Agujero negro ¿Qué es lo terrorífico de esta propuesta? ¿Dónde reside la sangre, la violencia; aquello que produce espanto en este film español? La respuesta reside en el personaje central, un siniestro e infeliz portero que a pesar de tratarse de una figura repulsiva consigue por momentos generar empatía a partir de su fragilidad. Por otro lado también reside en el temor que genera la violación de la intimidad, algo que hemos presenciado en otros thrillers o films de horror. Pero la cuestión aquí está en cómo lo perfila Jaume Balagueró, director que parece volver a trabajos como Frágiles antes que REC y encuentra en la sugestión y el terror psicológico el terreno más seguro para asustar. Y en buena parte lo logra. La película gana en el suspenso y en esa criatura frágil e inmaculada que es Clara (Marta Etura), a merced del monstruo que es César (Luis Tosar). El relato juega con opuestos radicales y permite que conozcamos cómo el monstruo va invadiendo la vida de esa joven que ha cautivado su atención. En el medio, un colorido grupo de inquilinos se presenta como la posibilidad de ver a César en su cotidianeidad, siendo a pesar de todo un aporte poco explotado debido a la necesidad de ir de un polo al otro. Se trata de un film que no teme irse a los estereotipos para contar su historia, pero en esta elección los personajes también pierden en relieve. Así, tanto Clara como César se vuelven previsibles en algún momento. El suspenso reside en un prolijo trabajo de fotografía, con escenarios opresivos que encuentran sólo un contraste en el apartamento de Clara (obviamente luminoso) y en el uso de sonidos siempre latentes dentro de la escena, que nos dan el clima necesario. Pero además de esta prolijidad técnica está la inteligencia en la dosificación de la violencia: hay una sola escena violenta, y esa alcanza para liberar la tensión del film, llevándonos a reconocer los límites de César. Aquí está el mayor acierto de la película, en cómo la invasión progresiva llega a un feroz punto final que afecta a todos los personajes. Entonces, si se las promocionaron como peli de terror y planean ver algo por “el director de REC” o en la línea del terror norteamericano que se ve últimamente en las salas no elijan esta película. Se trata de un prolijo thriller con toques de suspenso, donde el horror se queda en lo implícito antes que lo explícito. Por eso no deja de ser recomendable.
¿Dónde están esos vampiros, ahora? Quien crea que va a ver algo en la línea de Van Helsing, con esa carga de cine de acción vertiginoso y vampiros, sepa que eso está en Abraham Lincoln: cazador de vampiros, la nueva propuesta del director de Se busca. Por eso la película nunca decae por completo, porque a pesar de sus defectos, Timur Bekmambetov es un buen director de acción. Pero si es una propuesta apenas mediocre, es porque al igual que en Se busca surgen algunos problemas de guión que afectan la totalidad de la película. El film presenta un relato donde la figura histórica caza vampiros, perseguido por una convicción que tenía desde su niñez. Lo que pasa luego es el momento en que vemos cómo nuestro personaje va de su infantil venganza a un enfrentamiento con las fuerzas oscuras en su totalidad. Hasta aquí, todo parece ordinario, pero hay una vuelta de tuerca interesante: aparece en primer plano el paralelismo político, con el vampirismo asociado a la esclavitud y Lincoln a, como no, la libertad. La evolución del personaje está asociada a su vida, convirtiéndose en un largo trayecto a su ascenso político. El paralelismo es grosero y maniqueo (Sur = malo / Norte = bueno), pero si se piensa en las contradicciones que atraviesa el personaje, uno entiende que es una película que toma fuerza en su protagonista. Sin embargo hay una evolución muy marcada del tono de la película, moviéndose bruscamente de la acción al drama, y acá es donde comienza a descompaginarse todo. Benjamin Walker (Abraham Lincoln) parece moverse cómodo, al igual que el cineasta, dentro de la acción pero no en el drama. Hay una serie de elipsis torpes y elementos que aparecen sin contexto alguno, además de secuencias con un intenso y grave tono dramático para las cuales no se genera ni la más minima empatía. Esta distancia obedece a un registro que ya no tiene continuidad alguna con el tono que venía teniendo la película ni desde lo técnico, ni desde lo actoral, generando un film desprolijo al que no lo salva siquiera su electrizante clímax en la secuencia del tren. En todo caso, más allá del entretenimiento eventual que ofrece, cabe preguntarse dónde, bajo qué forma, viven esos vampiros esclavistas ahora.
