El Martin Scorsese religioso sobresale en el film “Silencio” • EL DRAMA HISTÓRICO ENCUENTRA UN NOTABLE INTÉRPRETE EN LIAM NEESON Antes de dedicarse al cine Martin Scorsese quería ser cura, y algo de esa vocación religiosa lo siguió en alguna de sus películas, especialmente en "La última tentación de Cristo" y "Kundun". Curiosamente, ninguno de esos dos films tuvo estreno comercial en la Argentina por motivos completamente diferentes- pero ahora sí podemos ver otra película que completa esta personal trilogía religiosa, este temible "Silencio", un excelente y tortuoso drama histórico sobre uno de los períodos más oscuros de la historia del Japón. En el siglo XVII los jesuitas llevaron la palabra de Dios al Japón logrando miles de conversos, pero pronto el poder feudal japonés entendió que permitir que avance el cristianismo era dejarse colonizar por potencias europeas, y persiguió a los cristianos con una furia y crueldad comparable a la de los antiguos emperadores romanos. Lo único que adoptaron del catolicismo fue la Inquisición, ya que en Japón había inquisidores obsesionados por lograr que los cristianos renuncien a su fe, además de prohibir todo tipo de símbolo religioso que los pudiera alentar. En este contexto, según la novela de Shusako Endo, Scorsese muestra en un impresionante prólogo las torturas sufridas por los jesuitas, incluyendo un Liam Neeson quemado lentamente con agua hirviendo, y que describe sus penurias en una última carta que llega a Europa años después de haber sido escrita. Dos jóvenes sacerdotes, discípulos del padre torturado, quieren ir a buscarlo a Japón a pesar de los rumores de que su venerado padre Ferreira ha renunciado a su fe y ahora vive como un japonés. La película es una crónica fascinante de este viaje terrible que implica elecciones casi imposibles para los jesuitas interpretados por Andrew Garfield y Adam Driver. Scorsese reprime sus recursos visuales más típicos para contar esta historia de forma clásica, al estilo de los dramas históricos de los antiguos maestros del cine que admira. Es una buena elección, igual que la de ocuparse de que la ambientación de época acompañe la búsqueda de los protagonistas sin volverse épica, aunque esté llena de riquezas visuales, tanto en el paisaje como en la escenografía. La película funciona muy bien en la primera mitad, cuando describe el encuentro de los padres con sus abandonados cristianos que no tienen sacerdote y se desesperan por confesar sus pecados (cosa que a veces hacen en japonés, por lo que los confesores no entiendan mucho) y decae un poco cuando los jesuitas se separan y uno de ellos es presionado para que renuncie a Cristo. El problema de esta parte es que deja a Andrew Garfiel rodeado de actores japoneses que lo superan, porque su personaje implicaba una composición mas profunda. Por suerte, al final reaparece Liam Neeson, el jesuita experimentado de "La Misión" y el film, que por momentos se volvía un poco cuesta arriba, se encarrila hacia un desenlace brillante. "Silencio" es un gran película a la que ya desde su tema hay que tenerla paciencia, algo que sin duda vale la pena.
Armand Assante, un chamán dudoso Lo mejor de "Ley primera" es el detalle riguroso y original de hacer que sus personajes, mayormente aborígenes de clanes wichi y qom, hablen en su propio idioma durante casi toda la totalidad del film, que trata sobre negociados que usufructúan sus tierras y los intentos de un cacique por unir todos los clanes y enfrentar la injusticia y la corrupción. Lamentablemente esto lo hace en un contexto flojo en lo narrativo, bastante incoherente y poco verosímil a todo nivel, empezando por un Armand Assante como un chamán que en alguna escena dice cosas parecidas a las de Sai Baba. Otro detalle que no ayuda, y que surge de la necesidad de una producción internacional, es una subtrama encajada a la fuerza con hombres de negocios extranjeros pero con sangre toba que llegan al Chaco en su avión privado y hablando en inglés. Hay momentos interesantes a nivel imagen, buenos diálogos con una ironía llamativa y atractivos pasajes musicales, y una interesante y bien producida reconstrucción de una masacre de aborígenes de 1924, pero de todos modos el conjunto es endeble y el desenlace esperanzador hasta parece una ironía teniendo en cuenta la situación actual de los pueblos originarios en nuestro país.
