Este filme, con el nombre original en inglés de “Hereafter” (otra vida) demuestra que ni siquiera para Clint Eastwood es fácil incursionar en lo fantástico. Ni tampoco es fácil con ese género complacer a los seguidores del director que, al endiosarlo, van a ver sus películas convencidos de antemano de la uniforme calidad de las mismas. Esta no es una mala obra cinematográfica. Aunque tiene muchas dispersiones es llevadera para el espectador. Y la temática que aborda es uno de los principales interrogantes del ser humano: ¿qué hay después de la muerte? Una cuestión que ha sido abordada por infinidad de guionistas, escritores y autores teatrales. La película comienza con un toque al estilo de Spielberg con impresionantes escenas de un tsunami, fenómeno que hace pocos años mató a miles de personas en Asia. Con esas gigantescas olas llega la muerte a la playa y metafóricamente une (desde el guión) casi todas las circunstancias con las que llega a los seres vivos. A algunas personas les llega sorpresivamente. A otras, las que tienen estertores, con un ronco zumbido. Muchas veces se la puede pronosticar pero siempre se espera que ese pronóstico sea fallido. Su llegada provoca un golpe casi imposible de evitar. Es una catástrofe “natural” ligada a la vida. ¿O sólo es un puente entre la vida y “otra” vida? Este es el planteamiento de la historia que comienza cuando una periodista, Marie, es alcanzada por las rugientes olas de un tsunami y por efectos de los golpes que recibe entra en coma (¿una muerte no definitiva?) y cuando despierta su concepto del significado de vivir o morir está lleno de nuevas preguntas. Paralelamente un niño llamado Marcus necesita elaborar el duelo por la muerte de su hermano gemelo en un accidente provocado indirectamente por delincuentes. Marie y Marcus recurren a George, un hombre no demasiado joven que posee la facultad de que con sólo tocar las manos de las personas puede visualizar episodios de la vida de las mismas que estuvieron ligados a la muerte. Una variedad muy particular, muy cinematográfica, de “mediumneidad”. Todos buscan respuestas, incluso el mismo medium, que se niega sistemáticamente a comercializar su “don”, quizá porque él mismo no encuentra respuestas para su vida y quiere regresar de la muerte espiritual que siente que lo alcanzó. En estas tramas, con el mismo tema subyacente que conponen una coral, se desarrollan superficialmente y con alguna distorsión subtemas tales como la desorientación ante el fin de una etapa laboral, la delincuencia que no vacila en asesinar de diferente modos, y con breves diálogos se implanta temáticamente la mentalidad de los médiums, el regreso de la muerte y la conexión entre hermanos gemelos, sin llegar a desarrollarlos. Las historias conforman un filme muy frío (no es metáfora sobre la frialdad postmortem), que no movilizan al espectador a buscar las mismas respuestas que buscan los personajes. Las actuaciones son muy convencionales. Seguramente eso sucedió porque los actores compusieron desde su memoria emotiva sobre un tema que generalmente se quiere olvidar. Es una realización bien filmada que entretiene en algunos tramos de su extenso metraje y en otros pasajes el espectador puede encontrar una cierta identificación existencial, si cree en esa línea de pensamiento. De todas maneras no llega al trhiller psicológico. Clint Eastwood buscó innovar en su carrera y lo logró. El riesgo es que sus seguidores cinéfilos no comiencen a desconfiar sobre lo que encontrarán en las futuras producciones de este director.
