Río de Janeiro, la ciudad que fuera capital del Brasil ha sido escenario de muchísimos filmes, tanto brasileños como internacionales La más famosa de esas películas quizá sea “Orfeo negro” (1959, Marcel Camus), una coproducción de Francia, e Italia con Brasil, que ganó el premio Oscar e hizo conocer al cine brasileño, a la ciudad carioca y las bellas canciones de Jobim en todo el mundo. Veredas multicolores, avenidas con palmeras, un paisaje enmarcado por los “morros” han sido sumamente atractivos para desarrollar historias cinematográficas de todo tipo. Y como era previsible, alguna vez se realizaría una película destinada a los niños cuya acción transcurriría en esta ciudad. Don Rhymer escribió la historia de Blu, un guacamayo de color azul, y la película fue dirigida por Carlos Saldanha para Blue Sky Studios y 20th Century Fox. El equipo creador de la saga “La era de hielo” (2002, 2006, 2009) se puso nuevamente en acción, aunque esta historia no transcurre en un lugar helado, sino por el contrario, se desarrolla en un ámbito caluroso. No hizo falta fotografiar ningún lugar carioca, porque la película está realizada con animación de computadora filmada en relación de 2.35:1 para el nuevo Sistema 3D (el que hay que mirar con anteojos especiales). La trama principal cuenta la historia de Blu, un guacamayo azul de la selva brasileña que cuando aún es un recién nacido es atrapado por traficantes ilegales de fauna e enviado desde el calor brasileño a la fría nieve de un pueblo de Minnesota, donde es adoptado por Linda, una niña solitaria con aire intelectual. Y la muchacha y el pájaro crecen juntos. Ella sobreprotege al ave de tal manera que Blu no aprende a volar, tampoco lo necesita porque tiene una vida tranquila, sin preocupaciones y con una discreta diversión. Hasta que llega en su busca un joven científico que informará a Linda que Blu es el último macho de su especie, y que para que la misma no se extinga hay que hacer que se ponga de novio con Perla, una hembra guacamayo del mismo color azul que Blu. Linda y Blu se trasladan a Río de Janeiro para que se haga efectivo tan particular encuentro y ambas aves tengan la oportunidad de enamorarse. Pero Perla no está tan interesada en perpetuar la especie, quiere su libertad y en su fuga arrastrará a Blu a inesperadas aventuras. Se harán amigos de otras aves pero caerán en manos de una pandilla de traficantes ilegales de aves (la segunda vez en su vida para Blu), y entonces comienza la acción. Una historia que sucede mientras transcurre el mundialmente famoso carnaval de Río, con sus carrozas y casi toda una población vestida con disfraces. La peoducción desde el comienzo tiene un contundente y directo mensaje para poner al descubierto el submundo delictivo de los traficantes ilegales de animales, en este caso de aves que se cazan con el fin de venderlas al exterior donde vivirán como mascotas exóticas. Si bien el mensaje no es demasiado comprensible para los niños, al encontrarse con mucha acción, numerosas escenas musicales con canciones que se escuchan en la actualidad por todas las radios, y la simpatía de los personajes dibujados, hacen que todos se diviertan y disfruten de una trama muy ágil y entretenida. Haciendo gala de una de las características de un perfecto guión paradigmático, cuando todo está casi solucionado, surge algo, divertido obviamente, para mantener la atención de todos los espectadores. Los niños se ríen mucho de las innumerables situaciones cómicas que para los personajes son “dramáticas”. Los pequeños espectadores disfrutarán de esta película a partir de los tres años y como contiene una historia de amor entre los protagonistas, discusiones entre amigos, solidaridad entre los mismos y la expectativa por un final que no se sabe si será feliz, es disfrutable hasta más o menos los doce años. Los padres también se divertirán mucho con este filme de animación 3D, porque con este sistema, más de un personaje se escapa de la pantalla para que no lo alcancen los traficantes.
