Las piedras del mal Marion Cotillard protagoniza un drama sobre una mujer prisionera de su matrimonio pero enamorada de otro sujeto, donde abundan las lágrimas, la pasión y la desnudez. Si traducimos el nombre original en francés del film Un momento de amor (Mal de Pierres, 2016), se nos presenta el título “Mal de piedras”, el cual presenta una idea común y corriente. Una mujer que sufre de piedras renales y que debe internarse para ser tratada. Allí conoce a un paciente y el amor brota hasta por los poros. Sin dudas, un escenario muy poco frecuente para un amor pero sobretodo desalentador ya que hay un límite que se interpone ante ellos: su marido. Nicole Garcia dirige su nuevo film buceando en un drama que no logra acoplarse y cae. ¿Es arriesgado? Si, las escenas son fuertes y apasionadas. ¿Es conmovedor? No, las escenas son predecibles y no logran impacto. ¿Logra entretener? Si, pese a ser un film francés, se llevan sus casi 120 minutos con absoluta tranquilidad. Entonces, ¿cómo podemos definir al nuevo film de dicha directora/actriz francesa? Aprovechando el título del mismo, y jugando con las palabras, dicha película termina siendo “Las piedras del mal”. Pero no porque ellas están endemoniadas o pecan de maldad. Para nada. Si no porque las mismas profundizan un concepto en el film que no es tal, ya que dicho padecimiento es una anécdota a la profunda historia que se intenta contar. Por lo tanto, ahogarse en dicho título, y tratar de sostenerse excusándose al respecto, deja en evidencia que es un tema consumible. La vida útil durable puede estar en otros conceptos y acá el film se resume en justificaciones exagerando la moral y las circunstancias que viven. Una de las escenas del film refleja la desesperación por el alta del paciente que se enamora. Lo que debería exteriorizar franqueza, presta a la confusión. No está definida a simple vista alegría del personaje principal y, al contrario, denota egoísmo y aleja al espectador de la empatía. Por lo tanto, el film intenta sostenerse por el drama, por vivir una vida que uno no desea. Se resume y queda simplificado, por lo que abundan los minutos, las lágrimas y el exceso de desnudez del personaje. En lugar de desnudarse en alma, termina siendo superficial y casi sin sentido. Marion Cotillard despierta suspiros en la platea masculina y no está en duda su capacidad actoral. Los films que elige realizar en su tierra natal rara vez son inequívocos y destaca a punto tal de lograr ser contendiente en los premios que se distribuyen anualmente. Un momento de amor es una película que quiere ser ambiciosa pero se limita, tal como se limita el personaje por su coraza matrimonial, y se simplifica, tal como lo expone en un título tan minúsculo.
Yo vivía en el bosque muy contento Llega a las salas una película donde el fin de la humanidad está cerca y no queda otra que refugiarte en un bosque, con todo lo que ello implica. Un bosque posibilita tener un escenario donde miles de géneros se pueden construir. Desde un musical de Disney que agrupa a todos sus personajes En el bosque (Into the Woods, 2014), pasando por una película de terror como El bosque siniestro (The Forest, 2016), donde el verdadero espanto lo sufrió el espectador con semejante obra, hasta películas de animación como Amigos Salvajes (Open Season, 2006). El paisaje da para todo, genera incertidumbre y miedo, mucho miedo. Y si no que nos lo cuenten como lo vivieron los personajes de El proyecto Blair Witch (Blair Witch Project, 1999). Sin lugar a dudas crear una película teniendo a esta atmósfera como protagonista puede generar todo tipo de expectativas. Y si le sumamos esto a un dúo femenino compuesto por Ellen Page y Evan Rachel Wood la fórmula de entretenimiento puede ser satisfactoria. En lo profundo del bosque (Into the Forest, 2016) demuestra que el fin de la humanidad se puede visualizar desde distintas perspectivas. No es una invasión zombie ni algún virus que no te deje respirar, sino lo más cercano que podemos apreciar en el día a día: la contaminación ambiental y la escasez de recursos. La premisa es evidente y dos hermanas lo sufren a más no poder luego de la trágica muerte de su padre. Los seres humanos piensan en ellos y nada más que ellos. El egoísmo se hace evidente y el combustible se vuelve la razón de la lucha. Este drama de ciencia ficción, que demuestra que una realidad utópica nunca está tan lejos, escarba en la miseria del ser humano y termina siendo una excelente crítica a la sociedad mundial. La tensión del film no decrece, teniendo a la banda sonora como puntal clave y el generador de máxima la preocupación en el espectador. Ellen Page se agiganta en su rol, entiende como expresarse para que suframos junto a ella y explora distintas facetas que van desde el miedo hasta la valentía. Sin dudas, En lo profundo del bosque no será un producto que provocará un antes y un después en el género pero, con sus pocos recursos, logra lo que muchos que viven en la abundancia no pueden. Tensión y drama, en un escenario poco ideal, con una realidad distinta en el mundo, es un claro ejemplo de ciencia ficción en su máximo esplendor. Esta obra que se proyectó en SITGES el año pasado está escrita y dirigida por Patricia Rozema (Mansfield Park, 1999) y logra narrar una crítica pura a la forma de vivir del ser humano. Cuando todo está complicado, cuando el mundo se sumerge en crisis de las cuales le cuesta salir, la unión de los hombres queda totalmente de lado. El individualismo se vuelve denominador común y todos somos los perjudicados. En lo profundo del bosque explora esto y, pese a que no deja de ser ciencia ficción, no es ningún tipo de locura. Vayamos pensando como escapar de este camino y no vernos acorralados entre la maleza y la ingratitud.
