La cuarta película de Juan Villegas es un amable retrato de una cantante en la que se divisa una relación con la música inconmensurable al espectáculo En un viejo tema musical de Luis Alberto Spinetta, incluido en su notable álbum A 18’ del sol, un tema comienza afirmando: “Toda la vida tiene música hoy; toda las cosas tienen música…”. Durante los 70 minutos que dura Victoria, el afable y encantador retrato que Juan Villegas hace de una cantante tan extraordinaria como el Flaco, aunque menos conocida, esa letra se amolda a la perfección frente a las acciones simples que orquestan la vida cotidiana de una artista. Viajar en tren, cocinar, llevar a un hijo a la escuela no son estrictamente elementos musicales, pero aquí todos los actos cotidianos funcionan como el contracampo necesario de la música que se escucha. Victoria Morán es una cantante popular. Principalmente interpreta tangos y aquí algún que otro tema folclórico. Morán vive en algún barrio del conurbano bonaerense. Su vida es una entre otras. Como artista, Morán editó de forma independiente un disco varios años atrás y en la película, entre tantas otras cosas que realiza, se la ve grabando una nueva placa. Musicalmente, su estilo vocal remite a Nelly Omar, y Victoria así lo reconoce, como si ella fuera, sin habérselo propuesto, la inesperada y natural heredera de una sonoridad interpretativa. Al respecto, en cierto momento la joven cantante contará al pasar una anécdota hermosa, lo que revela la poética del filme inscripta en el peculiar encanto de lo fugaz. En Victoria se reúnen escenas de la vida cotidiana, pero justamente en el intersticio de lo ordinario Villegas descubre un lugar específico para el arte que rara vez se le asigna: la música como una forma de habitar el mundo. Villegas tenía que vencer cierta forma engañosa de filmar la música, la experiencia que se establece con ese universo invisible que determina sigilosamente el campo de lo visual. La ostensible normalidad de la artista aquí elegida se lo exigía. La dificultad en cuestión consistía justamente en lograr alejarse de la imagen establecida del músico romántico, consumido por la obsesión y su excentricidad. Morán no es ni Beethoven, ni Kurt Cobain, ni Chet Baker. En otros términos, Villegas tenía que destituir la idea del espectáculo como estética y hallar un modo de registro en el que la música y la vida (cotidiana) estuvieran yuxtapuestas. Sucede que el concepto de espectáculo instituyó una idea errónea, o al menos restrictiva, del músico. Es por eso que nunca se la ve a Morán en un concierto. Verla dando clases, practicando con sus músicos, grabando un tema magnífico como Adiós felicidad, guitarreando con su padre en una reunión familiar, es suficiente para entender su arte. La música no resulta una diligencia y asunto de genios sino una forma discreta de vivir una vida. Tres o cuatro planos de Victoria viajando en un tren abren la película. Otros tres o cuatro planos abiertos sobre la casa de la cantante al amanecer, un plano del barrio y el cielo, la cierran. Entre esos dos puntos, solamente vemos la sensible interpretación de las partituras cotidianas que ejecuta una artista excepcional. Música y vida se confunden, y el cine también desdibuja en esta ocasión la distancia entre la vida que fulgura en la pantalla y la que es independiente del registro de una cámara.
Victoria se toma el tren. La vemos viajar parada. De no ser porque está en foco, pasaría por completo inadvertida en la multitud. Luego se sube a un colectivo y la observamos viajar ahí también. Vemos que toca el timbre y se baja. Todo lo común y normal que una persona puede ser. Llega a una casa y se anuncia. Espera. Entra y no es una casa: es una sala de ensayos. Saluda a un par de personas y se sienta en una silla. Fuera de campo se escuchan instrumentos afinándose. Y por fin canta. Por fin Victoria hace eso que la diferencia del resto. Porque viajar en colectivo o en tren lo hacemos todos. Ahora, cantar así no. Sólo ella. Así comienza Victoria, lo nuevo de Juan Villegas (Ocio, 2010; Los Suicidas, 2005; Sábado, 2001). Un documental que se propone mostrarnos la vida de esta maravillosa cantante de tango, Victoria Morán. Y la muestra en todas las facetas posibles: vocalista, profesora, madre, ama de casa. Todo lo que Victoria interpreta se vuelve hermoso. Todo lo común que puede tener una cena con amigos se transforma en el más precioso recital a capela jamás dado. Una reunión con su padre (eximio guitarrista de tango) se transforma en un compendio de clásicos de la música popular argentina. Victoria canta como cantaban el tango antes. Una voz prístina pero con un matiz de ronquera mínimo que le da un toque de roña y hace todo más lindo. Más verdadero. El arte más puro puede estar en un patio de verano, con vino y “pelopincho”. El dúo conformado por Victoria y su padre es único, mucho mejor que las sesiones de estudio. Constantemente el documental insiste en contraponer lo mundano (una conversación telefónica con alguien acerca de problemas con los plomeros o las compras en el supermercado) con el inmenso caudal artístico que Victoria tiene en su interior. Es ahí (y sólo ahí) donde la película, la historia, se diluye un poco. Victoria es un documental netamente contemplativo, en donde el director sólo quiso mostrar al personaje en diferentes situaciones, sin voz en off (lo cual se agradece) ni ningún otro recurso al que el género suele recurrir. Esas salidas a buscar a su hija al colegio o el recorrido hasta el supermercado hacen que se pierda un poco el eje pero, aun así, no deja de reforzar la idea -constante durante todo el metraje- de la dualidad. De cómo una persona común, que a simple vista no se destaca del resto, puede tener el enorme talento de hacer emocionar al otro con su voz.