Enredados en un cambio argumental los guionistas salieron exitosos “Rapunzel” es un cuento de la serie de los Hermanos Grimm en la que casi todos los personajes son seres marginales llenos de buenas intenciones que luchan contra un solo eje del mal personificado por una bruja. Es una historia triste, ya que ninguno de los personajes, ni siquiera la bruja, la pasan bien ni por un momento. Pero los escritores, fieles a sí mismos, transformaron la leyenda popular de donde tomaron el argumento para darle un final feliz. El equipo de animación de Disney Company, al guionar la versión cinematográfica de este cuento lo cambió en su esencia y varió los perfiles psíquicos de los personajes dándoles un toque de liviandad aunque no de ligereza. Lo que se conservó fue el fondo argumental, pero esto dio lugar a algunos “enredos” que debieron resolverse sobre la marcha del proyecto. A la protagonista se la transformó en princesa y se le dejó su nombre, Rapunzel, pero éste no quedó en el título de la película porque la justificación para ello no figura en el guión. (Ver información complementaria). Al príncipe se lo cambió por un simpático ladrón. Se los rodeó de seres que viven con un halo de ser malvados, agresivos e inmisericordiosos pero que son dulces, cariñosos y fieles a los códigos de la amistad. Y todo transcurre en un hermoso reino donde reyes y súbditos viven esperanzados en que los malos momentos quedarán atrás. La Reina está a punto de morir de parto, pero se salva al serle administrada una poción hecha con una flor mágica que transfiere sus milagrosos poderes a la princesita que nace. Pero ésta es secuestrada por Madre Gothel, una bruja que sabe que para mantenerse joven eternamente necesita de la magia que fluye por los cabellos de la niña. La encierra en una torre y la aísla del mundo. Así transcurren 17 años hasta que llega Flynn Rider un ladrón que ha robado la corona de la Reina y que huye de sus ex cómplices a los que ha traicionado. La princesa Rapunzel y Flynn harán un pacto, él la acompañará a que descubra el mundo y ella le devolverá la joya robada que ha escondido en la torre. Pero Madre Gothel no dejará que todo sea tan fácil y aliada con los “malos” del pueblo interpondrá muchos escollos en el camino de los jóvenes. Es fácil adivinar el final feliz. Pero tampoco se espera que la historia finalice de otra manera. La trama se centra en la magia que se activa por los dorados cabellos de la joven cuando ella canta una determinada canción, pero el espectador se encuentra con interesantes y divertidas subtramas. Así se ven en pantalla hombres grandes, gordos, feos, casi ogros, pero que contienen buenísimos sentimientos y hasta talento artístico, al revés de la bruja que sólo ambiciona ser joven y bella y para conseguirlo no vacila en mentir, adular y agredir. Al metamensaje de que no hay que guiarse por las apariencias se suma el de que la belleza es efímera, por lo tanto también es fugaz su valor. Lo valioso está en lo que perdura, como la esperanza de los Reyes y súbditos en que la princesa perdida retornará algún día al reino. Hay un mensaje muy del siglo XXI en la mujer, la princesa en este caso, que con una fuerte personalidad cambiará el rumbo de su vida y la de un hombre (el ladrón) que tenía casi los mismos códigos de la bruja Esta producción de animación realizada con el sistema 3D muestra en pantalla un avance en el logro de la definición de expresiones de los personajes dibujados, y el movimiento de éstos está acompañado por los circunstanciales desplazamientos de la “escenografía”. Las canciones son bellísimas y sirven tanto de inducción como de incidencia. La canción final titulada “Algo quiero” es interpretada magníficamente por la colombiana Fanny Lu, ganadora del Billboard Latino 2009. En la Argentina se proyecta en versión hablada en español neutro. Un trabajo de doblaje muy bueno para los protagonistas. Rapunzel tiene la voz de la actriz mexicana Danna Paola, de tan solo 15 años, famosa en casi toda Latinoamérica por haber protagonizado en televisión la versión azteca de “Patito Feo”. Al ladrón Flynn Rider le puso voz el famosísimo cantante portorriqueño Chayanne, que ya incursionó mucho en el cine y tuvo un éxito notable en Hollywood .con “Baila conmigo” (Randa Haines, 1998). Pero se destaca especialmente la soprano mexicana Irasema Terrazas al doblar a Madre Gothel, su exquisita voz da tonos ajustadísimos y precisos, y cuando canta es un deleite para los espectadores que olvidan momentáneamente que interpreta a la mala de la película. Esta divertida obra cinematográfica de animación está destinada a adultos y niños que, debido a la agilidad del desarrollo, pueden verla desde los 3 años.
