Electrizante tsunami escandinavo Este es un raro ejemplo de cine catástrofe, que relata un desastre natural poco común fuera de Escandinavia: el tsunami producido por la fricción entre las placas ubicadas bajo la montaña y entre los fiordos noruegos. Un geólogo es el encargado de monitorear junto a un equipo de especialistas los signos que da la montaña y, justo cuando se está por mudar junto a su familia desde su hermoso pueblo turístico a una ciudad donde se dedicará a la industria petrolera, las señales empiezan a cambiar como para sospechar lo peor. Pero, como el protagonista está un poco estresado por el cambio de trabajo y la mudanza familiar, sus colegas no se preocupan todo lo que deberían. Si la situación de un funcionario local o un científico tratando de llamar a una alarma general en un pueblo turístico suena familiar, es debido a que es uno de los recursos más utilizados del género, con ejemplos que van desde "Tiburón" a "Volcano". Lo cierto es que, más allá del cambio de geografía y del tipo de catástrofe, esta película no ofrece variantes muy originales dentro del género. Pero este gran éxito de taquilla del cine noruego -y primer film escandinavo de cine catástrofe- está muy bien filmado y tiene un muy buen pulso narrativo, sobre todo en la primera mitad del film donde logra acumular tensión a medida que se suman los signos de lo que está por ocurrir. Y la verdad es que los dos actos que se ocupan específicamente de la ola del título (que no tiene nada que ver con el film homónimo de Peter Weir de 1977) son realmente electrizantes, y los efectos especiales para describir una avalancha de agua de 80 metros de altura son muy eficaces. La historia de los esfuerzos del geólogo y su familia por sobrevivir y reencontrarse luego del desastre no son tan interesantes, pero al menos hay que reconocer que las actuaciones son sólidas y el director Roar Uthaug siempre sabe ubicar la cámara en el sitio apropiado. No es el aporte más imprevisible dentro del género, pero sin dudas logra hacer pasar una hora y media de constantes sobresaltos en medio de paisajes tan bonitos como peligrosos.
El arsenal digital no disimula la falta de creatividad El film conformará a medias incluso a a los fans del videojuego original. "Warcraft" es antes que nada un videogame jugado por millones de personas on line tomando la identidad de personajes al estilo Tolkien que pelean en una guerra interminable en un mundo mágico. La película llega después de años de anuncios y preparación, con un gran presupuesto, efectos digitales al por mayor y dirección y guion a cargo del hijo de David Bowie, Duncan Jones, que hasta ahora había filmado un par de buenas películas fantásticas de mediano presupuesto como "8 minutos antes de morir". La película mezcla actores humanos y digitales y narra el origen de la guerra entre humanos y orcos, unos grandulones bastantes monstruosos, pero no carentes de honor, que quieren dominar el mundo entrando desde otra dimensión a través de un portal mágico abierto por un horrible brujo capaz de manejar una energía que usa la vida ajena como combustible. Para defenderse de este tipo de peligros sobrenaturales el reino humano de Azroth tiene un llamado "guardián", hechicero que domina las ciencias ocultas pero que lamentablemente no está en su mejor momento, o quizás haya sido dominado por las malas artes. Por suerte hay un aprendiz de guardián que puede ayudar a salvar el mundo, igual que una bella orca tomada prisionera y tratada con dignidad por la realeza humana. Por momentos, Jones consigue contar más o menos coherentemente un argumento elemental y excesivo al mismo tiempo, aunque no logra darle una estética uniforme a una película que tiene grandes momentos épicos dominados por el impresionante arsenal digital y muchas escenas dialogadas con personajes que apelan a demasiados términos de la mitología del juego original. Aunque hay partes interesantes y divertidas, las dos horas de película se hacen notar demasiado, y da la sensación de que a los fans del juego les gustaría más comandar los personajes con un joystick en vez de mirar cómo pelean con vida propia. Probablemente a los que no conocen ni les importa el juego esto no les caerá como otra cosa que una versión elemental y un poco berreta de "El señor de los anillos".
