Casi Leyendas: Amigos serán Amigos. La amistad, los sueños y las segundas oportunidades. Tópicos que se reúnen para en esta comedia con tintes de esperanza vintage. Cuando Beatrix Kiddo (Uma Thurman) le cuenta a Bill (David Carradine) quien es su prometido en Kill-Bill Vol. 2 (2004) le dice “Es un fan de la música”, a lo que el asesino y ex de La Novia le reponde: “¿No lo somos todos?”. El realizador Gabriel Nesci entiende a la perfección esta postura y tanto en su ópera prima Días de Vinilo (2012) como en Casi Leyendas (2017) la música juega un papel preponderante en la vida de sus personajes, pero también en la de todo ser humano; ya que es la que de alguna manera, nos conecta a momentos y sentimientos. Axel (Santiago Segura) es un tipo anclado en un pasado que pudo ser y no fue. Agobiado por su situación personal (su padre está como un vegetal en un geriátrico) y la falta de amigos gracias a su personalidad bastante peculiar, decide poner en marcha un plan descabellado: unir a la banda que supo tener con sus dos amigos argentinos luego de 25 años de inacción por un misterioso hecho que desencadenó su separación y posterior huida a su país natal, España. Los días de gloria musical de los amigos de Axel también quedaron atrás y sus presentes no son muy alentadores: Javier (Diego Peretti) es un profesor de secundaria que vive en un estado de depresión crónica por la muerte de su esposa, hecho que lo aleja peligrosamente de su hijo adolescente y hace de su vida un desastre del que su casa es el fiel reflejo. Lucas (Diego Torres) es un abogado exitoso, y al parecer el único de los tres que le va bien, pero un exceso de ego y falta de empatía con la vida lo llevan a perder el trabajo de la noche a la mañana y a que su vida se desmorone por completo. Axel llega a la vida de los otros dos no en un buen momento con la intención de reflotar su banda de música para un concierto de viejas luminarias de los 90’s organizado por una famosa emisora de radio, lo que no saben es a medida que vayan reflotando sus éxitos pasados también sus fantasmas volverán para acecharlos, tanto los personales como algún que otro “enemigo” que disfruta de ese éxito que ellos pudieron pero no supieron tener. El film se mueve entre la comedia y el drama, apoyado por una gran banda sonora escrita por el mismo Nesci que nos devuelve a una época no tan idealizada como los 80’s pero que aún queda en nuestra memoria. Los temas de la banda ficticia “Autoreverse” suenan con es melodía que inevitablemente nos hace mover el pie, aún sin haberlos conocido antes, pero es que tienen ese espíritu de la juventud y es un gran logro del director. Canciones pegadizas y hits instantáneos. El trío protagónico conformado por Peretti, Torre y Segura es increíble y se nota una gran química desde el comienzo, aunque desde la primer escena el director nos hace notar quien será el protagonista de la película: Santiago Segura. Y es que el actor ibérico está tan enamorado de nuestras tierras como nosotros de él y caímos rendidos a sus pies y a su actuación, de ese Axel que es un niño en un cuerpo grande; tan naif como determinado en su búsqueda de la gloria. Pero no de la gloria musical, sino de la gloria de la época. Una época más idealizada, donde la amistad y las relaciones eran atravesadas por el hilo conductor de una canción. La amistad, los sueños, los amores perdidos y encontrados, y sobre todo las segundas oportunidades son el motor de este film que no debe pasar desapercibido. Un film que nos invita a reflexionar sobre el verdadero valor de los afectos en un mundo cada vez mas materialista.