Un documental sobre un sujeto interesante y conmovedor pero que sufre de carencias narrativas. El trabajo de personaje es algo fundamental en cualquier empresa narrativa, sea de documental o largometraje, pero aún cuando sabemos que tenemos un personaje de carne y hueso, y somos completamente conscientes de que lo hace vibrar, moverse y motivarse, la historia es indispensable para ver y poder admirar al personaje. Victoria es un documental con un sujeto conmovedor por la pasión que nace de su ser, pero su fluidez narrativa no hace más que contribuir a una simple comprensión. La voz cantante Victoria, cuenta la historia del personaje titular, una mujer de 37 años que quiere prosperar como cantante, y sobrelleva los múltiples obstáculos de lo que implica la publicación musical, al mismo tiempo que su día a día con su familia y su actividad como profesora de canto. Victoria, el sujeto del documental, es una mujer con muchísima pasión, que lo da todo, absolutamente todo, esté cerca o no del micrófono. Es una mujer con una voz potente, que de verdad ama la música, y ese amor, esa capacidad creativa única de crear letras y melodías de la nada, esa determinación para superar los obstáculos, es lo que la hace identificable con el espectador. No obstante, Victoria, la película, tiene un enorme problema. Su obsesión por mostrar la realidad sin cortes, su falta de ritmo y la falta de una estructura narrativa clara, hace que toda esa pasión se entienda pero no se haga sentir. Conclusión A pesar del evidente talento vocal y lo admirable de sus esfuerzos de su sujeto, Victoria es un documental que pierde muchos puntos por su tedioso ritmo narrativo. Una pena, porque tenían un personaje y un tema, que canalizado apropiadamente, tenia tela para cortar… pero eso ya depende del ojo de quien mira.
EL BAFICI EN EL BAFICI 2015 (05): VICTORIA vlcsnap-2015-04-20-16h51m05s153 Victoria Por Marcela Gamberini Victoria espera el colectivo, se sube, viaja, se traslada. Su cotidianeidad es la de cualquiera de nosotros, la gran diferencia de esta mujer es su voz y detrás de su voz o mejor dicho, construyendo su voz, una particular historia de vida y el presente de una clase media común. Villegas apuesta a una estética cercana, íntima, cotidiana. Su retrato de Victoria se juega en los encuadres de cada plano: Victoria cantando de espaldas, corrida del cuadro, le cuesta ser el centro, le cuesta ser protagonista; Victoria escuchándose, tímida y expectante; Victoria cocinando mientras dice “nunca pude seguir una receta” cuando habla de su abuela, su gran tradición familiar; Victoria cantando con ese padre un tanto lejano, mediado por el marido, que escucha y sigue el ritmo de las canciones con el pie. Victoria es Nelly Omar en la emoción que destila cuando escuchamos el relato de su encuentro, Victoria es Omara Portuondo cuando canta “Adiós Felicidad”; pero a la vez Victoria es única. Una mujer que canta y que recién ahora se anima a consignar “cantante” cuando le piden su profesión en algún formulario. Victoria es esa mujer que busca a su hija cuando sale de la escuela, es ella cuando canta para los ancianos, es ella cuando habla de los problemas a la hora de hacer su difusión más masiva; pero también es ella cuando canta con su padre, cuando habla de su problema físico y dice que el canto fue su salvación. Victoria, Juan Villegas, Argentina, 2015 Las características de la voz de Victoria son el patrón formal sobre el que se filma la película. El sentido musical, el ritmo cadencioso, la calidez de los colores anaranjados, la emoción que se desparrama, como su voz, sobre la película son efectos del montaje armonioso de la película. Las canciones remiten y cuentan la vida normal y cotidiana de Victoria donde, pareciera, no haber contradicción entre el trabajo y el arte porque, después de algún tiempo, ella reconoce que es lo mismo. Villegas propone la lectura de los signos en el rostro y en la voz de Victoria, los signos que construyen su ficción, su vida, su relato. Si hubiera que clasificar la película, se podría decir que es un documental, pero un documental complejo de una mujer que construye su propio relato a medida que avanza la película, sumando anécdotas, experiencias y canciones. En Victoria hay un trazo fuertemente estético en la