El juego de la vida La nueva película de Will Smith nos narra la vivencia de un grupo de personas que demuestran que todo está conectado y que, creas o no, nada está librado al azar. Jugando al Life, El Juego de la Vida he pasado por toda clase de momentos. Desde rachas positivas, donde me sentía el ser más rico del universo, hasta con hitos inesperados de perdidas notorias en pocos segundos. Sin lugar a dudas este juego trata de trasladarte a que vivas una vida distinta, llena de posibilidades que son exclusivas de una historia de ficción. El Juego de la Vida te hacía sonreír y sucumbir en apenas minutos, denotando una clara referencia a la vida misma. De todas formas, pese a estas enseñanzas, Life no deja de ser un juego y, como tal, propone desconectarte de tu propia vida y ponerte en la piel de otro. Un juego, nada más. La vida, por más que uno logre también pasar del cielo al infierno en un abrir y cerrar de ojos, es otra cosa. Es más profunda, es todo a la vez y más también. Howard, interpretado por Will Smith, nos encara indicándonos tres columnas: La Muerte, El Tiempo y El Amor. Veremos si estos tres estandartes resumen de alguna forma la vida o, mejor dicho, se conectan de forma tal que están en todas y cada una de las cosas de este universo. El film es dirigido por David Frankel (El diablo viste a la moda, 2006), quien todos conocemos como aquel director que hizo de Marley y yo (Marley and Me, 2008) esa película traumática donde la muerte hace su aparición primerísimo primer plano. Este gran cineasta, posicionado entre los más respetados de la comedia familiar norteamericana, trae consigo un bagaje de emociones que son traslados a un film que, por más que sea obvio en cada una de sus posturas, nos mastica durante un par de minutos para debilitarnos y, ya sin mucha energía para aguantar, nos golpea en donde más duele. Esto no está nada mal. Lo logra. Acierta en su camino y, cuando pensaste que todo estaba dicho, arremete con fuerza en los minutos finales para dejarte dando vueltas como trompo sin rumbo fijo. En ¿Qué voy a hacer con mi marido? (Hope Springs, 2012), Frankel vitoreaba con una película en la que te desayunabas un drama sobre una pareja de edad avanzada y materializaba al tiempo como el factor que hacía sus estragos. El amor está siempre en la filmografía de Frankel pero, sin lugar a dudas, su última película antes de este estreno en cuestión, coloca a la pasión por lo que uno hace como ese plus extra en un ser humano. Estamos hablando de Mi gran oportunidad (One Chance, 2013) y el sueño de triunfar. Belleza inesperada (Collateral Beauty, 2016) nos cuenta la vida de Howard que, luego de perder a su hija, entra en una crisis fulminante y sus amigos se ponen en campaña para sacarlo adelante. Llega a los cines con uno de los repartos más estelares de los últimos tiempos. Esta clase de estrategias, de juntar estrellas buscando un éxito seguro, es un arma de doble filo. Tener un reparto respetado no hace de por si que el film sea bueno. Al contrario. Pone la vara más alta y cualquier error se acentúa más. El riesgo se acrecienta pero el film protagonizado por Will Smith, Edward Norton, Kate Winslet, Michael Peña, Naomie Harris, Helen Mirren y Keira Knightley, muestra a todos los artistas comprometidos con sus personajes minimizando cada desliz que pueda existir en el guión. Este guión que puede encontrar la muerte sin que actores de semejante talla lo interpreten. Estos lo realizan con amor por lo que hacen y valorando el tiempo al elegir el proyecto. Otra vez los tres factores propios de la ecuación. De todas formas, cabe destacar una interpretación que no estaba en ninguna de las apuestas y que sin dudas es una de las promesas actorales a tener en cuenta a futuro. El joven Jacob Altimore (Maze Runner: Correr o Morir, 2014) da que hablar con una actuación que sobresale en energía y que logra ser clave en el desenlace de la historia. Amor, muerte y tiempo, los tres estandartes que repetimos a lo largo del texto, casi con seguridad que nos quedan chicos para detallar la vida. Si, nos quedamos cortos. Es eso y más. Es descubrir, valorar, aconsejar, escuchar, abrazar. Aunque pensándolo bien, estos tres factores siguen siendo el común denominador de todo esto. La muerte es aquello que todos respetamos y no nos referimos a un fallecimiento en si. El aiempo es lo que nos apremia y lo que debemos maximizar y disfrutar al máximo. El Amor lo vemos en cada una de las cosas que realizamos a diario. Tener presentes estas tres columnas nos posibilita tener un gran sentido de la vida. Belleza Inesperada lo tuvo en cuenta todo el tiempo, por eso es una obra que se disfruta y que, pese a no destacarse tal como su trailer nos hacía ilusionar, está hecha con mucho amor y eso se nota.