Nada nuevo bajo el sol Contar la misma historia no es el problema, el problema está en cómo se encara, en dónde está la novedad, el toque distintivo del creador. Con Amigos intocables estamos ante un caso así, pero eso no quitará que quizá encontremos que la pasemos bien viendo algunos pasajes: a pesar de su extensión, a la cual le sobran minutos, tiene el ritmo necesario para entretener. Y sin embargo, esos fragmentos de algún buen diálogo o situación se diluyen porque ningún personaje adquiere un relieve a la altura de lo planteado en la película. Seamos claros: ¿vieron cuando en una película se plantea “esto no puede pasar” o “esto no puede ser”? Es porque el relato no ofrece ni insinúa de manera directa o indirecta que la interacción entre los personajes resulta coherente. Parece fácil advertirlo, pero es increíblemente complejo. Aquí lo que falla es el núcleo de la película: la relación entre Philippe y Driss no cuenta con un desarrollo verosímil, se asienta en momentos y situaciones que no tienen ningún puente. Esto da lugar a que los momentos más interesantes descansen en el tono cómico de alguna situación o el contexto que rodea a Driss, secuencias donde aparecen los planos más creativos. Por otro lado, encontrarán que el resto de los personajes son apenas identificables: funcionan como excusa, como meros acompañantes. En definitiva, Amigos intocables es apenas una película anecdótica que se dispara sobre un caso real pero que, gracias a la “magia” del cine, pierde cualquier cuota de realidad o verosímil posible.
Amistades peligrosas A veces el planteo de una película parece escaparse en algún momento de lo que era inicialmente. Como si los personajes se olvidaran de lo que eran al principio o las situaciones se esfumaran del film para seguir una continuidad arbitraria. No descubro nada aclarando que eso es lo que no debería suceder con un guión o relato, y de eso es un buen ejemplo Plan perfecto. Esta comedia, que tiene algunos diálogos memorables, cae en una unidad caótica donde la historia de nuestros personajes aparecerá inevitablemente fragmentada, disolviendo los aciertos de la opera prima de Jennifer Westfeldt. Pero empecemos a desentrañar esto: tenemos un grupo de amigos que tras una breve introducción donde vemos lo unidos que son, se encuentran unos años después todos con hijos, excepto dos (Jason y Julie) que no logran estabilizarse en sus relaciones lo suficiente. Entonces piensan que quisieran tener un hijo sin sufrir el desgaste que ven en las otras parejas de amigos, y hacen un arreglo para tener un hijo de forma calculada, sin que eso los sostenga como pareja. La idea es tener un hijo sin el compromiso de la convivencia, permitiéndose encontrar el amor en otras personas. El giro no tiene importancia porque está prácticamente anunciado: lo importante es cómo se llega a ese punto inevitable. Y aquí es donde parecen desaparecer arcos narrativos y personajes secundarios sin que sepamos qué fue de ellos o cómo nuestros protagonistas superaron esa situación. Pero no son todas sombras: algunos diálogos levantan interrogantes legítimos sobre convenciones sociales, el paso del tiempo o la búsqueda de integridad en la vida. Aparecen temerosamente en momentos aislados de la película, pero cuando aparecen, resultan gloriosos. Desafortunadamente, los personajes secundarios que dicen las líneas no están tan bien compuestos: sus apariciones parecen estar destinadas a ser un ejemplo que induce a nuestros protagonistas a evitar tener hijos. Son unidimensionales y su participación resulta cada vez más limitada con el paso de los minutos. Lo que parece plantearse en un comienzo como coral queda en eso, promesas, desperdiciando el talento de figuras como Kristen Wiig o Maya Rudolph. Con la cantidad de películas que hay en esta línea se me ocurre que el atractivo puede residir en los diálogos y en que, después de todo, esta es entretenida y el público no la va a pasar mal. Sólo vayan con la idea de que los personajes que ven cuando empieza la película no serán los mismos cuando finalice.