Con esta película Patrick Lussier (“Sangriento San Valentín 3D”, 2009) ha hecho entrar en tensión, debido a los recuerdos, a muchos espectadores que disfrutaron del cine clase B durante los años ´80 o quizá un poco antes. Muchas explosiones, pantallas que se tiñen de rojo al mostrar unas veces mucho fuego y otras, mucha sangre. Todo es desbordado, desde el automóvil (ahora de colección) que inexplicablemente alcanza velocidades de los últimos prototipos automovilísticos de este tercer milenio, pasando por la cantidad de trozos de cadáveres que quedan diseminados tras el paso del protagonista y mucho más desbordada es la rubia que lo acompaña, con una anoréxica silueta que resulta tan atractiva ahora como hace 30 años y con una avanzada de decisión femenina que apenas se vislumbraba en 1980. Se trata de una producción que ha sido filmada con el Sistema 3D que no agrega mucho más que la novedad que ya está dejando de serlo La historia repite ítems temáticos ya vistos en la cinematografía de todo el mundo. Milton (Nicolás Cage), es un delincuente, ha muerto hace algún tiempo pero consigue algo así como una licencia del infierno (¿o del cielo?) para salir del purgatorio donde lógicamente está alojado un ser que ha sido tan malo. Y sale de allí para aprovechar su última chance que le permitirá no regresar al ardiente averno. Para ello deberá aniquilar a una secta que pretende sacrificar nada menos que a la nieta del mismo Milton para lograr el dominio del mundo. Milton de paso puede vengar la muerte de su hija a manos del líder de esa secta, acto que no influirá negativamente en su evaluación para salvarse del fuego eterno. Un asistente del demonio, El Contador, lo supervisará y a veces hasta lo ayudará, en su misión. Claro que Milton no puede con todo si está solo, por más temerario y duro machote que sea, necesita que lo ayude una hermosa mujer. Piper, que así se llama la bella niña, le robará el automóvil a su novio para vengar la infidelidad de éste. La despechada se lo entrega a Milton y además lo acompaña porque parece que no tiene nada que hacer. Y juntos enfrentarán a los fanáticos del culto que pretende matar a la bebita nieta del “a-prueba-de-balas” Milton. Toda la trama resulta por momentos divertida porque se hace mucho uso del humor negro, negrísimo. Es también entretenida para quien disfruta de ver explosiones, continuas "balaceras", autos chocadores que se destrozan (menos el del protagonista, claro está) y hasta un tiroteo en medio de un coito que por lo fantástico no importa si es explícito o actuado. Tiene un cierto mensaje pacificador, pero fragmentado en diálogos, por lo que difícilmente un espectador logre captarlo si tiene que estar atento a tanto despliegue visual en la pantalla. Aunque pareciera que al escribir el guión ese mensajito salió de casualidad y el realizador, ya que estaba, lo aprovechó. Nicolás Cage como Milton el protagonista, recurre al estereotipo y allí se queda. Amber Heard es Piper, la bella muchacha y busca desesperadamente recursos actorales, a veces logra encontrarlos, aunque pareciera más pendiente de que la cámara no haga planos de su trasero y así distorsiona su expresión corporal. William Fichtner como El Contador es quien más se luce dentro de la actuación al imprimir el necesario misterio a su personaje, aunque el espectador enseguida se imagina de donde y para qué viene. Una película pochoclera más cercana al cine inusual que al de acción con muchos toques vintage, que será más aprovechada por los cinéfilos que hace 30 años vaciaban las góndolas de los cineclubes en busca de películas donde los malos triunfaran y los héroes tuvieran licencia para matar dentro de una trama increíble llena de obviedades pero simpática. Y con una buena producción.
Aronofsky transformó a Natalie Portman en un cisne negro El mundo del ballet ha sido tomado en las bases argumentales de muchas realizaciones cinematográficas.. Las películas más famosas "de baile clásico" fueron "Las zapatillas rojas" (Michael Powell y Emeric Pressburger, 1948), "Momento de decisión” (William Dieterle, 1977), "Noches de sol" (Taylor Hackford, 1985), y más recientemente la producción de Robert Altman "The company" (2003), películas que se encasillaron en el romance y el drama. El cineasta Darren Aronosfky (“El luchador”, 2008), en realidad concibió la idea de realizar un thriller psicológico y lo ubicó en el ámbito del ballet. El resultado de su película es muy diferente al de las mencionadas en el segundo párrafo, si bien los "balletómanos" disfrutarán de escenas de danza, el fondo argumental dista de ser edulcorado, está muy alejado del romanticismo y es por lo tanto más afín al cinéfilo del siglo XXI. La pieza de ballet "El lago de los cisnes", es el soporte de la trama principal. Nina, la protagonista de la historia, es conciente de que es una bailarina "del montón" que tiende a la mediocridad, por lo tanto la única manera que tiene de permanecer en una profesión tan exigente como efímera es perseverar en su dedicación. (Ver información complementaria) Cuando Nina es seleccionada para "bailar" a la protagonista de la inmortal obra de Tchaicovsky se produce un “shock” en su vida. Se trata del rol más ambicionado por las profesionales de la danza, pero también uno de los más complicados al tener que interpretar a un personaje que se desdobla para mostrar el mal y el bien que cohabitan en su interior. La muchacha frágil, introvertida, con una pureza de pensamiento inusual para el medio en el que se desenvuelve, posee una personalidad que está muy cerca de "el cisne blanco" y eso hace que el director artístico la tenga como primera opción. Pero también deberá interpretar a "el cisne negro”, lo que hace que su inseguridad se incremente y de lugar a reacciones que no puede controlar. La