Justicia ciega El secreto de Kalinka (Au nom de ma fille, 2015) narra la historia de un padre que pierde a su hija y lucha contra el mal funcionamiento de la justicia francesa para que se encierre al asesino. Un hombre, avanzado en edad, recibe a policías en su casa. A primera impresión, parece ser un sujeto sin nada que ocultar, un profesional en la materia que desarrolla o un digno ciudadano francés. Buscando el impacto, el hombre es detenido. El film busca la sorpresa en el espectador y la clásica pregunta de guion ¿Qué habrá hecho este señor para que se lo lleven arrestado? se presenta. La duda queda latente y a partir de ahí comienza el viaje para tratar de desmenuzar que le sucedió. El secreto de Kalinka es un film francés que se desarrolla priorizando el golpe de efecto en el público. Primero y principal con la detención de André Bamberski interpretado por el magistral Daniel Auteuil. Luego, ubicándose años atrás, con el trágico fallecimiento de su hija Kalinka. Y por último, con un vendaval de situaciones en las cuales la moral se discute y nos plantea que el protagonista en cualquier momento puede optar en hacer justicia por mano propia. El relato que plantea el director Vincent Garenq es crítico sobre la justicia francesa, ubicándose como detractor de este sistema. Garenq realiza una obra dinámica, explorando treinta años en la vida de este hombre que, tras semejante desgracia, no baja los brazos. Este año, tuvimos el estreno de un film desarrollado en Francia que, pese a no brindar un relato dramático profundo, nos indicaba que tanto la policía como la justicia de este país europeo se encuentra en un estado de contaminación. Este film se trata de Atentado en Paris (Bastille day, 2016) y, por más de que sea una obra de acción, su postura crítica al país es notoria. El secreto de Kalinka no se queda atrás y ataca a toda la estructura de justicia por no condenar efectivamente a este asesino llevado a cabo por Sebastian Koch. Rememorándonos a El Secreto de sus Ojos (2009) y su estructura de “historia de la no justicia a lo largo de años”, el film francés enmarca un sufrimiento insostenible y admirable. El guion da en el clavo al ubicarnos en cada uno de los años en los cuales transcurre la historia y, en vez de quedar confuso, clarifica gracias al aspecto físico y psíquico de los protagonistas. Sin ambicionar ni pecar de arriesgado, Vincent Garenq desarrolla una correcta obra que se sostiene a lo largo de sus casi noventa minutos de duración. El film es prolijo, los diálogos son contundentes y dejan poco a la libre interpretación del espectador. La película no busca generar suspenso con lo sucedido por la muerte de Kalinka, si no que hace hincapié directo en el drama que vive André Bamberski. El interrogante ahora es otro: ¿Cómo hizo André para sobrellevar tanta injusticia? Acomódense con un par de pañuelos descartables y aprecien los agujeros del sistema judicial mundial.
