Un grupo de adolescentes va a pasar sus últimas vacaciones antes de la universidad a México. Lo que iba a ser un viaje de locura y excesos termina atrapándolos en una versión sangrienta de “verdad o reto” (o verdad consecuencia, como le decimos nosotros). Ayi Turzi te cuenta más de qué se trata el estreno de terror de este jueves. Olivia (Lucy Hale) es toda una altruista: mientras sus amigos suben selfies, ella usa las redes sociales con fines benéficos. Tiene planeado para ese verano un descanso a tono, pero Markie (Violett Beane), su mejor amiga, la arrastra a unas vacaciones en México con todo el grupete de amigos: Lucas (Tyler Posey), que es el novio de Markie pero también le pasan cosas, correspondidas, con Olivia; Bra (Hayden Szeto) quien le oculta su homosexualidad a su padre policía; Tyson (Nolan Gerard Funk), aspirante a la carrera de medicina que ya va practicando dándole recetas a menores de edad; y Penélope (Sophia Ali), su novia, que roza el alcoholismo. Última noche de la estadía, Olivia se aburre, conoce a un chico que los termina llevando a todos a una iglesia en ruinas en las afueras y propone el juego. De nuevo en su vida cotidiana, Olivia confirma que el postulado del desconocido es cierto: si elegís verdad y mentís, si elegís reto y no lo cumplís o si te negás a jugar, morís. Al mejor estilo It Follows el juego comienza a perseguirlos, manifestándose en el orden en el que jugaron aquella noche. Y no pueden escaparse. La trama al principio llama la atención y el primer acto engancha. Después empiezan a aparecer algunos elementos del vínculo de las mejores amigas que parecen exagerados o innecesarios, o repiten estrategias para resolver problemas y todo se vuelca en una maraña aburrida de seguir. Y sí, en un momento da un giro tan radical que parece que empieza otra película diferente y no podes evitar bufar. La tensión se canaliza en focos muy puntuales que van desde el momento en que el juego se manifiesta (apareciendo la consigna por escrito o hablando a través de personajes poseídos) hasta que se dice la verdad o se cumple el reto. El resto de la trama, es decir, los vínculos entre los personajes y la peripecia que atraviesan para tratar de salir vivos del desafío, no nos importa demasiado. Lo destacable del grupo de amigos es que se alejan de los típicos adolescentes estúpidos de las películas de terror de esta clase. Si bien la mayoría de sus herramientas de investigación son Facebook y Google, no se quedan paralizados gritando cuando pasa algo, y actúan de modo coherente, demostrando un sentido común que en algunos momentos sorprende. También merece mención el arco de transformación que opera sobre el personaje de Olivia respecto de cómo es al principio y cómo termina resolviendo el tremendo lío que armó, lo cual ayuda a darle a la película un cierre satisfactorio. Con una historia que arranca bien pero se enrosca en su propio laberinto y se hace un poco larga, momentos de tensión aislados pero logrados, y a pesar del enorme mérito de no presentarnos adolescentes estúpidos, Verdad o reto pasa desapercibida.
