Annabelle 2: El regreso (triunfal) de la muñeca maldita Si te encantó El Conjuro (The Conjuring, 2013) y esperabas a Annabelle (2014) con ansias pero te decepcionó, no te aflijas, Annabelle 2: La Creación (Annabelle: Creation, 2017) es todo lo que esperabas y más. Dicen que “segundas partes nunca son buenas”, pero algunos se olvidan que, cuando la primera es un fracaso, la segunda (si hay viabilidad) puede mejorar el universo ya creado y potenciarlo. Esto sucede con Annabelle 2: La Creación: la secuela del spin-off (uff!) de esta muñeca que apareció en el universo de James Wan regresa para contarnos sus orígenes, la verdad del por qué de todo. Y no defrauda al contar una historia que cumple lo que promete: ASUSTARTE. A mediados de los años 40, el matrimonio Mullins pierde a su hija en un terrible accidente y deciden recluirse en su hogar hasta que, una década más tarde, deciden albergar en su casa ya visiblemente deteriorada por el abandono personal y emocional, a una monja con un grupo de niñas que sufrieron el cierre de su horfanato. Dato de interés: Samuel Mullins (Anthony LaPaglia) es un fabricante de muñecas que crea una versión limitada de la que más tarde conoceremos como la famosa “Annabelle”. Las huérfanas tienen toda la casa Mullins para ellas, excepto el antiguo cuarto de la pequeña fallecida y el dormitorio donde yace enferma la señora Mullins (Miranda Otto). Si bien la mayoría de las niñas se adaptan perfectamente, Janice (Talitha Bateman) siente trsiteza al creer que no será adoptada nunca por una familia debido a sus secuelas tras la poliomielitis que sufrió. Su mejor amiga y compinche, Linda (Lulu Wilson), es el pilar donde se apoya ante la adversidad, pero la debilidad interior de Janice hará de ella un blanco para la presencia oscura que habita la casa y se irá apoderando de ella poco a poco. Debo confesar que luego de haber visto la primera parte de este spin-off, asistí con pocas (o nulas) expectativas para ver esta secuela/precuela, y tengo que decir que me equivoqué horriblemente: Annabelle 2: La Creación es un film que expande el universo de The Conjuring pergeñado por James Wan, y esto es mérito de su director David F. Sandberg, al que conocemos por sus cortometrajes perturbadores y luego por extender su más famosos en el largo Cuando las luces se apagan (Lights Out, 2013), que si bien no fue de mi agrado, fue la entrada por la puerta grande de este realizador. Sandberg sabe manejar momentos de tensión, la iluminación, el montaje y la música para crear un ambiente tétrico en lugares comunes, como el interior de una casa. Claro que hay muchos clichés del género en este film, pero la manera de contar la historia hace que no les des importancia y sigas esperando que va a pasar en el momento siguiente. Otro de los aciertos es el casting: la dupla de niñas protagonistas son muy carismáticas, tanto Bateman como la experimentada en el género, Wilson quien ya actuó en Ouija: El Origen Del Mal y Deliver Us From Evil. El resto del cast cumple y son funcionales a la trama correctamente. Por último quiero agregar que Sandberg utiliza los mismos métodos de susto (como los Screamers) pero en menor medida, y el film no espera para dar a conocer el Mal que habita en la casa, proporcionándole un ritmo que no decae luego de la primera media hora. Y a estar atento, porque el “Universo Wan” se expande metiendo referencias a próximos spin-off de The Conjuring, ademas de tener dos escenas post-créditos. Anabbelle 2: La Creación es un digno film de horror, que se complementa y expande el universo creado por James Wan, y esta vez sí que vale la pena.
