Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
La rodilla como metáfora de la circularidad de la vida. Después de participar en la competencia del Festival de Cannes y de cinco nominaciones a los premios César, se estrena en Argentina el film Mon Roi (2015), dirigido por la actriz y directora Maïwenn, cuya corta carrera como realizadora se encuentra en ascenso desde Polisse (2011). Mon Roi relata la pasional historia de amor entre Tony (interpretada maravillosamente por Emmanuelle Bercot, ganadora en el Festival de Cannes a Mejor Actriz) y Georgio (Vincent Cassel). El film comienza con la inmensidad de un paisaje de montañas nevadas, allí se encuentra esquiando Tony (apodo de María Antonieta), quien tras un accidente será llevada a un peculiar centro de rehabilitación. A partir de allí comenzaremos un viaje al pasado junto con la protagonista mediante la ensoñación de la pantalla cinematográfica. Tony se ha dejado llevar velozmente por los esquíes y se ha lastimado principalmente la rodilla, por lo cual una terapeuta del centro de rehabilitación -que asocia cada trauma corporal a lo psicológico- le plantea que la rodilla es el lugar que concentra la dificultad de aceptación de ciertas circunstancias. Idea que hará emocionarse a la protagonista y llevarla a revivir con la misma intensidad que su dolor físico los conflictos de su arrebatador vínculo con Georgio. Mon Roi (“Mi Rey”, en francés) presenta así una segunda transgresión, ya que generalmente el recurso de una narración fragmentada por el recuerdo del protagonista suele utilizarse cuando los personajes se encuentran con su salud debilitada justo antes de su muerte, pero este no es el caso. La primera transgresión de la película es colocar los créditos al final del largometraje. La fragmentación es la manera que la directora elige para formalizar el proceso de curación de Tony, y también es lo que propone la terapeuta, el aceptar aquellos acontecimientos que no se pudieron asumir en el pasado. La caída libre en la nieve será la ebullición del volcán del dolor interior de María Antonieta (no es casual la elección de su nombre). Mediante los recuerdos de Tony y sus zambullidas a la pileta (como metáfora del renacer), accedemos a este atrapante vinculo -no sólo entre ellos, sino también entre el film y nosotros como espectadores- cuya pasión es ambivalentemente, tan atractiva como destructiva. Esa relación amorosa que comienza de forma audaz irá a un ritmo vertiginoso y aparentemente perfecto, hasta que empiecen los conflictos referentes al entorno de Georgio, quien quizás no sea quién parece. Tampoco puede culparse sólo a Georgio de sus “malos” hábitos: en una pareja y en vínculos tóxicos -como los que presenta el film- ambos son cómplices y el camino de madurez de Tony estará en desprenderse de los mismos. Entre juegos mediante la repetición adrede del vestuario (como por ejemplo, su chaqueta celeste y la combinación del buzo estampado con tigres y su camiseta roja), seremos partícipes de las idas y vueltas de este romance. Si bien no es la primera vez que las discrepancias y los encuentros y desencuentros sentimentales entre una pareja heterosexual se plasman en pantalla, sí es original el enfoque de Mon Roi, el cual nos demuestra lo inagotable del lenguaje cinematográfico y cómo la simpleza aún puede sorprender… así como también las vueltas de la vida.
