Entretiene, pero le gana el primer Robocop No es que esta nueva "Robocop" sea una mala película. El problema es que no le llega a los talones al flm de 1987 que dirigió Paul Verhoeven. Jose Padilha, el director de las dos "Tropas de elite", tuvo un muy buen elenco a su disposición, un enorme presupuesto y los mejores efectos especiales, pero cuestiones de base y de concepto impiden que esta nueva película borre el recuerdo del "Robocop" original. Para empezar, la de Verhoeven fue una de las que marcó el gore de fines de los 80, ya que era una de las primeras películas de estudio que se permitían imágenes sangrientas de un nivel pocas veces visto, y sobre todo aplicadas a un estilo de futurismo sarcástico de unas características inéditas. Nadie se quejará de que a este nuevo "Robocop" le falte acción, porque lo cierto es que las balaceras son impactantes. Sólo que es curioso que alguien filme una película con semejante cantidad e intensidad de tiroteos sin aportar casi ni una gota de sangre. Por otro lado el guión se enfoca demasiado en la transformación del policía Alex Murphy (Joel Kinnaman) en el metalizado Robocop, al que ahora por cuestiones de marketing el empresario de la industria robótica de seguridad Michael Keaton le aporta un traje negro más fachero. Otro detalle que no mejora las cosas es la insistencia en que Robocop pueda mantener a su esposa y su hijo, que en el original le eran arrancados de cuajo enfatizando que prácticamente era un muerto en vida. Aquí todo pasa por la famila, y en realidad Robocop no es un personaje que uno podría considerar como muy familiero. El humor negro ahora es mucho más leve, y la sátira corrosiva en realidad está casi exclusivamente a cargo de un personaje aislado del resto de la acción: el periodista encarnado por Samuel L. Jackson que tiene un programa de TV dedicado a hacer lobby a favor de la robótica de seguridad. El personaje es interesante, pero aparece demasiado a lo largo de todo el film interrumpiendo las escenas más intensas, y finalmente no interactuando con la trama principal. El que casi se roba la película es el talentoso Gary Oldman como el científico que crea a Robocop a partir de los restos del policia Alex Murphy. Oldman es un gran actor y sabe darle la medida exacta a un personaje que en otras manos hubiera sido un mero émulo del Dr Frankenstein, y por suerte el director le da el lugar que merece en la película. Por otro lado hay que reconocer que Padilha filma muy bien y logra imágenes impactantes a lo largo de toda la película. Y sobre todo, tiene un gran sentido del humor a la hora de musicalizar, con un formidable uso de canciones para cambiar totalmente los climas, por ejemplo, la inclusión de la canción del hombre de hojalata de "El mago de Oz" y, en especial, en uno de los momentos más logrados de este "Robocop", un tiroteo con fondo rockero de "Hocus Pocus", el mayor hit del grupo holandés progresivo.
Horas desesperantemente vacías Katrina no ha generado películas de cine catástrofe, tal vez porque la tragedia pesó demasiado en el público norteamericano como para que algún productor hollywoodense se atreva a convertirla en algún tipo de entretenimiento cinematográfico. Apenas se puede señalar la excelente "Un maldito policía en Nueva Orleans", donde el talentoso director Werner Herzog hacía que el corrupto policía que interpretaba Nicolas Cage apareciera en algunas locaciones que aún mostraban claras señales de la catástrofe ocurrida años atrás. Pero este film sí transcurre casi totalmente en el momento en el que el huracán convirtió a Nueva Orleans en una zona desolada. El problema de esta producción protagonizada por el recientemente fallecido Paul Walker, conocido por la saga de "Rápidos y furiosos" -que aquí fue uno de los productores- es que ni siquiera intenta el desafio de plasmar la catástrofe en toda su dimensión, sino que por una cuestión de presupuesto (y sin duda por una gran limitación a nivel conceptual) centra todo su argumento en el drama de un hombre encerrado en el interior de un hospital por muy especiales circunstancias personales. Walker interpreta un papel que no tiene nada, pero nada, que ver con los autos veloces de las películas que lo hicieron famoso. En "Horas desesperadas", es un hombre que ha perdido a su esposa (Génesis Rodríguez, la hija del "Puma" Rodríguez) cuando ella daba a luz a la primera hija de la pareja. El protagonista apenas se sobrepone a la pérdida de su esposa cuando se da cuenta de que todo el hospital está siendo evacuado por el huracán, y que su hija recién nacida no podrá irse de ahí fácilmente debido a que está en una incubadora. Abandonado por todos, el protagonista se queda en la habitación junto a la beba tratando de darle cuerda al dínamo de una vieja batería que anda mal, y que le deja un espacio de menos de dos minutos para tratar de buscar algún insumo que le pueda ser útil en el edificio. Esta premisa no se sostiene bien durante los 90 minutos que dura el film, especialmente porque el guión dista de estar bien concebido, al punto de que tiene largas escenas con Paul Walker hablando solo, o lo que es casi lo mismo, hablándole a la recién nacida que está dentro de la incubadora. A cada rato hay algún flashback metido un poco a la fuerza para incluir escenas con Génesis Rodríguez, y de vez en cuando aparece en el hospital algún maleante o personaje desesperado en busca de comida o drogas para darle algo de acción a este asunto que hace agua por todos lados.