Atractiva trama de novela negra y actores con buena química Con una trama que es una variación de la típica comedia policial con pareja despareja, el film se sostiene bien todo el tiempo, aunque por momentos da la sensación de que daba para más. A partir de los 80 Shane Black se convirtió en uno de los guionistas estrella de Hollywood, batiendo records por las sumas millonarias que pedía por sus argumentos. Películas de superacción como las "Arma mortal", "El último boy scout" o "El largo beso del adiós" tenían su típico sello, algunas con resultados más originales que otras, dado que él conoce la debilidad de los productores hollywoodenses por repetir fórmulas exitosas. Con el tiempo Black intentó dedicarse a dirigir sus propios guiones, y "Dos tipos peligrosos" es uno de sus principales intentos. El asunto es más o menos una variación de la típica comedia policial con una pareja de investigadores, pero no es exactamente un clon de "Arma mortal" dado que tiene elementos que la distinguen. Para empezar, la pareja protagónica conformada por Russell Crowe y Ryan Gosling no tiene nada que ver con la policía, ya que ambos son investigadores privados bastante distintos. Uno es un matón que cobra por darle palizas de advertencia a algún tipo malo o un deudor, mientras que el otro es un detective que trata de sacarles dinero a señoras mayores que buscan a algún pariente perdido. Por otro lado, el giro más atractivo de la película es la ambientación en 1977, que permite una trama llena de personajes con una idiosincrasia particular (por ejemplo, la precoz hija adolescente de Gosling). Dado que la química entre los dos protagonistas es buena, los detalles de época son divertidos y la trama bien de novela negra es atractiva, esta película se sostiene bien todo el tiempo, pero por momentos da la sensación de que daba para más. Probablemente debido a que el director y guionista nunca encuentra del todo el equilibrio entre el humor negro y el tono policial, dejando que los gags se queden a mitad de camino a medida que avanza la intriga con los típicos toques conspirativos propios de la época, más los pintorescos toques propios de la industria del cine porno que están estrechamente relacionados con la pesquisa de estos dos perdedores, que empiezan como rivales, pero que se van asociando a medida que avanza la historia. La que realmente se luce es la actriz adolescente Angourie Rice, así como la fotografía de Philippe Rousselot y la música basada en temas funky de David Buckley y John Ottman. Y en el medio hay una larga escena en una delirante fiesta de un magnate porno que no tiene desperdicio.
Lección sentimental, como sólo saben hacer los franceses Escrita y dirigida por Anne Fontaine, “La ilusión de estar contigo” tiene una buena pintura de grupos sociales y la habilidad de jugar con la literatura sin dejar a nadie afuera. A esta película, los españoles la rebautizaron "Primavera en Normandía". Cierto que transcurre en ese tiempo y lugar, y luce esos rincones, el orgullo por el calvados y otros deleites, etc., pero ésa es sólo la parte turística. Más acertado es el título que acá le pusieron: "La ilusión de estar contigo". Hace juego con el de otra película francesa de sentimientos igualmente delicados, "El placer de estar contigo", y señala precisamente la diferencia: acá estar contigo es sólo una ilusión. El protagonista sentirá hasta el perfume de la mujer que lo perturba, la tendrá a centímetros de su rostro y de sus manos, alcanzará a besar su espalda en una curiosa circunstancia, se ganará su confianza, pero sólo la tendrá de modo ilusorio. Mejor dicho, las tendrá. A ella, y a la que ella le recuerda. Y acá vamos al título original: "Gemma Bovery". El panadero del pueblo, devoto lector que dice tener alguna experiencia en el ambiente editorial parisino, relata la historia de una nueva vecina, una inglesa tiernita, esposa joven, que lo tuvo absorto por su belleza y por su nombre, tan parecido al de Emma Bovary. La casualidad lo hizo soñar, y tener miedo. Gemma, ingenua, insatisfecha y adúltera, parecía repetir los pasos de Emma. ¿Tendría también su mismo trágico destino? Había que prevenirla. Por ahí va la intriga. Escrita por la directora Anne Fontaine ("Cocó antes de Chanel") y el veterano Pascal Bonitzer, protagonizada por Fabrice Luchini, exacto y lleno de matices como siempre, y la pulposa y seductora Gemma Arterton, la obra tiene el encanto, la vuelta de tuerca y la sensible reflexión de las viejas "lecciones sentimentales", que los franceses saben hacer cada tanto. Y tiene también el juego chusco de amor y recelo entre ingleses y franceses, la advertencia sobre los mitómanos, y la habilidad de jugar con la literatura sin dejar a nadie afuera. Para verla, no es necesario haber leído "Madame Bovary" (aunque saber de qué se trata, ayuda un poco). La inspiración, en este caso, proviene de una buena novela gráfica de la inglesa Posy Simmonds, aparecida por capítulos en "The Guardian". Suyo es el título original, suyos son los méritos en la pintura de grupos sociales, varones prejuiciosos y mujeres molestas. A propósito, la anciana que aparece reclamando una porcelana de Sevres es Edith Scob, en su momento estrella de "Los ojos sin rostro" y otros films de terror poético del recordado Georges Franju. Todavía se conserva.
