Entretenido folletín de matiné Luego de "Blancanieves y el cazador", Charlize Theron y Chris Hemsworth retoman sus personajes en esta eficaz película de matiné llena de superacción de estilo "espada y brujería". Pero esta vez la malísima y supersexy Theron le cede su lugar a la obviamente más gélida Emily Blunt, la reina del hielo del título. La historia es un folletín de amores casi imposibles que, al frustrar a los amantes, los vuelven un poquito más que agresivos, empezando por la reina en cuestión, que al sufrir un temible conflicto emocional decide convertir a todos los niños en salvajes soldados y prohibir todo sentimiento amoroso en su reino. En realidad, todo este prólogo hace que las cosas demoren un poco en arrancar en serio, sobre todo dado que la trama principal implica la búsqueda del espejo de la reina mala de Blancanieves. Pero cuando el cazador Chris Hemsworth, acompañado por su amada y rival Jessica Chastain, entran junto a unos enanos en el bosque fantástico de los goblins, la película se vuelve una gran aventura fantástica llena de paisajes increíbles y hadas y monstruos de todos los colores. Claro que los efectos digitales no siempre convencen del todo (aunque sí funcionan muy bien para todo lo que tiene que ver con la excelente dirección de arte) y por otro lado la historia folletinesca es previsible a más no poder, pero lo cierto es que lo que sea que haya para contar, el director lo cuenta con buen ritmo y generosidad e imaginación visual. El buen elenco ayuda, con una gran lucha de reinas malas en un final que realmente está a la altura de las circunstancias.
Unas historias atractivas pero desperdiciadas Al principio de "Exilio de Malvinas" se establece que las autoridades del gobierno colonial de las Islas Malvinas (para los ingleses, Falklands) disponen que ningún habitante de las islas que haya establecido otro domicilio en el continente, es decir en territorio argentino, puede volver a vivir a su tierra natal. Luego la película cuenta tres historias, todas interesantes, especialmente la de un hombre nacido en Malvinas en el seno de una familia de colonos ingleses del siglo XIX, que ya de joven está convencido de que las Malvinas son parte del territorio argentino, lo que sumado a que trabajaba para una empresa nacional antes de la guerra es considerado un traidor y enviado a la Argentina junto con los últimos heridos del conflicto bélico. Otra historia es la de un pintor de imágenes de la guerra que no eran bien vistas por los kelpers, y que debió venir a hacer sus muestras a Buenos Aires. La tercera no es sobre un malvinense sino sobre un científico inglés especializado en pingüinos que, hacia la década de 1990, descubrió que la industria pesquera de las Malvinas había hecho descender la población de estas aves de 6 millones de ejemplares a menos de un millón, lo que le generó todo tipo de censuras y la falta de fondos para sus investigaciones. Sin fuerza Las historias son interesantes dado que muestran un lado poco conocido del tema. Y si bien las imágenes acompañan bien desde lo formal, falta un pulso narrativo que le dé mas fuerza al film como tal, sin diferenciarse mucho de un documental televisivo. Con todo, el interés por el tema puede volver recomendable este documental según los gustos de cada espectador.
Brillan los actores en original film de terror Los fans de la ciencia ficción recordarán la producción de J.J. Abrams "Cloverfield", que se podía definir como una invasión extraterrestre de dimensiones épicas, pero filmada por cámaras amateurs. Esta nueva "Av Cloverfield 10" es otra producción de Abrams que también incluye una extraña invasión, pero que no tiene nada que ver en tono con la película anterior. Esta es una película de claustrofobia y sospechas permanentes, en la que prácticamente no hay escenas que no transcurran en el extraño búnker subterráneo donde la desafortunada protagonista aparece luego de tener un accidente mientras conducía lejos de su novio con el que había tenido una pelea. Mary Elizabeth Winstead es la chica accidentada, y el talentoso John Goodman es el psicópata ex marine que la encadena a una habitación del búnker para "salvarla". Es que el dueño de casa sostiene que ha habido una especie de ataque químico o invasión extraterrestre que hace que la vida en el exterior sea imposible para la raza humana. En el búnker hay otro invitado, un joven con un brazo lastimado (John Gallagher) que parece confirmar todo el relato sobre los peligros de salir al exterior del escondite. La chica sigue incrédula, de todos modos, hasta que un evento inesperado la hace vislumbrar los horrores que se viven en la superficie. A partir de ese momento la película va oscilando entre confianzas y desconfianzas de los protagonistas hasta un desenlace bastante frenético."Av Cloverfield" sin duda gana por original, aunque de todos modos el tour de force de sólo tres actores encerrados en un decorado muy limitado la convierten en una película de terror intimista que por momentos es más interesante que verdaderamente eficaz. Pero sin duda hay muchas ideas y muy buenas actuaciones, empezando por la del temible John Goodman.
Nuevo “Libro de la selva” visualmente deslumbrante Para todo el mundo la gran versión de "El libro de la selva" es la de 1967, producida por los estudios Disney y dirigida por Wolfgang Reitherman, aunque retrocediendo hacia 1942 está la gran película de Zoltan Korda protagonizada por Sabú, que más que nada se dedicaba a los problemas para adaptarse a la civilización del chico criado por lobos en la jungla, según el inmortal relato de Rudyard Kipling. Tan inmortal que en el medio y después de estos dos grandes títulos mencionados dio lugar a un sinfín de películas menores, y que ahora vuelve en la forma de esta nueva superproducción de Disney que utiliza al máximo las posibilidades de los efectos digitales, algo que el director Jon Favreau sabe hacer muy bien, como lo viene demostrando en films como "Iron Man". Pero, más allá de la tecnología que hayan tenido Korda, Reitherman o Favreau, lo principal siempre será esta historia de inocencia animal imaginada por un Kipling más reflexivo que el más violento hombre mono creado en la misma era victoriana por Edgar Rice Burroughs. (Tarzán es otro personaje que siempre vuelve; sin embargo, a pesar de docenas de versiones, ninguna logró capturar lo salvaje y truculento de su fuente literaria.) Pero volviendo a Mowgli y "The Jungle Book", esta nueva versión tiene en su contra la corrección política imperante en el siglo XXI, lo que da lugar a variaciones más livianas que las del mismísimo dibujito animado del 67, al punto de que salvo la gran serpiente (con la voz de Scarlett Johansson en la versión original) son bastante tranquilos. Por otro lado, de todas las opciones argumentales posibles para adaptar el original de Kipling, el guión ofrece casi siempre las más convencionales y previsibles hasta por las más chicos. En cambio, visualmente este nuevo "Libro de la selva" es absolutamente impactante y cada imagen de ese bosque tropical y su fauna es un triunfo total del cine digital. Sin duda, hay imágenes que merecen verse más de una vez. Entre los logros y los defectos, el elenco con grandes actores intenta repetir las canciones del anterior film de Disney, que siguen siendo simpáticas, aunque antes sonaban más frescas.
Para sorprenderse, hay que esperar demasiado Dicen que en Escocia, los que viven cerca del Lago Ness saben perfectamente cuándo va a aparecer el famoso monstruo que atrae a los turistas: "al cuarto whisky". Dado que esta película de terror transcurre en un viñedo embrujado, y la naturaleza del evento sobrenatural recién empieza a tomar forma a los 50 minutos de proyección, se podría parafrasear el chiste diciendo que en "Yo vi al diablo", los espectros recién aparecen a la quinta botella de vino. Lo que obviamente no es lo ideal, ya que el abuso hace daño. Y no es que finalmente lo que aparezca no tenga cierta originalidad, sino que en una pelicula de sólo 80 minutos de duración, tener que esperar casi una hora para que el asunto se vuelva interesante, realmente no es una fórmula rendidora. La historia tiene un breve prólogo en el que una mujer sufre un accidente automovilístico. Varios meses después, se muda con su marido a una casa tan bonita como apartada, en medio de un viñedo que les dará una nueva vida, lo que viene acompañado de un incipiente embarazo. Pero las cosas se complican entre lo extraño y desolado del lugar, y los efectos postraumáticos del accidente, que según un médico, sumados a los cambios hormonales de la futura madre le provocan ver imágenes no precisamente bonitas. Pero ya ni bien la pareja se muda al viñedo, el espectador va recibiendo indicios de que la pobre mujer no está chiflada, sino que realmente suceden cosas raras en el lugar. Cosas que por algún motivo su marido no puede o no quiere percibir. El único motivo para estirar tanto las cosas una vez que se sabe eso, es una vuelta de tuerca sorprendente que viene hacia el final. Pero si bien hay que reconocer que el giro tiene lo suyo, a esa altura de las cosas ya no puede redimir del todo el conjunto. "Yo vi al diablo" ofrece un buen par de sustos, lindas imágenes del viñedo fantasmal, un desenlace sorpresa, y no mucho más.
Buen melodrama con mensaje igualitario Preparen los pañuelos: este drama de la vida real provoca lágrimas a granel, aunque lo mejor que tiene para ofrecer es el mensaje sobre el derecho al matrimonio igualitario. Y este mensaje está apoyado por intérpretes excelentes, empezando por la protagonista, Julianne Moore, una detective de New Jersey que al saber que le queda poco tiempo de vida debido a una enfermedad terminal, encima descubre que las autoridades de su condado extremadamente conservador han decidido no avalar las leyes de "pareja cívica" o unión social que rigen en todo el estado, por lo que cuando muera no le podrá dejar su pensión a su pareja, Ellen Page. La película empieza con la narración de cómo una sumamente seria detective preocupada por evitar que se conozca su orientación sexual dentro de la policía se enamora de una mecánica mucho más joven que ella. La historia de amor es discretamente atractiva y pronto se interrumpe por el drama de la enfermedad. Ahí es cuando el film empieza en serio, con la lucha por los derechos de esta detective y su pareja en la que participa un divertidísimo Steve Carell, como un abogado y activista gay, y un formidable y adecuadamente seco Michael Shannon, como el compañero de la protagonista dentro de la fuerza. Estos personajes son los que equilibran el melodrama con humor y sobre todo la energía que necesita un buen ejemplo de cine de mensaje. En este sentido es clave el personaje de Shannon, ya que aporta el punto de vista del típico norteamericano medio reaccionando ante una flagrante injusticia. El apego a la corrección política y al melodrama del director impiden que el film levante más vuelo, aunque lo importante del tema y todas las actuaciones ayudan a recomendarlo.
Festín para amantes de la superacción Este desparramo memorable está destinado a convertirse en uno de los grandes placeres culposos del cine moderno: durante toda la primera mitad de la película, la mezcla de ultraviolencia y política-ficción a niveles épicos simplemente no tiene desperdicio. Es que esta secuela del mediocre film "Ataque a la Casa Blanca" mezcla auténticos líderes mundiales, como por ejemplo Angela Merkel, en medio de un ataque terrorista masivo a Londres. La continuación es muy superior al film original partiendo de su ingeniosa premisa: la muerte del primer ministro inglés implica que sin aviso previo ni las medidas de seguridad habituales, tanto el presidente de Estados Unidos como docenas de mandatorios de todo el planeta tengan que estar presentes en el funeral, lo que permite un ataque en masa para cambiar definitivamene el orden mundial. Por supuesto, el presidente estadounidense y su principal guardaespaldas, es decir, respectivamente Aaron Eckhart y Gerard Butler, sobrevivientes del ataque terrorista de 2013 en "Olympus has falen" de Antoine Fuqua, son los protagonistas en medio del largo y espectacular ataque en el que casi todos los líderes mundiales van siendo liquidados uno a uno, menos el ruso (que por mala onda directamente no fue al entierro) y un par de suertudos que se salvan de pura chiripa. Pero claro, el Presidente norteamericano es el jackpot para estos desalmados musulmanes y todos los terroristas están tras el, por lo que salvarlo es una verdadera misión imposible. Las impactantes escenas de los principales bombardeos, tiroteos, persecuciones de autos y hasta aéreas en los lugares más populares de Londres justifican plenamente el precio de la entrada. No sólo por la imaginación y la furia gore con los que los concibió el director iraní residente en Suecia Babak Najafi, sino por el nivel épico, digno del mejor cine catástrofe con el que están filmados. Por otro lado, el nivel de incorrección política de los diálogos también ofrece gemas irreproducibles que el público aplaude riéndose a carcajadas. Claro que mantener el impresionante nivel de la primera mitad del film sería muy difícil, y el guión termina limitando el desenlace a una serie de escapes por túneles y casas seguras, donde si bien la superacción no cede, el asunto se vuelve mucho menos atractivo visualmente. Además, para esa altura, ya quedan pocos personajes a quienes matar salvo, por supuesto, los villanos de turno.