De la mitología a una buena película de acción "No me gustan las películas en las que el héroe tiene pectorales más grandes que la estrella femenina". El famoso chiste de Groucho Marx se aplica especialmente a esta nueva aventura fílmica de Hércules, donde el joven y musculoso Kellan Lutz retoma el personaje que hizo famoso a Steve Reeves en esas producciones italianas que hicieron rico al magnate Joseph Levine y que en algunos casos contaban con el talento de cineastas como Mario Bava. Pero lo cierto es que Renny Harlin tambien es un cineasta de enorme talento, de hecho entre sus créditos se puede contar una de las mejores entregas de la saga de "Duro de matar" (la primera secuela). En "La leyenda de Hércules", Harlin parece haberse concentrado en algunos aspectos mitológicos de personaje, dándole mucha seriedad, tal vez, más de lo que hacía falta. La película empieza con un combate a todo despliegue entre el rey Anfitrion y su rival el rey de Argos. La esposa de Anfitrion está harta de tanto derramamiento de sangre y, al encontrase con una misteriosa pitonisa, acepta ser parte de la profecía que dice que si ella concibe un hijo con Zeus, el vástago de esta unión traerá un poco de paz al mundo. La escena de la concepción del futuro Hércules con Zeus abordando a la reina en su lecho en forma de rayos erotizantes está muy bien armada por Harlin, que realmente hizo un gran trabajo no sólo con la acción (rubro en el que siempre se destacó), sino en todo lo que tenga que ver con la dirección de arte. Los decorados, las locaciones y hasta el más mínimo detalle del diseño de los cascos de los distintos ejércitos que desfilan a lo largo de la película casi justificarían por sí solos el precio de la entrada al cine. Luego, la historia de Hércules enamorado de la princesa Hebe, entregada a su malísimo medio hermano, y traicionado por su supuesto padre (el rey Anfitrion) para terminar vendido como esclavo y obligado a pelear como gladiador, se parece más a la de la más actual serie "Spartacus" que a los viejos péplums que vienen a la memoria no bien se pronuncia el nombre Hércules. En todo caso, estas escenas de luchas de gladiadores son lo mejor y más violento del film, con dos grandes momentos, una pelea terriblemente cruenta en un circo de Sicilia con un diseño especialmente tétrico, y una lucha imposible entre Hércules solo contra los seis guerreros más terribles de toda Grecia (que tiene la extraña particularidad de incluir una mujer en el sexteto). El 3D está muy bien utilizado por Harlin, sin abusar, y con un momento culminante cuando el héroe rompe las cadenas que lo atan a unos pilares y con las rocas aplasta a sus enemigos (lo que recuerda justamente al clásico del péplum "Hércules sin cadenas"). Lamentablemente al film le falta humor y picardía, y un buen elenco, con el actor que encarna a Anfitrion (Scott Adkins) entre lo mejor de un cast muy pobre, sobre todo en actores secundarios.
