El mundo aparte de las casas quintas y countries que se intenta imponer ante los ojos de la sociedad, promoviendo una vida más saludable y tranquila, puede ser tan sólo, una ilusión, porque el aislamiento no es total y el mal puede estar adentro o fuera de esa comunidad. Esta película trata un poco sobre ese tema, y otro poco sobre los que están afuera de esos barrios privilegiados. Porque, en definitiva, los habitantes de ambos sectores se necesitan mutuamente, aunque se miren con recelo. Como es el caso de Gustavo (Nahuel Viale), quien trabaja limpiando las piscinas de estas propiedades, por e4nde está en contacto directo con las personas de la clase social acomodada que lo contrata, pero lo maltrata o desprecia llamándolo “piletero” aunque él cumple responsablemente con su labor para que nadie se queje. El director Jorge Leandro Colás, en su primer largometraje de ficción, nos cuenta las vivencias de éste hombre que tiene a su mujer, Gabriela (María Soldi), embarazada, y al padre de ella, (Claudio Da Passano), un ex policía viudo que tiene una agencia de seguridad, y está demasiado presente porque se entromete en las decisiones de la pareja y, además, ayuda con dinero a su hija, que lo acepta con gusto. Las diferencias económicas están presentes a lo largo del todo el relato, bien marcados. Todo se arregla con plata. Por eso, ante las primeras intimidaciones del cabecilla de una banda de delincuentes, llamado Pejerrey (Sergio Boris) para que les “marque” algunos inmuebles donde trabaja, así ellos pueden ir a robar, no lo duda demasiado y se convierte en un eficaz “entregador”. La narración tiene momentos intrigantes, otros, irritantes, como cada vez que aparece su suegro o su nuevo “jefe”. La historia mantiene el suspenso en prácticamente toda la proyección. Incomoda ver al protagonista tironeado y presionado desde varios sectores. Se encuentra entre la espada y la pared, él es consciente de ello pero acepta el desafío, porque sabe que está en una época importante que tiene que transitar y que no puede darse el lujo de claudicar.
Elio (Daniel Hendler) estudió arquitectura, no del todo convencido de seguir esa carrera, sin tener la vocación a flor de piel. Tal esa así que nunca ejerció esa profesión. De lo que aprendió en la facultad, una sola cosa, o, mejor dicho, una persona le llamó la atención, lo que con el tiempo se transformó en una obsesión que le dio sentido a su vida, que es la de enseñar y divulgar la obra de quién, para él, fue el mejor arquitecto de la historia, el suizo Le Corbusier, un seudónimo de Charles-Edouard Jeanneret-Gris. Porque Elio prefirió no ser un arquitecto más, sino convertirse en el único guía que trabaja en la famosa casa Curuchet, ubicada en la ciudad de La Plata, y explicarles a los visitantes, a través de diapositivas y charlas, mientras recorren cada rincón del inmueble, cómo ideó, proyectó y diseñó la construcción de esta particular vivienda, única en Latinoamérica. La película, con guión de Andrés Duprat y dirigida por Graciela Taquini, nos introduce en un mundo de fantasía para contarnos lo que hizo y cómo realizó sus trabajos, aquí y en el resto del mundo, Le Corbusier. El film alterna entre observar cómo trabaja Elio y un personaje que encarna al reconocido arquitecto, a cargo de Mario Lombard, que camina las calles de La Plata como si fuese un fantasma, mientras reflexiona con la voz en off, en base a textos y conferencias brindadas por él mismo Le Cobusier, sobre lo que es la arquitectura, para que sirve, qué función cumple dentro de la sociedad, etc. apoyada esa idea por las imágenes distorsionadas y saturadas que tiene en los momentos en que aparece en pantalla. Con una propuesta cinematográfica original, que le da dinamismo a la narración, acertadamente optaron en hacer una ficción antes que un documental para que no sólo los arquitectos y alumnos estén de parabienes, sino que el público en general pueda apreciar la idea que logró llevar a cabo el homenajeado personaje europeo y no resulte ser un tedio académico apto sólo para entendidos.
