Ubicada en tiempo y espacio en los Estados Unidos de los años ´80 la película de Bennet Miller (Capote; Moneyball) narra con maestría la sórdida relación entre un magnate devenido en coach de lucha libre y dos hermanos que acceden a su protección económica para entrenar en vistas de las Olimpíadas en Seúl 1988. Basada en un caso real, Foxcatchers tiene muchos detrás de escena: el primero y más evidente el de los atletas amateur en Estados Unidos, librados al azar en una sociedad que ultraprofesionaliza algunos deportes pero abandona otros; luego, el de los emporios económicos detrás de las promesas del deporte, millonarios que acceden a la compra de equipos enteros o de deportistas en particular, tanto como compran armas o tanques militares, compran un primer premio en un certamen de pueblo. John Dupont, dueño de una de las empresas de químicos más importantes de EEUU, es retratado en las memorias de Mark Schultz, ganador de la medalla olímpica en 1984, en el que se basa esta pelicula, como un benefactor celoso y hambriento de poder; Miller, a través de la estupenda recreación de Steven Carell lo muestra en su faceta más personal, un hombre sometido por la mirada de una madre autoritaria, que carga una batería de deseos reprimidos y que se rodea de hombres atléticos y musculosos de la élite del deporte pero de baja clase social. “Esa es una actividad baja y no quiero que seas bajo” le repite la madre. Esa relación de sometimiento madre-hijo, se replica de algún modo en la relación que establece con Mark,este joven que aspira antes que nada a ser campeón del mundo de su disciplina y luego a ganar otro oro olímpico. Esos momentos John-Mark logran un grado de perversión interesante. Hay algún abuso de símbolos como la simulación que hace de ser un entrenador frente al grupo de jóvenes cuando aparece la madre en el gimnasio o la liberación de los caballos tras u muerte, pero en general la pelicula es más generosa en las entrelineas narrativas a través de abundantes elipsis, no muy frecuentes en el cine norteamericano, que dan un aire, y sobre todo un ritmo que se detiene más en las semblanzas de sus personajes que en las acciones que ellos realizan. Miller apuesta más a un cine de personajes que a un cine de hechos, elección con la que el film gana, sin dudas. Por lo cual, termina siendo no la típica pelicula triunfalista de enfrentamiento deportivo, en todo caso asume una crítica hacia ese nacionalismo a ultranza o ese personalismo lacerante de ciertas figuras patológicas detrás del financiamiento de las estrellas del deporte. Y en ese sentido la critica al modo republicano del acceso al poder y al éxito se hace notar bastante.
Es inútil reducir a una síntesis argumental esta verdadera experiencia audiovisual que es Adiós al lenguaje de Jean Luc Godard. Quizás, si hubiera que recorrer un camino de alguna mínima certeza, estaría más cerca del juego irónico, o de la burla maquínica. “El que no tiene imaginación se apega a lo real.” es la primera frase que nos lanza, y nosotros, pobres espectadores sin imaginación con nuestros anteojos de 3D, asistiremos durante 70 minutos el ejercicio mejor pergeñado de la cinematografía antiindustrial contemporánea. Porque si hay algo que Adios al lenguaje es, es pura intelectualidad anti industrial. El más puro Godard. El filósofo del cine haciendo literatura y riéndose del 3D. Discutiendo el contenido y la forma. Algunos pocos cómplices encontrará en la platea. El 3D será un útil, mejor dicho, para rompernos los ojos (obedientemente colocados tras los anteojos) en el intento de encontrar la coherencia de la tridimension: al menos en dos oportunidades los personajes se mueven a la derecha o la izquierda de la pantalla rompiendo el punto de visión único, llevándose con ellos la cámara y por tanto el espacio en el que circulaban. El espacio y los objetos se convierten en caos. Y la realidad ya no es de tres dimensiones… solamente. ¿Por qué sacudir con ese manierismo visual? ¿Y su estilo de Histoire(s) du Cinema, al menos para las didascalias preocupadas por diferenciar la idea de la metáfora. Monet hablando de la pintura, Rodin de su pensador, un hombre de su defecación. Cuál es la diferencia? Un hombre puede desnudarse, un perro no. La naturaleza tampoco. Sin embargo, para romper las reglas tambien hay que obedecerlas: si en el 3D no debe haber demasiada distancia entre los objetos del fondo y los del primer plano, ni más de seis centímetros de separación entre las dos cámaras utilizadas, y si los objetos del primer plano siempre referencian en el enfoque del ojo sobre el espacio, todo