Los hijos del capitán hippie En este film, Viggo Mortensen es una especie de hippie que vive con su media docena de hijos, de todas las edades, en un bosque alejado de la civilización. Los chicos reciben lecciones de su padre sin ir a la escuela; hacen alpinismo, cazan para obtener alimentos, hablan a la perfeccion varios idiomas y, en vez de celebrar, la Navidad, festejan el Día de Noam Chomsky. Pero cuando la madre de ellos y esposa del protagonista muere, esta extraña familia tiene que retomar contacto con el mundo normal, algo de si de por sí no es fácil, se vuelve más complicado para ellos en el mismo funeral. Matt Ross es un actor que tuvo papeles secundarios en películas tan conocidas como "El aviador" de Scorsese y "Contracara" de John Woo, pero aquí cumple la doble función de director y guionista, y más allá de que la historia sea original e interesante lo cierto es que su desarrollo argumental va a un poco a los saltos, estirando las situaciones y cambiando los climas de manera brusca y un poco vacilante. "Capitán Fantástico", sin embargo, tiene a su favor un buen tratamiento de las imágenes, gentileza del director de fotografía Stephane Fontaine, y excelentes actuaciones de todo el elenco, empezando por Viggo Mortensen, las actores infantiles y juveniles que interpretan a sus hijos, y del siempre eficaz Frank Langella en el papel de un antipático abuelo, aunque igual que esta película, su personaje daba para mucho más.
Un cine artesanal (tal vez demasiado) No se sabe bien cuál es el público de sus películas, pero lo que no se puede negar es que con un par de docenas de títulos, Ernesto Aguilar debe ser el director más prolífico del cine argentino del siglo XXI. Desde 1999 con "El planeta de los hippies", Aguilar filma una película tras otra, generalmente variaciones paródicas de cualquier tema de terror o ciencia ficción. Aquí el asunto tiene que ver con un agricultor que un día descubre que su vecino está muerto, es un zombi, y pernocta en su campo de batatas. Lo que ocurre es que la mujer del vecino lo pescó con otra y, en un arranque de furia, lo mató. Luego, la viuda usó un hechizo y lo convirtió en muerto vivo para mandarlo a robar al pueblo, compartiendo las ganancias con el protagonista, transformado en su socio y amante. Aguilar filma a como dé lugar y puede hacer cualquier cosa, lo que a veces resulta gracioso, como cuando en esta comedia negra campestre aparecen perros o gatos colándose en cualquier escena, incluyendo una en la que el protagonista se lamenta de la muerte de su única mascota. Lo más difícil para los actores ha de haber sido mantener la cara de póker al pronunciar sus tremendos diálogos, que se pierden en disquisiciones sobre Borges, el Pombero o Andrea del Boca. Lo bueno es que el director no se toma en serio casi nada, y lo malo es que tampoco se esfuerza casi nada en compartir la diversión con los demás.
Robinson naufraga y arrastra al film La novela de Daniel Defoe nunca necesitó que le cambiaran nada al llevarla al cine (Luis Buñuel la filmó tal cual, y sólo le agregó una breve escena de travestismo con Viernes), pero lamentablemente sus adaptadores suelen hacer cualquier cosa, y éste es el caso de esta versión animada europea. La historia del náufrago que se las tiene que arreglar solo en una isla desierta está relatada desde el punto de vista de su loro parlante, que le cuenta todo el asunto a las ratas que navegan en el barco pirata que lo rescata junto al protagonista. Se entiende el recurso, dado que ésta es una producción destinada al publico infantil, pero en un momento el abuso de diálogos y situaciones minimalistas entre los animales de la isla se vuelven un poco denso y retrasa el ritmo de una película que, siendo bastante corta, termina resultando larga. La animación digital no es la mejor del mundo, pero por momentos tiene lindos colores y atractivas texturas en lo relacionado con el océano. Para los más chicos puede funcionar, pero sus acompañantes adultos corren el riesgo de pasar un rato insoportable.
