Corriendo en la dirección correcta Baby (Ansel Elgort) es un joven conductor que forma parte de una banda criminal aunque esto no es de su agrado. Mientras se aisla del mundo exterior -gracias a su banda sonora personal- al que no quiere pertenecer, conoce a la bella Debora (Lily James) quien será el motivo para abandonar el mundo delictivo aunque este no resulte fácil. Edgar Wright ya marcó su estilo en cuanto a dirección y estética con This is the end (2013), Scott Pilgrim (2010) y Shaun of the dead (2004). Baby Driver hace pie en las viejas películas de los ’70 y ’80 sobre persecuciones, atracos y robos de banco, algo que hoy en día perdió cierta popularidad debido a nuevas formas digitales de transacciones de dinero. Teniendo a la música como hilo conductor para desenvolver los pensamientos de Baby y sus acciones, la película entretiene como una comedia llena de guiños, humor absurdo y una estética única y ambiciosa. La primera escena del film representa en su totalidad lo que Wright implementó en el resto del film: una carrera de acción sin escalas, maniobras espectaculares y música. Wright marca un estilo personal identificable y se expone como uno de los nuevos directores a tener en cuenta. Baby Driver es su proyecto más ambicioso tanto desde la dirección como del guión. Baby canaliza sus traumas, emociones y acciones a medida que reproduce su banda sonora, que refleja su estado de ánimo o sentimientos. Más allá de lo que representa la música en sí como un arte a disfrutar, tanto para Baby como para la película significa otra cosa. Para él, es el escape social ante un mundo que prefiere no escuchar; por eso con este recurso logra sentirse lo más ajeno posible. A medida que la trama avanza y se desarrolla, vamos conocimiento los padecimientos, agonías y consecuencias que llevaron a Baby a ser parte de esta banda de criminales. El carisma de Elgort para que su personaje se manifieste a través de la música, frases o gestos deja en claro su personalidad y cómo repercuten internamente en él las contradicciones de los conflictos que enfrenta. Baby Driver cuenta con un gran cast, con personajes secundarios tan caricaturescos como divertidos cumpliendo su rol en la obra. Jamie Foxx, Jon Hamm, Kevin Spacey (House of Cards, Eiza González (Del crepúsculo al amanecer y Jon Bernthal (Daredevil) conforman este escuadrón rutilante y especial, donde en sus diferencias y diálogos sobre el crimen, la música, el amor y el sexo se desenvuelve parte del humor en pantalla. Baby Driver es una comedia de persecuciones, acción, humor pero también una historia romántica. Su narrativa,intensa y vibrante en todo el film, se articula por las motivaciones amorosas de varios de sus protagonistas. El pulso narrativo de Wright logra mantener cautivo al espectador aunque cuando todo pareciera dicho. En el final del segundo acto cuando todo pareciera resolverse, los hechos cambian de rumbo y el final parece lejos aunque se acorte la distancia con la meta. Baby Driver (2017) de Edgar Wright expone sus ingeniosas ideas desde el primer momento y las lleva a toda velocidad para el disfrute del espectador, utilizando la música y el carisma de sus personajes para darle otro matiz a una historia con un estilo propio. Para finalizar, les compartimos la banda sonora de Baby Driver que integra temas desde The Beach Boys (‘Let’s Go Away For Awhile’), Queen (Brighton Rock) hasta The Button Down Brass (Tequila).
