Los buenos sustos finales no redimen las zonceras previas El estilo "Proyecto de la Bruja de Blair" se muda a Ucrania para este flojo film de terror que por lo menos tiene algunos detalles pintorescos, en general en su intento de apelar a la historia para darle cierta verosimilitud al delirio que intenta narrar. Entre estos detalles pintorescos sobresale la serie de documentales que están produciendo unos cineastas estadounidenses en Ucrania. El título, "Caníbales del siglo XX", lo dice todo. La idea del supuesto documental gira en torno a un célebre asesino serial ucraniano, Andrei Chickatilo, buscando también los antecedentes de canibalismo ucraniano en los oscuros tiempos en los que Stalin sometió al pueblo de Ucrania en una terrible hambruna que pudo haber provocados hechos de canibalismo. Como suele suceder en estos casos, la acción avanza lentamente mientras los protagonistas buscan sobrevivientes de la hambruna y se topan con referencias a que los eventos relacionados con el canibalismo podrían haber tenido que ver con la intervención de fuerzas sobrenaturales. Sintetizando, la trama lleva a parte del equipo de documentalistas a visitar un horrible lugar donde pulula el espíritu de Chikatilo. Las imágenes se vuelven extremadamente fuertes hacia los 20 minutos finales, quizá demasiado tarde sobre todo teniendo en cuenta lo previsible y obvio del argumento que no deja mucho margen a la sorpresa, el desenlace por más contundente que pueda parecer no logra redimir los absurdos vericuetos previos. Dentro del estilo de falso documental, no es de lo peor que se ha visto, y salvo algunas imágenes realmente siniestras no hay mucho que recomendarle ni siquiera a los menos exigentes fans del género.
Supersticiones que hielan la sangre a lo largo de todo el film Ésta es una muy buena película de terror sobre la importancia de no subestimar las supersticiones del folklore local. Un científico se instala con su mujer y su bebé en una vieja casa al lado del bosque para hacer tests sobre los árboles para la empresa que los va a talar. Pero es Irlanda, y la gente del pueblo asegura que no debe ni entrar al bosque, ya que es un lugar destinado a los "consagrados" ("The Hallow" del título original), es decir unos imprecisos seres sobrenaturales a los que mejor ni nombrar, pero en los que todos en el pueblo creen, algunos por horribles experiencias propias. La película le da unos diez minutos de tranquilidad al espectador para situar a los personajes en el lugar e ir planteando las cosas raras que empiezan a pasar. Un policía que va a revisar lo que podría ser un atentado de los vecinos les explica que están muy lejos de Londres, y que en Irlanda pasan cosas extrañas por la noche. Los protagonistas quedan azorados ante la idea de que el policía también sea supersticioso, pero él lo niega: "Yo soy de Belfast, ahí creemos en otros monstruos". Pero la película se concentra en la noche en la que explota todo, y las fuerzas sobrenaturales atacan directamente a la pareja, con el bebé como clarísimo objetivo, tal cual le habían advertido los vecinos. El crescendo que logra el director Corin Hardy que está ocupándose de resucitar a "El cuervo"- es realmente impresionante, al punto de que la avalancha de horrores que acumula hacia la mitad de la película es tal que uno se pregunta cómo se las va a arreglar para mantener esa potencia hasta el desenlace. Lo genial es que lo logra, y mejor aún, con recursos analógicos para monstruos que por momentos apenas se dejan ver en el follaje, pero que a veces aparecen de manera intempestiva helando la sangre. Casi a la manera de Bruce Campbell en "Evil Dead" de Sam Raimi, pero sin una pizca de sentido del humor, el actor que se destaca es Joseph Mawle, que hace cualquier cosa con tal de salvar a su bebé, incluyendo cuando está sometido a metamorfosis que recuerdan a Jeff Goldblum en "La mosca" de David Cronenberg.
