En el oeste está el agite Una terca muchacha de 14 años (Hailee Steinfeld) está decidida a encontrar al asesino de su padre. Para ello contrata al marshall más experimentado pero menos recomendable por sus hábitos. Borracho, embustero y mal llevado, el "gallo" Cogburn (Jeff Bridges) acepta la propuesta de la joven Mattie y emprende la búsqueda. Claro que no contaba con que ella se sume a la pesquisa. En 1969 el ya veterano John Wayne protagonizó la versión original de este filme que hoy recrean los hermanos Coen. Aquella producción de Hal Wallis contaba la misma historia, pero en un tono más de comedia, familiar. Hoy los Coen consiguen dotar a la novela de Charles Portis de una profundidad que sólo su capacidad cinematográfica puede lograr. Los personajes están lejos de ser caricaturas y las situaciones en las que se encuentran son presentadas con una seriedad nada solemne, y no exenta del clásico humor negro que ya es marca en los directores de "Barton Fink". Entre los personajes, no sólo por su caracterización sino por el interés que despiertan, hay que destacar a la dupla Steinfeld-Bridges en los roles de la intrépida y tozuda niña que busca vengar a su padre y el marshall decadente, estragado por la bebida, envejecido y aún así capaz de hacer frente al peligro como un búfalo enfurecido. La dinámica de estos protagonistas, su relación y sus diálogos, hacen que todo lo demás se vuelva trasfondo. Un digno, elegante y bien logrado background que sostiene la acción durante casi dos horas que no se sienten. Esta nueva versión de "Temple de Acero" está llamada a ser un clásico dentro del género, y nos animamos a decir que por lejos supera a su predecesora. Un desenlace más bien tibio no llega a opacar la brillantez de este tour de force que devuelve a los Coen a sus días mejores.
Un poco de ruido El viejo Woody está de vuelta con su bagaje temático, en el que no falta la superchería, el desengaño, los anacronismos, el esnobismo y algún chiste sobre Ibsen. Sus personajes, manejados como títeres, son llevados otra vez a una situacion extrema y dejados al borde del abismo. Una mujer, ya mayor, decide acudir a una adivina para que le cuente sobre el futuro luego de ser abandonada por su esposo, quien decide revivir tiempos de juventud. La hija de ambos, por su parte, atraviesa una crisis matrimonial, en tanto su marido se enamora de una chica a la que solo conoce por verla desde la ventana. La historia coral y el tono remite a "Hannah y sus Hermanas" pero carece de su profundidad y su humor, que aquí escasea. Tiene el valor de ser más atemporal que las últimas producciones del genio de Manhattan, pero lejos está de la tragedia de "El Sueño de Cassandra" o la osadía de "Match Point" y "Vicky Cristina Barcelona". "Conocerás..." es un filme menor dentro la obra de Woody que nos recuerda a tantos otros a los que no llega a superar. El elenco es notable pero nadie en él llega a brillar como Gemma Jones y la formidable composición que hace de la despechada esposa que busca en lo paranormal un paliativo a su desdicha. Con todo, este filme de Woody Allen sirve como remanso ante tanto montaje videoclipero y espasmódico, se toma su tiempo para narrar el cuentito, con voz en off y todo, y nos sirve para reencontrarnos con uno de los grandes creadores del siglo pasado y presente. Para cumplir con el rito, acudir a la cita de cada año y esperar su próxima obra; porque con Woody siempre hay revancha.