neurosis en la que se sumerge está desarrollada en pantalla con escenas de autodestrucción, paranoia e intentos de desinhibición. El director Aronosfky utiliza los delirios de la joven psicótica para mostrar, mediante subtramas, el mundo del ballet con sus brillos, pero también sus miserias como la competencia que potencia la inseguridad, los celos profesionales, los amores fugaces para obtener un rol, los enamoramientos circunstanciales, las "torturas" del entrenamiento y las secuelas físicas en el cuerpo de los bailarines, además de los instantáneos reemplazos ante la menor eventualidad. También el realizador se detiene en una subtrama que quizá sea la más importante: las ambiciones de una madre proyectadas en su hija y de qué manera recaen en ésta última esas exigencias. Natalie Portman como Nina realiza un trabajo brillante. Más allá de su adecuación al "physique du rol" (tuvo que adelgazar y estudiar las bases técnicas de la danza), y que en determinadas escenas de baile fue necesario (y lógico) que la doblara una bailarina profesional, su labor en esta oportunidad sobresale de todas sus actuaciones anteriores. Son admirables los recursos actorales que utiliza para remarcar los matices de los diferentes estados mentales por los que pasa la protagonista. Vincent Cassel como el coreógrafo Thomas Leroy realiza también una excelente labor, con su imagen ayuda a que el espectador lo asocie a Baryshnikov, y al remarcar a un minucioso puestista convencido de lo beneficioso de la perdurabilidad de una compañía de ballet recuerda al argentino Wainrot. Es destacable la labor de Mila Kunis, como Lily, la antagónica compañera de elenco de la protagonista para quien significa la amenaza de que la reemplace., y también la de Bárbara Hershey como la madre. Un párrafo aparte merece Winona Ryder como la bailarina que ha sido descartada, a la que imprime un estado depresivo que, sin embargo, deja vislumbrar un resto de la energía que la llevó alguna vez al estrellato. Con este elenco tan homogéneo Darren Aronosfky logró el thriller psicológico que elaboró durante quince años. Utiliza todos los elementos del género sin obviar escenas eróticas tanto heterosexuales como de lesbianismo Se trata de una realización con una profundidad subyugante pero dotada de una agilidad que hace que desde la platea se esté de manera permanente atento al desarrollo de la historia. El espectador ve una reposición de "El lago de los cisnes" desde su gestación, pasa por los ensayos y culmina con la representación. Un deleite para los espectadores de danza, y mucho más para los fanáticos de esta pieza de ballet, pero también para los cinéfilos.
En sesenta días la cartelera cinematográfica infantil se ha visto profusamente poblada de estrenos. La mayoría de los mismos tuvieron un directo mensaje ecologista que en ocasiones no pasó de ser un panfleto didáctico de cómo debe cuidarse el medio ambiente. Casi todas las tramas se han desarrollado en el hemisferio norte donde el cuidado de la ecología no pareciera tener ni siquiera una mínima prioridad ante el avance económico. La película que se comenta tampoco escapa a este bombardeo de “manual ecológico” del que se viene nutriendo la cinematografía destinada a los niños. Y también, como casi todas las películas, inserta una subtrama dedicada a resaltar las bondades de la verdadera amistad. Afortunadamente, el pequeño espectador encuentra, en esta oportunidad, una diferencia. Sammy es un ejemplar de tortuga verde de mar que nace con más lentitud que la habitual en su especie lo que no le permite, en el momento de su nacimiento, estar entre “los ganadores de la vida”. Sobrevive porque lo ayuda Shelly, una tortuguita dulce y solidaria, pero ella será arrastrada naturalmente hacia la protección que le dan las aguas de mar, y Sammy con un golpe de suerte caerá sobre las olas, se salvará pero no encontrará a la bella que ya ha conquistado su corazón. De ahí en más se dedicará a buscarla pacientemente, tiene mucho tiempo por delante como casi todas las tortugas que no son devoradas por las aves marinas cuando salen del nido. Sammy navegará sobre los desechos de una balsa que es empujada por la Corriente del Golfo de México y con él viaja su amigo, la tortuga Ray, alegre, festivo y leal amigo, con quien deberá huir ante los peligros que traerá aparejado un derrame de petróleo en el Mar Caribe y tratar de no caer en las redes rasantes de los pescadores. Precisamente cuando tratan de no ser capturados y convertidos en sopa, las circunstancias los separan, pero Sammy se reencontrará con la cautivante Shelly y juntos buscarán el pasaje secreto, que no tiene nada de secreto porque se trata del Canal de Panamá, que permitirá a las dos tortugas pasar al Océano Pacífico y seguir con las aventuras de sus juveniles cincuenta años. Juntos viajarán por casi todo el mundo y hasta llegarán a congelarse en la Antártida mientras observan como un gomón del barco de una entidad ecologista se interpone entre un buque pesquero y una ballena. Hay un ligero mensaje subliminal en una nostálgica referencia a la cultura hippie que entre sus enunciados tenía la protección y el derecho a la supervivencia de todos los seres vivos. Se trata de un filme ameno, lleno de situaciones humorísticas, con dibujos animados con mucho colorido que hacen las delicias de los niños. Fue realizado en Sistema 3D, una tecnología que puede tener riesgos de bloqueo de ordenador computado durante la proyección Los niños de todas las edades la disfrutan, aunque la comprensión total de la historia es para niños a partir de los 7 años, cuando ya tienen algo de información sobre las corrientes marinas, los animales empetrolados, las organizaciones que protegen la ecología y la natural situación de que el pez grande se come al chico.