Híbrido navideño con algunos buenos climas Aparentemente el folklore centroeuropeo hace que en Navidad Papá Noel viaje acompañado por una suerte de contraparte siniestra, una especie de cabra gigantesca llamada Krampus dedicada a los chicos que no se portaron bien. En esta película, el director y guionista Michel Dougherty lleva las cosas más al extremo al hacer que, cuando un chico no solo deja de creer en Santa Claus, sino que directamente reniega de la Navidad, la Nochebuena se vuelve una auténtica pesadilla dominada por el tal Krampus y todo un zoológico de duendes, elfos y seres nada amigables. Emjey Anthony es el chico que, harto de reuniones familiares navideñas totalmente insoportables, rompe en pedazos su carta a Papá Noel generando la hecatombe que sigue. El problema es que, por más siniestras que puedan ser las criaturas que reemplazan a "Santa", y por más terribles que puedan ser sus fechorías, obviamente ésta es una película navideña y nadie puede tomarse en serio las cosas horribles que suceden. Es decir, nadie salvo el guión, que sí se plantea toda la acción como si fuera un temible film de terror. Si bien hay chistes que mitigan en un principio las dramáticas situaciones sobrenaturales, poco a poco dejan de aparecer y la película va perdiendo tanto el tono como su posible gracia. Las primeras apariciones del ser del título realmente prometen y, sobre todo, hay algunos detalles y climas fantásticos que se pueden rescatar. También hay una atractiva escena animada en la que la abuela austriaca (Krista Stadler, de lo mejor del elenco) cuenta cómo ella sufrió en carne propia la falta de fe en la Navidad. Pero, al final, este producto es un híbrido que nunca da realmente en el blanco. Y, sobre todo, resulta difícil creer que un nene tan ñoño como el protagonista pueda desatar semejante calamidad, incluso en Navidad.
Un triunfo del cine fantástico argentino Antes que nada, "Kryptonita" es todo un triunfo del cine fantástico argentino, que además, deja claro que no por hacer cine de género el director Nicanor Loreti deja de ser un auténtico autor: igual que la excelente "Diablo" el film que realizó antes de la comedia "Socios por accidente" y su secuela- esta película tiene el sello del director en todos los detalles. Basada en la novela de Leonardo Oyola, "Kryptonita" surge de la idea de replicar en el Gran Buenos Aires, más precisamente La Matanza, la "Liga de la Justicia" que unía a algunos de los superhéroes más famosos del comic (empezando por Superman, Batman, y la Mujer Maravilla). Los personajes son fácilmente reconocibles, aunque obviamente tienen otros apodos Nafta Super sería Superman, Ráfaga sería Flash, Faisán vendría a ser Linterna Verde,etc- y en realidad son una pandilla de delincuentes típicamente suburbanos, con lenguaje y actitudes bien de rioba y de la cultura de la cumbia villera. El chiste se agotaría por sí solo una vez presentados los personajes, pero el guión está muy bien armado para generar tensión e ir descubriendo la misión apropiadamente superheroica de los protagonistas y sus enemigos. Muy al estilo de "Asalto al Precinto 13" de John Carpenter -que a su vez estaba inspirada en "Río Bravo" de Howard Hawks- la historia transcurre durante una noche terrible en un hospital, donde un agotadísimo médico de guardia es presionado por estos superamigos para que salve a su líder, Nafta Super, herido gravemente con algo que obviamente tiene que ver con el mineral extraterrestre al que se refiere el titulo. Cuando el hospital es rodeado por la policía, esta liga bonaerenses queda sitiada, esperando un amanecer en el que podría decidirse el futuro del mundo. Con ritmo vertiginoso, una buena dosis de acción e imágenes formidables, los casi 90 minutos de proyección pasan volando, y el delirio lunático del director realmente logra contagiar a los actores, que se lucen como nunca en sus personajes , empezando por el Batman encarnado por Pablo Rago y la Mujer Maravilla travesti interpretada por Lautaro Delgado. Y el que brilla es el negociador de la policía, totalmente desquiciado al mejor estilo de El Guasón que hace Capusotto, que lamentablemente aparece menos de lo que uno querría. Todo no se puede, pero de todos modos estamos ante una película de culto, excelentemente filmada y actuada, que tiene todo para funcionar muy bien con el público masivo.
Este “Transportador” agota su combustible a poco de empezar Cuesta un poco entender que El Transportador ya no sea Jason Statham, reemplazado por Ed Skrein de la serie "Games of Thrones". Además, el personaje no puede mantener sus rígidas reglas dado que ahora tiene un padre secuestrado, lo que lo obliga a obedecer cualquier misión imposible. Más allá de que una película en la que se pueda extrañar el histrionismo de Statham evidentemente tiene un problema de base, esta nueva entrada en la franquicia creada por Luc Besson ofrece algunas escenas de superacción descerebrada dignas de sus predecesoras. Sobre todo, hasta la mitad del metraje, con muy buenas variaciones sobre las persecuciones automovilísticas del caso, y una estética atractiva que empieza por la pandilla de rubias platinadas que obliga al protagonista a perpetrar una venganza temible contra unos mafiosos malísimos. Sólo que en el intento por estar a la altura del alto octanaje de las tres películas anteriores, este nuevo "Transporter" gasta casi todo su combustible al principio, con un clímax impactante en un avión, que lamentablemente, no sigue hasta las escenas menos interesantes que transportan al espectador hacia un desenlace típico de esta saga. Por lo menos, hay que reconocer que las escenas buenas son realmente explosivas, que las chicas lideradas por Loan Chabanol se lucen en varios momentos, y que Ray Stevenson, el padre del Transportador, se roba cada escena en donde aparece.