Luego que la segunda entrega de “Las crónicas de Narnia” recaudara una cifra que apenas superó su costo y Disney desechara la franquicia por ese motivo, parecía que no se haría una tercera entrega. Pero Walden Media en combinación con Fox tomaron el reto de rodar “Las crónicas de Narnia. La travesía del viajero del alba” que es la tercera historia de la saga que escribió el apologista cristiano C.S. Lewis. El escritor imprimió un fuerte tinte educativo a esta serie de cuentos mediante los bíblicos conceptos de valores humanos, aunque no dejó de mezclar algunos personajes con reminiscencias mitológicas griegas y escandinavas Las dos versiones cinematográficas respetaron escrupulosamente a los libros, y en esta ocasión también se lo ha hecho al seguir fielmente una historia que sigue el “viaje” de los niños hacia la adultez. Por lo tanto esta vez ya no están Peter y Susan. Ellos ya han crecido. La lucha entre el bien y el mal que se alojan en su propio interior deberán librarla Lucy y Edmund a los que se agregará su primo Eustace que aún vive con los arrebatos de la niñez. Los tres llegarán a Narnia y se reencontrarán con el ahora rey Caspian y juntos deberán buscar las espadas de los siete caballeros que han desaparecido. Para lograrlo deberán navegar tormentosos mares, llegar a la isla Oscura y transitar por selvas sorteando pruebas y combatiendo con simbólicos personajes. Las sucesivas batallas irán paulatinamente haciendo aflorar la bondad que reside en el interior de cada uno de los niños, y hacerles notar donde está su flanco espiritual más débil. Lucy deberá adquirir más seguridad en sí misma, Edmund tendrá que poner en claro el papel que quiere desempeñar en la vida, Caspián tiene que tomar conciencia del lugar que ocupa en el mundo y Eustace comprender que no es el único ser que existe. Tarea difícil les resulta crecer y hacerse cargo de sí mismos. Tienen muchos enemigos que vencer. Lewis lanza el mensaje de que si se pide ayuda y se evita el aislamiento se logrará llegar a otra etapa de la vida, aunque eso produzca lógicos miedos. Michael Apted como realizador ha respetado escrupulosamente el mensaje de fondo de la obra del escritor británico. Nos encontramos ante una película no tan esplendorosas como las dos entregas anteriores, pero con hermosos pasajes visuales realzados por el sistema 3D, sobre todo la entrada de los protagonistas a Narnia, la visión lejana de la isla Oscura y la danza marina de las Ondinas de cristal. El guión es bastante paradigmático, y tiene el acierto de alternar las escenas de acción con otras netamente humorísticas que dan por resultado una trama desarrollada con una agilidad que en ningún momento decae. Las actuaciones son correctas. Como generalmente sucede en las sagas literarias tradicionales llevadas a la cinematografía se ha puesto más atención a que los actores fijen la imagen del personaje de la mente del espectador mediante situaciones aisladas. Como ha ocurrió anteriormente los personajes digitales, especialmente el ratón Reepicheed, se llevan el destaque en todas las escenas en las que participan. Los efectos especiales no están en el mismo nivel de los que se vieron en las versiones anteriores, aunque no por ello dejan de atrapar al espectador como por ejemplo la larga escena del monstruo marino. El dragón es un poco elemental, pero resulta simpático y se integra a la historia sin desentonar. Se ha eliminado el peso argumental de dos personajes (Peter y Susan), pero se han agregado otros, así que seguramente Walden Media encarará muy pronto la preproducción de la cuarta historia, “Las crónicas de Narnia. La silla de plata” Los niños, en su mayoría, están más pendientes de las escenas de acción. La densidad del metamensaje y la forma en que está desarrollada la trama hacen que el espectro de edad de los espectadores sea más amplio, ya que los adolescentes también disfrutan de esta realización. Los adultos asisten a una proyección amena y a una superproducción que los complacerá.
A Jaques Tati se le desvaneció la ilusión del Music Hall Sophie Tatischieff le pidió a Sylvain Chomet que se hiciera cargo de llevar a la pantalla la historia que su padre, Jacques Tati, no había filmado. Se trataba del guión “Film Nº 4”, escrito en 1956 que estaba depositado en la Cinemateca de París. Chomet es un dibujante de historietas que también desarrolla la realización de cine de animación y que obtuviera con su obra “Las trillizas de Belleville” (2003) dos nominaciones al Premio Oscar. También ha incursionado en el cine de acción real al participar con el segmento “Distrito 7” en la película “París, je t´aime” (2005). Se comenzó el proyecto retitulando a “Film Nº 4” como “L´ilusioniste” y fue presentada como obra cinematográfica de animación en la Berlinale 2010. La historia, fue reelaborada en algunos aspectos para remarcar de manera extrema la nostalgia que Tati sentía por el género del “Music Hall” del que fuera destacado actor antes de dedicarse a la cinematografía. Chomet utilizó para dibujar al protagonista la imagen de Jacques Tati y también su verdadero nombre, no hay que olvidarse que el autor del guión lo escribió pensando que él mismo lo interpretaría. La acción está ubicada en 1959 cuando el ilusionista Tatischieff comienza a percibir que el Music Hall ya no tiene respuesta en los espectadores y que éstos cada vez son más escasos. Comprueba que en contraposición los grupos de “rock” llenan los teatros y rápidamente desplazan a los artistas de “varieté”. Decide proseguir con su carrera en Edimburgo y hasta allí viaja para presentarse en “pubs”. En el hotel en que se aloja también están otros artistas de “variedades”. Todos se resisten a aceptar que “su” género artístico está en plena agonía. La mucama del hotel, una joven a punto de convertirse en mujer, cree inocentemente que los trucos de Tatischieff son verdaderamente “mágicos”. Y cuando el ilusionista abandona la ciudad para trabajar en otros lugares, la muchacha lo sigue convencida de que la “magia” solucionará todos los inconvenientes que puedan presentarse en la vida. La relación entre el hombre y la joven está planteada como la de un padre que necesita proteger y una hija que necesita ser protegida. Ella comienza a descubrir las cosas “mágicas” de la vida y él ya sabe que en la vida no hay “magia” sino que la única alternativa para sobrevivir es afrontar la realidad. La historia en su trama y subtramas está bien contada, la expectativa por un final (que sea lógico) se mantiene a lo largo de todo el desarrollo. Aunque se haya utilizado la animación se ha respetado el estilo narrativo de Jacques Tati que se basaba en la acción visual, sin diálogos pero respaldándose en sonidos guturales y de ambiente a lo que sumaba la música incidental. El realizador Chomet trabajó técnicamente con efectos digitales fijos para las “escenografías”, y con animación manual para las acciones de los personajes con soporte ink “acuarelado” que da al espectador la plena sensación de estar viendo una obra contenedora de recuerdos que fueron muy valiosos para el autor del guión. Como un tributo (obviamente esperable) aparece una escena de la película “Mi tío” en la que se puede ver a Jacques Tati en el centro de la acción de la película que dirigió en el año 1958, considerada la obra emblemática de su carrera. Toda esta realización cinematográfica de animación está impregnada de una poética melancolía. Quizá sea más apreciada por los espectadores mayores de 50 años pero disfrutada por los de todas las edades.