forma de sus encuadres, en la luz que entra despacio por la ventana entreabierta, en ese triple- cuádruple encuadre que se produce mientras Victoria está en la sala de grabación; el vidrio, la ventana, el hombre y detrás ella, que le cuesta ser protagonista no sólo de la película sino de su profesión, reconocerse como artista no es fácil. Y esa estética es una política de las formas que el director, con una mirada entre extraña y cercana nos deja acercarnos a una de las verdades del mundo, ésa donde confluyen el arte y la vida. *** juan-villegas Juan Villegas Pequeña entrevista a Juan Villegas sobre Victoria Marcela Gamberini: ¿Cómo surge Victoria la película y como te encontraste con Victoria la protagonista, esa maravillosa cantante que es fan de Nelly Omar, que es la gran presencia/ausencia de la película? Juan Villegas: El nacimiento de la idea de la película coincide con mi encuentro con Victoria. Y eso fue hace muchos años. La escuché por primera vez en la radio y quedé maravillado por su voz, que obviamente me evocó la voz de Nelly Omar. Después la fui a ver cantar en vivo y ese día ya me dije que tenía que hacer una película con ella. Tuvimos entonces un intercambio por mail, pero solo de admirador a artista. Y en el 2013 sentí que ya estaba listo para hacerla. Ahí nos encontramos y nos conocimos. Y enseguida ella aceptó mi ofrecimiento de hacer la película. Fue un rodaje rápido, en relación a lo habitual para los documentales de observación. Yo creo que eso se debió a que yo venía madurando la película desde hace tiempo. Y que hubo una comunión muy efectiva entre director y personaje. Hasta tal punto que yo digo que además de un retrato de Victoria Morán yo siento que la película es un autorretrato. MG: No hay casi desplazamiento físico de Victoria, salvo en la escena inicial y las veces que busca a su hija al colegio. La escena inicial sirve para ubicar a Victoria en una clase determinada, nos sirve para saber de dónde viene y ubicarla en lo cotidiano. ¿Es Victoria también el relato de una clase? ¿O Tal vez de una clase media que siente cierta tensión entre el arte y la vida cotidiana? ¿Es ese el desplazamiento que te interesó filmar? JV: Sí, para mí era muy importante el retrato de la clase media, de las tensiones de la clase media. En la película se habla muchas veces de plata. Y en muchas secuencias el tema del dinero está implícito. Por ejemplo, la vemos que está grabando un disco, pero es evidente que se trata de una producción discográficaartesanal y autogestionada. En ese sentido, la siento casi como una película política (veremos si tu compañero Prividera coincide). vlcsnap-2015-04-20-16h51m16s13 Victoria MG: Tal vez haya en Victoria algo de la serie de los retratos de Rafael Fillipelli, que no son biografías sino “retratos” de personalidades destacadas en música, en literatura. ¿Te parece esta una filiación probable? ¿Hubo otras? JV: Sí, es una filiación posible. Por ejemplo, a mí me gusta mucho el Retrato de Juan José Saer, de Rafael. Me parece una gran película. La diferencia más importante es que Saer ya es, en el momento en que Rafael lo retrata, un artista de renombre mundial. Y no es el caso de Victoria, lo que le da otra particularidad a mi mirada. Modestamente, yo creo que hay algo original en el hecho de retratar a un artista notable pero que no ha trascendido públicamente como uno cree que merece. Por eso me cuesta encontrar muchas filiaciones. No se trata del retrato de un artista de culto ni la mirada sobre una actividad artística amateur. Es otra cosa. Victoria es una profesional de la música, respetada y admirada por muchos de sus colegas y también por un público fiel, aunque selecto, que la sigue. Tampoco creo que se trate de una situación tan extraordinaria, pero sí es evidente que el cine no ha dado cuenta de ella. MG: ¿Filmaste con guion? Por momentos, parece una película construida a partir de situaciones que se fueron generando durante la filmación. ¿Es así o es un efecto de sentido? JV: Existía un guion, básicamente porque necesité escribirlo para acceder al apoyo del INCAA, pero una vez que lo obtuve no volví a leerlo. Y no filmamos con ese guion como referencia. Sin embargo, curiosamente, la película terminada, en su espíritu y en su forma, es bastante fiel a lo