La Torre Oscura: Una adaptación que ha olvidado a su padre. Una de las más ambiciosas y esperadas adaptaciones de las obras del gran Stephen King logra captar la atención ante su estreno. ¿El resultado? Entrá y enterate. Debo admitir que no conozco la, ya legendaria, saga de “La Torre Oscura”, la cual tiene varios libros en su haber de la mano del gran Stephen King. Una saga de aventuras donde el último Pistolero de un casta debe enfrentar fuerzas del Mal y proteger nuestro mundo del despiadado hechicero Hombre de Negro. La premisa es interesante, y cuando se comenzó a hablar de una adaptación (primero en formato serie para HBO y con Damon Lindeloff involucrado), mis expectativas por ver ese mundo entre fantasía y personajes anacrónicos del Viejo Oeste fueron creciendo de manera exponencial. Pero cuando el proyecto comenzó a vislumbrar problemas de producción, cambios de mando y actores que pasaban, su futuro cinematográfico no tenía un buen horizonte. Y, lamentablemente, las predicciones como profecías autocumplidas, se desatan en este film, el cual carece de alma de aventuras, espíritu de suspenso, y ni siquiera tiene un ritmo que atraiga al espectador y quiera saber qué pasa en esta historia. Porque claro, entre tanta mano y mala edición, La Torre Oscura es un compendio de escenas que quieren mostrar de todo pero no termina cuajando nada: ni la historia del Pistolero (Idris Elba, lo mejor de la película), ni el niño Jake (Tom Taylor), y ni siquiera el villano interpretado por un Matthew McConaughey que, a pesar de su carisma y su porte, no logra encarnar a un Hombre de Negro temible y desafiante. La Torre Oscura podría haber sido un buen producto televisivo, y este film de hora y media podría haber sido un gran piloto para esa serie; pero peca de querer ser más de lo que es, usando una falsa solemnidad que bien podría, incluso, causar risas, pero termina siendo anodina y mal ejecutada. Lamentable.
Conjuros del más allá: El Vacío es lo que espera… Una joyita del género que se estrenó el año pasado finalmente llega a nuestras salas, para deleitarnos con el más puro horror visceral. En un camino apartado, un policía solitario encuentra a un hombre herido y lo lleva al hospital más cercano. Cuando una extraña amenaza le impide salir del hospital, el policía y un grupo de locales se atrincheran dentro, creyendo estar seguros, sin saber que allí se ocultan fuerzas oscuras a punto de desatarse. Si bien este argumento podría encasillarse en cualquier producción del célebre John Carpenter, nos referimos a Conjuros del más allá (The Void, 2016), film que se estrena finalmente en Argentina pero que tuvo un paso gratamente exitoso en festivales de cine de género como el SITGES. Si bien la traducción del título no es más que para “hacerla más comercial”, The Void no tiene nada de “conjuros”, sino que es un film más experimental y que juega con el homenaje construyendo un relato novedoso en el marco de una atmósfera indie, pero con claras reminiscencias a películas del citado Carpenter (donde las fuerzas del orden tiene poco o nada que hacer frente a amenazas sobrenaturales) como “The Thing (1982)” o “Assault on Precint 13 (1976)”. También hay claros homenajes a Lucio Fulci y su “The Beyond (1981)”, donde el final es casi calcado. Porque sí, “Conjuros del más allá” es un film que Jeremy Gillespie y Steven Konstanski, sus directores, construyeron a partir del homenaje que tanto está en boga hoy en día (sobre todo con la serie Stranger Things) a filmes de la pasada década del 80, pero con una impronta propia; una película de suspenso que desgrana un drama existencial en sus personajes, llevándolos al extremo de la locura y la desesperación: la búsqueda de un Dios, de una razón para vivir y morir, y en esa búsqueda encontrar algo más, un mal tan antiguo que nos recuerda a esas bestias inimaginables y divinas de H.P. Lovecraft, algo que incluso está explícito en este film, cada vez que escuchamos esas estridentes trompetas en el cielo. O lo intuimos, cada vez que en un plano se nos muestra las nubes moviéndose, escondiendo “algo”. Algo maligno que se intuye dentro y fuera de nuestro ser. Un vacío que acaba siendo el vacío mismo de la existencia humana.
