Una comedia sobre la clase media. La vida lo tiene a mal traer a Diego: endeudado hasta la médula y despedido de su trabajo como organizador de eventos deberá dejar, junto con su esposa y su pequeña hija, el confortable departamento que ocupaban en Buenos Aires. Felizmente (o no) él tiene un tío millonario propietario de una importante inmobiliaria, quien, además, posee una casa en el delta del Tigre. Ese tío aparentemente bonachón le hará un doble ofrecimiento a Diego: mudarse a esa casa alejada de la ciudad y ofrecerle una nueva oportunidad laboral como vendedor en el showroom de un futuro complejo de edificios palermitano. Pero aquello que sólo parecía un trabajo se convierte para Diego en una obsesión: el ahora vendedor se mudará con su familia a esa destartalada casa derruida, empeñado en lograr vender la mayor cantidad de departamentos para recuperar su tren de vida. El director Fernando Molnar, que ya tiene en su haber un par de interesantes documentales (Mundo Alas y Rerum Novarum), se insertó con calidez en la historia de ese hombre que necesita demostrar lo que vale. Showroom es una comedia a veces ácida y otras un poco negra que carga todo el peso del relato en la figura de su protagonista, Diego Peretti, quien responde con gran solvencia ante el desafío de esta película, que plantea una afilada crítica ante las pretensiones de la clase media. Andrea Garrotte y Roberto Catarineu fueron muy buenos acompañantes del protagonista en esta historia sencilla.
Pie Grande, villano efectivo. Un tétrico bosque y una cabaña en ruinas es lo que encuentran cinco amigos que desean hacer una fiesta salvaje. Sin embargo, ignoran que el legendario Pie Grande vive en el lugar y se convierte en un terrible matador cuando invaden su territorio. A poco de llegar los jóvenes (uno de los cuales es apasionado del cine y con su cámara registra cada movimiento de sus compañeros), la criatura tratará de eliminar a ese grupo uno a uno. El director Eduardo Sánchez, que ya había demostrado su capacidad para abordar este género con El proyecto Blair Witch, aplica otra vez la receta: escapar de la truculencia de la sangre, mostrar la mayor parte de las imágenes a través de una cámara en constante movimiento y seguir el derrotero del depredador sin mostrarlo hasta sus escenas finales. Así logra esta original propuesta que va aumentando en su tensión hasta un final inesperado. Bien vale destacar aquí el muy buen trabajo de los editores.
Comedia a la medida de Adam Sandler Max Simkin repara zapatos en la tienda de Nueva York que ha estado en poder de su familia por generaciones. Desencantado de la monotonía de su existencia, un día halla una máquina de coser que hace que Max adopte la forma del dueño del par de zapatos. ¿Qué hacer frente a tan insólito cambio? Pues probar todos los pares que le dejaron para reparar. Ese muchacho tímido e introvertido va poniéndose en el cuerpo y en la mente de infinitos personajes. De aquí en más la historia recorre un camino que va desde un apacible romance con una vecina del barrio hasta alocadas aventuras y desventuras al verse envuelto en una estafa. El director Thomas McCarthy, coautor además del guión, se propuso aquí demostrar la forma en la que el protagonista (un buen trabajo de Adam Sandler) va descubriendo que caminar con los zapatos de otra persona es la única forma de descubrir quién realmente es. En este alocado disparate en el que ya se convirtió la existencia de Max aparecerá de pronto la figura paterna (sobria labor de Dustin Hoffman), quien finalmente brindará una agradable sorpresa a ese muchacho que siempre trató de ser alguien más que un simple y humilde zapatero. La trama se va enredando hasta llegar a los momentos más emocionantes, aquellos en que delincuentes y recuerdos de su pasado transitarán por su hasta entonces apacible travesía cotidiana. Simpático a veces, rápido en su accionar otros, entretenido siempre, el film combina acertadamente la comedia más alocada con la dramaticidad del personaje central inserto en la necesidad de conocer otros micromundos aun a costa de los peligros más inesperados.
