El Poderoso Atomo era el nombre del manga que Osamu Tezuka comenzó a escribir en 1951 y que terminaría por transformarse en legendario - sentaría una enorme cantidad de reglas tanto en lo narrativo como en lo gráfico sobre las cuales se construiría toda la historia del comic y la animación japonesa hasta la actualidad -. El comic demostró ser enormemente popular, y disparó una serie animada de TV en 1963, que fue el primer anime moderno. Cuando la serie pasó a exhibirse en Occidente fue renombrada como Astro Boy, y sería el título como se la conoce internacionalmente. En los ochentas y en el nuevo milenio la serie de TV tendría varios revivals y nuevas versiones. Ahora llega esta coproducción entre Hong Kong y los Estados Unidos dirigida por Dave Bowers - quien proviene del riñon de los estudios Aardman y anteriormente había co-dirigido Flushed Away -. Respecto de la mitología de Astro Boy, los guionistas han hecho algunos cambios, disminuyendo el tono realmente amargo del origen del personaje. En realidad Astro Boy no deja de ser una versión robótica de Pinocho - muñeco con alma que se ha extraviado y termina vagando por un mundo realmente cruel -, con la diferencia de que, en el manga, el androide era despreciado por su propio creador y vendido a una especie de circo romano de robots dirigido por un individuo despiadado. Toda esa parte es realmente oscura y uno no deja de pensar en una versión de un Pinocho robótico escrita por Charles Dickens. Al final el chico de metal era rescatado por el Dr. Elefante, reintegrado a Metro City y convertido en una especie de super héroe de la ciudad flotante. Ciertamente los libretistas han seguido los puntos principales de la historia, pero el personaje del Dr. Tenma ha sido cambiado radicalmente. Si bien no acepta a Astro Boy, no se transforma en un villano; el Dr. Elefante (rebautizado aquí como Elefun) pasa a ser un secundario con buen corazón; y todo lo que ocurre pasa por una serie de casualidades más o menos afortunadas que llevan al chico a terminar en el circo romano de Hamegg. Ni siquiera éste es un tipo tan despreciable como lo pintaban las viñetas de Tezuka. Sin ser un fan de Astroboy, el filme es realmente excelente. No sólo la animación digital es impecable sino que los personajes son realmente expresivos. La interpretación vocal es formidable, en especial la de Freddie Highmore (Charlie y la Fábrica de Chocolate) que tiene una gran variedad de registros, y la de Donald Sutherland que la pasa bomba como el villano de turno. Su presidente Stone es claramente una sátira de George W. Bush - el tipo busca traidores en todos lados; quiere un robot militar para desatar una guerra y ganar las elecciones; y es un oportunista de aquellos -, y tiene las mejores líneas del filme. A la parva de idiotas conservadores que forman la crítica yanqui no les gustó la agenda política del filme y lo defenestraron, con lo cual Astroboy se hundió en la taquilla. Y es una verdadera lástima, ya que es una película genial. Ciertamente no es lo más original del mundo - las influencias de Pinocho y Dickens son obvias; e incluso la historia es demasiado similar a Inteligencia Artificial -, pero está excelentemente dirigida. Hay un montón de robots en papeles secundarios que tienen una gracia enorme, tanto por sus diálogos como por su diseño - hay un par de androides con forma de rociador y secador de vidrios respectivamente; un perro robot que va a buscar llaves inglesas como si fueran huesos; un gigante de aspecto brutal y buen corazón; un trío de robots revolucionarios terriblemente incompetentes; y la frutilla del postre es el miedoso y encorvado mayordomo androide que encarna Eugene Levy -. La historia es muy amena, y los detalles de fondo son realmente graciosos. Y cuando llega la acción - con la secuencia del circo romano o en el gran clímax -, Astro Boy realmente patea traseros. Al final, y a causa de la simpatía por los personajes, termina por ser emocionante. Astro Boy es una de esas joyitas que perecen en la taquilla injustamente. No traza ningún camino nuevo, pero cumple con creces su propósito, tiene humor y acción a raudales, y es un proyecto hecho con esmero. Ahora nosotros tenemos la oportunidad de hacerle los honores que realmente se merece.
Daybreakers viene de la mano de los hermanos Spierig, un dúo de australianos que había llamado la atención en el 2003 con el filme de zombies Undead. Después de un largo camino, los Spierig lograron llegar a Hollywood y se despacharon con esta reimaginación de los mitos vampíricos que hubiera hecho las delicias de Richard Matheson - el autor de Soy Leyenda -. El resultado final roza lo brillante, generando algo fresco, sólido y fascinante. No es la primera vez que alguien imagina un mundo poblado por vampiros... pero organizados de manera civilizada. Estuvo aquella idiotez de Ultravioleta, pero no cuenta como antecedente válido. Aquí los Spierig han hecho los deberes y han construído un mundo fascinante. Individuos que viven sólo de noche, toman café con sangre, tienen autos con vidrios polarizados y complejos sistemas de navegación para conducir de día, granjas en donde miles de humanos son mantenidos apenas con vida para ser drenados constantemente de su sangre, y una generación de mutantes que ha aparecido debido al consumo de otros tipos de sangre - incluso la de otros vampiros -, lo que provoca horribles cambios. Como los humanos se están extinguiendo - los de las granjas y aquellos que son cazados -, la raza vampírica se enfrenta a su hora final: si el hambre no los mata, lo harán los mutantes generados por su propia raza - es como si la sangre humana les hiciera conservar su humanidad -. Mientras pintan semejante universo, Daybreakers es apasionante. En cambio, cuando se trata de la historia en sí, el filme termina por ser un poco más genérico. Es el típico conflicto de intereses creados, con un tipo que descubre la verdad, gente que quiere silenciarlo y las persecuciones propias de este tipo de historias. Hay detalles innovadores propios del universo que los Spierig crearon - como una persecución de autos con ventanillas tapialadas, y los disparos en los vidrios que dejan pasar rayos de luz que van quemando al protagonista -, y a esto se suma una dosis abundante de gore. En particular la escena del testeo de la sangre artificial resulta tan gráfica que termina por dejar a la platea empapada en hemoglobina. Cuando los Spierig deben mostrar la ferocidad de los vampiros, no escatiman en carnicería. El otro punto flojo es el tema de la cura del vampirismo, que resulta siendo algo caprichoso. Es como si los chupasangre volvieran a ser humanos si toman dosis moderadas de sol, pero no es una explicación que suene muy lógica que digamos. Aún así, uno le termina por perdonar ese Deux Ex Machina al filme ya que hace méritos de sobra con el resto de la historia. Daybreakers es una reconceptualización fascinante del mito vampírico. Intelectualmente es sci fi sólida; como vehículo de acción es muy entretenido, y el ritmo es intenso y no decae nunca. Y como filme de horror, cumple con lo que promete. Definitivamente creo que es uno de los mejores filmes fantásticos del 2010 que comienza.