La película “Tron” (Steven Lisberger, 1982) está considerada la primera película en la que se usó computación gráfica en la casi totalidad de su factura técnica. Si bien no fue un éxito comercial está apreciado como un film de culto por ser la realización que marcó el camino por el que se llegó a la realidad virtual tanto en cinematografía, video juegos y hasta, recientemente, en escenografía teatral. Además, originó muchísimos juegos de videoconsolas. La historia que contaba era bastante fantástica aunque muy novedosa, un programador llamado Kevin Flynn trabaja en una empresa donde uno de los dueños le roba sus creaciones. En busca de la forma de recuperarlas Flynn es accidentalmente absorbido (digitalizado) por un CCP y pasa a integrar la población virtual del mismo. Allí deberá luchar contra la tiranía que ejerce el mismo CCP. La secuela que llega en 2010, que es la que se comenta, comienza cuando el hijo de Kevin, llamado Sam, investiga la desaparición de su padre, y a partir de una señal que supone le es enviada por su progenitor se introduce digitalmente en el mismo programa de computación en el que su padre vive desde hace 25 años y se encuentra con él. Ambos lucharán contra un ya conocido enemigo, el tiránico CCP, esta vez con todos los recursos que la tecnología digital pone a disposición de, obviamente, los dos bandos. Es notorio en esta secuela que a pesar de los avances tecnológicos que no sólo están a disposición de los personajes sino también de los guionistas, realizadores y técnicos, ya no resulta una historia muy novedosa, aunque sea utópica, sobre todo porque con leves diferencias es usada como soporte argumental en innumerables video juegos de internet. Es rescatable la banda sonora y también la labor actoral de Jeff Bridges como Kevin Flynn, aunque ha tenido 25 años para recrear su personaje, quien se encuentra en la cima de los “casi indiscutibles” de Hollywood, y su caracterización juvenil digitalizada resulta lógicamente artificial (la tecnología no da para más, por ahora). Garrett Hedlund, como Sam Flynn, el protagonista, usa como recurso de composición el posar de manera rebuscada de forma permanente, al mejor estilo de los modelos de pasarela de modas. Consciente de su prestancia visual se muestra muy seguro al ser el centro de un cuadro casi coreográfico muy sensual junto a varias mujeres virtuales (aunque fue realizado con actrices). El argumento es apuntalado acercándolo varias veces a situaciones que resultan bosquejos eróticos, algo que suele ser un recurso en la programación de muchos juegos cibernéticos. Hay en el argumento una débil reminiscencia a “Star Ward” (George Lucas, 1977) que regresará muy pronto a las pantallas en 3D con Jedi incluido. Y precisamente lo que llama la atención en esta secuela de “Tron” es que más de la mitad está realizada en sistema 2D y la otra parte en 3D, se anuncia al comenzar la proyección que se lo ha hecho intencionalmente. Por lo tanto intencionalmente se le ha sacado la mitad del atractivo visual que podía tener. De todas maneras puede resultar muy apreciada por los adeptos al Cyber donde tanto los buenos como los malos deben ganar o desaparecer (literalmente). También los cinéfilos del género de ciencia ficción e historias fantásticas encontrarán lo que buscan en esta obra cinematográfica.