Derrotada por sus sueños. Capitán y mediocampista de Talleres de Remedios de Escalada, Patón Bonassiolle (muy buen trabajo de Esteban Lamothe) se va dando cuenta de que su carrera como futbolista está llegando a su fin. Tras jugar toda su vida para ese equipo sin lograr fama ni fortuna, deberá apoyarse en Ale, su mujer, para buscar un nuevo rumbo. ¿Pero qué hacer? El director Adrián Biniez recorre en éste su segundo largometraje la existencia de ese hombre que ve cómo su mundo se derrumba y amenaza con destruir no sólo su vida, sino también la de su esposa. Sin necesidad de apelar a un exacerbado dramatismo, el realizador supo convertir a Patón en un personaje lejos de los clichés gracias a la calidez y la comprensión con las que lo observa Biniez. Julieta Zylberberg acompaña con calidad como la mujer del hombre atrapado por sus recuerdos. Los rubros técnicos apoyaron sólidamente esta trama que habla del fútbol y de sus manejos, pero fundamentalmente se detiene en patentizar a alguien que sabe que ya los años le impedirán revivir su juventud.
El hombre que sería papa. Seguir los pasos de Jorge Bergoglio desde su niñez hasta ser ungido papa no era tarea fácil. El director Miguel Rodríguez Arias se propuso lograrlo a través de este documental que recorre, a través de las palabras de Francisco, de los testimonios de quienes más lo conocieron y, fundamentalmente, de la gestión de sus dos primeros años de su papado. Entre los entrevistados se encuentran desde su hermana María Elena hasta la periodista Elisabetta Piqué, corresponsal de LA NACION en Italia y autora de una biografía del Papa. A través de sus recuerdos y sus análisis se va delineando el rumbo de su papado: progresista en lo social y muy estricto con la corrupción y la falta de humildad y valores entre los integrantes de la Iglesia. El resultado es un film cálido, que rescata el perfil político del Papa y, a la vez, es biográfico, al retratarlo en su casa natal de Flores, en su labor como humilde obispo, en su simpatía por el fútbol a través de imágenes de sus homilías y fragmentos de noticieros. Impecable en su faceta técnica, este documental habla no sólo de ese papa que hoy es admirado por el mundo, sino también de un hombre que conoce de primera mano las necesidades de la humanidad.
Los escasos hechos conocidos indican que Londres nació poco después de la conquista de Inglaterra por los romanos y, al parecer, surgió como punto importante para el paso por el río Támesis del tráfico comercial. Con el correr del tiempo se convirtió en el principal centro comercial y financiero del Occidente medio. Hoy es una ciudad pujante visitada por miles de turistas ansiosos de ver el pasado reflejado en sus monumentos, iglesias y abadías. El director Juan González Lanuza, con una cámara inquieta y voz en off, repasa todo ese historial arquitectónico y se detiene en la Torre de Londres, en el Westminster Hall y en el presbiterio de la iglesia de Saint Bartholomew. También pasa por el Palacio de Buckingham y por los museos Británico, la National Gallery y el Victoria and Albert Museum, entre otros. Con un pequeño equipo técnico, González Lanuza supo ver y mostrar lo más escondido y lo más abierto de esa ciudad con su buen ojo de observador y un indudable cariño por Londres
Desde 1999, cuando apareció por primera vez en la serie televisiva creada por Stephen Hillemburg, Bob Esponja se convirtió en un personaje simpático y audaz que encanta (y sigue encantando) tanto a los niños como a los mayores. En esta segunda incursión cinematográfica la primera data de 2004-, este héroe de color amarillo se ve envuelto en una serie de disparatadas aventuras y desventuras en las que el protagonista deberá enfrentarse contra el malévolo plan del pirata Plankton, que desea apropiarse de la fórmula de unas deliciosas hamburguesas que Bob cocina con gran pasión y que son, al mismo tiempo, el plato predilecto de los habitantes de Fonde de Rikini, un pueblo pacífico en el que conviven alegremente toda clase de estrambóticos animales. En cuestión de bromas por minuto Bob y su pandilla no se alejan demasiado de la serie televisiva, y las múltiples subtramas que se abren y se cierran son, a todas luces, un plato más que divertido en esta original propuesta. Muchos y muy peligrosos son los caminos por los que deberá transitar ese grupo comandado por Bob, pero la inteligencia de éste y la valentía de quienes lo acompañan una ardilla, un águila, un bicharraco con un solo ojo y varios alocados animales más- impondrán justicia y su aventura, entre pegadizas canciones, llegará a un alocado final. El director Paul Tibbit, basado en un muy entretenido guión, concibió su film a partir de los dibujos animados entrelazados en vivo con las maldades del pirata Plankton, personificado con corrección por Antonio Banderas. A ello se suma la proyección en 3D que da a la historia el necesario realismo para seguir con atención esta búsqueda de una receta que, para Bob, significa ser feliz y hacer feliz a los de su pueblo. El entrecruzamiento entre lo animado y lo vivo otorgan al film la dosis perfecta para que esta nueva aventura se convierta en una travesura más de ese personaje que, sin duda, hallará en los espectadores un momento de sana alegría y de grato esparcimiento. Perfecta en sus rubros técnicos, la vuelta de Bob Esponja a la pantalla grande será celebrada con una sonrisa y con deseos de que su figura prosiga alimentando la atención de sus seguidores.