Una gran noche, una gran película Mi Gran Noche (2015), el último largometraje del peculiar director español Álex de la Iglesia, es diversión asegurada. El film mediante el comúnmente mal llamado “humor negro” nos hará reír desde el comienzo con un relato que irá en crescendo al igual que las risas. El autor de Muertos de risa (1999), Crimen ferpecto (2004) y -la tal vez menos conocida pero no menos genial- Perdita Durango (1997), propone una trama muy original: un rodaje de un programa de cuyo estudio televisivo nadie puede salir hasta que este no se haya terminado. Dicho estudio televisivo se tornará una especie de cárcel fusionada con un “Gran Hermano” en donde el descontrol estará presente tornando el rodaje en un continuum. La temática del rodaje y sus avatares ya ha tenido apariciones cinematográficas -como en La noche americana (1973) de Truffaut o Las reglas del juego (1992) de Altman- pero aquí con la originalidad, la comicidad y el absurdo que caracterizan a Álex de la Iglesia. El film inicia con un jocoso musical con una estética disco en blanco, negro y dorado, con el cual todo parece estar perfectamente hasta que el infortunio se inmiscuye sorpresivamente en el set. A través de la bien empleada reiteración de dicho recurso, el espectador entrará por completo en el código que propone su creador, al cual nos tiene habituados. En dicho estudio se está grabando un especial de año nuevo para televisión cuyo espacio puede dividirse en dos: escenario y falsos espectadores (extras). Una vez avanzado el relato conoceremos más decorados como los camerinos, el camión donde se encuentra la switcher por fuera del set (directora del programa televisivo) y el exterior al estudio de TV propiamente dicho. Entre esos espacios puede desatacarse el camarín de uno de los protagonistas Alphonso -un exitoso cantante- interpretado por Raphael, quien ya tiene una aparición referencial en otro film del director: Balada triste de trompeta (2010). Su camarín estéticamente nos remite al universo de Star Wars, parece una nave espacial en sí mismo, al igual que la capsula a la que se éste se somete para permanecer joven. La presencia de Alphonso es tan temerosa para sus colegas que junto a su vestuario nos remitirán a Darth Vader. Otras menciones a Star Wars figuran en la narración ya que probablemente el director especuló con el estreno del último film de la saga en el mismo año que Mi Gran Noche y parodia con ello. No sólo hay relaciones intertextuales cinematográficas sino también a la música popular de habla hispana. A través de los diálogos hay burlas a ciertos clichés y estereotipos de cantantes populares, desde Chayanne a Enrique y Julio Iglesias e incluso el mismísimo Raphael parodiando el uso de la “ph” por sobre la “f”, iniciales que veremos bordadas en la bata del personaje de Alphonso. Incluso el título de la película remite a una canción del cantante español así como también otros temas musicales a los que se hacen mención. Mediante una excelente e ingeniosa dosificación de la información el film expone toda clase de bajezas del detrás de escena y la superficialidad enmascarada del mundo televisivo. La competencia estará presente constantemente entre ambos cantantes: el joven latino Adanne (que se escribe con dos “n” como Chayanne) el del hit del momento (interpretado por Mario Casas), y Alphonso que posee trayectoria. Entre el conductor y la conductora la rivalidad también estará presente. Otra línea argumentativa del film involucra a Jose (Pepón Nieto) uno de los extra quien se involucra con Paloma, quien posee fama de ser “yeta” y principal causante de la desgracia en dicho estudio y todos los infortunios que de allí se suscitan. La película cuenta además con dos figuras destacables Santiago Segura-quien ha trabajado como actor en varios filmes del director-y el actor argentino que ha triunfado en España Tomás Pozzi, completando así la trama de personajes bizarros de Mi Gran Noche que irán desfilando por ese estudio como si fuese un espectáculo de variedades. A través de la picardía de los diálogos y el buen empleo del ridículo lo que parecía ser una gran noche se irá tornando en un “Escándalo” -tal como lo ejemplifica otro elemento del soundtrack- del cual no dejaremos de disfrutar y cuyos ritmos están perfectamente manejados por su autor, generando en consecuencia que nuestras risas vayan en aumento al igual que el desgaste que sufren los personajes en el set de ese eterno rodaje.
La película Carol (2015) narra la historia amorosa entre dos mujeres- Carol y Therese- en los años ’50 en Estados Unidos. Este relato dirigido por Todd Haynes -conocido por Velvet Goldmine (1998), Far from Heaven (2002) y I´m not There (2007)- nos sumerge en un interesante vínculo basado en la novela Carol o The Price of Salt dePatricia Highsmith. La célebre autora de Extraños en un tren (llevada al cine por el mismísimo Alfred Hitchcock en 1951) se inspiró en su propia vida para la novela, la cual debido a su temática y a su contexto de producción fue publicada bajo el seudónimo de Claire Morgan. Recién en 1990 fue publicada como Carol y bajo el nombre de Highsmith. Posiblemente el personaje de Therese tenga más de la propia autora que el personaje de Carol, ya que ésta posee una inclinación artística hacia la fotografía así