Rodada en los mismos escenarios naturales donde ocurrieron los hechos, Fontana, La Frontera Interior es un nuevo acercamiento cinematográfico a la historia argentina, en un año que se dio a conocer importante material nacional sobre el género. A los films sobre próceres resignificados como San Martín y Belgrano se suman otros acerca de hechos menos revisados por la historia, como La patria equivocada y este estreno de Juan Bautista Stagnaro, autor de excelentes films que también abordaron hechos del pasado, como Casas de fuego y El camino del sur, y coautor del guión del emblemático Camila. En este caso su trabajo no llega a picos tan altos pero permite descubrir un personaje interesante como el Mayor Luis Jorge Fontana, que en su doble condición de naturalista y militar se diferencia de Roca, más allá de que su epopeya también trajo sangrientos enfrentamientos con tribus indígenas. Sus acciones inhabituales para las expediciones militares de su tiempo incluyeron la fundación de una ciudad y la integración a su ejército de la comunidad galesa. Sus monólogos interiores para nada autocomplacientes atraviesan la estructura el film y le otorgan un significado humanista. Bien realizada y fotografiada, no interesa en todo su metraje ni se destaca por la tarea de su elenco, pero se trata de una obra necesaria y oportuna.
La conjunción del experto en cine de animación José Luis Massa con la periodista, escritora y ahora realizadora María Seoane y el recientemente fallecido dibujante Francisco Solano López da como resultado una obra de genuina calidad plástica e ideológica, acercando la figura de Eva Perón a un terreno artístico inédito. Massa, director de títulos dirigidos al público infantil y productor de la notable Boogie el aceitoso, encara una búsqueda estética y temática diferente, que coincide con la calidad gráfica de los trazos de Solano López. Por su parte Seoane, como orquestadora de este trabajo abarcador y ambicioso llamado nada menos que Eva de la Argentina, se propone enaltecer la figura de una líder popular que traspasó los límites de un país y se transformó en un mito universal. Con ecos de la francesa Persépolis, basada en la historia autobiográfica de una niña iraní que huye de un régimen fundamentalista, el film va desarrollándose con una atrayente visión del género. Aquí la pequeña Eva Duarte atraviesa por su propia epopeya, en este caso sin huir de ningún poder hegemónico sino por el contrario acercándose, luego de una infancia difícil, a un incipiente movimiento del que será parte de manera indisoluble. Narrada y protagonizada por el periodista y escritor Rodolfo Walsh -otro hallazgo de la película-, Eva de la Argentina describe a esa mujer revolucionaria, amada y odiada, que tras su dolorosa muerte atravesó con su cadáver por un tormentoso periplo. En algunos tramos aparece algún exceso de enfatismo partidario, pero los buenos recursos expresivos, la tarea de Carlos Portaluppi y Carlos Russo en las voces en off, los cuidados apuntes sonoros de Gustavo Santaolalla y la bella canción final de León Gieco enmarcan una pieza apasionada y apasionante.
Con algunas notorias influencias de films románticos estadounidenses y también nacionales y una línea argumental bien perfilada pero demasiado previsible, Solos en la Ciudad logra proponer de todos modos una aceptable historia de amor con toques de comedia. Una trama amorosa que se reduce tan sólo a un día, en el que una joven pareja, luego de asistir a una boda, saca a relucir viejos enconos, produciendo un alejamiento entre ambos dudosamente definitivo. En ese trance surgirán idas y vueltas en las que intervendrá una atrayente galería de personajes. Diego Corsini con su ópera prima logra una pieza entretenida, alternando algunas escenas brillantes (como el diálogo en la cuadra del zoo y el encuentro de ella con su padre) con otras no tan logradas. Por otra parte parece ser que en cine a Sabrina Garciarena le buscan galanes semejantes, porque en su anterior film también romántico, Amor en tránsito, Lucas Crespi luce idéntico a su aquí partenaire Felipe Colombo, y hasta en Felicitas Gonzalo Heredia tiene un tipo físico afín. Fuera de este apunte, se trata de una actriz indudablemente bella y fotogénica, que le otorga naturalidad y encanto a sus roles. Colombo la acompaña con corrección, pero en intérpretes secundarios como Luciano Leyrado, Mario Pasik, Laura Azcurra, Matías Scarvaci y Federico Amador, se encuentran aportes verdaderamente disfrutables.