El gusto francés, en una comedia de enredos. Según algunas estadísticas, los franceses son los campeones del mundo en bodas mixtas. Y para muestra está aquí el tradicional matrimonio integrado por Claude y Marie Verneuil, ambos católicos practicantes y padres de cuatro hermosas hijas a las que han inculcado sus valores y costumbres, y aceptaron a regañadientes y con sorpresa que sus hijas se casaran con un musulmán, un judío y un chino, respectivamente. Los Verneuil tratan de mantener una mente abierta para sobrellevar lo que sienten como una carga, tanto social como familiar, y depositan su confianza en su cuarta heredera y esperan que contraiga nupcias con algún francés apuesto, adinerado y simpático. Pero no fue así: el jovial candidato es negro. El director y coguionista Philippe de Chauveron logró construir una comedia tan entretenida como salpimentada. Hay en el film un toque profundamente francés que une la ironía con la picardía y la sonrisa con cierta dosis de burla. Christian Clavier y Chantal Lauby aportan su simpatía y también su malhumor a esta unión de parejas, mientras que el resto del elenco y los rubros técnicos se plegaron con entusiasmo a esta senda que demuestra que el amor salva todas las diferencias.
Thriller sórdido y expectante En medio de la crisis de 2001, no faltan aquellos que deciden embarcarse en algún plan delictivo para salvarse. Uno de ellos es el dueño de una empresa al borde de la quiebra, quien se asociará con un grupo que lo dejará fuera de su negocio a cambio de una suma de dinero. Víctor, su contador, tratará de salvar su empleo y el de sus compañeros de oficina, pero luego cambia de plan: es alguien tan ambicioso o más que su jefe. El director y guionista Emilio Blanco sigue con sobriedad la tortuosa senda de su protagonista (una meritoria labor de Miguel Habud), y el resultado es un film que, a pesar de ciertas vacilaciones, cumple con el compromiso de entretener. Mimí Ardú, Miguel Ruiz Díaz, María Inés Alonso y el resto del elenco lograron asociarse con calidad en esta historia que, con una adecuada música de Alberto Quercia Lagos y una impecable fotografía de Carlos Torlaschi, entrega un entramado tan sórdido como expectante.
El amor de una pareja puede tomar diversos caminos. Están los que hacen que esa relación se mantenga duradera a través de los años y los otros, esos que por diversos motivos tropiezan con los celos, con las dificultades familiares y con el inexorable paso del tiempo. Precisamente en este último escalón se hallan Rosie y Alex, quienes desde su infancia han confiado el uno en el otro y se han confiado sus secretos. En su época escolar, planean ir juntos a la universidad -ella para estudiar el arte culinario; él, para medicina, pero ya mayores todo ese abanico de ilusiones se desmorona cuando Rosie, en una noche de locura y desenfreno, mantiene una ocasional relación sexual con uno de los jóvenes más populares de la secundaria. No pasará mucho tiempo, queda embarazada, y sus intenciones y las de Alex cambiarán radicalmente desde ese momento. Sobre esta base, y adaptado de un best seller de Cecilia Ahern, el director Christian Ditter elaboró esta trama romántica en la que se aúnan ciertas pinceladas de humor con el desgarro que sufren los protagonistas hasta llegar a un final inesperado. Rosie (un muy buen trabajo de Lily Collins) no tardará en convertirse desde el principio de la trama en el eje en torno al cual se moverán tanto Alex como quienes la rodean, y así vivirá momentos de espera, de tensiones y de retazos de felicidad junto con su hija, que va creciendo al compás de su interna e inclaudicable necesidad de que Alex vuelva a su lado. El realizador supo armar esta especie de Puzzle con enorme calidad y ternura, y si bien el film no escapa a los remanidos moldes de esas comedias que brinda constantemente la cinematografía norteamericana, hay aquí una necesidad de recorrer con mayor emoción el derrotero de sus protagonistas. Sam Clafin supo también hallar la medida justa que pedía ese Alex que transita los diversos senderos de la tentación sexual, en tanto que el resto del elenco, la música y la fotografía acompañaron con sobriedad todos estos imprevistos del amor.