Sólida realización para retratar un personaje rico en matices compuesto con singular verosimilitud Tener un carácter duro, ser autoexigente, con una personalidad delineada y forjada para ser una gran campeona, tanto en el deporte como en el trabajo, es lo que recibió Molly (Jessica Chastain) durante su infancia por parte de su padre Larry (Kevin Costner), un importante psicólogo que también fue su entrenador. Lo que no sabían ambos, es que, durante una importante competencia, un insólito accidente terminaría con la carrera de esquiadora que tenía la chica, con sólo 22 años. La relación entre ellos nunca fue un lecho de rosas, así que la protagonista de éste relato aprovechó su forzoso retiro deportivo, para mudarse a una zona más calurosa, alejarse de todo y de todos, y empezar su vida desde cero. Basada en una historia real el exitoso guionista Aaron Sorkin dirige su ópera prima, retratando el ascenso y caída de la que se llamó “la princesa del póquer”, Molly Bloom, quien organizó en hoteles de lujo, mesas de juego donde iban actores de primera línea de Hollywood, grandes empresarios, deportistas famosos, etc que no tenían inconvenientes en apostar sumas millonarias, aunque sabían que podían perderlas. Molly, gracias a su gran inteligencia, supo entender cómo se juega, que reglas de convivencia debía pactar con sus invitados, y logró armar su negocio de forma independiente, después de ser una empleada de otro garito. La película va y vine en el tiempo. Utiliza muchos flashbacks para comprender mejor al personaje. El guión, no sólo manipula la historia verdadera, para que pueda ser cinematográficamente contada, sino que genera una inmediata identificación con ella. Como lo bueno dura poco, el FBI la detiene, le decomisa todos sus ahorros, y contrata a un abogado llamado Charlie (Idris Elba) para que la defienda. Lo más importante y atractivo de éste film no son las explicaciones didácticas que da Molly sobre las partidas de póquer, sino los diálogos que mantiene con su padre y, especialmente, con su abogado, los que son muy ingeniosos, y algunos, muy emotivos, que le dan mucha fluidez y dinamismo a la película. Esto no hubiese sido posible sin la presencia de Jessica Chastain, que se luce en el personaje protagónico, tanto como Kevin Costner que demuestra todo su aplomo, experiencia y calidez para encarnar el padre, como asimismo Idris Elba componiendo a un abogado serio, responsable y riguroso, no sólo con el cumplimiento de la ley, sino también, con la educación de su pequeña hija. Quedará la gran duda de si Molly montó su riesgoso negocio con el único objetivo de delinquir, o si creyó realmente que lo suyo era totalmente legal, donde no iba a tener consecuencias porque gracias a su inteligencia, habilidad y capacidad para lograr contactos con personas importantes y ricas, ella podría dominarlos y ser también una millonaria como ellos.
Son los primeros años de la década del ´90 en París. Ya se sabe perfectamente lo que el HIV provoca en la salud de las personas y cómo terminan. Un grupo de activistas jóvenes luchan todas las semanas para que el gobierno los proteja y ayude en mejorarles la calidad de vida y, si es posible, encontrar una cura para su enfermedad. Este modelo de protesta nació durante 1989 en Nueva Cork, y esa idea se trasladó a Francia con el mismo objetivo e igual fuerza. Uno de sus miembros fundadores franceses fue Sean (Nahuel Pérez Biscayart), un activista con mucho coraje y decisión por intentar cambiar las cosas. Cabe aclarar que no se trata de una biografía real, pero está basado en varias personas que participaron activamente en ese grupo. El director de este film, Robin Campillo, estuvo involucrado en las acciones de dicha agrupación, y desde su experiencia intenta recrear una época y una causa que sacudió la pereza y la desidia de la ciudadanía, los laboratorios de medicamentos y, fundamentalmente, la del gobierno. La película narra las vivencias, luchas, discusiones, manifestaciones callejeras, como también, de intromisiones en un laboratorio específico para exigirles que se apuren con la producción de un medicamento para tratar la enfermedad, o en un colegio secundario, para concientizar al alumnado de cómo cuidarse. Pese a que sabían que ante cada manifestación iban a terminar presos, ellos estaban decididos a pelear pacíficamente para hacerles cambiar de parecer a los poderosos. En paralelo a las actividades de esta congregación, el relato se va focalizando en lo que le sucede a Sean, su relación amorosa con Nathan (Arnaud Valois), y el avance de la enfermedad. El SIDA, progresivamente va haciendo estragos en su salud, y el deterioro físico es cada vez más notable. Desde el comienzo de la narración se expone cuál es el conflicto y no se modifica el rumbo, no hay puntos de quiebre que hagan virar la historia. El film está sostenido, fundamentalmente, por la gran actuación del protagonista, tanto por sus gestos como por el cambio corporal, acorde a la enfermedad que tiene que representar. Porque Sean, como el resto de sus compañeros, transitan por varios estados emocionales. Oscilan entre el drama y la euforia, la bronca y la pasión, el sufrimiento y la resignación. Una variedad de sentimientos y sensaciones recorren estas personas que pelean para que no los discriminen y atiendan sus urgentes necesidades, es el motor que poseen para no cejar en la lucha despareja, no sólo contra una cruel enfermedad, sino también contra el desinterés de la sociedad y el Estado.