como Patricia por la literatura. Otra similitud entre la autora y su personaje es que al igual que Therese trabajó en la tienda Bloomingdale´s de New York en 1948. Carol nos sumergirá en el universo de dos mujeres que irán contra los ideales canónicos de la época desplegando simultáneamente ambientaciones y magníficos vestuarios, a cargo de la tres veces ganadora del Oscar Sandy Powell. El director, quien combina los tonos del vestuario con los colores del decorado que rodea a los personajes, nos otorgará un atractivo deleite visual. La película comienza con Carol Aird (Cate Blanchett) y Therese Belivet(Rooney Mara) reunidas en la mesa de un restaurant, cuando las interrumpe un hombre que conoce a Therese. Ya desde este inicio se plantea metafóricamente el flagelo interno que sufre Therese al encontrarse dividida entre relacionarse con hombres o con mujeres. Parte de esta sensación se esboza en la primera escena: un hombre le toca el hombro de un lado –filmado desde la espalda a cámara de Therese- y Carol le acaricia el otro hombro al saludarla, cuyo encuadre es opuestamente desde el frente de Therese para permitirnos ver su expresión en el rostro. Therese angustiada pronunciará en el film “I said yes to everything” (Le digo que sí a todo), ya que así siente que no podrá encontrar su camino y tomar sus propias decisiones. Esta dualidad estará presente también desde los nombres de las protagonistas, los cuales son interpretados por ambas actrices de forma totalmente verosímiles. Therese tal como dice el personaje de Carol “no es igual a Theresa”, desde allí se plantea la ambigüedad de sexualidad con la que carga el nombre. Asimismo, el nombre de Carol tampoco es casual, significa en alemán “mujer fuerte” y absolutamente hermosa e incluso es traducido como “canción de felicidad”. El glamour del personaje de Cate Blanchett que seduce con su sola presencia en pantalla y su seguridad inspirarán a la a la fotógrafa dentro de Therese. Carol es el encuentro entre dos tipos de mujeres de contextos sociales distintos y con diferentes aspiraciones. Por esa razón puede inferirse que el film se llama Carol, pues es ella quien cambiará la vida de Therese y no a la inversa. 1] Lamas, Marta (1994): “Cuerpo: diferencia sexual y género” en Debate feminista Año 5, Vol. 10, septiembre 1994. [2] Laplatine, Francoise: Introducción a la etnopsiquiatría, Gedisa, Barcelona, 1979. Título original: Carol /Año: 2015/País: USA/ Dirección: Todd Haynes./ Reparto: Cate Blanchett, Rooney Mara, Kyle Chandler. /Producción: Tessa Ross, Christine Vachon, Stephen Woolley. /Guión: Phyllis Nagy/Dirección de fotografía: Edward Lachman. /Dirección de Arte: Judy Becker /Edición: Affonso Gonçalves /Música: Carter Burwell / Distribuidora: Alfa /Duración: 1h 58min/Estreno en Argentina 4-02-2016.
La figura del doble, La muerte y El alivio En la mente de un asesino (Solace) es un thriller en el cual se persigue a un misterioso asesino serial con una forma peculiar de matar. Al comienzo observamos que sus víctimas tienen una expresión placida y como la mayoría de los asesinos seriales, expuestos en dispositivos audiovisuales, prepara la escena del crimen minuciosamente. El film comienza con las distintas acepciones del término Solace el cual puede ser interpretado como alivio o consuelo. Esto mismo es lo que cree que hace el asesino por sus víctimas: darles alivio. El asesino se propone como un mártir, para ello el recurso del crucifijo será constante, e incluso reiterativo por momentos. El agente del FBI Joe (Jeffrey Dean Morgan) y la psiquiatra Katherine Cowles investigan los asesinatos y tras no poder encontrar respuestas, deciden contactar al Dr. John Clancy (interpretado por Anthony Hopkins, quien como en la mayoría de los casos realiza una actuación verosímil). Al comienzo, Katherine y John tendrán ciertas diferencias metódicas ya que ella es más empírica mientras que el cree en métodos paranormales, así se despliega un breve debate inicial que nos remite en cierta forma a las diferencias entre los psicoanalistas Freud y Jung. El Dr. Clancy posee una habilidad muy peculiar que lo ayuda de sobremanera a desempeñar el trabajo y así podrán acercarse cada vez más al asesino en cuestión. Se acercará tanto que se dará cuenta que él y el criminal tienen bastante en común. A partir de allí el film se apoyará constantemente en la figura del doble. El personaje del asesino y el de Hopkins serán las dos caras de una misma moneda, incluso ambos tendrán una cicatriz en la frente. Ciertos acontecimientos vinculados al pasado del Dr. Clancy -como la muerte de su hija- tendrán anclaje en el modus operandi del asesino quien realizará una especie de “eutanasia criminal”. A pesar de tener una interesante dosificación de la información es un thriller poco original cuyos recursos (como el slo-mo) se repiten hasta producir cierto agotamiento o previsibilidad. En la mente de un asesino mezclando el suspenso y lo paranormal posee grandes figuras, pero un director (Afonso Poyart) con poca experiencia, éste es su segundo largometraje. Sin embargo, sus falencias recaen fundamentalmente en un guión poco sorprendente, el cual se había planteado en primera instancia como una secuela de Seven (1995), pero en sus resultados finales no tiene ningún punto de contacto con el mismo.