Un real discurso a favor de la monarquía La familia real de Inglaterra ha dado mucho material a la cinematografía mundial, hasta la monarca actual, Elizabeth II, con su particular manera de manejar las relaciones familiares en ocasión de la muerte de la Princesa de Gales, fue eje argumental de la película “La Reina” (Stephen Frears, 2006) En el filme que se comenta es su padre, el rey Jorge VI, a quien ha elegido el director Tom Hooper para desarrollar la trama principal. Este cineasta ha tomado en anteriores trabajos a muchos personajes de la historia contemporánea y también a una reina de Inglaterra (“Elizabeth I”, 1998) Una historia rica en elementos que describen el romanticismo, muy lejano a la realidad de la mitad del siglo XX, y muchísimo más lejos de la del siglo XXI, en el que pretende desarrollar su vida tan magnífica familia. La historia se centra, como ya se anticipó, en la endeble personalidad de un príncipe británico que se canaliza en episodios de tartamudez. El, en ese entonces, duque de York (luego Jorge VI) al tener que hablar en público vivía una tortura que lo llevaba a situaciones que bordeaban el ridículo. Su rango lo obligaba a presentarse en múltiples ceremonias en las que debía pronunciar discursos protocolares que para él representan una valla insalvable. Ante esta situación, su esposa decide actuar como una “mujer común”, lee los avisos de un periódico y busca ayuda en Lionel Logue, un “terapeuta de la voz” que en realidad es un actor. En la primera mitad del siglo XX las técnicas vocales estaban casi circunscriptas al ámbito actoral, y la mayoría de los profesionales de la actuación siempre ejercieron actividades paralelas Logue tiene su propio sistema para curar la tartamudez de su noble paciente, siempre que éste resigne su rango para acatar las indicaciones de un plebeyo. Las curiosas reacciones de esta familia “no común” están retratadas en las interesantes subtramas, si bien éstas cuentan en la película “historias oficiales” alejadas de los rumores de lo que “verdaderamente pasó” que circulan por la prensa amarilla y del corazón de todo el mundo. El mensaje, tanto de la trama principal como los de las subalternas, es la impresionante represión victoriana que aún rige la vida “real” (que no parece ser tan real). Precisamente, un cuadro de la reina Victoria preside uno de los salones donde se desarrolla una las escenas que muestran de manera contundente el origen de la tartamudez del rey. También puede encontrar el espectador un mensaje subliminal a favor de humanizar a los personajes de la realeza. La renuncia a la corona por parte de Eduardo VIII, evidencia una personalidad parecida a la de la “transgresora” Lady Di. Y también la historia de amor de ese rey con la plebeya y divorciada Wallis Simpson remite directamente a la que en la actualidad viven Carlos de Gales y Camila Parker Bowles. Quizá esta película sea uno de los peldaños que sirvan a la mencionada duquesa Camila para ascender, algún día, al status de reina de Inglaterra. Las actuaciones de esta película son muy parejas, ningún actor le saca ventaja a otro, sus composiciones son ajustadas tanto en lo gestual como en la expresión corporal. Colin Firth compone al príncipe protagonista de manera tal que logra hacer olvidar la imagen de “rey débil” que tuvo durante muchos años. Helena Bonham Carter ya tiene acostumbrada a la platea a sus excelentes y diversos trabajos actorales, esta vez como la reina Elizabeth (que ha quedado en la memoria colectiva de este siglo como la “centenaria Reina Madre”) nos trae a una mujer que decide romper barreras protocolares en pos de conseguir la ayuda que su marido necesita, y muestra dulzura y distinguida firmeza, haciendo que el cinéfilo no recuerde que esta actriz compuso también de forma admirable a la asesina de “Sweeney Todd” (Tim Burton, 2007) o la malísima maga de la saga de “Harry Potter”. Geoffrey Rush como Lionel Logue, logra atrapar al espectador al construir a un actor nacido en el Commonwealth que no ha logrado lo que buscaba en Europa pero inesperadamente el destino lo pone en la situación de ayudar nada menos que al rey de uno de los países más poderosos del mundo. En su composición no cae en lugares comunes, recrea a un australiano que debe comportarse como inglés, pero que no está dispuesto a sacrificar ni un ápice de su firme personalidad. Un poco deslucida es la actuación de Guy Pearce como Eduardo VII, pero seguramente es debido a que en el guión se debió disminuir a su personaje para que no opacara al protagonista. De todas maneras convence su trabajo de “príncipe rebelde”. Una película técnicamente lograda con un minucioso trabajo de arte que asombra. No llega a ser una biopic pero contiene una historia completa que reivindica a un monarca que estuvo muy pocos años en el trono pero en una época crucial para la humanidad como lo fue la de la Segunda Guerra Mundial.