La estafa social Paul/Philippe Miller (François Cluzet) se dedica a buscar obras en construcción, tomar nota de los teléfonos de administración, obtener datos, nombres y así hacerse pasar por alguien de la empresa constructora y acceder a herramientas que luego entrega a su reducidor (Gerard Depardieu) a cambio de unos francos. Lo que se dice un estafador de poca monta. Luego de tomar "prestado" el auto del reducidor, y algo de dinero extra, emprende un viaje y en el camino se topa con una construcción abandonada, una autopista para más datos. Decidido a sacar algún rédito de su hallazgo, Paul se hospeda en el hotel del pueblo haciéndose pasar por supervisor de la empresa que hace más un año había abandonado la obra. La novedad no tarda en ser conocida por los pobladores que sufren el desempleo y la incertidumbre desde que la obra se frenó. De inmediato, y casi sin darse cuenta, Paul está metido en algo que jamás imaginó, se convierte en la esperanza de cientos de personas y su estafa empieza a ir demasiado lejos, pierde los límites de su propia personalidad y su habilidad para el delito y la estafa acaban por ponerse al servicio de una comunidad. La película se basa en la historia real de Philippe Berre, un delincuente que en 1997 y con casi veinte condenas desde 1983 por falsificación, fraude y estafas varias convenció a la población de Saint-Marceau de que era el encargado de reflotar la construcción de la autopista A28. El director Xavier Giannoli encuentra en François Cluzet al actor preciso para plasmar la personalidad de un hombre solitario, hosco, marcado por el tiempo perdido en prisión y prisionero de su propia naturaleza. Giannoli tal vez abusa de su protagonista, cargándole el relato en sus espaldas aprovechando su talento, y descuida el ritmo al promediar el metraje. El filme pasa de ser un policial y acaba siendo una profunda historia de seres con mucho perdido y todo por ganar, a fuerza de solidaridad y esperanza, con el trabajo como motor aún cuando, sin saberlo, estén siendo estafados. Es la fábula del delincuente que busca cierta redención, a través de su mal arte pero con el bienestar de otros como objetivo. Es también, sin cargar las tintas, una crítica a las corporaciones que privilegian sus beneficios sin medir el impacto social de sus decisiones. En el elenco se destaca Emmanuelle Devoz como la alcalde del pueblo que ve a Miller como al salvador del lugar y consecuentemente acaba atraída por él. La cantante y actriz Soko se luce como la fiel Monika, mucama del hotel donde se hospeda Miller y posteriormente su asistente de confianza, de condición humilde y en pareja con el marginal Nicolas, bien interpretado por Vincent Rottiers. La voluminosa figura de Depardieu se deja ver en pocos pero vibrantes momentos, determinantes para el personaje de Cluzet. "La Mentira" remite a lo mejor de la tradición francesa en materia de cine, sin ser una obra maestra deja en el espectador la sensación de no haber perdido el tiempo, de haber disfrutado de grandes actuaciones y del trabajo de un director que supo, con sus matices, hacer bien su trabajo.
Lo innecesario Esta es la clase de películas que nos lleva a preguntarnos ¿Cuál es el límite del entretenimiento? Porque ciertamente no estamos ante un filme de denuncia, ni ante un manifiesto, ni siquiera es una aproximación antropológica a la condición humana. Es apenas una película vendida como de "terror", o para los "entendidos" con un subgénero conocido como "exploitation" que se regodea en mostrar durante veinte minutos como degradar y violar a una mujer con la excusa de que luego ella tendrá su revancha. Y ahí sí, dar rienda suelta a lo más básico del imaginario popular en materia de ajusticiamiento. Castraciones, sodomización con escopetas, desfiguraciones, etc. Todo mostrado de la forma más explícita posible sin caer en la categoría porno, al límite; con morbo, sadismo y sin el más mínimo atisbo de creatividad ni expresividad artística. Así como dentro de la pornografía se han puesto como límite no fomentar ni permitir nada que tenga que ver con menores, es hora de que el cine comercial se imponga ciertos límites y evite coquetear con el morbo de algunos subnormales que pueden llegar a disfrutar con escenas como las que muestra esta película, sin ningún cuidado, ni contención dramática. Porque el planteo argumental es tramposo. Una chica, sola, se hospeda en una cabaña para escribir una novela cuando un grupo de hombres la asaltan en la noche y la violan salvajemente. Lo que hacen los hombres en el filme es absolutamente viable, verosímil, lamentablemente sucede todo el tiempo, en todo el mundo. Lo que hace ella después para tomar venganza es poco creíble, entra en el terreno del absurdo, y allí es donde todo pierde sentido. Es donde toma forma el insulto al género, y se hace palpable la auténtica intención de los realizadores: hacer una peli para que se coma pochoclos mientras se ve como degradar a un ser humano de la forma más miserable.