“Atentado en París”: el film que Francia debió retirar de cartel el 14 de julio Un eximio carterista estadounidense en París roba un bolso con un muñeco de peluche que contiene una bomba; al descartarlo, es buscado como responsable de una explosión que mata a varias personas. Un agente de la CIA lo encuentra antes que la Policía francesa, y ambos trabajan juntos para descubrir a la organización que amenaza con otro atentado el Día de la Bastilla. James Watkins, director de "La dama de negro", se mete en un terreno más convencional con este film de acción con buen ritmo y no tanta garra. El asunto tiene varios de los lugares comunes de los thrillers hollywoodenses que se desarrollan en territorio francés, empezando por los detalles pintorescos con inmigrantes y manifestaciones callejeras, a lo que se suma el hecho de que, a diferencia del agente y el ladrón, casi todos los franceses son malos o tontos, o ambas cosas a la vez. El guión agrega detalles de actualidad, como la tensión con la población musulmana, y aunque el atentado al que se refiere el título local no tenga nada que ver con los ataques terroristas sufridos en Francia en los últimos tiempos hay que recordar que fue este film, estrenado en Francia el 13 de julio de este año, el que se retiró de todas las pantallas de ese país cuando al día siguiente, el de la Bastilla, se produjo el sangriento atentado de un tunecino en Marsella con un camión. Dicho esto, aquí hay mucha acción y no demasiado para analizar. La película es entretenida, y el dúo formado por el ladrón Richard Madden y el agente Idris Elba exhibe un carisma razonable.
Doctor Strange: los caminos a Katmandú Marvel se vuelve psicodélico, y el cambio no le sienta nada mal. Teniendo en cuenta la sobredosis de superhéroes de Hollywood, el cirujano convertido en hechicero tibetano Dr. Strange es un personaje distinto que da lugar a una historia con una imaginería visual que se aparta de la de los típicos héroes surgidos del cómic. Benedict Cumberbatch es Steven Strange, un cirujano experto en problemas imposibles de médula espinal y experimentos neurológicos, pero también un ególatra soberbio. Cuando sufre un terrible accidente automovilístico y no puede operar más, gasta toda su fortuna en sucesivas operaciones que no lo curan del todo, por lo que, frustrado, termina en Katmandú buscando algún tipo de sanación espiritual a la que no le tiene mucha fe. Eso hasta que la implacable sacerdotisa Tilsa Swinton, que se roba cada escena, lo sacude con unos viajes astrales que parecen surgidos de "Estados alterados" de Ken Russell. El director Scott Derrickson viene del cine de terror, por lo que no encara el film desde la acción sino más bien desde los puntos de vista fantásticos derivados de la trama, logrando imágenes fuertes con duelos mágicos en medio de edificios y calles distorsionadas y paisajes caleidoscópicos. Este aspecto es el fuerte de "Doctor Strange", y su punto débil es el exceso de diálogos y explicaciones esotéricas que, a veces, se pasan un poco de rosca, lo que de todos modos no impide que la película tenga buen ritmo narrativo, sobre todo durante su primera hora. Más allá de este y algún otro detalle que no la vuelven del todo uniforme, "Doctor Strange" tiene buenos toques de humor dementes en medio de imágenes antológicas, más algunas situaciones notables, como cuando el protagonista hace un viaje fuera de su cuerpo para supervisar su propia operación quirúrgica.
Denso melodrama mal disfrazado de historia policial Vender esta película como un thriller es una flagrante publicidad engañosa. Basada en el best seller de Paula Hawkins, esto es cero suspenso, todo melodramón. Copiando la estructura de la novela original, el director comienza el film con una secuencia de presentación para cada una de las tres mujeres unidas por un extraño nexo. Una es una alcohólica con la vida destruida, que todos los días toma un tren y ve por la ventana una casa donde una pareja parece tener una relación ideal. La principal protagonista, Emily Blunt, se obsesiona con la chica que ve por la ventana al punto de que cuando en una ocasión la ve besándose con otro hombre estalla en ira y se baja del tren con la intención de arengarla para que no arroje su vida por la borda. Pero el asunto es que muy cerca de esa casa está su viejo hogar, donde ahora su exmarido vive con su nueva esposa, la que completa el trío de mujeres. Y un bloqueo mental propio del alcoholismo sumado a la desaparición de la chica que la hizo enojar complica mucho las cosas. Para empezar, la estructura narrativa es complicada de más, no sólo por dividir el relato entre las tres mujeres, sino también por abusar de los flashbacks que atrasan y entorpecen permanentemente la fluidez del relato, que de todas maneras resulta bastante obvio por más que se lo intente complejizar. Recién hacia la última media hora final la trama ofrece un giro interesante, pero como igual sigue resolviendo todo con flashbacks, la tensión brilla por su ausencia (y el insípido score de un poco inspirado Danny Elfman realmente no ayuda). Lo más rescatable de este denso melodrama mal disfrazado de policial es la actuación de Emily Blunt y algunas escenas eróticas con Haley Bennet, que interpreta a la chica desaparecida.