El virus del terror Un virus mortal azota a la población y dos hermanas buscan sobrevivir a como dé lugar. Bajo esta premisa llega a las salas el nuevo film de la productora Blumhouse y desde acá desearíamos no vivir algo similar. En el año 2011, el gran ¨Steven Soderbergh despertó la incertidumbre y el temor de todos cuando llevó a la gran pantalla el film Contagio (Contagion, 2011). Acá un virus sembraba el caos y la población comenzaba a reducirse. Soderbergh no recurrió a ningún tipo de efecto especial. Desarrolló un thriller de suspenso absolutamente realista y despertó elogios por parte del periodismo especializado. El gran acierto del director de La gran estafa (Ocean's eleven, 2001) fue mostrarle al espectador que esto puede ocurrir, que las epidemias es algo que jamás desaparecerán y que no hay mejor manera de contarlo que recurrir a los sentimientos. El miedo por una epidemia, sin rarezas ni seres abominables la vista, era algo real y más por la coyuntura que atraviesa el mundo entero. Ahora bien, ¿Qué sucediera si la productora más rentable en films de terror de la actualidad, Blumhouse, se decidiera hacer una película sobre una epidemia y la posterior reacción de la población? El resultado es Viral (2016) y acá el infectado termina siendo una especie de zombie poderoso, agresivo y al cual le sale un gusano gigante por la boca. Si, lo que leyeron. La dirección de este proyecto corresponde a Ariel Schulman y Henry Joost. Estos jóvenes directores ya trabajaron con Blumhouse en sus primeros pasos: se hicieron cargo de Actividad Paranormal 3 (Paranormal Activity 3, 2011) y su secuela, Actividad Paranormal 4 (Paranormal Activity 4, 2012). Luego de unos años alejados del cine, en este 2016 sorprendieron en la cartelera con una de las películas más entretenidas del año, Nerve: Un juego sin reglas (Nerve, 2016). En el mismo, dos jóvenes deciden participar de un juego donde las prendas por dinero que deben realizar comprometen hasta sus propias vidas. En Viral, mantenerse con vida es como agua en el desierto, por lo que la adrenalina y el temor es algo que no escasea. El film entretiene en sus 85 minutos logrando pequeños sobresaltos en el espectador, aunque recurre a efectos especiales que a veces bordean lo absurdo. En el reparto nos encontramos con algunas caras conocidas. La más entrañable de todas es la de Michael Kelly (House of Cards) que abandona por un ratito el ser la mano derecha del presidente Frank Underwood para ponerse en la piel de un médico de investigación que tiene dos hijas, las cuales protagonizan esta incipiente cuarentena. Las adolescentes son interpretadas por Sofia Black-D'Elia (Bienvenidos al ayer) y Analeigh Tipton (Lucy), aquella conocida por hacer pareja con Miles Teller(Whiplash, Música y Obsesión) en Amor a Segunda Vista (Two Night Stand, 2014). Los actores cumplen sus roles sin caer en la exageración ni en lo bizarro, algo difícil de lograr en un film de bajo presupuesto que mezcla el terror y la ciencia ficción. Quizás no sea una de las mejores películas que Jason Blum, el fundador de Blumhouse, ha producido en el último tiempo pero casi con seguridad que va a cortar tickets. Con el respaldo de las franquicias de Actividad Paranormal, La noche de la expiación, La noche del demonio y Sinister, los hijos predilectos de Blum, Viral tiene ese espaldarazo de confianza que, aunque no se acerque a estos productos en materia rentable, podrá cumplir en las boleterías. Si Contagio nos impresionó al punto tal de imaginarnos en la situación de Jude Law o Kate Winslet, Viral solo nos limita a ubicarnos en una situación de cuarentena ya que el resto pasa más por la imaginación y la ciencia ficción. Los infectados se convierten en un zombie que no llega a ser zombie. Ese híbrido no termina de definir al mal, a lo que atemoriza, y despierta todo tipo de sospecha a las respuestas de cómo se originó el virus. Quizás en Blumhouse no tengan las respuestas científicas sobre el origen de infecciones ficcionales, quizás éste no sea su fuerte. Lo que sí podrían contestarte con absoluta tranquilidad es sobre como entretenerte con espectáculos de terror. En esta materia ellos son especialistas.
Vive una historia de espionaje Llega a la cartelera un nuevo film británico basado en una novela de John le Carré y acá nos camuflamos para pasar desapercibidos y que nuestro mensaje llegue a buen puerto. John le Carré es uno de los novelistas que más material le aporta al mundo del cine y la televisión. Quizás sea porque sus obras son ideales para dichos medios – el suspenso, el doble espía y la conspiración son temas que nunca pasan de moda – o tal vez porque las mismas, al adaptarlas, son una cuota de seguridad en materia comercial. Indicar el lema “Basado en la novela de John Le Carré” es una marca de agua más que confiable para cualquier espectador. Con ese anticipo ya sabes que te vas a encontrar. Un traidor entre nosotros (Our Kind of Traitor, 2016) se basa en la penúltima novela que publicó el escritor allá por el año 2010. Sin lugar a dudas, tiene todo ese condimento que una novela de suspenso y espías podría tener. La obra se basa en un profesor de literatura que un viaje se topa con un ruso, el cual le confía información confidencial que funciona como pan caliente para los miembros de la inteligencia británica. Desde ese momento todo comienza a pender de un hilo: el riesgo de quien suministra la información, el inocente intermediario y quienes deciden utilizar dicho recado. El film sostiene una dinámica fiel a su propósito: lograr que nos pongamos en la piel de quien debe hacer llegar el mensaje. Adentrados en la intriga y suspenso que suceden luego del primer acto, la película se sostiene gracias a dos pilares fundamentales: el magnífico reparto y una dirección experimentada. El combo estelar es un plus a toda película pero muchas veces funciona como un contrapunto, como una granada a punto de estallar, si no se marcha por el buen camino. Si este reparto es genial, pero no se lo lleva por la senda correcta, la lluvia de detractores comienza a emerger desde el primer minuto. Ewan McGregor en la piel de este honesto profesor de literatura y un extraordinario Stellan Skarsgard como el ruso que filtra la información son las dos caras principales de la historia, junto con Damian Lewis, un experimentado en esto del espionaje gracias a su rol de Brody en Homeland, y Naomi Watts en unos correctos roles secundarios, son coordinados por la directora Susanna White (El regreso de la nana mágica) que cuenta con una vasta experiencia en el mundo de la televisión, destacándose en dos miniseries como Jane Eyre (2006) y Generation Kill, realizada por HBO en el 2008. La historia se mantiene por el buen camino a lo largo del film, sin arriesgar, sin ambicionar con contar algo distinto ni buscar la espectacularidad. El último tramo de la película, los últimos 20 minutos, son para mirar sin pestañar y no obviar ningún detalle. Sin estar a la altura de otras obras de John le Carré que fueron adaptadas a la pantalla grande, como El topo (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011), El jardinero fiel (The Constant Gardener, 2005) o El hombre más buscado (A Most Wanted Man, 2014), Un traidor entre nosotros nos entretiene y hoy en día, por más simple que parezca, es muy importante. Ahora ya sabríamos como actuar si tenemos que trasladar información ultra secreta a las altas esferas del gobierno. Quizás sea eso lo que nos encanta de John le Carré. Nos traslada en roles impensados, en historias que rara vez podríamos ser parte, despertándonos el misterio a un terreno que desconocemos. “Vive una historia de espionaje” sería el lema implícito que acompaña estos productos basados en la novelas de John le Carré.