Civilización y barbarie. El Renacido (The Revenant, 2015) es el último film del ya consagrado Alejandro González Iñárritu, quien ha saltado a la fama por Amores Perros (2000) y se ha hecho más popular por 21 Gramos (2003), Babel (2006), Biutiful (2010) y la más reciente, Birdman (2014); películas bien diversas entre sí y de temáticas dispares. En lo personal valoro más sus primeros largometrajes que los últimos. El Renacido explora lo más cruel de la humanidad, esa costumbre de atacarse los unos a los otros para sobrevivir. Está ambientada en el siglo XIX, en un bosque cuyas coordenadas exactas desconocemos -sólo se hace mención a Missouri- y habitado principalmente por indios nativos, aunque éstos conviven con los franceses y norteamericanos. Tanto franceses como norteamericanos están invadiendo territorios indígenas con el fin de obtener beneficios económicos, y ambos grupos “blancos” se enfrentan con los pueblos originarios en batallas sangrientas y crueles. Hugh Glass (interpretado espléndidamente por Leonardo DiCaprio, a quien desde esa inolvidable escena de El Lobo de Wall Street nos hemos acostumbrado a verlo arrastrándose por el suelo) es parte de la tropa norteamericana y su guía, ya que conoce bien el territorio y habla el idioma nativo. Dentro de este grupo se encuentran el Capitán Andrew Henry (quien posee poder adquisitivo y por ende, poder de rango) y otro miembro destacable de la expedición, John Fitzgerald (Tom Hardy). En este grupo las diferencias y los recelos estarán presentes desde el comienzo, sobre todo para Fitzgerald, quien cuestiona constantemente a Glass y a su hijo “mestizo”. La cuestión esbozada aquí reside en la no pertenencia del mestizo al grupo, algo similar a lo que se expresaba en el film Australia (2008). El Renacido expone lo más cruel de la humanidad y su venganza, sin importar la cultura o el origen. En términos del antropólogo Claude Lévi-Strauss, cabe preguntarnos en el film, ¿quién representa la “civilización” y quién la “barbarie”? Puesto que justamente estas categorías -inventadas por el hombre de sexo masculino, blanco y europeo- pueden adjudicarse a cualquiera de estas tres culturas, todos son “salvajes”. En esencia tenemos dos grandes grupos, blancos e indios, el primer grupo a su vez subdividido en franceses y norteamericanos. He aquí la primera falencia de la película: construir como crueles imperialistas “salvajes” a los franceses cuando los norteamericanos son tan colonizadores e imperialistas como ellos (tanto norteamericanos como franceses abusan de las mujeres nativas). Aunque El Renacido pretende no dividir en buenos o malos lo termina haciendo, ya que si bien todos los grupos muestran crueldad, hostilidad y ensañamiento, los personajes pueden dividirse arquetípicamente en buenos y malos: están aquellos con quienes nos compadecemos y aquellos que despreciamos por la bajeza de sus actitudes. Incluso en la bien lograda escena de DiCaprio con el oso (una batalla entre la humanidad y el reino animal) comprendemos el ataque del oso ya que sólo está protegiendo a sus crías, y es lo mismo que hace Glass con su hijo (aquí aparece la necedad humana y su vocación por querer dominar la naturaleza). Este relato dramático de aventuras comienza con una narración atrapante que desafortunadamente -a partir de la mitad- comienza a estancarse por carecer de acciones que hagan avanzar el relato, desde una serie de peripecias que exacerban el “todopoderoso” personaje de Glass, el cual sobrevive a tantos imposibles que en un punto resulta tedioso y no heroico como se pretende. El relato posee cierta circularidad que está vinculada al metafórico renacer del personaje, encarnado en el símbolo de la espiral de la cantimplora. La sed de venganza y batallas excesivamente sangrientas perturban no por lo sangriento sino porque no pertenecen a la poética (si fuese una película de Tarantino, no nos molestaría en absoluto porque es parte de su código). En consecuencia, a pesar de la belleza de ciertos encuadres, se considera que la base del film tenía un gran potencial que no se supo aprovechar del todo porque a la mayoría de los guionistas y directores de la actualidad se les dificulta crear resoluciones y buenos finales.