Kong-Skull Island: La Tierra que el Tiempo olvidó. Regresa el Rey de Reyes. El más grande entre los grandes. Llega Kong, renovado y con mucho de clásico a cuestas. El estreno de Godzilla (2014) era la antesala a y el puntapié inicial a algo mayor. algo de escalas épicas llamada Monsterverse. Y como era de esperarse, el próximo gran monstruo cinematográfico a revisitar era el gorila gigante Kong. Sin el “King” de prefijo, ya que en Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island, 2017) vemos a un simio gigante mucho antes de que lo descubriera un cineasta megalómano y lo llevara a la NY. No, aquí lo vemos como un Dios en todo su esplendor en su tierra, retraído y benevolente tanto como implacable con sus enemigos. Este film funciona como precuela de la cinta de 1933, pero ambientada en la década del 70. Un grupo de científicos se embarca en una aventura hacia una isla desconocida, con el pretexto de hacer un mapa geológico, aunque en realidad lo que quieren es ratificar su teoría de que “los monstruos existen”. El director Jordan Vogt-Roberts nos lleva a un viaje por los sentidos, con una fotografía impresionante que destaca tanto la figura del simio gigante y todos los bichos enormes de la isla, tanto como los atardeceres, las panorámicas y todo lo que abunda en la espesa selva en una combinación estética sublime. Tampoco la acción tarda en llegar, aunque el film decae un poco a la mitad, las dos horas de metraje son bastantes llevaderas. Los homenajes en Kong: Skull Island abundan desde planos calcados a Westworld (1973) u Holocausto Canibal (Cannibal Holocaust, 1980), pero donde radica el elemento predominante es en la estética y el mensaje antibélico de Apocalypse Now (1979): desde los temas musicales elegidos de la época (muchas veces parece que el musicalizador es el mismo de Suicide Squad -2016-, metiendo canción tras canción) hasta los traumas de la post-guerra en vietnam; temática que puede quedar vieja y hasta forzada en todo el metraje. El reparto es multitudinario, y quizás en esto radica el problema en que Brie Larson o Toby Kebbell no logran desarrollar sus personajes; o Tom Hiddleston caiga en varios momentos en el rídiculo, siendo los experimentados John Goodman, Samuel L. Jackson y John C. Reilly los que más destacan en un film que no va más allá de ser entretenido y visualmente impecable, dejando el guión a la buena de Dios en muchos tramos. Y atentos a la escena post-créditos (Marvel que mal nos hiciste) que, como era de prever, abre el camino al enfrentamiento entre Kaijus de este Monsterverse: en 2019 llega Godzilla: King of Monsters y un año más tarde, King Kong vs. Godzilla, pero quizás haya más gigantes que se disputen el puesto de Rey de los Monstruos a futuro.
Logan: El último pistolero del valle. Estamos, sin lugar a dudas, ante un exponente más en el que el cine de superhéroes se toma las cosas en serio. Hace 17 años, el director Bryan Singer abría una de las franquicias más rentables en cines para Marvel y para la 20th Century Fox, y esa era la historia de los X-Men. Pero más importante, uno de los personajes con más carisma dentro de este grupo, uno que traspasó la barrera de las viñetas para ser un auténtico icono pop: Wolverine. Ya desde el vamos, su historia (tan rica como compleja y llena de misterio) lo hizo merecedor de esta fama a través de sus años en las publicaciones, hasta tener su título propio. Porque Wolverine es un personaje rudo por fuera, inmortal, que ha vivido cientos de años y es prácticamente indestructible por su cuerpo recubierto del metal Adamantium. Pero la complejidad del personaje no radica solo en su personalidad bestial, sino en su mente perturbada, sus sufrimientos por parte de la gente que no lo entendió y lastimó su espíritu y su mente, y por último, su capacidad para siempre hacer el bien de alguna u otra forma. Para su opus mutante Singer debía buscar un actor adecuado, e incluso se barajaron varios nombres famosos, pero el encargado fue un ignoto actor australiano llamado Hugh Jackman. Nadie sabe cómo ni por qué, pero Jackman se apropió de Wolverine y se fundieron en un solo ser. Y hoy, a mas de 17 años y 10 apariciones en pantalla, Hugh Jackman se despide de Wolverine con Logan, una carta de amor al personaje que lo llevó