Esta película fue exhibida en la última edición de BAFICI, donde las opiniones de los espectadores fueron muy dispares, y su director asistió al mencionado festival. El filme que se comenta se estrena en la Argentina en una época donde un tema gay ya no causa ni escándalos ni censuras, aunque todavía existan algunos integrantes de la Comunidad Homosexual que viven con una relativa marginalidad social y en la lucha por su reconocimiento como lo son las travestis. En la actualidad el imaginario colectivo argentino ubica a los hombres que se travisten en el ámbito de la prostitución, pero históricamente, cuando usar ropas "de otro sexo" estaba penalizado, se las ubicaba en el medio artístico con cuadros revisteriles llenos de glamour con plumas amazonas multicolores, movimientos sensuales y vestidos de lamé, aunque la mayoría no sabía cantar y muy pocas habían tomado clases de danza. Las poquísimas que llegaban a tener notoriedad era porque su transgresora personalidad se imponía en el escenario. Llega a Buenos Aires poquísima cinematografía portuguesa y en esta oportunidad lo hace con un melodrama queer y la calificación no responde sólo a la temática sino también a la rara manera en que la misma fue desarrollada por el director João Pedro Rodrigues. La trama tiene un tratamiento melodramático cercano a la tragedia, con soporte de realidad pero sobrecargado de escenas inverosímiles y simbología cinematográfica. La historia nos cuenta lo que le sucede a Tonia, ícono dragqueen de Lisboa en la década de los ´80, que vislumbra el final de su carrera. Su pedestal artístico recibe los continuos embates de las travestis más jóvenes. Su amante, que realmente la ama, es un joven drogadicto, que para no enfrentar su propia bisexualidad le reprocha a Tonia no decidirse a "ser mujer" (operación mediante) y continuar siendo "un hombre". Ella íntimamente sabe que nunca tomó la determinación de operarse porque siempre prevaleció en su psiquis la premisa social que su familia le inculcó: es un hombre y debe morir como tal. Y como un hombre ha tenido un hijo, un muchacho que nunca pudo aceptar la orientación sexual de su padre y se refugia en un "bosque encantado" (vuelo simbólico del director) en el que tendrá una relación homosexual como activo (una forma de "dominar" a su progenitor), pero de la que no quiere que queden rastros. A Tonia su endeble situación laboral la hace llegar a crisis sentimentales y metafísicas. Junto con su amante emprende un viaje. Una forma de huir de la realidad. Pero se pierden en el camino y llegan al mismo "bosque encantado" donde se encontrarán con María, otra travesti. Esta es la imagen de sí misma que Tonia visualiza en su futuro. Sola, aislada, fuera del mundo, en un bosque irreal del que no quiere salir, aunque lo más seguro es que si quisiera irse de allí no lo lograría. Recién cuando muera como un hombre Tonia encontrará la absoluta libertad y podrá cantar sus canciones con espontaneidad. Rodrigues ha hecho un tratamiento visual de la soledad de su protagonista, la soledad de las travestis en las batallas por reconocerse, aceptarse y encontrar un lugar en una sociedad que las deja solas en su lucha. El realizador pone de manifiesto la marginalidad de las vidas de sus personajes. También hay manifestación de lo mismo en la música que utiliza y en las canciones que pertenecen a artistas populares portugueses que son mirados despectivamente por casi todos los círculos sociales. El elenco es muy homogéneo, sin sobreactuaciones, aunque se pueden observar el uso de algunos estereotipos desde la marcación. Es dable reiterar que el espectador se encontrará ante una película con una construcción narrativa "rara" con escenas fantásticas y otras que muestran la cruda realidad que viven los personajes. Los cinéfilos pueden encontrarla un poco extensa. No está dirigida, como podría pensarse, a la comunidad gay ni tampoco es una denuncia, ni una critica. Es una vidriera para que la sociedad mire. El hacerlo con curiosidad o comprensión dependerá de cada espectador.
Hollywood tiene una nutrida agenda anual de comedias románticas con la única (y valiosa) pretensión de entretener un rato al espectador. El realizador Edward Zwick tomó, para llevar a la pantalla cinematográfica, la historia del libro "Difícil de vender -la evolución de un vendedor de viagra", que es en realidad las memorias que escribió Jamie Reidy sobre la época en que fue visitador médico de Laboratorios Pfizer. En esa autobiografía el escritor pone en descubierto algunas prácticas "non sanctas" que utilizan habitualmente los mercaderes de los fármacos a nivel mundial, y ese tema es el verdadero contenido literario al que agrega la lucha de su novia contra una enfermedad incurable y las transformaciones que ante esa realidad sufrieron los integrantes de la pareja. El director Zwick comienza a contar la historia con el habitual estilo cinematográfico hollywoodense para las comedias románticas (muchacho pintón y desinhibido con todas sus hormonas en ebullición, chicas hermosas y felices, breves situaciones de humor), y sorpresivamente convierte la trama en una tragicomedia con el claro objetivo de imprimir profundidad. Influido seguramente por los Estudios que lo contrataron, en su afán de no quedar como que ha dirigido algo superficial casi se sale de género ya desde el título (en origen, "Amor y otras drogas" en traducción literal del inglés). Dicen que el amor es la droga más poderosa del mundo, capaz de narcotizar, abstraer, obnubilar, impulsar, energizar y muchos otros efectos más, a cualquier mortal. Nos referimos, claro está, al amor de pareja. La trama principal se centra en el encuentro de Jamie y Maggie. Él es un visitador médico que usa su prestancia física y simpatía innata para realizar ventas y conseguir cualquier muchacha que se le antoje. Ella es una mujer independiente con ideas muy firmes en cuanto a las relaciones. El acercamiento entre ambos se producirá únicamente por la atracción sexual que ejerce cada uno hacia el otro. De pronto todo cambia. El amor, y el compromiso que conlleva, aparece de improviso y modifica las posiciones de ambos. Las subtramas con las que este filme se encamina (sin llegar) a la profundidad y al debate, quedan en amagues de polémica. Jamie es un visitador médico de los Laboratorios Pfizer (como en la vida real lo fue el autor) y sus manejos para lograr las ventas de Viagra y Prozac son desleales. El sistema de regalos y viajes pagos a los médicos para que receten los medicamentos cuyas ventas engrosarán las arcas de un laboratorio, más atento al resultado económico que a la curación de los pacientes que consuman las drogas que ellos producen, resulta a todas luces desagradable pero despierta la curiosidad del espectador que espera un remate conclusivo desde el humor. Hubo una película argentina "La clínica del Dr. Cureta" (Fischermann, 1987) que desarrolló una trama similar, pero circunscripta a la caricatura desde el humor crítico. Zwick da otra vuelta al timón a la historia e instala la incurabilidad de Mal de Parkinson, pero tampoco llega al final del camino con esta propuesta que hubiera transformado todo en un drama. Las actuaciones son acordes al ritmo de la comedia, la pareja protagónica ya había trabajado junta en “Secreto en la montaña” (2006), aunque Jack Gyllenhaal, como Jamie es superado en recursos histriónicos por Anne Hathaway quien compone a Maggie, una mujer que quiere aparentar que ni siquiera su propia enfermedad la conmueve. No es fácil para un actor construir un personaje que dice una cosa y piensa otra, Hank Azaria lo logra interpretando a un médico corrupto que aparenta ser muy recto y respetuoso de su profesión. Azaria es uno de los actores de voz más famosos de EE.UU. y el doblaje le ha dado el trainning para desdoblar personalidades actuadas, y cuando le agrega la expresión corporal demuestra su gran ductilidad, como lo hace en la película que se comenta. Un filme destinado a vender entradas a los seguidores del género basándose en el cartel de los actores. Contiene muchas situaciones divertidas que satisfarán a los amantes del "touch and go" de la comedia. Y las partes "profundas" no duran demasiado, por lo tanto se trata de una película muy llevadera para el espectador.