Madurando para mejorar Cars 3 se presentaba como una versión más oscura y difícil de sobrellevar con el accidente del protagonista, el Rayo McQueen volando por el aire en la pista del circuito en su primer trailer. Casi una década después de Cars (2006), Cars 3 vuelve a las raíces relacionadas a las carreras, la competición y el afán por mejorar desde la enseñanza o el legado. Después de Cars 2 (2011), una magra secuela que se corrió del eje del deporte automovilístico para hacer hincapié en conspiraciones, agentes secretos y espías, Cars 3 vuelve al lugar donde nunca debió haberse ido: una historia sobre las pistas y el anhelo de competir y ser el mejor. En este contexto, McQueen deberá enfrentar al paso del tiempo y las nuevas generaciones de corredores ultrarrápidos para estar a la altura de los acontecimientos. Sin la tutela de su viejo mentor, el Fabuloso Hudson Hornet, McQueen estará acompañada por la joven instructora Cruz Ramírez y su nueva metodología de trabajo, muy diferente a lo que estaba acostumbrado. Cars 3 sigue la analogía del legado a las nuevas generaciones. Como ya ocurrió con Toy Story, para Pixar el paso del tiempo es un tema importante e influye en la historias de sus protagonistas. McQueen dejó de ser un aprendiz y debe encontrar el camino correcto con reflexiones sobre su futuro tomando como ejemplo su pasado. Cars 3 veulve a su esencia deportiva, esa aventura de entrenamientos poco convencionales para dotar al protagonista de nuevas herramientas para estar a la par de sus contrincantes, más jóvenes, enérgicos y actualizados a las nuevas tecnologías. Sin embargo, el objetivo de Cars 3 trasciende el papel de McQueen y su objetivo de permanecer dentro de las pistas y no fuera de ellas. Cars 3 vuelve a sus raíces como película como también a los orígenes y las primeras carreras de autos, tomando notas de equivocaciones del pasado donde se primó por darle notoriedad y relevancia a aspectos ajenos a la fuente de la película. Esta vez, los escenarios están fuera de la ciudad y bases secretas: el entrenamiento en la playa, la carretera o en diferentes tipos de carrera -como de demolición- dotan al film del aire que necesitaba respirar para poder volver a rugir como antes. Cars 3 es esa búsqueda interna de McQueen para enfrentar lo inevitable-como lo es el paso del tiempo y el retiro- y lo que viene después. Una reflexión intensa, dolorosa y contradictora ejemplificada de manera ejemplar en McQueen, quien ya no tiene a su mentor como faro de consulta y sabiduría para llegar a buen puerto. En sus 109 minutos entretiene sin perder nunca la mella de la historia que se desarrolla: focalizado tanto en McQueen como en Cruz, el argumento se nutre de la relación entre ambos y su búsqueda por consolidar su objetivo y redescubrir su lugar. Cars 3 es la película más madura, reflexiva y conmovedora de la franquicia, con retos muchos más internos e intensos para enfrentar. Visualmente más pulida y realista que sus anteriores versiones, Cars 3 se desarrolla narrativamente a paso firme y cuenta con varias sorpresas, aunque el final sea predecible. Otro punto fuerte en esto fue dejar de lado la figura de Mate, quien aparece en contadas ocasiones para abastecer de humor a la película sin entorpecer a la trama (como así ocurrió en Cars 2). Jackson Storm se presentó como el antagonista ideal para chocar con la personalidad y el crecimiento de McQueen a lo largo de la saga. Storm es un joven fanfarrón, egocéntrico, vanidoso y soberbio, con poco respecto por las grandes figuras como McQueen (¿Recuerdan cómo comenzó El Rayo en Cars?). A pesar que no se ahonda mucho sobre las motivaciones y preocupaciones del enemigo, Storm sirve como el enemigo a vencer, superior al héroe desde los aspectos técnicos y físicos. En este nuevo auge en donde las figuras femeninas tomaron más poder en pantalla buscando igualdad con lo masculino (como fue el caso de Wonder Woman, Rey en Star Wars: Episodio VII), Pixar siguió esta nueva ola y presentó a Cruz como exponente de esta idea. A pesar de ser algo previsible para el argumento de Cars 3, Cruz es un ejemplo de la generación de mujeres discriminadas y marginas por su género para realizar tareas o ejercicios únicamente seccionados para hombres. Pixar tomó nota de esta nueva generación en alza creando en Cruz un personaje con muchas inseguridades sobre su verdadera vocación, producto de malas valoraciones y los prejuicios de la sociedad. Allí está el corazón de Cars 3, en volver a su esencia en los circuitos y su deseo de ser el mejor pero basándose en el redescubrimiento de McQueen y el verdadero potencial de Cruz, tomando siempre a la nostalgia, sabiduría y el respeto hacía el paso como eje fundamental.