La vida en números Un genio indio de las matemáticas sorprende a los académicos británicos en esta cinta basada en la vida de Ramanujan y acá te contamos de qué trata sin obviar su fórmula. Estás en la cola de la verdulería y te das cuenta que debes multiplicar los kilos de cebolla que vas a llevar por el precio para que te dé el monto a pagar. Lo haces. Cuando pagas y chequeas el vuelto, miras el reloj y te percatas que faltan cinco minutos para que te cierre la panadería. En esos cinco minutos, 300 segundos, deberás cruzar cuatro cuadras a paso acelerado para llegar antes de que cierre y comprar lo que te alcance de pan con el vuelto de la verdulería. De toda esa combinación de números depende tu éxito. ¿Quién no vivió situaciones cotidianas como éstas donde los números forman parte de nuestro andar? Srinivasa Ramanujan se lo tomó muy a pecho y desde su India natal ya sabía que los números son su vida. El hombre que conocía el infinito (The Man Who Knew Infinity, 2015) es el film que nos cuenta la obra de este genio que, sin ningún título universitario, nos brindó extraordinarios aportes a las matemáticas. La cinta comienza con Ramanujan y un breve resumen de lo que era su vida en la India: sin trabajo, con una esposa que mantener y con un claro pasatiempo como el de hacer cálculos matemáticos en el piso. Dev Patel (¿Quién quiere ser Millonario?) se pone en la piel del protagonista y nos brinda un abanico de matices que hacen de Ramanujan un ser muy cercano a nosotros, pese a la distancia en el tiempo, en la cultura o en la materia en cuestión. Ramanujan sufre por conseguir empleo en la India, se alegra por el contacto desde tierras británicas - y ni hablar cuando pisa la Universidad de Cambridge -, defiende sus postulaciones matemáticas ante cualquiera y venera a su Dios como aquel que lo guía a cada uno de sus descubrimientos. Sin lugar a dudas, ante tantos picos sentimentales, cualquier desliz pudiera resultar criticable y arruinar gran parte del film, pero Dev Patel comienza a acostumbrarnos con sólidas interpretaciones como las antes logradas en ¿Quién quiere ser Millonario? (Slumdog Millionaire, 2008), El exótico hotel Marigold (The Best Exotic Marigold Hotel, 2012) o en la serie de Aaron Sorkin, The Newsroom. En los próximos meses lo veremos en la que podría ser hasta el momento como la mejor interpretación de su filmografía. La película Lion (2016), ovacionada hace semanas en el Festival de Toronto, donde interpreta a un joven indio adoptado por un familia australiana y cuyo objetivo es buscar a sus padres, es la gran apuesta de los hermanos Weinstein para la próximos Premios Oscars y sin dudas el nombre de este joven actor británico va a sonar y mucho. Ser una cinta que se dedica a explorar la obra de un matemático puede muchas veces cometer ciertos errores que en otros films pasarían desapercibidos. Esto acá es llamativo ya que no respeta la historia original. El film es ambientado en un único año: 1920. Según la película, en ese año ocurre la estancia de Ramanujan en Inglaterra, sus descubrimientos y meses después su regreso a la India. Por cuestión de acotar tiempos o hacerlo más dinámico o vaya uno a saber porque, estos no son los tiempos reales. Ramanujan estuvo seis años viviendo en Inglaterra y ese tiempo es un poco más razonable para la cantidad de descubrimientos y demostraciones que pudo llevar a cabo. Por más que pueda resultar algo anecdótico la cantidad de años donde se alojó en territorio británico, cuando uno ve el film no puede resultar verosímil el periplo maratónico de Ramanujan ya que en menos de un año tuvo un subibaja de emociones sin que dé tiempo a la adaptación, la amistad o la constante lucha por demostrar sus hallazgos. Otra de las cuestiones es la edad de G. H. Hardy. En el film es llevado a cabo por el siempre correcto Jeremy IronsJeremy Irons, aunque en la realidad Hardy, el catedrático amigo de Ramanujan, tenía apenas 10 años más que su protegido. Irons ya vivió algo similar durante este año al interpretar a Alfred en Batman vs Superman: El origen de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) donde muchos fanáticos del enmascarado lo criticaron por no llegar a la edad que ellos especulaban con que fuese la correcta – Saludos, Michael Caine -, por lo que esta inversa situación seguro que no pasara a mayores. De todas formas, llama la atención por ser un film donde se estima que si en algo no