“Cuando ellas quieren” (“Book Club”), Diane, Vivian, Sharon y Carol son cuatro amigas de entre 65 y 80 años que cada mes, a través de su club de lectura, se reúnen para elegir un libro y comentarlo en la próxima reunión. La novela erótica de E. L. James fue la que eligieron para ese mes en particular y la película se desarrolla a partir del tema de las "Fifty shades of Grey" (“50 Sombras de Grey”), intercalando escenas de situaciones en la novela y la vida amorosa y profesional de cada una de estas mujeres mientras leen, se asombran y “aprenden” con el libro. El grupo comenzó en los años ‘70 con "Fear of flying" de Erica Jong, y acaban de dirigir su atención a E.L. "Fifty shades of Grey". En el lapso entre los dos mejores “best sellers” existe una multiplicidad de historia literaria y social que llevan “en las novelas” a sus heroínas del adulterio "sin brillo" a la monogamia sado-masoquista, y de la liberación regateada a la esclavitud acordada. Habiendo terminado con un libro que se parece mucho a "Wild" de Cheryl Strayed, recurren a las aventuras de Anastasia Steele. Y mientras hacen algunas bromas sobre las palmadas en la cola y la “Habitación Roja” sobre bebiendo chardonnay, "cincuenta sombras" las inspira no a la exploración de las relaciones perversa, con sus parejas, sino a compartir y corregir sus propias frustraciones sexuales. Diane (Diane Keaton) enviudó, sus dos hijas (Alicia Silverstone y Katie Aselton), quieren cuidarla y controlarla cada segundo porque creen que ya no es capaz de sostenerse sola; Vivian (Jane Fonda) es dueña de un hotel, independiente, solitaria, que rehúye a involucrarse en una relación duradera por miedo a ser herida; Sharon (Candice Bergen) es una juez divorciada que no entiende porque fue abandonada por su marido (Ed Begley Jr.), para correr en pos de una relación con una mujer más joven (Mircea Monroe). Su escape es buscar citas en la net; Carol (Mary Steenburgen) es una chef que aún posee cierto potencial sexual y está desesperada por reavivar la chispa erótica con su esposo. “Cuando ellas quieren” ofrece el mismo atractivo presentado por las eternas comedias románticas de Holywood orientadas a los jóvenes, con finales felices, y hasta clichés como correr al aeropuerto para detener al “amor de tu vida”. El filme adquiere relevancia por sus protagonistas, su química y su carisma, incluso la de los coprotagonistas, Andy García, Craig T. Nelson, Richard Dreyfuss, y Don Johnson otorgan a la producción el aire fresco de galanes maduros, que no perdieron su impronta juvenil. Pero la edad también es un factor importante, ya que son todos actores de la tercera edad mostrando, una vez más, sus extraordinarias habilidades de comediantes. Estamos ante una película que va a destacar las dotes actorales de las premiadas de Keaton, Fonda, Bergen y Steenburgen. Y especialmente es una “feel-good-movie” que propone un “cuento de hadas” entre amigas en una etapa de la vida en que deben reciclar sus necesidades afectivas más que sexuales. “Cuando ellas quieren” es una muestra de lo que solemos ver en las denominadas chick flicks, y se apoya en el encanto y porte de cuatro estrellas que actualmente rebasan los 65 años. Este filme no se preocupa mucho por las novelas en sí mismas, éstas son la excusa. La historia que tiene que contar se ancla en el feminismo y la sexualidad femenina, y éstas quedan implícitas principalmente en el guión (Bill Holderman y Erin Simms) porque está escrito para cuatro grandes actrices cuyos personajes usan la lectura como pretexto para beber vino, para pasar un rato agradable y esconder sus frustraciones. El director Bill Holderman no escatimó el vino en su filme ya que no hay una escena donde no se beba vino “chardonnay”, “whisky” o “cerveza”, también batido de leche, como tampoco no escatimó la cámara para dar realce a tan magníficas actrices que lucen espectaculares, especialmente Jane Fonda que muestra un cuerpo, vitalidad y vigor extraordinarios. “Cuando ellas quieren” posee un bello mensaje de amistad, no empalaga, a pesar de poseer algunas escenas ridículas y forzadas. En realidad es una comedia simple y efectista que demuestra una vez más que cuando existen buenas actrices no hay malas comedias.
La infancia es una gota de agua suspendida en el tiempo, que va creciendo hasta convertirse en el río de la vida. Y según Heráclito "Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.". Y la infancia no vuelve, sólo continúa en los recuerdos. Ese mundo perdido de la infancia fue recreado en libros que hablan de un mundo de jeroglíficos codificados por niños que entre ellos se entienden, pero que los adultos deben decodificar. La saga “Natacha” de Luis Pescetti (músico, cantante, escritor) fue publicada en las últimas dos décadas con una protagonista de 8 años, que sin ser Mafalda en muchas actitudes se le parece. El mundo de Natacha es el del absurdo, porque maneja lo que Piaget llamaría “el pensamiento simbólico”, en donde todo se transforma en lo que se desea, una hoja de papel puede ser tanto una carta de amor como un barco o un avión o una flor puede convertirse en jardín. Basada en los libros de Luis Pescetti, Natacha visita ese planeta donde el absurdo es el oxígeno que mantiene activa la imaginación de los niños. Nati (Antonia Brill) y Patti (Lola Seglin) son dos grandes amigas que comparten, secretos y el emprendimiento de escribir cartas de amor para alivianarle la tarea al Cupido, porque sus flechas caen muy desordenadas. Mientras se preguntan cómo organizarse dentro del mundo de los adultos, planean la desafiante misión de demostrar que los perros ven en colores para obtener el premio en la feria de ciencias y tecnología de la escuela, y derrotar a sus archienemigas Las chicas coral (Fiorella Duranda y Martina Iglesias). Como afirmaba Truffaut, que cuando hablamos de niños no existen dramas pequeños, sino una madeja que se debe desenredar, ya que su hilo nos enseña formas de comportamientos, pero también la importancia de los gestos y los rituales, que poseen esos locos bajitos. El contenido del filme está dirigido a niños cuyas edades oscilan entre los 6 y 10 años, ya que en ese estadio se forma el Pensamiento Intuitivo y Las Operaciones Concretas, porque según Piaget desde un principio el niño sigue un proceso determinado con el fin de comunicarse y comprender el mundo exterior. Las herramientas que utiliza para esto son los símbolos, y los aplica en la imitación, los juegos, los sueños, etc. En una cita a Piaget, “Garaigordobil” (1990), explica la Importancia de los juegos simbólicos para comprender y asimilar el entorno. El juego le permite al niño aprender y poner en práctica los conocimientos sobre los roles de la sociedad, lo que está bien, lo que está mal, etc. Eduardo Pinto (“Palermo Hollywood” -2004,“CañoDorado” 2010, “Corralón” 2017), y Fernanda Ribeiz fueron los encargados de la realización de “Natacha, la película”, y su tarea fue exitosa ya que lograron trabajar en paralelo con dos mundos en cierta forma irreconciliables: el de los adultos y el infantil. Sin caer en valorizaciones de uno u otro. Tal vez lo que resulta poco creíble es el estereotipo de la directora (Cori Romero) que parecía más una figura de los años ‘50 que una directora actual. Por lo demás, tanto los padres (Julieta Cardinalli y Joaquín Bertold), como la abuela (Ana María Picchio) juegan su rol con mayor naturalidad. “Natacha. la película” es un relato con la estructura del cuento tradicional, de construcción artesanal, con muy buena musicalización y con el acierto de presentar en el comienzo del filme una animación ágil y ajustada a la fantasiosa imaginación infantil.
Obra de rara belleza, perversa y laberíntica François Ozon en “Amante doble” ('L'amant double', 2017) interrelaciona al yo con la duplicidad y el erotismo. En ambos casos existe una relación dialógica entre filmes, novelas y cuentos, además de tratados psicoanalíticos que anteceden a su propuesta. Lo cual, en cierto modo, certifica el amplio conocimiento que el realizador posee sobre el tema. Si recordamos filmes como. “El imperio de los sentidos” (1976) o “El imperio de la pasión” (1978) del japonés Nagisa Oshima, “Ju Dou”, “Amor secreto” o “Semilla de crisantemo” -1990), de los chinos Zhang Yimou y Yang Fengliang, “Ojos bien cerrados” (1999) de Stanley Kubrick, sobre la novela de Arthur Schnitzler, “Lucía y el sexo” (2001) de Julio Medem, “9 Song” (9 canciones -2004) de Michael Winterbottom,“Sleeping Beauty” (Belleza dormida-2011) de la australiana Julia Leigh, “Nynphomaniac” (2015- parte I y II) de Lars Von Trier, “ Love 3D” Gaspar Noe (2015), “The Handmaiden”(La doncella- 2016) del surcoreano Park Chan-Wook , inspirada en la novela “Falsa identidad” de la escritora galesa Sarah Waters; veremos un compendio en François Ozon de todos ellos. Sin olvidar la influencia (por su gran admiración) que ejercen sobre él David Cronenberg y su “Inseparables” (“Dead Ringers” 1988), o Luis Buñuel “El perro andaluz” (“Un chien andalou, 1928). Con respecto al mito del doppelgänge (literalmente “el otro que camina junto a tí”), término inventado en 1796 por Jean Paul Richter en Siebenkäs. El doppelgänger , es otro de los mitos que se ha multiplicado por la idea de dualidad que posee el hombre y con la que percibe su entorno, está presente en una gran cantidad de obras literarias y cinematográficas. Esa visión que uno puede tener de sí mismo, como un doble que de alguna manera desestabiliza su existencia, fue empleada por Fiódor Dostoievsky en su relato “El Doble” (1866), con un enfoque psicológico acerca de ese lado oculto y oscuro de la condición humana. Su raíz más profunda se encuentra en la mitología griega con el mito de los Dioscuros, Cástor y Polux que eran dos famosos héroes gemelos hijos de Zeus y Leda, hermanos de Helena de Troya y Clitemnestra. La constelación Géminis representa a estos gemelos, y sus estrellas más brillantes (#945; y #946; Geminorum) se llaman Cástor y Pólux en su honor. Por lo tanto el tema de los gemelos, su mundo en espejo o caníbal desde la antigüedad no es novedoso. Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, Alfred Adler y Otto Rank, entre otros, estudiaron el tema del doble y la sexualidad, pero la ciencia no pudo acercarse con tanta certeza a este extraño fenómeno como la literatura y posteriormente la cinematografía. Entre los autores a quienes el tema ha inspirado se encuentran: Théophile Gautier (“El caballero doble” ), E. T. A. Hoffmann“La historia del reflejo perdido”), Nathaniel Hawthorne (“La mascarada de Howe”), Guy de Maupassant (“¿Él?”), de Henry James (“La esquina alegre”), Miguelde Unamuno (“El que se enterró), Vladimir Nabokov (“Lolita”), Ítalo Calvino (“El vizconde demediado”), Jorge Luis Borges (“Las ruinas circulares”, “El inmortal”, “La muerte y la brújula”) , Julio Cortázar ( “La noche boca arriba”, “Lejana”, “El otro cielo”, “Las armas secretas”, “Axolotl”), Adolfo Bioy Casares (“La invención de Morel”, “La trama celeste”), Carlos Fuentes (“Chac Mool”, “Aura”), Gabriel García Márquez ("Diálogo del espejo"), Mario Benedetti (“El otro yo”), José Saramago (“El hombre duplicado”), Stanislav Lem (“Solaris”), Edgar Allan Poe (“Willam Wilson”, “Morella”), Giovanni Papini (“Dos imágenes en un estanque”), Gustav Meyrink (“El Golem”), Ambrose Bierce “Uno de los gemelos”, Javier Marías“Mala índole”, Philip Roth (“Operación Shylock”), Oscar Wilde (“El retrato de Dorian Grey”), y un extenso etcétera de una lista interminable. Rebeca Martín advierte que el doble: “nos recuerda que no hay que buscar lo desconocido en cementerios, castillos góticos o lejanas galaxias, sino en el interior del ser humano, pues el doble apela, sobre todo, a la incertidumbre acerca de nuestra misma esencia”. François Ozon es, sin duda, un cineasta cuya obra refleja su personalidad obsesiva, con períodos perversos y misteriosos. En la mayoría de la misma explora una cierta unidad temática donde la mente se articula sobre sí misma para descargar todas las referencias a las que se aferra el "yo", y con ellas también a las convenciones sociales. En la vida nada es lo que parece, y en “Amante doble” este hecho se magnifica en forma singular. Chloé es una joven apática que a pesar su juventud está cansada de vivir. Su pasado reciente como modelo, le deja un sentimiento de vacío, asco y fracaso. Por lo tanto busca un modo de rehacer su vida hacia un futuro más estimulante que le permita hallar la felicidad. Así encuentra a Paul, un atractivo y misterioso psiquiatra con el que empezará una nueva vida. A partir de esa realidad Ozon se enfocará en el espíritu, negro, retorcido y lúdico de la novela. Pero nada es fácil y lo que proyecta Ozon es el encuentro de dos personajes sinuosos y sombríos con un significativo cúmulo de conflictos en su historial. Cada uno de ellos llevará, al espectador, no sólo a la exploración de la propia identidad de la joven y la de su amante, quien parece ocultar un importante y siniestro secreto que despertará la obsesión de Chloé, sino a la relación de individuo y sociedad. François Ozon especula en “Amante doble” con un complejo relato alrededor del universo sexual penetrando sin ambages en la vagina de una mujer, para inducir al espectador desde el inicio del film hacia la creencia que no existe mayor afrodisiaco que el propio cerebro. A Ozon le gusta diluir las fronteras y en esta escena el espectador no se percata con certeza de lo que está viendo, si es lo que piensa o imagina, o es realmente el sexo de una mujer. A partir de esa secuencia en que transgrede las fronteras entre realidad e imaginación, comienza a forzar al espectador a cuestionarse sobre si lo que ve es real. La película se basa en el relato breve de Rosamond Smith, seudónimo de la gran escritora estadounidense Joyce Carol Oates para sus novelas de intriga. La trama es la duplicidad moral que habita dentro del mismo individuo, su desdoble y enfrentamiento por el amor de una mujer o viceversa. La idea es mostrar la visión del doble desde la conciencia del laberinto del otro desdoblado, que puede provenir de una imagen o resultar un ser vivo, y de la existencia de dos en uno solo. Lo físico y lo mental, como dos caras de una misma moneda, son las grandes protagonistas del filme. La puesta en escena, aséptica, invita a pensar en la dualidad, en los límites de lo femenino y lo masculino, En donde la cámara juega el rol de ser el cómplice voyeur del público intensificando su acción en la ambigüedad, en el espacio en la cual puede disolverse como un espejismo, conduciendo al espectador a ilimitados juegos de espejos que conllevará a la duda sobre la verdad de gestos y actos de cada personaje que se organizan alrededor de una pulsión sexual. Tal como construyó “Una nueva amiga” (Une nouvelle amie, 2014), Ozon en esta realización consigue centrar la atención en el desdoblamiento masculino cuando en realidad lo que interesa es el proceso de transformación femenino. A diferencia de sus anteriores filmes, no se complica con él para deconstruirlo como en “Swimming Pool “ (2003), sino que mantiene un proceso lineal hasta las últimas consecuencias. Pero, no obstante, su escritura se enreda en la ambigüedad. Es una producción sofisticado y su inventiva visual es extremadamente trabajada, hasta el límite de sostener una estética fría y distante, que le otorga una densidad simbólica a la imagen. Interpretaciones brillantes acompañan este thriller psicológico en el que el espectador sólo puede dejarse llevar por el relato para descubrir la verdad en un imprevisto final. Para ello cuenta con Marine Vatch que incursiona por una vía completamente distinta (entre la androginia y la feminidad, se corta el pelo y se viste con prendas muy masculinas que le da un aspecto de vulnerabilidad y frágil belleza), respecto a “Joven y bonita” (Jeune et jolie, 2013), la anterior colaboración entre director y actriz; y con Jérémie Renier para encarnar a los gemelos, en su tercer trabajo con el realizador tras “Amantes criminales” (Les amants criminels, 1998) y Potiche, mujeres al poder (Potiche, 2010). Su habitual compositor, Philippe Rombi, cuya banda sonora es como una letanía, aporta con su música un matiz de universo hitchcockiano. Manuel Dacosse con su fotografía juega con los tonos fríos y cálidos, acentuándolos según la situación crítica o violenta del filme. “Amante doble” es un filme de rara belleza, laberíntico y plagado de trampas que el espectador deberá sortear, para poder ingresar a esa naturaleza lejana de la otredad y al juego de dobles que propone Ozon
Bello y sutil filme sobre el arte de las palabras “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. (Proverbio hindú). “La Librería” es una coproducción entre España, Reino Unido y Alemania, dirigida por Isabel Coixet con un elenco encabezado por la actriz inglesa Emily Mortimer (“Match Point” (2005)”, “Shutter Island” –“La isla siniestra”-2010, “La invención de Hugo”,2011, “The Newsroom” -serie de TV-2012), la nominada al Oscar y Globo de Oro Patricia Clarkson (“Elegy”, 2008, “Aprendiendo a conducir” 2014) y Bill Nighy: (“Love Actually,”2003, “Su mejor historia“, 2016), ganador de un Globo de Oro y dos premios BAFTA. Situada en un patrón de cine transfronterizo, la trayectoria de Isabel Coixet ha ido creciendoy ofreciendo personajes femeninos cada vezmás complejos sobre una gama de heroínas cuya vida es la permanente lucha contra circunstancias adversas. Eso es posible visualizar en producciones tan disímiles como: “Cosas que nunca te dije”(1996), “Mi vida sin mí “ (2003), “La vida secreta de las palabras” (2005), “Mi otro yo” (2013) y “Nadie quiere la noche” (2015). En “La librería”, basado en la novela “The Bookshop” (1978) de Penelope Fitzgerald, narra la historia de una viuda, Florence (Emily Mortimer), de mediana edad, que debe luchar contra una realidad hostil que entorpece su sueño de establecer una librería en la pequeña localidad costera de Hardborough, Suffolk. El emplazamiento que escoge es "Old House", una casa abandonada que según la fantasía popular está poblada de fantasmas. Tras muchos sacrificios, Florence consigue abrir su negocio que crece poco a poco durante un año, hasta que las ventas decrecen. Se le opone la influyente y ambiciosa Violet Gamart (Patricia Clarkson), que pretende abrir un centro de arte en la misma casa. Penelope Fitzgerald empezó a escribir en 1975, a los 58 años, publicando primero una biografía del pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones, luego otra de su padre y sus tíos (los hermanos Knox, destacados hombres de letras). Dos años más tarde aparece su primera novela, “The Golden Chile”, una suerte de relato policial humorístico que transcurre en un museo de antigüedades de Inglaterra. Posteriormente apareció “Innocence” (“inocencia” 1986), que transcurre en Florencia y cuenta una historia de amor con Gramsci como personaje secundario, y “The Beginning of Spring” (“El inicio de la primavera,1988) sobre un inglés exiliado en Moscú que retoma, y en cierta manera perfecciona, un complejo argumento de Henry James. “La librería” es un bello homenaje a la literatura, los libros y la lectura, en donde se destacan los numerosos guiños literarios que aparecen a lo largo del film, como las escandalosas y ruidosas novelas que conmocionaron a la sociedad de los ‘50, “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, en que puso de manifiesto el poder de los medios de comunicación y el excesivo conformismo que dominaba a la sociedad, o “Lolita” (1955) de Vladimir Nabokov, una novela que contiene diferentes niveles de lectura, desde el relato romántico y erótico hasta el retrato de una sociedad autocomplaciente, así como temas sobre la moral y la perversión psicopatológica, las cuales serán utilizadas por Florence Green para atraer a lectores a su librería. Esta realización no sólo revelará la existencia del maravilloso escritor Ray Bradbury y sus “Crónicas marcianas” (1950),en las que lleva a cabo una crítica de la sociedad y la cultura actual, amenazadas por un futuro tecnocratizado, sino la de un misántropo (Bill Nighy) que anhelará la publicación de “Las doradas manzanas del sol” (1952, y la ayudará en su laboriosa misión de tratar de convencer a la supuesta dueña del pueblo, para que abandone el proyecto de crear el Centro de Artes. En su empresa será ayudada por una niña imaginativa, Cristine (Honor Kneafsey), inteligente, práctica y soñadora al mismo tiempo, y a la vez mantendrá un enternecedor contacto con este misántropo anciano que lleva 45 años encerrado en su mansión, alguien que recuerda cierta semejanza con el poema de Gil de Biedma: “En un pueblo junto al mar, poseer una casa y poca hacienda y memoria ninguna. No leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, y vivir como un noble arruinado entre las ruinas de mi inteligencia”. En cierto modo “La librería”, recuerda a “Chocolat” (2000) de Lasse Hallström, que protagonizara Juliette Binoche, Alfred Molina y Jhonny Depp. Acercarse a “La librería” dejará una sensación parecida. Sólo habrá que cambiar a Juliette Binoche por Emily Mortimer, y a Jhonny Depp por Bill Nighy, bombones por libros. El paisaje es semejante, un lejano pueblo donde los desconocidos no son del todo bien recibidos por las autoridades, que harán, lo imposible por conseguir que la intrépida protagonista desista de sus acciones. Esta obrale llevó a Isabel Coixet 10 años de esfuerzo para poder realizarla, a nadie le interesaba el guión porque no había una historia de amor. Pero a pesar ello existe el amor por los libros y en esa relación radica la sensibilidad y ternura del filme. Construyó su producción como su fuera una joya de artesanía fina, con gran armonía entre el paisaje y los personajes, los cuidados diálogos, y silencios casi hipnóticos. Enlazados en una atmósfera misteriosa y mágica, como lo son los libros que cuidadosamente coloca la protagonista en la estantería de su librería. Desde la elección del pueblo, una zona agreste de la costa norirlandesa, magníficamente reflejadas en la bella fotografía de Jean-Claude Larrieu, hasta a un excelente acompañamiento musical creado por Alfonso de Vilallonga, “La librería”no sólo es un delicado trabajo fílmico, sino que es de gran belleza conmovedora donde esa soledad limitada por la naturaleza y la hostilidad, habita en el espacio de una palabra sostenida por un alma distendida que medita y sueña, y por un espíritu que ve y revé los libros, como esos objetos preciosos que perduraran a pesar de la adversidad.
“María Magdalena” del director australiano Garth Davis (“Un camino a casa” (“Lion”, 2016), “Top of the Lake” (Serie, 2013), con guión de la dramaturga Helen Edmundson, conocida por llevar a la escena londinense bizarras interpretaciones de figuras como Mary Shelley o Juana de Asbaje y Ramírez (Sor Juana Inés de la Cruz), seguramente fue realizada bajo el beneplácito del decreto Vaticano que en 2016 permitió el ingreso de Magdalena al santoral oficial, con fiesta y liturgia propia como la de cualquier otro santo. Esta producción toma uno de los personajes más controvertidos de la cristiandad y su mito más perdurable: el de la prostituta arrepentida y redimida. La revisión de ésta figura histórica se hace a la luz del feminismo contemporáneo. Lo interesante de esta cinta, de corte bíblico, es que busca acercarse por igual tanto al espectador creyente como al laico. El filme sigue los pasos de María Magdalena (Roodny Mara, “Carol”, 2015) a partir de un día cualquiera de su vida pastoril en Magdala, y su decisión de abandonar a su familia para acompañar en sus peregrinaciones a Jesús de Nazaret (Joaquin Phoenix, “The Master”, 2012), hasta llegar a Jerusalén. Muestran también la correlación familiar en donde la figura del hermano es más importante que la del padre, propia de la cultura judeo-árabe mediterránea que continúa en la actualidad. Lo que Davis y Edmundson deciden contar no son los episodios bíblicos ya conocidos, sino los que fueron ocultados y son narrados por Evangelistas como Tomás, Felipe, Judas, María Magdalena, y los Evangelios Gnósticos. Ellos se conectan con los espacios silenciados por la tradición cristiana y que ponen de relieve una historia de amor fraternal y de revaloración del mito pagano Según Margaret Starbird (“La herencia perdida de Magdalena” (Editorial Planeta) Magdalena fue percibida por los primeros cristianos como la pareja de Jesús, en lo que se considera la unión indisoluble entre el esposo y la esposa arquetípicos. En el ámbito del imperio romano, «la unión sagrada» se celebraba con fiestas anuales en honor de la Fuerza Vital: el dios y la diosa, que representan el equilibrio de las energías masculinas y femeninas del Universo. Los paganos convertidos habían reconocido en Magdalena el papel de las antiguas diosas, cuyas ceremonias en su honor eran celebradas en el equinoccio de primavera, en los cultos de hieros gamos. La palabra inglesa para Pascua («Easter») deriva de «Ishtar», la deidad babilónica de este culto, que en la mitología cananea era conocida como «Astarté», la esposa del dios Baal. Esta identificación con la pareja del dios resucitado también está presente en los evangelios canónicos. Dado que Jesús era visto como un dios similar a Tammuz-Osiris-Dionisos por los primeros paganos convertidos al cristianismo, y como el Sol Invictus derivado del zoroastrismo, a partir de Constantino, mientras que a Magdalena se la veía como su pareja divina. Magdalena fue la más fiel de todos los discípulos. En los cuatro evangelios canónicos sólo ella está siempre presente, tanto en la crucifixión como en la resurrección. En Juan ella está sola en la tumba en ocasión de la Pascua, y el Señor la envía a sus hermanos para comunicarles que él ha resucitado. Por lo tanto, ella es el primer apóstol, palabra que en griego significa «mensajero». Magdalena es preeminente respecto a todos los otros apóstoles de Jesús que aparecen en los evangelios. Según Margaret Starbird en los primeros períodos de la experiencia cristiana con la religión era muy igualitaria, el modelo fue la correspondencia entre Jesús y María Magdalena. Hasta finales del siglo II las mujeres tenían roles muy importantes en el culto: enseñaban, predicaban y profetizaban junto con los hombres. Según Jung la criatura que más se parece a un hombre o una mujer es su propia hermana o hermano, ya no sólo porque pertenece al mismo género o generación, sino porque también comparten una herencia biológica, social y cultural. Cuando la realidad no provee de hermanos biológicos, la necesidad lleva a establecer un vínculo con otro semejante como hermano sustituto dentro de una hermandad, que los unía en ideales, historia y acción, en el que a la vez eran "dobles" o "sombras" unos de otros, tanto que será muy difícil separarlos dentro de la estructura del panteón mitológico cristiano (Jesús-Judas, Pedro –Pablo, Jesús- María Magdalena). María Magdalena también funcionó como un doble o sombra de Jesús y cerró el círculo esotérico del Maestro. Y esto se conoce por la gematría, el estudio de los números en la cábala. Borges dice en el “Golem” (El otro, el mismo) "Si como el griego afirma en el Cratilo"/ El nombre es arquetipo de la cosa. / En las letras de la rosa está la rosa./ y todo el Nilo en la palabra Nilo (...)" por otra parte, los chinos sostienen que el nombre no sólo marca el destino sino también los actos de la vida, y si excluimos el segundo nombre éste regirá más que el primero nuestra vida cotidiana. En los nombres de Jesús y Magdalena aparecen señalados sus destinos. Según la suma de los números del nombre de Jesús da 7 y representa el arma y la letra correspondiente es Zayin. El arma está ligada al Sabbat, y es muerte y resurrección. El número correspondiente a María magdalena es el 9, El Teith, cuya imagen simbólica representa el lugar de reposo del ser humano, el techo que levanta para protegerse, su coraza y, más particularmente, la mujer primordial, compañera del hombre. Si tomáramos estas referencias y la trasladáramos a los filmes que se realizaron sobre la vida de Jesús, y analizáramos cuatro (como los evangelios) de las tres últimas décadas del siglo pasado, claves, controvertidos y curiosamente realizados en cada una de ellas: “El Evangelio según San Mateo” (1964), de Pier Paolo Pasolini; “Jesús de Nazaret” (1977), de Franco Zeffirelli; “Jesús de Montreal” (1989), de Denys Arcand, y “La última tentación de Cristo”, sobre la novela de Nikos Kazantzakis (1988), de Martin Scorsese, observaríamos en ellos los vaivenes de conducta como realidades pendulares entre las vidas de María Magdalena y Jesús, entre la de Jesús y "la sombra". En estas cuatro películas, las apariencias en la realidad tienen múltiples significados, como la vida de Jesús y sus apóstoles. Ese mostrar las apariencias, como lo hacen Garth Davis y Helen Edmundson implica, siempre, una conciencia que interroga a la realidad para develarla, y a la vez para que el significado aparezca como obvio. Pero lo obvio es justamente aquello que conocíamos. Roland Barthes en “Lo obvio y lo obtuso” dice: "Es un sentido que viene a nuestro encuentro y por lo tanto también es una apariencia de la realidad". Es aquello que por ser tan visible desaparece, como el amor al prójimo o las enseñanzas del Maestro. o como esa consonancia de Jesús con María Magdalena.
Profunda reflexión sobre los que no tienen un lugar en el mundo ¿Qué conoce el mundo occidental de la cultura de Oriente Próximo, y específicamente del Líbano? Se sabe que es heredero de Fenicia y crisol histórico de comunidades cristianas y musulmanas. Ocupado sucesivamente por griegos, arameos, romanos, bizantinos, árabes, cruzados, mamelucos, y por el Imperio Otomano en el siglo XVI abandonándolo después de la Primera Guerra Mundial. Luego llegaría la II Guerra Mundial y el mandato francés, y por fin la independencia en 1943, estableciendo, al término de la ocupación en 1946 un sistema político único: el “Confesionalismo”, un tipo de pacto social para compartir el poder entre comunidades religiosas. En los años ‘70 la decadencia se apoderó de la que le decían la “Suiza del Mediterráneo”, a causa de la cruenta guerra civil que duró 15 años (1975-1990) en la que intervinieron Siria e Israel. En esos años en el Líbano había alrededor de 400.000 refugiados palestinos que convivían con los cristianos y los drusos. Sin embargo, esta relación no era pacífica. La OLP (Organización Para la Liberación de Palestina), única fuerza legítima representante del pueblo palestino, comenzó a formar milicias entre los recién llegados para crear una base de ataque contra Israel, su objetivo principal (luego se le sumó también la instauración de un Estado Palestino). En la actualidad no existe una estabilidad dentro del país, sino que está en constante conflicto interno o externo. En ese contexto se desarrolla el filme “El Insulto” (“L’insulte”, 2017), una coproducción entre el Líbano, Francia, Estados Unidos, Bélgica y Chipre, realizado por Ziad Doueiri. Precisamente por culpa de la guerra Ziad Doueiri tuvo que emigrar a Estados Unidos, donde estudió cine y llegó a ser primer ayudante de cámara de Quentin Tarantino, con quien colaboró en “Reservoir Dogs”(1992), “Pulp Fiction” (1994) y “Jackie Brown”(1997). Volvió a su país para rodar su primera película como director: “West Beirut” (1998), basado en su propia vida, en la que ya mostraba su preocupación por una sociedad atrapada en conflictos raciales, sociales y religiosos. Después estrenaría, también con críticas elogiosas, “Lila Dice” (2004,de producción francesa) y “El atentado” (2012). “El insulto” es su cuarta película, con la que ha vuelto a ganar el Premio de la Juventud en la SEMINCI de Valladolid. Rodada y ambientada en Líbano, recoge la cultura del país, sus brechas sociales, su situación política, pero le imprime un ritmo y una energía semejante a la del cine producido en Hollywood. También se percibe en “El insulto” la influencia de Tarantino, sobre todo en el uso de la música, del color y en la elección de algunos encuadres. La trama se centra en un barrio de Beirut, Yasser (Kamel El Basha, ganó el premio al mejor actor en el Festival de Venecia) es un exiliado palestino capataz de obra, apátrida, musulmán y residente en un campo para refugiados, que para vivir trabaja en cualquier lugar de la ciudad y trata de no entrar en conflicto para no tener problemas por su situación de refugiado. El miedo a ser deportado es constante. Tony (Adel Karam), es un cristiano militante vecino de la zona. Un desagüe clandestino desencadena la discordia. Todo comienza a partir de la pelea entre estos dos hombres, por el derrame del agua. Las miradas de odio entre ambos pronostican el altercado, pero además revelan el profundo desprecio y resentimiento hacia los refugiados. Yasser repara la tubería, por cuenta propia. Tony la destroza a golpes, por considerar el arreglo una invasión a su propiedad. Yasser insulta a Tony y éste en su rabia considera que los palestinos debieran haber sido exterminados, que Sharon hizo poca cosa, que si de él dependiese hubiese sido cien veces peor que aquél en las matanzas de Shabra y Shatila. “El insulto” es un filme que va de la parte al todo, en un crescendo sostenido mostrando una realidad poco conocida en el mundo occidental, la rivalidad entre los cristianos libaneses y los refugiados palestinos. Los personajes están muy bien construidos y, sobre todo, el director, genera una mirada introspectiva interesante sobre dos seres humanos en extremos opuestos, donde están en juego el honor y el orgullo. Ziad Doueiri permite observar de una manera inteligente y sutil cómo muchas veces los medios de comunicación manipulados llegan a ser los responsables de la cólera entre bandos, ocasionando guerras y conflictos de manera consciente o inconsciente. Por eso coloca a sus personajes en la posición de víctimas y victimarios, al mismo tiempo. Otros de los temas presentes es la corrupción (ese flagelo mundial) que alcanza a todos los estamentos. También destaca en esa rencilla el importante rol de las mujeres que, a pesar de estar relegadas y en las sombras, cumplen un mandato anónimo y ancestral de ser con su firmeza las que ponen paños fríos a las riñas machistas. Ziad Doueiri, a pesar de abordar un tema tan duro, no fatiga en exceso al espectador. Prefiere aligerar la propuesta. Con tal objetivo, rebaja la tensión dramática, introduce mecanismos de suspenso y pinceladas satíricas e irónicas, como la inclusión al principio del filme (por obligación) del permiso para su proyección con un patético aviso de que las opiniones vertidas eran propias de sus autores y no reflejaban la de los poderes públicos. El largometraje, cuya idea surgió de un percance que le ocurrió al propio realizador, cuenta con un guión muy bien construido, ya que en ningún momento toma partido por sus personajes y la cámara se asemeja a un observador que mira los sucesos de manera objetiva, sin juzgar. Ziad Doueiri parte de un conflicto personal entre dos seres de distintas religiones o prejuicios que deben compartir el mismo territorio, un barrio en las afueras de Beirut. La película, en ciertos momentos muy precisos y acertados, hace hincapié en qué sin diálogo no hay convivencia posible. La cámara de Doueiri es rápida, alerta y enfatiza sobre expresiones y gestos de sus protagonistas, como cuando abre una ventana a la sala del Tribunal. Al mirar a través de ella diseccionará los dos lados expuestos en la corte, irreconciliables, sin salir de la tensión inicial entre los dos litigantes pero manteniéndola en la violencia de los tumultos callejeros. El director no toma partido por ninguno de los bandos. Si bien Tony es extremadamente xenófobo y ha precipitado un litigio judicial sin vuelta atrás, Yasser tampoco cede. La arrogancia ha podido con ellos. Al partir de un absurdo litigio por el agua los protagonistas no pueden abandonar su rabia y orgullo por acercarse a la racionalidad y templanza. Ziad Doueiri lanzó en “El insulto” su alerta contra la intolerancia y sobre seres que no encuentran refugio en ninguna parte, que son despreciados y arrinconados donde quieran que vayan, como en la actualidad ocurre con los sirios. Pero a pesar de la complejidad de la constante lucha en Medio Oriente, en particular en el Líbano, Doueiri, deja abierta una puerta a la esperanza de un futuro más solidario hacia un pueblo malherido, cargado de amargura y dolor, que trata de surgir sobre sus cenizas tras tanto destrozo causado por invasiones extranjeras como por guerras propias. En la película lo obvio es “leiv motiv”, porque todo se conoce, pero a pesar de ello regresar a lo conocido permite al director crear con escasos elementos convertir un hecho pequeño, íntimo e intrascendente, en una alegoría profunda, conmovedora e imperecedera.
“El pájaro loco, la película” o “The Woody woodpecker” es una surrealista y divertida modernización le aquella clásica serie de dibujos animados que se inició en la década de 1930 hasta casi el año 1972, producidos por Walter Lantz Productions y distribuidos por Universal Studios (cuando era rutina en los cines acompañar con cartoons la película del momento). El éxito de la serie le valió al personaje, en aquel entonces, una estrella en el Paseo de la fama del Hollywood Boulevard. A Walter Lantz le surgió la idea de éste personaje durante su viaje de luna de miel, con su segunda esposa. #8203; Un día, mientras llovía, escuchó un insistente pájaro carpintero que no dejaba de taladrar su techo. Molesto, salió fuera de la casa y arrojó una piedra para espantarlo, cosa que logró no sin que previamente el ave emitiera un sonido muy particular que fue el que dio origen a la risa estridente y característica de éste personaje Su creador Walter Lantz(discípulo de Disney) y Ben Hardaway (dibujante de Bugs Bunny, el Pato Lucas), en base al recuerdo de ese incidente en el bosque dotaron a Woody woodpecker de una personalidad: agresiva, imprevisible, revoltosa, traviesa, un tanto alocada y malvada a la que acompaña un inigualable «¡jejejejéje!» canto o risa muy particular. El gran carisma del personaje (con la voz del gran Mel Blanc), convirtió a Woody woodpecker en todo un clásico de la animación, junto a Mickey Mouse y Bugs Bunny, animales antropomórficos que nacieron en el cine, pero que después se inmortalizaron en el cómic y en la televisión. Éstos son los únicos que poseen un contrato de exclusividad con los estudios para los cuales filman. El realizador Alex Zamm, director de series televisivas (“Un príncipe de navidad”, 2017, “La pandilla: los pequeños traviesos”, 2014, “Inspector Gadget 2”, 2003) pensó en un filme familiar y pochoclero especialmente para video home, ya que esta no pasará por las pantallas americanas sino que saldrá directamente a DVD. Mientras que en Latinoamérica y Brasil será en cines. “El pájaro loco, la película” fue protagonizada por profesionales de series televisivas: Timothy Omundson, (“Lucifer”,2017, “American Housewife”, 2017, “Sobrenatural”, 2015) Thalia Ayala (“Mais Forte que o Mundo”: “A História de José Aldo”, 2016, “O Matador”, 2017), Scott McNiel (“Sobrenatural”, 2016, “Killing Gunther”, 2017), Jordana Largy (“En el bosque”, 2015, “Rememory”, 2017) y Jakob Davies (“Sobrenatural”, 2015, “The Adventure Club”, 2017). La historia recuerda en cierto modo la forma en que Lanz se topó con el pájaro carpintero cabecirrojo, una especie endémica de las regiones orientales de los Estados Unidos. Sus contenidos apuntan a la lucha por la preservación de la naturaleza y la tala indiscriminada de bosques, a valores familiares y de amistad. La trama es sencilla. Un abogado divorciado que desea construir, en un rincón del bosque, una casa para ir de vacaciones a su lugar en el mundo, con su nueva pareja y su hijo de 12 años. Su tarea se ve interrumpida por Woody Woodpecker, que a su vez vio perturbada la tranquilidad del bosque y de su casa, construida dentro del hueco de un árbol enorme, por máquinas taladoras y hombres que tienen el propósito de arrasar con todo lo que encuentren a su paso. En su cómodo refugio acondicionado a todo confort, maquina como deshacerse de esos malvados intrusos que destruyen el bosque, ya qué no puede disfrutar de su tranquilidad por el ruido de las máquinas, y el trabajo de los hombres, Entonces el hiperactivo pájaro comienza una guerra territorial con el abogado, que llegó al bosque con toda la intención de crear un nuevo habitad para su familia. “El pájaro loco, la pelicula”” en su versión inglesa realiza guiños en alguno de sus diálogos a “Harry, el sucio” (“Dirty Harry, 1971,”y “Cuestión de honor” (“Logan´s war: Bound by Honor”, 1998) que se pierden en el doblaje español, y que proporcionan un tono irónico adicional al filme. “El pájaro loco, la película”es una realización sin grandes pretensiones, entretenida, y con skeches relacionados con determinada etapa evolutiva de los niños, como la de 6 a 10 años, que arrancará por momentos fuertes carcajadas.
Justine Triet que había sorprendido con su ópera prima, “La batalla de Solferino” (“La bataille de Solferino”, 2012), en la cual contaba las tribulaciones de una periodista en plena vorágine de su trabajo: cubrir las elecciones francesas del 2012, que le dieron el triunfo a Hollande, mientras lidiaba con su ex marido que la asediaba empeñado en ver a sus hijas. Casi con la misma fórmula Justine Triet se ocupa en esta oportunidad de una abogada desbordada por sus obligaciones profesionales, angustiada por su caótica vida privada, su maternidad puesta en riesgo, y sus amores que no pasan de una noche. Lo interesante de ésta realizadora es el modo de abordar lo que se llama “screwball comedy” (comedia excéntrica), que está más cerca del cine hollywoodense que del europeo, con ciertos guiños a Woody Allen al exponer neuras y flaquezas de la protagonista. Éstas la obligan a buscar ayuda terapéutica en dos direcciones, una psicoanalítica, y otra más mágica, a través de una tarotista. El mundo anárquico en el cual se encierra Victoria la obliga a luchar en varios frentes: primero en el profesional porque debe ganar dinero para mantener a sus hijas; segundo en el privado porque tiene luchar contra su exmarido que publicó un blog con todos los amantes que habían pasado por su vida y, tercero en el de su propia orfandad afectiva, porque desesperadamente necesita alguien a quien amar. Los personajes femeninos están muy bien construidos, no así los masculinos, no poseen la fuerza necesaria para oponerse a la arrolladora personalidad de Victoria. Con esa alteralidad de fuerzas la estructura del filme es un tanto endeble y el desequilibrio es evidente. Por otra parte “Victoria y el sexo” se sostiene a partir del desquiciamiento del personaje, y por escenas tan absurdas como la de hacer testificar en un juicio a un simio que está interesado en hacer selfes, y a un dálmata que ataca a quien se acerque a su dueña. Si se quería insistir en el absurdo de la sociedad actual existe otro tipo de metáforas que hubieran podido dar al filme un rasgo menos grotesco. La actriz belga Virginie Efira ('Elle') es la protagonista ideal para encarnar a éste personaje ideado por Justine Trie, que ofrece el retrato de una mujer que siempre está al borde de un colapso o un orgasmo, mientras utiliza cualquier medio para llevarnos a un lugar conocido, que por momentos recuerda esas comedias clásicas que tenían cierto sabor amargo interpretadas por Katharine Hepburn, Cary Grant, Grace Kelly o Claudette Colbert. Justine Trie no presenta un tipo de personaje a lo “Norma Rae” (1979), o a lo “Erin Brockovich” (2000) para luchar contra el sistema, en realidad la lucha de ella es consigo misma. La realizadora la presenta como un personaje falible y humano, torpe, hambriento de amor y frustrado. Luego enfoca la salvación potencial de Victoria en Sam (Vincent Lacaste, “Diario de una camarera” –“Journal d’une femme de chambre”-, 2015), quince años menor que ella, pero lo que desarrolla en ese encuentro es un cliché ya conocido. “Victoria y el Sexo” es una ingeniosa comedia romántica, fresca, natural, pero el afán de su directora de romper remanidos esquemas deja a medio camino una realización que posee diálogos inteligentes, divertidos, e incisivos. Es una producción qué, si se la observa desde otro ángulo, resulta ácidamente satírica con respecto a la supuesta libertad y empoderamiento femenino, pero a pesar de esto en él se atisba una mirada tierna hacia esos personajes tan desangelados.
El realizador catalán Jaume Collet-Serra, afincado en Hollywood, es el orfebre que modeló el éxito de Liam Neeson como héroe de acción. A partir de “Desconocido” (“Unknow”, 2011), una producción cargada de guiños a Hitchcock en la que el actor irlandés trata de recuperar, tras un accidente en Europa, su identidad que había sido robada por una banda criminal. La relación entre Neeson y Collet-Serra continuó su trayectoria de éxitos con “Sin escalas” (“Non-stop”, 2014), y “Una noche para sobrevivir’ (“Run all night”, 2015), son filmes que recuerdan a Hitchcock, pero con una moderna concepción del espacio-tiempo. En “El Pasajero" (“The commuter”, en inglés) Liam Neeson interpreta a Michael MacCauley, un irlandés en Nueva York (sin necesidad de justificar el acento). Todos los días hace el mismo recorrido de casi una hora en tren, el Hudson Line, y va desde su pintoresco suburbio hasta la Gran Central Station y viceversa. Pero en este día en particular MacCauley se enfrenta a una serie de problemas antes de que comience la historia: tiene que descubrir cómo pagar la matrícula universitaria para su hijo al mismo tiempo que ha sido despedido del trabajo a sólo unos meses de Jubilación, sin mayor crédito ni reconocimiento. También el espectador se enterará que él era investigador en el Departamento de Policía de New York, lo que ayudará a explicar por qué es tan bueno manejando un arma, artes marciales, o superando a cualquiera que se interponga en su camino. “El Pasajero" es una producción convencional que trata de mantener al espectador en permanente suspenso. Es un thriller bien bosquejado, enraizado en la ansiedad económica relacionada con matices de resentimiento de una clase media que cada día se desvaloriza más. Por eso la tentación de aceptar la oferta de una desconocida, Joanna (Vera Farmiga, “La huérfana” 2009, “Running scared” 2006), de tomar 25 mil dólares fue más fuerte que pensar sobre los riesgos que le acarrearía tal proposición. El guion, desarrollado por Bryon Willinger, Philip de Blasi y Ryan Engle, enfatiza el desarrollo del misterio y el carácter sobre el espectáculo y la acción, y en el transcurso del viaje se podrá conocer a los extraños personajes que viajan en ese tren. Se verá a un taciturno corredor de Wall Street, un extraño músico, una joven que escande algo en un maletín, una enfermera a tiempo parcial, y los guardas que a fuerza de circular a diario a esa hora en el tren conocen a casi todos los pasajeros. Desde la mirada del protagonista y el espectador: todos son sospechosos. Aprovechando al máximo el escenario Jaume Collet-Serra se sumerge en el punto de vista de Hitchcock, comenzando con un zoom al estilo “Vértigo” (1958) en el momento en que MacCauley se da cuenta de lo complicada que está su vida. De hecho, si Collet-Serra ya ha demostrado ser un gran admirador del master of suspense en los anteriores filmes de Neeson. Pero esta película parece una verdadera carta reconocimiento de un auténtico fan, desde los giros de la trama arrancados de los titulos antes mencionadas, hasta una escena de la pelea que toma algunas señales de “La sombra de una duda” (“Shadow of a doubt”, 1943), al hecho de que la historia comienza en la estación Grand Central, donde Cary Grant se dirigía hacia el oeste con Eva Marie Saint en “Intriga internacional” (“North by northwest”, 1959), dan cuenta de lo estudiado y analizado que ha sido el gran maestro. “El Pasajero” es una típica película B sin complejos hecha con habilidad y humanidad. Es clásicamente hitchcockiana con un trasfondo de necesidad económica, y hasta un cierto resentimiento que es oportuno y profético. Liam Neeson como un héroe de acción puede ser la regla en lugar de la excepción, pero es muy bueno en eso y la relación de trabajo entre él y Collet-Serra se ha convertido en el mejor efecto secundario del éxito sorpresa de “Búsqueda Implacable” (“Taken”, 2008).
Un film con suspenso a lo Hitchcok El calentamiento global, la sobrepoblación, la competencia, el capitalismo salvaje, el súper consumismo son los problemas de la realidad actual de un mundo globalizado. “Pequeña gran vida”, dirigida por Alexander Pyane, es la metáfora de una sociedad ideal a la que aspira todo individuo perteneciente a la clase media. También remite a la hipocresía del ser humano, al lado oscuro del sueño americano y al peligro de los muros, pero a pesar que algunos cayeron, otros en la actualidad son deseados, especialmente por Donald Trump. Todo conlleva a una incisiva sátira social a la que Payne interrelaciona comedia, drama, sátira futurista, historia de amor, mensaje político. Paul (Matt Damon, “Marte”,2015, “La Gran Muralla”, 2016, “El talento de Mr. Rippley”, 1999) y Audrey (Kristen Wiig, “Cazafantasmas”, 2016, “Welcome to me”, 2014, “Matersmids”, 2016) son una pareja, sin hijos, que buscan realizar sus sueños, ellos implican adquirir una casa mejor, ahorrando cada centavo de su sueldo, pero aun así no les alcanza. La solución aparece a través de un experimento noruego realizado por el Dr. Jorgen AsbJornsen (Rolf Lassgard, “A man called ove”, 2016) en la que plantea un proyecto de vida que acabará con todos los males del mundo, con una tecnología capaz de miniaturizar a un hombre hasta los 12 cm. Es decir, puede crear un país paralelo habitado por liliputienses, aludiendo a Jonathan Swift, que fue uno de los escritores que realizó, en el 1726, la crítica más amarga y a la vez más satírica contra la sociedad y la condición humana. “Pequeña gran vida”, partiendo del concepto de reducción marca en la trama una revolución dentro de una sociedad que busca siempre nuevas atracciones, aunque ésta sea una conversión que se producirá lentamente, y los reducirá a tamaño antinatural. Como todo eje publicitario para lograr esa transformación a los ciudadanos no se los coacciona para ser pequeños, sino que toman la decisión por sí mismos, aunque con una gran cantidad de promoción persuasiva que enfatiza el gran potencial financiero, el estilo de vida mejorado y el beneficio medioambiental. Payne ha tomado la interesante decisión de no involucrar a los gobiernos en el programa: la iniciativa científica no provino de Washington o La Unión Europea, ni tampoco la financiación, sino que se trata estrictamente de un emprendimiento privado. Como en una versión de acción real de una película de Pixar, el procedimiento de reducción se presenta graciosamente, incluso hipnóticamente, como un evento de producción en masa en una instalación acompañada de garantías que preservan la higiene y seguridad de los individuos; la operación es de rutina y cuando se pasa al otro lado, al mundo en el que todo se reduce proporcionalmente, no se puede distinguir la diferencia entre la vida anterior y la nueva. Este es también el punto de giro en el que la trama principal dirige los sucesos a un territorio dramático inesperado. Un año después, la existencia rutinaria de Paul como representante de ventas por teléfono es mucho más aburrida que la que llevaba en el mundo anterior, en el que era terapeuta. Pero de pronto su cotidianidad es interrumpida por dos playboy Dusan y Joris (Christoph Waltz (“Spectre 007”, 2015, “Django sin cadenas”2012), y Udo Kier (“Courier X”, 2016, “Melancolía”, 2011). cuya vida disipada entre chicas, alcohol y las drogas proporcionan una salida para la diversión sin límites. Sin embargo esto lleva a otro giro brusco, creando una ssubtrama para ingresar a otro mundo paralelo que se relaciona con la marginalidad y en donde se ubica al inmigrante latino o asiático o negro. A través de la reunión de Paul con la refugiada vietnamita disidente, Ngoc Lan (Hong Chau, “Big little lies TV” 2017, “Puro vicio”, 2014), una criada que reside en un lugar que es el reflejo de un microcosmos del Tercer Mundo, éste descubre que las injusticias son privativas tanto en un mundo como en otro. Porque a cualquier lugar que quiera ir el hombre la mezquindad, la envidia, y la miserabilidad, siempre lo acompañará. Ngoc Lan, cuya historia de vida es brutal hace de su inglés limitado una contundente arma de conexión con los otros. Para ella no hay tiempo para las sutilezas, sólo para una comunicación muy directa sobre las necesidades y realidades absolutas de la vida. Su personaje crea momentos inesperados y potentes. Ngoc Lan es una mujer sensata y trabajadora, no tiene tiempo para desviarlo en tonterías, sólo el dolor en su pierna amputada la obliga a detenerse. El de Ngoc Lan es un personaje entrañable y poco convencional que brinda los momentos más genuinos de conexión emocional con el público. Otra de las curiosidades de “Pequeña gran vda” fue, dentro de ese mundo tercermundista plagado de mexicanos, mostrar la película interpretada por Cantinflas “Ahí está el detalle”, (Juan Bustillo Oro, 1940) en la que representa “el pelado”, uno de los personajes más emblemáticos del cine mexicano, justamente porque trata de la clase baja y de los más pobres y marginales del México de aquel entonces, aunque en la actualidad todavía se da ese mote a ciertas personas y se lo utiliza como injuria descalificadora. Esa secuencia de “Ahí está el detalle” es un guiño para esa marginalidad que siempre está enredada en cierto caos que le permite sobrevivir, pero nunca avanzar. En “Pequeña gran vida”, Payne lleva a cabo un diálogo muy claro con cierta construcción que hace pivot en del cine clásico social americano en la que aparecen guiños al cine de Frank Capra (“La jaula de oro”, 1931, “¡Qué bello es vivir!” 1946) y Preston Sturges (“Embrujo de París”,1958, “Child of Maniatan”, 1933), en las cuales la aventura moral del protagonista posibilita la reconsideración de su vida y del lugar que ocupa en la sociedad y para ello se apoya en el personaje de Matt Demon. Primero, en su caída, tras la crisis económica, en un descreimiento hacia el mundo que conoce, dejándose, junto a su mujer, en un primer momento, seducir por ese mundo, nuevo mundo reducido; después, por la frustración y desencanto que le ofrece esa nueva vida, para luego redescubrir una realidad que, aunque en el mundo normal también existía, y que aparece ante él a través de la activista vietnamita Ngoc Lan. Para finalmente llegar a descubrir que el verdadero amor no está en los bienes materiales sino en la espiritualidad, un valor que se fue perdiendo en aras de un nuevo modo de esclavitud, el materialismo. “Pequeña gran vida” no esconde cierta inocencia, a la hora de plantear sus imágenes y su discurso. Quizá Payne no ha dotado a éstas de una mayor personalidad, aunque sí consigue crear en cada pasaje de la película una realidad que se corresponde con el proceso de Paul y, sobre todo, con la forma que tiene de observar, comprender y construir su nueva realidad. El punto, por supuesto, es que Leisureland, esa utópica ciudad del futuro, con su cúpula de cristal, es América y el mundo del Grupo de los 8 en microcosmos, con la misma corrupción y desigualdad, con el mismo sentido de poder, de riqueza, soledad y conflicto. La idea de que a la humanidad se le puede dar la oportunidad de crear una utopía, finaliza cuando se convierte en un facsímil de las injusticias y desigualdades de nuestro mundo actual, Por eso tal vez el mensaje de Alexander Payne y Jim Taylor es instalar al hombre en otro lugar que le permita observar, comprender y reflexionar sobre la realidad del mundo actual. Porque desde la especulación psicoanalítica podría decirse que vaya el individuo donde vaya lleva los problemas en su maleta, nunca los deja atrás.