a la fama mundial y tantas satisfacciones le dio. Logan es un film crepuscular. Una road movie a modo de western que habla sobre la lucha interna de Wolverine, sus penas, sus guerras y la búsqueda incesante de una familia que nunca tuvo ni tendrá, así también como una búsqueda de la redención en una persona cansada de tantas batallas perdidas. En un futuro cercano, donde ya no quedan más mutantes, un viejo Logan se mantiene en el anonimato como chofer de limosinas, protegiendo junto a Caliban (un mutante que, por alguna razón, se pasó al único bando que quedó, el de los “buenos”) a un deteriorado Charles Xavier que sufre de una enfermedad cerebral, manteniéndolo sedado antes sus posibles “ataques”. Pero Logan se verá obligado a volver a la acción cuando una mujer le pida que proteja a una niña que es perseguida por fuerzas oscuras, que desafortunadamente, tienen una conexión con el pasado de nuestro protagonista. Logan es todo lo que quisimos ver del personaje en cine y no decepciona. Un film adulto, oscuro, sangriento (atentos a la calificación “R”); y esto es entera responsabilidad de James Mangold y Hugh Jackman, quienes quisieron llevar al personaje a extremos como nunca lo habíamos visto antes. Pero no solo las escenas de acción impactan en este film, la historia (también escrita por Mangold) explora el viaje de estos personajes cansados, olvidados por el tiempo, que encuentran en la pequeña mutante el recuerdo del por qué alguna vez lucharon. Hugh Jackman le da a su última interpretación del mutante inmortal todo de sí mismo y se nota que es lo que siempre quiso hacer con él: Logan es ese vaquero que viaja sin rumbo, cansado de los duelos, pero que siempre está dispuesto a defender al oprimido, aún si esto signifique su propio sacrificio. No por nada Mangold nos retrata en una escena como Xavier y Laura, la pequeña mutante, ven Shane, el desconocido (Shane, 1953) donde el personaje es un viejo cowboy abatido. Y las referencias no terminan ahi, ya que Laura es fanática de los cómics de X-Men, a los que Logan exclama que “una parte de esos hechos sucedieron, y no de esa forma”. Esta clara referencia nos indica que la saga fílmica de los mutantes, muchas veces criticada por su falta de continuidad, no debe tomarse tan en serio como muchas veces se hace. Contrariamente a esto, podemos agregar que Logan se inspira parcialmente en el cómic de Mark Millar Old Man Logan (del que ya hablamos aquí), ya que la acción se desarrolla a modo de western post-apocalíptico crepuscular y nuestro héroe es una persona cansada de la violencia por una tragedia que lo obligó a nunca más desenvainar sus garras. En el film, el responsable de esa tragedia es otro, pero el cuerpo de Logan está cansado y su factor curativo ya no funciona como antes, gracias al envenenamiento del Adamantium, una ironía siendo que lo que lo hizo invencible ahora lo está matando. Dafne Keen, la pequeña encargada de interpretar a Laura/X-23 brilla en su performance siendo que la mayor parte del tiempo no habla y se expresa mediante gestos, brindándole al personaje un matiz increíble de bestialidad increíble. Podemos ver a una niña inocente que está perdida, buscando su lugar en el mundo sin saber qué es ni por qué le hicieron lo que le hicieron. En vez de llorar, Laura saca sus garras. Patrick Stewart es otro que se despide de su Charles Xavier en la saga mutante y lo hace de una manera impresionante, un interpretación que saca risas y llantos a la vez. Ver al mutante más poderoso del planeta postrado y con su mente perturbada nos hace vivir el dolor y la impotencia de sus lamentos. Los villanos no son para destacar, pero se puede decir que tienen una conexión con el pasado de Logan e, incluso, linkean a la fallida X-Men: Apocalypse (2016), ya que el universo sigue siendo compartido. Mangold no solo realizó un film que perdurará en la historia como uno de los mejores, sino que también uno que merece más de un visionado, por sus múltiples matices y críticas sociales (sobretodo al tema de la inmigración y el problema de los alimentos). Aunque sin lugar a dudas, por haber sido el film en el que Hugh Jackman dejó su alter-ego mutante luego de casi dos décadas en el que tanto nosotros, como él crecimos y disfrutamos de su larga vida inmortal.
5 AM: Juego macabro…y fallido. El director Ezio Massa regresa al cine de género en una cinta que tiene una propuesta interesante pero falla en varios aspectos. Mercedes, esta obsesionada con subir al altillo de su casa … Ese lugar esconde un misterio. En otro lugar cuatro amigos reciben un llamado de Adrián, un amigo que no ven hace tiempo. “Yo se algo de ustedes cuatro que entre ustedes desconocen”… Con estas palabras, Adrián manipula a sus cuatro amigos, para jugar por última ves un juego de invocación. Mercedes finalmente ingresa a ese oscuro altillo. El juego que va a unir estas historias, se llama 5AM, se juega cinco minutos antes de la media noche, y algo se manifiesta. Este nuevo film de género argentino tenía todas las chances de ser un nuevo clásico pero se queda a medio camino entre lo bizarro y lo naif. Hay varios aspectos a destacar y muchos en contra, con lo que el resultado final deja un sabor agridulce: con respecto al apartado técnico (si bien es bastante escueto), la fotografía de Adriel Rodríguez Cosco es impecable, con una iluminación en interiores que nos permite sentir el miedo profundo en ese altillo misterioso y tétrico. También la secuencia inicial, con esa toma aérea por la ciudad de La Plata, es un trabajo que creo es digno de una gran superproducción (dicho sea de paso, centrar la acción del film en esta ciudad, centro neurálgico de tanta actividad paranormal, es un gol de media cancha de Massa). Pero si estos aspectos son lo positivo, el nuevo opus de Ezio Massa falla en lo que mejor debería destacar: en la ejecución del guión. En una historia donde lo sobrenatural, y donde los relatos del juego de la copa son esenciales en el desarrollo, el realizador elige (quizás por falta de presupuesto) que los jugadores cuenten su propia experiencia de una forma poco cinematográfica, que la vuelve cansina y pesada; y esto es lo que más le resta a la historia, que debería ser fluida y, obviamente, visualmente impactante. También los actores son poco diestros en el manejo del léxico y la interacción entre ellos (exceptuando a Adrián Spinelli, siempre correcto y una gran Cristina Alberó) que junto a las fallas en la edición de sonido es otra ficha más para restar al producto final. En conclusión, 5AM es un intento fallido por generar miedo, ya que lamentablemente, en la función de prensa, se oyeron más carcajadas que sustos. Una pena.
Intrusos: Hogar, dulce hogar. Una mujer que vive sola debe defender su casa de unos cacos en busca de unos cuantos dólares. Lástima que la señorita esconde algo más que dinero en su casa. Las películas sobre “home invasion” ya son un género en sí mismo con exponentes tan brutales como The Strangers (2008), You´re next (2011) o la reciente Don´t breathe (2016), de la cual Intruders se nutre y bastante. Es raro que las dos se haya estrenado el año pasado, pero a diferencia del opus de Fede Álvarez, el film del que hablaremos fue directo a video en el mundo, estrenándose en salas argentinas recién ahora. Anna Rock está aislada del contacto humano en casi todos los sentidos, ella sufre de agorafobia paralizante y vive encerrada en una antigua mansión victoriana en las afueras de la ciudad, la gente en la vida de Anna se pueden contar con dos dedos: su hermano enfermo terminal, Conrad, y el conductor carismático Dan. Pero la casa de Anna está a punto de ser invadida por un trío de delincuentes de poca monta que buscan una misteriosa bolsa con dinero en la casa. El director muestra, en el sufrimiento de la protagonista por su hermano enfermo y su posterior deceso, que hay algo más que un miedo a salir al exterior por parte de ella. Se nota que algo esconde. Esto lo podemos descubrir recién cuando los ladrones irrumpen en su casa y desatan una situación límite y destapan el trauma que conlleva Anna: el pasado familiar y la casa que insiste en no dejar son parte del mismo problema mental que termina desatando un juego del gato y el ratón invertido cuando ella logra usar ese trauma como arma contra los delincuentes e incluso la casa, con sus laberínticas y sorpresivas habitaciones en forma de arma castigadora. Las actuaciones resultan correctas y el director realiza un buen manejo de la tensión, no muy deslumbrante, sobre todo en el segundo acto donde se devela el misterio y el film decae un poco en tensión y acción, aunque el final no deja de ser impactante aun si le falta un poco más de gore.