debe haber equivocaciones es en los números. El hombre que conocía el infinito es una película que narra la vida de un genio de las matemáticas que, pese a su enfermedad, logra llevar a cabo grandes descubrimientos y que se cumplan todos sus deseos. Parecería la sinopsis de Una mente brillante (A Beautiful Mind, 2001), pero es sólo esa similitud. Podríamos trazar un paralelismo pero no tendría mucho sentido. La película que retrata la vida de John Nash tiene todo lo que debe tener un excelente film sobre la vida de un ícono: un destacado director, un sólido reparto y el respeto por los tiempos reales. Por razones de presupuesto o meras cuestiones filmográficas que tiene que ver con decisiones de producción, estos detalles a veces son obviados y podría resentir en el producto terminado. El hombre que conocía el infinito es conducido por Matt Brown en guión y dirección siendo estos sus primeros pasos. La solidez del reparto no se discute. Los detalles temporales, tal como esos cinco minutos reales que me quedaban para ir a la panadería, 300 segundos, ni uno más ni uno menos o, en este caso, el indicar que en un año se vivió lo que en realidad sucedió en seis, son determinantes para el éxito o no. Ahí recae el paradójico fallo de una película sobre un matemático: de toda esa combinación de números depende su éxito.
Distintas medidas de entretenimiento Llega a las salas una nueva comedia de acción, de esas que tanto abundan en los últimos años, con una combinación más que interesante: la dureza de Dwayne Johnson junto al histrionismo de Kevin Hart. Escuela secundaria. Diversidad de alumnos (el ganador, el brabucón, la chica más linda y el perdedor). Reencuentro de egresados luego de varios años (cuantos más años, mejor). Siempre alguno de ellos cambia y he aquí el disparador de la historia. ¿Cuántas veces se nos presentó esta situación en la comedia norteamericana de la actualidad? Ya es moneda corriente acudir a este recurso, por lo que se despliega un notorio cliché. Ahora bien, el hecho de que la historia comience de este modo, no significa que todo va a ser cotidiano para uno, por lo que siempre debemos estar expectantes y dejarnos sorprender. Una comedia de acción protagonizada por uno de los actores más populares del momento junto a uno de los comediantes que pisa cada vez más fuerte en las taquillas es una mezcla que puede resultar sorprendente. ¿Pasará esto? ¿Logrará este film esquivar lo ordinario y asombrarnos? Vayamos a ver que nos trae de nuevo Un espía y medio (Central Intelligence, 2016), film dirigido por Rawson Marshall Thurber. Plasmado desde la producción de la película hasta en el desarrollo del marketing de la misma a la hora de la distribución, la diferencia de tamaño de los actores protagonistas fue uno de los recursos utilizados para lograr la atención del film. “El pequeño Hart y el gran Johnson” es una de las frases que se esboza en las imágenes de promoción de esta comedia. Se busca el impacto, la atracción de ver a los dos juntos como héroes de acción, sin importar la trama, el resto del reparto y la sorpresa que podría ocasionar al verlos a la par. Más allá de esto, el largometraje logra cumplir con su meta de entretener y, sumado a alguna que otra risa, nos proporcionan casi 105 minutos de un viaje divertido pero evidente, donde la originalidad parece quedar de lado. Pasemos a indicar cuál es una de las razones por la que este film, pese a escasear de originalidad, logra hacernos pasar momentos geniales. Su fuerte es lo bien que funcionan juntos esta dupla despareja, lo cual se convierte en la principal atracción en la pantalla grande. En uno de los extremos está Dwayne Johnson, uno de los actores más influyentes en la taquilla mundial de los últimos años. La saga Rapido y Furioso recurrió a él para un rol protagónico y el gigante demostró estar a la altura de los acontecimientos. La segunda parte de Viaje al Centro de la Tierra (Journey 2: The Mysterious Island, 2012) se quedó sin Brendan Fraser y desde la producción buscaron a alguien que pudiera juntar a toda clase de espectadores: “The Rock” volvió a dar en el clavo. Cuando se creía que G.I. Joe: El contraataque (G. I Joe: The Rise of Cobra, 2009) estaba muerta, Johnson se anotó para la segunda parte y de cierta manera se revivió a la franquicia. Ahí la duda estaba expresada si el ex luchador era un amuleto de la suerte o si realmente el carisma de este gigante era