aquí se lleva con la belleza que requiere la verdad, o viceversa. Los encuadres angulosos y en contrapicado y lo objetos colocados en diagonal son funcionales en ese sentido: bancos, mesas, jarrones, lamparas, libros. Tambien Adios al lenguaje es un catalogo de bellisimas imágenes, esto quiero decir. Por allí, lo literario encabalga lo visual de modo que se convierta en un film de citas, de Platón, de Dostoievsky, Mary Shelley, Lord Byron, Godard, en sus 84 años, otra vez desde About de souflle nos hace pensar en el lenguaje, y una buena excusa para pensar en el lenguaje es el bello comienzo del texto “Si el lenguaje es, como dicen, instrumento de comunicación, ¿a qué debe semejante propiedad? La pregunta acaso sorprenda, como todo aquello que tenga aire de poner en tela de juicio la evidencia, pero a veces es útil pedir a la evidencia que se justifique.” (De la subjetividad en el lenguaje” de Emile Benveniste) Una pelicula reversible, que podría verse de atrás para adelante, que podria empezar con el ladrido del perro (protagónico absoluto el del perro para quien el mundo es otro) y el llanto del bebé, que resulta toda un reconfortante encuentro con el “acto de ver cine en el cine”. No hay otra manera de vivir todas las evidencias que tiene para darnos Adios al lenguaje . Se estrena el 18 de diciembre en Buenos Aires.
Muy rápido, la pelicula devela el sentido de su título. Algo así como “los blancos salen, los negros se quedan”. “La policía de Brasilia es extredamente violenta y racista” dice el director en la charla presentación durante su exhibición en el Festival de Mar del Plata, días antes de su estreno comercial En los años 80, los bailes de los jóvenes del cordón de Brasilia eran allanados por esa policía en verdaderas razzias que dejaron sus secuelas. Los negros se tenían que quedar adentro y sufrir las consecuencias. Uno de esos barrios es Antiga Ceilandia, a 40 km de la capital de Brasilia, lugar natal de Queirós, donde transcurre esta historia de Branco sai…. El nombre Ceilandia viene de Comunidad Expulsión de Invasiones, relacionada con las políticas sistemáticas de expulsión de los pobres y marginales para limpiar la ciudad de Brasilia: 80.000 personas fueron reubicadas en ese programa de gentrificación, muchas de ellas conforman la población de Ceilandia. Queiros define su pelicula primero como una ficción, después como “un documental basado en el concepto de mal gusto”; una bomba de mal gusto lanzada al cine brasileño en venganza por esa expulsión (!) La cosa es así: con personas reales, todos amigos de la infancia del director, la trama superpone tres historias personales: una, la de Marquim un melómano que quedó en silla de ruedas despues de ser aplastado muy jovencito por un caballo de la policía en una de esas razzias, tiene una radio clandestina y planea enviar una capsula del tiempo al futuro, con una melange de música popular (desopilante la cancion del burro, casi casi una cumbia villera pero brasileña). Otra, la de Sartana, otro hombre que en las mismas circunstancias pierde una pierna y se obsesiona con piernas ortopédicas y el tercero, un personaje que vive en un container vacío resulta ser un enviado del futuro (el 2073) que viene con la misión conseguir las pruebas que puedan incriminar al Estado brasileño en las razzias policiales. Esta trama futurista, que a simple vista parece un delirio poco atractivo, es en realidad una crítica inteligente y creativa al Estado de control que se asume como la estrategia de poder aplastante de esos suburbios empobrecidos, un Estado que pide pasaportes ingresar a Brasilia, que pone horarios de toque de queda y control de la población amenazando desde los helicópteros. Un presente-futuro apocalítico ciertamente que homenajea a su vez a esos espacios de libertad que eran los boliches de música donde los jovenes bailaban soul y competían por la originalidad de los pasos de baile. Branco sai preto fica (que se estrena con el titulo litera El blanco afuera, el negro adentro resulta ser una ciencia ficción bien latinoamericana, sin el estruendo de una puesta en escena futurista, al contrario, mucho pasa por lo sonoro, mas que algun tipo de aparataje visual, por lo que no se ve y se cuenta y que registra de un modo contundente el modo en que los barrios marginales del conurbano de Brasilia se constituyeron en lugares negados por la misma sociedad que los engendró. Lo de la “bomba de mal gusto” o “documental terrorista” estaría por verse. Por lo pronto, es una pelicula que trae mucho aire fresco al cine actual, aire que es bueno que venga de Latinoamérica.