Sin nada que perder: No hay lugar para los débiles. Se estrena otro de los films nominado a los Oscars 2017. Una película con mucho humor negro y una visión descarnada del oeste americano actual. Si el título de esta reseña alude al film de los hermanos Coen del 2007 es porque es apariencia es similar al otrora cuento descarnado y voraz sobre personajes salvajes. Y aquí también los hay, aunque con una impronta de humor negro que enmascara un guión dramático, inteligente y de corte crítico social. Dos encapuchados han asaltado la sucursal local del Texas Midland Bank en un pueblito aislado de Texas. A los pocos minutos ocurre lo mismo en otra sucursal del mismo banco. Los responsables son los hermanos Tanner y Toby Howard (un maravilloso Chris Pine y Ben Foster, respectivamente), los cuales se encuentran en un furioso tren de saqueo, y planean robar mas locales del Texas Midland Bank en los próximos días. Es que el banco está renovando sus sistemas de video de vigilancia y por ello no quedan registrados en ninguna cámara. Pero el hecho no pasa desapercibido para el veterano Ranger Marcus Hamilton (un Jeff Bridges metiéndose en la piel de una cowboy viejo pero con todas las mañas del oficio), quien olfatea cuál va a ser el próximo golpe de los Howard. Cuando los robos tranquilos de los hermanos se transformen en un tiroteo en medio de la ciudad, Hamilton estará listo para darles caza de manera implacable. Quizás la traducción del título original (Hell or High Water) de a entender un poco más la trama y las metas de los personajes: “Aunque llueva o truene”. Es que estos hermanos criminales harán todo lo posible por cumplir su cometido, y la pareja de oficiales de la ley harán lo propio por capturarlos y encerrarlos a la sombra. Todo en el marco de un western moderno, gracias al magnífico guión de Taylor Sheridan, responsable del libro de Sicario (2015) y la partitura de Nick Cave y Warren Ellis quienes nos transportan a las zonas áridas de Texas y sus persecusiones de bandidos al son de la música country que no para un segundo, así como la historia. Una historia que teje sus redes a partir de los personajes, tan contenidos que en un momento la explosión de lo reprimido culmina en un clímax crudo y sin concesiones, llevándose con él el clima somnoliento que se venía sosteniendo como un ensueño de muchos, pero el derrotero de prácticamente todos. La historia que gira entorno a dos hermanos de clase baja, toca el tema de como las petroleras y los bancos se fue quedando con las propiedades de la población luego de la guerra que los estadounidenses le declararan a Medio Oriente y que dejó tantas bajas fuera como dentro del país. Sobre todo en lo económico, y por ende, en lo social. Jeff Bridges vuelve a deslumbrar con un papel a su medida, un Ranger malhumorado, de buen corazón y bastante sabio. Gil Birmingham es el compañero mitad indio y mitad mexicano que tiene que aguantar las bromas del viejo perro policía, pero que funciona como hermano menor y que mantendrá el legado de la ley. Un poco de esto se refleja en la relación de los hermanos interpretados por Ben Foster y un Chris Pine nunca antes visto, un papel que enaltece su performance y destaca sus vetas de actor dramático. Estos cuatro personajes conforman un espejo y una antítesis perfecta en la que se desarrolla esta historia donde Mackenzie brilla en el manejo de los planos (basta ver y enamorarse del plano secuencia inicial). En algunos países el film se nombró Comanchería. Hay una escena en un casino donde el personaje de Chris Pine tiene un entuerto con un descendiente de Comanches, y éste le significa el término Comanche: “Enemigo de Todos”. Y claro que sí, cuando no tenés nada que perder y tu vida se va, literalmente al tacho, TODO EL MUNDO ES TU ENEMIGO.
Nieve Negra: Secretos (oscuros) de familia. La familia nunca la elegimos y debemos lidiar con la que nos toca. Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín lo saben bien en esta genial cinta de suspenso. Acusado de haber matado a su hermano durante la adolescencia, Salvador (Ricardo Darín) vive aislado en el medio de la Patagonia. Tras varias décadas sin verse, su hermano Marcos (Leo Sbaraglia) y la esposa embarazada de éste Laura (Laia Costa), llegan para convencerlo de vender las tierras que comparten por herencia. El cruce, en medio de un paraje solitario e inaccesible, reaviva el duelo dormido donde los roles de víctima y asesino se trastocan una y otra vez. El primer gran tanque nacional tiene a dos figuras fuertes como lo son Sbaraglia y Darín por primera vez juntos en esta co-producción argentino-española, que ahonda en lo más primitivo del ser humano y que mediante el suspenso logra crear un clima de encierro paradojicamente en un paisaje tan amplio como lo son las cumbres nevadas de la Patagonia argentina. El film de Martín Hodara nos va recreando el trauma familiar en base a una narración que va y viene en el tiempo a cuenta gotas, y se mueve entre el pasado y presente, revelándonos de a poco la verdadera causa de la soledad de Salvador y varias actitudes, tanto de su hermano como del amigo del padre de familia fallecido, un Federico Luppi que vuelve a interpretar un personaje a su medida. Hodara nos va dando pistas, como si de un rompecabezas se tratase, manteniendo la tensión durante el transcurso de la historia, que por momentos se vuelve lenta (quizás en el primer acto) pero que se va desenvolviendo como el paño de una obra de arte trágica en el que nada es lo que parece; en donde los personajes ocultan más de lo que muestran, cual juego de póker siniestro. Todo esto, con una fotografía asfixiante e impecable a cargo de Arnau Valls Colomer en el que se ve la influencia de obras como The Thing (1982) de John Carpenter, donde la nieve y el paraje desolado ejercen la opresión de un personaje más. Tanto Sbaraglia como Laia Costa están soberbios en sus personajes; uno como un hombre con varias dudas y una personalidad reprimida, y la otra como una mujer decidida, fuerte y con un costado misterioso. Quizás un poco desaprovechados Federico Luppi y Dolores Fonzi, pero determinantes como peones en este juego de ajedrez en el que Ricardo Darín es el verdadero rey, en la piel de Salvador, un tipo hosco, mal hablado, del que nunca se está seguro que oculta tras sus pocas palabras y mirada desconfiada. Un cambio radical en la carrera del gran actor argentino que sorprende tanto como enaltece su carrera aún más. Nieve Negra es una película para saborearla más de una ocasión, recorrer todas sus aristas y sorprenderse una y otra vez. Un juego de paciencia en el que no hay ganadores, solamente perdedores, tragedias griegas y personajes ambiguos como nunca vistos en el cine argentino. Una muestra más del crecimiento en calidad del cine de género local.
Assassin’s Creed: Game Over a la adaptación de videojuegos. O como podríamos decir BASTA ya a pasar fichines al cine, porque demasiado presupuesto no significa buena calidad. Super Mario Bros. (1993), Prince of Persia (2010) o la reciente Warcraft (2016) son ejemplos vastos de como tenemos que dejar de apoyar productos fílmicos basados en videojuegos. La famosas franquicias ya son en sí mismas, en sus plataformas virtuales, ejemplos de como una historia puede contarse de manera diferente y entretenida, creando un mundo completo con secuelas y precuelas para el avesado jugador de fichines. Assassin’s Creed llegaba con la expectativa de romper los paradigmas establecidos y traernos, por in, una adaptación digna de esta clase de géneros, pero falla considerablemente pecando de querer ser seria por momentos y espectacular por otro lado. Al principio de la película, Callum Lynch (Michael Fassbender) está a punto de ser ejecutado con una inyección letal, pero es rescatado ‘in extremis’ por una enigmática corporación llamada Abstergo. Sus líderes, Sofia (Marion Cotillard) y su cadavérico padre Rikkin (Jeremy Irons), han descubierto que Cal es descendiente de Aguilar de Nerha, miembro de los Asesinos en la España del siglo XV. Esencialmente, quieren usar a Cal como rata de laboratorio: que a través de una máquina (Animus) viaje mentalmente más de cinco siglos atrás en el tiempo, se conecte con los recuerdos