Sherlock Holmes es el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle y cuya primera aparición literaria data de 1887, en la novela Un Estudio en Escarlata. El total de la obra de Doyle sobre Holmes abarca unas cuatro novelas y cincuenta y seis cuentos, los cuales terminarían trascendiendo el género policial hasta convertir al personaje en uno de los más influenciales de la literatura universal. No sólo en cuanto a personalidad y métodos deductivos sino también en el estilo narrativo, lo que terminaría por dar a luz al género policial moderno. Ciertamente no soy fanático del personaje. Debo admitir que se trata de una cuestión cultural personal, ya que mi contacto con la literatura se debe mayormente a las adaptaciones cinematográficas, las cuales son inferiores a la calidad de los textos en que se basan. Pero mi problema pasa por el genero victoriano, el cual fue explotado hasta más allá de los límites de lo tolerable con los estudios Hammer y sus filmes de terror. Cuando uno veía a Peter Cushing en levita, caminando por un Londres brumoso y recitando toneladas de diálogo rebuscado, terminaba por hacerle la cruz a cualquier película ambientada en el siglo XIX (o anterior). Las películas victorianas de la Hammer eran pesadas y lentas, y uno le tomó fobia a la época y al género. En sí, la versión 2009 de Sherlock Holmes no deja de ser bizarra. Si bien Guy Richie es inglés, lo suyo son las mafias urbanas londinenses y no el género victoriano. Robert Downey Jr es un gran actor, pero es americano. Hay toda una historia relacionada con logias y magias oscuras - si bien a Arthur Conan Doyle le fascinaban estos temas en la vida real - que no es el standard habitual del personaje (amén de que no se basa específicamente en ninguna historia concreta de Doyle, sino que se inspira en un comic que crearon los productores). Y hay un perfil de héroe de acción que resulta atípico para Holmes. Sin embargo, en semejante bolsa de gatos, los resultados son superiores a lo que uno podría esperar. No sólo produce un excelente aggiornamiento del personaje para las audiencias modernas, sino que también resulta coherente con su perfil. Este Holmes es un antisocial brillante, drogadicto y, por sobre todo, un héroe romántico a la antigua. Ya no es un viejito con levita y pipa, sino un tipo de personalidad intensa, hábil pugilista y genio intelectual. Es cierto que está modelado casi a medida sobre el perfil del Tony Stark de Downey en Ironman; pero no deja de ser enormemente carismático. Sin ser un especialista en Sherlock Holmes, el otro punto también renovado es el perfil del Dr. Watson. Tampoco es un viejito sumiso que le dice sí a todo a su mentor, sino que se trata de un cuarentón con problemas con el juego, de carácter irritable pero de profunda admiración por el detective. Tanto las perfomances de Robert Downey Jr como de Jude Law son excelentes, y ambos se sacan chispas con química de alto nivel en pantalla. Ciertamente la trama es algo traída de los pelos, pero en realidad la historia está hecha para el lucimiento de Downey Jr y Law. En el fondo me hace acordar a las aventuras de Mel Gibson y Danny Glover en Arma Mortal, en donde la historia era lo de menos y uno se deleitaba con semejante pareja en pantalla. Aquí hay investigación, deducciones geniales, peleas intensas y diálogos afilados. El villano es standard, pero es lo de menos. Lo que importa es el derroche de carisma de los intérpretes principales. Posiblemente a los puristas holmesianos la versión 2009 de Sherlock Holmes le parezca un sacrilegio. A mi juicio, es una película pochoclera de gran nivel. Tiene más substancia que lo habitual, gran ritmo - demostrando que Guy Ritchie puede sobrevivir a sus divorcios artísticos con Matthew Vaughn y Madonna -, y dos intérpretes formidables. No será un clásico, pero entretiene y de qué forma... lo suficiente como para que me amigue con mi fobia al cine victoriano.