Qué tren, qué tren Es este un film ideal para adjetivadores deseosos por aparecer en el aviso del diario con palabras como "electrizante", "adrenalínico", "vertiginoso" y otras por el estilo. Tony Scott filma a golpe de cámara y puro efecto de sonido para estremecer al espectador, provocarle sensaciones desde el montaje y no tanto desde las actuaciones, porque los actores en esta película cumplen con lo justo. En el inicio se cumple en avisar que la trama está basada en un hecho real. Todo comienza cuando un operario irresponsable pone en marcha un tren de gran porte que lleva una carga tóxica y explosiva. Por el mal accionar del sujeto el tren viaja por la vías a toda velocidad sin conductor, poniendo en peligro a una vasta zona de Pensilvania. En sentido contrario viene un tren conducido por un operario a punto de jubilarse (Denzel Washington) y uno que recién comienza (Chris Pine). El conflicto es obvio y sólo resta esperar a ver cómo detendrán a semejante mole motorizada. Con buen ritmo, el relato da lugar a cierto suspenso y no mucho más. Washington cumple como quien hace un trámite y Pine está a la altura de las circunstancias. Ambos parecen tener claro que el protagonismo lo tiene el gigantesco tren y el montaje que le permite lucirse, pero mientras les paguen...
Una cita familiar - Por A.D. Desde el vamos el director se apura en presentar a los protagonistas. Como si quisiera tranquilizar al público y mostrarle que Ben Stiller, Robert De Niro, Dustin Hoffman, Barbra Streissand y el resto del elenco de las dos películas anteriores volvieron para hacerle pasar un buen rato. Y no está mal. Porque este tipo de comedias, y especialmente esta nueva entrega, necesita de estos talentos para justificarla. El peso actoral de estos artistas, a los que se suman Harvey Keitel y una divertida y sexy Jessica Alba, sirve para que un guión plagado de chistes y situaciones bastante básicas alcancen otro vuelo. Enredos amorosos, problemas en el liderazgo familiar, crisis de autoridad y los ya clásicos enfrentamientos entre suegro y yerno, conforman un filme entretenido por demás, en el que podemos hallar algunas perlas como el encuentro entre Keitel y De Niro, chistes sobre clásicos como "El Padrino" y hasta una parodia de "Tiburón". Tal vez haya una cuarta entrega, aunque todo indique que ya estuvo bueno, que ya está, no hace falta.
Panem et circenses El 80 % de la población italiana se informa a través de la televisión. El presidente de la televisión es también el presidente del país. Silvio Berlusconi maneja tres canales privados y también el del estado, además de varios grupos editoriales. El proceso de alienación iniciado hace décadas, cuando en los comienzos de la tv privada italiana salía al aire un programa de concursos que daba como premio el strip tease de una señorita enmascarada, se fue acentuando hasta colocar a su máximo hacedor en el poder supremo de la república. Todos los que más de una vez nos preguntamos por qué en la televisión italiana siempre hay bellas mujeres al frente de programas que pueden ser políticos, de entretenimiento o de fútbol, encontraremos en este documental algo cercano a una respuesta. La utilización de la belleza femenina como artilugio para atraer a una audiencia machista y retrógrada, sumada a la inacción social frente a ese destrato, acabaron conformando no sólo una tv vaciada de contenido, pasatista y estupidizante, sino también a una sociedad a su medida. Es que no hay otra forma de comprender el hecho de que un sujeto como Berlusconi no sólo haya llegado al poder sino que además se mantenga en