Con toda la dureza de un caso feroz Lo que distingue especialmente a "12 años de esclavitud" es el respeto a una fuente literaria que separa este proyecto de cualquier otro que empiece explicando que se basa en una historia real. Es que el film relata un caso verídico, pero además, se basa en el libro que escribió el protagonista de esta historia. A mediados del siglo XIX, Solomon Northop era un hombre negro libre que vivía en un estado del Norte de los Estados Unidos junto a su familia, pero que mediante engaños fue secuestrado y vendido a tratantes de esclavos que a su vez lo subastaron en un estado esclavista del Sur, donde de malas a peores transcurrieron los 12 años a los que se refiere el título. Solomon, un hombre instruido a todo nivel, con conocimientos de ingeniería, que habia viajado conociendo incluso varias ciudades canadienses, y que tocaba muy bien el violín, de golpe, o más bien a fuerza de golpes, debía asumir la identidad de un esclavo analfabeto de nombre Platt. La sola idea de decir quién era realmente ponía en peligro su vida, igual que mencionar que sabía leer y escribir. Las penurias vividas por Northop en esos terribles 12 años conforman esta extensa y dura película del director inglés Steve McQueen ("Shame"), que si bien no siempre acierta con el estilo formal que el asunto requiere, finalmente triunfa solamente por centrarse en la historia original. Llama la atención que todos los detalles cruentos, incluyendo torturas, violaciones y humillaciones de todo tipo, algunas realmente siniestras, no hayan impedido las 9 nominaciones al Oscar de este film (incluyendo todos los rubros más importantes, entre ellos mejor película, mejor director, mejor guión y mejor actor para el excelente Chiwetel Ejiofor que interpreta a Solomon Northop). Esto también se dio hace poco con el "Django sin cadenas" de Quentin Tarantino, que si bien era una especie de western de fantasía y humor negro trataba temas similares, mientras que excelentes films sobre el tema de los abusos en los tiempos de la esclavitud, como "Mandingo" de Richard Fleischer, eran considerados simples desviaciones exploitation. En todo caso, excelentes actores como Paul Giamatti y sobre todo Michael Fassbender (nominado al Oscar para mejor actor de reparto) le dan toda la locura y bajeza necesarias a sus villanísimos personajes. En especial el de Fassbender, un psicópata que al decir del dueño de otra plantación "suele destrozar a sus negros" y que los utiliza para sus dementers diversiones, como hacerlos bailar por la noche en la sala de su mansión, es quien casi por momentos se roba el film, si se entiende el principio hitchockiano de que "cuanto peor el villano, mejor la película". Pero como ya mencionamos, el estilo del director por momentos le quita fuerza a una película que de todos modos permanece fuerte. Cuando ya casi alcanzando las dos horas de proyección, un cineasta elige sostener durante larguísimos segundos un primer plano del protagonista en silencio al mejor estilo del más snob "cine de arte", el espectador no puede evitar mirar el reloj. En todo caso, pese a estos snobismos y algún que otro esteticismo de McQueen (como culminar una escena de tortura salvaje con un hermoso amanecer sureño) la historia y las actuaciones son el fuerte de una película terrible pero que vale la pena ver.
Un Bieber idealizado y ahora, además, sin 3D En su película anterior, "Never say never", Justin Bieber era un superastro adolescente filmado en 3D para conmover a sus fans con una leve sacudida de flequillo en slow motion. Como documental de música pop, era muy eficaz en describir cómo nace una estrella en el siglo XXI, desde el mundo virtual al mundo real, y también era interesante por todo lo que no mostraba. Filmada por el mismo director, esta especie de secuela biográfica es mucho más convencional, y se centra mucho más en los conciertos de la gira a la que se refiere el título, aunque también hace lo imposible por sostener la imagen del ídolo (hoy bastante alicaída, al menos en los Estados Unidos, dicho sea de paso). Justin ya es mayor de edad, tiene conflictos que obviamente no están reflejados en la película, y esta vez lo que no se muestra vuelve al producto mucho menos interesante como documental. Y no hay 3D. Lo mejor que se puede decir de de "Believe" es que es una brillante estrategia de marketing para hacer perdurar la imagen redituable de aquel superastro teenager que en el mundo real parece que ya casi esta calificando para rockear junto a Pity de Viejas Locas. Fuera de broma, los conciertos están muy bien filmados, con un estilo que recuerda a clásicos del género de los 80 y 90, por ejemplo "Sign O' the times" de Prince, y los mejores momentos de estas escenas no sólo parecen estar diseñados para liberar la histeria de las fans del ídolo (hay una docena larga de hits, asegurando el éxito cuando esto salga en DVD) sino también para hacer foco en el talento y carisma de Bieber. Casi todo lo extramusical (el stress, los backstages, la preocupación por cuidar a su público, los agresivos paparazzi) realmente causa rechazo, por inverosímil.