La original Halloween de 1978 dirigida por John Carpenter es un enorme clásico que dictó las normas por las que se guiaría todo el género slasher desde entonces y hasta nuestros días. Pero como las ideas escasean en Hollywood, de unos años a esta parte alguien comenzó la moda de las remakes - fundamentalmente, de los hits de terror de los años 80 -, y Halloween cayó en la volteada. El dudoso honor de recrear semejante hit cayó en manos del músico, guionista y director Rob Zombie, el que terminó por hacer un trabajo bastante pasable. Zombie agregó de su pecunio un largo prólogo - sobre el origen de Michael Myers - que es por lejos lo mejor de la película; pero a la hora de rendir homenaje al original (y recrear escenas), Halloween 2007 resultaba muy blanda. Sin embargo a los estudios le gustó el filme y, aunque Zombie se negó a rodar la obligatoria secuela, dos años más tarde terminó por ceder ante la presión de los ejecutivos. Y lo cierto es que, si Halloween II 2009 no es el mejor filme de terror que haya rodado Rob Zombie en su carrera, por lo menos le pega en el palo. Este es un filme notablemente superior a la entrega anterior. Ahora sí resulta obvio que a Zombie lo incomodaba la obligación de seguir fielmente al original - con personajes que al director no le gustaban y regurgitando escenas sin poder agregarle nada nuevo - y, ahora que cumplió las formalidades de la remake, se puede despachar con los lineamientos que más le placen. Zombie lleva los personajes al terreno que le gusta: ahora Laurie Strode ha dejado de ser pulcra y virginal chica de clase media para convertirse en otra "white trash", como lo eran su madre y el resto de su familia. A diferencia de lo que podría esperarse de una secuela de Halloween, aquí hay una exploración sobre las secuelas emocionales y mentales de alguien que ha sobrevivido a una experiencia shockeante y cuya vida ha cambiado radicalmente. Eso no significa que este desarrollo dramático tenga la profundidad de un libreto merecedor del Oscar, pero está bien construído y de manera creíble. Mientras que en Halloween 2007 lo de Scout Taylor - Compton era prácticamente un cameo extendido, ahora tiene todo el protagonismo y se ve obligada a hacer un agotador tour de force. Es notable como Zombie se las ingenia para salirse de los clichés del slasher (o de caer en la repetición de rutinas de otras secuelas de Halloween), manteniendo la identidad del asesino y de la saga. En cualquier otra entrega hubiera bastado poner a un montón de chicas semidesnudas en una casona, y dejar que el asesino enmascarado empezara a despacharlas una a una. Pero Zombie se toma la molestia de expandir la construcción mitológica que había comenzado en esa media hora inicial del filme del 2007. Ahora vemos mucho tiempo al asesino en pantalla, sin matar y teniendo visiones tanto de su madre como de sí mismo cuando era niño (y a veces, él mismo de adulto sumándose a la imagen). El Michael Myers niño razona con el fantasma de su madre y le da la voz que precisa el personaje para expresar sus motivaciones. Reitero: Zombie no es Ingmar Bergman, pero resuelve algunas cuestiones con bastante vuelo y una elegancia inusual para un filme exploitation como es este. Hay una primera media hora realmente intensa, que prácticamente homenajea a la versión anterior de Halloween 2 (1981) de Rick Rosenthal, con Laurie Strode siendo perseguida por Michael por todo un hospital; pero ahora todo resulta ser una pesadilla, y saltamos a la época presente. El Dr. Loomis es otro de esos parásitos de los medios, un explotador de tragedias que las convierte en best sellers para su fortuna personal. Laurie es una adolescente a punto de perder la cordura. Y Michael se recupera en una granja en la que se esconde, ya que no es precisamente el asesino inmortal que uno supone. Zombie coreografía cuidadosamente los ataques de Michael como para mostrar que no recibe heridas de gravedad o que hace cosas imposibles. Ok, en la versión 2007 le pegaban varios disparos y aún sigue vivo - el cliché más idiota que tiene el género slasher -, y uno tiene que perdonar esa estupidez inicial porque, si no, no habría secuela. Pero una vez que empieza Halloween II 2009, todo sigue por unos carriles sorprendentemente coherentes. Y ahora los caminos de los tres personajes van en trayectoria de colisión directa hacia un final incierto. No sólo Zombie hace un desarrollo dramático con mucho mayor vuelo, sino que además se supera a sí mismo a la hora de filmar los asesinatos. Son sangrientos y en primerísimo plano. La mayoría de las apariciones de Michael Myers shockean o, al menos, provocan algún salto. Por fin se siente como una auténtica película slasher. Zombie quizás no sepa crear suspenso, pero maneja muy bien la sorpresa. No me gusta el género slasher; no soy fan de Rob Zombie; y considerando todas las reviews que he leído sobre el filme, me siento como un profeta en medio del desierto al alabar Halloween II 2009. Ni a la crítica standard ni a los especializados en el género les ha gustado el filme, pero yo le he encontrado una enorme cantidad de virtudes. Zombie toma un montón de decisiones valientes e inusuales, le da profundidad a la historia, e incluso se anima a mostrar a Michael Myers sin máscara... y sin desvirtuar a la saga. Sinceramente creo que en el futuro Halloween II 2009 será revalorada como corresponde. Enriquece el mito, es satisfactoria en el rubro shock, y se da el lujo de despacharse con un final sorprendente. No sería muy osado compararla con el equivalente a The Dark Knight de la saga Halloween. Las versiones de Noche de Brujas son: Halloween (1978) de John Carpenter, y la remake Halloween (2007) de Rob Zombie. Halloween II (2009) es una secuela dirigida por Rob Zombie, basada en una historia original del director.
Los ninjas o shinobis eran mercenarios que surgieron en el Japón feudal de alrededor del siglo 14. En realidad vienen a ser los primeros soldados comando de la historia, especializados en espionaje, sabotaje y asesinato. Al contrario que los tradicionales samurais, los ninjas eran asesinos al mejor postor, sin demasiadas reglas de honor. Pero lo que terminaría resultando fascinante serían sus técnicas stealth y sus sofisticadas armas, algo que terminaría por envolverlos en un aura mística de invencibilidad. En Occidente los ninjas nos eran desconocidos hasta que aparecieron por primera vez en el cine en Solo Se Vive Dos Veces, en donde James Bond terminaba de formar parte de un escuadrón de ellos que combatía a las fuerzas de SPECTRE en Japón. Pero la popularidad de los ninjas vendría en los años 80, cuando surgiría una fugaz e intensa moda del género y con los filmes protagonizados por Sho Kosugi (que aparece, a modo de homenaje, en Asesino Ninja). Lo habitual es que fueran coproducciones serie B de calidad mediana para abajo. Luego de ello, entrarían en cuarteles de invierno o quedarían relegados a figuras secundarias y decorativas en películas como Mortal Kombat o Street Fighter. Asesino Ninja viene a ser el primer esfuerzo de los estudios major de Hollywood en contar una historia del género con un presupuesto y un equipo técnico potable. Al mando está James McTeigue, quien viene haciendo las veces de director suplente (¿o testaferro?) de los hermanos Wachowski desde V de Venganza. Desde aquella escena en que V empezaba a lanzar cuchillos a diestra y siniestra en los túneles del metro en el 2006, se veía que McTeigue tiene pasta de sobra para dirigir acción. Y ahora le ha tocado en turno rodar una película en donde la historia es lo de menos, y lo que cuentan son las orgásmicas masacres hermosamente coreografiadas. Porque en realidad Asesino Ninja no tiene mucha historia. En realidad el guión maneja dos tramas: el origen de