Los demonios también están en casa En un mundo post-apocaliptico, Paul (Joel Edgerton) es un padre que vive en una casa fuera de la ciudad con su esposa Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo Travis (Kelvin Harrison Jr.). Una llegada imprevista cambiará la vida de la familia y expondrá a Paul a hacer lo necesario para proteger a sus seres queridos. Viene de noche, con una producción chica en cuanto al reparto y escenarios, exhibe una historia vibrante y dramática. Desde la primera escena se presenta como será en todo su desarrollo: dura, concisa y emocionalmente desequilibrada. Trey Shults en su doble labor como director-guionista recrea un ambiente tan humano y realista como hostil para los protagonistas. Su intento de continuar con la moral, ética, principios y leyes de otros tiempos serán opuestos a la realidad que hoy les toca vivir, en un mundo apocalíptico y sin límites. El gran pulso narrativo del director desentrañará, a medida que se desarrolla el film, las inquietudes contradicciones de Travis (Kelvin Harrison Jr.), un adolescente que padecerá este cambio radical del mundo con sus propios conflictos internos para aceptarlo. Viene de noche se aferra en las emociones y las relaciones humanas en una película que sale de escena con lo que generalmente ocurre en el género: el enemigo hostil, exterior o villano no radica en algo o alguien excepcional, difícil de explicar o mantener. El propio ser humano, sus miedos, paranoia y necesidad de control frente a lo que desconoce o atemoriza será el principal factor que movilice la película. La fotografía de Drew Daniels como el aparato sonoro de Brian McOmber trabajan en la misma senda recreando un ambiente angustiante, vibriante y paulatino en tensión. Junto a ellos, Shults propone una estética contenida y cuidada para dotar a cada escenario de una presencia diferente, tanto en ambientes más cálidos y seguros como la casa o lo adverso y desconocido con el bosque y lo que no conocen. Joel Edgerton comprendió la escena y el marco que mueve la obra. Su personaje está a la altura de las circunstancias y no dudará un segundo en anteponer a su familia frente a cualquier otra cosa que los exponga a una situación de peligro, sin medir ningún tipo de consecuencias. Sí Kelvin Harrison Jr. manifiesta la parte joven, ingenua y más vulnerable de la psicología humana, Edgerton expone al ser humano más curtido, impenetrable pero no así menos doloroso. Un dolor que nunca podría ser visible ni llegar a la superficie, ya que la supervivencia de su familia se sostiene sobre sus hombros. Viene de noche trata sobre la contradicción de hacer lo correcto cuando tal vez no sea la mejor opción. En esa zona gris los personajes coquetean, son felices y se lastiman mientras caminan por un escenario sin reglas ni leyes, en una sociedad que perdió su civilización. En su afán de continuar con su código moral y ético y solidario, el dolor y el drama frente a la impredecible expondrán a la familia en un conflicto que no tendrá buenas consecuencias para nadie.
Estúpidamente divertida Mitch Buchannon (Dwayne Johnson) es el socorrista estrella de la bahía y abre la temporada con la inclusión de nuevos integrantes a su equipo. En este contexto conoce a Matt Brody (Zac Efron) un nadador de alto rendimiento caído en desgracia por su mala conducta. A pesar de sus diferencias, juntos deben unir fuerzas para hacerle frente a una empresaria mafiosa que busca hacerse con el control de toda la costa. Baywatch cumple su principal objetivo que es entretener. La dirección de Seth Gordon continúa la misma senda que marcó con Quiero matar a mi jefe (20119 y Ladrona de identidades (2013). Tal vez cae en lugares comunes y clichés de las comedias de humor subido de tono y grosero, pero a pesar de todos los condimentos en contra que tiene, tanto en su producción como en la narrativa, alcanza su objetivo principal y hasta único: divertir. Desde el vamos, la adaptación de la serie homóloga de los 90s no es un producto con un fin más allá de lo superficial que aparece en pantalla: un grupo de guarda-vidas físicamente imponentes deberán superar los obstáculos y problemas que aparecen en la playa, tanto ahogamientos, robos como también venta de drogas. En su narrativa y argumento, Baywatch se manifiesta como una sátira de la exageración de todos estos aspectos que aparecían en la serie de televisión: la utilización desmedida de la cámara lenta, rescates imposibles y extremos bajo físicos esculturales e intactos. Justamente en la primera escena y presentación se manifiesta la exageración y delirio que presenta esta nueva versión de Baywatch. Así, la película se ríe de sí misma utilizando un humor vulgar, rápido y subido de tono. El problema de éste es que pierde su simpatía en la repetición en dos horas de película. Sin embargo, la frescura propuesta por Johnson y Efron siempre empuja y sostiene el film, más allá de la reiteración de situaciones. Sí, Baywatch repite clichés y estereotipos –el hombre subido de peso es el nerd, el genio de las computadoras y el bufón que quiere seducir a la chica del grupo por ejemplo- durante cada uno de sus actos, aunque decae estrepitosamente cuando abandonan su lugar como cuidadores de la bahía y comienzan una investigación de lo que está ocurriendo a nivel policial. Infiltraciones, utilización de disfraces, armas son algunos de los cliché que utilizan pero bajo ningún tipo de sostén argumentativo para darle coherencia a esas acciones. Al estilo Rápido y Furioso 8, la acción es desmedida, irreal pero igualmente entretenida mayormente por el carácter de la dupla protagónica. En sí, Baywatch se apoya en el carisma de The Rock y la química que reúne con Efron, además de ciertas referencias nostálgicas sobre la serie y la época de los ’90. Baywatch (2017) es una película que reúne más errores que aciertos en pantalla: su superficialidad, abuso de lenguaje vulgar, estereotipos, momentos cliché y duración repercute en toda su producción final. Sin embargo, pese a todos estos incovenientes, logra sacar lo mejor que tiene para ofrecer: divierte y entretiene mediante la acción y el carisma singular de Johnson mientras todo el tiempo se mofa y ríe de un Zac Efron completamente caricaturesco. Por Alan Schenone