Los Hermanos Karaoke debutó en el 19° Bafici (2017), en el panorama de comedia, y sigue actualmente su recorrido todos los viernes de abril a las 21 hs en el Centro Cultural Recoleta. La película del Grupo Humus (el colectivo de artistas liderado por Agustín Gregori, Bernardo Francese e Ignacio Laxalde) es una propuesta entretenida, inteligente y por momentos desopilante. Ayi Turzi te cuenta por qué no te la podes perder. Mía (Maru Zapata) y Simón (Agu Grego) son un dúo musical estrafalario: cantan covers en karaokes. Aunque en la vida real son pareja, se hacen llamar “Los Hermanos Karaoke”, recordándonos a la inversa a los Pimpinela. Andan en un auto destartalado que les falla cada dos por tres, visten de entre casa y llegan al hotel San Jorge, sito en un pequeño pueblo patagónico. Su idea es cantar en la cena show de Navidad y hospedarse allí, pero como la tarifa les parece excesiva (a pesar de ser accesible), deciden buscar un camping. Pero tampoco se quedan en el camping: en el camino se cruzan con un extraño que dice llamarse Alan (Bernardo Francese), y es una especie de chamán del marketing, que con argumentos de mercadeo comercial y marxismo ecológico, disfrazados de sabiduría ancestral, pretende separar a la pareja para quedarse con Mía. La historia es sencilla y sin mayores pretensiones, y logra contarse de modo entretenido y llevadero. El humor está muy bien dosificado: no intenta ser una seguidilla de gags, sino que juega con lo inesperado. Desarrolla determinadas situaciones y después, de la nada, de golpe y sin avisar, un chiste que no te veías venir de ninguna manera. Sin abusar del recurso, las veces que lo utiliza es una carcajada genuina garantizada. Las actuaciones de los tres personajes principales llegan a tener muy buenos niveles, sobre todo teniendo en cuenta la naturalidad con la que encarnan a personajes extravagantes, sobre todo Alan, el gurú. ¿Qué hace un tipo que con su amplio conocimiento en marketing instalado en el medio de la naturaleza? ¿Qué puede enseñarles a dos cantantes de karaoke que ni siquiera están muy seguros de quienes son ellos mismos? La naturalización de lo absurdo a través de las actuaciones refuerza las intenciones de la historia. Es que Simon y Mia quieren vivir de la música y creen que participar de karaokes es la mejor alternativa que tienen para darse a conocer. Completamente lógico, ¿no? Además de la narrativa, Los Hermanos Karaoke tiene una identidad visual muy particular: los colores pasteles que visten los protagonistas juegan muy bien en sintonía con los marrones y verdes de los entornos, lo que además está sintetizado en su poster. Hay un énfasis en generar imágenes pintorescas pero absurdas que ayuda a que el universo propuesto por Grupo Humus sea absolutamente único y coherente. Fresca, entretenida, con un humor desopilante muy bien dosificado que se sustenta en el montaje y en las actuaciones, y con una paleta de colores muy particular como broche de oro a la propuesta, Los Hermanos Karaoke se convierte en una pequeña gema atípica e imperdible.
Un lugar en silencio nos presenta a una familia que sobrevive en un mundo acechado por unos monstruos asesinos. Estas criaturas ciegas son atraídas por sonidos, por mas imperceptibles que parezcan. Tal es su nivel de percepción, que la rotura de un vidrio puede delatar tu ubicación y costarte la vida Componen esta familia Lee Abott (John Krasinski ) y Evelyn (Emily Blunt), padres de Regan (Millicent Simmonds) que es hipoacúsica, y Marcus (Noan Jupe). Todas las acciones cotidianas se vuelven dificilísimas de concretar sin hacer ruido. Sobrevivir es toda una odisea si tu vida depende de que no se te caiga un plato. Y para colmo de males, Evelyn está embarazada, cercana a la fecha de parto. ¿Ustedes saben lo ruidosos que son los bebes? La propuesta, dirigida por el mismo Krasinski, logra momentos de tensión muy intensos, explotando el uso del silencio como recurso dramático. La necesidad de silencio en la sala, que debería ser religiosa, llega incluso a incomodar al espectador. Uno mismo se queda congelado, tratando de no emitir sonidos de ningún tipo para no atraer a las bestias. El hecho que los primeros minutos de película carezcan prácticamente de foley ayuda a entrar en código enseguida. Ojo, no piensen que la están proyectando sin sonido: la escena inicial es casi silente. Este juego entre sonido y silencio tiene un punto de explotación interesante en Regan. Por momentos la narración cambia el subjetiviza el audio colocándonos en sus oídos, logrando duplicar la angustia. Ella no escucha, pero hace ruido. No puede oírse, por lo que no sabe cuán expuesta está. Elegir el momento exacto en el que cambia este foco siempre es un acierto. Es muy pronto para arriesgar que Un lugar en silencio cosechará nominaciones en la próxima temporada de premios por su propuesta sonora? Las actuaciones logran mantener el clima de tensión generado por los otros recursos. El más flojo, sin embargo, es el mismo Krasinski. Sin estar mal, no logramos involucrarnos con él al mismo nivel que con Blunt o Simmonds. Punto a favor para las criaturas de CGI también. El diseño es atractivo, sobre todo por sus oídos, y logran integrarse en la imagen de modo armónico y creíble. Pero (y siempre hay un pero) el verosímil puede ser un problema. (Este es el momento en que me tildan de amargada, lo sé). Los personajes son conscientes de determinadas cosas que facilitarían su vida. Conocen la noción de aislamiento sonoro y sin embargo viven en una casa llena de aberturas. Saben que los sonidos fuertes tapan otros ruidos más débiles y en vez de situarse en lugares ruidosos habitan en el medio de la nada. Si bien la película atrapa desde el primer minuto, estas preguntas surgen y rompen un poco la magia. Si entras en el juego y no te cuestionas nada, Un lugar en silencio es candidata a ser una de tus películas favoritas del año.