Diferencias culturales que borran identidades. Mis Hijos (Dancing Arabs, 2014) es el último film de Eran Riklis, conocido principalmente por La Novia Siria (2004), El Árbol de Lima (2008), Una Misión en la Vida (2010) y Zaytoun (2012). Con una breve carrera cinematográfica que da cuenta de once largometrajes, Riklis es uno de los directores más respetados del cine israelí. En la mayoría de sus creaciones el conflicto de Medio Oriente está presente junto con las diferencias religiosas y culturales, como es el caso de Mis Hijos (basada en el libro del también guionista del film Sayed Kashua), la cual expone de forma desgarradora la complejidad de dicho enfrentamiento. Los puntos de vista de la pugna son tantos como sus años, al respecto dijo el director: “Es importante que a través de una historia, se deje de manifiesto la situación y se muestre a la audiencia las diferentes visiones. Cuando ruedo, no tomo partido, no tomo un bando sino que hablo de la gente y de sus diferentes realidades (…) por eso no me gusta hablar sobre lo que está bien o mal, sino sobre historias humanas que hagan reflexionar.” Tal vez Riklis sea para el cine aquello que Daniel Barenboim es para la música, la unión entre judíos y árabes, entre israelíes y palestinos, proponiendo la tolerancia y el respeto como camino hacia la paz. Todos sus filmes están atravesados por los conflictos de Israel y sus países limítrofes. En Mis Hijos se muestra el resentimiento de los israelíes hacia los árabes, pero en su otro film Zaytoun pasa lo contrario, Riklis muestra el odio de los palestinos hacia los israelíes. Sin embargo, en ambos largometrajes se expresa su deseo por la unión y el respeto mutuo. El director conoce bien los temas que trata, no sólo por haber nacido en Israel, sino también por haber servido en el ejército de dicho país durante la Guerra de Yom Kipur (1973). Mis Hijos atraviesa la historia de Israel en diversos períodos pasando principalmente por la década de los 80 y 90, haciendo mención a años claves del conflicto, como por ejemplo la Guerra del Líbano. En cada uno de esos años el protagonista Eyad, nacido en Israel pero descendiente de palestinos, atravesará una gran metamorfosis. Eyad (interpretado estupendamente por Tawfeek Barhom) debe atravesar toda clase de adversidades que le recuerdan a cada instante sus diferencias culturales. El joven dejará el barrio árabe y se separará de su familia, ya que su padre -un fuerte activista- lo envía a Jerusalén para estudiar mediante la frase “…quiero que seas mejor que ellos en todo”. En consecuencia, al llegar a la gran ciudad, estas diferencias se acentuarán hasta el punto de hacer que se sienta un “extranjero”. Estas diferencias no sólo son religiosas o ancestrales, sino que se vuelven más profundas: desde el idioma y su vestimenta hasta su propia identidad. Pues para el director la identidad individual en un país como Israel no puede separarse de la identidad social y política. Dicho drama, con cierto dejo de comicidad ácida, está situado en un país que para el protagonista estará dividido entre dos mundos, el árabe y el judío, dos religiones, dos culturas y dos idiomas, y él se sentirá obligado a tener que optar por uno. Por un lado, Riklis apoya el mensaje de paz de Israel a través de un discurso esperanzador sintetizado en aquella escuela llamada “Children for Peace” (Niños por la Paz), y por otro lado, critica el sistema educativo universitario. En la universidad, en Jerusalén, por esos años Eyad es el único árabe estudiando allí -lo cual difiere bastante de lo que sucedía y sucede actualmente- y se expone que la educación inclina los pensamientos ideológicos de los estudiantes acentuando las diferencias entre judíos y árabes. Tales serán esas diferencias que su novia mantendrá el vínculo oculto. Parece que el único suspiro que obtendrá el joven será producto de la amistad con Yonatan (Michael Moshonov) y su madre, los únicos israelíes que le hacen sentir parte de la familia. La imposibilidad de integrarse para Eyad hará que se resquebraje su identidad para sobrevivir, matando a una parte de sí mismo. Con un final conmovedor, Mis Hijos es un film que sin dudas nos dejará con el cuerpo inmóvil y perplejo pero con la mente meditando.