él. Este documental de clara factura, se centra en tres personajes, cada uno de ellos, se podría decir, un vértice del triángulo mediático que alimenta al monstruo. Ricky es un pavote de 26 años que aún vive con su madre, fanático de Bruce Lee y Ricky Martin; anhela ser famoso porque según él es la única manera de ser alguien en la vida. Se presenta a todos los castings que puede, acaba como público en los shows televisivos y espera su oportunidad para demostrar que pude ser una "Van Damme que canta". Lele Mora es uno de los sujetos más influyentes en el mundo del espectáculo italiano. Fascista confeso, admirador de Mussolini -tiene como ringtones sus marchas- amanerado y millonario, es además hombre de confianza de Berlusconi, de hecho es quien le habilita las chicas para que el presidente haga sus famosas fiestas privadas. Por último, Fabrizio Corona. Un pillo. Extorsionador profesional dedicado a capturar en fotografías aquello que los famosos quieren ocultar. Maneja a los papparazzi y negocia con el poder. Este personaje en particular nos da una lección clara y contundente acerca de por qué el público es como es. Nos dice lo que todos sabemos pero queremos negar. Corona aprovecha las oportunidades, y se aprovecha de ese público que está ahí, regalado. En tiempos de "Gran Hermano", Ricardo Fort, peleas mediáticas e intentos por parte del gobierno local en hacernos creer que somos presas de un monopolio mediático, es bueno ver este documental que muestra a un monopolio real, equiparable en poder al mexicano de Televisa, para reconocer también lo que nos pasa en nuestra sociedad, evaluar qué tan lejos estamos de la italiana y estar atentos para defendernos de lo que podría venir, desde lo privado o lo estatal. O las dos cosas.
Un villano casi favorito El genial Wimpi* dijo alguna vez que "si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos hasta por negocio". Dicha frase bien podría ser la base de esta pequeña fábula animada que la factoría Dreamworks presenta con la solvencia técnica a la que nos tiene acostumbrados, y el hoy indispensable 3D que garantiza la ganancia que la industria requiere para llevar adelante estos proyectos. La historia comienza cuando dos bebés son enviados desde sus planetas a la Tierra, al igual que en la de Superman, para salvarlos de la extinción. Uno cae en casa de padres adorables y el otro en el patio de una penitenciaría. El primero llega a ser Metroman, héroe de la ciudad, y el otro se convierte en Megamente, el villano dedicado al arte de perfeccionar sus ataques contra el héroe. Cierto día, Megamente consigue exterminar a Metroman y a partir de entonces su vida se vuelve aburrida al no tener con quien pelear. El plan que pone en marcha para volver a la acción y poder desarrollarse como villano se topa con cuestiones que la razón no comprende, deparándole un destino diferente al planeado. Todo está perfectamente calculado en este filme que tiene bastante de fórmula y no busca quedar en la memoria popular, apenas sí entretener y ser productivo hasta que el próximo producto salga a la luz. Clásicos del rock como AC/DC, Ozzy, Guns n´Roses y George Thorogood suenan para establecer cierta familiaridad musical con el espectador, mientras la banda sonora compuesta por Hanz Zimmer aporta el sostén preciso en las escenas de mayor acción, las que, dicho sea de paso, logran sacar provecho del 3D y brindar una experiencia recomendable mas no indispensable. Desde ya recomendamos eviten la versión doblada al castellano y vean la original con las voces de Will Ferrell, Brad Pitt y Tina Fey, entre otros.