El equilibrio para empezar a creer En La mujer maravilla (2017), Diana (Gal Gadot) es la princesa guerrera de una isla paradisíaca lejana al mundo exterior. Cuando el piloto norteamericano Steve Trevor (Chris Pine) se estrella a orillas del mar, le advertirá de un peligro inminente que acecha al mundo exterior. Diana responderá al llamado de justicia para acompañar a Trevor y así terminar con la gran guerra, descubriendo su propio destino y conociendo quién es realmente. La mujer maravilla representa la primera adaptación al cine del personaje icónico de Dc Comics, creado en 1941. La directora Patty Jenkins (Five) nos da un vistazo del crecimiento y desarrollo de Diana desde que es pequeña en Themyscira, la isla en la cual sólo habitan mujeres. Paso a paso vemos como se forja la personalidad de una mujer especial que, conforme al paso del tiempo, entiende los conceptos más puros del bien, el mal, la venganza, la ética y la moral pero por encima de todos ellos, la justicia. Así, La mujer maravilla construye su relato sin titubear, tomándose el tiempo necesario para acentuar las bases ideológicas y de pensamiento de Diana frente al mundo que todavía le resulta desconocido. Cargada de acción, nostalgia y con buenos momentos de humor -gracias a Chris Pine– el argumento de La mujer maravilla nunca decae ni hace perder el foco e interés al espectador: Gal Gadot impone con su presencia, carácter, dulzura y también ingenuidad, ya que le resulta difícil de adaptarse a un mundo corrompido por la avaricia, la maldad, ira y maldad del hombre. Elegir a Geoff Johns, famoso e importante guionista de cómics de la empresa para que se encargue del guión de la película fue otro acierto de DC. Más allá de pequeñas licencias en cuanto a la adaptación al cine, la esencia del personaje creado por William M. Marston en 1941 se percibe en la gran pantalla y conmueve. La mitología que rodea a la Princesa Diana impulsa a la trama mientras que se relaciona de manera eficaz con el mundo moderno en guerra, sin perder nunca el balance de un lugar ni del otro -a pesar de tener errores de interpretación y de tiempos-. La fotografía como también la música de La mujer maravilla cierran a la perfección la identidad que Jenkins ideó para la película, manteniendo el matiz oscuro y sombrío, en gran parte como marca DC en el cine pero sin perder el tono noble que impone La mujer maravilla. Con tantas escenas impresionables de acción, lucha y conflicto; por momentos el uso de CGI no fue tan acertado en su realización, aunque en su composición final si genera un producto digno y aceptable. Pese a las dudas que se habían formado en el público cuando se anunció su participación; Gal Gadot es la punta del iceberg de la mejor película de DC en el cine hasta el momento. La esencia de La mujer maravilla brilla desde que conocemos a una joven Diana que sueña con convertirse en una princesa guerra. Gadot entendió el rol que debía ejercer y representó a la perfección un símbolo de mujer que trascendió generaciones y tendencias. Desde las escenas de acción hasta donde el drama, la impotencia y la desolación hacían sucumbir a Diana. Chris Pine es otro foco fuerte del film, siendo el eje entre el mundo casi ficticio de Diana y el otro donde la guerra estallaba por los distintos frentes de Europa. El espía norteamericano Steve trevor es quién aporta las dosis de humor, reflexión sobre el amor, las relaciones entre hombres y mujeres como también el sentido del honor y la justicia, tan importantes e inquebrantables para Diana. En un mundo con leyes y direcciones muy dispares a las suyas, Trevor es quien explica e ilumina un camino que, muchas veces, se torna más oscuro e indescifrable para la princesa guerrera. La simetría, química y simbiosis entre ambos los vuelve inseparables en todo el desarrollo del film. Robin Wright (House of Cards) es otro gran acierto en el cast como la General Antiope, quién entrena, forja el carácter de Diana y la expone a la primer gran pérdida de su vida. Connie Nielsen (The good wife) también aportó una gran perfomance como la Reina Hippolyta y su madre, quien tratará de proteger a su hija y reino por encima de todo, hasta de la verdad oculta que rodea el nacimiento de Diana. Tal vez uno de los errores del films fue la personificación de los demás actores masculinos en la película: ni David Thewlis (Fargo) ni Danny Huston (Frankenstein) fueron los exponentes más representativos con la historia a contar y su culminación, aunque posiblemente esa fuera la intención de Jenkis. Sin embargo, eso no significa que no hayan logrado lo que su papel les exigía, mostrando las distintas facetas del bien y el mal, aunque a veces no son tan distintas como parecen. Sin lugar a dudas, La mujer maravilla es la mejor película del Universo DC en el cine a base de una gran dirección, argumento y un elenco digno a la altura de la primera adaptación a la gran pantalla del personaje. La mujer maravilla cumple con lo que propone: entretener en base a la acción y el descubrimiento de un mundo nuevo en el que Diana debe adaptar sus estandartes de valor, justicia, el bien y el mal.