planteado en el guion. El procedimiento para el rodaje fue empezar filmando los ensayos y la grabación del disco. Una vez establecida la confianza entre ella y el equipo de filmación, pasamos a filmar los eventos más íntimos y familiares. Luego, muchas de las ideas de escenas o situaciones a filmar surgieron del montaje. Fui editando escenas y ahí me daba cuenta que otros elementos pedía la estructura. Todo el tiempo fue una búsqueda de equilibrio entre lo cotidiano (lo íntimo y familiar) y lo profesional (la grabación del disco). Y la música está siempre, en los dos ámbitos, cruzando todo. MG: Es interesante que nos cuentes cómo financiaste tu película y si esa manera de financiación incidió en los materiales con los que trabajaste o en la propuesta. JV: La mayor parte de la financiación vino del subsidio del INCAA para documentales digitales. Se trató de un monto pequeño, en comparación con los otros tipos de subsidio del INCAA, pero que tiene la ventaja de ser más flexible en cuanto a los requisitos para su obtención y más fluido el acceso a la plata. También hubo apoyo de la FUC, a través de parte del equipamiento para rodaje. Trabajé con medios reducidos pero con mucha comodidad. Era necesario, para ser fiel a la propuesta y a los temas que plantea la película, que el esquema de producción fuera de alguna manera análogo a la forma en que Victoria desarrolla su actividad artística. Marcela Gamberini / Copyleft 2015
Letra y música propia Victoria fue exhibida en el BAFICI 17 (2015) y pertenece a ese grupo de documentales donde lo cotidiano se hace carne desde el primer minuto sin grandilocuencia y con un enorme respeto por la retratada, una cantante independiente de tango que hace de ese arte parte esencial de su vida. Se estrena en el BAMA El crítico y director Juan Villegas cruza a la frontera del documental con este sugestivo seguimiento de Victoria Morán, una artista absolutamente independiente, con una voz impresionante, que hace recordar a la cantante de tango Nely Omar, aunque con particularidades de la propia Victoria que en la pantalla relucen desde el registro de su intimidad hasta la distancia empleada para el deleite de su voz. Pero Victoria también muestra las dificultades de una cantante independiente para vivir de la música mientras debe cumplir roles como madre, ama de casa, profesora, pero nunca dejando de lado su pasión por cantar y su constante búsqueda de un estilo propio.
La voz del esfuerzo En Victoria (2015), Juan Villegas (Sábado, Ocio) incursiona por primera vez en el documental contemplativo, y toma como punto de observación a una de las más ascendentes cantantes del panorama actual del tango argentino: Victoria Morán. Para poder armar el fresco, Juan Villegas se detendrá no tanto en la actividad profesional de la cantante (aunque dedica parte del film a escenas en el estudio de grabación), sino que enfatiza en el detalle de sus tareas diarias para poder completar una idea de lo que ella siente como profesional de la música. En el acompañar a su hija a la escuela, hacer las compras, prepararse para darle una sorpresa a un familiar en un geriátrico, y en muchas otras actividades, Victoria Morán vive para su familia aunque desea poder vivir de la música. Tarea nada fácil considerando la falta de oportunidades, y pese a que -si bien la prensa la apoya- el público nunca le responde de la manera esperada en cuanto a convocatoria y participación en sus espectáculos. La protagonista habla de su particular voz (cercana a la de las grandes trovadoras de antaño), de cuando superó la anquilosis de mandíbula para continuar con su vida. Villegas desanda los pasos de la cantante, la observa, por momentos desde atrás, por momentos mostrándola como mujer fuerte y decidida a conseguir lo que desea, destacando con humildad y simpleza su eterno esfuerzo, su trabajo dentro de un panorama musical particular del tango. El director la acompaña con su cámara como lazarillo a los muchos lugares donde Victoria presenta su segundo disco auto gestionando económicamente. El film es una oportunidad de conocer a una artista completa, que hace casi 20 años viene dando lucha, que además es formadora de nuevos talentos y que, a pesar de no saber cómo continuar para publicitarse, sigue intentando imponer su arte.