Bochorno llamado Frankenstein La película empieza con el monstruo llevando el cadáver de su creador por parajes del Polo Norte. A los tres minutos de proyección, el monstruo ya ha comentado todos los pormernores de cómo Victor Frankenstein lo construyó a partir de cadáveres, de cómo luego lo quiso desechar, y de cómo el engendro se vengó matando a su novia, lo que siguió con una persecución en el Polo. Pasados esos tres minutos de relato más bien sintetizado de la novela de Mary Shelley, todo lo demás es un delirio gótico que no tiene nada que ver con nada y es de lo peor que alguien se haya atrevido a poner en la pantala utilizando Frankenstein como título. Es que para entender el tremendo sinsentido al que nos enfrentamos, Frankenstein, a quien pronto rebautizan Adam, se ve envuelto en medio de una guerra entre demonios y gárgolas celestiales que se viene desarrollando sin que la humanidad lo pueda percibir desde hace siglos. El monstruo logra deshacerse de estos dos bandos en pugna por un par de siglos, los que aprovecha para caminar por el mundo como Kung Fu cortándose el pelo no se muestra a qué peluquería fue- hasta tener un look bastante moderno que ayuda a que la acción empiece a tener lugar en algo parecido al mundo contemporáneo, aunque más lleno de discotecas darks. Aquí es cuado Adam/Frankenstein retoma su papel en la lucha entre demonios y gárgolas, ahora con la participación de una joven científica que logra revivir a un ratoncito con electricidad. El asunto es penoso, y los efectos 3D son de catálogo, igual que el diseño de los demonios. Sólo de vez en cuando alguna imagen muestra algo de originalidad y alguna actuación un brillo mínimo salvando al film del desastre total.
Entretenido enfrentamiento de Rocky y Toro Salvaje Enfrentar a Rocky con Toro Salvaje es una excelente idea marketinera, e incluso una buena idea para una comedia negra como esta "Ajuste de cuentas", que inventa una historia para que dos boxeadores retirados interpretados por Stallone y De Niro puedan pelear en un ring. Tal vez si la historia a inventar hubiera seguido la línea de la comedia negra sobre un match con dos boxeadores de la tercera edad que se odian a muerte, esta película hubiera dado realmente en el blanco. Pero se ablanda mucho en su segunda mitad, volviéndose casi un melodrama de ex boxeadores. Lo que es cierto es que, salvo por el match final, en el film hay mucho menos boxeo de lo que se podía suponer. El asunto está planteado con astucia: en los 80, dos boxeadores de Pittsburgh, con un odio especial entre sí, dividieron a la ciudad en un par de peleas memorables. Sólo que cuando tendrían que haber tenido la tercera pelea y revancha final, uno de ellos renunció al boxeo. Treinta años después, el hijo del promotor de aquellas peleas (Kevin Hart, encargado de casi todas las escenas de tono cómico del film) convoca a ambos boxeadores para que participen en un videogame, que termina en desastre cuando éstos se encuentran en el set y se pelean de verdad. Alguien graba la pelea en su celular, y las imágenes se vuelven virales en Internet, provocando un fenómeno sin precedentes que lleva a que dos viejos púgiles puedan llenar de público un estadio. Aquí es donde aparece Kim Basinger, el motivo del odio entre los dos boxeadores, y de a poco el drama va tapando el tono de comedia negra aplastando bastante las posibilidades de la película, que sin ser nada mala, -los protagonistas ayudan a que todo esté bien- daba para mucho más. Hay un chiste qe se burla espectacularmente de "Rocky", gracias al entrenador Alan Arkin , otro de los puntos fuertes del film. Y también, por supuesto, está la pelea final, que es la principal razón para ver este film desparejo pero entretenido.
Deliciosa fábula de zorro e ingenua Actuaciones deleitables y una historia de creciente interés: la puja de la novelista P.L. Travers, creadora de "Mary Poppins", que detestaba la cultura popular norteamericana, contra Walt Disney, su libretista Don DaGradi y los músicos Robert y Richard Sherman, a propósito de la comedia que ellos querían hacer, y ella temía que hicieran. Paralela a esa historia, hay otra, recuerdos de una infancia imaginativa y golpeada en la mente de la escritora. Y a todo lo largo hay sonrisas y tristezas, padres que asumen de diverso modo sus deberes, distintas miradas a la vida, la alegría y los dolores. Y un guiño a las habilidades de compra-venta del show business. Puede objetarse un poquito el espacio y el estilo dedicados a la parte evocativa de la niñez. Pero casi todo es delicioso, empezando por las actuaciones. Emma Thompson compone con admirable detalle a una mujer compleja, imperativa, que se quedó sola en un mundo ajeno y no quiere mostrarse débil. La película es primordialmente suya, hasta que Tom Hanks toma la palabra. Hanks sólo se parece a Disney en lo fino del bigote, pero la mirada zorruna y los gestos de vendedor simpático son impagables. Hay que ver cómo su personaje le enrosca la víbora a su víctima más preciada, con amorosa paciencia, hasta conseguir lo que quiere. Junto a ellos, Paul Giamatti es un chofer de igual paciencia y práctica sabiduría, Bradley Whitford un curtido dibujante y guionista de la empresa, Ronan Vibert el representante de la escritora, B.J. Novak y J. Schwartzman los míticos Robert y Richard Sherman cuando eran flacos, la gordita Michelle Arthur, Kathy Baker y Melanie Paxson las secretarias bien onda 1961-64, época en que se ambienta la parte hollywoodense. Los rostros de todos, vestuarios, colores y expresiones, evocan alegremente el mundo de las películas Disney de aquel entonces. Ni qué hablar, cuando participamos de una breve visita a la original Disneylandia, que es una de las escenas más lindas, como la escena de un baile inesperado y la del final, gran momento de Thompson que remata con una pregunta de exacta ambigüedad, de esas que la gente comenta a la salida. Pero no hay que apurarse a salir: ya terminando los créditos, surge un bonus imperdible, tomado de los archivos de la compañía. Director, John Lee Hancock, un poco al nivel de Robert E. Stevenson. Libretistas, Kelly Marcel y Sue Smith, dos que parecen tan hábiles para fregar como para cocinar y quedar bien con todos. La niñera imaginada por P.L. Travers se parecía más bien a su tía Ellie, flaca seca, lúcida, mandona y sorprendente, que aparece representada en una parte de la película. Travers escribió ocho libros con ese personaje, editado una sola vez en castellano. Don DaGradi fue dibujante, animador y libretista de Disney de 1940 a 1972. A señalar, su participación en "La dama y el vagabundo", "Peter Pan", "La bella durmiente", "Pollyanna", "Operación Cupido" y, claro, la libre adaptación de "Mary Poppins" (completada en segunda instancia por Bill Walsh). Y los hermanos Sherman hicieron todas las canciones de "Mary Poppins", "El libro de la selva", etc. y otras cuantas para diversos cantantes, desde Gene Autry a Ringo Starr. Dicen que Disney los oyó en la radio, los llamó y les ofreció armar la historia de una nana mágica a través de canciones. "¿Saben qué es una nana?" "¿Una cabra?". "Están contratados". ¿Cómo no iba a desconfiar doña Travers? A Robert se lo ve renguear. Es un recuerdo de guerra. Otro que le quedó para siempre fue cuando abrió el portón del campo de Dachau. Pero su hijo comentó al despedirlo: "Mi padre volvió con una sola idea: brindar felicidad. Y creo que lo logró. O, como más o menos sintetiza Hanks en esta película, "Todos tenemos nuestros cuentos tristes, pero no se quede metido en los suyos".