Cuando el marketing supera al cine El inoxidable capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) sigue causando problema pero con un poco menos de suerte: el pirata-fantasma Capitán Salazar (Javier Bardem) busca venganza de un joven Sparrow mientras ambos continúan la carrera por quedarse con el Tridente de Poseidón, un objeto que le dará poder sobre el mar a cualquiera que se haga con él. Se puede decir que la franquicia de Piratas del Caribe funciona de manera similar a la de Transformers de Michael Bay: focalizado en la figura del carismático capitán pirata Jack Sparrow, los productores y distribuidoras encontraron una brecha o lugar para explotar y expandir sus ocurrencias. Piratas del Caribe: la venganza de Salazar sigue funcionando – a pesar de estar muy lejos de las primeras películas en cuanto a calidad narrativa y actoral- ya que la gallina de los huevos de oro todavía es redituable a nivel audiencia y convocatoria. Lamentablemente, un producto impulsado por un personaje excéntrico, anti-héroe y sinvergüenza que ya tiene poco para contar de sí mismo en el largo trayecto de cinco películas en su haber. En su esencia, la primera trilogía de Piratas del Caribe logró cautivar tanto a la crítica como al público, pero fue decayendo en su calidad en la gran pantalla, con una tercera parte aceptable pero fácil de olvidar. Después, se creyó que ese era un cierre digno –momentáneamente- para el capitán Sparrow ya que aparecería la posibilidad de proceder a nuevas historias en un mundo basto de fantasía, mitos y leyendas de los siete mares. Piratas del Caribe: En Mareas Misteriosas (2011) llegó a las salas sin parte del cast original con una película olvidable e irrelevante. El film colmó las expectativas de los fanáticos como de la taquilla, a pesar de no haber realizado un producto más ambicioso y contundente. Después de cuatro películas y con un papel de 17 años de trayectoria, Jack Sparrow continúa siendo el mismo: sus diálogos, respuestas, su cuestionada moralidad y ética siguen estando a la orden del día pero ya no es tan natural, innovador y fresco como fue hace muchos años. Un desgaste natural para un personaje que, desde un primer momento, nunca cambió ni progresó a lo que fue su vida en la gran pantalla. Tantos años haciendo lo mismo tienden a cansar y a caer en la monotonía. Esta construcción del personaje sí apareció rozando la superficialidad en la primera trilogía de la saga –cuando se creía que allí culminaría- siguiendo el hilo narrativo que proponía su triángulo amoroso con Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Swann (Keira Knightley). Con la cuarta y ahora quinta parte, se perdió esa esencia el personaje, exponiendo una caricatura de sí mismo. ¿Dónde está la gracia si ya conocemos qué va a decir, cómo y de qué forma va a reaccionar? Bufón y juglar de sus propias historias, el camino de Jack Sparrow seguirá naufragando por nuevas costas siempre y cuando todo el contexto que se mueva a su alrededor siga trayendo dinero, y sin reparar tanto en su contenido narrativo para alimentar la mitología del personaje. Dirigida por la dupla de Joachim Rønning, Espen Sandberg, (Bandida – 2006) Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar revela un poco más del pasado del famoso pirata, mientras que los años no pasan solos: el hijo entre Turner y Swann llega a Sparrow con una propuesta más que interesante para el futuro de ambos. Los directores, en la idea de incluir nuevas generaciones a los relatos del pirata convocan a nuevos personajes pero de manera figurativa y con el propósito de continuar con una coherencia con los anteriores films. Ni la fotografía ni tampoco los efectos son los mejores en la cinta. Con sus 129 minutos de duración, Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar se torna lineal y poca atractiva por una historia común y con escasos giros argumentales que sorprendan al espectador. Los diálogos, gran propulsor en el dinamismo de la trama y el guion, continúan con chistes fáciles y situaciones hilarantes pero que a larga no terminan de convencer. Después de un desgaste de tantas películas con poco vuelo a nivel de guion, resulta poco atractivo para el espectador que busca algo un poco diferente. No todo lo que brilla es oro y eso recae en la última historia de Piratas del Caribe. Si hay algo a destacar a la franquicia Piratas del Caribe es que siempre