Red 2 es la secuela de Red, la cual era una comedia de espionaje basada en una novela gráfica. La gracia de Red consistía en reunir a un grupo de veteranos notables y ponerlos en el rol de estrellas de acción, algo así como The Expendables pero con jubilados (bah, The Expendables estaba hecha con jubilados!). Pero en vez de tener a un Stallone o un Schwarzenegger, teníamos a una Helen Mirren (que cada día está más sexy), un Morgan Freeman o un John Malkovich. Aquí las bazas son similares, con el aditamento de Anthony Hopkins y Catherine Zeta Jones como estrellas invitadas. A ciencia cierta Red 2 es una película mala - la trama no tiene pies ni cabeza, y los agujeros de lógica son enormes -, pero toda esta gente reboza tanto carisma y tanta gracia que uno termina viendo el filme como un placer culpable. La historia es horrenda. La excusa es la búsqueda de un antiguo dispositivo de la Guerra Fría - una bomba atómica de bolsillo -, el cual se creía inexistente. El problema no es la bomba en sí, sino las cosas que inventan los guionistas para hacer que el trío principal se ponga en camino, investigue algo, y viaje de un país a otro mientras esquiva balas por todos lados. Todo es muy traído de los pelos, y la única gracia que redime al filme es ver a todos estos actores veteranos en acción, regodeándose con pasos de comedia. En sí Red 2 no difiere demasiado de La Nueva Gran Estafa: el argumento era casi inentendible, pero uno la pasaba bomba viendo a un grupo de actores ultra cool haciendo sandeces con una gracia enorme. Acá los ladrones de escenas pasan por Mary-Louise Parker (que viene en un apurado comeback en los últimos años) y John Malkovich; Bruce Willis es eficiente como siempre, y Helen Mirren tiene la oportunidad de mofarse de sí misma en un par de ocasiones (haciéndose pasar como una chiflada que se cree la reina de Inglaterra... papel por el cual estuvo nominada al Oscar en el 2006). A estos se suman el ultra carismático Byung-hun Lee (del western asiático de culto El Bueno, El Malo, El Loco) y Anthony Hopkins. Curiosamente el que anda más flojo de todos ellos es Hopkins, quien hace de científico loquito y ausente pero carece de alguna línea que le haga brillar un segundo al lado del resto (o será que no tiene tanto brillo para la comedia). Si uno se olvida de la historia verá que Red 2 es una pasada. Los diálogos tienen chispa, las persecuciones son graciosas - hay una con un Citroen 2CV por las calles de París que es para morirse de risa -, y los personajes son deliciosos. La macana es que la trama ha sido escrita por guionistas vagos, los cuales no han puesto el mínimo empeño en mantener cierta coherencia mínima de las cosas - la gente muere y revive como si nada, se caen desde alturas enormes y salen caminando, y ni siquiera el carismático villano anticipa la movida final, tan obvia como torpe -. Es una lástima que haya semejante desidia en una producción adornada con un cast de lujo porque, con un poquito de voluntad, Red 2 hubiera resultado algo memorable en vez del producto actual, el cual se parece más a una película hogareña hecha por talentosos en sus ratos libres. - See more at: http://www.sssm.com.ar/red-2.html#sthash.AuY1SBaw.dpuf
Wolverine: Inmortal es el quinto filme de la Marvel que tiene como protagonista al carismático superhéroe canadiense. En el cine lo conocimos a partir de la trilogía de X-Men - iniciada por Bryan Singer en el 2000 -, y luego vino X-Men Origenes: Wolverine (2009), la cual se centraba exclusivamente en el personaje y narraba su historia de origen. Esta quinta película abandona la línea argumental de X-Men Origenes... y funciona más como una secuela de X-Men: The Last Stand - ese desastre del año 2006 en donde los hombres X se desbandaban, la mayoría perecía o quedaba en coma, y la saga llegaba a un final altamente insatisfactorio -. Las buenas nuevas es que Wolverine: Inmortal funciona mucho mejor que los últimos dos filmes mencionados, fundamentalmente porque tiene un corte más personal e intimo del personaje, y eso le da pista de sobra para que Hugh Jackman luzca el enorme rango actoral que posee; pero, por contra, la historia arranca bien y funciona de maravilla durante las dos terceras partes... hasta que termina por implosionar sobre el final, en donde las cosas se ponen tan rebuscadas que atentan contra la lógica interna que venía manteniendo toda la trama. En lo personal, los filmes de los Hombres X nunca me entusiasmaron demasiado - al contrario de los dibujos animados, siempre me dió la impresión que Bryan Singer los había reducido a un nivel demasiado estático y teatral, por contra de la escalada épica que podía obtenerse con semejante grupo de personajes -. Por supuesto el nivel actoral del cast era de lujo, pero verlos restringidos a horas de pura verborragia y escasa acción siempre me pareció un sacrilegio. Cuando los cast multitudinarios se redujeron y comenzaron a hacer filmes basados en los personajes principales de la saga, las cosas tomaron una perspectiva más interesante. El proyectado filme de Magneto en solitario derivó a esa joyita llamada X-Men: First Class - en donde Matthew Vaughn le inyectó la bocanada de aire fresco que precisaba la saga para ser popular -, y después llegó la de los origenes de Wolverine, la cual subsistió gracias al enorme carisma de Hugh Jackman. En Wolverine: Inmortal pasa algo parecido: la historia tiene demasiadas volteretas y el tercer acto es como mínimo discutible, pero es Jackman el que convierte al filme en un espectáculo compulsivamente mirable a pesar de sus desprolijidades argumentales. De antemano la trama parece venir cargada de bazas ganadoras. La primera es explotar la naturaleza solitaria, anárquica, y depresiva del héroe. En v ez de embarcarse en una lucha titánica para salvar el Universo, esta vez el protagonista debe lidiar con sus demonios internos: la pérdida / asesinato de su amada Jean Grey (ocurrida al final de The Last Stand), la depresión sufrida por la inmortalidad, la soledad de ser el único de su especie, la resistencia contra todo aquello que represente autoridad, etc. El segundo aspecto es mandar a Wolverine a Japón, tierra de samurais, ninjas y katanas, y en donde un hombre armado con garras de adamantio se encuentra en su salsa; verlo luchando a brazo partido con hordas de mercenarios armados con espadas es poco menos que una delicia, amén de que el director James Mangold se da el lujo - al fin! - de desatar a Lobezno en toda su furia, despedazando gente por decenas como debe hacer un personaje con semejante perfil. El último punto es comenzar la historia con una escena monumental, como es el bombardeo atómico de Nagasaki - y en donde Logan permanece como prisionero de guerra -. Es una inyección de energía que sirve para que el espectador se enganche con la trama desde el primer fotograma. En sí, Wolverine: Inmortal se siente menos como un filme de superhéroes, y más como una de aventuras con un occidental perdido en tierras extrañas, al estilo de Yakuza, Lluvia Negra o El Desafío. He aquí otro gaijin - extranjero - involucrado en una conspiración japonesa y haciendo lío en la tierra del Sol naciente. Como el occidental no entiende de reglas ni honor, actúa como cree y desbarata los planes de los villanos. El problema aquí es que los malvados abundan - parientes resentidos por el reparto de una megacorporación japonesa, yakuzas que quieren secuestrar a la fémina de turno, o auto invitados a esta peculiar guerra secreta, los cuales parecen tener su propia agenda -, y nunca quedan demasiado claras sus intenciones, o los límites del accionar de uno u otro bando. Mientras Jackman se sincera, pelea con sus peores pesadillas, sufre los efectos de la mortalidad, o se enamora de quien no debe, por otra parte tenemos una caterva de peleas y persecuciones en donde nunca queda demasiado en claro quiénes son los involucrados. Y cuando al final la gente se quita las mascaras y revelan sus verdaderas identidades, uno se pregunta si todo esto no podría haber sido mucho más simple desde el principio, o si no había una manera más lineal de obtener los mismos resultados. Durante el 80% del su tiempo Wolverine: Inmortal es intensa e interesante... hasta que se ve obligada a atar cabos y ahí termina por desmoronarse. Aquí hay muy buenas actuaciones, grandes peleas y un clima muy logrado; por contra, el broche de la historia no es todo lo satisfactorio que debiera. A su favor tengo que decir que Wolverine: Inmortal se siente diferente... lástima que se transforma en un culebrón a la hora en que debe llegar a puerto, tarea cuyo resultado es tan pasable como discutible. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/wolverine-inmortal.html#sthash.LhE8F8BX.dpuf