El rey del sablazo Nació como un falso trailer que precedía a "Planet Terror", película de 2007 de Robert Rodriguez, y al igual que aquel filme "Machete" se presenta como un celuloide degradado, con colores sin brillo, de estética imperfección. Filme de denuncia nada sutil acerca del racismo y sobre la política de los EE.UU. respecto a la inmigración mexicana, donde no se duda en comparar a los "chicanos" con cucarachas en el spot que promociona al Senador John McLaughlin que interpreta Robert De Niro, quien en la cinta promete terminar con la invasión del sur. Para ayudar a sus hermanos está Machete (Danny Trejo), un ex agente mexicano que debió cruzar la frontera luego de que el narco Torrez (Steven Seagal) matara a su mujer y, por esas cosas de la necesidad cinematográfica, dejara escapar a Machete, el único que no se doblegó ante su poder. El senador propone crear un muro electrificado en la frontera entre México y EE.UU. y por ello un sujeto contrata a Machete para que mate a McLaughlin. Pero las cosas no son lo que parecen y sólo consiguen despertar a la bestia, o sea a Machete, quien inicia un festival de descuartizamientos que hará las delicias de los amantes del gore. Los directores Maniquis y Rodríguez echan mano a todos los recursos del cine clase B que el tiempo fue haciendo clásico y el público hizo suyo con una mirada más socarrona, cómplice y condescendiente. Así podrán disfrutar de escenas inverosímiles y hasta ridículas, especialmente hacia el final, pero también de otras con destino de clásico. Las actuaciones de De Niro y Don Johnson, como un cruel sheriff W.A.S.P., brindan el contraste preciso para que con su seriedad interpretativa el contexto se torne más burlón, mientras Steven Seagal y su peluquín contribuyen a los momentos más risibles; en tanto Jessica Alba, Michelle Rodríguez y Lindsay Lohan aportan, cada una en su estilo, la cuota de erotismo que el público afecto a estas propuestas reclama. Notables encuadres y tiros de cámara que dotan al relato de expresividad más allá de lo meramente técnico, se suman al tratamiento del filme en sí, el que le brinda textura al presentarlo rayado, granuloso y hasta con saltos propios de cortes producidos por aquellas viejos proyectores cuyas lámparas aruinaban esas copias tan inflamables. "Machete" es el filme indicado para nostálgicos con ganas de revivir experiencias pasadas en viejos y desaparecidos cines de barrio; eso sí, de estómagos fuertes y pocas pretensiones.
Mejor solo que mal acompañado El título de esta crítica es también el que se le puso en castellano al filme que en 1987 protagonizaron Steve Martin y John Candy. En aquella cinta Martin interpretaba a un melindroso sujeto que debía llegar a su casa para pasar junto a su familia la cena de Acción de Gracias, mientras Candy era un excesivamente amigable vendedor de argollas para baño que tenía el mismo plan. Con todos los vuelos cancelados por el mal tiempo ambos deben emprender el viaje por el medio que sea, y complicaciones mediante se ven obligados a compartir la travesía a pesar de no tolerarse mutuamente. En "Todo un Parto" Robert Downey Jr. ocuparía el rol de Martin y el sobrevalorado Galifianakis el de Candy. No estamos ante un remake oficial, pero la estructura del filme es prácticamente idéntica a su predecesora. Sólo que en esta ocasión Downey debe llegar a tiempo para el parto de su mujer y Galifianakis para ver a un agente de Hollywood, y que ambos logran subirse a un avión pero son bajados de él por tener un comportamiento poco acorde a los tiempos de paranoia que rigen. La diferencia también está en que el filme de 1987 era gracioso y hoy ya es un clásico, en tanto el que nos ocupa no causa gracia alguna y lejos está de ser considerado a futuro. Los guionistas abusan del recurso de la "bola de nieve" que el director supo aprovechar en "Qué pasó ayer?", mediante el cual una situación va creciendo hasta el disparate. En este caso las situaciones son llevadas a extremos por momentos realmente exacerbados e inverosímiles por demás, olvidando completamente la regla de oro de la comicidad: el remate. Consideran los escritores que el simple hecho de impactar con una acción inesperada, y hasta violenta, es graciosa per se. Y no lo es. Desconocemos por qué Robert Downey jr. en el mejor momento de su carrera accede a participar en este fiasco, sin embargo le pone el pecho a la situación y todo su talento al servicio de un filme olvidable. Zach Galifianakis, en tanto, no aporta nada a la historia cómica del cine, sólo el hecho de intentar ser gracioso con una tupida barba como rasgo característico, pero poco efectivo.