Con un talento expresivo poco usual, el cineasta Gustavo Taretto arriba a su primer largometraje con un film que transita por el terreno de la comedia romántica con puntos de vista tan personales como originales. Sin internarse en grandes reflexiones, Medianeras analiza leve y divertidamente el amor, el desencuentro y la soledad en las grandes urbes. Dos jóvenes de mediana edad viven en edificios linderos y acaban de salir –mal- de sendas relaciones amorosas que les dejan como recuerdo un perrito lanudo, por ejemplo. Ella sublimará a través de la natación o erotizando a maniquíes, él conociendo dispares mujeres a través de sitios de Internet; irremediablemente semejantes en sus neurosis, angustias, gustos, pequeños placeres y grandes frustraciones. Sin embargo los une una misma medianera que a la vez los separa y algo de luz surgirá de ella a través de piquetes, martillos y nuevas ventanas. Textos que se escuchan en off o aparecen sobreimpresos colaboran acertadamente con la continuidad estética y narrativa de un film moderno que a la vez parece registrar el pasado (cortes de luz, teléfonos antiguos, gente que chatea por primera vez…). Dos nuevos y estupendos protagonistas como Pilar López Ayala y Javier Drolas se ven bien rodeados por un elenco de caras conocidas que con sus caracterizaciones colaboran eficazmente en la oferta audiovisual.
Una reconfortante sorpresa ofrece la actriz y ex modelo Paula Siero con su ópera prima, un film sencillo pero a la vez dotado de ciertas ambiciones narrativas que lo enriquecen. A través de una historia que gira alrededor de dos hermanas que conviven y deben atravesar por una dura circunstancia de vida, El agua del fin del mundo va desarrollando un drama con fuertes contenidos sentimentales y emocionales. El diagnóstico de una enfermedad terminal mueve a la hermana mayor a ir a Ushuaia a cumplir su sueño de zambullirse en las aguas del extremo sur antes de morir, mientras que diversos personajes se irán integrando y aportando distintos matices a la trama. Especialmente un músico callejero, desquiciado y adicto a las bebidas fuertes (un Facundo Arana fuera de registro) que se involucrará con ambas y será decisivo en el camino y las decisiones que tomen. Con algunos aportes visuales interesantes, diálogos creíbles y un desenlace sugerente, El agua del fin del mundo redondea una obra pequeña pero valiosa, sostenida por un elenco que combina oficio con sensibilidad. Notable Diana Lamas, muy bien acompañada por la bellísima revelación de La tigra, Chaco, Guadalupe Docampo; junto a secundarios impecables como Graciela Stefani y Mario Alarcón.
El realizador irlandés Jim Sheridan tiene un su haber algunas películas extraordinarias como Mi pie izquierdo, Esta tierra es mía, En el nombre del padre y Golpe a la vida-The boxer, la mayoría de ellas protagonizadas por Daniel Day Lewis, y narrando vibrantes historias referidas a su conflictiva región en la Isla Británica. Pero últimamente no está revalidando convenientemente esos pergaminos; su último film, Hermanos, por ejemplo, había sido una remake de una película danesa, cuando en su carrera siempre trabajó con ideas propias. En el caso de Detrás de las paredes, se interna de lleno en el thriller con toques de terror, un género que no había frecuentado con anterioridad, pero se trata más de un trabajo por encargo que otra cosa. A lo que habría que agregar que el propio Sheridan renegó de este film al terminarlo y reclamó que retiren su nombre de los títulos, sin conseguirlo. Sea como fuere, contaba con tres protagonistas de peso como Daniel Craig, Rachel Weisz y Naomi Watts y una historia interesante que tenía un buen arranque, pese a algún resabio de Sexto sentido y Los otros. Un hombre se muda con su esposa y sus dos hijas a una casa en las afueras de Estados Unidos en donde descubren que fue el escenario del asesinato múltiple, y el pueblo está convencido que el asesino fue el único sobreviviente, esposo y padre de las víctimas. Todo ese primer segmento está narrado con un atractivo suspenso, pero en la segunda mitad el film decae sustancialmente, se vuelve confuso, forzado y poco creíble. Si bien hay cosas que dejan de ser de una manera para volverse diferentes, detalle clásico y positivo dentro del género, no lo son en el caso de este film. Hay algunos sobresaltos y las interpretaciones son correctas, pero esta casa fantasmagórica –el título original es Dream house- queda desdibujada y su director también.
Como en su anterior film documental como co-director, Porotos de soja (2009), David Blaustein vuelve a unirse con Osvaldo Daicich para desglosar en este caso la discusión por la regulación de la Ley 26.522, de Servicios de Comunicación Audiovisual, la simple y conocida popularmente como Ley de Medios, en medio, precisamente, de una feroz y polarizada disputa –no casualmente- mediatizada al máximo. Con algún eco de las piezas últimas de Pino Solanas, La cocina se adscribe al denominado “cine de emergencia”, registrando hechos y opiniones que explican, sin hacerlo, un país efervescente, politizado y en proceso de cambio permanente. El debate que desencadenó ese proyecto de ley, denominado por sectores opositores y monopolios de comunicación como Ley K o Ley Mordaza, se ve reflejado aquí no sólo por lo que pasó en la Capital Federal, sino también por las reacciones despertadas en Santa Fe, Córdoba, Tucumán, La Pampa o Neuquén, a través de representantes de radios, teleemisoras y medios gráficos de esas regiones. El empleo de material de archivo tomado de distintas señales televisivas completa un exhaustivo trabajo audiovisual sobre hechos aún en plena etapa de asentamiento. Tras films testimoniales que dejaron su huella en el género como Cazadores de utopías o Botín de guerra, Blaustein sigue echando luz sobre acontecimientos que marcan una época.
