Siguiendo lo que es ya una tradición de oscuros, densos y notables episodios medios de trilogías, EL HOBBIT: LA DESOLACION DE SMAUG marca una mejora sustancial respecto al primer capítulo de la saga. Con la aventura en plena marcha, Peter Jackson logra centrarse aquí en lo que mejor sabe hacer: narrar escenas de alto impacto visual capaces de generar potentes reacciones adrenalínicas y combinarlas con un mapa de ricas intrigas palaciegas extraídas de los libros de J.R.R. Tolkien. De todos modos, será difícil para esta saga llegar a las alturas creativas de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: su mundo ya no sorprende como lo hizo al principio pero, sobre todo, los personajes no son tan ricos ni variados como en la anterior trilogía. Desde EL IMPERIO CONTRAATACA a LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS pasando por EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: LAS DOS TORRES y muchas otras, parece haber ya una tradición de episodios medios de trilogías que tienen en común lograr profundizar y oscurecer historias que fueron presentadas de forma algo liviana y accesible, complejizar el universo de los personajes -tanto psicológico como, si se quiere, político- y terminar a media res, dejando la resolución de la aventura pendiente para el capítulo siguiente. LA DESOLACION DE SMAUG cumple con todos esos requisitos: no hay canciones ni largas comilonas, el humor simplón se mantiene en su mínima expresión y el universo de personajes y villanos se agranda, liberando a los espectadores de una continua sucesión de orcos que emiten sonidos guturales. la_ca_1205_the_hobbit_desolation_of_smaugLo más interesante de este episodio, que continúa con el viaje de los enanos y el hobbit Bilbo rumbo a la Montaña Solitaria protegida por el dragón Smaug es su muy bien organizada dramaturgia. Si bien la sucesión de nombres de ciudades, reinos y personajes pueden confundir aún a los iniciados, Jackson logra llevar a los personajes a través de nuevos desafíos: un bosque de pesadillas controlado por gigantescas arañas, una conflictiva relación con los elfos (con el regreso de Orlando “Legolas” