Siempre es bueno recordar (sobre todo a aquellos que reniegan del tema) que el feminismo no se inventó ayer. No es una moda, ni una consecuencia del aburrimiento. La igualdad de posibilidades entre hombres y mujeres es un derecho por el cual se lucha hace mucho tiempo. La Batalla de los Sexos recrea un importante y divertido suceso real del mundo del deporte. ¿Logra convencer al espectador de la legitimidad de su premisa? Todo comienza con Billie Jean King (una impresionante Emma Stone), con doce premios Grand Slam bajo el brazo a sus 29 años y reconocida militante en defensa de los derechos de la mujer, encabezando un torneo de tenis femenino patrocinado por la tabacalera Virginia Slims, que surge como respuesta a la inequidad de premios que ganan los hombres en relación a las mujeres: ocho veces más, sin vender necesariamente la misma proporción de entradas. Del otro lado de la red tenemos a Bobby Riggs (Steve Carell), ex-campeón ya retirado, autoproclamado misógino y adicto a las apuestas. Bobby necesita un poco de show en su vida... y por qué no una entrada de dinero adicional. Es por ello que decide, a sus 55 años, retar a Billie Jean a un partido para demostrarle al mundo entero que el hombre es superior a la mujer en todos los aspectos y que el activismo femenino debería quedarse en la cocina del hogar. El partido, justamente conocido como "Battle of the Sexes" (de hecho, era la segunda vez que realizaba un encuentro con este nombre entre tenistas de distinto sexo), resultó uno de los mayores acontecimientos deportivos hasta ese momento y todo un furor mediático, con una asistencia de 30.000 espectadores presentes en el estadio y una audiencia televisiva que rondó otros 50 millones de espectadores, sólo en los Estados Unidos. Los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris (la misma dupla detrás de la inolvidable Little Miss Sunshine) se toman su tiempo para presentar a cada personaje por separado y contextualizarnos tanto sobre el mundo del deporte como sobre el rol de la mujer allá por comienzos de la década del '70. La sólida construcción de la primera media hora es fundamental para lograr la empatía con ambos protagonistas y poder llegar al enfrentamiento con un claro favorito por el cual hinchar. Si bien el tenis es un deporte con el que, a la mayoría de nosotros, nos cuesta mucho más engancharnos y emocionarnos, la manera en que se relata el partido, haciendo partícipes no solo a los jugadores sino también a quienes los apoyan, logra generar un muy buen clímax. Buen clímax pero también un buen comienzo y muy buen desarrollo. La Batalla de los Sexos logra narrar su historia de manera dinámica y concisa, sin perder nunca el foco de la acción, ni dejando de lado los devenires amorosos (en especial la incipiente relación entre Billie Jean y su estilista, Marilyn Barnett, interpretada por Andrea Riseborough), familiares y profesionales de los dos tenistas. El humor es fundamental: al personaje de Bobby por momentos lo querés matar a trompadas, pero su postura es tan extrema que termina causándote gracia. Y es un claro signo de los tiempos que corren el hecho que Riggs quede como un ridículo, teniendo en cuenta que este tipo tenía adeptos. Por suerte su misoginia ya no puede ser tomada en serio. VEREDICTO: 8 - ¿FUTURO ICONO? En la vida real, La Batalla de los Sexos fue sin duda un paso ganado más en la lucha por la igualdad de género. Ojalá el film se convierta en una proyección obligada en los colegios cuando se hable del tema, porque retrata la problemática desde un costado dinámico, sensato, y lleno de humor.
Seamos honestos: las remakes y reboots siempre nos dan miedo. Miedo que arruinen la película original, miedo que quieran reinventar algo que aún sigue vigente*, miedo que destruyan nuestra infancia (como han dicho, erróneamente, muchas personas acerca del reboot de Ghostbusters). El tema con IT (basada en una novela de Stephen King que ya tiene 30 años, y remake de la mítica miniserie de TV de 1990, con el icónico Pennywise de Tim Curry) es que justamente, nos tenía que dar miedo. El argentino Andrés Muschietti venía de generar climas realmente perturbadores en Mama y nos preguntamos (particularmente después del fracaso de El Pulso y La Torre Oscura) si estaría a la altura del maestro del terror. Spoiler: la rompe toda. (*) Como Meg Ryan, que se recauchutó innecesariamente toda la cara cuando todavía estaba buenísima. Bill, en cama, deja salir a su pequeño hermano Georgie a jugar a la calle un día de lluvia, con un pequeño barquito. El barquito cae por una alcantarilla y le propicia un encuentro con Pennywise, tan perturbador y violento que te hace entrar de golpe en el código que manejará la película. Bill es parte del Club de Perdedores, los chicos de la escuela que sufren bullying, junto a Eddie, Stanley y Ritchie. No sufren el típico bullying verbal, sino que la violencia que sufren es desmedida en algunos casos: Henry, uno de los chicos malos, le graba a Ben, el gordito nuevo en el pueblo, una "H" en la panza con un cuchillo; nada de decirle "¡Gordo comemilanesas!" y salir corriendo. Bill está convencido que Georgie sigue vivo y, a pesar del toque de queda que hay en el pueblo debido a la desaparición de varios chicos, arrastra a sus amigos a hurgar en las canteras y alcantarillas del pueblo para encontrarlo. Al grupo se suman Beverly, quien sufre todo tipo de abusos por parte de su padre, y Mike, atormentado por la muerte de su familia en un incendio. Y la historia desde aquí es conocida: deberán derrotar al payaso para cortar con el ciclo de matanzas y desapariciones que devasta el pueblo cada 27 años. El primer gran acierto de la película es la manera en que dosifica la información. No importa si leíste el libro o viste la película anterior, esta versión construye su propia narración (como se debe). Por ejemplo, se aprovecha el hecho que Ben sea nuevo en el pueblo y no tenga amigos para indicar que usó su tiempo libre en investigar la historia del lugar y nos ahorra una tediosa secuencia donde los chicos van a la biblioteca local y hurgan en libros y periódicos para hacerse de la información que finalmente les permite encontrar a Pennywise. Lo mismo con la presentación de los personajes: no hay presentaciones profundas al inicio de la narración, sino que el máximo conocimiento de quiénes y cómo son estos chicos lo obtenemos a partir de asistir a las pesadillas lúcidas con las que el payaso los atormenta. Eddie por ejemplo se encuentra sobreprotegido por su madre y maneja un exceso de información sobre enfermedades, virus, bacterias y normas de higiene que si bien le da cierta veta cómica al personaje, lo limita constantemente. Como el payaso les genera alucinaciones que los colocan frente a sus máximos temores, en su caso se manifiesta como un linyera sucio, lleno de gusanos, que lo amenaza con darle una de sus píldoras con sus manos apestosas. Estos momentos, materializados desde lo más profundo de los temores de cada uno de los chicos, nos muestra de manera genuina quiénes son. A esta narración inteligente se le suma el excelente uso de los recursos técnicos. Los movimientos de cámara siguen a los personajes o se alejan de ellos dando mucha fluidez a sus acciones, permitiéndole al espectador involucrarse en mayor o menor medida de acuerdo a lo que cada momento necesita. Muschietti se coloca junto a James Wan (El Conjuro, Insidious) en el bando de los grandes narradores contemporáneos de cine de terror, desplegando una amplia capacidad para generar climas y provocar sugestión y angustia psicológica, demostrando que el género es mucho más que asustar mediante sobresaltos inesperados y subida desmedida de los decibeles de la banda sonora. De hecho, hay muy pocos sobresaltos de este tipo, y los que hay son completamente efectivos. Por cierto, la banda sonora está construida minuciosamente. Por momentos mezcla sonidos reales con sonidos propios del mundo generado por Pennywise, haciendo que el espectador se meta de lleno en la subjetividad de cada uno de los personajes, compartiendo el temor y sintiendo el peligro. Mínimo una nominación al Oscar tiene asegurada. El último gran punto a destacar, además de la impecable dupla Arte-Fotografía, son las actuaciones. Cada uno de los chicos tiene una personalidad perfectamente definida, y sus registros individuales muestran sutilezas que no son habituales en las actuaciones infantiles que estamos acostumbrados a ver. El (único) punto flojo... es el payaso. Este nuevo Pennywise genera un enorme "meh!". Cuesta despegarse de aquel de Tim Curry por su peso nostálgico (obviamente, si lo viste de chico y te dio mucho miedo, es muy poco probable que con el paso de los años hagas las paces. Yo vi E.T. de chica y me dio tanto miedo que no la pude volver a ver) y por su excelente interpretación; esa mirada era diabólica. Como el Pennywise de Bill Skarsgård es medio virola, no te intimida. Lo que sí genera rechazo es el constante caer de baba de su boca, pero no alcanza para aparecer en tus pesadillas. VEREDICTO: 8 - ¿CUÁNDO SALE LA 2? Un payaso flojo no logra arruinar una fiesta cinematográfica en todo su esplendor: buen ritmo, buen guión, actuaciones impecables y la mano maestra de Muschietti articulando todos los recursos para lograr climas realmente angustiantes y perturbadores.
Creíamos que los avances de Colossal, lo nuevo de Nacho Vigalondo (Los Cronocrimenes) nos habían contado absolutamente todo sobre la trama pero nos comimos un amague: la película no trata de un kaiju (el típico monstruo gigante japonés) y un robot a lo Mazinger Z destruyendo ciudades, sino que es una comedia romántica que se parece más a cualquier película de Hugh Grant que a Pacific Rim. ATENCIÓN! Hay algún que otro SPOILER a continuación... Gloria (Anne Hathaway) regresa a su pueblo natal en medio de una crisis de los 30: recién separada, sin trabajo, alcohólica. Se reencuentra con Oscar (Jason Sudeikis), un amigo de la infancia, que comienza a ayudarla con cortesía (le da trabajo, cosas para la casa) pero poco a poco se vuelve posesivo y violento, sobre todo cuando Tim (Dan Stevens), su ex novio, viaja al pueblo a buscarla. ¿Y qué tienen que ver los monstruos de los adelantos en esta historia? Bueno... resulta ser que cuando Gloria entra en una especie de playground en una plaza cercana a su casa, un monstruo se materializa en Seúl al mismo tiempo, recreando sus movimientos: hay cierta conexión entre ambos cuando ella está específicamente en ese lugar. Y claro que, sin querer, comienza a generar estragos en la ciudad. Lo primero que destacamos como positivo son las actuaciones. Tanto Hathaway como Sudeikis componen personajes oscuros pero sin caer en el melodrama. Tienen una relación que se va tornando conflictiva, principalmente por la obsesión que él empieza a desarrollar con ella y las consiguientes manipulaciones que ejerce. Sin embargo, nunca sobrecargan la pantalla de drama porque lo más oscuro convive con sus alcoholizaciones jocosas, divertidas y torpes. Las dos caras de los personajes conviven armónicamente, dándoles una profunda dimensión humana. Quizás la trama es demasiado sencilla para la duración que se nos propone el filme y se empantana un poco en el segundo acto. Si bien los personajes están bien construidos y la relación entre ellos es lo que avanza desarrollando el conflicto, la relación que establecen con el kaiju y el robot es un poco... ambigua. Me recordó un poco la polémica asociada al final de Lost: estaban los que esperaban que la serie tuviera un cierre narrativo y los que nos conformábamos con un cierre emocional. Si buscamos justificar narrativamente la relación entre los protagonistas y el origen de los gigantes, la explicación que nos da Vigalondo no es satisfactoria, en absoluto; de hecho, roza lo absurdo. Podés quedarte con lo literal y enojarte un poco. Pero lo cierto es que la materialización de los conflictos de los protagonistas en dos bichos enormes del otro lado del globo esconde una crítica a la espectacularidad del cine contemporáneo. Creo que más que desidia a la hora de construir la causalidad, se juega con el absurdo como una manera de decir "Las películas de monstruos no cuentan nada. Es todo grandilocuencia y CGI. También voy a ponerlos arbitrariamente. Y usarlos como enormes monigotes vacíos para contar otra cosa". Que, en definitiva, es lo que pasa con el cine del tipo Transformers, Kong y Godzilla últimamente: cosas enormes, destrucciones, efectos que sólo llenan los ojos pero no cuentan absolutamente nada. VEREDICTO: 7.5 - POLÉMICA Colossal propone una comedia romántica con una vuelta de tuerca adicional de sentido respecto a las películas que dominan la cartelera comercial. El problema es que el acceso a este sentido está un poco encriptado, corriendo el riesgo de que el espectador no lo entienda y considere a la película como una pavada del tamaño de un kaiju.
En la vida cotidiana se le suele llamar "madraza" a las mujeres que, con un gran amor y vocación de servicio, ayudan en comedores o instituciones de beneficencia, siendo ellas también de clase baja o carenciadas. Lo que en primera instancia resulta llamativo al acercarse a la opera prima de Hernán Aguilar, es que la Madraza de su afiche nos apunta con una pistola, despertando nuestra curiosidad y haciéndonos sospechar que la propuesta no es un drama social. No solo confirmamos nuestra sospecha sino que además nos sorprendimos ante una historia original que construye personajes valientes. Matilde (Loren Acuña) es una madraza que colabora con un comedor y además cuida de Vanina (Sofía Gala) como si fuera una hija propia, y de su esposo, quien trabaja en una remisería. Es una ama de casa de tiempo completo cuya rutina se ve alterada cuando, en un robo aparentemente al voleo, su esposo es asesinado. La urgencia económica sumada a una serie de casualidades la terminan empujando a convertirse en una asesina que ejecuta crímenes según misteriosas instrucciones. No solo deberá ir perfeccionando sus técnicas y adquiriendo más aptitudes, sino que además intentará evitar que el Detective (Gustavo Garzón), quien coquetea con ella a la par que investiga el crimen de su esposo, descubra su doble vida. Tras una breve presentación de los personajes, la acción tiene un pico de tensión en el crimen del esposo, acertadísimo: si estuvieras viéndola en tele o internet, te atraparía y te quedarías mirando. Luego retoma un ritmo más lento, con el que se desarrollará toda la historia, aunque en el segundo acto hay una serie de encargos que, como no le suponen mayores desafíos a nuestra Madraza, el avance de la trama se vuelve más lento. El principal atractivo es la transformación que opera sobre Matilde: va evolucionando de ser una ama de casa devota como cualquier otra a convertirse en una auténtica profesional del crimen, lo que se refleja no solo en la actuación de Acuña sino en su físico, sobre el que opera un excelente trabajo de caracterización. La relación que va estableciendo con el Detective es también uno de los principales aciertos. Se genera una dualidad en el personaje de Garzón que lo coloca como interés amoroso y oponente al mismo tiempo. Al no saber el espectador de manera clara qué sabe o qué desconoce el Detective, sentimos a nuestra heroína en peligro constante pero queremos que se siga arriesgando al verlo; sabemos que se merece una historia de amor. La película se adentra en barrios carenciados y villas por las cuales desfilan delincuentes, gente humilde de buen corazón y drogadictos. Sabe hacer de este abanico de personajes y lugares un relato dinámico, con toques de humor negro y algunos giros argumentales imprevistos que sorprenden y reivindican la fuerza de las mujeres. VEREDICTO: 8.0 - MADRAZA LUCHONA Partiendo de una interesante premisa que mezcla elementos de policial y humor negro, Madraza reivindica a las mujeres que toman la iniciativa y se abren camino por su cuenta. Sí, aunque hablemos de una criminal la película no es apología del crimen, sino que su mensaje pasa por otro lado
El cine de terror en la actualidad, cuando no recurre a remakes o reboots espantosas como Blair Witch y bucea en la originalidad, suele dar grandes frutos. Dentro de las mejores películas del año pasado podemos nombrar a The Witch y Don't Breath por ejemplo, y sin lugar a dudas ¡Huye! (Get Out en su título original) se acomodará tranquilamente en las listas de las mejores de 2017. Chris (Daniel Kaluuya) acepta la propuesta de su novia Rose (Allison Williams) para hacer una visita de fin de semana a la casa de los padres en las afueras, a modo de presentación formal. Uno de los primeros temores de Chris es cómo reaccionarán sus suegros al hecho que él es negro, y Rose... bueno, no. Al llegar (después de una secuencia muy inquietante en la que atropellan un ciervo en la ruta), Chris cae en cuenta que sus temores eran infundados, ya que sus suegros Dean (Bradley Whitford) y Missy (Catherine Keener) son completamente hospitalarios y cordiales... al principio. El trato que los padres le dan comienza a enrarecerse y con ello todo el clima en general. Parecen esconder cosas, ocultar alguna intención detrás de tanta amabilidad. Chris, en primera instancia, duda si realmente lo quieren manipular o si está hipersensibilizado por el temor inicial que tenía de no ser aceptado. Tarda en convencerse que esta intuición negativa es cierta porque tanto Rose como su mejor amigo Rod (LilRel Howery), con quien habla de manera regular por teléfono, se ocupan de tranquilizarlo y disipar los temores. Cabe aclarar que la aparición de dos sirvientes negros, que parecen lobotomizados, mostrándose a veces agresivos y a veces completamente ausentes, le inclinan la balanza para el lado de la certeza. Sí, definitivamente algo pasa. El miedo que desarrolla el