Después de haberse hecho un nombre en el género de la fantasía, era hora que Guillermo Del Toro probara suerte en el terreno de la ciencia ficción. En esta ocasión del toro se ha arriesgado con un híbrido que mezcla los dos subgéneros más populares del cine fantástico japonés - el kaiju eiga o cine de monstruos gigantes, y el mecha o cine de robots tripulados (que, a diferencia de los robots tradicionales, no son autómatas con decisión propia sino naves gigantes con forma de androide y comandadas por pilotos) -. En general estos rubros suelen quedar restringidos al espacio de culto reservado para unas minorías - sean como series animadas orientadas a un público infantil / adolescente o, bien, como un puñado de cintas lanzadas en DVD en el hemisferio occidental, y disponibles en negocios nerds de esos que suele frecuentar Sheldon Cooper -. El megaéxito de Transformers ha estimulado a la industria para que probara suerte con el género (e intentara sacarlo del gueto), con lo cual han aparecido una serie de títulos que siguen de cerca los pasos de los filmes de Michael Bay, sea Battleship, la inminente remake norteamericana de Godzilla y el título que ahora nos ocupa, el cual tiene un enfoque tan depurado que resulta accesible tanto para el público en general como para el fanático especialista en el rubro. Lo primero a tener en cuenta es que la historia no resiste en lo más mínimo un análisis pormenorizado.¿Grietas dimensionales en el Océano Pacífico? ¿Razas alienígenas que piensan invadir la Tierra clonando monstruos de miles de toneladas de peso y lanzándolos sobre el planeta como si fueran una horda de Dobermans rabiosos?. Hasta la idea de los robots gigantes es absurda - moles descomunales plantadas en dos piernas de escasa estabilidad, y pensadas para pelearse a trompada limpia, como si los puños fueran mas efectivos que un misil, amén de que todas estas peleas siempre culminan con en el uso de algun arma superpoderosa por parte del androide; ¿Por qué no construir directamente un cañon volador (como el Super X de la saga Godzilla) y ahorrarse el costo y la complicada ingeniería de las partes móviles? -; pero la razón para todo esto es bien sencilla: el espectáculo. ¿De qué otro modo habríamos tolerado la idea idiota de razas robots transformables, capaces de convertirse en un Fiat 600? Entonces hay que tomarlo por lo que es: un espectáculo juvenil que Del Toro ha pulido para que le resulte digerible para los adultos. Ciertamente Del Toro tiene material de sobra para inspirarse - que van desde los combates de Godzilla contra Mechagodzilla, hasta toda la saga de Evangelion, de la cual Pacific Rim toma una gran cantidad de ideas, como la atormentada vida de los pilotos y la letal llegada de ángeles / kaijus a arrasar las ciudades - y el resultado final es notable, aunque carece de originalidad ante el ojo del experto. Quizas el mejor condimento que Del Toro agrega de su pecunio sea el estilo de las peleas y el énfasis en el drama personal de los protagonistas. Los combates son espectaculares - en especial la batalla de Hong Kong, la cual puede poner tranquilamente de rodillas al climax de El Hombre de Acero - y son un delicioso homenaje a los kaiju eiga que nos quitaban el sueño en nuestra juventud (en especial la saga moderna de Gamera, ya que los bichos se parecen a Gyaos y el resto de sus parientes que pululaban en los filmes de la Daiei; ¿así será la version norteamericana de Godzilla?); y, por el otro lado tenemos el melodrama típico de que abunda en el género mecha - con tipos llorando por los rincones y deseando vengarse de algún monstruo gigante, los problemas de adaptación con el nuevo piloto y la nueva máquina, o la misión desesperada que debe emprenderse en el último momento de libertad de la humanidad -. Quizas el detalle pase porque Titanes del Pacífico se toma una hora en volverse interesante - recién cuando empardan a Beckett con la asiática Mako Mori (al fin se acordaron que éste es un género japonés e incluyeron a un oriental en los protagónicos!) el relato adquiere substancia -. Y mientras que Charlie Hunnam (Beckett) está ok como el héroe, los verdaderos ladrones de escenas son Idris Elba (el comandante del proyecto) y Rinko Kikuchi (como la japonesa que quiere irle a la yugular de un kaiju debido a haber perdido su familia a manos de los monstruos). La secuencia de la infancia de Kikuchi - presenciando un horrendo ataque kaiju en su Tokio natal - es de un lirismo formidable. Ella y Elba poseen una conexión tan potente (y códigos de conducta tan personales), que terminan por ensombrecer a Hunnam en cada una de las escenas que comparten. Por otra parte Del Toro se da el lujo de poner dos comic relief - la dupla de cientificos ególatras - que son muy propios del género, de tiras tales como Mazinger Z o Tetsujin 28 - eso no significa que sean festejables en su totalidad, pero demuestra el conocimiento del mexicano sobre las particularidades del rubro -. Y si le sumamos a esto la hilarante participación del siempre delicioso Ron Perlman, tendremos todo el postre servido. Titanes del Pacífico es algo dispar y no recorre ningun camino nuevo pero, cuando llega a algún momento álgido de la historia, la inspiración de Del Toro nos hace olvidar de todos sus defectos. Es un gran espectáculo y un buen filme, en el cual triunfa el estilo por encima de la lógica de la premisa. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/titanes-pacifico.html#sthash.cPYuCUda.dpuf
Ya estoy cansado de ver malas historias pobladas por personajes interesantes. Si le han puesto tanto cuidado al desarrollo de los caracteres, ¿qué tanto les costaba esforzarse un poco más y proveerles una trama decente?. Incluso a esta altura diría que me conformo con historias recicladas de segunda mano, tomadas de filmes más famosos y reproducidas de manera casi textual. Ello es lo que ocurre en Mi Villano Favorito 2, la esperada secuela de uno de mis títulos animados favoritos. Mientras que la película es muy divertida por la gran cantidad de gags que posee, por el otro lado el desarrollo de la historia apesta, con el agravante que los nuevos personajes que aparecen en la entrega bordean lo insufrible. Usualmente las secuelas son versiones 2.0 de los filmes originales: toman lo que los convirtió en un éxito, lo maquillan, lo expanden, y lo vuelven a vender como una versión mejorada. Aquí ello no ocurre - Gru ya no quiere robar el mundo ni ser el malvado más famoso del planeta, sino que se ha resignado a las tareas hogareñas con tal de disfrutar de la compañía de las tres nenas que ha adoptado -, con lo cual la franquicia se ve forzada a pisar terreno nuevo y completamente diferente. Eso mata bastante la efectividad lograda en la primera película - la del villano gruñon que termina por descubrir que tiene un corazón enorme -, y lo obliga a meterse en una trama trivial con pasos de comedia propios