Fosa séptica Llevar un caso emblemático como este a la ficción siempre es algo conflictivo y resulta una jugada de riesgo. El contexto de un caso como el de “El loco de la ruta” obliga a pensar la película en función de aquello que ocupó a diarios y noticieros a lo largo de varios años, sin que haya habido una resolución del caso. Sólo indicios. A esos indicios se aferra La plegaria del vidente, basada en la novela del mismo nombre de Carlos Balmaceda. El film es un policial negro y funciona dentro de esa lógica, aferrándose a estereotipos conocidos para explotarlos en un marco como la ciudad de Mar del Plata. La tensión y el suspenso se sostienen gracias a un nivel actoral convincente -a pesar de los altibajos- y un apartado visual donde se luce cierta atmósfera de opresión que recorre todo el film. Los problemas comienzan a aparecer cuando el relieve de los personajes roza la parodia o los diálogos se tornan reiterativos -y sí, “hundirse en la mierda” aparece en varias ocasiones-. Eso sin mencionar la resolución que, en su ambición por atar todos los cabos sueltos, apunta una hipótesis bastante inverosímil. La plegaria del vidente es una película que tiene la virtud de enganchar en función de conocer la resolución de la historia de “El vasco” antes que el caso en general, y eso es fortuito porque es donde se advierte una falencia que va a frustrar a más de un espectador. No le faltan atributos, pero donde más se podría explotar la originalidad, el relato cae hasta el poco interesante final, haciéndola una apuesta audaz por el género a nivel local donde las desprolijidades terminan atentando contra sus virtudes.
Baby express Seamos claros desde el comienzo, Un suceso feliz es una película entretenida. No se van a aburrir y es fácil sentirse cercano a nuestros personajes. El problema es que más que los personajes, lo que conmueve son las situaciones. Estando ante un tema sensible como el embarazo, lógicamente relacionado con la existencia de cualquier ser humano, el tema toca muy de cerca. Pero, una sumatoria de situaciones bien pensadas, diagramadas y dirigidas de una forma correcta no hacen a una película. El relato no confluye de ninguna forma con los personajes y cuando parece que tienen una interesante comedia romántica inmediatamente surge el drama, pero no el drama que veríamos saludablemente en alguna comedia dramática, sino una serie de pozos profundos y reflexivos sin ningún tipo de conexión con el resto de la película. Es decir, para entender esta película televisiva sin ningún tipo de riesgo visual, salvo en algunos coqueteos con la animación o la metáfora que aparecen tan fragmentarios e inconexos como el relato, tenemos que saber que sólo es una suma de situaciones. En las causas del embarazo tenemos los riesgos visuales, la comedia romántica amable, y en sus consecuencias tenemos ocasionalmente una comedia y luego un drama y un melodrama denso, muy denso. En el medio Louise Bourgoin y Pio Marmai, dos intérpretes que evidentemente tienen el ritmo para el género, intentan sostener situaciones que a medida que nos acercamos al desenlace se tornan más inverosímiles. Entonces… ¿vale la pena ver Un suceso feliz? Si vieron cualquier comedia o drama sobre la temática no, no pierdan el tiempo, la película tiene sus momentos pero no alcanza para que estén sentados más de una hora y media viendo algo que probablemente ya vieron en otro lugar. Quizá, si sólo fuera un videoclip, o si el poder de síntesis pudiera definir qué tipo de película se pretende, lo valdría. Pero si no vieron nada o les gusta ver cine en torno a esta temática no es una película aburrida, sólo mediocre.