suficiente para atraer al público. La respuesta a esta incertidumbre se solventó en el año 2015 ya que con Terremoto: La falla de San Andrés (San Andreas, 2015), Dwayne Johnson demostró que puede ser el único protagonista de peso, romper la taquilla y lograr la confirmación del desarrollo de una segunda parte. Sin lugar a dudas, “The Rock” es una clara garantía de confianza. En el otro extremo, se encuentra a uno de los comediantes más destacados de los últimos años que, a base de constancia y esfuerzo, se ganó un lugar dentro de la industria cinematográfica. Estamos hablando de Kevin Hart que, en lo últimos cuatro años logró la meteórica tarea de trabajar con Sylvester Stallone y Robert De Niro en Ajuste de cuentas (Grudge Match, 2013), romper la taquilla norteamericana junto a Ice Cube con la comedia de acción Novato en apuros (Ride Along, 2014), hacernos estallar de la risa junto a Will Ferrell en Dale duro (Get Hard, 2015) y prestar la voz para una de las películas de animación del momento como La vida secreta de tus mascotas (The Secret Life of Pets, 2016). Sin nada que dudar, en los últimos años Kevin Hart demostró que de pequeño solo tiene su altura. Un espía y medio logra lo que se propone: Destacarse en la taquilla y aportarnos cuotas de humor. Con cameos más que interesantes - Aaron Paul (Breaking Bad), Jason Bateman (Quiero matar a mi jefe) y Melissa McCarthy (Damas en guerra) a nuestro servicio -, ver a esta gran dupla protagónica funciona también como una antesala al regreso de la ansiada Jumanji (2017) que tiene a ambos como parte del reparto. No estamos seguros si el reiniciar un film tan emblemático será un riesgo, si abundarán los clichés o si se correrá el peligro de no demostrar originalidad. De lo que estamos seguros es que, si de taquilla se trata, tener a “El pequeño Hart y al gran Johnson” al frente de un film será un éxito. Ojalá que los productores utilicen esa seguridad como puntapié inicial y arriesguen un poco más para que el asombro le gane a los clichés.
Abuelito dime tú Desde Alemania llega Heidi (2015), film que brinda homenaje al clásico literario infantil, y desde acá nos preparamos para recibir una dosis de azúcar en gran escala. Basado en aquel libro infantil publicado en el año 1880 sobre una niña huérfana que se cría en los Alpes Suizos junto a su abuelo, se presenta este film alemán en cuyo reparto se encuentran unos casi desconocidos actores salvo una grata excepción: el gran Bruno Ganz, aquel temible Adolf Hitler de La caída (Downfall, 2004). Sin lugar a dudas, Heidi es un ícono en el mundo cinematográfico gracias a aquella versión protagonizada por Shirley Temple (Ricitos de oro) en 1937 y, en un nuevo milenio, se presenta el desafío de lograr atraer al público infanto juvenil ante el amplio abanico de opciones que tienen hoy en día. Heidi, interpretada por la pequeña Anuk Steffen en su primer y único trabajo para la gran pantalla, nos envuelve en cada escena con su inocencia y simpatía, presentándonos un mundo totalmente feliz donde todo es posible y donde los milagros pueden hacerse realidad. Ante este panorama, su director Alain Gsponer (Lila, Lila) recurre a un elemento indudable: la capacidad interpretativa de Bruno Ganz, que se roba las miradas en cada escena y protagoniza cada una de las explosiones de emoción del film. De esta manera, se acomodan los hitos de la película, teniendo a la combinación de Heidi y su abuelo como intérpretes. Cabe aclarar la sorpresa que ocasiona ver a una artista como Anuk Steffen en su primer trabajo en el cine. Su presencia y carisma deja de lado cualquier falta de experiencia, algo similar a lo que sucedió el año anterior con la película El gran pequeño (Little Boy, 2015) donde un desconocido Jakob Salvati lograba conmovernos con la emocionante espera por su padre. Apostar por estos niños casi desconocidos parece moneda corriente en producciones fuera de Hollywood, donde aquí las chances se reducirían a la nulidad absoluta. Heidi posibilita una oportunidad única a grandes y chicos: poder compartir un film en conjunto. Escasean esta clase de películas donde el abuelo se sentiría a gusto de conmemorar épocas doradas de su infancia, donde los padres se pondrían contentos por ver a sus hijos sonreír y donde estos niños se sentirían en constante empatía con la protagonista. Celebramos una nueva versión de Heidi pero más celebramos aún que lo clásico nunca pasa de moda.