Berlín llama con música techno Hannes Stoehr con nada más que 30 años tiene ya en su currículum siete exitosas realizaciones entre las que se destaca la trilogía “Berlín”, compuesta por “Berlin is in Germany” (1999), “One Day in Europe” (2005) y “Berlin Calling” (2008), ésta última el motivo de este comentario. A las pantallas comerciales argentinas llega con un poco de retraso si bien se la exhibió en el último Festival de Cine Alemán realizado en la Argentina. No sólo no ha perdido vigencia sino que la historia tiene muchos puntos en común con la vida de algunos músicos y DJs argentinos contemporáneos. La trama principal de esta película se centra en Martín Karow que para su profesión de DJ-compositor de Technomusic- ha adoptado el nombre de DJ Ikaurus, y pasa la mayor parte del tiempo en viajes para presentaciones personales y componiendo electrónicamente los cortes que integran sus álbumes musicales. El ritmo del que están impresos sus días es vertiginoso, a los extenuantes tours se suman las exigencias de la empresa discográfica que edita sus obras, una deficiente relación familiar y la frenética reiteración de los metálicos compases emitidos por sintetizadores, secuenciadores y máquinas de beat que martillean todo el tiempo su cerebro hacen que la única contención que representa Mathilde, su novia, no sea suficiente y recurra a sostenerse física y anímicamente con una gama muy diversa de drogas incluidas las de diseño. Perseguido vorazmente por los dialers, algo que le sucede a casi todos los muy famosos, sucumbe una y otra vez al consumo indiscriminado de sustancias hasta que una sobredosis lo manda a un “mal viaje”, lo desconecta de la realidad, lo pone al borde la muerte y lo deriva a una internación de rehabilitación. Todo el desarrollo del guión demuestra una exhaustiva observación de lo que sucede en la profundidad del DJ-clubbing europeo desde hace décadas, aunque el auge del techno lo haya hecho más evidente en el tercer milenio con estrellas tales como Steve Bug o Sascha Funke quienes, acertadamente, aparecen en cameos en esta película lo que desmiente que se trate de sus propias biopics. Un nocturno mundo donde prevalece la creación musical. Prevalencia que a su vez es utilizada para justificar que se evite mencionar el alto consumo de drogas que se hace en ese ámbito. “Lo más importante es la música” es un slogan tan reiterativo como los sones que se escuchan desde los parlantes. Hay en esta obra cinematográfica varias subtramas pero dos de ellas son desarrolladas con precisa sutileza para que no sirvan de completo justificativo al accionar del protagonista. Una, es la endeble relación que Ikaurus mantiene con su padre, un pastor protestante. La otra, la precaria situación laboral de su hermano en una Alemania integrante de la Comunidad Europea. Además encontramos otras subtramas que confluyen en la trama principal y muestran la inmediatez con la que las discográficas manejan el negocio musical, la aceptación de relaciones sexuales diversas y el sistema de tratamiento de rehabilitación de los adictos en neuropsiquiátricos alemanes. La música techno de Paul Kalkbrenner es excelente. Cuando Hannes Stoehr le pidió a Kalkbrenner que compusiera la banda musical del film, le entregó un guión que entusiasmó tanto al artista que terminó por interpretar al protagonista DJ Ikaurus y está película marca su debut actoral. Paul Kalkbrenner demuestra con su trabajo que además de buen músico es buen actor. Se destaca Rita Lengyel, como Mathilde, la novia bisexual del protagonista. Posee esta actriz y directora alemana una presencia cinematográfica en pantalla que realmente impresiona al espectador, su actuación demuestra una íntima interrelación con el personaje originada en un meticulosa construcción del mismo. También es muy buena la actuación de RP Kahl como Erbse, el dealer tan odiado como requerido por todos. El desarrollo de la película es ágil, si bien toca un tema duro pero real. Puede algún espectador sentirse remitido a películas que tocaron el mundo de la música y sus “submundos” ligados a las drogas como “La Rosa” (Mark Rydell, 1979), “The Doors” (Oliver Stone, 1991) o “Lasts Days” (Gus Van San, 2005) pero estos filmes eran biopics, que luego fueron discutidas por el distorsionado enfoque dado a la vida de los protagonistas en pos de un mensaje aleccionador. Felizmente en “Berlin Calling” Stoehr no pretende adoctrinar ni redimir con un metamensaje aunque el conflicto central está desarrollado en profundidad. Los adeptos a la música techno disfrutarán al máximo de esta película. Los cinéfilos gozarán de un film bien hecho, bien dirigido y bien actuado. Los espectadores en general tendrán a su disposición buena música y buena cinematografía.