La supervivencia es lo que importa Finalmente se estrena en el circuito comercial el ganador del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de 2010: Essential killing, de Jerzy Skolimwski. El film es el traslado y huída de un prisionero, que queda varado en medio de un paisaje nevado y debe sobrevivir. Es eso, con mínimas explicaciones y palabras, pero es mucho más a partir de todo lo que deja connotar esa situación, en apariencia, misteriosa. Hay muchas capas de interpretación más allá de que se puede sintetizar como los intentos desesperados de un hombre (interpretado por Vincent Gallo) por sobrevivir. El relato comienza “in media res”, en el medio de un hecho sin contexto alguno, donde nuestro protagonista huye desesperadamente a través de un cordón montañoso de, suponemos, Afganistán, aunque no sean las precisiones geográficas algo indispensable para comprender el film. El continente, el territorio en el relato es el individuo y su entorno, cómo interactúa con ese entorno. Hay una construcción kantiana donde intuimos los elementos que se aparecen a priori, pero esta construcción no resulta completamente fluida y es más bien forzada para que aparezca la problemática moral que Skolimowski busca: en su huida desesperada escuchamos, antes de que nuestro protagonista mate necesariamente a un soldado norteamericano para emprender su huida, que tiene un hijo que nació recientemente; también vemos un intento desesperado que lo lleva a abalanzarse sobre una madre con su hijo y, sobre el final, vemos que el personaje femenino de Emmanuelle Seigner abre necesariamente la puerta a nuestro protagonista, tanto para acogerlo como para dejarlo ir. En estas intuiciones que propone Essential killing, uno puede adivinar la presencia de un paradigma, pero desde lo cinematográfico exclusivamente es imposible que no nos resulte forzada de alguna manera la aparición de un perro o la caída de un árbol en una poco memorable secuencia ¿Dónde gana sin lugar a dudas la película? En la construcción visual de esa supervivencia, en subjetivas frenéticas, en la actuación física y cruda de Gallo, y en planos donde la inmensidad y la vacuidad del paisaje, con ese infinito blanco, terminan redondeando la desolación que experimenta el ser humano, sea terrorista, revolucionario o político. En todo caso, un film atendible.
Atmósferas opresivas El estreno el año pasado de Sudor frío, instaló a los integrantes de la productora platense Paura Flics en el mapa del cine argentino que llega a las salas comerciales. Sin embargo, ya tenían una extensa trayectoria en el circuito independiente con sus películas de terror gore. Pero contraponiéndose un poco a su cine habitual, más sangriento, con su nuevo título Penumbra tienen la oportunidad de mostrar una película en la que predominan las atmósferas opresivas que le dan el tono general al relato, tomando como puntos de referencia ineludibles al Polanski de los ´70, con sus asfixiantes apartamentos, y al giallo italiano que a veces asoma entre los primeros planos y el detalle en la edición. En el film, una mujer española llega a Buenos Aires con el fin de mostrarles un departamento a una pareja de posibles compradores. Sin embargo, lo que primero parece una transacción sencilla se irá oscureciendo de manera progresiva, especialmente ante la inminencia de un eclipse que amenaza con dejar la Capital a oscuras. Penumbra cumple en ser climática y tiene un giro que se precipita hacia un final explosivo, pero el desarrollo no genera la tensión buscada por diferentes razones que tienen que ver con diálogos poco convincentes o búsquedas estéticas que no siempre terminan de cuajar. Pero a pesar de sus irregularidades, la nueva película de Adrián y Ramiro García Bogliano es un film que está entre lo mejor de la filmografía de la productora platense. Y esto se debe, muy especialmente, a un elenco muy sólido y algunas actuaciones que denotan intensidad, más unos cameos para nada arbitrarios: no vamos a develar en estas páginas cómo se da, pero la presencia de Arnaldo André es simplemente genial. Definitivamente lo que hay que destacar con la presencia de Penumbra, es que el terror encuentra un espacio que consagra definitivamente a Paura y a los hermanos Bogliano entre las figuras más importantes del género en Latinoamérica. Ni qué decir para el cine argentino. Con esta nueva propuesta, los hermanos se van perfilando ya no como promesas sino como un hecho.
