Megan Fox y algunas escenas de acción; el resto es relleno De manera intermitente y vistas en 3D, algunas de las descerebradas escenas de superacción producidas al mejor estilo Michael Bay pueden parecer realmente geniales. Ahora, esta nueva entrada en la franquicia de las Tortugas Mutantes Ninjas Adolescentes, con sus casi dos horas de duración, sólo podría ser analizada seriamente por aquellos nerds que sin lugar a dudas dirían que en materia de Teenage Mutant Ninja Turtles, todo tiempo pasado fue mejor. Exceptuando, eso sí, la película anterior de 2014, que resucitó la franquicia a todo efecto digital, que no les gustó en absoluto a los expertos, lo que no impidió que funcionara lo bastante bien en la taquilla como para que ahora tengamos que ocuparnos de estas nuevas andanzas de Michelangelo, Donatello, Leonardo y Raphael. La historia tiene que ver con un villano intentando crear una mutación que supere a la de las tortugas, lo que sirve de excusa para una serie de escenas vertiginosas con el sello del productor Michael Bay. De hecho, algunas son bastante buenas y divertidas, como las que tienen que ver con el edificio Chrysler, unas piruetas aéreas y unas hazañas acuáticas. Por otro lado, la heroína Megan Fox aporta un toque sexy con el que ninguna tortuga podría competir. Sin dejar de reconocer la contundencia de las mejores escenas, la verdad es que todo el resto de la película parece un relleno que no tiene demasiada gracia. Y que sólo los exégetas del cómic y las películas del siglo pasado podrán discernir si están a la altura de las circunstancias.
“Money Monster” o el peligro de creer en consejos de TV La premisa de este thriller mediático dirigido por Jodie Foster daría para un film más original y entretenido, pero la directora optó por enfatizar un mensaje muy propio de la era de los indignados. George Clooney es un periodista de un programa televisivo de consejos financieros llamado, igual que el título original, "Money Monster". Julia Roberts es su productora y ambos quedan atrapados en una situación difícil de resolver cuando un pequeño inversionista enojado toma el estudio por asalto. Lo más divertido, aunque irreal, es cómo la película presenta a este singular periodista de temas económicos, que hace de la información financiera una especie de show tirado de los pelos donde actúa con humor negro e ilustra sus ideas de los movimientos del mercado con imágenes terroríficas. Por eso tampoco es del todo creíble que, por más fan que sea del show, el crédulo inversionista sin experiencia (Jack O'Connell) haya invertido todo su dinero unos 60 mil dólares- siguiendo los consejos de este astro de la pantalla chica. "El maestro del dinero" juega con el formato de "tiempo real" , algo que George Clooney también había hecho muy bien en la remake de la historia sobre peligro atómico "Punto límite", generando el máximo de suspenso. En el elenco el hiperdinamismo de Clooney ayuda a mantener el interés del espectador, mientras que Julia Roberts como la productora que es la única que puede comunicarse con el periodista se mantiene más bien en piloto automático. En cambio, el que ofrece algunas escenas fuertes y muy creíbles es Jack O'Connell.
Policial más curioso que logrado Más que un policial, este film rumano es un drama sobre los motivos ocultos que puede tener la gente común para hacer o no hacer cosas. El título original de lo que acá se llama "El vecino" se puede traducir perfectamente como "Un piso más abajo", y el tema es el de un vecino que podría haber denunciado a otro por una actividad sospechosa justo antes del asesinato de otra vecina, pero que por algún motivo prefiere callar esa información cuando es interrogado por la Policía. El director Radu Muntean juega toda la historia desde un ángulo minimalista, observando cada detalle de las actividades de la familia del vecino-testigo, mostrando cierta burocracia rumana dado que su trabajo tiene que ver con el registro de propiedad de automóviles, pero sobre todo en asuntos cotidianos, como los largos paseos con su mimado perro labrador, al que incluso lleva con su hijo adolescente a una exposición canina. Justamente en esta escena aflora un poco del suspenso que se espera de un policial, pero que está apenas latente. Es que sin que el espectador pueda conocer las motivaciones del protagonista para no haberle contado a la Policía la disputa entre el vecino de abajo y la mujer que luego apareció asesinada, la información que se reservó actúa como fuente de paranoia y nerviosismo. Mucho más cuando el vecino de abajo aparece en su casa actuando muy simpáticamente con su mujer e hijo, al que aconseja sobre su computadora y sus videojuegos. Bien filmada, actuada y fotografiada, el estilo ascético de "El vecino" no siempre convence del todo. La historia es interesante y la narración es bastante fluida, pero no llega a generar la intriga que el planteo propone, por lo que el resultado podría definirse más como una curiosidad que otra cosa.