protagonista es, en el fondo, el miedo por ser negro, y de alguna manera plasma el miedo que, aún hoy, en el año 2017, muchos habitantes de los Estados Unidos siguen teniendo. Sabe que hay una conspiración en el entorno, pero no tiene muchos elementos para descubrirla porque todos se escudan en la cordialidad, desacreditando sus acusaciones. La atmósfera se va volviendo más y más opresiva, aparecen elementos de ciencia ficción que encajan perfectamente y ayudan al relato a avanzar. La comprobación de los indicios pone a prueba la inteligencia de Chris, que recurre a todos los recursos a su alcance para atar cabos y tratar de escapar: da gusto ver una víctima en una película de terror que analiza cómo salvarse y actúa en consecuencia. Además de la trama, inteligente y bien construida, Jordan Peele (en su debut como director, siendo conocido principalmente por su programa de comedia, Key & Peele) muestra un gran dote narrativo, sabiendo cómo generar climas, mostrar contrapuntos, acompañar a los personajes. No se trata solamente de poner la cámara y que los actores digan el diálogo: hay secuencias visuales que no tienen nada que envidiarle a Alfred Hitchcock, por ejemplo. Lo mismo la mezcla de sonido y la musicalización, la película en su conjunto te atrapa, te inquieta, te altera. VEREDICTO: 9.0 - ¡VINIIIII! ¡Huye! parte de una premisa relativamente novedosa, respaldándose en personajes tan siniestros como creíbles en el bando antagonista y, jugando con la dosificación de la información que nos brinda sobre sus intenciones, logra atrapar toda tu atención y llevarte a recorrer un camino que, efectivamente, es aterrador.
A veces empieza a correr la data que alguna película que está en internet está buenísima, pero honestamente nunca antes la habías escuchado nombrar. Mala tuya, porque ésta fue incluso premiada en Sitges Film Festival. La semana pasada empezó a sonar fuerte el nombre The Autopsy of Jane Doe (o La Morgue, como fue lanzada en nuestra región) entre varios contactos que no suelen fallar en sus recomendaciones: había que verla. Tommy (interpretado por Brian Cox, el William Stryker de X-Men 2) y Austin Tiden (Emile Hirsch, el de Into the Wild) son padre e hijo encargados de manejar la morgue de un pequeño pueblo. El trabajo es absolutamente rutinario por dos motivos que quedan clarísimos en las primeras escenas: las muertes del entorno no suelen salirse de un estándar y ellos son realmente una dupla entendida en el tema. Pero este estado inicial de comodidad se altera cuando el Sheriff Sheldon (Michael McElhatton) trae un cadáver atípico: una joven (Jane Doe, interpretada por Olwen Kelly) que a simple vista no se sabe cómo murió: no tiene moretones, magullones, ni heridas de ningún tipo. A medida que van desmenuzando el cadáver, explicando paso a paso el procedimiento de una autopsia y su documentación, distintos indicios de que algo raro pasa van apareciendo. Cada paso abre más incógnitas y no parece brindar ninguna respuesta. Esta estructura de la película, que va exhibiendo indicios en los dos primeros actos y los va entrelazando para develar la incógnita en el tercer acto, es su principal fortaleza. Tiene una construcción minuciosa a nivel guión que logra una difícil y efectiva combinación de coherencia y sorpresa, que no cae en la obviedad pero tampoco fuerza a los elementos a encajar. Da la sensación, incluso, que fue escrita desde el final hacia el principio, que se sabía desde la concepción de la historia el punto final y de ahí se fueron desperdigando los diferentes indicios hacia atrás, para construir el desenlace con solidez. Opera además en estos indicios una resignificación que marca direcciones poco previsibles a simple vista: las cosas no son lo que parecen al principio, entonces cuando se revela su verdadero lugar en el rompecabezas de la identidad de Jane Doe, el resultado es completamente sorpresivo. Este tratamiento individual de cada pequeño elemento se traslada al descubrimiento principal de la película: la pregunta de quién es y cómo murió Jane Doe se responde replicando a gran escala la resignificación de cada pequeño elemento. Es como un LEGO gigante construido por miles de piezas más pequeñas, lo que hace del guión un relato completamente convincente y sólido. Maneja además, para apuntalar esta estructura, un buen clima plagado de suspenso que construye a través del ritmo de montaje, la iluminación y sobre todo la banda sonora. Nuevamente, se intuye que sabían cuál era la meta de la película y este objetivo organizó todos los elementos de manera coherente y armónica. VEREDICTO: 9.0 - IMPERDIBLE Partiendo de una premisa muy simple, como establecer la causa de la muerte de un cuerpo, con sólo dos actores principales y una única locación, La Morgue demuestra que si hay guión no se necesitan ni estrellas ni explosiones ni CGI desmedido. De hecho, si hay un buen guión el artificio sobra.