Mazinger Z: Infinity empieza diez años después de que Koji Kabuto frustrara, una vez más, los planes del Doctor Infierno. El piloto se dedica a investigación científica bajo las órdenes de Sayaka. Ambos ejercen sus funciones en un laboratorio de energía fotónica de la que depende la vida cotidiana de toda la humanidad. El descubrimiento de una gran masa debajo del Monte Fuji es el detonante para un nuevo enfrentamiento entre estos viejos archienemigos. Dirigida por Junji Shimizu (Yu-Gi-Oh!, Toriko 3D) la trama es sencilla y entretenida. La historia plantea de modo clásico principio, nudo y desenlace y se desarrolla sin mayores huecos o incoherencias. Pero a la vez no termina de generar que el espectador se involucre. Si bien ya conocemos a los personajes, se ahonda poco en quienes son, de dónde vienen o qué quieren. El dilema de Koji Kabuto sobre convertirse en un dios o un demonio nos es ajeno, nos da igual. Lo que si se disfruta cual niño son las peleas. Hay una actualización en las técnicas de animación que hacen más atractiva la imagen general. A la animación tradicional le suma algunos elementos en 3D que adicionan profundidad y movimiento. Vale recordar que Mazinger Z: Infinity está producida por Toei Anumation, productora responsable de Caballeros del Zodiaco o Sailor Moon. Como trasfondo temático hay una preocupación sobre el medio ambiente, en particular sobre la sostenibilidad. En la aparición de Diana, que vendría a relevar a la mítica Afrodita A, hay un esbozo sobre los límites de la inteligencia artificial. ¿Pueden estos robots tener sentimientos y actuar en base a ellos? Para responder a esta pregunta habría que recurrir a productos como Westworld por ejemplo, aquí no se profundiza. Abre las puertas a determinados temas pero luego se centra en la acción y si querés indagar, allá vos. Volviendo a lo que mencionaba de las peleas, el uso de la música original y la búsqueda de fidelidad son de lo más destacable. La pregunta es si emociona por apelar a la nostalgia o lo hace por valor propio. Y no, no hace falta responder eso: véanla por sus propios medios. Mazinger Z: Infinity quizás sea una decepción para quienes se criaron con la serie. Muchas veces nos resistimos a aceptar que el tiempo ha pasado, y que, a fin de cuentas, el cine es un negocio. Si bien continúa con la historia anterior, suena más a reboot para captar público nuevo. Y eso es algo que pone celoso a cualquier fan de antaño. Más allá de cómo repercuta en quienes se criaron con la saga, es entretenida, llevadera y emociona por momentos. Recomendable para ver, pero fácil de olvidar.