de su guerrero antecesor y se pelee contra hordas de españoles a cuchillazos y flechazos con el fin de ayudar a los malos a localizar la Manzana del Edén, un artefacto que según dicen contiene el código genético de la raza humana y servirá para erradicar la violencia inherente en nuestro ser. A ver, si en tu vida jugaste algún capítulo de esta saga todo te va a parecer confuso, ya que Justin Kurzel nunca se molestó en explicar lo que en el juego sí, y perdió el tiempo justificando y explicando otras cosas. No sabemos por qué un águila da vueltas todo el tiempo por el cielo (literalmente) haciendo de nexo entre escenas del pasado y futuro; no sabemos que la Manzana proviene de una raza avanzada tecnológicamente que nos creó (esto lo sé por haber investigado para escribir este artículo, no porque el señor director del film alguna vez lo haya mostrado en el film) y tampoco sabemos por qué razón durante dos horas no pasa absolutamente nada y cuando sucede algo de acción, no solamente mancha la fotografía con un croma marrón y mueve la cámara frenéticamente, dejándonos con los ojos dados vuelta y mareados sin saber que pasó realmente. Desde el aspecto técnico, vestuario y locaciones para la Andalucía del Siglo XV es todo espléndido, utilizando Almería como lugar de acción para una persecución que nos hace admirar esos bellos paisajes que sirvieron para los mejores westerns europeos, aunque solo eso logra evocar. La cinta no tiene misterio, es totalmente confusa y exceptuando la actuación de Fasbbender (que le pone todo el empeño por ser serio en un producto que él mismo produjo), tanto Cotillard y sobre todo Jeremy Irons, están desaprovechados y ridiculizados al máximo. Por favor no hablemos de cómo los anglosajones pronuncian el español ibérico porque cuando comienzo a recordarlo me sangran los oídos de nuevo (presten atención a cuando pronuncian la palabra “manzana”) Assasin’s Creed prometía espectacularidad y la cumple, aunque por momentos se torne aburrida y sea, creo yo, una de las peores adaptaciones de videojuegos y una de las peores películas que nos trae este 2017 que recién comienza.
Moana: Allá lejos, donde el cielo se junta con el mar. Llega una nueva Princesa Disney muy acorde a los tiempos que vivimos y es un disfrute visual. No se puede negar que Disney se va reinventando año tras año. Para esto es menester de la compañía estar atentos a las épocas donde las transformaciones sociales son cruciales para que se le pueda dar al público lo que quiere o lo que ellos creen que se consume. Una muestra de ello es adquirir Marvel Studios y comenzar con la seguidilla de superhéroes de La Casa de la Ideas y expandir un universo fantástico en cines. Y tal como Marvel, que siempre está a la vanguardia de los tiempos que corren, Disney fue modificando su particular visión de las Princesas, otroras damiselas en peligro. En este contexto aparece Moana: Un mar de aventuras, donde la hija de un jefe tribal (una Princesa, aunque a ella no le gusta esa denominación) en Motunui, una isla del sur del Pacífico, cree que puede dar más por su pueblo saliendo “mas allá de los Arrecifes” que estando en su tierra. Llevada por una antigua leyenda que dice que el semi-dios Maui al robar el corazón de la madre naturaleza trajo desdichas y oscuridad al mundo; la joven deberá encontrar a este carismático personaje y traer paz a su pueblo. Tanto Maui como Moana se embarcarán en una aventura para descubrir que sus vidas no dependen de los designios de la familia, que cada crea su propio destino, atendiendo el llamado de su corazón y aprendiendo sobre la marcha que la vida es un viaje de ida y vuelta; porque se necesita salir al mundo para prender y volver a casa con la experiencia que solo el exterior puede darnos. Volver con más fuerza y sabiduría. Tanto los paisajes como la paleta de colores tropical y la creación de los personajes son excepcionales, donde ningún detalle queda librado al azar y las aventuras de estos dos particulares seres son acompañadas por el nuevo Rey Midas de la música, Lin Manuel Miranda. Una aventura más de Disney donde nos queda claro que los sueños son para cumplirlos y no hay horizonte que nos detenga. Atentos a quedarse después de los créditos que hay una escena muy graciosa. [Párrafo aparte se necesita para el corto “Cabeza y Corazón” que precede el film, otro deleite para los sentidos que sigue la premisa de atender los designios del músculo rojo].