Kong en su habitat, y sin rascacielos La nueva versión para el cine del famoso simio cambia de época, y arranca hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial. El film, que se sostiene en su eficaz producción y buenos actores, prescinde del elemento sentimental. En el primer, extraordinario y sin lugar a dudas mejor "King Kong", una maravilla fílmica lograda gracias a los complejos efectos de stop motion animation de Willis O'Brien, algunas de las mejores partes tenían que ver con el hábitat donde descubrían al gigantesco gorila, o sea la Isla de la Calavera. Una cualidad de la última remake que dirigió Peter Jackson es que retomaba ideas que no se habían podido filmar en 1932, relacionadas con monstruos de todo tipo y calibre, incluyendo insectos enormes. Lo divertido de esta nueva visión de Kong es que ubica al monstruo en otro tiempo y olvida totalmente el gran final en el Empire State para dejarlo luchando con otras criaturas de su isla natal. La película empieza a toda marcha en 1944 y, para dar idea de que esto es la más desbocada superacción, al comienzo el logo de Warner aparece en medio de ráfagas de ametralladoras de dos aviones enemigos que se derriban mutuamente y caen en la isla del título. De la Segunda Guerra Mundial la historia salta al final de la guerra de Vietnam, cuando una escuadrilla de helicópteros comandada por Samuel L. Jackson debe acompañar una exploración científico militar de una isla desconocida, que ya imaginamos cuál es. La brutalidad de los métodos de exploración, que incluyen napalm y bombas sísmicas, desatan la furia de Kong en una larga secuencia de destrucción de helicópteros -y sus ocupantes- sin precedente. Esta "Kong: Skull Island" simplemente no para nunca, y a cada minuto ofrece imágenes asombrosas en esa isla que da lugar a una orgía de monstruos imperdibles para los fans del cine fantástico y los efectos especiales. Pero no todo tiene que ver con arañas, reptiles gigantes y cine tecnológico; en esta película, el factor humano también es importante, empezando por el hecho de que a Samuel Jackson lo acompañan dos grandes actores como John Goodman (un chanta medio lunático que va en la expedición) y sobre todo John C. Reilly, que ofrece una magnifica actuación como el piloto de guerra varado en esa isla infernal durante casi tres décadas. El director Jordan Vogt-Roberts sabe cómo filmar sus monstruos de los modos más imaginativos, y además tiene un gusto musical formidable para los temas de rock de fines de los '60 y principios de los '70, por ls que sus masacres en selvas perdidas se suceden al ritmo de Black Sabbath, David Bowie y Credence Clearwater Revival. El ritmo es vertiginoso como pocos, pero tal vez a los puristas de Kong les salte la falta de romance zoofilico y la ausencia del típico desenlace en medio de rascacielos.
Trainspotting: 20 años a veces es demasiado El mismo equipo de actores, otra vez comandado por el director Danny Boy-le, vuelve a las frenéticas carreras de la película original, aunque el efecto ya no es el mismo y todo reposa en un enfrentamiento final. Igual que los mosqueteros de Alejandro Dumas, los drogadictos que corrían frenéticamente en "Trainspotting" se vuelven a encontrar veinte años después en esta "T2" que, a diferencia de aquella "Terminator 2" con la que parece querer jugar el título, no tiene nuevos y más modernos efectos especiales con los que se pueda camuflar cierta falta de sustancia general. La nueva película sigue el tono de comedia negrísima, esta vez casi con despliegue criminal, dado que el más tremendo del cuarteto, Robert Carlyle, está decidido a todo con tal de vengarse de su viejo camarada de juergas, Ewan McGregor, que justo reaparece en el antiguo barrio para que la trama pueda dirigirse hacia el inevitable enfrentamiento. Sólo que el argumento se las ingenia de manera no demasiado natural ni fluida para que ese choque se produzca hacia el final; hasta entonces, el asunto se disipa con viejos y nuevos personajes que no despiertan tanto interés como los dos verdaderos protagonistas. Es lógico suponer que estas nuevas andanzas no pueden tener el mismo carisma frenético que las de aquellos jóvenes nihilistas del film de fines de los 90, y también es evidente que ni el director Danny Boyle ni el guionista John Hodge (basándose en las novelas "Trainspotting" y "Porno" del escritor Irvine Welsh) pueden hacer demasiado al respecto, salvo volver a jugar con los mismos imaginativos recursos visuales que caracterizaron al primer film, y que junto a la actuación de Robert Carlyle, y en menor grado la de McGregor, son lo mejor del film entre los nuevos personajes, la que se luce es Anjela Nedyalkova, que tiene una de las escenas más fuertes, quizás a la altura del primer "Trainspotting". Teniendo en cuenta el impacto y la originalidad del primer film, esta secuela probablemente no satisfaga a sus fans ni tampoco interesa especialmente a quienes no lo vieron o no lo recuerden demasiado.