de una sitcom. Todo el aspecto emocional del original se ha diluído y aquí, para compensarlo, han intentado reemplazarlo con el incipiente romance entre Gru y una atolondrada agente secreto, la cual es tan divertida como un martillazo en los testículos. De todos los diálogos que le corresponden a la chica (voz de Kristen Wiig) el 90% bordea lo insufrible: o son chistes malos o son boberías sin gracia, o son exageraciones molestas. Imaginen a una versión femenina (y pasada de cafeína) de Mike Myers, disparando sin cesar chascarrillos insoportables y estirando hasta el infinito los remates que supuestamente son graciosos. Hasta el trío de huerfanitas ha sido relegado a un papel decorativo, ya que la trama se centra en Gru y la molesta agente encubierta. Al menos las intervenciones de las huérfanas tienen su gracia - en especial cuando la mayor empieza a flirtear con el galán adolescente del shopping, algo que termina por poner de la nuca a Gru -, y por lo menos tenemos a los minions - esas hordas de incompetentes secuaces que parecen clones amarillos de los Tres Chiflados -, los cuales sacan a flote la película. Pero la historia es rebuscada y está mal desarrollada, como si la hubieran escrito a las apuradas en una tarde de domingo. A uno le da la sensación que en realidad los libretistas primero crearon los gags y después buscaron algún tipo de pretexto que sirviera para engancharlos con saliva en una especie de contexto. Por eso hay chistes pero no hay desarrollo de personajes, y el argumento está traído de los pelos, todo lo cual termina afectando el punto fuerte de la franquicia - que era la emoción que despertaban estos personajes -. Me reí mucho con Mi Villano Favorito 2, simplemente porque desborda de chistes, pero debo reconocer que está plagada de fallas y no llega ni a la mitad de la estatura del original. Los personajes conservan intactos su carisma, pero los nuevos son harina de otro costal. Hay un pedante jefe del servicio secreto (el que parece una versión exagerada y rolliza de Edward Fox), y hay un desbordado villano latino al que le gusta disfrazarse como wrestler mexicano (voz de Benjamin Bratt, el que tuvo que reemplazar de apuro a Al Pacino, quien había grabado hasta el final sus líneas y, en un ataque de divismo, decidió retirar su nombre del proyecto). Ninguno de ellos tiene chispa. Por suerte están los chistes y la fantástica animación digital, la cual está llena de detalles y es impactante. Pero en donde se queda corto Mi Villano Favorito 2 es en el apartado más barato, y es la falta de ideas. Si eligió ver o alquilar Mi Villano Favorito 2, sin dudas la va a pasar bien. Pero si usted amó al primer filme, verá que la secuela se queda muy corta. Aquí hay muchos chistes y un cálido reencuentro con personajes deliciosos, pero poca emoción y escasa originalidad. En todo caso es un espectáculo tibio recargado de pirotecnia, sólo que ésta no apunta a donde debería: el corazón mismo del espectador. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/villano-favorito-2.html#sthash.rqOL8Ax4.dpuf
El Llanero Solitario es un personaje surgido en el ámbito de la radio y creado por George W. Trendle en la década del 30. En sí, no tiene nada de extraordinario - no es mas que el transplante al escenario del lejano oeste de un justiciero enmascarado al estilo de El Zorro, personaje que data de 1919 y que probó ser enormemente influencial (piensen sino en toda una generación de vigilantes enmascarados con doble personalidad que han surgido a su sombra, sea Batman, Daredevil, y un largo etcétera) -, pero tiene su cuota de misterio y nació en una época en que el western se consumía como pan caliente. Desde ya, el auge de El Llanero Solitario está ligado de cerca al derrotero del género western, con lo cual - al igual que las películas del oeste - comenzó su declive en la década del 70. La llegada de La Guerra de las Galaxias (y el auge de la ciencia ficción en general) terminaron por exterminar al cine de vaqueros, básicamente porque era un género demasiado repetitivo y limitado, aún cuando los italianos se dieron maña para revitalizarlo en el tiro del final durante los años de oro del spaghetti western. El personaje continuaría en el aire, fuera en reemisiones de la serie clásica producida en los años 50 (con Clayton Moore como protagonista), en algunos comics, y en un par de dibujos animados que eran de buena calidad pero pasaron de largo sin pena ni gloria. Quedaba claro de que la mejor hora de El Llanero Solitario había pasado allá lejos y hacía mucho tiempo. Curiosamente Hollywood - deseoso de armar alguna nueva franquicia exitosa basada en un héroe medianamente conocido - decidió reflotar al Llanero medio siglo después de su época de gloria. Las bazas eran interesantes - iba a ser producida por el mismo equipo que había resucitado el género de piratas en el 2003 con Piratas del Caribe; y contaba con el plus de que la dupla Gore Verbinski / Johnny Depp había orquestado uno de los mejores westerns de los últimos tiempos, la delirante Rango (2011), y la cual se había alzado con el Oscar a la mejor película animada de dicho año - y la apuesta era alta... pero el resultado final termina siendo decepcionante. El filme tiene varios problemas pero el principal - y aunque suene sacrílego - es Johnny Depp. Los guionistas se han enviciado tanto con sus personajes bizarros que terminaron siendo indulgentes con él, permitiéndole hacer todo tipo de pavadas, aún cuando el grueso de las mismas carezca de gracia o lastime el tono de las escenas en las que participa. Verlo alimentar un cuervo muerto o poniéndose de sombrero una jaula de pájaros no es lo que se dice una ocurrencia hilarante, y pronto uno termina por darse cuenta que El Llanero Solitario funciona mejor cuando Depp no está en escena. Al igual de lo que pasa con la dupla Depp / Tim Burton, quizás le haya llegado la hora a este equipo creativo de separarse y reunirse con nuevos socios que les provean ideas frescas y un enfoque diferente. Aquí el Tonto de Depp no deja de ser Jack Sparrow con taparrabos (y con un pájaro muerto en la cabeza!), pero ni siquiera es el Sparrow de Piratas del Caribe 1 sino el de la cuarta parte, esa que todo el mundo odió pero que terminó recaudando una obscena cantidad de dinero. En su afán de ser extravagante todo el tiempo Depp ensombrece a Armie Hammer, el cual es demasiado blando y anodino para ser el Llanero: es un torpe bobalicón que no emboca una y que recién en los últimos 15 minutos del filme empieza a comportarse como el héroe que dice ser. Lástima que los festejos llegan demasiado tarde como para sacar al filme del pozo. Si Depp es molesto y Hammer es anodino, la otra cuestión es que el tono de la historia es demasiado dispar. Hay momentos en que uno piensa que todo el filme hubiera funcionado muchísimo mejor con un tono realmente serio - hay un trasfondo sobrenatural con John Reid regresando de la muerte y sintiendo el karma de los objetos que toca; o el villano, que devora los corazones de sus victimas y es extraordinariamente fuerte; eso sin contar la historia de la mina de plata maldita, la cual atormenta sobremanera al personaje de Johnny Depp -; pero, en cambio, el filme decide alternar escenas demasiado dramáticas o violentas - con tipos abriéndole el pecho a sus víctimas y devorándole su corazón aún palpitante, o la sugerencia de que la pierna de Helena Bonham Carter terminó siendo la cena del villano, regada con abundante Chianti - con otras en donde Depp está haciendo alguna pavada monumental (en especial, todas las que comparte con el niño al cual le cuenta la historia), lo cual lastima la efectividad de la narración. Hay momentos ridículos; hay momentos aburridos; hay obviedades (de entrada ya sabemos quién es el villano), y hay momentos demasiado serios. Como héroe, el Llanero nunca termina de impresionarme; y toda la subtrama de inicio - con la versión anciana de Tonto contándole la historia a un niño en una decadente feria circense - es abominable. Eso no quita que haya algunas persecuciones entretenidas y algunas escenas que funcionan - como el disparatado climax con dos lineas de tren que se entrecruzan, la que funciona como una versión premium del finale de Indiana Jones y el Templo de la Perdición -, pero el tono general del filme es demasiado dispar como para resultar efectivo o siquiera recomendable. Quizás haya llegado el momento en que Depp deba probar otras recetas, o de que la dupla de Ted & Terry Rossio escriban textos menos deepizados, cosa de darle más oxigeno (e importancia) al resto de los personajes. Porque, así como está, El Llanero Solitario es apenas pasable pero una mera sombra de lo que pudo haber sido, una obra que hubiera rendido mucho más si hubiera estado en manos de gente más fresca y creativa. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/llanero-solitario.html#sthash.31LX7HXe.dpuf