Silencios de la vida conyugal Vista en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (en aquella ocasión las actrices Mirela Oprisor y María Popistasu compartieron el premio por sus actuaciones), la rumana Aquel martes después de Navidad cuenta lo que ocurre con Paul, un hombre maduro que tiene una esposa y una hija, pero a la vez mantiene una relación amorosa con otra mujer, un vínculo que le ha servido en el aspecto personal. Sin embargo, el film pone a la Navidad como un momento clave de este personaje, aquel en el que tenga que definir qué hacer con esta doble vida. Con un guión quirúrgico trabajado desde lo dramático, esta película logra cargar con cada secuencia y cada silencio una serie de interrogantes que interpelan al espectador, sin caer en una resolución facilista desde lo moral. El desarrollo sostenido por paneos y planos largos confía y sostiene en sus actores el peso del ritmo de la película, más allá de un uso de las elipsis que resulta algo tosco, sobre todo si tenemos en cuenta que el film intenta ser lo más natural y cercano posible. No hablamos sólo de encuadres, los diálogos y los silencios trabajan tiempos donde asoma un realismo implacable que en el desarrollo psicológico de los personajes se aleja de la formula hollywoodense (sin criticar esta visión), y opta por otro tipo de registro donde su proximidad con Cristi (Dragos Bucur), el infiel en cuestión, levanta preguntas necesariamente al espectador. En el medio surgen cuestiones como el ocultamiento del mundo adulto a los niños, que se trasluce en esa secuencia final, donde la complicidad entre la disuelta ex pareja para ocultar que no es Papá Noel quien trae los regalos, remarca otra cosa que aceptamos con sutileza e inteligencia por parte de Radu Muntean. Hay que decir también que Aquel martes después de Navidad a veces resulta algo densa y no todas las secuencias complementan con su duración a la intención dramática que se le pretende dar. Un ejemplo sería la secuencia en el consultorio odontológico, a diferencia de aquella donde Cristi comunica y admite (se admite) que le fue infiel a su pareja. Profundo e intenso, el film también pertenece a esa “raza” de películas que se catalogan como “lentas”. Por lo tanto, poco pacientes, abstenerse. (esta crítica, con modificaciones, fue publicada cuando el film se vio en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata)
Suele usarse en exceso el término “rara avis”, acaso por una familiaridad algo difusa con el término. Sin embargo, si uno tuviera que definir a este film nacional utilizaría -y con completa justicia- esta definición. Si bien en la superficie es una comedia negra, lo cierto es que se trata de una película de género que incluye sin tapujos elementos del cine de acción, terror y ciencia ficción con una música de sintetizadores que rinde culto al cine de género de los ochentas. Aún más extraño y, por qué no, saludable, es un elenco conformado por figuras tan disímiles como Federico Luppi, Daniel Hendler, Yayo y Jazmín Stuart, metidos en una película apocalíptica que incluye elementos como el N.W.O (New world order, quizá lo hayan escuchado en el disco Psalm 69 de Ministry) y las nuevas epidemias de enfermedades -incluso uno puede pensar en un paralelismo con la reciente paranoia por la Gripe A-, además de una crítica social que a veces resulta sutil y en otros momentos aparece con un trazo grueso demasiado evidente. A pesar que el personaje femenino está algo maltratado por un guión demasiado chato, principalmente en las interrelaciones entre personajes, hay secuencias de acción memorables y un clima opresivo que se hace extensivo a toda la película, sin perder su cuota de humor y las inocultables referencias cinéfilas. Entretenida y pochoclera sin ocultarlo, la película es más allá de sus irregularidades todo un hallazgo que esperamos que se perpetúe.