En busca del tesoro perdido Este jueves llega a las salas de cine de Argentina Los buscadores, una producción paraguaya. Manu (Tomas Arredondo) es un canillita que trabaja de día y estudia de noche. Vive con su mamá y su hermanito en una zona que se inunda habitualmente. Al encontrar lo que parece ser el mapa de un tesoro escondido, se embarca en la búsqueda junto a su amigo Fito (Christian Ferreira) y Don Elio (Mario Toñanez). La propuesta nos entusiasma sobremanera, por eso acá te traemos cinco razones para verla. La premisa es por demás interesante. Sus directores, Tana Schémboni y Juan Carlos Maneglia, investigaron durante cinco años la leyenda de la “playa ybyguy” (plata escondida en guaraní). Durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) las familias más adineradas habrían enterrado su dinero y joyas a lo largo de las vías del ferrocarril para evitar ser saqueados por las tropas enemigas. Los realizadores toman este mito como punto de partida para generar una ficción de aventuras “a lo Indiana Jones” como ellos mismos dicen. La dupla creadora es la misma que nos trajo 7 Cajas, la película más taquillera de Paraguay, que sumó 270000 espectadores locales y 70000 en Argentina, cuando llegó en 2014, dos años después de su estreno. Para que los números no sean tan abstractos, podemos mencionar que Titanic en Paraguay llevó unos 150000 espectadores. En materia de ganancias, su presupuesto fue de 650000 dólares y recaudó 1000000. Sí, le fue muy bien: además fue premiada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastian y nominada a los premios Goya. La comedia de aventuras se desarrolla en el barrio de la Chacarita, en Asunción. Nos da la posibilidad de conocer una zona frecuentemente afectada por las inundaciones del rio Paraguay. La otra forma de conocerla sin viajar sería a través de documentales y algunos no somos muy adeptos al género. Se convirtió en la segunda película paraguaya preseleccionada para los premios Oscar. En su país de origen la vieron 138000 espectadores y estuvo en cartel por 15 semanas. Fue estrenada en el 28° Festival Internacional de Cine de Palm Springs (California, EEUU), y agotó entradas en sus tres funciones. Los buscadores es a priori una propuesta exótica: ¿cuántas veces podemos ver películas paraguayas en sala, fuera de los circuitos de festivales? Si las ganas de verla por ser una especie de figurita difícil no son suficientes, te recordamos que estas pequeñas gemas no solo duran poco en cartel, sino que se vuelven inconseguibles una vez que salen de salas.
Por eso rezo Tras pasar por muchos festivales alrededor del mundo, incluido el Festival Internacional de Mar del Plata, el Festival de Locarno (de hecho fue la primer película dominicana presentada en la historia del festival) y el Festival Internacional de Cine de Toronto, Cocote llega a la Argentina y se proyectará desde el 31 de marzo en la sala Lugones. Una propuesta complicada. Alberto (Vicente Santos) es un jardinero de temple pacífico, que trabaja como jardinero en una mansión con una pileta enorme que refleja de alguna manera su carácter. Tiene que partir de Santo Domingo hacia su pueblo para presenciar los funerales de su padre, asesinado a manos de un policía por una deuda pendiente. Alberto es cristiano evangélico y su familia sigue practicando la religión de sus ancestros, que tiene muy marcada la figura de Jesucristo pero a la vez incorpora otros santos y figuras paganas. Los funerales son ruidosos, llenos de instrumentos de percusión y cánticos a los gritos, con los que Alberto debe convivir porque comparte con su familia el deseo que el alma de su padre encuentre la paz. Para reflejar este choque de religiones, su director, Nelson Carlo de los Santos Arias, utiliza una amplia gama de recursos estéticos muy diferentes entre sí: largos planos fijos y milimétricos planos secuencia, blanco y negro, color y sombras o la combinación entre fílmico y digital. Su director de fotografía, Roman Kasseroller, pone el foco más en las proyecciones de luz que en la prolijidad de los encuadres, alejándose del estándar que estamos habituados a ver. Otros dos elementos a menudo excluyentes que el director combina son ficción y documental. Para los ritos, y gracias al vínculo que había desarrollado con la gente del pueblo, instaló micrófonos en la casas para registrar, durante tres horas a lo largo de cinco días, los rezos y los misterios. Pero a la vez, estos rezos son una recreación, porque no se rezaba a un muerto real. Decía inicialmente que es una propuesta complicada. La problemática, la cultura, la religión, nos son completamente ajenos como argentinos. Y si además la propuesta no es clásica, cuesta mucho más involucrarse. En lo personal, se me hizo eterna y confusa, y los cánticos a los gritos se volvieron intolerables. Reconozco la propuesta y las intenciones, pero no es una película que vaya a gustarle a todo el mundo. Es más, posiblemente se le haga muy cuesta arriba al espectador habitué de cine clásico. Cocote. Para los dominicanos significa cuello o esperanza de que algo suceda. La esperanza de Alberto es vengar a su padre. La de de los Santos Arias es que el cine latinoamericano desarrolle su propio lenguaje.