Sinceramente, a veces me pregunto para qué adquieren los derechos sobre una obra si después terminan escribiendo una cosa totalmente diferente. En muchos casos debe tratarse de una estrategia destinada a prevenir posibles juicios por parte del autor de una obra, ya que alguna idea perdida de su novela o cuento puede aparecer reciclada en el texto de alguna película de éxito (lo cual desencadenaría la furia de una horda de voraces abogados; cosas así le han pasado a James Cameron con Terminator, chanchullo que terminó de solucionar al ponerle una montaña de plata (de su bolsillo) a Harlan Ellison, autor original de un cuento en el cual Cameron "supuestamente" se inspiró para crear la historia del androide asesino que viaja en el tiempo... para no decir que se afanó toda la idea.). En otros casos es porque prefieren escrachar en primer plano al nombre del novelista como argumento de venta, aunque después el texto termine siendo masacrado. Casos de estos hay de todo tipo y color, siendo el que mejor recuerde el de La Espía que me Amó de Ian Fleming, una novela en donde James Bond se enfrentaba a mano desnuda a un par de matones de la mafia en un motel perdido en las carreteras norteamericanas, y que después terminó mutando (gracias al delirio de Christopher Wood) en una superproducción elefantiásica con submarinos misilisticos, intrigas internacionales, y asesinos gigantes dotados de dentadura de acero. Pero hay millones de casos, como cuentos de un puñado de hojas adaptados al formato de largometraje (¿alguien dijo El Hobbit?), o seudo manuales convertidos en sendas e intrincadas historias que son un prodigio de creatividad... eso sin contar casos como el de Piratas del Caribe, en donde sólo tomaron el título de un juego de feria y construyeron toda una franquicia a partir de eso. Guerra Mundial Z entra dentro de esa categoría de adaptaciones delirantes y obscenamente exageradas, creadas a partir de un original que tiene poco y nada que ver con la historia plasmada en la pantalla. El libro era la segunda entrega de una saga creada por Max Brooks - el hijo de Mel Brooks y Anne Bancroft, y devenido en novelista de éxito -, la cual había comenzado en el 2003 con La Guía de Sobrevivencia Zombie. Más que una novela, era una especie de manual escrito en tono de broma sobre lo que uno debía saber para sobrevivir en el caso que los zombies infestaran toda la faz del planeta, desde cómo elaborar improvisadas armas hasta cómo se desparramaba la infección del virus zombie, o cómo levantar barricadas para fortificar una casa ante un eventual asedio de una horda de muertos vivientes. A The Zombie Survival Guide le siguió Guerra Mundial Z (2006), en donde un anónimo narrador - un investigador de la ONU - recogía testimonios de cómo se había explotado la pandemia zombie en todo el planeta, y cómo habían reaccionado los gobiernos de todo el mundo para enfrentar la amenaza. En si Guerra Mundial Z funcionaba de manera similar a los textos de historia alternativa de Harry Turtledove; Max Brooks armaba un gigantesco escenario internacional, la trama saltaba de un punto a otro del globo, y el tipo desarrollaba contextos posibles - qué pasaría si...? - , satirizando la limitada mentalidad característica de cada nación y país - lo cual no dejaba de ser una versión a gran escala del uso alegórico que George Romero siempre ha hecho de los muertos vivientes -. Por ejemplo, cómo los sudafricanos habían revivido el apartheid, y armaban ghettos sobrepoblados de morenos, los cuales funcionaban como carnada viva para que se entretuvieran los zombies mientras los blancos supremacistas construían fortalezas inexpugnables para su uso exclusivo; como Pakistán e Irán se enfrascaban en una guerra nuclear luego de reprocharse agriamente los desplazamientos masivos de refugiados (los cuales huían de la amenaza zombie a través de sus fronteras); o como los gobiernos comunistas de Cuba y China eran volteados por revueltas populares a causa de su falta de control sobre la plaga, terminando en novísimas democracias. Oh, sí, la historia tenía menos que ver con los zombies que con las idiosincracias nacionales, y con la critica despiadada hacia la burocracia intrínseca de cada tipo de gobierno. Ni siquiera los Estados Unidos salían bien parados, ya que los tipos primero se encerraban y le negaban asistencia al resto del mundo - confiados en la capacidad de defensa provista por su avanzada tecnología y desciplinada fuerza militar -... sólo para terminar desplomándose bajo el avance inevitable de una epidemia imparable. Que tradujeran todo esto en una aventura global protagonizada por un solo tipo, puede ser un prodigio de creatividad o un sacrilegio de considerables proporciones. Dudo mucho que la versión de la pantalla satisfaga a los fans del libro pero, por otro lado, los neófitos sobre el tema terminamos complacidos. Eso no quita que la historia tenga varios problemas importantes y tenga muchisimo menos substancia de lo que uno imagina, pero al menos el estilo visual de Marc Foster termina triunfando sobre las limitaciones de la trama, y termina generando un puñado de escenas memorables. Uno podría resumir todo el filme diciendo que se trata de una trama flojita y aceptable, plagada de secuencias de destruccion masiva coreografiadas de manera notable. En todo caso, quiten a Marc Foster y verán como Guerra Mundial Z carece de algo siquiera pasable. En realidad la gran innovación de Guerra Mundial Z es mostrar zombies digitales... toneladas de ellos que arrasan todo a su paso como si fueran una avalancha de lemmings enfurecidos. La masa de muertos vivientes apunta a una dirección, y sale disparada, apiñándose como si fuera una tonelada de roedores pisotéandose al huir de un incendio. Los zombies se trepan por los costados de rascacielos y de monumentales muros, arrasan coches y camiones a su paso, y terminan actuando como si fuera una especie de tsunami formado por cuerpos humanos. Mientras que ello es espectacular, por otra parte semejante show no termina en la carnicería que correspondería - por naturaleza - a una película de zombies. No vemos sangre, ni siquiera a un zombie arrancándole un brazo o mordiéndole el cerebro a algun desprevenido. Debido a bajarle la calificación para apta menores 13 años, Guerra Mundial Z es mucho más aséptica de lo que uno podría imaginar y por ello pierde efectividad. La historia es floja. Es muy abreviada, y sólo sirve de excusa muy traída de los pelos para que Brad Pitt viaje de una punta a otra del globo - intentando imitar el tono cosmopolita del texto original -. El tipo llega a algún lado, hace cinco minutos de investigación, y se va al otro lado del mundo siguiendo un rumor - lo del chisme que le pasa el agente