En Kelly Reichardt el arte prevalece sobre el entretenimiento La cineasta Kelly Reichardt participó de la edición de BAFICI 2009 donde pudo verse su producción (incluidos sus cortometrajes). Ese festival es el adecuado contenedor de obras cinematográficas con el estilo “reichardtiano”. Sus minimalistas realizaciones son fieles exponentes del cine Indie que se caracteriza, en la mayoría de las producciones, por los minuciosos trabajos actorales debidos, quizá, a la casi completa libertad de creación de la que gozan en este género los intérpretes. Es lo que sucede en la obra que se comenta donde se ve un magnífico trabajo de Michelle Williams, una actriz que usa su expresión corporal en función exclusiva del personaje sin recurrir a ningún clisé y logra composiciones singulares. Williams estuvo nominada como Mejor Actriz de Reparto por su participación en “Secreto en la montaña” (2005), y aquí demuestra que está preparada para disímiles desafíos interpretativos (se anuncia que interpretará a Marilyn Monroe en 2012). Esta vez se mete en la piel de Wendy, una mujer que está llegando a las fronteras de la juventud y recién ha decidido “hacer algo”. Por lo tanto emprende un larguísimo viaje a través de los EE.UU. para llegar a Alaska en la temporada de manufactura pesquera y poder ganar el dinero que le permita “vivir”. Solamente se lleva a Lucy, su perra de raza mixta, y unos poquísimos dólares que se le irán rápidamente por los contratiempos a los que deberá hacer frente. La historia está basada en un cuento de Jon Raymond, que también fuera autor del cuento base argumental de la anterior obra de Reichardt (“Ol Joy”, 2006). Raymond ha escrito un “cuento corto” donde literariamente se plantean situaciones que llevan los sentimientos al límite y se deja al lector construir las historias previas y posteriores de los personajes. Eso está plasmado de forma evidente en esta realización, pero el espectador puede quedarse con la impresión de que no alcanzó el argumento para tanto metraje. En esta historia suceden pocas cosas a lo largo de casi hora y media de proyección, y lo poco que pasa se ve tan habitualmente en la vida real que al espectador puede llegar a parecerle reiterativo a fuerza de ser lo único que ve en pantalla. El pretendido cierre final (que no lo es del todo) es abrumadoramente previsible. Si bien la mayoría de los diálogos y las situaciones tienen un contenido muy emotivo y ponen adecuadamente a esta realización dentro del marco del cine arte, pareciera que sólo están dirigidos a seguidores de ese género y no a todos los que concurran a la sala cinematográfica. Por lo tanto, comentar está realización en “El rincón del cinéfilo” es susceptible de una doble calificación. Aunque este cronista es partidario de no poner ninguna. Por un lado esta obra cinematográfica seguramente resultará buena para los cinéfilos del cine arte. Por el otro, a la sala también concurrirán espectadores que además de emocionarse buscarán entretenerse y esta vez no lo conseguirán.
Finalmente el concurso del INCAA denominado “Historias Breves” parece haber logrado una frecuencia anual y ha presentado su sexta edición con el largometraje colectivo que integran los nueve cortos ganadores de 2010. Las primeras ediciones de este concurso catapultaron hacia su primer largometraje a muchos de los directores que ahora integran el grupo de realizadores del Nuevo Cine Argentino. Adrián Caetano, Bruno Stagnaro, Daniel Burman, Lucrecia Martel, Gregorio Cramer, Sandra Gugliotta, Santiago Loza, y Jorge Gaggero han sido ganadores en algunas de las ediciones anteriores. La mayoría de los nombrados manejan muy bien la parte técnica pero tienen dificultades para contar historias y, salvo Stagnaro y Gaggero, les resulta difícil la dirección de actores. En esta 6ª Edición de “Historias Breves”, vuelven a ser notorias estas deficiencias de los directores que aspiran a desarrollar su carrera dentro de los circuitos cinematográficos. La mayoría de las historias son previsibles en su desarrollo o no son contadas cinematográficamente de manera adecuada. Pareciera que muchos de estos nuevos realizadores siguen con la línea directriz que usaron cuando eran estudiantes en sus cortos curriculares o de tesis, han estado más pendientes de poder demostrar que saben hacer planos, contraplanos o secuencias y que se note su preocupación por incorporar música, arte e iluminación pero se han ocupado muy poco por contar algo al espectador que, en definitiva, es el destinatario del producto. Escapa a lo señalado y se destaca el cortometraje “Rosa” que dirigió Mónica Lairana, que ya fuera presentado en varios festivales donde obtuvo premios y llegó a participar del Festival de Cannes. La directora utiliza mayormente planos fijos para escenas que describen situaciones de un día que equivale a una vida. Mónica Lairana tiene una importante formación en actuación y se le nota, por lo tanto es evidente en la