Dunkerque: Soldado que huye… El nuevo film de Christopher Nolan llega a los cines. Esperado como pocos, el nuevo opus del británico es una experiencia visual sin igual. Bahía de Dunkerque (Francia). Mayo de 1940. Mas de 300.000 soldados Aliados están cercados por las tropas alemanas y esperando un milagro. Literalmente así también se la llamó a la Operación Dínamo: “El milagro de Dunkerque”, operación de rescate que pudo devolver a sus hogares a más tres centenas de ingleses, franceses y belgas varados en las orillas de dicha playa. Quizás no hayamos escuchado o no recordemos esta proeza de la Segunda Guerra Mundial, quizás empañada por otras que tuvieron más “prensa”, pero fue todo un logro para la Armada británica y un hecho que marcaría a fuego la época. Christopher Nolan retrata los últimos momentos de este hecho de una manera muy particular y, a la vez, muy personal: sabemos de la obsesión con las líneas temporales en su obra desde Memento, pasando por Inception o Interstellar; pero aquí lo lleva a su máximo grado, y en mi opinión, a su madurez narrativa: en las dos horas de duración del film viviremos simultáneamente una semana con los soldados varados en la playa, un día que pasará para un navío civil que irá a Dunkirk al rescate (uno de muchos) y una hora con un piloto de avión quien es el que trata por todos los medios posibles repeler los ataques enemigos. Las tres líneas convergerán en un punto casi al final y de manera magistral, siempre manteniendo la tensión al son de la partitura minimalista orquestada por Hans Zimmer que utiliza dentro de ésta, el “tic-tac” de un reloj analógico, recurso plenamente funcional para llevar los nervios al tope de los soportable. Dunkirk es una experiencia visual impresionante llena de espectacularidad en el momento de las batallas aéreas o las explosiones,ya sean en tierra o mar; filmada plenamente en IMAX ( y se debe disfrutar de esa manera) donde la fotografía de Hoyte van Hoytema logra retratar planos donde vemos la soledad de los soldados, la inmensidad del cielo pero también momentos claustrofóbicos y de gran encierro. Las actuaciones son sobrias y cumplen, aunque es una película donde el diálogo no es lo primordial, sino lo visual, donde se destacan Tom Hardy, Cillian Murphy, Mark Rylance, Kenneth Branagh y Fionn Whitehead. Pero Nolan decide no darle ni siquiera protagonismo al enemigo, quien casi es un ente invisible y acechante (incluso en unos de los últimos planos se los ve fuera de foco) sino al hecho en sí mismo y lo que significó para la historia. Una epopeya de proporciones muy pocas veces vistas y que seguramente posicionará al director en un lugar donde muchas veces es cuestionado: uno de los mejores realizadores visuales de nuestra época.
Spider-Man De Regreso a Casa: El Spidey de Disney. Una nueva adaptación al cine de nuestro amigable vecino arácnido llega, ahora sí, para integrar el Universo Cinemático Marvel. ¿Está a la altura de sus predecesores? Luego de los eventos ocurridos en Capitán América: Civil War (2016), un quinceañero Peter Parker (Tom Holland) debe volver a su habitual cotideaneidad como estudiante de secundaria, pero con su nuevo traje de Spider-Man proporcionado por Tony Stark (Robert Downey Jr.) que lo deja “jugar” en el barrio haciendo las veces de superhéroe local mientras no se meta en bretes mas grosos. Todo cambia cuando un criminal llamado Buitre (Michael Keaton) irrumpa en la ciudad utilizando tecnología Chitauri robada y vendiéndola como armas tecnológicas a otros criminales de poca monta. El joven Parker no dudará en utilizar sus poderes para detener al Buitre, mientras balancea su vida como estudiante y superhéroe que quiere integrar las filas de los Avengers, probando una y otra vez que le falta mucho recorrido. Pero como Thomas Wayne dijo alguna vez “Caemos para aprender a levantarnos”, y así veremos a Spidey redimirse y finalmente ser el héroe que todos necesitamos, pero no nos merecemos. Los más avezados no entenderán por qué estoy utilizando citas a la trilogía de Batman de Nolan, y es que no tiene nada que ver. Al igual que esta película de Spider-Man tiene nada que ver con lo que es el personaje