Raizo y la conspiración actual que amenaza las vidas del ninja renegado, la agente de Europol y las fuerzas del orden. Mientras que el origen del protagonista es formidable - esto es Kung Fu, versión el lado oscuro de la fuerza -, nadie le avisó a los guionistas que debían escribir algo medianamente razonable sobre la conspiración que se transpira en el tiempo presente. ¿Por qué están todos en Berlín? ¿Van a matar a alguien?. ¿Cómo hace esta gente para ir y venir de Alemania a Japón como si estuviera a la vuelta de la esquina?. Pero no importa. El filme compensa esa omisión con grandes creces. Por un lado hay un enorme clima de misticismo en torno a la figura del ninja - su entrenamiento, los ataques a sus víctimas, sus fabulosas armas - y por el otro lado está la acción. ¿Ya dijimos que era orgásmica?. Es como si a Kill Bill le hubieran puesto esteroides y la hubieran rodado con litros de sangre fosforescente (en vez de las tomas blanco y negro que eligió Tarantino para el combate entre la Novia y el Ejército de los 88 locos). ¿Es creíble?. No, pero ¿a quién le importa si esto es entretenido? El cantante surcoreano Rain tiene carisma de sobra para llevar la película sobre sus hombros, y del otro lado Sho Kosugi destila maldad por todos sus poros. Los combates son formidables, y hay uno cada cinco minutos. La pantalla chorrea sangre y tripas, pero es gore en toda su gloria. Lamentablemente el lado flaco del libreto - la trama en Berlín - y la oscuridad de las peleas nocturnas - en donde uno adivina lo que ocurre en pantalla - opacan un poco el filme. La crítica la defenestró, y en la taquilla le fue tibio. Y es una lástima, ya que últimamente hay tanta idiotez que explota las taquillas, que a Asesino Ninja le debería haber ido mejor. Era una película que se merecía una mejor recepción, ya que visualmente es sorprendente.
Luego de estar doce años en el freezer después de la arrolladora Titanic (1997), James Cameron ha regresado y en gran forma. Ciertamente el paso de semejante lapso de tiempo hacía pensar de que "el Rey del Mundo" había entrado en cierta etapa de parálisis creativa - se había limitado a producir documentales y experimentar con cámaras digitales -. Las buenas nuevas es que, a diferencia de otros directores semirretirados - como Richard Donner, que hizo un regreso sin gloria -, Cameron ha mantenido los músculos creativos intactos. El único detalle es que, mientras que Avatar es visualmente impresionante y está filmada como los dioses, por otro lado no termina de contar nada completamente original. Como Cameron suele abrevar (por no decir copiarse) de otras fuentes - en general, de la sci fi literaria -, aquí parece haberse inspirado parcialmente en el cuento Call Me Joe de Poul Anderson y que data de 1957. Allí había un astronauta en silla de ruedas que controla a una forma de vida artificial (el Joe del título) y que puede sobrevivir en la hostil atmósfera de Jupiter. Como su nave aparece cada mañana seriamente dañada (y no puede regresar a la estación orbital), le envían un ingeniero, quien termina por descubrir que la mente del astronauta está migrando hacia la de Joe y éste se está convirtiendo en un ente independiente cada vez más independiente - el que, inconscientemente, provoca las fallas diarias al cohete para evitar el retorno -. El cuento termina con la fusión total de sus mentes, y el surgimiento de Joe como una nueva forma de vida. Pero Cameron no se contenta con eso, y empieza a tirar dos millones de ideas e influencias en la licuadora, que van desde la más obvia como Danza con Lobos hasta El Ultimo Samurai, Identidad Sustituta y una pizca de Apocalipsis Now. La escena en que el avatar de Jake Sully es cubierto con semillas vivientes del árbol sagrado es casi un calco de Kevin Costner rozando la punta de los trigales en Dance With Wolves. Las semejanzas con el filme de Costner no terminan allí; sustituyan a los Na´vi por Sioux (u otra tribu india norteamericana), y verán que el 90% de la trama de Avatar corre por los mismos carriles. El forastero que descubre nueva sensaciones con una cultura aborigen a la que termina por abrazar; el cumplimiento de los rituales tribales para ganarse el respeto; el renegamiento de sus orígenes y su paso a la rebeldía frente a sus pares... súmele a esto alguna profecía tribal sobre un líder guerrero, y verán que Avatar es eminentemente predecible. Lo cual no significa en absoluto que sea mala. En compensación por la falta de originalidad, Cameron se ha despachado con una parafernalia visual abrumadora, que debe ser la más shockeante que uno haya visto en pantalla desde El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey. Aquí el director se manda con una cámara prototipo que él ha inventado, y le suma el hecho de estar filmada en 3D. El 70% del filme son CGI impecables de altísima definición. Pero a su vez, tiene el excelente tino de ralentizar la acción cuando corresponde, a efectos de que el espectador no se abrume con los FX y puede seguir a los personajes en medio del caos visual. El tipo es un maestro en rodar acción - todos los filmes de James Cameron, desde El Abismo hasta la fecha, son producciones extremadamente complejas de planificar y rodar, con presupuestos altísimos y abrumadora cantidad de FX - y eso queda demostrado aquí una vez más. Estéticamente Avatar parece una versión hiperpotenciada del videojuego Halo. Hay montañas flotantes, criaturas fabulosas de colores fosforescentes - que al principio resultan chocantes, ya que se ven muy plásticas; pero después demuestran una enorme expresividad y uno termina por olvidarse de su apariencia - y un mundo poblado de vegetación gigante que parece el sueño alucinógeno de cualquier diseñador gráfico. Por otro lado, la historia apunta a explotar esa imaginería visual en pos de un mensaje ecológico. La compenetración de los Na´vi con el entorno es directamente física gracias a un apéndice nervioso que poseen en su cabello - y que les permite conectarse mentalmente con plantas y animales -. Por contra, los humanos son la civilización corruptora e industrialista; a ellos sólo le interesa obtener el dichoso metal unobtainium sin importar las vidas y planetas que deban aplastar. Los diálogos son realmente buenos. El carácter de Jake Sully es muy desacartonado, lo cual es de agradecer. Lamentablemente el resto de los Na´vi cumplen con todos los clichés de los papeles de los indios del género western, con lo cual no tienen demasiada personalidad propia. Por el otro lado, los papeles secundarios humanos son muy buenos, y el gran ladrón de escenas es el rol del coronel Quaritch - interpretado por Stephen Lang, a quien sólo lo tengo del papel del fiscal corrupto de la serie Historia del Crimen -. Lang se devora la pantalla cada vez que hace acto de presencia, y parece sintonizar a Robert Duvall en Apocalipsis Now - otro de esos militares que mama la guerra como única forma de vida -, lo que termina por proveer un villano realmente sólido a la historia. Avatar es un muy buen filme, pero no uno excelente. La tonelada de millones de dolares que se gastó Cameron en la producción - unos 300, sumados a 200 de la promoción y que la convierten en el filme más caro de la historia (este tipo vive batiendo sus propios records) - transpiran en cada fotograma. La historia es muy buena, la acción es notable, y los personajes son interesantes. El problema es que a los 10 minutos de comenzado el filme, el espectador puede anticipar todo el derrotero de la trama - y eso le quita algo de la efectividad emocional que uno debería sentir por el choque entre los débiles nativos y los invasores hiperarmados -. Hay algunas sorpresas pero son muy menores. Si no fuera por esa predecibilidad, Avatar podría haber sido todo un clásico.