de la CIA en Corea del Sur es absurdo; incluso Brad Pitt podría haberse ahorrado todo el sacrificado viaje hasta Israel, tomando la radio e interrogando al jefe del Mossad sin mover un pelo -. Por otra parte el libreto decide salirse de sus carriles en el tercer acto. Son bastante conocidos los problemas de gestación que sufrió el filme - pasó por muchos libretistas, e incluso todo el tercer acto fue filmado de nuevo, simplemente porque rodaron una primera versión con Brad Pitt peleando contra los zombies en la Plaza Roja, y situando los origenes de la plaga en Rusia... algo que los popes del estudio hicieron cambiar a las apuradas ya que los rusos representan un mercado jugoso y no hay que ofenderlos (algo parecido al manoseo que sufrió la versión 2012 de Amanecer Rojo, que trocaron a último momento la identidad de los invasores chinos por los de los norcoreanos, transformando una película pasable en algo risible) -, pero aquí deciden abandonar la búsqueda del paciente cero y se van por la tangente con un remate minimalista en un laboratorio infestado de zombies, y con una solución de último momento que no resuelve nada sino que es un emparche. Nuevamente Marc Foster salva las papas del fuego y recarga las cosas de tensión; pero la conclusión de la historia no es ni por asomo satisfactoria. Es como el final de El Imperio Contraataca: algo rebanado e inconcluso - como dice Berardinelli, "la historia simplemente se detiene" -, lo que obliga a esperar una inevitable secuela para poder ver algún climax que redondee la historia. Aún con todo, Guerra Mundial Z me gustó. Tiene sus detalles pero cuando los zombies entran en acción, son impresionantes e intimidantes. Un mejor tercer acto y algo más de sangría lo hubieran convertido en un clásico; y aún siendo una obra fallada no deja de ser efectiva - aunque sea por momentos -, ya que tiene un director formidable que la sabe sacar a flote y disfraza como ninguno los defectos de un libreto emparchado. Y, como todo, habrá que hacerse de paciencia hasta ver materializada la inevitable secuela, la cual será mucho satisfactoria como obra que el filme que ahora nos ocupa.
El Hombre de Acero es la versión 2013 de la historia de Superman, el legendario personaje de historieta creado por Joe Shuster y Jerry Siegel en 1938, y que fundara el género de los superhéroes. Desde su nacimiento, Superman ha tenido numerosas encarnaciones en el cine y la TV, sea en seriales, dibujos animados, tiras televisivas y filmes, siendo el más recordado Superman (1978) de Richard Donner, el cual es un clásico indiscutible. Mientras que el filme de Donner hizo un enorme capote en las taquillas y fue alabado por la crítica, el desmanejo de la franquicia por parte de sus productores motivó la contratación de creativos mediocres, los cuales terminaron aniquilando la saga en su cuarto capítulo en 1987. El personaje subsistiría con mejor suerte en la televisión a través de numerosas tiras (Lois & Clark; Smallville; Las Nuevas Aventuras Animadas de Superman), pero pareciera que el horrendo fracaso de Superman IV: En Busca de la Paz - junto con el desbarrancamiento de otra jugosa franquicia de la editorial, como fue la del hombre murciélago en la masivamente odiada Batman & Robin (1997) - hubieran impregnado de pánico a los directivos de la DC, quienes comenzaron a dar una enorme cantidad de vueltas para autorizar nuevas adaptaciones de sus personajes al cine. Ni la oleada de megaéxitos de la Marvel - como Spiderman, Iron Man, Thor, Capitán América, Los Vengadores, Blade, y una larguísimo etcétera -, ni la masiva recepción de la aclamada trilogía de Batman orquestada por Christopher Nolan lograron sacarle el miedo a la gente de la DC Comics, quienes siguieron armando sus proyectos a paso de tortuga y bajo la atenta mirada de un riguroso comité. El fracaso lo tienen calado en los huesos, sea con las tibias de recepciones de Watchmen, Linterna Verde, o incluso el capítulo del héroe de Kriptón dirigido por Bryan Singer Superman Regresa - el cual recaudó bien pero no en los términos masivos que esperaba la gente de la DC -; eso sin contar con una larga lista de mediocridades que fallaron en la taquilla como Jonah Hex, Constantine o Gatúbela. Es por ello que la DC Comics sólo se animó a revivir al más venerado personaje de su panteón de superhéroes después de ponerle a Christopher Nolan una millonada sobre la mesa para que oficie de supervisor creativo de la nueva versión. Nolan llamó a Zack Snyder - director de 300 y Watchmen, y un tipo que realmente sabe cómo filmar un comic -, y se pusieron a trabajar en El Hombre de Acero junto con David S. Goyer - otro tipo que entiende de sobra sobre el tema, ya que ha escrito el 90% de los filmes de superhéroes que se han rodado desde finales de los 90 hasta ahora -. Con semejante equipo de estrellas uno pensaría que las cosas no podrían salir mal, más aún cuando el trío ha declarado sus intenciones de hacer una historia realmente épica, y de utilizar al límite la parafernalia de efectos especiales que la industria tiene a su disposición para plasmar la espectacularidad que es innata de las aventuras del personaje, pero que en ninguna de las versiones previas se pudo retratar con fidelidad. Pero El Hombre de Acero no termina siendo ese martillazo en la cabeza que todos esperaban. Es una película muy buena, es gigantesca y espectacular, e incluso tiene la valentía de hacer cosas muy diferentes pero, por otra parte, se siente episódica y emocionalmente inerte. No es Batman Inicia - un filme en donde todo se sentía fresco -, sino que se muestra como una especie de remake más oscura de las Superman I y II dirigidas por Richard Donner y Richard Lester a finales de los 70. Es como si Nolan hubiera resumido en un papel los 10 puntos más destacados de los filmes de Donner y Lester, y hubiera decidido escribir su propia versión sobre ellos. Así es como tenemos la visión nolaniana de la hecatombe del planeta Krypton, la llegada de Kal-El a la Tierra, su viaje por todo el país en busca de su identidad, el reencuentro con su padre en versión holográfica, y el enfrentamiento con el general Zod y sus huestes, últimos vestigios de la civilización kryptoniana. Incluso hay una nueva versión de la clásica afrenta que sufre Clark Kent en un bar de Alaska - de Superman II -, la cual aquí termina de manera mucho más satisfactoria. El problema con la mayoría de estos puntos regurgitados es que carecen de linealidad. La historia va a los saltos - la nave de Kal-El llega a la Tierra... y a la escena siguiente lo tenemos hecho un treintañero que estiba pescado en un barco en Alaska; el conflicto con su naturaleza es presentado en forma de flashbacks, cuando hubiera sido mucho mejor ser lineal, mostrando el encuentro de los Kent con el chico, su crianza, las primeras lecciones morales de su padre Jonathan sobre el sentido del destino, etc - y eso le quita efectividad. Es que, en realidad, el problema de fondo con la historia de Clark Kent / Ka-El / Superman es que Nolan y Goyer se aferran demasiado a traducirlo en términos de alegoría cristiana - con lo cual la narración sigue en cierto modo a la historia de Jesús en el Antiguo Testamento: su origen, algunos fragmentos de su infancia, salto a los veintipico de años en donde recibe la revelación de su misión, su sacrificio final a los 33 años, etc -. En versiones anteriores - como la de Donner en 1978, o la de Singer en Superman Regresa - siempre hubo alusiones y paralelismos entre el superhéroe y Jesucristo (como individuo todopoderoso y omnisciente, como ser enviado desde las estrellas con una misión de cambiar la vida de los habitantes de la Tierra, incluso como figura con poderes divinos capaz de regresar de su propia muerte), pero acá los paralelos sobreabundan y están excesivamente subrayados. Los