en sí. No es una película perfecta y dista demasiado de lo que los críticos internacionales dictaminaron por decreto como “la mejor adaptación de Spider-Man”. No señores. Y voy a hablar como fanático del personaje de toda la vida. Spider-Man: De Regreso a Casa (Spider-Man: Homecoming, 2017) es una película muy divertida y muy larga. Un film puroo y netamente de la asociación Marvel/Disney que cada vez prioriza más el marketing, el personaje “ganchero” a una historia con matices profundos y que conmueva. Y, además, se hace demasiado larga con sus más de 2 horas de duración. Seguramente el niño, el púber, disfrutará de Spidey en su veta más juvenil y risueña (y quizás eso sea el punto “mejor adaptado”del personaje en el film), pero el Peter Parker que conocemos es un pibe conmocionado con la muerte de su tío (que, olvídense que se nombra acá) y con una fuerza de voluntad sobrehumana, a la vez que dicha muerte es el motor y motivación para ser Spider-Man. Este Peter no tiene una motivación mayor que ser parte de los Avengers. Es como una groupie que solo quiere una foto y autógrafo de su cantante de rock amado. El trabajo de Tom Holland es sublime como Spidey, muy charlatán y sobre-excitado, pero como Peter Parker no logra el súmun de melancolía que generaba Tobey Maguire (pese a quien le pese), y por esto la dualidad del personaje todavía sigue sin ser bien adaptada. Marisa Tomei como La Tía May, bueno, más intrascendente no podía ser (igual es bellísima en cámara a sus 52 años). Michael Keaton recrea a un Adrian Toomes/Buitre con sus buenos matices drmáticos y motivaciones, pero Loki sigue siendo Loki. El que se lleva las palmas es Jacob Batalon como el mejor amigo de Peter, Ned. Es el que más risas se lleva con su actuación y funciona como un gran partener del protagonista. Podría seguir hablando de las fallas que tiene el film (como el score de Michael Giacchino, el menos inspirado de su carrera), pero como la entrada del arácnido al UCM es un buen entretenimiento pasatista que seguramente hará las delicias de los más jóvenes, pero no creo que llegue a conformar a los más puristas y amantes del personaje. Acá lo tienen, Spider-Man regresó a Marvel, lamentablemente Disney compró Marvel. AH, quédense para 2 (DOS) escenas post-créditos.
Viene de noche: El triunfo de la muerte. Así como la obra del pintor Brueghel, el film del realizador Trey Edward Shults es de un pesimismo magistral, si cabe la denominación. La familia compuesta por Paul (Joel Edgerton), su esposa Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo Travis (Kelvin Harrison Jr.) enfrentan al Apocalipsis alejados de las grandes urbes en una cabaña solitaria donde sobreviven como pueden. Luego de la muerte del abuelo de la familia, estas personas deberán enfrentar los miedos y paranoias cuando un extraño irrumpa en su casa y traiga consigo a su familia. Más allá de como se promocione, el film de Trey Edward Shults (“Krisha”) es un drama con tintes de cine de horror; pero más que nada, un drama familiar. El realizador sabe como manejar los espacios, la luz/oscuridad y la atmósfera opresiva con cada plano haciéndonos sentir la misma sensación de amenaza latente que viven los personajes, pero ojo, nunca vamos a ver cuál es la amenaza, ni tampoco qué o por qué se provocó ese Apocalipsis. Un poco del encanto de este film es ese, el no saber nada y estar siempre alerta a todo. Quizás la respuesta esté en esa pintura que ya he mencionado, “El triunfo de la muerte”, donde Pieter Brueghel retrató el Juicio Final y la Peste Negra que azotó Europa, y en el que podemos apreciar cierto vestigio de esta enfermedad en los síntomas de los “infectados” del film. Como mencioné anteriormente, Viene de noche (It comes at night, 2017) es un drama familiar, pero otra consideración al respecto sería tomar el personaje del joven Travis como protagonista de un drama adolescente y como enfrenta sus cambios hacia la madurez en un ambiente post-apocalíptico: la pérdida del abuelo (figura paterna con la que más se identificaba) es esencial en la formación de la psique del joven, además de enfrentar la pérdida de su mascota, el perro de la familia con el que compartía la mayor parte del tiempo, siendo éste tanto la figura que toma Travis bajo su protección y que paradjicamente, no puede proteger, dejando así un vacío que se va acrecentando cada vez más la brecha en el enfrentamiento padre-hijo (el padre, Edgerton, para proteger a su hijo, deja desprotegida a la mascota de éste, siendo el Ego/Yo reprimido del joven por el padre lo que desencadena el conflicto interno). A medida que avanza la trama, Travis va teniendo pesadillas y “sueños húmedos” con la mujer del matrimonio huésped y esto incrementa aún más el conflicto interno del joven, al punto de cuestionar la realidad y los mandatos paternales. Incluso la expresión de deseo y represión está literalizada en esa bendita/maldita puerta roja que conecta el interior con el exterior; la seguridad del interior contra lo desconocido (amenazante pero tentador y liberador) del exterior. Sin lugar a dudas Viene de noche es un festín para degustarlo poco a poco y que tendrá muchas más aristas para ir desmenuzando con cada oportunidad que se la vea y disfrute.
Madraza: Blaxploitation Nac & Pop. La ópera prima de Hernán Aguilar es un entretenimiento puramente cinéfilo, con pinceladas de crítica social. Si te acercás al cine a ver Madraza tenés que tener en cuenta es mucho más que una “comedia negra de acción”. Se nota que Hernán Aguilar bebió del cine Clase B de los 70 del que tanto hace escuela Quentin Tarantino en esta época. Otro gran ejemplo de la gran obra cinematográfica que es Madraza, es que lo que sucede en la hora y media de metraje fluye con tanta naturalidad que en un momento podés estar reflexionando sobre los dilemas morales de la venganza y el asesinato, y en el otro, disfrutando como Matilde (Loren Acuña) asesina casi “por accidente” a un dealer de droga. Decir “por accidente” es casi ingenuo, ya que desde el primer fotograma Matilde es capaz de matar a una mosca, contrariamente a lo que piensa (y dice, literalmente) en un primer momento el magnífico detective de policía interpretado por Gustavo Garzón. La rutina, la represión patriarcal, la sociedad, todo eso que tantas veces nos hace estallar en una puteada, logra que Matilde lo canalice a través de sus trabajos de sicaria a sueldo. Así el drama, la comedia negra y la acción fluyen tan naturalmente al son de una banda sonora, para este humilde servidor bastante funcional pero que de otro tipo de género le hubiese aportado más épica. La fotografía, las tomas en cámara lenta y los FX hacen de esta producción un deleite visual muy pocas veces visto. En el apartado actoral tanto Sofia Gala como Chunchuna Villafañe (¿Viva?) y el siempre gran Osmar Nuñez se mueven como si sus personajes fuesen la otra personalidad de sus vidas. Pero quiero detenerme en Gustavo Garzón y Loren Acuña, los enormes protagonistas de esta historia “de amor y de espanto”: La dupla es magnifica y se siente una química tan particular que nos hace recordar a esa extraña relación que tenían Robert Forster y Pam Grier en “Jackie Brown (1997)”. Y no es casual que nombre en esta review al film menos personal de Tarantino, pero que homenajea a uno de los géneros que más amó: el Blaxploitation. Este género de cine Clase B fue muy popular en los 70’s, donde se intentaba contar la vida en los ghettos y como los afroamericanos sobrevivían con su situación social. Con el correr del tiempo este sub-género fue mutando, convirtiendo a los hombres y mujeres negros en héroes de acción, cuya figura icónica sin lugar a dudas fue Pam Grier y su “Foxy Brown (1974)”. Por esto, no creo casual tampoco que Aguilar haya elegido a Loren Acuña para protagonizar este film: la sensualidad (y la cabellera) podrían fácilmente confundirse con la impronta que dejó Grier al blaxploitation, y uno de los mejores ejemplos es cuando el personaje de Acuña finalmente se ve con su determinación final, en su transformación absoluta en esa Femme Fatale y vengadora, mujer de acción al que el encargado de la cámara decide hacerle una toma contínua a sus botas de cuero negra, para luego subir y descubrir a esa Madraza cambiada para siempre por las circunstancias que la hicieron víctima, pero también victimaria.