Otra “Alicia” de esteticismo vacuo De toda la filmografia de Tim Burton, probablemene la película menos interesante sea su versión de "Alicia en el país de las maravillas", una especie de híbrido entre superproducción infantil de Disney y adaptación más o menos literal de un clásico literario, forzado para incluir la imaginería habitual de un director tan personal como el autor de "El joven manos de tijera". Esta secuela de aquel film del 2010, al menos, no tiene a Burton detrás de la cámara salvo como productor. El director es James Bobin, el de las dos recientes y excelentes películas de los Muppets, que aquí retoma el clásico personaje de Lewis Carroll con la limitación de tener que seguir la estética casi abrumadora, y por momentos grotesca, del film que lo precede. Aunque parezca una contradicción, una cualidad de "Alicia a través del espejo" es no prestarle demasiada atención al libro en el que se basa algo posible debido a que la novela es menos conocida que "Alicia en el país de las maravillas"), y básicamente parte de la premisa original de la protagonista a través del espejo, para regresar al mundo mágico ya conocido y rescatar a su amigo, el Sombrerero Loco, encarnado por Johnny Depp, enfrentándose por supuesto a la temible Reina Helena Bonham Carter, y encontrándose con algunos nuevos y estraflararios personajes. Algunos tan atractivos como el mismísimo Tiempo, que compone el inigualable Sacha Baron Cohen, sin olvidar todo tipo de criaturas digitales que vuelven al film, una especie de catálogo de efectos visuales que atacan al espectador escena tras escena a lo largo de casi dos horas que se vueven extenuantes. Depp tiene sus momentos, pero a veces parece un mimo depresivo. Hay mucha acción, algunas imágenes atractivas y un par de gags eficaces, pero todo el asunto daba para más.
Cerebro de Reynolds no encuentra paz En una película del año pasado Ben Kingsley moría y le dejaba el cerebro a Ryan Reynolds. Ahora en "Mente implacable" es Reynolds el que le deja sus neuronas a Kevin Costner, aunque a favor de este delirante thriller de acción y ciencia ficción hay que reconocer que las circunstancias son diferentes. Reynolds es un agente de la CIA que está tratando de detener a un hacker que puede controlar todos los misiles de la OTAN. Cuando muere en medio de un tiroteo, su jefe, Gary Oldman, llama al científico Tommy Lee Jones, que desarrolló un trasplante de neuronas experimental para que avance ipso facto hacia el nivel humano. Lamentablemente, el único candidato para receptor de las neuronas -y por lo tanto, la memoria- de Ryan Reynolds es un criminal ultraviolento preso en una cárcel de máxima seguridad que interpreta Kevin Costner. Por supuesto, el terrible Jericho -así se llama el personaje de Costner- se escapa de sus captores de la CIA para hacer desastres de todo tipo y calibre, sólo que a medida que el transplante se afianza va recordando cosas, y más aún, asimilando las emociones del personaje de Reynolds, que era un buen muchacho decidido a salvar el mundo. La premisa de "Mente implacable" permite una rara mezcla de superacción con fantasía y absurdos toques humanistas que, no por totalmente ridículos, dejan de ser bastante entretenidos. La película consigue también que dos actores como Tommy Lee Jones y Kevin Costner hagan personajes a contrapelo de sus habituales physiques du rol. Costner consigue volver convincente su delincuente troglodita que se va humanizando paulatinamente, y sin duda éste es uno de los atractivos de un film que, por otro lado, ofrece un par de excelentes escenas de acción, bien filmadas y en algún caso con una espectacularidad sorprendente.
Drama romántico de buena factura, pero no siempre creíble Una azafata y un pasajero asustado sufren lo que se llamaría un levante interruptus. Siete años más tarde (bíblico tiempo de espera) se reencuentran. El lugar es idílico, la ocasión es propicia, y, para mayor efecto, una vieja turca les cuenta una leyenda china según la cual ellos están unidos por un imaginario hilo rojo imposible de romper. El problema es que a esa altura cada uno ya formó su familia: cónyuge, descendencia, hogar cálido, pan y cebolla. ¿Conviene concretar ciertas fantasías? ¿Por qué no? ¿Son cosas del destino? Es una buena excusa. ¿Pero después conviene insistir en el asunto? Ahí vienen los problemas: cuarenta y tres días más tarde (la famosa cuarentena) los amantes de esa ocasión celestial volverán a encontrarse, pero no estarán solos ni en lugar propicio. El riesgo es grande, la ansiedad también. El tono luminoso de la primera parte se va oscureciendo. Las lluvias pueden significar cosas muy distintas. La música crece, como si fuera el final de la primera temporada de una novela muy bien hecha. ¿Qué resolución habrán elegido los responsables de este drama romántico? La mayor responsable es Daniela Goggi, directora y coguionista junto a dos de sus productores, Alejandro Montiel y Mili Roque Pitt. Y la principal figura (que luce su figurita) es la China Suárez, vale decir, vuelve el mismo cuarteto de "Abzurdah". Ahora con Benjamín Vicuña, actor, coproductor y propulsor de la idea original, Guillermina Valdez y el español Hugo Silva como los cónyuges afectados, Leticia Siciliani en rol de simpática cómplice, Cartagena de Indias con el mar azul, Vicente López frente al ancho y turbio río, fotografía de Sol Lopatin, dirección de arte de Graciela Oderigo, que dispone bolsos rojos junto al título en rojo de la película, etc., todo perversamente bien cuidado. Un cine comercial de factura casi impecable. Pero, es cierto, esto pudo haber sido mejor. Falta un mayor proceso emotivo, hay cositas agarradas de los pelos (por ejemplo, ¿cómo pudo tomar "esas fotos" la esposa del bodeguero?) y otras manchas que desmerecen el relato. Si el público las deja pasar, ésa será la medida de la seducción que la película logre entre la audiencia.
Acción y efectos mitigan la sensación de déjà vu La historia siempre le ha dado buenos ángulos a los X-Men, especialmente esa vez que los llevó a la Guerra Fría, pero en su cuarta entrada en la saga, el director Bryan Singer se va demasiado lejos, al antiguo Egipto, en un pretencioso prólogo que muestra al enemigo que hay que combatir en esta nueva secuela, una especie de mutante primigenio o padre de todos los mutantes que viene a reclamar su reino, es decir, la Tierra. Éste es más o menos el argumento de una megaproducción que tiene mucho de los demás films de la franquicia. Tal vez demasiado, y aunque la sensación de déjà vu es casi permanente. Por otro lado da la sensación de que basándose en la noción de cuanto más, mejor, aquí hay una avalancha de mutantes secundarios que por momentos marea el espectador, salvo que sea un nerd de Marvel de la primera hora. Y aun así, ese hipotético espectador querría ver más a otros mutantes más queribles que aquí aparecen bastante poco. Con todo, a favor del estilo de Singer se puede decir que los momentos apocalípticos hacen honor al título: realmente aquí hay grandes momentos de superacción un poco barrocos y llenos de efectos especiales de primer orden, algunos de los cuales dan lugar a imágenes realmente alucinantes dignas de una de las sagas de superhéroes más exitosas. Con respecto al elenco, sin duda a esta altura tanto James McAvoy como Michael Fassbender saben perfectamente cómo meterse en la piel de sus rspectivos líderes mutantes Xavier y Magneto, mientras Jennifer Lawrence es una apropiada Mystique, con un Oscar Isaac demasiado furibundo como el temible Apocalypse. La película no está entre lo mejor de la saga, ni tampoco entre lo mejor del cine de superhéroes de este año, pero acción y efectos especiales no le faltan.