Western futurista, y con mutantes LA (QUIZÁ) ÚLTIMA PARTE DE LOS X MEN SUPERA EN CALIDAD A LA SECUELA ANTERIOR DE LA SERIE FANTÁSTICA - El personaje de Wolverine, interpretado una vez más por Hugh Jackman, encuentra una posible hija en este nuevo capítulo de la serie, y no faltan los habituales climas opresivos y los efectos especiales que caracterizaron a las partes precedentes. Lo bueno de la saga de los "X Men" y sus derivaciones es que permiten ubicar la acción en cualquier tiempo y circunstancia. Y al director y coguionista James Mangold, el de "Copland" y la remake de "El tren de las 3 y 10 a Yuma", le va el western, por lo que esta (supuesta) última parte de la trilogía del mutante de garras afiladas Wolverine es un intenso western futurista, que funciona como una especie de "Pistoleros del atardecer". Estamos en 2029 y el personaje que hizo famoso a Hugh Jackman sabe que el final se avecina, lo que no le impide cuidar de todo tipo de peligros, incluyendo por supuesto villanos malísimos, al venerable ex lider de los X Men, es decir Patrick Stewart, ahora convertido en un anciano cuyos poderes paranormales no funcionan tan bien como en aquellos gloriosos viejos tiempos. Del mismo modo, la capacidad de Wolverine de poder curarse a sí mismo está en baja, lo que determina claramente que el fin de los mutantes se acerca de forma inexorable. Pero en medio de esta triste existencia, huyendo por la frontera mexicana, aparece una esperanza en la forma de una niña terrible, que no sólo se comporta mal, sino que también tiene el mismo tipo de garras afiladas de Wolverine, por lo que obviamente podría ser su hija. Llevar a esta nena de la frontera con México a la frontera canadiense se convierte en una misión tan imposible como lograr que la que tal vez sea la última mutante pueda interactuar con sus mayores. El director logra un trabajo mejor que cuando se acercó a los mutantes en la anterior película, "Wolverine Inmortal" (2013), combinando climas opresivos y desoladores con temibles explosiones de violencia propias del género que homenajea, sin abusar de los momentos sensibles derivados de la reunión de estas tres generaciones diferentes de X Men, que la más chica conoce solamente por las historietas de Marvel, toque autorreferencial que permite diálogos interesantes. Por más que en este tipo de saga todo es posible, Hugh Jackman juega su composición del personaje como si fuera realmente su última vez, por lo que ningún fan de esta saga debería perderse esta película.
Policial negro nacional, creíble y bien actuado Esta interesante opera prima ubica a Cristian Barrozo como un director a tener en cuenta en el futuro. "Lo que no se perdona" es un buen policial negro que plantea problemas sociales de actualidad, y sin caer en ninguno de los lugares comunes que eluden el género para priorizar lo testimonial. La historia transcurre en una ciudad del norte argentino, donde un adolescente de clase media va cada vez menos al colegio, y en cambio se dedica a fumar marihuana, jugar al fútbol o incluso participar en algún delito menor, como hurtar un celular en un negocio. Un amigo suyo, claramente delincuente, trabaja para un conocido mafioso pesado, y cuando el protagonista queda involucrado en un asunto por su amigo, queda claro lo que el jefe le harár al presunto delator. Estos tres personajes están sólidamente interpretados por los juveniles Alvaro Massafra y Luciano Ochoa, y el experimentado Roly Serrano es un criminal tan siniestro como creíble. Justamente este factor, la verosimilitud, es determinante para recomendar esta película que puede tener sus altibajos pero antes que nada resulta real. Hay cierto abuso de las tomas largas en detrimento de un montaje que aporte más ritmo y tensión, y una mezcla de sonido que sumado al acento localista por momentos requiere subtitulado, pero estos detalles no impiden que el conjunto merezca verse. Lo que casi no se perdona es haber utilizado el titulo en castellano del famoso western clásico de John Huston con Audrey Hepburn "The unforgiven".
Una historia de fantasmas a la criolla Varios amigos se reúnen en una casa por pedido de uno de ellos, que sabe que todos guardan en su pasado una historia ominosa relacionada con el juego de la copa que los marcó, de alguna manera, al conectarlos con algún espíritu. La reunión es en una casa donde muchos años atrás otro grupo de amigos también jugó a ese juego, que van a repetir esa misma noche. Al mismo tiempo, en otro lugar, una mujer que hace tiempo ha perdido a su hijo no quiere salir de su altillo, donde espera una misteriosa llamada, lo que preocupa a su sobrina. Por supuesto, ambas historias están conectadas en la nueva película de Ezio Massa, un director que desde décadas esta interesado antes que nada en el cine de género. Aquí Massa logra contar con bastante fluidez una historia clásica de fantasmas que perfectamente podria salir de alguna serie tipo "Dimensión Desconocida", para lo que va metiendo al espectador en clima con cada uno de los relatos de los asistentes a la reunión de espiritismo. Esto es lo mejor de un film que queda un poco chico en varios aspectos, tanto en metraje como en intensidad, puesto que sólo logra tensión en forma intermitente. Sin embargo sus buenos momentos sobrenaturales aprovechan al elenco y la escenografía para generar la inquietud que requiere el caso. Y la verdad, con mucho menos presupuesto y efectos especiales no tiene mucho que envidarle a las dos peliculas de la saga de "La Ouija".
“Monster Trucks”: ponga un extraterrestre en su tanque Un adolescente que se pasa el tiempo en un garage lleno de autos viejos y medio destrozados se topa con un extraño monstruo, mezcla de lobo marino, pulpo y cetáceo. La vieja publicidad de combustible que decía "ponga un tigre en su tanque" aquí se adapta para hacer que el protagonista meta un monstruo debajo del capó de un camión: esta es la clave de esta comedia familiar, totalmente descerebrada, que funciona por su divertida premisa y la eficaz combinación de animación digital con acción real. El director Chris Wedge, uno de los principales responsables de la éxitosa saga animada de "La era del hielo", intentó volver al tipo de divertimento familiar ochentista que hacia Joe Dante en peliculas como "Gremlins" o "Los exploradores", que mezclaban situaciones de adolescentes suburbanos o pueblerinos con seres sobrenaturales o marcianitos, en películas llenas de efectos especiales. Este ochentismo se percibe especialmente con un elenco que incluye al siempre excelente villano Rob Lowe, o a Danny Glover como el dueño del taller mecánico, aunque el monstruito llamado Creech tiene un look más moderno. Si bien no hay nada parecido a un verdadero argumento, la historia de un camión con propulsión a monstruo es suficiente para que sobren las situaciones divertidas sumadas a algunas carreras de camiones atractivas.