El oso Yogi, un oso pardo, es un personaje de dibujos animados creado en 1958 por William Hanna y Joseph Barbera para formar parte de la pandilla de amigos en el televisivo Show de “Huckleberry Hound”. Fue inspirado en otro personaje que aparecía en una serie de televisión titulada "Luna de miel". El nombre en inglés de "Yogi Bear" le fue puesto en "homenaje" al famoso jugador de beisball Yogi Berra. La aparición de Yogi en las pantallas fue tan exitosa que la empresa Hanna-Barbera lanzó un nuevo show de dibujos animados en el que el torpe oso fue absoluto protagonista. Yogi vive en el parque Jellystone (la traducción sería "roca de gelatina") y siempre está acompañado del osito Boo-boo, quien trata de apaciguar el impulsivo carácter de su amigo para que no se vean envueltos en problemas. Aunque casi nunca lo consigue. También está en el parque el Guardabosque Smith, que día a día ve complicada su labor por los descalabros provocados por Yogi. Este simpático oso que viste un elegante cuello con corbata verde y sombrero al tono llegó a las pantallas cinematográficas por primera vez en 1964 con "Hola, este es el oso Yogi", y luego en 1988 se vio, solamente en EE.UU., "Yogi y la invasión de osos espaciales". Además, se han hecho con éste personaje series televisivas y telefilms de largometraje tan exitosos que convirtieron a Yogi en el dibujo animado que identifica a los Estudios Hanna-Barbera (en la actualidad absorbidos por Cartoon Newtwork Co.) La tercera película de El oso Yogi, llega en 2011 a las pantallas argentinas con doblaje al español neutro (en inglés le puso voz el actor Dan Aykroyd, quien en 2012 llegará con la tercera entrega de "Cazafantasmas") Se trata de una película realizada completamente en 3D en animación computada que mezcla los personajes con actores en acción real. Tiene una trama simpática y divertida, con un fuerte, aunque obvio, mensaje ecologista. Yogi, en compañía de Boo-Boo sigue complicado la vida laboral del Guarda Smith porque el oso no deja de sustraer la comida de los visitantes al parque y de inventar "máquinas robacanastas" que le faciliten esa tarea. Pero Smith verá que todo se complica aún más cuando el Alcalde de la ciudad, para reunir fondos, decide vender el Parque Jellystone a una empresa desforestadora. Evitar esa venta será la misión autoasumida por Yogi, Boo-boo, Smith y una hermosa rubia que aparece para endulzar la vida del guardabosque. Hay mucha acción, muchos efectos, situaciones divertidas y un remanente conceptual de que la preservación de la naturaleza debe prevaler a los intereses económicos y políticos. Como el desarrollo de la trama no es complicado, los niños espectadores disfrutan de toda la proyección. Es un producto cinematográfico destinado a la platea infantil que desde los 3 años pueden seguir y divertirse con esta historia.
La tercera película del realizador turco Nuri Bilge Ceylan lleva el mismo título de la leyenda de los monos sabios. Tres monos, el primero se tapa los ojos para no ver la maldad, el segundo se tapa los oídos para no escucharla, el tercero se tapa la boca para no decir maldades. Son tres los personajes de este filme. Tres, como los monos. Aunque Ceylan incorporó un cuarto personaje que tiene la misma actitud que los otros. Nada ven, nada dicen, nada escuchan. Un marido, su mujer, el hijo de ambos, un político para el que trabaja como chofer el jefe de la familia. Una familia al punto de la desintegración en la que cada integrante no reconoce lo que hace pero juzga lo que hacen los demás. Todo bajo el dominio económico de un jefe laboral que también ha destruido su vida. Ninguno de los cuatro acepta que construyó su autodestrucción pero reconoce la de los demás para aliviar su culpa. Todos conocen todo de los otros, pero no lo dicen, hacen como que no lo vieron, no quieren escuchar nada más. La angustiante historia atrapa al espectador desde los primeros minutos. El político atropella con su automóvil a un peatón y lo mata. La campaña electoral está próxima y no puede exponerse. La solución que considera como óptima es la de proponer a su chofer que se declare culpable del hecho, que vaya a la cárcel y una vez cumplida la condena recibirá una importante suma de dinero que solucionará su vida. No se considera como compensación sino como solución. Un negocio y nada más. Para la mujer y el hijo del chofer la espera será larga, difícil de sobrellevar. Darán manotazos a la vida para tratar de escabullirse de ese clima claustrofóbico en el que viven. El elenco es muy parejo en sus trabajos para cubrir estos difíciles personajes que deben expresar mucho más con los silencios que con las palabras o las acciones. El realizador Ceylan maneja los tiempos de este drama con precisa justeza. La tensión in crescendo marca al espectador los límites a los que están sometidos los personajes. El estallido llega y pasa sin dejar soluciones ni determinaciones, pero agregando conflictos que desde la platea serán en un primer momento imperceptibles. El pasado les pesa a los cuatro implicados en esta historia, pero el director (también guionista) remarca cuadro a cuadro que lo que pasó ya no tiene vigencia, es irremediable. Mediante una particular corrección de color, Ceylan logra expresar el uniforme estado de ánimo de todos. Una obra que deja al espectador pensando sobre la inconveniencia de no reconocer las culpas y asumir las ajenas para evadir las propias. También movilizará la observación hacia el enquistamiento que provoca "el no hacer". Este filme representó a Turquía para el Premio Oscar y Nuri Bilge Ceylan ganó como Mejor Director en el Festival de Cannes 2009. Es una realización de cine de autor que seguramente agradará a los cinéfilos y a los espectadores seguidores de historias sobre heridas del alma que provocan conflictos familiares.