pantalla que directora y actriz (Norma Argentina) construyeron, conjunta y magníficamente, al personaje de una mujer que, aunque eventualmente esté acompañada, siempre está sola. También realizó una buena labor el director Lucas Schiaroli; quien con “Arbol” desarrolla una trama angustiante con buenas labores de un elenco integrado por Néstor O. Rosso, Ana M. Farías, Ana Laura Ré y Octavio Martín Ré. Posee este corto un excelente trabajo de arte de Sofía Kenny, además de una acertada iluminación que no se desmereció a pesar de la lógica diferencia de resolución visual como consecuencia del paso del formato de fílmico a DVD de la copia que se proyectó a los críticos. Michelina Oviedo y Paula Romero Levit para “5 velitas”, con una atractiva historia estructurada de manera clásica, optaron por trabajar con un equipo integrado por profesionales de trayectoria tanto en lo técnico como en lo artístico. Esto último implica un riesgo. Es sabido que los actores con experiencia están capacitados para armar las situaciones en las que el director no logra imprimir su estilo, así es dable ver en éste cortometraje dos escenas que “son” Rita Cortese y otra escena, precisamente la que remata el final, que “es” Alejandra Darín. Dos buenas actrices que sin desbordes ni divismo pero afirmadas en sus sólidas trayectorias resolvieron las escenas. Generalmente se considera que las películas son del director y no del actor, en este cortometraje puede verse la excepción a la regla. Es importante contar en la cinematografía argentina con este concurso que impulsa a noveles directores a llegar a trabajar de manera profesional, deben para ello además de tener, lógicamente, un guión para filmar, ocuparse de administrar la financiación de la producción (el INCAA les provee de $ 100.000), el trabajo debe ser hecho en el formato fílmico de 35 milímetros (en la próxima edición se permitirá usar el soporte digital), supervisar los procesos técnicos habituales en toda realización cinematográfica, pre y post produccción y, fundamentalmente, pagarles a todos los que trabajaron en el proyecto. Es el paso para que el amateurismo y las tesis queden atrás. En este largometraje colectivo hay disparidad en la calidad de los cortos que lo integran, por lo que la calificación puede ser ambigua. Hay mucha diversidad, desde directores que pensaron muy poco en atrapar el interés del espectador, otros que tuvieron el objetivo de entregar un metamensaje, algunos que prefirieron lucirse técnicamente y otros que contaron una historia desde un particular estilo narrativo.
Bellochio muestra que los santos no sólo producen milagros Marco Bellocchio se educó en un colegio de sacerdotes salesianos y cursó, a nivel universitario, Filosofía Religiosa por lo tanto conoce a fondo a la Iglesia Católica Apostólica Romana, tanto en los objetivos de esa institución como en los procedimientos que utiliza para lograrlos. Bellocchio comenzó a dejar en su producción la impronta anticlerical cuando realizó “En el nombre del padre” (1972) y ya era notorio, de anteriores producciones, su característico estilo de crítico social enraizado en evidentes coincidencias con las políticas izquierdistas que tienen como una de sus bases declaradas a un fuerte anticlericalismo. Llega a las pantallas argentinas, a ocho años de su rodaje, la obra que se comenta que sin embargo no ha perdido vigencia y fuera ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2003. Esta realización fue estrenada en España, y en algunos países de habla española, con el título de “La sonrisa de mi madre”, bastante apropiado para el conflicto argumental que presenta el guión. La historia que cuenta es la de Ernesto, un pintor e ilustrador, agnóstico, separado de su esposa con la que mantiene una buena relación y padre amantísimo de su único hijo. Su vida se ve alterada cuando sorpresivamente le anuncian que su madre será canonizada. De allí en más se verá envuelto en situaciones que bordean lo bizarro, pues su burguesa familia materna armó una compleja interpretación de la muerte de su progenitora para poder hacer que la misma llegue a ser proclamada santa y obtener los beneficios que ese status les brindará a todos los familiares de la mujer, incluidos sus hijos, claro está. Ernesto, con creencias muy alejadas de la fe religiosa, tendrá que enfrentar a ese sistema corrupto si quiere mantener sus convicciones. En el plan de lograr la santidad de su madre también están envueltos Cardenales que nunca revelan los verdaderos motivos por los cuales están tan interesados en que se logre que esa mujer llegue a ser venerada en los altares. Con un contenido conceptual de esta naturaleza podría pensarse que el desarrollo es denso pero no es así. Bellocchio le impuso agilidad a la trama al dotarla de escenas de un humor que logran de manera amena comunicar al espectador lo que el cineasta quiere entregarles. Quizá tendría que haber cerrado de manera más contundente