El cine nacional de género sigue llegando a la pantalla comercial. Esta semana fue el turno de Hipersomnia, de Gabriel Grieco (Naturaleza Muerta), una historia que mezcla elementos oníricos y de terror en una trama relacionada con la trata de mujeres. Milena (Yamila Saud) sufre de hipersomnia: hay pequeños lapsos de tiempo donde, durante su estado de vigilia, se queda profundamente dormida. No obstante eso, lleva una vida normal, donde su preocupación principal pasa por conseguir un papel en una obra de teatro dirigida por Federico del Pino (Gerardo Romano). Las consignas que debe seguir para conseguir el papel se van enrareciendo poco a poco, modificando su comportamiento e impactando en su relación con Nico (Nazareno Casero). En paralelo, asistimos al encierro de un grupo de chicas en un prostíbulo clandestino, liderado por El Manco (Chucho Fernández), donde no solo están privadas de su libertad, sino que además, temen la aparición de El Jardinero, un cliente que disfruta hiriéndolas. La principal fortaleza de la película es la intriga que genera sobre la relación entre las dos situaciones. ¿Es la trama del prostíbulo producto de la imaginación de Milena, sueños que tiene sus periodos de hipersomnia? ¿O se trata de algo más? ¿Cuál es su relación con otra prostituta interpretada por la misma Saud, que sufre lapsus similares? Más allá de lo narrativo (no vamos a spoilear, por supuesto) las dos tramas se encuentran vinculadas temáticamente: la opresión, el maltrato y la violencia hacia la mujer se ponen de manifiesto en dos ámbitos muy diferentes, dando la sensación que es algo extensivo a toda la sociedad. Hay una intención desde la fotografía y el arte de representar también esta opresión, en ambientes sucios, en penumbras, muy bien lograda; el prostíbulo, por ejemplo, es un lugar del que efectivamente te querés escapar. Un punto flojo son las actuaciones, que en conjunto son bastante irregulares: algunas interpretaciones son sobreactuadas mientras que otras podrían catalogarse como correctas. Lo más destacable son las composiciones de Jimena Barón y Chucho Fernández, quienes se presentan como los personajes más verosímiles, sólidos y prolijos. La segunda mitad de la película es mucho más dinámica y llevadera que la primera, probablemente porque el planteamiento de la historia es complejo y merece un tratamiento más lento. Cuesta un poco seguirle el hilo, de a momentos se hace confusa, pero vale la pena prestarle atención y no perderse nada porque lo que se plantea es fundamental para el desarrollo de la trama. La película podría agruparse dentro de una serie de producciones nacionales como Sudor Frío, No Moriré Sola o El Muerto Cuenta su Historia, donde mujeres jóvenes terminan tomando el control frente a situaciones que las oprimen o maltratan. Es cada vez más grande la presencia activa de la mujer en pantalla, alejándose del objeto de deseo o la damisela en apuros que representó durante décadas. Y claro que apoyamos esa tendencia. VEREDICTO: 7.0 - GIRL POWER Con una trama que mezcla problemáticas actuales con elementos oníricos y suspenso y una temática social muy actual, Grieco entrega una película que tiene un gran contenido enmarcado en una formalidad adecuada.