Previsible y lacrimógeno, pero con lindas imágenes Buenos diálogos que denotan que es una producción inglesa y no hollywoodense, y las actuaciones de Emilia Clarke (“Game of Thrones”) y Sam Cafflin (“Los juegos del hambre”) hacen más o menos potable un romance inverosímil. Esta película ofrece algunas pocas variaciones a la fórmula de amor verdadero truncado por la fatalidad, pero lo previsible de todo el asunto está equilibrado al menos en parte por lindas imágenes y buenas actuaciones. Esta producción inglesa basada en el best seller romántico de Jojo Moyes se apoya sobre todo en el carisma y la popularidad de sus protagonistas: Emilia Clarke es conocida mundialmente por su actuación en "Game of Thrones", mientras el galán Sam Cafflin ha sido visto por millones de adolescentes en "Los juegos del hambre". Pero aquí el juego es totalmente distinto, ya que la historia va directo a la relación románticamente imperfecta aunque no del todo verosímil entre una chica de pueblo que necesita trabajo y un hombre de negocios sibarita que necesita quien lo cuide luego de quedar cuadripléjico. Hay que reconocer dos cosas, una es que si esta película fuera una producción hollywoodense difícilmente sería soportable por el nivel de ñoñerías, mientras que por suerte aquí está presente cierta chispa británica que se nota sobre todo en los muy buenos diálogos, que tienen el nivel de ironía mínimo para volver potable todo el asunto. La segunda cosa es la excelente química entre los dos protagonistas, que se lucen en varias escenas a lo largo de una película que realmente está contada sin muchas pretensiones pero con buenas imágenes. Claro que la insistencia con canciones pop para enfatizar lo que no hace falta y lo elemental y previsible de este romance con mucho de melodramón sólo puede recomendarse verdaderamente a aquellas espectadoras que necesiten una catarsis lacrimógena en el cine.
Mucho más que una invasión de marcianos Hay un detalle que convierte a esta secuela de "Día de la independencia" en una película más interesante que la original: no sólo es una película de invasión de marcianos, sino una historia de una realidad paralela que describe cómo evolucionó nuestro planeta a partir de un cambio tan drástico como el de ser casi aniquilado por unos malísimos aliens en plena era Clinton, el 4 de julio de 1996. Había una contundencia en la primera parte del primer film que ahora casi se pierde y es cuando los marcianos prácticamente aniquilan todo el planeta, con imágenes impresionantes de autos volando por las explosiones y los rayos. Sin embargo esta secuela también tiene su parte apocalíptica ("les gusta destruir lugares emblemáticos", dice Liam Hemsworth mientras ve cómo hacen trizas el puente de Londres) aunque resta un poco de impacto que las principales víctimas se encuentren en una ciudadela en la superficie lunar. Claro, luego de dominar parte de la tecnología marciana veinte años atrás, la humanidad logró naves que se mueven contra la gravedad y hasta empezó la conquista del espacio. Pero, obviamente, los extraterrestres tienen más secretos que los que dejaron en la Tierra la otra vez, y ahora contraatacan con una nave madre mucho más grande, al punto de que adentro tiene un verdadero ecosistema. Para luchar contra las marcianos vuelven dos viejos héroes: el científico Jeff Goldblum y el ahora expresidente de los Estados Unidos, Bill Pullman, en una actuación excelente, mucho mejor que la de la otra película que igual que otros que tuvieron encuentros demasiado cercanos con la mente de los aliens viven una existencia perturbada y sienten cosas que el resto de la gente no percibe. Todo esto es muy dramático, pero por supuesto el director Emmerich mete chistes tontos en medio de cualquier masacre. Por suerte lo hace con mejor sentido del humor y más tino que en el original. "Día de la Independencia- Contraataque" es una sólida y vertiginosa película épica de ciencia ficción. Las dos horas de proyección pasan volando, y el entretenimiento está más que asegurado. Ni hablar de las asombrosas batallas aéreas en un 3D realmente muy bien utilizado, o de imágenes totalmente surrealistas, como el clímax con una reina alien gigante persiguiendo un micro escolar por el desierto de Nevada.