personajes se turnan para hablar sobre Kal-El como un Dios llegado al planeta, un individuo cuya misión es de esperanza - la traducción kryptoniana de la S en el pecho -, un ser destinado a marcar un antes y un después en la vida de todos los terrícolas. Kal-El vaga sin rumbo por la Tierra tal como Jesús lo hizo en el desierto, y cuando llega al altar construído por su padre recibe la instrucción de lo que es su verdadera misión en el planeta, momento de iluminación que le llega a los 33 años de edad. Eso sin contar de que el héroe tiene un momento de flaqueza y decide sacarse todas sus dudas... yendo a una iglesia para hablar con un cura sobre el sentido de su destino. Mientras que Snyder es excelente para lo visual, por otro lado carece de sutileza narrativa como para que los momentos alegóricos no resulten tan estridentes. Cuando aparecen esos paralelismos con Jesucristo la historia se ve forzada. Por ejemplo, el momento en que Jonathan Kent se sacrifica para mantener el secreto sobre los superpoderes de su hijo (una importante alteración en la mitología tradicional del superhéroe), resulta extremadamente absurdo. ¿Cuál es el sentido de esa muerte?. No le aporta nada al protagonista, excepto dolor e impotencia. Pero esa clase de problemas no son únicos de Jonathan Kent, sino también están presentes en Jor-El. Las figuras paternas que dibuja el libreto apestan, ya que no se tratan de hombres magníficos y formadores de héroes, sino una parva de individuos pasivos, temerosos de Dios y resignados a su destino. El determinismo de Jor-El es escalofriante - como su raza ha hecho las cosas mal, está convencido de que su pueblo debe morir y le niega la oportunidad de superviviencia al resto de sus compatriotas; ¿qué autoridad moral tiene para ello? -, y la neutralidad de Jonathan Kent es chocante - el tipo cree que no debe interferir con el destino de Clark, con lo cual no le da ni una lección de moralidad y grandeza, sino que aguarda en silencio que en algún momento el muchacho se decante solo entre el bien o el mal -. Sólo sirve para sentarse junto a su hijo y llorar juntos por el drama de ser diferente al resto. El otro gran problema con el filme es la naturaleza de la subtrama kriptoniana. La ya mencionada actitud de Jor-El, diciendo "nos portamos mal como raza, agotamos nuestro planeta, y por eso debemos morirnos", en vez de hacer algo realmente útil para salvar a su pueblo. En mas de un momento uno siente a Jor-El como el verdadero villano de la historia en vez de una figura trágica, y hasta le doy la razón a la causa del general Zod. ¿Por qué no darle el código genético de la raza al general, para que monte un éxodo y reconstruya la civilización en otra parte del universo?. ¿Por qué mandarla en la nave con su hijo, para después decirle que la archive?. Para colmo la historia está plagada de inconsistencias - la nave prisión de Zod pierde su energía cuando explota Kryptón y por eso se liberan; algo similar ocurre con las sondas espaciales que los kryptonianos lanzaron a numerosos planetas de otras galaxias en busca de recursos minerales; o el absurdo de la gigantesca nave espacial enterrada en el hielo del ártico desde hace miles de años (que reemplaza a la tradicional Fortaleza de la Soledad), mandada por la gente de Jor-El... cuando el tipo sóo hace 33 años (otra vez, la edad de Cristo!) envió a Kal-El a la Tierra -, que la torpedean. ¿Por qué no escribieron algo menos conflictivo que el tema del código genético kryptoniano?. ¿Por qué no quedarse con el simple deseo de venganza (hacia el hijo del fiscal que lo recluyó en prisión perpetua en la Zona Fantasma), tal como tenía Terence Stamp en el filme original de Richard Lester de 1980?. Mientras que Kryptón y los padres de Superman / Clark Kent resultan discutibles, el resto de la trama es muy buena. Me gusta mucho que Nolan & Cía hayan adoptado un punto de vista moderno, en donde Lois Lane conoce la identidad de Superman / Kal-El / Clark Kent de entrada. Es ridículo pensar que un personaje tan avispado pueda ser engañado por un par de lentes y una mala imitación de Cary Grant (es por ello que el Clark Kent que todos conocemos prácticamente no aparece en la historia). De este modo la relación es mucho más frontal y madura, aunque aquí sea la de una periodista intentando conocer a un alienígena todo poderoso que se encuentra indeciso entre permanecer en el anonimato o aceptar su rol de salvador de la Tierra. La química entre Amy Adams y Henry Cavill es buena, aunque no brillante, y basta para que la relación funcione. La Lois Lane de Adams es inteligente, realista y avispada, pero no es la meterete inconsciente que protagonizaba Margot Kidder (y que era más apropiada al rol clásico del personaje). No sé si es el mejor enfoque del personaje, pero es uno válido. Por su parte Henry Cavill posee una gran presencia física - el tipo es Superman, aún cuando no tiene traje -, es muy sobrio y, a la hora de los bifes, es un auténtico bad ass. Mientras que Cavill compone a un Superman potente y furioso, por otra parte es algo deslucido cuando no anda cometiendo actos heroicos. No es un problema del actor sino del libreto, el cual está tan obsesionado con los conflictos del personaje que prácticamente no le inyecta algo de humor que contribuya a humanizarlo. Y por supuesto están los efectos especiales. Este es un filme realmente masivo - uno que haría orinarse en sus pantalones a Michael Bay; otra que una catarsis violenta para perderle el miedo al 11 de setiembre de 2001, con decenas de rascacielos viniéndose abajo con sus ocupantes dentro - y espectacular, pero da la impresión que todo ese show termina devorando a los personajes en el corto plazo. Como este Superman no es un simpaticón que guiña a la cámara, a uno no le importa tanto su suerte en semejante orgía de destrucción. El filme hace las cosas que uno siempre esperó de Superman - batallas masivas, ciudades arrasadas, lanzamiento de cosas gigantescas como improvisados proyectiles, etc -, pero llega un momento en que tanto caos sólo resulta en ruido y aturdimiento. Hacia falta algo menos de engolosinamiento con los efectos especiales y un poquito más de humanidad (y tranquilidad) en el desarrollo de los personajes. Sin dudas El Hombre de Acero explotará en las taquillas y recaudará una cifra obscena de dólares. Hay muchas cosas buenas en el filme - la estética, la acción, la visión más oscura y furiosa del superhéroe, un villano educado, siniestro e inteligente como el general Zod de Michael Shannon, el enfoque moderno de la relación de Lois & Clark -, pero también hay agujeros de lógica (la trama del código genético) y versiones discutibles de personajes tradicionales (como Jor-El y Jonathan Kent). Tampoco la primera parte - con la descripción de los años de juventud pre-Superman del personaje - tiene la fluidez que debiera. Sin dudas es un Superman diferente, pero no uno que resulte parejo o enteramente satisfactorio. Quizás en un futuro cercano los filmes de Superman logren despegarse de la sombra de la película de Richard Donner, y generen una identidad que, si no opaca, al menos conviva en otro plano de existencia con los que tenían a Christopher Reeve como el superhéroe de capa roja - algo similar a lo que pasó entre los Batmans de Tim Burton y Christopher Nolan -. Aquí hay un primer paso en tal sentido, que toma ideas de los momentos más recordados de la saga y las regurgita en una visión más oscura... y no siempre bien lograda. Cuando la franquicia decida traer temas (y villanos) nuevos, y deje de transitar por caminos que todos ya conocemos, quizás allí podremos evaluar en sus propios términos a la visión de Nolan, Goyer y Snyder sobre el superhéroe más grande del género. Por el momento sólo tenemos un anticipo, el que resulta tan prometedor como imperfecto.