“Fragmentado”: el doctor Jekyll y sus 42 Mr. Hydes El creador de un género personal de suspenso se ocupa esta vez de un psicópata que tiene múltiples personalidades, y que secuestra a tres adolescentes que deben negociar con alguna de sus mutaciones. A esta altura, las películas de M. Night Shyamalan ("Sexto sentido") son un subgénero aparte dentro del cine fantástico de las ultimas décadas. Reconocido esto, no se puede dejar de notar que, a veces, repite demasiado la fórmula de una historia que plantea un enigma que se resuelve con una sorpresiva vuelta de tuerca final. Pero esta vez saca una par de ases de la manga. O mejor dicho, en "Fragmentado" saca unos 23 ases, ya que éste es el número de personalidades en las que multiplica la mente del protagonista, James Mc Avoy, cuyo complejo tour de force actoral se convierte en el principal motivo, aunque no el único, para recomendar este original psycho thriller. Aquí también hay un par de sorpresas argumentales hacia el final, pero sostenidas en una historia que no depende especialmente de ellas, sino que va construyendo un clima de tensión progresiva a lo largo de las casi dos horas de metraje, a partir de la segunda escena en la que un psicópata secuestra a tres chicas adolescentes para encerrarlas en un siniestro calabozo. Las chicas escuchan con horror que podrán ser devoradas por un ser especial, y dos de ellas se desesperan por huir del extraño sitio atacando al agresor. Pero una se da cuenta de que, entre las muchas personalidades de su captor, hay algunas con las que puede interactuar favorablemente para huir. El suspenso crece a medida que esta chica Ana Taylor-Joy, de la reciente "La bruja"- recuerda experiencias de su vida que le pueden ser útiles en la actual situación, mientras a su vez el criminal multifacético sostiene sesiones de terapia con su cada vez más preocupada psiquiatra, que está convencida de que cada personalidad de su paciente tiene una conciencia y detalles físicos independientes de las demás. Lo que no sabe es que tal vez las 23 personalidades están escondiendo una personalidad adicional temible. El director y guionista arma un rompecabezas tan perturbador como entretenido, bien filmado y, como ya dijimos, muy bien actuado por James Mc Avoy, que debe haberse divertido mucho con su metamorfosis. Un detalle importante: a manera de epílogo, una escena en los créditos del final conecta este film con uno de los primeros de Shyamalan, logrando que el espectador pueda darle una lectura distinta a todo lo ya visto.
Muralla contra inesperados enemigos Según este vertiginoso film fantástico, cuando los extranjeros son lagartos monstruosos (y no refugiados de la nacionalidad que fuere), bien valen los muros. Zhang Yimou, el director chino que filmó obras maestras como "Sorgo rojo" y "Esposas y concubinas", fue tentado finalmente por Hollywood para rodar una superproducción épica en coproducción con China, un elenco internacional, Matt Damon a la cabeza y un arsenal de efectos digitales. El lugar común diría que se vendió al oro hollwoodense a costa de su talento, pero eso sería sólo un prejuicio ya que "La gran muralla" es una excelente película de aventuras fantásticas. La idea básica es que, en realidad, la muralla china fue construida para contener los ataques de unos monstruosos lagartos que reaparecen para devorar seres humanos cada 60 años. Dos mercenarios europeos, Matt Damon y Pedro Pascal ("Games of Thrones") viajan a China para buscar la mítica pólvora desconocida en su continente y llegan en el momento adecuado para el ataque de ese ejército horrible, llevando con ellos una piedra magnética que usan como brújula, y que puede ser la clave para derrotar a los monstruos. Con un presupuesto de alrededor de 150 millones de dólares que Zhang Yimou sabe aprovechar al máximo, las batallas fantásticas superan lo conocido, y no sólo en los efectos especiales. La dirección de arte ofrece detalles asombrosos en escenografía y vestuario, y la fotografía potencia las posibilidades visuales de cada escena, con momentos extraordinarios hacia el desenlace, cuando los personajes combaten a su enemigo en el interior de una torre iluminada por la luz que se filtra a través de vitrales. La acción no da pausa durante la poco más de hora y media de proyección, y tal vez lo menos convincente sea la interacción entre los actores occidentales y sus colegas chinos, sobre todo en todo lo que tiene que ver con el personaje traicionero de Willem Dafoe. Pero más allá de éste y algún otro detalle, "La gran muralla" es un gran entretinimento épico a puro vértigo, y ningún fan del cine fantástico debería perdérsela.