los villanos estuvieron a la altura de las circunstancias: en La Venganza de Salazar Javier Bardem (The Last Face / 2016) interpreta a un colérico coronel español quien tuvo como rival a Sparrow en sus primeros pasos como marinero. Pese a reforzar el estereotipo de español por su forma exagerada de hablar, Bardem cumple y exime un poder de odio y desquite que se deja apreciar en cada intervención en la pantalla. Un costado más crudo y sanguinario de los oficiales que enfrentaban a los ladrones del mar en aquellos tiempos, un lugar casi inexplorado referido a esta manera cruel en base a las anteriores películas Con respecto de la pareja que acompaña a Sparrow en su aventura, Kaya Scodelario como Carina Smyth (Maze Runner: Prueba de fuego / 2015) y Brenton Thwaites como Henry Turner (Dioses de Egipto / 2016) logran una actuación aceptable pero no suficiente para poder sostener a la película en todo su progreso. Ellos son satélites que giran alrededor del gran pirata y nada más. Su desarrollo, predecible y lineal, hacen que sean un mero pretexto decorativo al argumento, sin nada diferente u original para ofrecer. Sirven como la excusa para empezar a agilizar la trama pero para nada más. Con una escena extra, si el espectador estuvo atento y ató clavos con la resolución de la historia, le resultará muy fácil imaginar por donde estará el futuro de la saga y la próxima entrega de Piratas del Caribe, porque, mientras el producto funcione en las butacas, siempre habrá una nueva historia del inoxidable capitán Jack Sparrow.
Mediocre y complicado El jefe de operaciones especiales del FBI Montgomery (Christopher Meloni) sigue las pistas de un grupo comando de ladrones que se empeña en robar los bancos de un director famoso y multimillonario Hubert (Bruce Willis), quien, a medida que se esclarece el caso, quedará expuesto a a una red de conspiraciones y corrupción. El gran golpe es un film que expone la corrupción, conspiraciones e intereses que se manifiestan entre las entidades de seguridad, como la policía, el FBI o las propias fuerzas armadas. El film, dirigido por Steven C. Miller (Extraction /2015), comienza por un gran pulso narrativo donde presencia intimidante del grupo comando encargado de robar los bancos, marcando el ambiente y tono de la película. Sin embargo, demasiadas conspiraciones, historias paralelas sin un desarrollo claro ni acertado terminaron por descender la intensidad y atención que propuso desde sus primeros minutos. El guion nunca puede mantener el grado de complejidad que propone con varias historias en distintos ejes temporales, mientras que se toma recaudo de indagar por el desarrollo de personajes que no le hacen falta al argumento. Esa inconsistencia se siente en toda la gestación del film, con una narrativa lenta, giros irrelevantes y diálogos mediocres entre los personajes. El único momento en el cual el film sale de esa parsimonia mediocre es cuando este grupo comando de ladrones aparecen en esa y acaparan la pantalla. La acción, mínima pero contundente, hacen de estas escenas lo más entretenido y disfrutable de toda la película, en la cual, curiosamente, los protagonistas no emiten diálogos. Christopher Meloni es el único con interpretación aceptable como jefe de policía, aunque la resolución de la película no le hace honor a la construcción de su personaje. El resto del elenco, conformado por Dave Bautista, Adrian Grenier, Lydia Hull, Tyler Jon Olson, Christopher Rob Bowen, Chris Hill comprenden personajes cliché, banales y mal desarrollados, en una trama que no los necesita ni les otorga algo más para ofrecer. Otro que no ayuda a El gran golpe es el papel de Bruce Willis, sin brillo ni color, mediocre, lineal y poco destacable. Nunca llega a cumplir el papel del director perverso que de una corporación multimillonaria que antepuso su dinero por encima de cualquier cosa. Steven C. Miller, en su afán por realizar una película que exponga las conexiones corruptas entre los organismos de seguridad y las grandes organizaciones, comprendió un film demasiado rebuscado y poco prolijo en su tramado para llegar un final resolutivo y concluyente. El gran golpe, de 107 minutos de duración, no se toma el tiempo necesario para procesar toda la información, teorías y personajes que presentan una atrás de otra, sin llegar a focalizar en un lugar concreto hacia donde debería apuntar el espectador.