Con toques del conocido subgénero “cine detrás del cine”, Vaquero se podría denominar mejor como “actor detrás del actor”, porque la ópera prima de Juan Minujín es una lúcida, exhaustiva y por momentos asfixiante indagación acerca de los fantasmas, realidades y rutinas cotidianas de un actor argentino. Un intérprete a veces capacitado y con algún talento pero la mayor parte del tiempo mediocre, frustrado y resentido con el medio que lo rodea. El actor de Un año sin amor y Zenitram conoce muy bien, claro está, los resortes, intimidades, debilidades y desamparos de su condición, pero de todos modos tuvo el discernimiento y la capacidad de observación para poder plasmarlo en este breve y contundente momento fílmico. Su alter ego, con trabajo ocasional en cine y teatro pero con aspiraciones que exceden su módica capacidad expresiva, intenta ser parte de un western norteamericano a manos de un prestigioso e improbable cineasta que opera como todopoderoso manipulador de las ansiedades actorales nativas. Su despiadada voz interior deja en evidencia sus vanidades, perversiones y miserias que lo ponen al borde de lo patético. Brillante y verosímil formalmente, Vaquero se enriquece aún más a través de, precisamente, el aporte actoral del propio Minujin -notable-, Daniel Fanego, Leonardo Sbaraglia, Pilar Gamboa y Guillermo Arengo.
Transitando fundamentalmente el vínculo afectivo entre el carismático Coronel del Ejército Juan Domingo Perón y la incipiente actriz radial Eva Duarte, Juan y Eva propone un acercamiento a una trama atravesada por múltiples circunstancias históricas. Una crónica de una porción sumamente significativa de nuestro pasado político que no impide que estemos ante un film visceral y encendido. Alejada de la experimentación audiovisual que caracterizó sus films anteriores, la realizadora Paula de Luque encaró su trabajo más maduro y ambicioso, buscando no sólo escenificar ese poderoso vínculo sino desmenuzar la situación gubernamental, social y jerárquica de una sociedad argentina en vísperas de un cambio profundo y sustancial. Con indisimulable amor y consideración hacia sus personajes, de Luque revela también algunos claroscuros de Perón y Eva, dentro de los feroces tironeos y luchas de poder que signaban la época, más allá de que cierta solemnidad aflore en algunos tramos y no colabore en una mayor fluidez del relato. El terremoto de San Juan de mediados de los años 40 da pie al metafórico origen de la historia de amor que insinúa el título, cuyas nada sencillas etapas se irán delineando en el marco de intensos acontecimientos socio políticos. Y que desembocarán, con una enorme vibración emocional, en la movilización del 17 de octubre de 1945. La utilización del blanco y negro –dentro de un interesante manejo de las tonalidades- unifica los materiales empleados, logrando un convincente mix de la emblemática epopeya, realzado por la notable música de Ivan Wyzsogrod. El enfoque general, centrado en el hombre y la mujer que están detrás del mito, se armoniza con las caracterizaciones de Osmar Nuñez y Julieta Diaz, que descollan y escapan a los estereotipos, junto a otros sólidos trabajos de Fernán Miras, Maria Ucedo, Alfredo Casero y Pompeyo Audivert.
Basada en la historia real de una delfín hembra con problemas motrices, y protagonizado por ella misma, Winter - el delfín entrega un grato y emotivo momento fílmico, Este animal es una celebridad en Estados Unidos, no sólo por la epopeya que sufrió en su vida, sino por haber servido y servir actualmente de permanente inspiración para niños y adultos discapacitados, que van a ver a ella y su cola prostética como un aliciente para seguir adelante en sus vidas. Era una joven delfin cuando perdió su cola en una trampa para cangrejos, pero su vínculo con un niño de 11 años, que la libera y la atiende, y un grupo de especialistas que la rescata en la costa, será vital para una recuperación y rehabilitación que jamás antes se había intentado con éxito. Esta temática de hondas implicancias psicológicas y vivenciales está plasmada en el film de manera sencilla y sin melodramatismos innecesarios. El realizador y ex actor Charles Martin Smith aprovecha todos los recursos visuales y emocionales que tiene a su alcance, pero privilegiando una trama cuyas alternativas pueden ser muy estimulantes para el público infantil. Si bien las copias están dobladas, aún así se pueden apreciar convincentes labores del gran Morgan Freeman como el Dr. creador de la prótesis, Harry Connick Jr., Ashley Judd y el niño revelación Nathan Gamble.