Lemuel Gulliver es un personaje creado por Jonathan Swift en 1726. Se trata de un médico cirujano, muy culto, aficionado a aventureras travesías marinas en cuatro de las cuales vive extrañas experiencias. Swift “disfrazó” de novela para niños a una ácida crítica al reinado de Jorge I de Inglaterra al describir, en el primer viaje, a dos reinos de seres pequeños que están en pie de guerra por un insignificante motivo y donde Gulliver es un ser inmenso. En el segundo viaje el autor se animó a criticar a la autoproclamada magnificencia de la Reina, al ubicar al médico en un país de gigantes donde él es un ser diminuto. La novela fue llevada por primera vez a la cinematografía en el año 1939 por Dave Fleischer, en la que se respetaba el sentido de la historia aunque fue filmada con soporte de dibujo animado y la voz de Sam Parker (ver Información complementaria). Más reciente, del año 1996, es una versión televisiva que realizó Charles Sturridge con un elenco multiestelar conformado por figuras de primerísimo nivel actoral, en la que se hicieron algunas adaptaciones a la historia original sin desvirtuarla en su esencia (ver Información Complementaria). En 2010 Rod Letterman terminó de rodar una nueva versión cinematográfica a la que los guionistas Joe Stillman y Nicholas Stoller con un innecesario afán de actualizar, alejaron casi por completo de lo que escribió Swift. Se ha conservado el mar y sus furiosas tormentas, el reino de Lilliput y sus enemigos, muy fugazmente el reino de gigantes Brobdingnag y nada más. En esta oportunidad Lemuel Gulliver es un empleado sin ninguna categoría de una importante editorial neoyorquina, con una personalidad tan diminuta que es vapuleado hasta por los nuevos empleados de la firma. Además está enamorado de la editora de la Sección de Viajes, pero su apocado carácter le impide declararle su amor. Finalmente se anima a acercarse a la dama en cuestión y como consecuencia ella lo envía en una misión periodística al Triángulo de las Bermudas, donde una tormenta lo arrojará a las playas de Lilliput y comenzarán sus singulares aventuras. La trama principal tiene como base argumental la endeble personalidad de Gulliver y su modificación es el soporte de toda la historia. Las subtramas son confusas debido a las adaptaciones que han sufrido. Los viajes son sólo dos que parecen nada más que uno. La princesa no está prometida al príncipe del país vecino sino al general lilliputiense aunque no está enamorada de él. El conflicto entre los dos reinos no es la elección de la canción de bodas de los príncipes, sino que está tan difuso que no queda claro su origen. Sin embargo el mensaje es fiel a la novela original. Gulliver es un gigante entre enanos y un enano entre gigantes, lo que da una sublectura referida a los países intervencionistas y corrobora la idea de lo innecesario de actualizar la historia que Jonathan Swift escribió hace cerca de 300 años. Y dentro de las “actualizaciones” el espectador puede ver directas referencias a los personajes de “Star Wars” (1977) y “Transformens” (2007), a la película “Titanic” (1997) con una alusión a la próxima secuela de la misma y, llamativamente, hay una “lluvia dorada” que puede interpretarse como una travesura del guión para no remitirla a otro género cinematográfico. Técnicamente está realización tiene un deslucido uso del chroma y los efectos digitales son casi imperceptibles, por lo tanto no se destaca en el aspecto visual. El famosísimo, en la actualidad, Jack Black en la piel del protagonista hace uso de todos los recursos de sobreactuación con los que tiene acostumbrados a sus seguidores, desde las primeras escenas el espectador entiende que está ante un personaje muy distinto al que se leyó en la novela o se vio en las versiones anteriores. Black, en muchas escenas hace recordar al personaje televisivo de dibujos animados Homero Simpson. El resto del elenco también sobreactúa, pero esto no es grave en personajes que piden una afectada composición. Aunque Chris O´Dowd como el General Edward se destaca al tener momentos de creatividad en un personaje bastante lineal en cuanto a la exigencia de elaboración. El espectador se encuentra ante un producto cinematográfico destinado directamente al público infantil, hasta tiene una moraleja en su final. Los niños pueden verla desde los seis años y seguramente los adolescentes también la disfrutarán.