dos de las subtramas, una es la que presenta a un duque “anti Papa” pero con las mismas incongruencias de los Jefes del Vaticano, y la otra, a una mujer que se convierte en amante del protagonista simbolizando los fantasmas que lo rodean El espectador encontrará que el cineasta le entrega una historia entretenida, llena de escenas irónicas planteadas desde lo absurdo que lo harán sonreír respecto de un tema sobre el que se conoce muy poco, como es el de la canonización dentro de la Iglesia Católica y los beneficios, no demasiado “santos”, que suelen lograrse con ese procedimiento. Los años que pasaron desde que fuera estrenada esta obra (en 2002) han hecho que su metamensaje esté un poco deslucido, ya que 2005 murió Juan Pablo II, que proclamó 482 nuevos santos durante los 26 años que duró su Pontificado, convirtiéndolo en el mandato eclesial con más canonizaciones de toda la historia vaticana. Quizá el mensaje sea discutible. En un momento en que en la Argentina se comentan las opiniones del escritor colombiano Fernando Vallejos respecto al carácter empresarial de la Iglesia, esta obra puede provocar muchos debates como sucedió en Europa. Es posible que eso sea lo que Marco Bellocchio buscó cuando decidió revelar los manejos subterráneos que puede haber en las interpretaciones del Derecho Canónico. Lamentablemente la copia que se ofreció en la proyección a la que asistió este cronista era defectuosa e impidió apreciar en plenitud la factura técnica de esta obra cinematográfica que tiene un excelente contenido.
Marcelo Charras, guionista de televisión fue también asistente del director Víctor Maytland. La primera intención del realizador fue la de rodar un documental, pero finalmente optó por una historia de ficción basada en algunos puntos clave de la vida de quien es la leyenda viviente del cine pornográfico en la Argentina, aunque sea originario de la Banda Oriental del Uruguay. El resultado ha sido una historia que no encuentra una definición del personaje y cuyo mensaje puede pasar inadvertido por carecer de contundencia narrativa. Esto también ocurre, como efecto deseado, en las producciones del género pornográfico, tanto en la Argentina como en el resto del mundo, donde las intenciones temáticas de fondo son minimizadas por las escenas de sexo explícito que, lógicamente, no poseen contenido argumental. Este el primer punto de conflicto en la trama principal. Maytlant (interpretándose a sí mismo) busca financiamiento para hacer una película que desarrolle un argumento con profundidad y que también contenga escenas sexuales. Su productor le remarca que los seguidores del género sólo quieren ver a los actores mientras tienen sexo y poco o nada les interesan las historias que puedan contarse. Paralelamente Charras muestra la relación del protagonista con su hijo. ¿Con cuántas preguntas sin animarse a manifestar puede vivir el hijo de un pornógrafo? ¿De qué manera el padre con esa profesión puede responder? Estas son cuestiones que mucha gente se hace. Llega el turno después a los actores que participan de estos filmes. Algunos pueden ser “fetiches” del director, otros mantendrán una mala relación con sus compañeros a pesar de tener sexo con ellos delante de la cámara. La conclusión del protagonista es de que el género de la pornografía ya casi se ha extinguido (certeramente la película que quiere realizar se titula “Exxxterminio”). En la era de internet con sus programas que permiten bajar al usuario la película que desee, a lo que se suma el porno amateur y la piratería, no es del todo descabellado pensar que la pornografía, como industria de películas de exhibición en salas, tiende a desaparecer,aunque ya existen otras alternativas (Ver en Información Complementaria). Y aquí se puede mencionar una subtrama inverosímil de la realización que se comenta y que es la del hijo del protagonista, de menos de treinta años, que realiza una infructuosa búsqueda de una copia de “Las tortugas mutantes pinjas” (1990). El guionista no tuvo en cuenta que ese filme se puede bajar de varias webs especializadas y que los jóvenes saben hacerlo fácilmente. Las actuaciones son desparejas, se luce Adrián Martel con el personaje del Productor que parece haber sido hecho a su medida. Víctor Maytland, como él mismo, sobreactúa. La labor más destacable es la de Francisco Trull como el hijo del protagonista.. Se ven en pantalla escenas de “Cosecha de lujuria” (2003) y de “Expedición Sex” (2003), realizaciones de Maytlant, y también de la mencionada sobre las tortugas mutantes que está considerada la primera película pornográfica argentina, aunque no lo sea. Marcelo Charras no ha podido darle un ritmo a su trabajo y su realización parece dirigida hacia la curiosidad que sienten los seguidores del género pornográfico, y las fantasías que en ellos provocan los actores y directores que participan del mismo. Y esa es la base para una calificación de esta obra cinematográfica.