Interesante, si se entra en su lógica Una mujer madura se ve obligada a dejar su casa, y desarrolla una extraña amistad con el encargado de la mudanza, mucho más joven que ella. Dado que los dos personajes protagónicos en principio no tienen nada en común, el desafío de la película es demostrar lo contrario. La lógica no se aplica al estilo del director, que puede distraer al espectador con flashbacks de las pesadillas de la era nazi sufrida por la protagonista, alguna vez cantante de cabaret, aunque sin preocuparse por explicar demasiados detalles de esas subtramas. Y de repente, la acción puede aparecer en una fiesta electrónica actual. Es decir, la narración, por momentos, no es precisamente fluida, pero a medida que avanza la película queda claro que el guión siempre se ocupará de agregar detalles curiosos, algunos no muy coherentes, pero propios de un melodrama absurdo que va uniendo a los dos personajes protagónicos, interpretados por Max Riemelt y Sharon Brauner. En el medio, también está Mathieu Carriere (el del film de culto "El joven Toerless"/"Nido de escorpiones" de Volker Schlöndorf). Es una película despareja, pero con situaciones inesperadas que ayudan a generar tensión, más algunas imágenes notables (la fotografía de Peter Krause es un gran punto a favor). Lo mejor son los diálogos con humor negro y mucha más incorrección política de lo que se podría esperar en una producción alemana. Si se le tiene paciencia, rinde: los dos últimos actos consiguen darle sentido al conjunto, y al título.
Film indeciso entre folletín y policial Este melodrama pasional tiene un triángulo amoroso entre una enigmática baby sitter que podría ser el sueño de cualquier niño (es Emilia Attias) y dos hombres recios con los que en distintos momentos no quiere tener nada que ver. Todos tienen un pasado. Uno es un guardia de seguridad que sueña con algún acto heroico, el otro es un ex convicto recién salido de la cárcel y ella es una chica traumada por un hecho de violencia. La historia, aunque no es gran cosa, no está tan mal. El problema es que no está bien narrada, y la acción, dosificada a cuentagotas, se pierde en medio de escenas que aportan poco y nada. La película empieza con fuerza, apoyada por una atractiva banda sonora que brilla especialmente cuando se vuelve jazzística, pero lamentablemente pronto empiezan a aparecer los tiempos muertos, los flashbacks sobre flashbacks y las situaciones repetidas que no van en ninguna dirección. Por momentos, la película parece enderezarse, por ejemplo en las escenas en un bar de policías con diálogos naturales y buenas actuaciones, pero en general regresa al mismo tono narrativo dubitativo que hace que las cosas progresen muy lentamente y con muy poca sustancia. "Contrasangre" tampoco se decide del todo entre el melodrama y el policial, y a su favor se puede mencionar la belleza de la protagonista y una más que digna fotografía.
Policial fuerte y realmente original Hay que darle una media hora a este trhiller sudafricano para que explote. Una vez que lo hace, se convierte en una película realmente fuerte, y dado su origen y ambientación el resultado es algo original dentro del género policial. Forest Whitaker, un excelente actor que aquí está realmente bien aprovechado, interpreta a un veterano policía que sufrió todo tipo de desgracias en la época del apartheid, pero que supo controlarse y terminar trabajando con algunos de los mismos policías blancos que hicieron cosas horribles en esos tiempos. El personaje se pasa hablando sobre tolerancia a sus colegas y citando a Mandela cada vez que puede y, justamente, el centro de la trama es la transformación que sufre este personaje para terminar empuñando una escopeta y agarrándose a tiros contra todos los villanos. Mucho antes de que pase eso hay una chica que aparece muerta en un parque. Sería una investigación más o menos rutinaria si no fuera porque es la hija de alguien importante dentro de un deporte tan popular en el país como el rugby y porque en el cadáver se encuentran restos de una especie nueva de metanfetamina. La película sigue un curso lento, ocupándose de describir a los distintos personajes y algo interesante del guión es que cada personaje tiene sus particularidades, algo que también apoya la originalidad del film. Pronto los policías se topan con una nueva pandilla que vende drogas y comienza la violencia más bien fuertecita que caracteriza a un film que también toca otros temas en una trama compleja, por ejemplo la desaparición de chicos de la calle y la acción de parapolicías. Jérôme Salle le pone personalidad e imaginación al ambiente y también a las numerosas escenas violentas, y Orlando Bloom aparece mostrándose totalmente distinto a como se lo ha visto en superproducciones hollywoodenses muy populares. "Operación Zulu" es una película fuerte y diferente que ningún fan del cine policial debería perderse.