La maravillosa esencia de un artista Victoria Morán no es la típica cantante joven y agraciada con glamour y encanto, pero posee, sí, una de las mejores voces de la Argentina, capaz de fascinar con cada una de sus interpretaciones: desde un blues hasta un tema folklórico, pasando por su gran especialidad, el tango. Juan Villegas, director de films de ficción como Sábado, Los suicidas y Ocio, debuta en el documental con un registro sencillo, desprovisto de artilugios innecesarios, pero de una belleza y una sobria elegancia poco habituales en el registro de un(a) artista. Con una cámara que jamás se entromete, con una puesta que nunca manipula, el realizador observa a prudente distancia, pero sin perderse nada de lo esencial tanto de la intimidad y la vida cotidiana de Morán (cuando viaja en tren desde el conurbano, cuando cocina, cuando llama ella misma para conseguir fechas para sus shows) como cuando participa en distintas sesiones de grabación o se junta con sus familiares para tocar y cantar. No hay testimonios a cámara, voz en off ni artificios que nos "expliquen" cómo es y cómo trabaja Morán. La información básica llega bastante avanzada la película durante una entrevista periodística en la que ella contará algunos aspectos de su carrera y, sobre todo, de su admiración eterna por Nelly Omar, su mentora, su profeta, su guía, su faro. Particularmente divertidas son las escenas en las que vemos a Morán dando clases (con mucha paciencia) a los alumnos que van a su casa en una zona bastante humilde como la de Berazategui. Película pudorosa, respetuosa y sin excesos demagógicos, Victoria encuentra el punto exacto para transmitir la esencia (la forma de vida y de entender el arte) de una cantante excepcional que, ojalá, consiga a partir de este documental una masividad que no tiene, pero evidentemente merece.
Un espejo delante y detrás de cámara Nadie se imagina detrás de este film sencillo, pequeño y pausado, el sobredimensionamiento de una realización siquiera media: Victoria es de esos documentales donde la identificación entre película y personaje se extiende al modo de producción. La mujer, dueña del aspecto más común del mundo y armada de una carpetita, toma el tren, después un colectivo y finalmente llega a un estudio de grabación instalado en una casa, en un barrio de extramuros, tan típico como ése en el que ella vive. En el estudio escucha la sesión previa, en la que su voz luce una despojada sencillez, intensidad medida, una austeridad renuente a todo exceso melodramático. La cámara la filma como ella es o se muestra. Identificación entre película y personaje que, puede suponerse, se extiende también al modo de producción. Nadie se imagina, detrás de este film sencillo, pequeño y pausado, los apuros, histerias y sobreequipamiento de una producción siquiera media: Victoria es de esos documentales en los que si el director no hace todo, poco menos. Hasta es posible que para llegar al rodaje tome el mismo tren, el mismo colectivo que Victoria Morán, semidesconocida cantora nacional y una de las mejores del rubro, sin duda. Tan poco conocida masivamente, tan silenciosamente dedicada a lo suyo, como Juan Villegas, director de Sábado (2001) y Los suicidas (2005), codirector de Ocio (2010), que con éste consuma su primer documental.“Mi sueño es tener un restorán donde se canten tangos, terminar de cocinar y subir al escenario”, dice Victoria Morán, nacida en 1977 y revelada 19 años más tarde, cuando ganó el primer premio del primer concurso de tangos al que se presentó. Ama de casa, profesora de canto y cantante, en Victoria se la ve repartirse –siempre a un ritmo que no sabe de vértigos ni estridencias– entre las tres esferas de su vida. Victoria hace las compras, saluda al par de cuzquitos cuando llega a casa, se ocupa de la comida junto a la señora que la ayuda, va al estudio a grabar su segundo disco y entre una cosa y otra registra un par de letras en Sadaic, participa de alguna “jam” casera o concierta fechas para una próxima presentación.“Lo que estás diciendo es que ella se fue, que el día de mañana se encontrarán en el cielo”, indica a un alumno, en una de sus clases. “¿Tiene sentido decir eso gritando?” Pregunta que hubiera sido oportunísima en tiempos de Grandes valores del tango. Morán no interpreta “una que sepamos todos”. Como su mentora, Nelly Omar –a quien admiró desde que oyó por primera vez, a los catorce años– no canta aquello que vende sino lo que quiere cantar: los tangos “En el cielo” o “Tu pálida voz”, la canción “Adiós, felicidad”, algún valsecito criollo, un par de temas propios, el sublime “Manoblanca”. Canta sentido, sin espectacularidades de ocasión, echando mano del repertorio de los 30 y 40, al que le saca el jugo más allá de lo trajinado. El acompañamiento de Morán no es complicado: un piano, una guitarra española, y eso es todo. Documental de observación, Victoria la sigue en su actividad cotidiana, generalmente en planos