Algún día habría que hacer una historia de las películas basadas en hechos reales. Para pensar que el condicionamiento de un film de este tipo tiene que ver con pretender estar sujeto a aquello que lo inspira como si la condición natural fuera que no hay lugar para lo imaginativo o para el comentario. En todo caso, es recomendable, si es que no se sabe, no enterarse de cuáles son los detalles en los que está basada esta pelicula del uruguayo Enrique Buchichio, crítico de cine, hoy coordinador la Escuela de Cine del Uruguay (ECU) de Cinemateca Uruguaya y con una pelicula previa, El cuarto de Leo (2007) que tuvo su buen recorrido por Festivales pero no se pudo ver en Argentina. Lo que quiero decir es que sería mejor no enterarse cuáles son los acontecimientos de los que que habla la historia de Zanahoria, ambientada en pleno fin de campaña presidencial de 2004 en Uruguay, momento de incertidumbre de muchos sectores políticos entre los cuales, en las sombras, permanecen, expectantes, los servicios que actuaron para la dictadura militar (1973-1985) y que desde 1985 están amparados bajo la Ley de Caducidad. El título de la pelicula viene de la Operación Zanahoria, nombre en clave de la planificación de exhumación de cuerpos de detenidos desaparecidos enterrados en predios militares, con la intención de eliminar cualquier rastro de ellos. En los primeros minutos acierta Buchichio, tambien autor del guión, en ubicar al espectador en los detalles publicitarios de esa campaña que se da, en parte en los medios y que repetía de algún modo la idea de ballotage que vuelve a instalar en el poder a Tabaré Vazquez este año 2014. En la historia, un ex militar de los servicios se contacta con un pequeño diario de izquierda y en particular con dos periodistas para entregarles información clasificada en plena lucha e investigación por parte de los Familiares de desaparecidos y reclamos de los Derechos Humanos. A partir de allí, los dos periodistas se van a involucrar en una historia que convierte a Zanahoria se en un film sobre periodismo y sobre los debates éticos en el manejo de fuente de la información. Autos que se cruzan en la noche, entregas infructuosas de paquetes, seguimientos sospechosos, llamados en medio de la madrugada, fotografías de incógnito, Buchichio logra manejar con interés una narración por momentos esquiva, por momentos clarificadora, a través del insistente y misterioso Walter (César Troncoso), tal vez su criatura mas sólida. El Thriller político tiene en la Latinoamérica contemporánea mucha materia prima para usar, lo que falta es una distancia histórica suficiente como para poder digerir ficciones de este tipo. Buchichio le da una tonalidad equilibradamente justa en su mirada política y en su mirada ficticia, sin perder de vista el interés ni la pregunta sobre cuántas sombras todavía hay sobre tantas historias de las dictaduras
En su segunda película Daniel Gaglianó (Solo con guitarra), en competencia argentina en el reciente Festival de Mar del Plata, aborda en El hijo buscado el tema de la adopción ilegal y la compra de bebés. De tono eminentemente masculino, el guión escrito por Gaglianó y Fernanda Ramondo elige para el centro de su narración a un padre que, pese a todos sus prejuicios éticos y tras 10 años de trámites infructuosos por la via legal, emprende un viaje inhóspito a una de las provincias fronterizas de la Argentina en busca de un bebé. Un film de punto de vista, Alvaro llega al hotel Irupé, en un poblado misionero, cerca de la triple frontera: la relación es directa, de ahí al hospital y la complicidad de algunas enfermeras, de ahí al prostíbulo, los proxenetas y la trata de mujeres. No hay voluntad de trabajar simbólicamente en ese sentido, la pelicula de Gaglianó es llana y concreta. Lo que sí, todas esas zonas de ilegalidad es claro que desaparecerían con una ley de adopción más moderna y menos kafkiana. No por nadacomienza con una escena en el juzgado y un nuevo rechazo del expediente. Lo que sigue es consecuencia de esa primera escena, y la película no podrá escaparse de esa valoración: lo que se presenta como drama personal, es en realidad un flagelo social y en su claridad, no se esconde esa intención. El hijo buscado es una película delicada desde lo visual y ajustada en el guión. De diseño cuidado, sus personajes no están expuestos a golpes bajos o lugares comunes. En el camino de la sutileza El hijo buscado gana potencia crítica y maneja bien los tiempos de la desesperación, la duda, el arrepentimiento, la crueldad y la ternura.