Thriller sin suspenso ni nada que lo justifique En un momento de "Testigo íntimo", uno de los personajes asegura que Jorge Luis Borges adelantó internet y Wikipedia. Como en el film también hay una referencia a "La intrusa", se ve que no todo el legado de Borges es algo para agradecer. Se trata de un policial sin acción, o de un thriller sin suspenso. Hay dos hermanos enfrentados al crimen de la esposa de uno de ellos, con la vuelta de tuerca que ambos podrían ser el culpable, ya que uno de ellos era el amante de su cuñada. La película al menos no es pretenciosa, pero realmente tiene una falla de base que es no saber cómo contar bien la historia que no era tan complicada, y en lugar de intentar una narración directa, la interrumpe con escenas que no van al punto, con leit motiv en un interrogatorio donde un personaje sostiene un monólogo paranoico sobre los problemas de la época de la hipertecnificación y la ausencia de intimidad. El resultado es una ensalada que no logra un relato realmente claro, pero que cuando lo hace no supera el nivel de cualquier telefilm que se puede encontrar en un zapping televisivo, Las actuaciones no están mal del todo, pero tampoco logran mejorar la medianía que tiene este producto. En este sentido, una curiosidad puede ser la participación en un rol secundario de Graciela Alfano, que no aparecía en una película desde "La invitación" de Manuel Antin. Su presencia no cambia en absoluto la cosas, lamentablemente. La fotografía tiene algunos buenos momentos, y lo mejor es un atractivo score musical de estilo tecno.
Aun con sus tics, “Sinsajo final” conformará a fans La segunda parte de la tercera parte de la trilogía de "Los juegos del hambre" encuentra a la heroína Katniss Everdeen, la única ganadora de esas especies de olimpíadas sangrientas-reality show del futuro, siendo utilizada demagógicamente por la presidente de los rebeldes Julianne Moore de un modo similar o peor que su oponente, el malvado dictador Donald Sutherland. A medida que el ejército rebelde avanza para invadir el Capitolio (es decir la capital futurista), la protagonista decide tomar las riendas de sus acciones y asesinar sola al jefe enemigo que tanto daño le hizo a ella y sus camaradas en las partes anteriores de la saga. En su audaz decisión la acompañan varios camaradas de armas, incluyendo a su antiguo compañero Josh Hutcherson, aunque ahora es un chico peligroso dado que fue sometido a un extraño lavado de cerebro. Este final es de lo mejor de esta trilogía exageradamente larga, pero de todos modos repite casi todos los tics de las películas previas, incluyendo diálogos melodramáticos que detienen la acción y parecen salidos de una telenovela, y una duración a todas luces excesiva de 137 minutos. Entre lo más destacable está el hecho de que ahora que los acontecimientos llegan a su desenlace, las cosas se ponen más terroríficas, lo que da lugar a un par de escenas realmente logradas, como el ataque de una especie de brea negra y monstruosa, o una angustiante escena en la que los héroes son perseguidos por unos mutantes albinos en los túneles del Capitolio. Por otro lado, finalmente Julianne Moore y, sobre todo, Donald Sutherland tienen oportunidad de mostrar su talento en medio de tantas actuaciones juveniles que oscilan entre lo discreto y lo inexpresivo. También vuelve a aparecer, resucitado digitalmente, Philip Seymour Hoffman, pero verlo resurgir de la cripta para no hacer casi nada es bastante chocante. Para los adolescentes fans del libro queconsumieron masivamene estas películas en todo el mundo esta despedida les dejará un verdadero vacio, que ojalá puedan llenar con alguna buena película fantástica y no con más de estos fenómenos de taquilla de ciencia ficción y terror pasteurizado.