medios, lo más sostenidos que sea posible. Ningún off, ninguna declaración a cámara, ninguna búsqueda de efecto.El enfoque observacional, seco y clásico, recuerda a las secuencias más documentalistas de Réimon, de Rodrigo Moreno. Ésas en que la cámara sigue a la protagonista, desde la vereda de enfrente, cuando va de su casa al trabajo. “Tenés que abrir más la boca cuando cantás”, cuenta Morán que le señaló Nelly Omar cuando la conoció, un año antes de morir. “No puedo, desde chica tengo un problema que me dificulta articular la mandíbula”, le explicó su discípula. “A veces una se cansa”, le confiesa a un colega que sabe lo que cuesta autoproducirse. Se la puede escuchar en YouTube, donde tiene página propia. Victoria no se estrena en ningún complejo, ningún shopping, sino en el Malba y el Centro Cultural San Martín. La produce el propio Villegas, con ex estudiantes de la FUC en los rubros técnicos. Cine en espejo, entre el delante y el detrás de cámara.
Un film entre la vida y el canto Victoria Morán, excelente cantante de raíces tangueras, es seguida por la cámara con pudor, exhibiendo sus aspectos profesionales pero también privados, de manera minuciosa y más que nada profundizando la mirada, observando los movimientos y valiéndose de las palabras de la protagonista. Documental de observación en donde las decisiones estéticas del director deciden que la imagen no se subraye con la voz en off y que los testimonios frente a cámara sean reemplazados por la autenticidad del personaje y de aquellos que lo rodean, Victoria se aleja de los lugares comunes del género y de las rutinas redundantes en films similares. Así, el trabajo de Juan Villegas, director de Sábado (2001) y Los suicidas (2005) y co-realizador de Ocio (2010), se adentra en la faceta pública pero también íntima de Victoria Morán, 37 años, heredera y admiradora de Nelly Omar, docente profesional en lo suyo y una voz a descubrir para un público adicto a la música ciudadana. Las imágenes fluyen sin pausas de lo artístico a lo personal, del comentario profesional a la honestidad que caracteriza al personaje. Victoria habla de su particular repertorio, se la ve escuchando a sus alumnos y dándoles los mejores consejos teñidos de una gran dosis de humor, oyendo las anécdotas de otros en esos instantes en que Villegas capta un mínimo gesto del personaje que permite más de una interpretación. Una decena de necesarias canciones son suficientes para describir las características de un repertorio y de un personaje único, más que nada, cuando Victoria entona un par de veces "Adiós, felicidad" a través de su expresiva voz, nunca aferrada a poses e histerias gritonas e innecesarias. En esos pasajes cantados, la película ingresa en el terreno más emotivo: cuando la protagonista es tomada de perfil, desde su nuca o a través de una toma lejana con el propósito de apreciar con detenimiento la calidez y transparencia de su voz, el documental de Villegas fusiona definitivamente lo público y lo privado. Allí, Victoria, la película, expone a una gran cantante y una mujer con una insobornable actitud frente a la vida.
Luego de varias ficciones de calidad, Juan Villegas (no deben perderse ni "Sábado" ni "Los suicidas", dicho sea de paso) decide incursionar en el documental, esta vez ya no como productor, sino cómo hombre detrás de las cámaras. Y elige como sujeto de observación a una artista en crecimiento, mimada de la crítica especializada, que aún no ha llegado a una popularidad que le permita un pasar más relajado, Victoria Morán. Como ella es una cantante de pura cepa, el ejercicio de seguirla en sus actividades, es más interesante de lo que parece. Claro, no esperen la vida de una diva. Ella es una mujer como cualquier otra, atravesada por sus inquietudes, deseos y responsabilidades diarias (domésticas, incluso), que desea trascender en el mundo de la música. Y su fan número 1 esta vez será Villegas. Juan hace un registro austero, medido y curioso del devenir de una figura que quizás, en un futuro cercano, sea más conocida para el gran público. Por el momento, sabemos que su voz es cautivadora, que brilla en los espacios que transita y que su sello es, su convicción como artista. Este es un documental donde todo se ofrece con naturalidad, pleno de cadencia, tangos y una voz que conmueve. Sí, Victoria es una artista con buen repertorio y lo sabemos. Aquí, estaremos junto a ella viendo su vínculo con su medio de una manera confortable y relajada. Todo lo que se ve aquí, define su realidad y nos ubica bastante en las posibilidades que conlleva intentar vivir de lo que uno ama. Villegas demuestra que transfiere esa sensibilidad que logra imprimir a sus films a una producción documental sin mayores inconvenientes. Utiliza mínimos recursos de personal, pero cuenta con Manuel Ferrari (quien hace un trabajo fundamental a la hora del montaje) y hace de su realización, un film muy disfrutable que hay que tener en cuenta.