La historia de Herta no se diferencia de miles y miles de otras historias, un viaje a Europa y oportunidades que se pierden, una invocación familiar, elecciones de vida, frustraciones, etc. La misma Herta, actriz, docente, viajera, (tambien llamada Sonia) cuenta en Habitares sus devenires, su obsesión por jubilarse, sus sueños incumplidos, develando en ese transcurso objetos encontrados en el archivo personal, recortes, criticas de diarios, películas familiares que van apareciendo de modo dosificado a lo largo del documental que le dedica la realizadora y productora Marina Zeising en su primer largometraje. Herta Scheurle toma para sí, incluso participando del guión, la oportunidad de volver a pensar esa vida y compartirla con los espectadores con un objetivo que enuncia claramente: hacer finalmente lo que quiere, despegarse de los prejuicios, las imposiciones, y dedicarse al arte. El modo que elige Zeiging para su documental es el interactivo. En él, realizadora y protagonista construyen diálogos donde se va marcando, tal vez improvisando, el proceso de investigación con algunos datos jugosos, por ejemplo que Herta estuvo muy cerca de actuar en las películas de Fassbinder, en Munich, allá por los 70 y que aquello quedó trunco por un accidente automovilístico y la abrupta enfermedad del padre que la devuelve a la Argentina. En el camino de esas reflexiones y, aunque tiene una discreta duración en su metraje, Habitares se convierte en una pelicula diluida, con un despliegue de motivos variados pero poco tema: el cine de Fassbinder por un lado, la infancia de Herta metaforizada en las apariciones de una niña ficcional por el otro, el acto de crear, actuar, pintar, realizar cine, o las preocupaciones de una directora que interroga, casi perdida como cuando pregunta “de qué murió Fassbinder “y concluye “bueno, estos tipos terminan así”, e incluso se presta al juego de ser entrevistada por la protagonista, dando un giro narrativo algo molesto que no termina de definir la verdadera finalidad del documental. Hay una armonía que anda faltando en Habitares casi casi, tal como anticipa por alli una tirada del I Ching. La música de Lucas Giménez es expresiva y rica en matices y le da un cierto misterio que la pelicula no termina de habitar. Se estrena este 4 de diciembre en BAMA, Buenos Aires
Habrá quién se desconcierte con una película en la que prácticamente no hay actores y contradictoriamente es una película de actuaciones, en la que el espacio estan amplio como el paisaje de La Pampa, sen la que e habla parte danés, parte español, parte francés y en la que la historia gira en torno a algo tan universal como la búsqueda de una hija por un padre. Como si el tema de “la cautiva” se corresponda naturalmente con ese “desierto” cuyo límite es una zanja en construcción y el enemigo un soldado mítico que se lo ha visto cabalgando vestido de mujer, Jauja que viene de estar seleccionada nada menos que en Cannes, tuvo su primera pasada en la competencia internacional de Mar del Plata 2014 y el jueves próximo se estrena en Buenos Aires. Mencionado como un territorio antiguo, “tierra mitológica llena de abundancia y felicidad”, Jauja se presenta desde el primer momento con forma de verde pradera donde conviven lobos marinos, perros, sonidos de gallinas y gallos, al costado el mar, alguna pequeña laguna, donde hay algunos pocos hombres vestidos como si fueran soldados del ejército argentino de fin de siglo XIX en la conquista del desierto. Una única mujer, joven rubia de 15 años, codiciada por unos, amada por otros y su padre, un comandante danés explorador nómade. que se verá en medio de ese comandante lascivo, un administrador que suele hablar francés, una próxima fiesta organizada por el Ministro de Guerra. Le alcanzan a Alonso un pequeño campamento, unos pocos hombres, dos caballos y un perro para contar esta historia que en buena parte construye su universo paralelo, propio del relato oral, en un siempre presente desierto pampeano que expulsa a los que no quieren ser atrapados y retiene a los que se enamoran de él. La cautiva, mujer blanca, arrebatada por el indio gira en el cine de Alonso hacia lugares e interpretaciones nuevas,miradas desde el presente hacia el pasado, pero tambien hacia el futuro. Dos momentos para grabar en la memoria: la única intervención musical sobre un plano nocturno y el cielo estrellado en uno de los planos más bellos que ha dado el cine argentino en los últimos tiempos, y la escena de la mujer de la cueva junto a un pequeño manantial. Cine para interpretar, con marcado acento en el poder de actuaciones gestuales y cargadas de materialidad, como las de Viggo Mortensen, productor y músico en la pelicula, curiosamente en la primer pelicula en la que Lisandro Alonso se sale del trabajo con actores no profesionales, y el espacio que se lo devora todo.
