. Por desgracia para Julia, deberá aceptar esta convivencia a fin de que su otro hermano, el pequeño Nico (Giulio Pugnaghi), no sea derivado a un orfanato. Lo que no espera la joven es que ese descarriado sujeto, que vive en el exceso junto a su novia Annarella, se convierta en un inesperado aliado en su lucha por superarse. Veloz como el Viento no va a cambiar la historia del cine italiano, está claro eso, pero una vez superados los prejuicios por la películas de carreras se convierte en una historia para disfrutar gracias a las grandes actuaciones de Accorsi, De Angelis y Pugnaghi que se roban la película de principio a fin y la hacen mucho más llevable de lo que sería si hubiese sido filmada en Hollywood. Es destacable también que Rovere no se concentra sólo en el intenso drama familiar sino que también presta especial énfasis a las carreras, logrando varias escenas que no sólo retratan el ámbito deportivo sino también algunas persecuciones en las calles de Imola e incluso una "picada", todas ellas de impecable realización. Como si esto fuera poco, el director logra mantener la tensión durante toda la película en base a tomar los lugares comunes en los que suelen caer los realizadores y darles una vuelta de tuerca a cada paso.