Imperfecto, pero original I "Todos me dicen lo mismo... Es que vieron tantas películas de terror que se les quemó la cabeza". Este tipo de parlamentos no sólo aporta ironía a "Tiempo muerto", sino que también, pronunciado en un momento culminante de la historia, define la diferencia entre un film de terror y un melodrama fantástico como el que propone el director Víctor Postiglione. La trama plantea una original mezcla de espiritismo y paradoja temporal. Guillermo Pfening es un argentino que vive en Colombia por motivos no demasiado claros y, cuando su mujer, María Nela Sinisterra, muere en un accidente de tránsito, otro personaje argentino en Colombia, Luis Luque, especie de padre adoptivo de la difunta, aparece con la idea de que detrás de ese accidente hay algo sospechoso. La trama da mucha vueltas para arrancar y está llena de detalles poco convincentes, pero justamente es este personaje, a cargo de Luis Luque, el que deja claro cómo un eficaz trabajo actoral puede remontar y mejorar evidentes problemas argumentales. De todos modos, cuando la historia empieza a tomar forma, prácticamente promediando la proyección, el asunto se vuelve realmente interesante, ya que aborda un tema sobrenatural original y nada remanido, además de hacerlo en un tono bastante distinto a las convenciones del género. Otro punto a favor son algunos personajes secundarios interpretados por actores y actrices colombianos, por ejemplo la especie de mánager de un vidente que compone con mucho humor Consuelo Luzardo. Por otro lado, "Tiempo muerto" tiene muy lindas imágenes, gracias a las atractivas locaciones colombianas muy bien fotografiadas por el talentoso Hugo Colace. Con un poco más de pulso narrativo la película funcionaría mejor, pero de todos modos este original melodrama fantástico tiene muchos aspectos interesantes.
Elemental pero divertida, igual que el videojuego Las películas basadas en juegos de video suelen ser bastante limitadas en términos argumentales, sobre todo si el juego es tan elemental como el muy popular invento finlandés de 2009, los Angry Birds, que hace un lustro se convirtieron en un auténtico fenómeno masivo. El surrealismo del concepto original, con unos pájaros muy enojados que no pueden volar y se estrellan contra unas chanchitos verdes, naturalmente se pierde un poco al tener que ser explicado en una trama argumental con alguna mínima coherencia. Si bien los guionistas no intentaron explicar demasiado bien el misterio acerca de la imposibilidad de volar de estos pájaros colorinches, sí arman una elaborada explicación sobre su enojo, aplicado a que los personajes protagónicos están en una terapia de manejo de la ira (lo que da lugar a unos chistes bastante graciosos). Luego aparecen los chanchos verdes que, a manera de piratas o antiguos conquistadores, embaucan a todos los pájaros de la isla, regalándoles cosas para luego robarles, lo que finalmente desata la ira plumífera y los ataques a la ciudad chancha con catapultas. Aquí es donde la película adquiere el dinamismo del juego, con mucha acción delirante bien aprovechada para esa comicidad típica de los cartoons de antes, además de cierto vértigo visual que aprovecha muy bien el 3D digital. Más allá de ciertas repeticiones sistemáticas que también surgen de su origen de videogame, la película tiene momentos muy divertidos con referencias cinéfilas y gags que pueden ser disfrutados tanto por chicos como por sus acompañantes adultos, lo que sin duda es una gran ventaja. Además, el colorido y todo lo que tenga que ver con los atractivos visuales a veces llegan a ser impactantes.
Buena comedia francesa al viejo estilo Julie Delpy es una actriz de culto gracias a sus papeles en films como el policial "Killing Zoe", el drama de Kieslowski "Blanc" o la trilogía de "Antes del amanecer" que protagonizó junto con Ethan Hawke. Pero también es directora de una media docena de películas como "Verano del 79" o "Dos días en París", sólo para mencionar dos títulos que se vieron en nuestro país. Con esta nueva "Lolo, el hijo de mi novia", la actriz, guionista y directora intenta cambiar su perfil "indie" para abocarse a una típica comedia francesa un poco al viejo estilo. Y la verdad es que no le sale mal, ya que el resultado es bastante divertido. Delpy interpreta a una cuarentona un poco obsesiva y neurótica que en un spa conoce a un tipo que podría devolverle la pasión a su vida. Hay un solo inconveniente, su hijo adolescente y bastante freak, el Lolo del título, no se banca al nuevo hombre en la vida de su mamá. Y pronto queda claro que en realidad no se bancaría a ningún novio de su madre aun si fuera bueno como Gandhi con la pinta de Brad Pitt. Más allá de que la premisa es bastante elemental y no depara demasiadas sorpresas, la historia está bien narrada y tiene dos o tres gags realmente eficaces. Por ejemplo, hay una gran variante de la típica escena "Querida, esto no es lo que parece, yo te voy a explicar" cuando la protagonista encuentra a su galán en una situación más que escabrosa. Bien fotografiada por el talentoso Thierry Arbogast, "Lolo" está sólidamente actuada, empezando por el joven comediante Vincent Lacoste, que se luce como el hijo terrible. Es una comedia nada pretenciosa y bastante entretenida, que puede hacer pasar un buen rato.