Por la carretera Agnès Varda es una de las pocas sobrevivientes de la Nouvelle Vague, aquel movimiento francés que supo revolucionar el cine. A sus 88 años regresa con Visages Villages, un documental que incluso estuvo nominado al Oscar en la última entrega. Y si bien a priori uno puede ser reticente a su estilo, no deja de ser una excelente propuesta. JR, artista conocido por intervenir paisajes con gigantografías, acompaña a la directora en una especie de road trip por distintas zonas de Francia, sin mayores intenciones de conocer a sus habitantes para luego homenajearlos con murales. Esta premisa tan pequeña se desarrolla en hora y media de película, con un ritmo lento pero lleno de información: los diálogos, los paisajes y los pequeños gestos cuentan cosas. El film, un ensayo sobre la mirada de diferentes personas, se aleja de las estructuras clásicas del documental y se apega más al devenir, al azar. Los realizadores establecen un vínculo casi maternal (Varda le lleva más de 50 años) y se ven libres, despreocupados, recolectando anécdotas de vida de personas comunes y corrientes. Las miradas, las voces, los gestos, todo lo que vemos en pantalla delata la enorme sensibilidad de JR y Varda. Y, quizás sin proponérselo, el documental es también una reflexión sobre la evolución del arte. A pesar de lo diferente de sus formatos, de sus trayectorias, de sus historias personales, ambos muestran una sensibilidad artística muy profunda, capaz de lograr que sus entrevistados se sinceren y abran sus corazones con ellos. Y no solo provocan a los pequeños personajes con los que interactúan, sino que además logran que las emociones se trasladen a los espectadores. Los paisajes, tanto urbanos como rurales, no solo enmarcan las charlas, sino que al ser intervenidos con las gigantografías de JR modifican su sentido: dejan de ser el contexto de una conversación para incluir en su propia escala a los protagonistas de cada micro historia. Visages Villages demuestra, en principio, tres cosas: que a sus casi 90 años Varda es una realizadora inoxidable; que tras su aspecto de hípster, JR es un artista real, con una sensibilidad y una inquietud magnéticos y reales; y que no hay que ser prejuiciosos con ningún tipo de cine. Si no nos cuentan el cuentito al que estamos habituados, nos pueden abrir la puerta de un mundo completamente nuevo de emociones.
El Proyecto Florida nos muestra una serie de hechos a primera vista arbitrarios que terminan cerrando un episodio. El tópico central el devenir de Moonee (Brooklynn Prince), una traviesa niña de seis años. Sola o con amigos, pasa todo el día correteando y haciendo travesuras en el motel de Florida donde habita. Si nos llama la atención todo el tiempo que pasa sin supervisión, tenemos que poner el foco en su madre. Halley (Bria Vinaite) es una niña más. Vive despreocupada de la vida tanto o más que su hija. Sabe que servicios sociales la supervisa, pero no se preocupa demasiado por conseguir trabajo o mejorar su situación. Y no es que no se esmere por desgano: no se da cuenta, no tiene la capacidad de medir los alcances de la realidad. Sin maldad y sin malas intenciones, vive disasociada del mundo adulto. Y todo parece indicar que sucederá lo mismo con su hija. Hay algunas cosas que hacen de Proyecto Florida una película muy diferente a lo que se estrena habitualmente. Primero, tiene una identidad visual muy marcada. Los planos amplios de los exteriores registran una decadencia pintada de colores que te llena de tristeza. La película transcurre en los alojamientos baratos de los suburbios de Florida, cerca de Disney. Los encuadres son hermosos, pero marcan un fuerte contraste con las acciones que enmarcan. Los chicos comiendo sobras, pidiendo monedas o Halley tratando de vender perfumes son acciones dolorosas que se ven pintorescas. La cámara en mano sigue a los personajes, dándole a sus emociones cierta impresión de realidad casi documental. Aunque sepamos que es ficción, el recurso nos recuerda que esta realidad existe. La