Naufraga en un humor elemental Dentro de la invasión de comedias políticamente incorrectas que sucedió al éxito de "¿Qué pasó ayer?", la despareja "Buenos vecinos" aportaba cierta originalidad al enfrentar guarradas de los jóvenes de una fraternidad con la de los treintañeros que vivían en la casa de al lado y que no soportaban sus desmanes nocturnos. Habiendo llegado a una tregua en la lucha generacional planteada en el primer film, en esta secuela está todo tranquilo: la familia de Seth Rogen espera un nuevo bebé y acaba de vender la casa para comprar otra. Sólo que la venta tiene un mes de prueba para que los compradores estén seguros de que tenga todos los requisitos en regla. Y, por supuesto, para repetir la premisa del film anterior, al día siguiente una nueva fraternidad de chicas alquila la siempre problemática casa de al lado. Por eso, el enfrentamiento vuelve a empezar, dado que el pedido de los protagonistas a las chicas para que se porten bien sólo un mes no cuaja, dado que las universitarias necesitan hacerse notar para convocar más socias y poder pagar la renta de la gigantesca casa. Como en un elemental dibujito animado -el clásico sería "La Pantera Rosa"- la guerra entre vecinos no da tregua, con matices tipo lluvia de tampones usados o robo de la gran bolsa de marihuana (esto da lugar a una vertiginosa persecución en una de las escenas más divertidas). Pero el nivel de esta segunda parte en general no es particularmente brillante, y los chistes que mejor funcionan son los más bien físicos, como los intentos del dueño de casa por salir del garaje donde lo atraparon las chicas. La novedad en el elenco es la presencia de Chloe Grace Moretz como la jefa de la nueva fraternidad, que aporta un par de chistes feministas más o menos divertidos, lo que se aplica a toda la película.
Sexo fatal en un pueblo chico El sexo y la violencia se mezclan en esta curiosa historia que tiene como fondo el campo argentino. El verde del campo se mezcla con el rojo de la sangre derramada, todo al son de la guitarra y el acordeón. Director dedicado casi enteramente al cine fantástico, en este caso, Valentin Javier Diment explora un terreno original ya que "El eslabón podrido" no es exactamente una película de terror, sino una sórdida historia campestre llena de erotismo y gore. El conflicto ya es de por sí bastante extraño, y parte de una premisa poco conocida, pero que se introduce aquí como una especie de ley no escrita del sexo en los pueblos chicos. La idea es que la pupila de un burdel no puede tomar como clientes a todos los hombres de un pueblo, y en cambio tiene que discriminar a uno y dejarlo fuera de su cama. Caso contrario, una vez consumado el acto con todos y cada uno de los lugareños, el pueblo entero se volverá en contra de la trabajadora sexual con fatales consecuencias. Claro que una vez que prácticamente todos los hombres del pueblo han estado en su habitación, lograr que el único que se quedó afuera lo tome con calma es más que difícil, sobre todo teniendo en cuenta los encantos de la pupila que interpreta Paula Brasca. El asunto se complica con la muerte de la madre de la prostituta, una curandera que tiene cierto poder en el pueblo. Lo que sigue, de manera más o menos previsible, es una violación y una masacre interminable. "El eslabón podrido" está mucho mejor filmada y actuada que escrita. La historia no avanza con demasiada fluidez, pero la original ambientación campestre, casi gauchesca, ayuda a equilibrar las cosas, especialmente dado que la fotografía y la música son de muy alto nivel. Por otro lado, si bien a la película hay que tenerle un poco de paciencia, cuando explota, lo hace en serio. Los asesinatos suceden uno detrás del otro, con la mayor imaginación posible y con los mejores efectos especiales, sumamente generosos en gore, y finalmente esto es lo que más interesa en estos casos.