El gran regreso del Jack Ryan de Clancy Tom Clancy murió en octubre del año pasado, pero su analista de la CIA Jack Ryan goza de perfecta salud. Esta superproducción busca relanzar la franquicia desde un nuevo principio, cuando Ryan se está recuperando de heridas de la guerra de Afganistán y es reclutado por el jefe de una unidad especial de la CIA que interpreta Kevin Costner. Los años pasan y Ryan ya está conviviendo con la doctora que lo curó (Keira Knightley), y trabaja en Wall Street sin que sus jefes de negocio bursátil sepan que la verdadera naturaleza de su trabajo es buscar más que los datos obvios para informar de anormalidades a la Agencia. Justamente una serie de datos confidenciales de un socio ruso de la firma para la que trabaja ponen sobre alerta a Ryan. Aquí es donde la mano de Clancy se nota -si bien este guión no está basado directamente en ninguno de sus libros, fue el último film en el que participó como escritor- y vuelve interesante todo el asunto como para que se diferencie, por ejemplo, de la saga de "Misión Imposible". Ryan descubre un complot ruso para hacer caer el dólar y sumir a los Estados Unidos en una nueva Gran Depresión, combinando un atentado terrorista de gran escala con una venta masiva de acciones que harían bajar el dólar en todo el mundo. Lógicamente, para evitar que esto suceda, Jack Ryan deja de ser analista y pasa al trabajo de campo, lo que sucede lo bastante rápido como para que ésta sea una de las películas de mayor superacción de la franquicia. Pero el vedadero astro del film no es Chris Pine, sino Kenneth Branagh, que no sólo hace un excelente trabajo como director dosificando perfectamente la acción y el suspenso, sino que también interpreta a un memorable villano. La película tiene un gran ritmo, muy buenas actuaciones -se luce especialmente Costner- y por supuesto, también hay algunas obviedades esperables relativas a la participación de la novia de Ryan, una doctora que de buenas a primeras también puede colaborar con el servicio secreto. En todo caso, más allá de éste y algunos otros puntos débiles, no cabe duda de que esta nueva reencarnación de Jack Ryan da lugar a un thriller más que sólido.
Como una de Scorsese sin la mano de Scorsese "Algo de esto realmente pasó dice un título al comienzo de "Escándalo Americano". El estilo de tomar un hecho real y ficcionalizarlo a gusto tiene que ver un poco con films de directores como Martin Scorsese y Paul Thomas Anderson, en películas como "Buenos Muchachos" y "Boogie Nights", respectivamente. La historia real de "Escándalo americano" tiene que que ver con un agente federal que luego de atrapar a una pareja de estafadores intentó utilizarlos a ellos y a sus mismos trucos para atrapar funcionarios corruptos mezclados en negocios con la mafia. Christian Bale y Amy Adams interpretan a la pareja de estafadores, Bradley Cooper es el agente federal y Jeremy Renner es el alcalde que quedará pegado a la investigación. La historia realmente podría haber servido a una gran película de los directores mencionados, pero así como la filmó David O. Russell termina pareciéndose a como luciría una película de Martin Scorsese, pero sin la dirección de Scorsese. Justamente éste es el principal problema de una película que ya a la mitad de la proyección se vuelve demasiado larga, y sobre todo, demasiado hablada. Esto no significa que "Escándalo Americano" no tenga sus cualidades. Básicamente el encuentro entre los personajes de Bale y Adams al principio del film es auspicioso y atractivo en su ambientación de época setentista, que lamentablemente luego se va volviendo más obvia y grotesca a medida que avanza la acción. También la historia da lugar a escenas muy divertidas, especialmente la que involucra a un jeque árabe que en realidad es un agente del FBI mexicano y que debe enfrentarse a un capo mafioso que habla árabe. Hay personajes secundarios muy atractivos, pero el ritmo se va interrumpiendo cada vez que el director y también guionista- se ocupa de la vida conyugal del protagonista con su esposa Jennifer Lawrence, que pocas veces agrega algo de interés a una trama que, por otro lado, podría haberse adentrado en asuntos mucho más sustanciosos relacionados con la mafia y la política. Del mismo modo, el soundtrack parece una copia no tan lograda de los grandes éxitos del rock, pop y soul clásico que suele usar Scorsese, e incluso algunas de las canciones están ubicadas de una manera tan obvia que casi arruinan las escenas en vez de potenciarlas. En el elenco lo mejor lejos es Amy Adams, cuya actuación de falsa aristócrata británica casi justifica por sí sola ver la película, y la caracterización de Christian Bale a veces funciona bien y a veces se aleja hacia lo grotesco igual que muchos de los elementos de este film que daba para más.