sensación de estar espiando algunos momentos debería generarnos distancia, pero la empatía es automática. Las actuaciones son otro punto altísimo de la película. Los personajes más jóvenes se ven frescos, naturales, llenos de alegría. Willem Dafoe es Bobby, el encargado del motel. El experimentado actor encarna con sutileza a un hombre cansado tanto de Halley como de las tareas de mantenimiento y los inquilinos en general. A pesar de este agotamiento, cuando eventualmente tiene que sacar fuerzas para resolver algo actúa con una convicción admirable. Vinaite logra generarte una mezcla de rabia y ternura que te hace dudar de tus convicciones. Porque sabés que todo lo que hace está mal y te da bronca que no se dé cuenta. Pero a la vez tiene una impronta de sencillez infantil que a todos nos gustaría tener. Lo más importante de la película es que esconde detrás un enorme llamado a la reflexión. Te propone repensar los roles paternos, las figuras de autoridad, los límites dentro de la educación de los chicos. Plantea con sutileza que Servicios Sociales es una falsa solución a los problemas de las familias en situación de urgencia. Esboza que el problema de raíz es otro. Recuperar el amor propio y la confianza en uno mismo serían el primer paso a la hora de criar a un niño. Pero llega un punto en la vida de las personas que han sido tan maltratadas y están tan rotas que son incapaces de darse cuenta. De tiempos lentos y de cabos que parece que van a quedar sueltos, Proyecto Florida es un cachetazo. Un puñal en el corazón, la angustia de un final tan anunciado como evitable, al que nadie se pudo anticipar.
Un viaje en el tiempo arranca con un aviso de su directora, Ava DuVernay. Nos cuenta que la película está pensada para un público infantil y que para disfrutarla debemos dejar salir a nuestro niño interior. Esto nos advierte dos caminos: o la señora es una tierna y hay que abrazarla, o están abriendo el paraguas. El Dr. Alex Murry (Chris Pine) está felizmente casado con su compañera de investigaciones, la Dra. Kate Murry (Gugu Mbatha-Raw). Tienen dos hijos Meg (Storm Reid) y Charles Wallace (Deric McCabe). Pero él sólo conoce a un pequeño Charles, porque tesereó y quedó perdido en algún lugar del universo. Ya volveremos sobre el término teserear. Ahora lo importante es que Alex Murry lleva cuatro años desaparecido, lo que volvió a su otrora brillante hija víctima del bullying. Por motivos que solo se explican por la magia de Disney, tres seres con poderes sobrenaturales aparecen en la vida de los chicos y los llevan a buscar a su padre. Son la Señora Qué (Reese Witherspoon), la Señora Cuál (Oprah Winfrey) y la Señora Quién (Mindy Kaling), vestidas de colores extravagantes los invitan a teserear con ellas. Emprenden un viaje y si, lo encuentran. Y no es que nos de fiaca extendernos en la sinopsis, es que no pasa demasiado. Hay que atender a varias cuestiones. Primero, el término teserear. Inferimos que es “encontrar una frecuencia que te permita desplazarte a otra dimensión” pero es una deducción. Si es una película infantil, un concepto tan central debería ser explicado con más detalle. Remite (pero de modo negativo) al famoso supercalifragilisticoespialidoso: un término que sólo existe dentro del mundo de Mary Poppins. Otra cuestión injustificada es que, por momentos, la Señora Cuál sea gigante. No es solo el hecho que no se explique, es que no tiene sentido, no aporta nada. La razón que se nos ocurre es que la actriz no podía ir a grabar, entonces se la grabó en croma key y la hicieron gigante para disimular. En Loco x el cine tenemos un lineamiento general que es no ponernos muy técnicos. Es inevitable mencionar que Un viaje en el tiempo tiene una cantidad vergonzosa de saltos de eje y continuidad. El montaje en una película clásica es un recurso que tiene que estar orientado a generar un espacio uniforme y coherente. Hay momentos donde los personajes cambian de ubicación mágicamente. Uno aparece al lado de otro y en el plano siguiente, sin