El director de SABADO (además de productor y ex crítico de cine) vuelve a ponerse detrás de las cámaras en este documental que –un poco como sucede con la también estrenada en BAFICI, GUIDO MODELS— también se mete en el arriesgado universo del retrato de personajes un poco “fuera de norma” y también sale airoso, eligiendo una perspectiva similar: retratar desde el respeto y el cariño real por el personaje en cuestión. Victoria es una cantante de tangos y folclore excepcional que nunca ha logrado un gran éxito con su carrera profesional, más allá de haber sacado algunos discos y de presentarse en vivo durante años en varios bares y reductos musicales. El filme la sigue en su vida cotidiana –muchas veces cantando de entrecasa– y ocupándose de su carrera pero más que nada de los quehaceres normales de cualquier ama de casa que trabaja y tiene una familia. Por esas cuestiones del destino –o porque Victoria no da con la imagen apropiada, debido a un ligero defecto físico que no dificulta para nada sus condiciones como vocalista–, el éxito le ha pasado de largo, pero el filme sirve no solo para conocer su talento sino para analizar las luchas verdaderas de miles y miles de personas con condiciones y vocación para distintas carreras artísticas y que tienen muchas veces que relegarlas, dejarlas en segundo lugar o transformarlas en hobbies para vivir de otra cosa. Victoria, que enfrenta esas dificultades con entereza y no pierde jamás la alegría de cantar aunque solo sea para un grupo de amigos, es uno de los más grandes y generosos personajes del cine de este año. (Crítica publicada durante BAFICI 2015)
Si se pudiesen elegir dos planos fílmicos para aproximar a una idea de lo que es estéticamente este primer documental del argentino Juan Villegas, estos serían los dos en los que Victoria canta “Adios felicidad”: en el primero en un plano general la cantante está de espaldas, en el segundo, casi hacia el final también de espaldas, pero en un primer plano de su cabeza con cabello recogido y los auriculares. En ambos, hay un retaceo a la vez que una invitación, la preciosa canción de Francisco Céspedes popularizada por Omara Portuondo, tiene la melancolía de las canciones antiguas. La voz de Victoria Morán tambien. De todos los artistas que se empeñan en vivir de lo que hacen, el film de Villegas la elige a ella. No triunfa, no es siquiera conocida fuera del circuito de los bares o algunas peñas. Victoria, como esos artistas cuyo dilema es cómo ser artista en un mundo donde la canción o la obra de arte es mercancía, pero tambien ser madre, hija, mujer del barrio que hace sus compras o da clases de canto como forma de vida, o cantar en los geriátricos a la vez que realizar un disco por fuera del circuito discográfico. Para ella, la gran pregunta es que cómo acceder al publico, cómo hacer que vayan más de cuatro personas a escucharla. El retaceo de Villegas se traslada también a ese seguimiento de una cámara que prefiere encuadrar lo mínimo y necesario, trabajar con el fragmento, con objetos que se interponen y no nos dejan ver con precisión (el juego de magia de la hija), apelar al sentido del fuera de campo, someter sus tiempos a elipsis enmarcadas en los tiempos cotidianos: armar un postre, llevar a su hija a la escuela o poner música a una letra imposible. Victoria arma su vida como ese momento en la cocina: a ojo, sacando, aunque la receta imponga reglas, los ingredientes que no gustan. No hay conformismo ni malestar en ese modo de vida. Lo que parece importante, sí, en el centro de esa vida que es la de Victoria, es la descripción de algo de lo que quizás sea posible retener. Como en “Adios felicidad”. Villegas, proveniente de la crítica, realizador de Sábado, Los Suicidas y Ocio hace lo mismo: su observación no violenta, sino que describe con sutilezas, y aunque el tema parezca pequeño, lo pequeño se convierte en lo maravilloso.