Sur de los EE. UU, Nueva México. En 1953 una típica familia vive en una casa habitada por ciertas “presencias” que las detecta únicamente la hija mayor. Las noches son perturbadoras y la tragedia sobrevuela a sus integrantes. Cuando la chica era adolescente, huyó de allí. Con un planteo sencillo y atrapante el rompecabezas de la historia de Elise (Lin Shaye) se va construyendo en base a sus sueños y recuerdos. Porque ahora estamos en 2010. Ella se dedica a hacer avistajes espectrales en compañía de dos ayudantes, Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), quienes intentan hacerse los inteligentes y galanes pero terminan quedando como tontos, aunque son buenos en sus trabajos. El film dirigido por Adam Robitel, que continúa con la cuarta entrega de esta saga, tiene una vuelta de tuerca interesante para tratar una vez más el trillado tema de los fantasmas que defienden y custodian su territorio. En esta ocasión, ante el llamado telefónico de un interesado en contar con sus servicios, la pone ante su mayor desafío porque el lugar donde tiene que hacer la “limpieza” es su casa de la infancia. Pese a que la narración está plagada de buenas intenciones, y cuenta con todos los elementos necesarios para desarrollar una película de terror, no es del todo convincente. Porque quien contrata a Elise no quiere que vaya a fondo con su investigación. El monstruo tiene cautiva a una chica zombie, actitud que repite no sólo el dueño actual de la propiedad, sino que también hacía lo mismo el padre de la protagonista. Situaciones injustificadas que desvían el foco de atención. La utilización de los lugares ocultos tras la puerta roja son demasiado grandes e intrincados. La desproporción del tamaño es notable con respecto a las imágenes desde el exterior, o de los sitios comunes internos. Por lo demás, el realizador maneja bien las dosis de suspenso y tensión, las actuaciones conservan un parejo nivel, los vínculos familiares de la mujer, tanto cuando era chica, como en su adultez, están bien logrados. El Don que tiene Elise no la mortifica, le sirve para ayudar a otros que pasan por las mismas situaciones que ella. Nunca le provocó miedo sino curiosidad por saber que había más allá de lo habitual, pero la actitud y, sobre todo, la motivación para hacer lo que hace el monstruo que le tocó combatir en esta ocasión, no es del todo verosímil.
Ferdinand es un tierno y dulce ternerito que no comulga con las costumbres de sus congéneres. No le gusta la violencia, sino que prefiere cuidar y oler las flores. Pero vive en el lugar equivocado. Tal sensibilidad no es bien considerada en el ámbito donde lo están criando, porque no es en el campo sino en “La Casa del Toro”, un lugar productor de toros para las corridas. Realizada en los EE. UU, pero que transcurre en España, este dibujo animado dirigido por Carlos Saldanha aborda una de las tradiciones más arraigadas de la cultura española como lo son las corridas de toros. Dedicada especialmente el público infantil, la película cuenta las peripecias del pequeño toro que se escapa del criadero y recala en una campiña de ensueño, donde vive y crece junto a una nena llamada Nina y su padre Juan. Pero como lo bueno dura poco, es atrapado y devuelto a su lugar de origen, donde se encuentra con sus antiguos compañeros. Todos ellos quieren ser elegidos por un torero para enfrentarlo en la plaza menos Ferdinand, que pese a ser el más grandote de todos, sigue teniendo la personalidad de cuando era cachorro El film no da respiro en ningún momento, pero que todo el tiempo pase algo alarga la narración y eso a los más pequeños los puede desconcentrar un poco, y a los grandes que le gane la impaciencia. La narración cuenta con varios momentos de humor, muchas escenas graciosas, otras emotivas, además de la clásica presencia del malo imprescindible en toda historia, el que pretende imponerse de cualquier modo. Realizado con una gran calidad técnica, la gestualidad de todos los animales es impecable, se comunican entre ellos con voces humanas y utilizan pocas canciones para amenizar las imágenes. Todo está centrado en lo que le sucede al protagonista, quien nació demasiado bueno para ser lo que el destino le tiene preparado y él no quiere ser parte de ese circo. Por eso hará todo lo posible para combatirlo y dejar finalmente una moraleja importante sobre lo que son, en definitiva, esas famosas corridas de toros.