Los Ocho más odiados: un relato que desde el pasado, habla del presente Qué pasa al reunir ocho excéntricos en una misma habitación Los Ocho más Odiados (The Hateful Eight, 2015) es el último largometraje del reconocido guionista y director Quentin Tarantino. El título de la película se debe a una diligencia con cuatro pasajeros: John Ruth conocido popularmente como “El colgador”-interpretado por Kurt Russel-,su prisionera por quien espera cobrar su recompensa Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), el Major Marquis Warren (Samuel L. Jackson)-otro casa recompensas- y por último Chris Mannix, un renegado que se presenta como el futuro Sheriff de Red Rock, ciudad a la cual se dirigen. Debido a la tormenta de nieve en el estado norteamericano de Wyoming los pasajeros de la diligencia deben detenerse y esperar en “La Mercería de Minnie”, en donde se encontrarán con otros cuatro hombres. Entre estos hombres se haya Bob- un mexicano que aparentemente ha quedado a cargo del lugar mientras Minnie no se encuentra- Joe Gage (Micheal Madsen) y Oswaldo Mobray (Tim Roth). En consecuencia, lo que comenzó como un viaje solitario entre Ruth y Daisy terminará siendo una especie de odisea para llegar a Red Rock en donde se supone Daisy debe ser colgada. Daisy, esta mujer rebelde y alocada en ese universo masculino en el cual no es considerada una dama, nos remitirá a la Carrie (1976) de Brian De Palma, ya que su rostro parecerá, sobre todo en dos oportunidades, una máscara de sangre. Salvo las escenas iniciales de la diligencia en la nieve la acción transcurre en su totalidad en una misma habitación- iluminada de forma muy teatral con acentos- donde la verborragia y los diálogos estarán siempre presentes. Hasta este film, Il grande Silenzio (1968) era el único western con un escenario nevado, éste sin dudas ha influenciado a Los Ocho más Odiados al mismo nivel que The Thing (1982), una comparación realizada por el director. Un estilema de Tarantino es utilizar un vestuario de época pero con ciertas transgresiones, que en la mayoría de los casos suceden a través de las telas o el color, rasgo que en este film se hace muy presente. Tarantino cada vez más cerca del western En dicho relato que como la mayoría de las originales historias “Tarantinianas” posee una narración anacrónica con vaivenes temporales, se inscribe dentro del subgénero del spaghetti western pero con un aditivo de misterio y esa comicidad sarcástica que caracteriza al director. Se considera que puede dividirse a grandes rasgos la filmografía de Tarantino en tres periodos: un periodo inicial compuesto por una “violencia urbana y contemporánea” y cuyos largometrajes representantes son Reservoir Dogs (1992), Pulp Fiction (1994) y Jackie Brown (1997). Seguido de un segundo periodo cuyos filmes pueden enmarcarse temáticamente por la venganza: Kill Bill volumen I y II (2003-4), y Death Proof (2007). Este segundo periodo a su vez establece una transición hacia un nuevo estilo dentro de su cine, en el cual la venganza seguirá presente pero no desde lo personal, sino desde las diferencias culturales y la xenofobia. En esta tercer fase se encuentran Ingloriuos Bastards (2009), Django Unchained (2012) y The Hateful Eight, en todos ellos el género del western estará presente desde distintos aspectos. En Inglorius Bastards desde una reescritura del spaghetti western, en Django Unchained y su último film desde un spaghetti western más cercano al subgénero propiamente dicho, pero por supuesto con las transgresiones que todo film de Quentin presenta. Según Eric Kohn “(…) The Hateful Eight recuerda a Reservoir Dogs situada en el mundo de Django Unchained”. Los aspectos del western estarán acentuados por una musicalización a cargo del célebre Ennio Morricone (quien ha trabajado con Tarantino desde Kill Bill) un experto en componer “sonido oeste” generando climas únicos. Además hay tres temas principales del soundtrack a los que debemos prestarles particular atención ya que están en estrecha relación con el contenido del film y la anticipación de la intriga: “Apple Blossom”, “Jim Jones at Botany Bay” y “There Won’t Be Many Coming Home”, con el cual concluye el film y ha formado parte del soundtrack de la película The Fastest Guitar Alive (1967), la cual también estaba históricamente vinculada a la Guerra Civil Norteamericana. A diferencia de otros filmes de Tarantino aquí la banda sonora está en un segundo plano y no a la par de la imagen, como sucedía por ejemplo en Django Unchained. El compendio del pasado y la actualidad norteamericana desde la xenofobia Este film filmado en 70mm (un formato bastante apaisado) y con Ultra Panavision –que cuenta con dos versiones la que podemos ver en el cine en Argentina y una versión extendida que cuenta con una obertura y un entremedio- tiene como contexto los años posteriores a la Guerra Civil norteamericana y batallas como la de Baton Rouge. Como en varias de sus narraciones este film está estructuralmente dividido en seis capítulos, cuyos