Declamar con la palabra y simplificar con la imagen es una fórmula que Matías Herrera Córdoba, después de dos documentales (Criada y Buen Pastor, una fuga de mujeres), operativiza en El grillo, su primera pelicula de ficción. “Lo perverso está en concentrar todas las emociones en una o dos horas” dice uno de sus personajes. Un pasaje desde el documental hacia la ficción que Herrera Córdoba celebra a modo de duda: si todo se puede reducir a lo teatral hay en allí en definitiva una perversión. Dos mujeres se encuentran en una casa durante un verano, sin demasiada explicación. Podría ser cualquier lugar de la Argentina, nunca se explicita. Una de ellas es una actriz nómade (actriz teatral en la vida real), la otra una viuda, tambien actriz, que acaba de perder a su marido y que no quiere (no puede?) hacer nada importante, y que entabla una relación amorosa con el jardinero. La locación es la verdadera casa de uno de los actores emblemáticos de la escena cordobesa Héctor ‘El negro’ Grillo a quien la pelicula está dedicada y con mucha influencia en los cineastas actuales de la escena en Córdoba. La casa prestada por la viuda para la pelicula. Otra vez lo ficcional es atravesado por lo real (o al reves). El grillo del titulo, incluso, aparece dos veces: como insecto “El ruido de ese grillo me está matando” y como apodo para un actor. Las situaciones son diálogos que no atienden precisamente a líneas de continuidad, podrían estar en otro orden y no afectaría a la acción, van entramándose desde el documental a la ficción, repitiendo de algun modo el recorrido que marcaba al principio de esta nota. El anclaje en dos o tres monólogos en los que aparece por momentos Jacques Prevert y mas precisamente el poema “Cancion en la sangre” (“Hay grandes charcos de sangre sobre el mundo / a dónde va toda esa sangre derramada / acaso la tierra se la bebe y se emborracha...) bellamente dicho por Galia Kohan va marcando el tono de la pelicula. En él, poeta, dramaturgo, guionista de cine francés la sonoridad de las palabras, las imágenes sofisticadas y un realismo literal. Pero además, en él, esta doble pertenencia: entre el cine y el teatro, Para que todo esto funcione, como en toda ficción, hay que entrar en ese universo del relato: doble juego de espejos que es el gran tema de este grillo cordobés y argentino.