Actividad Paranormal costó unos 15.000 dólares y recaudó en las taquillas más de 100 millones, pasando instantáneamente a figurar en el libro Guinness de records como el filme independiente más exitoso de todos los tiempos en relación a la proporción entre costo y recaudación. En realidad es un filme rodado en el 2007 que tuvo que seguir un tortuoso camino a lo largo de dos años hasta llegar al circuito mainstream de cines; pero cuando lo hizo, se convirtió en un fenómeno del cual todos hablan. Muchos la califican de "El Proyecto Blair Witch del nuevo milenio". Si bien Actividad Paranormal comparte concepto y estilo con el ya clásico de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez - falso documental, cámara en mano y primeros planos, otro fenómeno sobrenatural y la desaparición de los protagonistas - , lo cierto es que algunos detalles del guión le quitan un poco de brillo. Pero definitivamente es el filme de horror efectivo, de esos que se hacen carne y uno lleva consigo durante años. El creador del filme es el diseñador de videojuegos israelí Oren Peli. Sin experiencia cinematográfica, Peli se embarcó en el proyecto como una especie de tratamiento terapeútica para enfrentar su fobia hacia los fantasmas - según la Wikipedia, no podía tolerar ver siquiera una comedia inofensiva como Los Cazafantasmas (1984) -. Durante un año estuvo preparando su casa para el rodaje, agregándole mobiliario y rediseñando los cuartos en términos de espacio y comodidades como escenario cinematográfico. Tomó audiciones a un par de cientos de actores y tuvo la suerte de toparse con Katie Featherston y Micah Sloat, quienes - aún siendo extraños - exhibieron una excelente química. Tal como con El Proyecto Blair Witch, los actores usaron sus nombres reales para los personajes, Peli les daba fuera de cámara unos lineamientos generales para la improvisación, y el mismo Sloat fue adiestrado en el manejo de la cámara digital de video, haciendo que el equipo técnico fuera prácticamente mínimo. Peli rodó toda la pelicula en una semana y la exhibió en el festival Screamfest en el 2007. Por suerte un ejecutivo de Miramax vió el filme y asistió a Peli para pulir la edición de la cinta. Mientras tanto, Peli había distribuido copias de la película en DVD como para tentar a posibles distribuidores, y una de ellas llegó a manos del pope de Dreamworks, el mismo Steven Spielberg. Al otro día de ver la película, Spielberg apareció por el estudio completamente aterrado, contando incluso que después de ver la película una de las puertas de su casa se cerró sola y pudo destrabarla únicamente llamando a un cerrajero. Ejecutivos de Miramax y Dreamworks cerraron trato con Peli, adquiriendo los derechos tanto para la distribución como para generar secuelas por u$s 300.000.-. Sin embargo, los estudios no tenían demasiado claro qué hacer con el filme - la idea original era armar una remake dirigida por el propio Peli -, pero Jason Blum de Miramax insistió en mantener el original de Peli, ya que la consideraba muy efectiva. Para demostrar su punto armaron una exhibición privada para los libretistas del estudio, así podían apreciar la historia y discutirla en términos de la posible remake. Pero en un momento de la proyección, la gente comenzó a irse de la sala; y no porque el filme fuera malo, sino porque los espectadores huían aterrorizados por la tensión que generaba la cinta - algo similar a lo sucedido en las exhibiciones de prueba de Alien y Tiburón -. Spielberg decidió dar marcha atrás con la remake, pero insistió en retocar el final. Así Actividad Paranormal llegó a los cines en medio de una campaña de marketing viral profundamente planeada - le dieron muy poca publicidad; hicieron pequeñas exhibiciones en cines selectos; pusieron un sitio en internet como para que la gente votara por el estreno del filme en otras ciudades; y se dedicaron a esperar que la recomendación boca a boca hiciera el resto -. En su lanzamiento nacional, Actividad Paranormal llegó a la punta de la taquilla en pleno Halloween - la temporada yanqui favorita para los estrenos de terror -, devorándose incluso a la favorita Saw VI. Como filme de terror, Actividad Paranormal es uno de lenta combustión. La película empieza con la compra de la cámara de video por parte de Micah, porque ya estaban sucediendo acontecimientos poltergeist dentro de la casa y querían registrarlos. Pero en el medio, hay mucha charla como para establecer el setup. Ciertamente la química de Micah y Katie es muy efectiva, y lo mejor es que se ven como una pareja real y no como un par de chicos plásticos propios de Hollywood - ella es algo rellenita, él parece el típico galán de barrio, y y son realmente simpáticos -. Pasa bastante tiempo antes de que podamos apreciar algún que otro suceso. En este caso el escenario paranormal gira alrededor del dormitorio, donde siempre ocurre algo mientras están dormidos. En realidad es algo bastante coherente, ya que una lectura alternativa (y desapasionada) de la historia podría ser que el inconsciente de Katie provoca los sucesos en sus sueños. Todas las secuencias de acción pasan por los rodajes nocturnos del dormitorio y, la verdad, es que con cada noche que pasa las cosas se ponen cada vez más terribles. En lo personal considero que el filme manipula los mecanismos de terror más efectivos que existen, ya que se basan en los miedos que están dentro de todos nosotros; una casa grande, la oscuridad, ruidos nocturnos, cosas que se mueven solas resultan más aterradoras que una irreal criatura del espacio destripando gente. A su vez, con la cámara montada en un rincón y siempre con el mismo enfoque, genera repetitividad y expectativa: cada vez que vemos el plano de la cama en penumbras, con esa dichosa puerta abierta que anticipa algo terrible (y cada vez peor) acosando en las sombras, uno se pone en el borde de la butaca. Los ataques finales son realmente espeluznantes. Hay algunos detalles que opacan el