Aliados: La espía que me amó. Cuando las innovaciones y nuevas ideas en el cine quedan relegadas al mero “rebooteo”, siempre quedarán los directores que traen de nuevo la vieja escuela para darle un aire fresco con el aroma a nostalgia necesario. Esta vez es Robert Zemeckis (Náufrago, Forrest Gump) el encargado de traernos un film donde la narración clásica no es necesariamente “vieja” y demuestra que un relato de espías de la vieja escuela puede ser el punto de partida (y final) de una gran y trágica historia de amor. En Aliados, Max Vatan (Brad Pitt) es un Teniente Coronel que llega a Casablanca (Marruecos) en 1942 con la misión de asesinar a un embajador nazi. Para esto, contará con la tapadera de matrimonio simpatizante del régimen nacionalsocialista en la que la rebelde francesa Marianne Beauséjour (Marion Cotillard) forma parte como la supuesta esposa. En esta misión casi suicida podemos ver como este dúo tiene bien en claro como son las cosas, mero trabajo, sin involucrar sentimientos. Pero en el fragor y la víspera del trabajo, y con miramientos a no salir vivos de la situación apremiante, tanto Max como Marianne se dejan llevar por sus bajos instintos y, así, al salir victoriosos e ilesos de la misión, el amor nace y comienzan una vida real de matrimonio en la Londres de 1943. Pero claro, como nada puede ser perfecto en la vida de dos espías en la 2da Guerra Mundial, los superiores de Vatan acusan a Marianne de ser agente nazi infiltrada y su esposo tendrá 72 horas para limpiar el nombre de la madre de sus hija, o bien descubrir la horrible verdad y apagar la vida de la mujer que tanto ama con sus propias manos. Zemeckis hace maravillas con la cámara: desde el paisaje desértico de marruecos (aunque se nota un poco el CGI) hasta la ciudad de Casablanca todo es perfección y se ve que a la producción no se le ha escapado ningún detalle, incluso en lo que a vestuario respecta. Los planos del realizador nos llevan junto a sus travellings a contener la respiración y ser parte de la intriga y el suspenso que tan bien maneja, apoyado por la magnífica banda de sonido compuesta por Alan Silvestri y el guión de Steven knight. La historia es simple pero efectiva: un relato romántico de espías como lo pudo haber filmado Alfred Hitchcock o como la mismísima Casablanca (1942) de la que Aliados toma y mucho; desde el lugar donde transcurre la acción hasta a pequeños guiños que el cinéfilo avesado logrará divisar. Pero aún así, no es una film homenaje, es una propuesta clásica renovada con una historia que tiene una vuelta de tuerca dramática, aunque los tráilers crean haber arruinado la sorpresa, en realidad el conflicto principal es el interno entre Vatan y Beauséjour, y como una semilla de duda bien plantada puede destruir el amor más fuerte. Brad Pitt está correcto en el papel de este pobre hombre afligido por la duda (a veces un poco inexpresivo, pero no por eso determinante), pero Marion Cotillard es la estrella del film: una dama que juega con la ambigüedad en una sola mirada que puede enamorar o asesinar. Una digna heredera de Ingrid Bergman o Greta Garbo. La química entre ambos es explosiva y uno de los puntos más fuertes del film, más que obvio si se trata de un film en donde la tensión se maneja de manera doméstica y no en las trincheras. Aliados viene a demostrarnos que las buenas historias vienen desde el relato clásico y que no necesitan de la espectacularidad visual para cautivar, sino de una mano certera como la de un director como Robert Zemeckis para renovarlas, darles una pulida y entregarlas en bandeja de plata.