Huye: Adivina quién viene a cenar. Sublime. Perfecta. Terrorífica. Agobiante. Sobran adjetivos para calificar la nueva obra de Jordan Peele, la maravillosa Huye (Get Out, 2017). El cine de género norteamericano (o el cine norteamericano en general) hace años que viene falto de ideas. No hacen más que generar remakes, adaptaciones y, de nuevo, remakes. Por eso adoramos que mentes como la de James Wan, o la vuelta del mejor M. Night Shymalan con, por ejemplo, Fragmentado (Split, 2017) nos sumerjan en esas pesadillas oscuras atemporales y aculturales. Quién iba a suponer que este año tendríamos otra sorpresa, y que vendría del lugar menos pensado: la comedia. Porque Jordan Peele, director de este film, es un comediante muy famoso de yankilandia. Nadie esperaba que este manjar de demonios internos y oscuros entramados saliera de la cabeza de un tipo que te hace reir. Doble sorpresa. Si a eso le sumamos que se asoció con la productora Blumhouse, ya un ícono del cine de género actual de bajo presupuesto, sabíamos que algo bueno debía salir. Pero no algo TAN perturbadoramente hermoso. Cuando vi el tráiler por primera vez (y no había ninguna señal de estreno local) quedé tan estupefacto que la sensación de ver ya mismo ese producto era tan ferviente como cuando te baja la presión y necesitas comer algo salado. Sabía que esa película sería un éxito en cualquier parte del mundo, porque notaba la atmósfera opresiva que se le quería dar al producto y es algo que en un film de horror nunca puede faltar para que te sientas agobiado y quieras cerrar los ojos, pero aún así, seguir viendo lo que va a suceder. En el comienzo, vi que la premisa venía empapada del film de Stanley Kramer al cual hago referencia en el título de esta review, y que muchas veces y muchos años después, fue tanto parodiada como homenajeada en distintos géneros cinematográficos: la pareja interracial que debe hacer frente a la familia de uno de ellos (generalmente a la familia blanca y adinerada). En este caso sucede exactamente lo mismo pero con un condimento especial, el cine de terror o thriller. Pero no es un terror de monstruos o seres sobrenaturales. No señor. El terror que se vive y se palpa en el film es el que se vive y se palpa desde hace décadas en suelo estadounidense: el terror de ser una persona negra. Uno de los aciertos de Jordan Peele (quien también escribió el magnífico guión) es conjugar géneros y se sientan orgánicos y no forzados. El casting es otro logro que, al conocer un poco la filmografía de los actores principales, uno se va dando cuenta que la mayoría se ha destacado en papeles cómicos o personajes con tonos amables. Aquí, uno de los ejemplos más perfectos de versatilidad es Catherine Keener en un papel sumamente pertubador. El choque de culturas, quizás risueño en el primer acto del film, va desapareciendo a medida que la trama se va alejando de los tópicos comunes, y sin caer en la obviedad del susto fácil, nos va lentamente metiendo en un juego siniestro. En una de las primeras escenas, Chriss (interpretado por el inglés Daniel Kaluuya) se queda estupefacto viendo como un ciervo al costado de la ruta lucha por aferrarse a la vida, luego de haber sido atropellado por él y su novia, Rose (Allison Williams, también magnífica). esa misma imagen se repetirá una y otra vez, cada vez que quede solo. Cada vez que recuerde la culpa por la muerte de su madre. La vulnerabilidad del ciervo es la misma que muestra Chriss, pero también la fortaleza de aferrarse al vida a pesar de su naturaleza y la de los demás. Como decía anteriormente, el film conjuga los pasos de comedia (sarcástica), el thriller, los homenajes a films como Invasion of the Body Snatchers (1978), e incluso el drama racial, condimentado con la excelente fotografía de Toby Oliver (The Darkness), la música de Michael Abels y la excelente dirección de Peele, que sabe como utilizar los espacios reducidos en nuestra contra y darnos buenas sorpresas con constantes vueltas de tuerca en la trama, hacen que Huye (Get Out, 2017) sea una de las sorpresas del año y, quizás, se convierta en un nuevo clásico para revisitar muchas veces más.