Bajo la dirección de Guy Ritchie llega una nueva adaptación del relato folclórico del Rey Arturo y la legendaria espada Excalibur. Charlie Hunnam (Titanes del pacífico) se pone en la piel de un joven Arturo que creció entre los burdeles y las calles de Londonium sin los beneficios ni comodidades de la clase alta. Su destino ligado a la gran espada deparará una gran aventura que lo pondrá palmo a palmo con su tío Vortigern (Jude Law), rey e usurpador del trono. El Rey Arturo: La leyenda de la espada (2017) repasa la historia del mítico personaje ya vista varias veces en el cine, pero en esta ocasión desde una perspectiva no tan explorada: el costado de la fantasía que envuelve al relato.. En sintonía con su trayectoria, Guy Ritchie marcó una manera de filmar con películas como Snatch (2000), Revolver (2005), RockaRolla (2008) y Sherlock Holmes (2009) en la que los diálogos rápidos, un humor seco, directo y el uso del flashback marcaban la dirección del film y su desarrollo. Ritchie marca el pulso narrativo de el Rey Arturo desde el aparato sonoro, las diferentes tomas y la acción. A veces, este uso constante en la forma y manera de filmar recrea un efecto opuesto: el film se torna más denso y poco fluido. Sin embargo, El Rey Arturo propone su idea y esencia desde la primera escena: acción, espectacularidad visual y fantasía para elevar cada vez más al mito de Arturo y las hazañas que aglomeran a su reino. Ya planteado desde lo visual, el guión sobre una historia tan conocida necesitaba un giro diferente para no ser una más del montón. Charlie Hunnam se pone en la piel de un chico malo de los bajos barrios que roba, pelea y esquiva a la ley junto a la pandilla que lo acompaña en sus proezas por las zonas carenciadas de Londenium. Una nueva faceta, lavada de cara o punto de vista para la historia de Arturo y como llegó a ser rey y proclamarse como Excalibur. El Rey Arturo entretiene y explora su historia pero utilizando a la magia y la tiranía del rey Vortigern como impulso y motivación para su desarrollo. Uno de los puntos donde más flaquea el film está en tratar de hacer cada más más espectacular un enfrentamiento o combate, además el uso y abuso del CGI (Computer-generated imagery) hace que el relato que se está contado pierda consistencia. Son tan notorios los efectos realizados por computadora que muchas veces se pierde la coherencia narrativa que expone la película. También el CGI se rige por las normas establecidas del director para su estética: oscura, sucia, tenue y poco glamorosa. La fotografía de Ritchie sigue los tintes de Snatch y RockNRolla para recrear un ambiente caótico entre ladrones, asesinos y traidores, aunque en este caso se extiende en otro escenario diferente. Así y todo, El Rey Arturo cumple con su objetivo y entretiene también gracias al elenco. Hunnam, conoce el papel de badboy desde su protagónico en la serie Sons Of Anarchy (2008) y le sienta a la perfección esa naturaleza de anti-héroe. En su complemento, tanto Jude Law como Eric Bana se apegan a sus personajes de manera eficaz y contundente, con esencias tan distintas y dispares entre ambos. Law encarna de manera correcta a un personaje consumado por sus ansias de poder y motivado en controlarlo gracias a la tiranía y el miedo que promueve. El rey Arturo: la leyenda de la espada (2017) cumple con su cometido y entretiene desde la atenta mirada y toque diferente de Guy Ritchie, con grandes escenas de acción, diálogos ásperos y una mirada diferente sobre un relato clásico. Lamentablemente, Ritchie se queda con la espectacularidad que busca imponer en la película pero finalmente carece de contenido en lo que respecta a su composición final.