filme. El más molesto es la evolución del personaje de Micah, que termina por transformarse en el idiota de turno que desata el horror. Ciertamente el 90% del cine de terror está poblado de estos imbéciles cinematográficos que despiertan vampiros, profanan tumbas o provocan fuerzas más allá de lo conocido, pero aquí resulta completamente artificial - es como si tomara esto como un hobby, haciendo su propia investigación con sus computadoras y chiches electrónicos, y totalmente ajeno al terror creciente que padece Katie -. Lo peor es que semejante juego tiene un propósito inútil - como si Micah pensara que la solución se puede encontrar buscándola en Internet, y desestimando llamar a exorcistas, síquicos o demonólogos -; y sólo cuando las cosas se salen de control pareciera estar de acuerdo con buscar ayuda. La cantidad de estupideces que comete el muchacho van más allá de los racional y tolerable, y pareciera que el personaje existe simplemente como un artilugio del guión para provocar que ocurran las cosas - un idiota que actúa como catalizador -. Allí es donde Actividad Paranormal se separa completamente de El Proyecto Blair Witch y no logra alcanzar la perfección de ese filme. En Blair Witch al menos la gente se desesperaba y cometía errores, mientras que aquí el protagonista está tranquilo y conscientemente se mete de lleno en la boca del lobo, arrastrando a su aterrorizada mujer. El otro punto es que no hay demasiada historia que contar, más allá del festival de sustos (que en algunos casos son formidables). No hay una investigación que descubra quién es el demonio que acosa a Katie ni el por qué; el síquico es simplemente un adorno que sólo da advertencias terribles; e incluso el filme se resiente un poco cuando Micah encuentra un video en Internet - al estilo de El Exorcista - y se lo muestra gratuitamente a Katie. El final es cantado pero igualmente es impresionante. (alerta spoilers) Hay tres finales rodados; en el original (que era más efectivo desde mi punto de vista), una sonámbula Katie bajaba las escaleras, gritaba y termina por asesinar a Micah cuando venía a ayudarla. La chica era descubierta por la policía al día siguiente, y era tiroteada ya que no soltaba el cuchillo que había utilizado para el homicidio. Hay un segundo final - mostrado en la exhibición ante los guionistas -, en que la chica regresaba al dormitorio y se cortaba la garganta delante de cámaras. El último - armado según sugerencias de Spielberg - es el exhibido en la versión actual de cines, con primeros planos demoníacos y algún que otro efecto especial. También asusta, pero es más hollywoodense. En lo personal prefiero el climax original que rodó Peli, y que incluso puede encontrarse por Internet. (fin de spoilers) Actividad Paranormal es un excelente filme de horror. Que uno de los personajes sea manipulado artificialmente por el director y guionista para provocar las cosas no anula su gran efectividad al momento de generar sustos. Quizás el tema pase aquí por los gustos personales de cada espectador: yo disfruté con el terror minimalista de El Proyecto Blair Witch y disfruté con este filme. Si lo suyo es un engendro mutante de ocho brazos escupiendo ácido, o un asesino serial destripando gente en primer plano, Actividad Paranormal le parecerá insulsa. Pero a mi juicio, es una de las mejores películas de terror de los últimos años.
De la península escandinava están surgiendo sorpresas cinematográficas en número creciente, con producciones de gran calidad y originalidad que terminan por tomar por asalto a las plateas de todo el mundo. Arrancamos con la versión original de Insomnia (1997), seguimos por la competente serie B de Dead Snow, y culminamos con la trilogía Millenium. En toda esa parva de filmes que han superado las fronteras heladas de Escandinavia se destaca una joyita y que se trata de Déjame Entrar - un atípico filme de vampiros -. Muy pronto se convirtió en un objeto de culto y Hollywood se apresuró a adquirir los derechos para la correspondiente remake, la cual está agendada para este año. Aquí el autor John Ajvide Lindqvist parece haberse inspirado en el personaje de Kirsten Dunst en Entrevista con el Vampiro (1994), en donde una nena estaba condenada a permanecer atrapada en su cuerpo infantil para toda la eternidad - lo que terminaba por transformarse en una situación de pesadilla para la protagonista -. Además sigue de cerca la filosofía del filme de Neil Jordan, convirtiendo a los vampiros en figuras trágicas víctimas de una maldición que no pueden deshacer y que están condenadas a una vida eterna de contemplación de muerte y dolor. Pero hasta allí llegan las influencias; por el resto Déjame Entrar toma rumbos nuevos y, muchas veces, demasiado inquietantes. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Esta es una película que incomoda al espectador. Esa sensación extraña - que muy pocos filmes me han producido en toda mi vida - surge de la verdadera naturaleza del filme, que es la historia de dos sicóticos homicidas que tienen tan sólo 12 años de edad y que tienen una atracción mutua que va desde la ternura hasta lo puramente sexual. La enferma relación entre Eli y Oskar no difiere demasiado de la dupla central de Henry, Retrato de un Asesino, con la excepción de la edad de los protagonistas. Oskar es victimizado por sus compañeros de colegio, pero las reacciones del pibe no son muy normales que digamos - su primer pensamiento es rebanarlos con un cuchillo -. El chico es hijo de padres divorciados y los mismos no le prestan demasiada atención; incluso hay pistas que podrían llevar a pensar que su padre se ha metido en una relación homosexual. Por su parte, Eli es todo lo contrario: una figura dominante y demandante que lleva a su padre al límite de los sacrificios para saciar su hambre. Es una relación gélida y desagradable, en donde al hombre aún le quedan rastros de cariño por su monstruosa hija, pero no es un sentimiento recíproco - sería