La ola que te saluda Desde Noruega llega La última ola (Bolgen, 2015), film donde un geólogo se enfrenta ante un tsunami con la esperanza de sobrevivir y poder encontrar a su familia. El cine de catástrofes naturales, ya sea basado en hechos verídicos o puras ficciones que rodean lo absurdo, siempre perdura y está presente año tras año. Es probable que esto se daba a una mezcla de lo más funcional en el cine actual: impactantes efectos visuales combinado con una historia dramática de supervivencia, donde uno como espectador lo disfruta pero que jamás desearía estar en la piel de los protagonistas. Desde Lo Imposible (2012), hasta las más recientes Force Majeure: La traición del instinto (Force Majeure, 2014) y Terremoto: La falla de San Andrés (San Andreas, 2015), las historias que buscan abordar desastres ecológicos, y cada una con su propio punto de vista sobre el comportamiento humano, no escasean. Noruega, luego de la notoria Kon-Tiki: Un viaje fantástico (Kon–Tiki, 2012), un canto a la brillantez en la utilización de los efectos digitales, nos trae su propia historia catastrófica con La última ola, posibilitándonos experimentar este género cinematográfico desde la perspectiva de una nueva tierra. La última ola narra el día en donde un geólogo, interpretado por Kristoffer Joner (Revenant: El renacido), descubre que es un hecho el inminente derrumbe de la montaña Åkneset y la brutal consecuencia que eso conlleva: nada más ni nada menos que un peligroso tsunami. Desde ese momento, recurre en avisarle a la población de que huya pero su mayor inquietud es el estado de su familia que, en el momento del desmoronamiento, se encontraba alojada en un hotel cercano a la costa. A partir de ahí, el protagonista, ante la incertidumbre del bienestar de sus seres queridos, hace todo lo que esté a su alcance para concurrir a ayudarlos. La referencia más clara de esta película es, sin lugar a dudas, Lo Imposible. El lacrimógeno film dirigido por el español Juan Antonio Bayona se basa en la combinación de ciertos elementos hallados también en la película noruega: tsunami + familia desunida + búsqueda desesperada del padre de la familia por su esposa e hijos. Bien sabemos que la película española batió records de taquilla en España, fue reconocida por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas con la nominación a Naomi Watts como mejor actriz y es recordada por esa escena manipuladora final donde el director logra que te broten las lágrimas como si realmente lo estuvieras viviendo en carne propia. Acá está la gran diferencia entre La última ola y el film citado. La obra escandinava, por más que tenga escenas repletas de acción, impactantes efectos especiales y un poderoso guion que te mantiene en vilo, no permite que nos involucremos en su totalidad. Bien sabemos que si algo caracteriza a la cultura latinoamericana es la pasión y la exteriorización de ello, quizás sea por eso lo distante a la identificación con los personajes que aparecen en La última ola. “Para las imágenes, hemos usado efectos visuales generados por computadora y efectos especiales sin intervención digital”. Con estas palabras define el director del film, Roar Uthaug, a la importancia de los deslumbrantes efectos especiales – ideales para la pantalla grande – y las razones en la obtención de ese realismo que permite sentir a la ola bien de cerca. Este trabajo lo posicionó como una revelación ya que, con un presupuesto absolutamente menor a los utilizados por los mainstreams, realizó una película de alto impacto visual que nada debe envidiarles a las grandes superproducciones de Hollywood. No es casual que él haya sido el elegido para manejar los hilos de la futura nueva versión de Tomb Raider (2017), con Alicia Vikander (La chica danesa) en el rol de Lara Croft. La última ola es un film ideal para disfrutar en las salas de cine. Los efectos visuales acompañados de los sonoros, nos sumergen en pleno tsunami y permite que el suspenso se apodere de nosotros. Estas perlitas europeas que tardan en aterrizar en estas tierras, tal como sucedió con Goodnight Mommy (Ichseh, ichseh, 2014) o 45 años (45 years, 2015), que son obras que valen la pena apreciar en los cines. Ya sea por ser espectador de un terror psicológico de lo más intrigante o por dejarse llevar con una conmovedora historia de amor en tiempos de vejez o, como en el caso que nos compete, ser espectador de una gigantesca ola que pone en riesgo la vida de miles de personas, estos films son una nueva bocanada de aire y funcionan como alternativa entre todas aquellas producciones de origen estadounidense. La última ola, sin recurrir a golpes bajos ni a engaños que bordeen los efectos visuales irrisorios, es una obra que comprueba que no hace falta tener un gran presupuesto para realizar un correcto film sobre catástrofes naturales. Ahora sí. Pónganse cómodos en sus butacas y sujétense fuerte. Aunque, pensándolo bien, no tanto. Así no estarán impedidos de que los arrastre una poderosa ola, de esas que vale la pena sentir.