títulos sintetizan todo su contenido. En un relato donde las diferencias culturales y la xenofobia están presentes en todo momento compuestas por pares dualistas como: negros y blancos, sureños y norteños, norteamericanos y latinos, hombres y mujer(es). El mundo diegético presentado en Los Ocho más Odiados habla de conformación del estado norteamericano, haciendo referencia a las batallas con los “pieles rojas” (los indios nativos) y los conflictos entre blancos y negros. Con un blanco como Mannix que dice: “cuando los negros tienen miedo, allí los blancos están seguros”, y como un negro como Warren que posteriormente replica: “cuando un negro está a salvo es porque un blanco está desarmado”. En consecuencia, una lectura que puede hacerse sobre el film es que no sólo habla del pasado de Estados Unidos, sino también de su presente, ya que también se muestra cierto recelo hacia en este caso los mexicanos, pero esto podría abarcar a cualquier latino o inmigrante. Haciendo así un resumen de aquellos que representaban un problema para la creación de un “genuino” estado norteamericano: primero los indios, luego los negros y ahora los latinos. No obstante, algo que evidencia el film es que los recelos del pasado siguen presentes y las alianzas entre culturas dependerán de las circunstancias. Con un inicio lento hasta llegar a la “mercería de Minnie”, el relato va en crescendo y una vez ha explotado el conflicto no hay vuelta atrás. La disputa se desencadena cuando el personaje de S. Jackson -quien nos deslumbra con su interpretación- cruza el territorio que habían trazado, dividido metafóricamente entre Philadelphia (norte) y Georgia (sur). ¿Un final punitivo? Por último, con un final que nos dejará pensando sobre todo si retomamos lo esbozado en el tercer capítulo por el personaje Oswaldo Mobray, quien se presenta como el verdugo de Red Rock. Mobray plantea que él cuelga a los bandidos sin emoción alguna, se enuncia como neutral porque para él “una justicia con pasión corre el riesgo de ser injusticia”, entonces es pertinente preguntarse si en el desenlace ¿hay o no justicia? ¿La justicia debe ser apasionada o sin pasión? Se observa como metáfora de esto mismo el cristo autóctono crucificado de madera con el cual comienza el relato. Además aquí los personajes no pueden dividirse de forma dualista como buenos o malos, no son arquetípicos, ni tampoco hay un héroe. Para concluir, en lo personal se considera que la película está muy bien lograda, sus diálogos son muy agudos y complejos, así como también otras sutilezas del relato como una carta de Lincoln o una puerta rota (particularidades que solo a Tarantino pueden ocurrírsele) las cuales parecerán insignificantes pero manejan la intriga. Tarantino con una corta filmografía pero de gran calidad compone este film de forma meticulosa y grandilocuente dejándolo a la altura de sus largometrajes anteriores pero sin superarlos. El director no cesa en demostrarnos que sabe siempre exactamente lo que hace y cómo hacerlo, incluso ha creado su propio lenguaje cinematográfico.
La esencia de Peanuts sigue intacta. Para los fanáticos de las animaciones del gran Charles M. Schulz, finalmente llegó a nuestro país Snoopy & Charlie Brown (The Peanuts Movie, 2015). Para los que crecimos con estas tiras cómicas y sus animaciones es todo un acontecimiento, ya que no se realizaban películas de Peanuts desde los ochenta -sin contar algunos especiales televisivos- y dicho film aparece quince años después de la muerte de su creador. Este proyecto, a cargo de su hijo mayor Craig y su nieto Bryan, narra una nueva aventura que en cierta forma reúne varias de las historias que ya hemos visto antes, pero de forma actualizada permitiendo a las nuevas generaciones encariñarse con los personajes y a las anteriores tener un viaje emocionante al pasado. Protagonizada por Charlie Brown y Snoopy, acompañados de sus amigos entrañables, se mantiene la esencia principal de su original: los valores humanos. Si bien Peanuts siempre ha sido un dibujo dirigido a un público infantil, lo interesante del mismo es que este grupo de amigos funcionaba como un microcosmos del mundo adulto, emitiendo ideas bastante existencialistas, haciendo del mismo mucho más que una simple historieta. Estos personajes creados en 1950 son llevados a la pantalla grande mediante una animación bien lograda, cercana al stop motion, que mantiene tanto los movimientos y los gestos de los personajes, y los rasgos esenciales del cómic original, como los trazos de su creador. Asimismo, reproduce algunos recursos estéticos característicos del mismo -como por ejemplo los trazos rápidos sobre el rostro de Charlie cuando éste se sonroja y las onomatopeyas- adhiriéndole un poco de textura y un sutil 3D que lo aggiornan a lo actual, pero que no lo modifican a diferencia de lo que sucedió con adaptaciones como Garfield (2004) o Los Pitufos (2011), las cuales echaban a perder por completo sus propiedades intrínsecas. Los vínculos entre Charlie y sus