Todos los seres humanos tenemos una curva de creatividad; aprendemos, desarrollamos nuestros talentos y, en un determinado momento de nuestra vida, tenemos un pico de brillantez cuya duración es indeterminada y depende de cada caso. Luego, agotada la instancia de ser novedoso, uno comienza a copiarse a si mismo y entra en un período de decadencia, cuya pronunciación depende de la capacidad de adaptación / reinvención de cada uno. Eso es inevitable: el cerebro humano posee su desgaste y la vida misma nos agota, con lo cual no nos inspiran las mismas cosas ni sentimos el mismo ímpetu de cuando éramos jóvenes. Aún los artistas más geniales tienen su declive, simplemente porque nadie es perfecto. Mientras que el ascenso y descenso de talento es una cuestión natural, existen excepciones en las cuales ese declive resulta tan rápido y brusco que resulta alarmante. En esas ocasiones lo que influye no es el paso del tiempo ni el desgaste físico, sino el ego inflado y la falta de sentido común. Si en los actores hemos visto semejantes caídas en picada (tipo Cuba Gooding Jr), en los directores el caso patente es M. Night Shyamalan. El tipo creó un puñado de genialidades - Sexto Sentido, Unbreakable, Señales -, y después se lanzó a la hoguera, especialmente a partir de La Dama del Agua (2006), película universalmente repudiada. Desde entonces ha sido incapaz de escribir o dirigir algo decente, sea El Fin de los Tiempos, Devil, o El Ultimo Guerrero del Aire. Si el tipo hoy sigue teniendo trabajo es gracias a que aún deben existir fanáticos de sus primeras obras; pero Shyamalan no es siquiera la sombra de lo que una vez fue - prometía ser un nuevo Hitchcock -, y hoy se desempeña más como director a sueldo que como fuerza creativa independiente. En el caso que nos ocupa, Shyamalan termina siendo un empleado de Will Smith, otro talentoso que parece haber comenzado su declive - cuando uno revisita secuelas de sus antiguos éxitos o empieza a patrocinar proyectos propios que terminan siendo repudiados, pronto queda en evidencia que la suerte de uno ha cambiado -. Smith quería armar un proyecto para trabajar con su hijo, el insufrible Jaden Smith - el mismo que arruinó la remake de Ultimatum a la Tierra y lloraba como un descocido en En Busca de la Felicidad -, el cual había comenzado como una historia de aventuras en donde un padre y su hijo sufrían un accidente mientras hacían un día de campo en un enorme parque natural tipo Yellowstone, y el chico debía darse maña para buscar ayuda mientras sorteaba todo tipo de peligros naturales. El cómo semejante historia minimalista se transformó en un bofe futurista y sobreinflado de 130 millones de dólares es un misterio. El punto es que para mantener los conceptos básicos de la historia - ambiente hostil, maduración abrupta del joven y reencuentro con su padre, el cual está seriamente herido -, el libreto se despacha con un montón de sentencias de base que resultan tremendamente forzadas o que, llegado el caso, explorarlas hubiera resultado muchísimo más interesante que ver al ladrillo de Jaden correteando por paisajes hechos en CGI y poniéndo cara de atormentado en primerísimo plano. ¿Por qué la historia retiene el hecho de que los protagonistas son terrícolas?. ¿Acaso no inventamos las armas de fuego - o si estamos en el futuro y tenemos tecnología para viajar a las estrellas, no tenemos siquiera un mísero lanzallamas -?. ¿Cúal es la lógica de tener que enfrentarse a un gigantesco bicho alienígena munido de un cuchillo Tramontina?. Muchas de estas cosas se resolverían si me dijeran que los Smiths - padre e hijo - son integrantes de una raza alienígena - que desconoce la pólvora o los rayos láser -, con lo cual esos cambios culturales resultarían razonables... pero, si los Smiths fuesen marcianos, jamás podríamos ponerle de titulo al filme "Después de la Tierra". ¿O sí?. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/after-earth.html#sthash.GcWSu2eV.dpuf
A partir de la cuarta parte la saga Rápido y Furioso pareció haber encontrado la forma de reciclarse, especialmente después de incorporar al musculoso Dwayne Johnson a la franquicia, y transformándose en una especie de aventura internacional salpicada con gotas de intriga. El problema con la sexta entrega es que las cosas se han exagerado hasta tal punto que simplemente bordea la auto-parodia. Toda esta gente es inmortal y se rige por leyes de física totalmente diferentes a las del planeta Tierra, razón por la cual realizan proezas tan improbables como ridículas. ¿Cómo construir algo de tensión, sabiendo que un tipo puede saltar 50 metros desde un coche en movimiento, cruzar volando por encima de un puente, atrapar a alguien en el aire, y estrellarse contra el parabrisas de un auto sin hacerse siquiera un rasguño?. Las cosas vienen en onda James Bond de cuarta. Hay que atrapar a un poderoso maleante internacional, el cual está robando los componentes de una superarma utilizando coches altamente preparados. Entran en escena los chicos de Vin Diesel y, como el malo sabe como manipular la electrónica de los coches modernos, ahora los rápidos y furiosos deben correr coches clásicos, los cuales van desde el rarísimo Jensen Interceptor hasta Fords Escorts, Mustangs y un horrendo Dodge Daytona. Son todos coches de los 60 y 70, y la mayoría son ingleses porque la acción ocurre en Inglaterra, ¿ok?. Por supuesto el gran gancho para la aventura es la reaparición con vida de Michelle Rodriguez, la cual estaba RIP desde la cuarta entrega. Hay una explicación altísimamente improbable de como la mina sobrevivió una explosión y terminó trabajando con un terrorista internacional, pero ése no es el peor pecado del filme. Los problemas pasan porque estos tipos hacen dos cosas y ya dan con el paradero del villano, el cual lo han perseguido multitud de agencias internacionales de seguridad durante años y sin éxito. Cuando lo encuentran, empiezan las persecuciones, que van de lo improbable a la bobada total. Por ejemplo, hay una cacería entre los coches clásicos y un tanque (que creo que es un Leopard, ya que es tremendamente ágil y hace trompos como si fuera una motocross) en donde pasan tonterías abismales, y la cual culmina con un coche colgando de un puente y atado con un cable de acero al cañón del blindado, secuencia que sirve de excusa para que Vin Diesel se transforme en Superman y atraviese volando 100 metros en 2 segundos, aterrizando en el antes mencionado parabrisas de un coche. O el soberanamente estúpido climax, en donde toda esta gente corretea a un gigantesco avión de carga (un Antonov ruso) en una pista de aterrizaje que debe medir 200 kilometros, ya que corren a toda pastilla