haberse desplazado, se aleja varios metros de la acción. Lo mismo con las miradas: se supone que tienen que dar solución de continuidad, generar la sensación que los personajes están juntos. Hay secuencias que no se sabe a quién hablan. Si es una propuesta moderna y estas “irregularidades” ayudan a alguna construcción de sentido, son bienvenidas. Pero estamos ante un producto clásico orientado a un público infantil, tal como nos avisó su directora al principio, donde son errores. La musicalización también es arbitraria. Lo que suena no termina de pegar con lo que vemos, y tampoco genera un contraste. Da más la sensación de que había que incluir a cómo de lugar algunos hits. Las actuaciones, excepto el pequeño Deric McCabe, y algunos momentos aislados de Chris Pine son inverosímiles. La Señora Quién habla con frases hechas, citando al autor, por motivos poco convincentes. Dudosos para el espectador y para la misma Kaling. Witherspoon se ve artificial, exagerada. Y Oprah. Oprah gigante, es insalvable. Un elemento que aparece con fuerza en reiteradas oportunidades es “el amor” como factor resolutivo de problemas. Entendemos que es Disney y que este tópico es recurrente. Nos puede parecer cliché, pero estamos dispuestos a aceptarlo si está bien formulado. No vamos a insistir mucho sobre este punto. A esta altura parece que estamos invadidos por una saña irracional. Pero no, estamos tratando de ser lo más objetivos posibles: Un viaje en el tiempo oscila entre insalvable e injustificable.
Peter Rabbit, dirigida por Will Gluck (Annie) es la nueva propuesta live action de Sony. Mezcla actores reales (Rose Byrne como Bea y Domhnall Gleeson como Mr. McGregor) con personajes generados digitalmente. Peter Rabbit es, como su nombre lo indica, un conejo que viste una chaqueta azul heredada de su padre. Lidera una pandilla integrada por sus hermanas Pelusa, Pitusa y Cola de Algodón y su primo Benjamín. Pasan los días robando alimento de una huerta vecina. Creen que el dueño es su peor enemigo porque convirtió al padre de Peter en un pastel. Pero cuando muere de un infarto y Mr. McGregor hereda la finca, se encuentran con un rival más peligroso. Además de querer exterminarlos, empieza un romance con Bea, que provoca los celos de Peter. Si bien la acción es simple y lineal, la película es muy entretenida. Tiene un buen ritmo narrativo que hace que nunca te aburras pero tampoco te satures. Maneja un humor que va desde chistes físicos para los más inocentes hasta gags un poco más subidos de tono. Cuando se recomienda a una película “para toda la familia” se apunta a esto mismo. Los chicos la disfrutan de principio a fin y los adultos no se duermen de aburrimiento. La animación se mantiene dentro de los niveles que estamos acostumbrados a ver. No es una propuesta descollante pero tampoco es mala: se ve correcta. El plus es que tanto Peter Rabbit como los otros animales que aparecen desbordan carisma. El cerdo que se la pasa comiendo y prometiendo ponerse a dieta, los pajaritos que cantan y todos los otros habitantes del campo tienen sus personalidades y sus expresiones bien definidas y actúan como un excelente complemento de la trama principal. Hay también a través del personaje de Bea un sentido homenaje a Beatrix Potter. La autora, creadora de Peter Rabbit entre otros personajes, también vivió en una finca, dedicándose al arte. Venía de familia acomodada y podría haber vivido de herencias, pero quiso escribir. Se dedicó a crear todo un mundo de fábulas infantiles inspiradas en los animales que veía en sus visitas al campo. También las ilustraba, y estos dibujos originales cobran vida en la película. Estos dos elementos demuestran el cariño y respeto hacia ella, algo que merece ser mencionado. Sintetizando, Peter Rabbit es una película simple y sencilla, pero llena de humor e incluso cariño. No subestima al espectador saturándolo de chistes fáciles ni explicándole lo mismo tres veces. Amena y sin mayores pretensiones, es una muy buena propuesta para grandes y chicos.