Vuelo remanido, pero simpático La historia de un chico con un defecto físico que supuestamente le impediría practicar cualquier tipo de disciplina atlética, pero que con una tenacidad infinita logra convertirse en campeón de salto en esquí, es el tema de una película pequeña, simpática y muy parecida a muchísimas otras. Taron Egerton es Eddie Edwards, el chico que crece fracasando en todo deporte hasta que se decide por el salto en esquí, actividad temible consistente en arrojarse por gigantescas rampas de hasta 90 metros de altura. Hugh Jackman es el simpático esquiador fracasado que, harto de ver cómo el jovencito parece estar siempre a punto de romperse todos los huesos, se convierte en entrenador, y Christopher Walken, en un papel decididamente no a la altura de su talento, es el antiguo entrenador del personaje de Jackman. La historia es muy localista y el deporte bastante elitista, pero hay un punto universal que se refiere a los esfuerzos del protagonista no sólo para dominar la disciplina en cuestión, sino también para vencer las trabas de la burocracia británica para competir olímpicamente debido, entre otras cosas, a que el salto en esquí no se practicaba en el Reino Unido. Más allá de todo esto, lo cierto es que la película es razonablemente divertida en las escenas no deportivas, y realmente muy bien filmada a nivel gran espectáculo en las escenas de los alucinantes saltos que debe intentar Eddie the Eagle. Aunque lo cierto es que todo luce un poco remanido.
Lo que más asusta es la histeria religiosa Hay animales de granja, niñas con faldas largas y una casa en la pradera. Pero esto no es para nada "La familia Ingalls". Esta opera prima llamó la atención en Sundance por su originalidad y hay que reconocer que, en especial hacia el comienzo, parece la idea de film de terror que podría haber tenido el primer Werner Herzog. Pero la película se queda corta en contenido y sobre todo en sustos, y en realidad lo más interesante es su intención de recrear el lenguaje antiguo y la histeria religiosa de los primeros colonos de Nueva Inglaterra hacia 1630. Basada supuestamente en escritos de época, es decir, algunas décadas antes de la célebre cacería de brujas de Salem, la historia plantea a una familia que ya desde el vamos teme a innombrables horrores que podrían esperarlos en el bosque aledaño a su casa, ubicada a un día de camino de la población más cercana. La extraña y repentina desaparición de un bebé detona los ataques de histeria de grandes y chicos, con la nena más chica y la hija mayor, respectivamente, haciendo chistes sobre ser brujas, mientras el padre y la madre se preocupan cada vez más por la falta de comida, todo en medio de citas bíblicas interminables y rezos como única respuesta a cualquier situación. La historia evoluciona hacia la total disolución familiar, relacionada con situaciones fantásticas qe podrían ser alucinaciones o no. Hay momentos realmente oscuros y horripilantes, como una extraña e indescriptible situación nocturna que sucede a la desaparición del bebé, y una siniestra liebre que en realidad no hace nada malo salvo arruinar la puntería del padre de familia. Todo es un poco pretencioso en tono, más allá de que hay imágenes atractivas y que la fotografía a veces experimenta con peculiares estilos de iluminación. También hay un macho cabrío que podría ser el culpable de la ola maligna que invade a la familia, aunque lamentablemente aparece bastante poco. Sin duda, "La bruja" es una película interesante, pero le falta sustancia y, si no durara exactos 90 minutos, casi terminaría resultando aburrida.
Interesa, pero el caso real daba para más Hace unas semanas vimos una de las mejores películas que se hayan filmado sobre una investigación periodistica, "En primera plana". Las cosas que hacían de esa crónica de las pesquisas sobre casos de pedofilia en la iglesia católica son justamente las que no se encuentran en esta recreación de la caída de un astro del programa de noticias "60 minutos" encarnado por Robert Redford. Según la historia real y relativamente reciente, fue la productora del programa interpretada por Cate Blanchett- la que aceleró el final de la carrera del rostro de las noticias de CBS Dan Rather, al lanzar con poco tiempo de preparación una historia sobre cómo George W. Bush eludió ir a Vietnam anotándose en la Guardia Nacional justo en medio de su campaña por la reelección presidencial. "Sólo la verdad" está llena de muy buenos actores que por momentos brindan excelentes actuaciones, empezando por la protagonista, pero tiene un grave problema estructural, narrativo y de enfoque que la vuelve mucho menos interesante de lo que podría haber sido. Es que el film estructurado en varas partes que alargan el asunto innecesariamente, partiendo de la investigación de la noticia en si misma, los posteriores intentos por defender su rigor informativo, la posterior claudicación y disculpas en vivo del reportero televisivo y luego el juicio interno para despedir o no a los involucrados en el programa en cuestión. Y a eso hay que agregarle los problemas personales y biográficos de la productora encarnada por Cate Blanchett. Si bien lo que se narra tiene sus puntos atractivos, no siempre es así, y hay muchas situaciones que se repiten sin necesidad y que atentan contra el ritmo del conjunto.