Si tenemos que elegir a uno de los X-Men como el más emblemático de la saga cinematográfica, todos los dedos apuntan al Wolverine de Hugh Jackman, que incluso protagonizó sus propios, aunque olvidables, spin-offs, y estuvo en todas las entregas (si bien su aparición en X-Men: First Class sea cuanto menos polémica). Pero, como dijo Vox Dei, "todo concluye al fin" y, tras 17 años de interpretar al tipo de las garras de adamantium, Jackman se despide del personaje. Y lloramos, obvio. A grandes rasgos, la trama sigue la misma dirección que Wolverine: Origins (2009). En este caso, el estado "Quiero vivir como un humano con carpa" lo tiene trabajando de chofer en el año 2029, siendo uno de los últimos mutantes vivos ya que no hubo nuevos nacimientos mutantes en los últimos 25 años, según nos comenta un demacrado Charles Xavier (Patrick Stewart, quien también se despide de la saga). Con una existencia completamente retirada y lejos de aquel luchador que atravesó incontables guerras (aunque sigue igual de carácter y si lo pinchan, pela garras), este Logan se ve triste, cansado, con problemáticas humanas, como conseguir la medicación para evitar que el Profesor Xavier flipe (con las consecuencias lógicas que acarrea algún ataque de demencia o similar en un mutante de su poderío). En este mundo donde aparentemente el homo superior ha desaparecido, lo que sigue igual es la tendencia humana a dominar, o en su defecto destruir a quien es diferente. Tal como habían hecho anteriormente con él, Deadpool y Sabretooth entre otros, hay un programa secreto orientado en este caso directamente a generar mutantes en base al ADN de otros mutante; dicho de otra manera, clones entrenados para matar, diseñados como armas y despojados de toda humanidad. Bueno, en el plan original, ¿no es cierto? Porque el "ser humano" no es algo fácil de borrar o controlar. El objetivo final de la película, y lo que la sitúa en la vereda de enfrente a todas las películas de mutantes que hemos visto, es huir. No hay un conflicto global a gran escala, no hay que salvar a la humanidad ni enfrentarse a un megavillano. Lo importante es preservar la vida propia. Si bien la película hace un hermoso despilfarro de sangre y violencia (está calificada como "R", para adultos) no es una película de acción ni aventuras, sino que se acerca mucho más al drama, a la road movie. Y tiene una fuerte impronta de western: si la saga de X-Men se hubiera llevado al cine en la década del '50, Wolverine sin lugar a dudas hubiera sido John Wayne. El tipo que se esconde detrás de una coraza ruda, que evita involucrarse con su entorno por temor a que salgan lastimados, que sufre de culpa, que arregla los líos de los demás y se aleja de todo para empezar solo, de cero, de nuevo, está en el ocaso de su vida. Y esta consciencia de western está de manera explícita dentro de la trama (no, no voy a boquear de más, ustedes lean que yo les aviso si hay spoilers). Lo más destacable de la película, además de su corazón, es la violencia y la sangre que desparrama para todos lados. Las garras tanto de Logan como de Laura (la esperadísima aparición de X-23 en la piel de una impecable Dafne Keen) se muestran en todo su poderío mutilando, decapitando, regando de sangre la pantalla. Es un verdadero festín, y no podemos evitar pensar en que es una película digna de Mel Gibson (ojalá dirija la segunda parte de Suicide Squad y arregle la vergüenza de su predecesora). Y lo más fuerte es que los tipos a quienes se enfrentan son hombres, inferiores genéticamente, armados pero que en el cuerpo a cuerpo parecen portar pistolas de agua. El accionar de los dos mutantes con garras roza el sadismo pero, así y todo, no podés dejar de querer que lo sigan haciendo; es imposible identificarse con los humanos. La trama es predecible, es como cuando ves una pelicula de terror y al ver una parejita que se va a aparear sabés que la van a quedar. No obstante, lo que la hace grande es la emotividad que destila. Se apoya fuertemente en la empatía que desarrollaste con los personajes de Xavier y el mismo Logan en entregas anteriores. Incluso, puedo asegurar que si no viste ninguna película de la saga (¡hereeeejeee!), los querés igual. Porque la cinta se ocupa de mostrarte pequeños rasgos de humanidad de cada uno que hace que te resulten absolutamente queribles. Y lo mismo opera con los niños, estos nuevos mutantes, sin lugar a dudas el trampolín de los nuevos personajes a una nueva saga. VEREDICTO: 9.0 - ¡LOGAN, VIEJO Y PELUDO NOMÁS! No esperen mucha acción, destrucción, ni súper poderes. Sangre y violencia sí hay en abundancia, y es fantástico. Lo que Logan ahorra en espectacularidad lo derrocha en corazón. La película definitivamente cierra un ciclo y Jackman se despide del personaje por la puerta grande; lo vamos a extrañar *se seca las lágrimas y se acuesta abrazando la almohada*