Dostoievski en libérrima adaptación rioplatense Nuestro cine ya adaptó cuatro novelas de Dostoievski: "El hombre del subsuelo" por Nicolás Sarquis, estilista de los planos secuencia, "El marido perfecto" por Docampo Feijóo, y "El jugador", primero por León Klimovsky, ahora por Dan Gueller. Ambos, debutantes. Klimovsky después hizo carrera. Dan Gueller merece hacerla. Buena puesta, buena dirección de intérpretes, en especial Guadalupe Docampo y Lali González, jugando roles muy distintos a los de películas anteriores. Pero quién sabe lo que diría Dostoievski. Se trata de una versión bastante libre. Mantiene los temas, los caracteres del obsesivo sometido y los parásitos prepotentes, pero, lógicamente, reduce personajes y situaciones, actualiza conflictos, traslada caracteres, y agrega unos paquetitos de droga, que van de mano en mano para desesperación de quienes deben rendir cuentas. Alekséi pasa a llamarse Alejandro Reynoso, tiene más edad y ya no es preceptor de los hijos del general. No hay más general, pero la manejadora Polina, acá Paulina, tiene un hermano mandón que anda en negocios turbios con un olfa pendenciero y un personaje equivalente a la madame del original. En cuanto a la bábushka, parece que se operó y le creció la barba. La imaginaria Roulettenbourg se convirtió en la auténtica Mar del Plata. Faltó convertir Schlangenberg en Sierra de los Padres, pero todo no se puede. La obra tampoco puede mostrar del todo la devoción y la angustia del jugador, tan sólo su agobiada tristeza, mientras la suerte sólo le sonríe en la mesa de juego. Por ahí anda Oscar Alegre, el abuelo, con una frase ideal para resolver problemas: "Si fuera por mí, me tomo el Transiberiano y me voy a la Mongolia". Quizá lo hizo de veras. El actor murió el sábado.
Elegíaca historia familiar con la eutanasia en el centro Paprika Steen comenzó antes del Dogma, y lo sobrevive. La hemos visto en dramones como "La celebración", "Los idiotas" y "Secretos en familia", y también en comedias como "Todo lo que necesitas es amor" y "Superclásico", filmada en Buenos Aires, donde ella es una señora casada, madre de familia, que se manda a mudar con un futbolista argentino (¡Sebastián Estevanez! casi todo el tiempo desnudo), y hasta acá viene el marido tratando de recuperarla. Ahora la vemos en un drama de aquellos, con un personaje que le hizo ganar el premio de Mejor Actriz en San Sebastián. Muy buena actuación, pero puede pasar desapercibida, porque todas las miradas van hacia una vieja octogenaria bastante maciza, siempre de ropas claras. Esa vieja es Ghita Norby, la narradora de "La fiesta de Babette", que acá interpreta a una mater familias en tren de despedida. Ante el dolor de sus hijas, la perplejidad del yerno, la distancia del nieto ocupado en su IPad, la sana comprensión de un tiro al aire con sentimientos, y la complicidad de su marido y su mejor amiga, la mujer decidió morir. Eutanasia asistida, que le dicen. Esclerosis grave es la razón. Pero las hijas no entienden de razones, se aferran a una esperanza, como si hubieran leído los "Sonetos medicinales" de Almafuerte. El resultado es una obra elegíaca, bien hecha, bien triste, apenas con una situación previsible para estirarla. Muy bien Norby, Steen, Danica Curcic y todo el resto, incluso el pibe que se lo pasa con los jueguitos, pero de vez en cuando levanta la cabeza. Y el director Bille August, por supuesto.