Una pareja de artistas se muda a un lugar muy amplio, lo que fue una gran fábrica, para vivir y crear un espacio donde podrán ejercer sus disciplinas con total libertad. Este es el puntapié inicial de esta película, que es una coproducción, pero se rodó en Brasil con la dirección de Julia Murat. Dentro de ese ámbito se desarrolla prácticamente toda la historia. Ellos se instalan en el galpón y lo primero que hacen es pegar en el piso una cinta naranja para delimitar los sectores de trabajo de cada uno, porque ella (Raquel Karro) es bailarina, practica danza contemporánea, y él (Rodrigo Bolzan) hace esculturas con distintos elementos, siendo un creativo no convencional. Con las reglas preestablecidas se van instalando paulatinamente. Ambos comparten el área, se acompañan y se apoyan, pero no trabajan juntos. Ella, se pasa el día ensayando y practicando nuevas rutinas, sola o junto a un amigo bailarín. Él, va armando sus obras, de a poco, sin un rumbo fijo, porque no sabe bien lo que hacer. Las jornadas transcurren trabajando solos, estando con amigos, con público, o teniendo sexo de un modo poco frecuente para ver en un film comercial. Su intimidad está expuesta sin tapujos, como si no existiera la cámara. Al comienzo cuesta encontrarle un sentido a esta propuesta cinematográfica, porque está filmado como un documental, con escasos diálogos, sin puntos fuertes, con charlas superfluas, hasta que avanzado el relato se pone interesante. Aparecen los conflictos, los momentos más dramáticos y sufridos, aunque siguen siendo escasas las palabras, sólo hablan lo necesario. Todo lo expresan a través de sus cuerpos, especialmente el de ella, y las acciones se sustentan de esta manera. La narración está dividida en 4 partes, en cada una de ellas vemos sus momentos de trabajo, de ocio, y de placer. La fortaleza, la autosuficiencia, y la perseverancia conviven perfectamente con la vulnerabilidad y el padecimiento que transitan todos los seres humanos, de la que ellos no están ajenos pero que los aceptan estoicamente.
Jumanji; En la selva Si quieren ser los verdaderos héroes del video juego que están por jugar, entren y participen desde adentro, ese parece ser el lema de esta nueva versión de Jumanji. Así es, cuatro adolescentes son castigados por indisciplina dentro de la escuela a la que concurren, y por casualidad, mientras realizan tareas de limpieza, encuentran, una consola con comandos de la década del ´90 para conectar al televisor. Pero, como la curiosidad y la desobediencia es propia del ser humano, ellos también cayeron en la trampa, fueron absorbidos y transportados hacia la selva donde se desarrolla el juego, transformados en los personajes que eligieron para participar. Con esa excusa, son otros los actores que llevan adelante el peso del relato, ambos probados y experimentados, Jack Black y Dwayne Johnson, que encabezan el elenco. El director Jake Kasdan le da una vuelta de tuerca a la película original, porque se desarrolla en la actualidad, pero siempre tiene como referencia al año 1996. Los cuatro personajes principales decotan fortalezas y debilidades individuales que tienen que saber cuando explotarlas o esquivarlas. Su objetivo es llevar la “joya” robada y colocarla en el sitio donde estaba antes, para lo que tienen que cumplir con la misión y pasar los niveles, como los video juegos. En el film constantemente suceden cosas, pero todo es demasiado explicado, no se deja nada librado a la imaginación. Hay algunas secuencias demás que alargan innecesariamente la historia. Spencer (Dwayne Johnson) tiene incorporado al chico nerd, alérgico y fóbico a las ardillas, y actúa como tal. Le da un tinte cómico a su caracterización, alejado un poco del superhéroe de todas las películas y aquí cumple con su rol sólo cuando es exigido. Bethany (Jack Black) tiene a una atractiva y popular chica en el envase de su cuerpo, hombre y gordo, pero el comediante sale bien parado con su personaje. Los otros dos actores acompañan y son partenaires para que los consagrados se luzcan. Es un producto sacado de un molde, diseñado para utilizar una gran variedad de efectos especiales, pero que no puede igualarse al film original, sólo llega a ser un entretenimiento para las vacaciones, nada más que eso.