amigos (Linus, Lucy, Patty, Marcie, Schroeder, Pig-Pen, Franklin) y su hermanita Sally siguen vigentes, ya que aún hoy los niños pueden identificarse con los personajes, pues ello es lo principal de estas narraciones, la complejidad de los vínculos humanos. Mientras que C. Brown hace todo lo posible por conquistar a la niña pelirroja -emprendiendo un camino de autoconocimiento similar al del héroe literario en la Bildungsroman- en paralelo su fiel amigo y “mascota” Snoopy, mediante su tradicional máquina de escribir, narra sus enfrentamientos con su archienemigo, “El Barón Rojo” (un piloto alemán de la Primera Guerra Mundial: Manfred von Richthofen), quien le impide conquistar a la perrita Fifi. Esta intertextualidad no es casual, puesto que todo el mundo de los cómics de Schulz está impregnado de sus experiencias de vida: es sabido que combatió en la Segunda Guerra Mundial y que muchas de las cosas que sucedían cotidianamente en su hogar eran plasmadas luego en sus dibujos. Retomando lo mencionado anteriormente, puede concluirse que hay un paralelismo entre el inconsciente de Charlie Brown y el de Snoopy, quien divide su narración dentro de la narración en siete breves capítulos. Los pensamientos de Charlie Brown se esbozan, al igual que en el mundo del cómic, con una nube sobre su cabeza y poseen la misma estética que los dibujos originales de Schulz. En consecuencia, ambas versiones, la del hijo (Craig) y la de su padre Charles, conviven en pantalla. Craig decidió mantener las voces originales de Snoopy y Woodstock, las cuales eran realizadas por Bill Meléndez, director de algunas películas de Snoopy y voz también de algunos personajes de Fantasía (1940), Dumbo (1941) y Bambi (1942). Los niños de hoy utilizan toda clase de tecnologías, sin embargo los niños del universo Peanuts no usan celulares, se definen por practicar deportes, jugar con barriletes, bailar y tocar instrumentos. Para hacer encajar el mundo actual y el universo de su padre, Craig decidió utilizar el leitmotiv original (escrito por Vince Guaraldi), que caracterizó a las animaciones por años, y dos canciones de pop actual, pero que no son el hit del momento. El cómic del legendario Schulz tuvo influencia sobre varias animaciones posteriores, incluso algunas cercanas a nuestros días como Los Simpson y Mafalda, entre otras, por lo cual vale la pena que sea recordado. Snoopy & Charlie Brown es un hermoso film que sin dudas vale la pena que lo disfruten tanto niños como grandes, ya que después de todo remite a lo primordial del cómic: Charlie Brown quiere ser aceptado por los demás y poder hacer volar su barrilete, y Snoopy escribir y vivenciar una gran aventura.
La eterna espera. En una China atravesada por la Revolución Cultural transcurre la historia de amor entre Feng (Gong Li) y Lu (Daoming Chen), narrada en Regreso a Casa, el anteúltimo film del reconocido Zhang Yimou. Su director nos tiene últimamente acostumbrados a películas en donde las pasiones y las dagas se unifican mediante el esplendor del color. Sin embargo, en este film retorna a dramas más sencillos desde la puesta en escena y sin luchas filosóficas contra la gravedad, pues aquí el tema central es más terrenal: el reencuentro entre dos personas que se aman. Lu es llamado “traidor” ya que se opone al gobierno de turno, por lo cual es perseguido y debe alejarse de su familia, compuesta por su esposa Feng y su hija Dan Dan (aspirante a ser una gran bailarina). Lu se pierde toda la infancia de Dan Dan, quien lo desprecia y le guarda mucho rencor: su padre es el único que no utiliza un prendedor con el busto de Mao. Debido a objetar con insistencia los ideales del poder gobernante, Lu es enviado como preso político a un campo de trabajo y durante años permanecerá aislado de su familia. La vida sigue para las mujeres, pero desde ese punto traumático -clímax del film- en el que él es arrestado, Feng ya no será la misma. Una vez que la Revolución Cultural China ha terminado, Lu vuelve a su hogar a reunirse con su familia, sin embargo el encuentro no será como esperaba, ya que Feng posee un trauma tan grande que se volverá más bien un desencuentro. En este largometraje la poesía de los sonidos de la naturaleza y de los trenes resulta fundamental, asimismo lo es la música proveniente del piano en la casa de Feng, la cual permitirá un breve momento de conexión de la pareja en un mismo tiempo y espacio. Pues Lu tendrá la paciencia y la sabiduría que caracteriza a los orientales para entender lo que le está sucediendo a Feng, quien se ha quedado arraigada en el pasado. No sólo Feng ha cambiado, sino también el vínculo con su hija se ha quebrado, circunstancia que vamos comprendiendo mediante el excelente manejo de Yimou en la dosificación de la información. En un relato conmovedor de redescubrimiento y de reconocimiento posterior a una situación traumática (lo cual nos remite lejanamente a Hiroshima Mon Amour), el amor hará que Lu no desista y acompañará a Feng a encontrarse con su yo del pasado.