Viaje fascinante a un universo irrepetible El mundo de J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, se transporta a una extraña Nueva York de 1926 donde una especie de conservacionista de animales fantásticos, mitad mago mitad científico, llega con una valija que contiene un auténtico zoológico sobrenatural digno de "El libro de los seres imaginarios" de Jorge Luis Borges. El protagonista Newt Scamander (Eddie Redmayne) está por terminar su compendio de bestias fantásticas, libro que años más tarde leyó el mismo Potter en la famosa academia de magos de la saga. Este y otros detalles son las principales conexiones de esta nueva historia con el universo de Harry Potter. Pero, básicamente, "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" es un relato totalmente distinto en tema y clima, y no sólo una nueva entrada indirecta en la taquillera franquicia de Rowling, aquí guionista y productora. Esta Nueva York de 1926 está inmersa en un conflicto general para el submundo de los magos, que ha sufrido distintos incidentes que exponen su presencia ante los humanos, por lo que la burocracia maga trata por todos los medios de que no haya más sucesos que llamen la atención de los llamados "no magos". En ese contexto, el arribo del experto en animales raros es un problema, sobre todo porque, no bien llega, se le escapa de su valija maravillosa un "escarapato", animal fascinado por todo lo que brille, empezando por joyas y monedas que, por supuesto, se acumulan en un banco neoyorquino donde empiezan los traspiés. La película mezcla muy bien el tono de comedia con los toques siniestros propios del lado oscuro del mundo de los magos, y ofrece imágenes alucinantes sin pausa. En un momento determinado del film hay un asombroso descenso al interior de la valija del protagonista que da lugar a una fascinante descripción de las criaturas del título, incluyendo todo tipo de seres verdaderamente indescriptibles. Y en realidad toda la película está llena de este tipo de escenas imperdibles, por ejemplo, la visita a un garito clandestino regenteado por un distorsionado Ron Perlman y que mezcla la mística de los locales de la era de la Prohibición con los problemas mágicos de marras. Del mismo modo, el score de James Newton Howard genera una atmósfera única al combinar elementos del jazz de la época con música épica digna de las catástrofes que caen sobre Nueva York. El elenco apoya aun desde papeles secundarios, con Colin Farrel como un eficaz villano y excelentes intervenciones de Jon Voight, Samantha Morton y hasta Johnny Depp, aunque el que se luce constantemente es Redmayne. Pero aquí las estrellas son los increíbles seres imaginarios, que cobran vida en serio gracias a una batería interminable de efectos especiales. Esto es por sobre todo lo que convierte a esta película en algo que merece verse más de una vez.
Vacaciones que no satisfacen a los protagonistas ni al público La historia de tres amigos que no la están pasando bien en sus vacaciones hasta que la llegada de una chica agrega aún más estrés está narrada en forma obvia y, por momentos, grotesca. Tres jóvenes van de campamento cerca de una playa. Como se ve por la cámara con la que uno de ellos graba a sus amigos y el paisaje, corre el año 1996. Pronto entre los tres amigos empiezan a haber desacuerdos por cualquier cosa, incluyendo a quién le tocaba llevar la yerba para el mate. Y pronto queda claro que hay algunos problemas que surgen de cierta tensión homoerótica. Luego aparece una chica que por un lado trae cierta distensión, hasta que su presencia también genera más estrés en estas vacaciones con más histeria de lo necesario. La narración es un tanto obvia y grotesca, y desde el vamos se percibe a dónde quiere llevar las cosas el director Lucas Santa Ana, que filmó alguna de las "Historias Breves" y aquí debuta en el largometraje. De hecho, éste es el típico film que parece un cortometraje estirado y que queda un poco chico para largometraje. Los protagonistas actúan en un nivel parejo, no especialmente descollante, y en cambio se luce un poco más Luana Pascual, aunque tiene menos escenas. La película no ofrece mucho atractivo visual, ya que el pasaje y el recurso de la cámara casera son bastante monocordes, pero la música de Coiffeur resulta simpática.