Los sentimientos son muy poderosos. El corazón caliente domina a la mente. El pecho está en una erupción permanente. Así se encuentra Rex (Javier Aparicio), un veinteañero que vive con sus padres en los suburbios de clase media baja, está por terminar el secundario y trabaja en una ferretería. Hasta acá parece ser un joven modelo de esfuerzo y superación, pero sus pensamientos lo inquietan, no los demuestra, los oculta hasta que se manifiestan, y no de la mejor manera. Su personalidad irascible lo desquicia ante el primer conflicto, como los que tiene con el hijo de su patrón. Una noche de verano sigilosamente sale de su casa para beber alcohol y deambular por el barriot, todo va bien hasta que en un altercado con un borracho lo mata a golpes y no vuelve más a su hogar. Se instala en una pensión ubicada en otra localidad y comienza otra historia. Al día siguiente consigue trabajo y conoce a una mujer, Yolanda (Juliana Muras), que es mayor a él y la atracción mutua es instantánea. Ellos están juntos y así atenúan en parte su dolor. De esta manera compartida se sostienen el uno al otro. Él, porque no sabe cuál es su origen, quienes son sus verdaderos padres; ella, tiene a su marido desaparecido desde hace tres semanas. Pero eso no es todo, tiene otro secreto mucho más profundo. Fernando Basile dirige este largometraje donde las dudas y la intriga es permanente. Por más que ambos rehacen sus vidas., hay algo en un segundo plano que mantiene una incómoda tensión, la que presagia un mal destino a la pareja. Relatada con mucha crudeza, los actores ponen el cuerpo para llevar a cabo la película. Mantiene un ritmo rápido y constante. Hay escenas largas, otras bastante cortas, que el director las finaliza abruptamente con un fundido a negro. La calidad de las puestas en escena es variada, con momentos bien logrados y otros que habría que pulirlas un poco más, parecieran hechas por dos directores distintos. Cuando Rex y Yolanda creyeron que habían encontrado un rumbo, se le desmoronó sorpresivamente. Con un final vertiginoso que, por pretender ser explosivo y contundente lo que aporta es una absurda confusión innecesariamente,
Dramatismo puro reflejando sutiles conflictos de pareja Las mujeres cuando ven un cambio notable en la actitud, costumbres o aspecto físico de sus maridos en general aciertan con sus sospechas, y este relato observamos que no es la excepción a la regla. El director sur coreano Hong Sangsoo aborda una vez más el tema tan conocido de una mujer que intuye respecto de que su esposo tiene una amante, pero que él niega rotundamente tal situación. La particularidad es que aquí la historia es tratada desde el punto de vista del protagonista, el Jefe (Hae-hyo Kwon), que tiene una editorial de libros, porque su esposa, Haejoo (Yunhee Cho), aparece sólo en un par de escenas, pero provocan unos fuertes cimbronazos que sacuden el ritmo parsimonioso del relato. Filmada en blanco y negro, cuenta la vida de una persona que edita libros y tiene una secretaria más joven que él de la que se enamora, Lee Changsook (Sae-byeok Kim), quien en un momento no soporta que el Jefe no abandone a su esposa y renuncia. Entonces el editor contrata a otra chica, Areum (Min-hee Kim), que dura un solo día en el trabajo porque vuelve arrepentida la amante y la suplente no tiene lugar. El protagonista es el que lleva el peso del relato. Casi todas las escenas son diálogos por él con sus chicas en su casa, la editorial. o un restaurante. La calle se utiliza poco, son zonas de transición que desembocan luego en interiores para estar sentados y charlar. Con Areum filosofan sobre la vida, pero con Changsook hablan sobre la pareja, bajo los efectos del alcohol, y sus conversaciones son más profundas. Ante los momentos más dramáticos suena siempre una misma melodía, lo que acentuar más el trance por el que están pasando. Él no se siente el galán de la historia sino que sufre lo que está pasando. Se encuentra presionado y no sabe como actuar.. Realizada con innumerables flashbacks, hay que seguir la narración con mucha atención porque durante una misma secuencia se mezclan el presente y el pasado, por lo que el espectador puede llegar a confundirse. El film tiene un dramatismo puro. Los diálogos están bien estructurados y prevalecen por sobre las acciones. No se necesita nada más para reflejar una narración de relaciones de pareja, sus encuentros y desencuentros, tanto con la mujer oficial como con la amante. Muchas veces lo que puede ser una aventura amorosa, una viveza para comentar con los amigos, puede resultar una tortura y los daños provocados pueden ser inimaginables.