interesante especular si el hombre es realmente su padre y no "otro chico" que conoció hace 30 o 40 años -. Y, cuando el padre - cazador de víctimas para su hija - desaparece, la chica queda sola y se afianza aún más en su relación con el perturbado Oskar. Es en esos momentos en donde el filme entra en una zona de incomodidad creciente. Uno siente que estos dos son socios porque comparten vidas arruinadas, pero aún así - en su condición de pareja de parias - les resulta imposible liberarse emocionalmente y ser demostrativos el uno con el otro. Esta es gente con serios daños afectivos, y eso se nota (otro punto más de similitud a la relación de Henry y Becky de Henry, Retrato de un Asesino). La situación de Oskar no difiere demasiado de la de Eli, estando dispuesto a aceptar cualquier cosa con tal de que alguien lo quiera. Por su parte, la chica no puede frenar su naturaleza chupasangre pero la edad y actitud de Oskar terminan por ganarle. Dicho todo esto, el filme se sumerge en algunas situaciones risqué sobre la sexualidad reprimida de estos chicos de 12 años - visiones fugaces de Eli desnuda; los dos chicos pasando una noche juntos en la cama; la ciega obsesión de Oskar por aceptar a Eli, aún cuando ella le niegue que es una "niña"; algunos besos sangrientos después que Eli se merendara a alguno de los vecinos del barrio - que terminan de erizarle la piel a más de uno. El punto no es la atracción sexual entre los protagonistas, sino que su relación es muy retorcida. Aún cuando Eli no fuera un vampiro (y fuera simplemente una homicida) Déjame Entrar es inquietante. Ok, tiene unas escenas de shock muy bien filmadas, tiene un gran clima, hay muy buenas actuaciones. Pero el punto central es en realidad la relación entre Eli y Oskar, la que parece convertirse en una versión infantil de Dracula y Renfield con una atracción enfermiza y desubicada entre ambos. Eso no quita que en medio de toda esta amoralidad y apatía uno termine por tomar un poco de partido por los protagonistas, posiblemente porque la sinceridad de su cariño termina por traslucirse desde la pantalla hacia la platea. En el fondo no es más que la historia de dos sicópatas que no han terminado la escuela primaria y que se han enamorado al descubrir la mutua miseria de sus respectivas existencias.
2012 está basada en las creencias populares generadas por el calendario maya, en donde los astrónomos indígenas habían previsto el fin de los tiempos en el año antes mencionado. Fin de los tiempos (o de los ciclos del calendario maya) no necesariamente significa apocalipsis; para los mayas era la visión del final de una etapa y el comienzo de un nuevo estadío para la humanidad. Mientras que muchos han visto el tema como la elevación del hombre a un nuevo nivel de conciencia - una creencia New Age que sería el equivalente a la Era de Acuario -, otros tantos se han volcado por un enfoque decididamente pesimista. Quizás en el hombre haya un deseo inconsciente sobre la necesidad de explicitar una fecha de vencimiento para su raza, lo que lo ha llevado a la búsqueda constante de poner una fecha tras otra al fin del mundo. Cuando no fue el cometa Halley, fueron las profecías de Nostradamus, el efecto del año 2000 en las computadoras, el nuevo milenio, el año 2008... y ahora el 2012. Y cuando pasemos el 2012, no faltará algún idiota que desentierre las leyendas de mongochito y diga que el mundo se acaba en el 2020 (u otro año a elección y relativamente alejado, así nos da tiempo para comprar libros de los autores apocalípticos de turno). Con la idea de prenderse a la movida de turno, Roland Emmerich ha decidido crear un filme exploitation de cine catástrofe. Si uno considera las atroces características del género - ensamble de actores conocidos; pequeñas historias personales que son mediocres, no le interesan a nadie y sólo sirven para identificar quién vive y quien muere en la hecatombe de turno; 10 minutos de efectos especiales después de 90 minutos de bofe dramático -, Emmerich ha creado la mejor película de cine catástrofe de todos los tiempos. No sólo contiene como 20 cataclismos (que podrían haber dado pie cada uno a su propia película), sino que masacra a miles de millones de personas de la manera más divertida. Oh, si: 2012 es abominable científicamente y en sus intenciones exploitation, pero es entretenimiento puro. La mejor movida que ha hecho Roland Emmerich desde Dia de la Independencia es haber puesto a su socio y guionista Dean Devlin en el congelador, y haberse buscado libretistas como la gente. Eso no quita de que Emmerich siga generando filmes con mayor o menor grado de atrocidad - como 10.000 BC -, pero al menos los diálogos resultan cada vez más tolerables. Acá el socio de turno es Harald Kloser que participara, además de la aventura cavernícola del alemán, en otros filmes pasables como El Día Después de Mañana y Alien vs Depredador. Y, sinceramente, el resultado final es mucho mejor de lo esperado. En sí 2012 cumple con todas las premisas del género. Hay un montón de caras conocidas que aportan su solvencia para decir parlamentos que son ridículos en lo científico y regulares en lo dramático. Hay una amenaza global que es tan disparatada que es imposible tomársela en serio - y que me recuerda a otro filme tonto y muy divertido como era The Core -. De allí en más Emmerich se pone a full, repartiendo el tiempo entre un 20% de diálogos pasables y un 80% de soberbios efectos especiales. Oh, si: cuando tiene que poner la carne en el asador, el alemán no escatima en recursos ni en pisar los tabúes más sagrados de los puritanos yanquis. Cuando en una de sus tantas huídas el avión de John Cusack debe atravesar la ciudad de Los Angeles, lo hace entre dos mil toneladas de edificios que se deshacen con miles de personas volando por los aires. Si este no es un tratamiento de shock para los traumados por el efecto del 11 de setiembre del 2001, sinceramente no sé qué es. Hay dos cosas que convierten