y el sendero no se termina nunca. Aún cuando todo esto resulte medianamente divertido, llega un momento en se pone tan absurdo que aburre. No todas son pálidas, ya que la saga incorpora a la diosa Gina Carano (qué buena compañera para The Rock!!) y hay una sorpresa final que promete otra secuela, esta vez con Jason Statham como invitado. Pero la historia está recargada de pasajes estúpidos - Vin Diesel abandonando en un santiamén a su novia gracias al regreso de la insípida Michelle Rodriguez; Jordana Brewster es secuestrada en Brasil, y apareciendo súbitamente en el Antonov que lleva al villano a Londres; el plan final del villano (espantar a la gente de la base militar para que saquen el dispositivo secreto de la misma y, así, atacar el convoy), que lo puede anticipar todo el mundo (incluso los niños de cinco años que están entre el público) pero no los protagonistas; el regreso fugaz de Paul Walker a Estados Unidos para preguntarle una obviedad a un mafioso y poder dar así con el paradero del villano; y dos toneladas de situaciones similares -. Es posible que Rápido y Furioso 6 no aburra porque es puro movimiento y disparate; pero, por otro lado, el guión es una estupidez abismal y no cataloga siquiera como buen cine. Por supuesto todo esto podría haberse mejorado poniendo un mínimo de empeño para que la trama no sea tan prepotente y las escenas de acción no sean tan ridículas...pero ello sería atentar contra la genética misma de la saga, la cual parece haber entrado en los terrenos de la fantasía y la ciencia ficción.
En Hollywood escasean las ideas y, cuando encuentran alguna interesante, empiezan a copiársela (por no decir robársela) sin asco. Así como los estudios vomitaban estrenos simultáneos de películas sobre el rey Arturo, Robin Hood, y pedazos gigantes de roca estrellándose contra la Tierra (léase Armageddon o Impacto Profundo), ahora ha tocado el turno de filmes sobre ataques terroristas a la Casa Blanca o, mejor dicho, clones de Duro de Matar situados en el edificio de más alta jerarquía del gobierno norteamericano. Además del filme de Antoine Fuqua que ahora nos ocupa, pronto tendremos a la vista el estreno de la versión que Roland Emmerich nos tiene reservada sobre el mismo tema. Odio cuando los filmes prometen pero se desmoronan, y eso es lo que ocurre con Ataque a la Casa Blanca. El primer tercio es realmente excitante, aunque soberanamente improbable - de pronto Washington se encuentra atestado de coreanos, sean diplomáticos, turistas, terroristas o basureros, y toda esta gente tiene el mismo punto de reunión que son los alrededores de la Casa Blanca; ¿donde está la CIA o el FBI cuando se lo necesita? -. Hay un ataque masivo compuesto por fuerzas suicidas procedentes de Corea del Norte, las que se han infiltrado en la capital de los Estados Unidos y proceden a desarmar las defensas de la Casa Blanca. La misión diplomática de Corea del Sur está infestada de agentes de Corea del Norte (¡por Dios!: ¿es que nadie lee los curriculums de la gente cuando los reclutan como agentes secretos? ¿o siquiera chequean si los datos que ponen son ciertos?; especialmente cuando ponen en la hoja de méritos "futuro traidor a la Patria"), los cuales atinan a secuestrar al presidente de los States mientras departen amablemente en el salón oval, a la vez que afuera hay una verdadera guerra campal entre terroristas y agentes del orden. El grupo interno se encierra en el bunker del Presidente, y pronto comienza a torturar autoridades del gobierno para sonsacarles los códigos de seguridad de un programa que desactiva los lanzamientos y hace detonar en sus silos a los misiles nucleares intercontinentales que están desperdigados por toda Norteamérica (insisto: ¿a quién se le ocurriría inventar un software capaz de hacer explotar centenares de bombas atómicas en el patio de tu casa?). Además empiezan a demandar que los yanquis se retiren de Corea del Sur, de manera que los norcoreanos avancen sobre la frontera y pasen a cuchillo a sus odiados enemigos connacionales. Desde ya que todo esto es una cantidad mayúscula y ridícula de demandas - ¿tanto vale la vida del Presidente como para mandar al sacrificio a millones de surcoreanos, y poner en riesgo a todos los Estados Unidos? -, pero aquí deciden darle pelota y acceder a los pedidos. Sí, sí: la próxima vez no pongan a Morgan Freeman a negociar una situación de rehenes. Mientras que el escenario tiene su cuota importante de tonterías, los problemas más importantes empiezan en el acto II, en donde Ataque a la Casa Blanca empieza a regurgitar textualmente pedazos enteros de Duro de Matar I. El agente renegado oculto en el edificio en ruinas. El traidor que se hace pasar por amigote, y al cual el héroe lo detecta al toque (¿recuerdan el encuentro entre John McClane y Hans Gruber en la azotea?; hay algo similar entre Dylan McDermott y Gerard Butler). El raid aéreo sobre el edificio asediado, el cual puede terminar en una masacre si el héroe no interviene pronto y desactiva las letales medidas de defensa que tienen reservadas los villanos para situaciones como ésta. Caerse por un agujero del techo después que se estrellan varios helicópteros sobre el edificio. Los engaños de los malvados sobre la hora. El intercambio de amenazas radiales entre el bueno y el villano... y un largo etcétera. Ok, la puesta en escena es potable y la acción está bien filmada, pero uno echa de menos un poquito más de originalidad. Para aquellos que hemos visto como diez veces Duro de Matar, es facílisimo anticipar los pasos que va a dar el libreto, y es aún más indignante descubrir que son exactamente los mismos - clonando diálogos y secuencias enteras - sin variarles ni siquiera una coma. Sustituyan al costoso casting por estrellas menos rutilantes y verán cómo todo esto no es más que una típica cinta directa a video, sólo que sobreproducida. Como héroe, Gerard Butler es bueno, brutal y efectivo, pero carece de la simpatía de Bruce Willis. Como villano, Rick Yune es anónimo. El cast está compuesto de demasiada gente vieja y deforme - como Ashley Judd, y los avejentadísimos Robert Forster y Morgan Freeman, el cual carece de energía y se pasea por el escenario como un sonámbulo -, y la acción es pasable aunque no memorable. Y es que en realidad Ataque a la Casa Blanca es un filme de acción ok pero carente de originalidad. Sirve para pasar el rato pero es excesivamente previsible y carece de alguna vuelta de tuerca que sirva para sacarla de la rutina. Simplemente queda como un pasatiempo tolerable, el cual posee algunos buenos momentos pero que carece de personalidad suficiente como para dejar un impresión mental que sea siquiera fugaz.