Cuando llegó la primera entrega de John Wick, en 2014, pasó bastante desapercibida a nivel comercial. Fueron el boca a boca y las recomendaciones de amigos lo que nos acercó a descubrir que la película de Chad Stahelski es realmente una gema del cine de acción. Y como siempre, cuando se anunció la secuela, tuvimos miedo. Afortunadamente, aquellos temores fueron infundados. En primer lugar, véanla. Voy a procurar dar la menor cantidad de detalles posibles sobre la trama porque, si bien no hay nada que pueda ser considerado un spoiler a lo "Bruce Willis estaba muerto" en Sexto Sentido, es una película que merece ser disfrutada minuto a minuto sabiendo lo menos posible sobre ella de antemano. Reestablecido en una vida más tranquila después de los sucesos de la primera parte, John Wick (Keanu Reeves) aún debe un favor, que se rehúsa a cumplir. Pero Santino (Riccardo Scamarcio) no va a dejar su favor sin cobrar y busca la manera de forzarlo a colaborar. A partir de aquí, Wick debe mover todos sus hilos y volver a ponerse el saco para devolver lo que debe. Aunque, hecha la ley, hecha la trampa, la misión se complica y lo que inicialmente era devolver un favor desemboca en un regadero de sangre. Probablemente por la sobriedad en la interpretación de Reeves (o la comprobación de la teoría que es de madera actuando) y el cuidado de algunos detalles como la cantidad de balas que dispara antes de recargar el arma, John Wick se convierte en un héroe absolutamente creíble pero que a la vez juega con la hipérbole jamesbondiana en algunas poses "de tráiler" (la primera secuencia en el auto, por ejemplo), oscilando así entre un tipo que podría ser perfectamente real y un superhéroe. La magia que destila Keanu reside en la dosificación de estas dos caras, que generan un personaje tribunero a más no poder. Siempre les pedimos a las secuelas que sumen algo a la película original, y esta segunda parte cumple con ello. Nos deja ver qué hay más allá de Wick: quiénes mueven los hilos de su entorno, qué relaciones y entramados hay en esta especie de submundo clandestino a gritos que transita. Y no sólo debe enfrentarse a un peligro más grande, sino que los recursos con los que cuenta son más limitados, explotando justamente la parte más realista del personaje. Y al hacer presión sobre lo real, el superhombre asoma con más fuerza. Las coreografías de pelea tipo "uno contra todos" son impecables. Cada golpe y cada tiro cuenta, hay fallas, aciertos y algo de azar que se encadenan de una manera que te deja sin aire. Es él contra todos, de manera literal y efectiva. Y, por supuesto, no escatima en sangre. Las ruinas (como el subsuelo del boliche en la primera parte) y el agua vuelven a ser escenarios que contienen a sus objetivos; el agua en particular quizás como metáfora de bautismo, intrínsecamente ligado a una purga de pecados, pero no a través del perdón, sino del castigo. En lo personal y por motivos que no logro aún dilucidar, la película me genera cierta sensación mística, religiosa, como si estuviera viendo algún tipo de leyenda bíblica. Vaya uno a saber. Quizás por la presencia de Laurence Fishburne o por pequeños guiños de la trama que no vale la pena adelantarles, el espíritu de The Matrix está presente. No podés evitar sonreír cuando ahora, 18 años después, es Reeves quien, en otro contexto, le ofrece dos opciones (pastillas 😉) al otrora Morfeo. Igualando, si no superando la primera entrega, la música es impecable. Parte de la identidad de esta franquicia (¡con tercera parte casi confirmada!) pasa por jugar al contrapunto entre lo que suena diegéticamente y lo que sucede. Y que esta dualidad no se vea forzada es un mérito innegable. VEREDICTO: 8.0 - MATÁME, JOHN WICK, MATÁME Con una trama coherente y entretenida que actúa de soporte para profundizar más en el protagonista y en su entorno, John Wick 2 no decepciona y nos ofrece todo lo que esperábamos del personaje: tiro, lío y cosha golda, acompañadas de una muy buena banda sonora y, obviamente, un simpático perrito nuevo.