Abarcar mucho para apretar poco La Promesa (2016) narra los hechos más desesperados del genocidio armenio mientras que la pasión, el miedo y el coraje del triángulo amoroso entre el estudiante de medicina Michael Boghosian (Oscar Isaac), Chris Myers (Christian Bale) un periodista americano de una prestigiosa agencia de noticias y la bella Ana Khesarian (Realive / 2016) buscan encontrar una salida y una razón para sobrevivir. Bajo la dirección de Terry George, La promesa está basada en hechos reales. La promesa es un film que se toma su tiempo para explicar el contexto y la situación de cada personaje como también del ambiente que los rodea; como el respeto entre pares e iguales se ve desechado o es totalmente ignorado cuando se toma el poder desde el miedo, la represión o la violencia. Desde este lugar, el film es uno más de los tantos que utiliza un hecho histórico cruel y desgarrador para contar un relato que ya fue realizado en demasiadas ocasiones, y más cuando la pantalla grande sigue nutriéndose de historias sobre hechos reales, libros, secuelas o remakes y no con guiones originales para ofrecerle algo diferente al espectador. A pesar del sufrimiento y drama que recorre todo el film, La promesa se vuelve demasiado lenta y aburrida en su desarrollo, tan así que resulta muy difícil sentir cercanía por alguno de los personajes. En cuanto a su guión, resulta poco creíble que sean demasiados los hechos fortuitos o casualidades entre sus personajes para seguir juntos en un contexto demasiado hostil para su época. La Promesa es predecible con cada acto y consecuencia que arremete al argumento, algo que entorpece su narración sin dejar algún lugar para re descubrir otros aspectos o algún giro inesperado. Sus 134 minutos de duración no justifican el bajo pulso narrativo de Terry George para llevar a buen puerto las escenas y encontrar un equilibrio entre el drama amoroso y el aspecto social-político. Con un gran elenco y actores con mucho vuelo, los roles de Isaac, Bale, Le Bon quedaron desaprovechados en una historia que no estuvo a la altura del imponente marco histórico que buscaba abarcar, ni en el desarrollo creíble de los personajes. La promesa (2016) es un film que busca emocionar desde un triángulo amoroso que no llega a considerarse tal ya que nunca termina de convencer desde su veracidad: la exposición melodramática entre el amor y el período de guerra en el cual viven sus protagonistas provoca que nunca se llegue a un climax ideal y estable entre ellos. Ni desde las escenas bélicas de resistencia ni desde el amor La promesa logra salir de su casilla para hacer algo más que una película de época y contexto, abordada desde un amorío que termina antes de poder comenzar.
Un regreso con gusto a poco Un grupo se reúne para explorar una isla del Pacífico que, a lo largo del tiempo, trae más interrogantes que respuestas. En su aventura, este equipo encabezado por el ex militar James Conrad (Tom Hiddleston), la fotógrafa Mason Weaver (Brie Larson), y el jefe militar Preston Packard (Samuel L. Jackson) llegará a la Isla Calavera para conocer a Kong y toda la historia que lo rodea. En Kong: La isla calavera (2017), la historia original de la película del año 1933 cambia adaptándose a un relato más realista y coherente a este tiempo. En esta ocasión, el simio gigante dejó de ser preso del amor-relación que tenía hacia la protagonista para defender con uñas y dientes a la isla en la que es voz y voto. Ese perfil, más básico e ingenuo en cuanto a la destrucción simplemente por venganza quedó para el pensamiento de otras épocas: ahora Kong es inteligente y consciente de sus actos y consecuencias. Un punto alto de la película de Jordan Vogt-Roberts fue la decisión de tomar a Kong como el centro y a través de quien se maneja toda la acción. Desde un primer momento se nos muestra al monstruo en pantalla y se plantean las reglas con él y la película. Todo gira a su alrededor y desde él se desarrolla la historia. Kong: La isla Calavera cuenta con buenos efectos especiales y una gran ambientación relacionada a la época de los ’70, con una gran similitud a Apocalypse Now (1979) en cuanto a su estética. En la parte sonora, Kong hace uso y abuso de la música para recorrer distintas escenas. En su utilización reiterativa al usar temas demasiado conocidos y comerciales -tomando artísticas como David Bowie, Led Zeppelin– se manifiesta una saturación que entorpece y molesta el desarrollo natural de las escenas. En lo actoral, Kong: La isla calavera descuida a cada uno de sus personajes. Tom Hidleston brilla por su ausencia como protagonista, a su vez, el papel de Brie Larson fue introducido a la fuerza. Por otro lado, Samuel Jackson como el militar a cargo de la expedición deja mucho que desear y resulta poco creíble. Los personajes humanos en Kong dejan en manifiesto que mucho no importan sus reflexiones y pensamientos, ya que es muy vago el campo en el cual se desarrollan sus personalidades y conflictos. El problema se halla en que se busca crear una reflexión de cómo afecta la guerra a los soldados y ex-combatientes, aunque la película no tome los recados suficientes para crear una respuesta más profunda y menos superficial. Entre todo el cast, el mejor personaje es el de John C. Reilly; divertido, irónico, con grandes diálogos y participaciones. El guión de Kong no rescata ni explota a estos personajes. Simplemente, se basa en exponer su capa más superficial y servicial para cumplir de manera escueta al desarrollo de la película, tomando al gigante como único foco relevante e importante. Finalmente, Kong es una buena idea sobre como adaptar un clásico a una nueva época, pero que se limitó a explotarlo solamente desde lo visual, dejando lo narrativo para un segundo o tercer plano.