a 2012 en el rey del género de cine catástrofe: por un lado, el libreto no se ensalza con situaciones dramáticas de stock. Cada vez que hay una escena emotiva - el reencuentro de Cusack con su familia; la despedida de George Segal de su hijo radicado en Japón -, es abruptamente cortada por un tsunami o un gigantesco terremoto antes de que la gente empiece hablar idioteces. Lo otro es que el exterminio de la humanidad nunca fue tan divertido. La destrucción está coreografiada en todo su esplendor, y es donde Emmerich despliega lo mejor de su talento. Desde la explosión del parque Yellowstone - al demonio con el oso Yogui!! - hasta tsunamis arrasando el Tibet (entre otra parva de cataclismos) se ven impresionantes y están filmadas con nervio. Para que tengan una idea, mientras que La Aventura del Poseidón nos hacía comer 90 minutos de basura dramática para poder ver un crucero dando una vuelta de campana, aquí Emmerich lo despacha en cinco minutos y al poco tiempo tenemos otra catástrofe en puerta. En sí, lo que ha hecho Emmerich no es sino una adaptación no oficial de Cuando los Mundos Chocan. Quiten el planeta de turno que va a chocar contra la Tierra, y el argumento es el mismo. Oliver Platt viene a jugar el papel de John Hoyt en el filme original de George Pal, pero tampoco es un tipo demasiado perverso o malo como para tildarle el rol de villano - a lo sumo es un desesperado y pragmático que busca salvar su pellejo poniéndose en primer lugar en la fila -. Quizás el detalle más relevante de esta nueva versión no oficial, es que no hay discursos heroicos ni justicieros. El plan de salvataje lo arman las naciones más ricas del planeta en secreto; el resto, que se embrome. No hay lotería por los cupos (Danny Glover lo menciona en un momento, como para que no queden dudas de que Emmerich se inspiró en el filme de 1951) ni elección de los más capaces, bonitos y fuertes. Los sobrevivientes de turno son políticos y millonarios, asi que todos los que estamos en la clase media para abajo estamos condenados. Tampoco publicitan el proyecto, así pueden escaparse en silencio y sin que reine la anarquía. El futuro de la humanidad reside en un grupo de egoístas millonarios del primer mundo; el resto, que explote. Pero aún con toda su agenda políticamente incorrecta, 2012 es un descerebre más que entretenido. Es un espectáculo pochoclero divertido y tan atroz que resulta imposible salir del cine pensando que ese va a ser el terrible fin de la humanidad de aquí a unos años. Es tan exagerada que resulta camp, y es enormemente amena.
En sí Planeta 51 es una rareza, ya que se trata de una coproducción entre España y Estados Unidos. Creativos españoles, actores y técnicos norteamericanos. Pero más allá de la anécdota, el problema es que el filme no se sostiene más allá de la novedad inicial. Planeta 51 podría haber caminado muy bien como un corto de 5 minutos, pero como filme de hora y media se hace largo. Y todo lo que pasa en el medio no está demasiado inspirado. El chiste de Planeta 51 es revertir los roles del subgénero de invasores del espacio, en donde ahora es el humano el alienígena. Por lo demás, es una regurgitación de clichés de la sci fi de los años 50 a esta parte, con homenajes a El Día que Paralizaron la Tierra, E.T. El Extraterrestre, Invasores de Marte y dos toneladas de filmes más. El problema es que no va mucho más allá de eso: reciclar escenas clásicas, en donde ahora el alien es el humano y viceversa. Hay otro ejército paranoico buscando al visitante del espacio. Hay un montón de adolescentes que se deleitan con filmes como "Humanoide!", donde hombres del espacio llegan a su planeta para devorarle cerebros. Hasta allí llega toda la gracia. El problema es que Planeta 51 es aburrida. Cuando los personajes principales abren la boca, es soporífera. El peor ofensor de los sentidos es el astronauta humano, que habla idioteces todo el tiempo, no tiene en cuenta el peligro de su situación y sólo se dedica a meter bocadillos con más referencias a otros filmes de sci fi (como si en la película no faltaran) aún cuando suenen ridículos. Una vez que Lem lo ayuda, Baker le dice: "tú eres mi Luke Skywalker". Por Dios, que diálogo tan malo. El tema es que el libreto parece escrito por los números. Alguien del equipo creativo dijo: "pongamos toneladas de referencias a clásicos de la ciencia ficción para divertir a los adultos; pongamos escenas de comedia física para divertir a los más chicos; y hagamos personajes bonitos para vender merchandising"... y en el medio se olvidaron de hacer algo original con el argumento. A la décima referencia cinéfila, uno se empieza a aburrir simplemente porque no ocurre otra cosa; cuando llega el slapstick - gente cayéndose y pegándose porrazos - está hecho sin gracia; y el mínimo desarrollo dramático (como para ver los dramas diarios de la comunidad alien) es una tortura testicular. Quizás a los chicos les pueda interesar, pero sinceramente creo que a los adultos no. Hay espectáculos infantiles que tienen una mayor variedad de registros - desde las animaciones de Pixar hasta los filmes de Shrek - y, partiendo de la idea base, la enriquecen. Son divertidos. No es lo que pasa con este filme. Los únicos momentos graciosos de la película pasan precisamente por dos personajes mudos como un robotito similar al Mars Pathfinder que se cree un perro, y una mascota alienígena llamada Ripley (y diseñado como un cachorro del Alien de Ridley Scott) que orina ácido y persigue a los carteros. Lamentablemente estos dos sólo aparecen algunos instantes cada 15 o 20 minutos del filme; y, en el medio, la audiencia queda en estado de coma. Planeta 51 es una pérdida de tiempo, a menos que usted tenga menos de 12 años de edad. Sino, espere a que salga en video o la pasen por cable. Si quiere divertirse con sus chicos, alquile cualquier título animado de Pixar o incluso de Dreamworks. Porque esta coproducción no le llega ni a los talones de dichos filmes.