Guardianes de la Galaxia Vol. 2: Y al final, lo primero es la familia… Los defensores intergalácticos están de regreso, con nuevas aventuras y mucho efecto especial. ¿Es una digna secuela? Enterate aquí mismo. Star-Lord, Drax, Gamora, Rocket y Baby Groot vuelven para las delicias de los “marvelitas” más fervientes, y para seguir expandiendo el Universo Cinmático marvel en Guardians of the Galaxy Vol. 2 (2017). James Gunn encontró la fórmula en 2014 para contar la historia de estos personajes ultra desconocidos de la Casa de las Ideas y Disney la supo vender muy bien; con un poco de nostalgia por un lado y personajes con los que uno podía sentir empatía, si bien sus acciones están allá en el espacio sideral, son tan humanos y tan terrenales como nosotros mismos. La cuota de no tomarse tan en serio estas aventuras espaciales, es lo que hace que los Guardians estén en la otra vereda de Iron Man o el Capitán América, personajes torturados y con vastos sacrificios a cuestas. 3 años después (pero pocos meses posteriores en la historia) de su primera aventura, los Guardianes están consolidados como tales y los encontramos peleando contra el Abillisk, un monstruo con tentáculos sospechosamente similar a Starro, la estrella de mar gigante con la que se enfrentaron por vez primera los héroes de la compañía adversaria creando así la Justice League (pero eso es otra historia). El trabajito sale bien, y los patrones, que vienen a ser una raza llamada Los Soberanos, de perfección absoluta, son “traicionados” a último momento por Rocket que no puede con su instinto “bardero” y roba una baterías de energía para venderlas; baterías que estaban encargados de proteger del Abillisk. La persecución no se hace esperar y son salvados a último momento por una misteriosa figura que se revela ante el grupo como Ego (Kurt Russell), el padre biológico de Star-Lord. A partir de esto, los Guardianes se separan en dos grupos para investigar cuál es la verdad detrás de esta revelación, solo para encontrar traiciones inesperadas y nuevos aliados donde había viejas enemistades. Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es la expansión no solamente del UCM sino de la historia de estos disimiles personajes que se ven unidos por un sentimiento fraternal, que van descubriendo que una familia no es lo que la sangre o el parentesco te impongan, sino la lealtad que se profesa hacia el prójimo y los sacrificios que uno está dispuesto a hacer en pos de esa unión fraternal. Se nota que a James Gunn le dieron total libertad para hacer lo que quería, ya que esta secuela no se rige por la “formulita” de Marvel/Disney y ni siquiera se parece a su antecesora: todo se siente diferente, hay una evolución en los personajes fuera y dentro de la trama, hay mas cinismo en ellos aunque también más humanidad (incluso en los alienígenas). Para los que siguen este universo marvelita, hay varios “fanservice” e incluso para los ávidos lectores que conozcan el cánon comiquero. El director vuelve a elegir una banda de sonido acorde y funcional a la trama, con éxitos vintage de la música terráquea y los cameos no se hacen esperar: son muchos, pero a diferencia de, quizás algún que otro caso, todos tienen una historia detrás que deja a la imagineria si se estará tratando de expandir aún más este universo cósmico. Nada está librado al azar, en este film que por momentos se siente un poco largo y, que a diferencia del anterior, es una historia que puede brillar (y brillará) por sí misma sin estar atada, aún estándolo, en el Universo Cinemático Marvel. Como siempre, a quedarse al final del film por que tenemos CINCO (5) escenas post-créditos.