Hay un tempo que propone El tramo en su asociación de planos mayormente fijos alternados con otros en travelling, tomados desde un tren y prefigurando siempre esa presencia-ausencia, la del tren tantas veces retratado en el cine argentino. También hay un espacio que elige El tramo, muy claro, ubicado en las veras de las vías de ciertos pueblos perdidos a pocos kilómetros de un centro que no se anuncia del todo, salvo por los números de un kilometraje posible que aparecen en la pantalla y que ofrece un universo entre arcádico y primitivo. Ese paraíso campestre se nos aparece también desde toda una dimensión sonora, a la que se debe prestar especial atención porque le da sustancia a ese espacio. Grillos, pájaros, aleteos de mariposas, motosierras a lo lejos, hachas o picos o ruidos de metal oxidado. Marcos Paz, a 48 km al oeste de la ciudad de Buenos Aires es la ciudad natal de Hendel y el desguace final de su estación de tren y sus vías, tras las politicas de los 90 sirve de inspiración para acercarse a un grupo de personas que bajo el nombre de Asociación Amigos Del Ferrocarril General Belgrano van limpiando y recuperando tramos de vías de estación en estación. En la película, dice el director, se recorre desde una estación recuperada (Tres Sargentos) a otra que todavía está abandonada (Los Ángeles). Iniciativas de la gente, esas recuperaciones tienen en el resultado final del documental una estética de lo privado, como si la tarea solitaria de la comunidad le ganara a las políticas de Estado que fueron las que en definitiva dejaron a esos pueblos sin tren. “En todas partes donde algo viva hay abierto un registro en el que el tiempo se inscribe” dice Henri Bergson desde los textos en letras blancas sobre pantalla negra que el guión de Hendel elige para estructurar esta relación tiempo-espacio de su ópera prima documental en rigurosa modalidad de observación, un estilo ya de la productora de Walter Tiepelman (Caja cerrada o Centro) es la elegida para retacear la información suficiente y para que la denuncia, si la hay, venga de lo poétic0, desde cierta resistencia de lo poétic0 como dominio exclusivo del documental de creación. Desde el jueves 6 se puede ver en el Gaumont Desde el jueves 13, en Espacio INCAA La Plata
Después de pasar por FIDBA en el 2013 la extraordinaria E Agora Lembra-me?, de Joaquín Pinto se proyectó en Mar del Plata en una sección especial dedicada al cine de Portugal, donde pudimos verla. Entonces, venía de ganar en Locarno el Premio del Jurado y de Fipresci. La traducción de E Agora Lembra-me? sería algo así como ¿Y ahora? recuérdame, un film en primera persona que registra en modo documental “desde dentro” un año de tratamiento contra el VIH. A la vez, se trata de un laberíntico universo de pensamientos, recuerdos, reflexiones sobre el mundo actual, y una vida cotidiana con su pareja, sus perros. Actor, director, cineasta, productor, Pinto reúne en 164 minutos lo más variopinto del caleidoscopio cotidiano desde una fragilidad , la de un hombre que observa lo que hay a su alrededor en busca de generar nuevos órdenes: “querer para creer” es el rezo que se repite, ordenar las cajas de fotos o mirar la libélula parada en la punta de una rama, o preocuparse por el tratamiento veterinario de uno de los perros, o regar una planta u hojear en la Biblioteca Nacional de España un libro sobre la historia visual del mundo. El tema no es el SIDA, tampoco es la homosexualidad en Portugal, uno de los países más conservadores de Europa. Esas luchas aparecen como superadas por una acción de creación, en la industria del cine: un cine, el portugués, en crisis pero que ha dado una de las cinematografías más importantes del continente: películas familiares nos devuelven la mirada de Raul Ruiz o de Serge Daney o la de Pasolini como si fuera un Dios entrando a un cine porno de Lisboa, para volver a salir de allí y entrar en las vitrinas de un museo donde la cámara registra copias de órganos sexuales afectados por distintas enfermedades. El documental va y viene desde la sensación de agobio de un cuerpo afectado no tanto por la enfermedad sino por las drogas, los fracasos de los tratamientos y la planificación de los viajes al hospital en Madrid, también afectado por los recortes de un país en crisis. Para ir de nuevo hacia la vitalidad de un hombre (el suyo) apagando el fuego de los bosques (desforestación y reforestación) o jugando como un niño con cuatro perros gigantes que recuerdan que la vida humana también es una suma de domesticaciones. El virus (cualquier virus) lo invade todo, su historia tiene que ver con la historia de las colonizaciones sucesivas, algunas fotografías de archivo lo corroboran, la historia de los medios de comunicación y el SIDA: aquella enfermedad que mataba homosexuales en EEUU, las primeras víctimas entre los famosos. El virus también es la guerra que trasnsmite la TV, la debacle del clima, el fuego que destruye los sembrados de árboles recien plantados o la muerte de los amigos. E Agora Lembra me no es una pelicula testamentaria, podria serlo, es vital, conmovedora y necesaria. Se exhibe en el MALBA Se estrena ademas, la imperdible ¿Y ahora? Recuérdame de Joaquim Pinto Viernes 10, 17, 24 y 31 de octubre a las 21:30