Atractivo film, pese a la mezcla de géneros Muchas películas salen un poco desparejas, un problema bastante común y entendible, dado que nadie es perfecto y no todos los films pueden ser "El Ciudadano". Pero el principal problema de "El poder de la moda" es que es una película despareja a propósito. Es que la directora, Jocelyn Moorehouse, no puede con su genio y cambia permanentemente de tono y de género una historia que en cualquier estilo podría resultar más o menos potable pero no particularmente imprevisible. El resultado es una ensalada de géneros que empieza divertida y hasta original, pero que ya promediando las casi dos horas de duración empieza a cansar con sus metamorfosis del policial a la comedia, el romance y el melodrama, sólo para mencionar algunos de sus múltiples giros. La película empieza muy bien con el regreso de Kate Winslet al desolado pueblito en medio de la nada en el que su elegantísimo vestido digno de Audrey Hepburn contrasta notablemente con el entorno gris y desaparrado. Su madre, la loca Molly (Judy Davis), casi ni la recuerda, ni mucho menos entiende la pregunta que se hace su hija: "Vine para recordar si acaso soy una asesina" La protagonista es modista, y el título local viene a cuento de que la magia y la transformación que provocan los vestidos que diseña en algunas almas abandonadas del lugar, facilita su objetivo de recordar el suceso traumático que vivió de niña y que provocó que abandone el pueblo de mala manera. Las actuaciones de Kate Winslet y Judy Davis se las arreglan para salir más o menos indemnes de los cambios de tono del film, y tanto Liam Hemsworth como el galán local y Hugo Weaver como un policía peculiarmente atraído por la moda tienen sus momentos. La ambientación años 50 ofrece buenas imágenes, igual que el vestuario que lógicamente se luce con todo tipo de diseños retro. Además, la fotografía tiene detalles muy interesantes, entre grotescos y caricaturescos, por lo que más allá de sus problemas, finalmente la película siempre tiene algo atractivo que ofrecer. Empezando por la excelente música de David Hirschfelder, aunque en medio de la ensalada de géneros, propone climas de western.
Asusta tan en serio como el original Los Warren, el matrimonio de expertos en lo paranormal presentados por el director James Wan en "El conjuro", vuelven a combatir las fuerzas del mal, pero esta vez, en Inglaterra. Mientras en los Estados Unidos la pareja interpretada por Vera Farmiga y Patrick Wilson son convocados para atestiguar si el promocionado "Horror de Amytiville" podría ser cierto o es sólo un fraude; una madre inglesa y sus cuatro hijos son víctimas de un caso parecido, o incluso peor. Eso según los que tienen fe, ya que la idea de los incrédulos es que hay mucha gente decidida a simular eventos sobrenaturales, por diversos motivos eminentemente prácticos. Por esto mismo es que la iglesia les pide a los Warrens que certifiquen si el caso les parece genuino. La idea es que la fuerza de la iglesia se basa en su verosimilitud, fuerza que perdería de tomarse en serio algo que pudiera descubrirse como una simulación. Alguien pregunta: "No se sabe qué es peor, si los espectros del infierno, o la gente que simula estar poseída por ellos". "Los demonios del infierno son mucho peores", contesta la señora Warren. Como pasa con muchas películas, "El conjuro 2" funciona mucho mejor viéndola que analizándola. Wan combina la participación de los Warren en el caso Amytiville para dejar claro el problema de su percepción paranormal en la que casi nadie cree, sumándolo a los horrores que los acosan cada vez que se arriesgan a ser parte de cada uno de estos casos. El fuerte de esta secuela es su capacidad de equilibrar las tremendas experiencias de la pareja protagónica con las cosas horribles que deben combatir en un típico barrio inglés donde una adolescente parece decidida a ser más temible que Linda Blair. Lo mejor que se puede decir de esta secuela es que, igual que la película original, consigue dar miedo seriamente. Las buenas actuaciones, y sobre todo, el montaje y la fotografía, realmente ayudan. Pero sobre todo el énfasis en que todo esto realmente ocurrió es uno de los principales elementos de James Wan para darle al público una serie de terribles sustos.