Life: En el espacio nadie te oirá gritar. La búsqueda del ser humano por vida inteligente más allá de nuestras fronteras planetarias nunca llega a buen puerto y este film es otro claro ejemplo del por qué quedarnos en casa y velar por nuestros hermanos. “El espacio. La frontera final”. Claro que sí campeón, si no conocés esta frase algo te estás perdiendo en la vida. La ciencia ficción en el cine y la televisión siempre ha tenido un tema central y ese es el de “los marcianos”. Por décadas hay una fascinación casi innata del ser humano, tanto en la ficción como en la realidad, de buscar vida más allá de nuestro planeta (en vez de darle de comer a sus prójimos) y sobre todo en el planeta vecino Marte. Tanto en la realidad como en el celuloide, la búsqueda de vida inteligente en otros planetas no ha dado buenos frutos: en el primer caso no hay noticias o nos ocultan muchas cosas (ejem…) y en el segundo, la mayoría de las personificaciones del Alien, el “extranjero“, es ese ser incomprendido o simplemente un agente del mal como personificación del enemigo de turno de la Gran Potencia económica que intenta meternos su mensaje de supremacía hasta por el último agujero que tengamos oculto. Muy pocos exponentes de este género supieron mixturar una buena historia con la espectacularidad visual (2001: Odisea al Espacio, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, o Alien: El Octavo Pasajero son algunos de los ejemplos más cercanos) y en este contexto nos llega Life: Vida Inteligente (Life, 2017) de Daniel Espinosa (El Invitado, El Niño 44) en la que seis tripulantes de diferentes países viven en una estación espacial a la espera de una muestra de Marte, lo que sería la primera prueba de vida inteligente fuera de nuestro querido planeta azul. Cuando por fin la muestra llega en forma de organismo unicelular “dormido”, el científico del grupo intenta darle vida en un ambiente controlado al punto de la insistencia de un padre con su criatura. El bichito logra despertar y es un acontecimiento mundial, transmitido como evento multitudinario y hasta los chicos de una escuela tienen el “honor” de ser los elegidos para darle nombre: “Calvin”. Así, todo es felicidad tanto abajo como arriba de la Tierra, hasta que Calvin, por una falla en su incubadora, parece haber muerto. Hugh, el científico encargado de su preservación se siente culpable de su negligencia e intenta despertarlo…CON VOLTAJE ELÉCTRICO. Sí, una mala idea. Cual Frankenstein unicelular Calvin logra despertar y, mutilando la mano de su “padre”, logra escapar de su incubadora para ir atacando a cada uno de los tripulantes de la estación espacial y, así, ir creciendo y sobreviviendo a lo que él cree, es un ambiente hostil. Fascinante. Aterradora. Life es la gran sorpresa de este 2017. El reparto, en el que destacan Ryan Reynolds, Jake Gyllenhaal y Rebecca Ferguson, transmiten la tensión que sufre el grupo ante esta amenaza de otro mundo que es imparable e implacable ante sus enemigos. Una prueba más de que el ser humano no puede jugar a ser Dios con la naturaleza, ya sea de este mundo o de otro. Life tiene uno de los prólogos más impresionantes hechos en una sola toma de 10 MINUTOS. Algo increíble y que en una pantalla gigante es apreciado en su máximo esplendor, que junto con el score de Jon Esktrand (ya habitual colaborador del realizador) te sumergen en la atmósfera asfixiante que Espinosa creó para este thriller de máxima tensión espacial. Un film que remite a Ridley Scott y su saga Alien, pero que llega con un espíritu fresco y sin golpes fáciles de efecto. Una buena forma de recordarnos que aún no estamos preparados para recibir visitas, si antes no barremos nuestra casa sin tirar la basura por debajo de la alfombra.