“I wanted to explore her relationship with tango, an art from the past. I also wanted to draw a portrait of what being an independent artist means, which in her case implies not only self-management, but also choosing her own repertoire. And I also thought it was important to reflect upon the relations between the domestic and the professional, between money and art, between the public and the private,” says Juan Villegas (Sábado, Los suicidas, Ocio) about his new opus Victoria, a serene documentary on a poignant tango singer with an unforgettable voice. Victoria Morán is a 36-year-old tango singer (also a caring mother and a housekeeper) who’s chosen to put distance between her career and the spotlights of the media for over two decades now. As she says, she’s always been more of a bohemian in love with singing itself. Nonetheless, she’s released several albums and critics regard her as one of today’s most remarkable figures in popular music. Needless to say, she has a gorgeous voice that makes you tremble with mixed emotions from tip to toes. Yet now she needs and wants to have more exposure and more gigs — and for many reasons. She could certainly use the money, perhaps even a steady income, so that she can launch her albums with less difficulty. Or she could even fulfil one of her dreams: to open a tango bar. Under the precise eye of Juan Villegas, Victoria becomes an observational documentary that asks viewers to contemplate and listen carefully, not only to her unique singing but also to what she says about her longings, hardships, joys, and hopes for the future. Sometimes with an air of melancholy and a certain disguised sadness, other times with confidence and delight, Victoria allows her feelings to flow freely in her daily life. You see her as devoted singing teacher, or performing at a retirement home, or cooking meals in her homey kitchen, or just talking to her friends and neighbours. Since Victoria is not your usual documentary about a singer talking about her career, Victoria, the woman, soon becomes a nuanced persona — and Villegas surely knows how to elicit the best from her. With no explanatory voice over or journalistic questions and answers, little by little, you get to see Victoria in her daily life as is. On the minus side, the film deliberately lacks a strong dramatic drive, so to some viewers it may feel flat every now and then. Granted, there’s subtlety in the details apprehended, but don’t expect high and low points for there are few. Think of Victoria as a character study that goes for a low profile rather than big gestures.
La intimidad de una voz En lo que implica una ruptura en su trayectoria volcada a la ficción, Juan Villegas decide concentrarse en esta nueva producción en el formato documental, rescatando una figura fundamental para entender el tango contemporáneo, Victoria Morán. Lo hace con una lucidez formal que enfatiza en ilustrar al personaje que tiene entre manos con una calidez que recorre cada secuencia del film, incluso las más irregulares. ¿De dónde proviene esa calidez?, de la forma en que Villegas ilustra la cotidianeidad de Victoria sin tornarse derivativo en su retrato. Para ir desmenuzando por qué planteamos los aciertos de este documental, remitámonos en primera instancia al apartado visual: Villegas refuerza con el primer plano pero no abusa de ello, preferentemente estableciendo el general para definir a Morán desde el entorno, el paisaje cotidiano que la define. Las personas que acompañan a Victoria alcanzan para conocerla, en particular los momentos junto a su marido y su padre, aunque también su tarea como docente y como asistente en un centro geriátrico. Al definirla desde los otros, el director no sólo consigue la calidez que mencionábamos, sino que ilustra a la artista en su integridad desde detalles mínimos. Esta decisión se ve con mayor precisión en el estudio de grabación: el sonido fuera de cuadro, los silencios y los encuadres de su figura individualizada se oponen al improvisado recital junto a su padre, que integra a todas las voces en el cuadro con colores cálidos. Sin embargo, este rescate de lo cotidiano no siempre es un acierto. Una charla telefónica sobre plomería que se sostiene en un plano fijo resulta innecesaria o sobra el tiempo que se le dedica, en particular cuando ya nos hemos adentrado en el personaje. Por lo contrario, la charla con el periodista otorga la información que nos ayuda a descubrir a la persona de Morán desde los datos esenciales que la describen, complementándose al clima cotidiano de las secuencias donde vemos la riqueza de la artista más allá de la sequedad informativa. En definitiva, Victoria es un documental certero, con una puesta en escena que nos remite a conocer a Victoria Morán -en caso de que no hayamos oído nunca de ella- desde una perspectiva personal y subjetiva. Y en caso de que ya la conozcamos, a disfrutar de su voz desde un lugar más íntimo que la define como artista.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
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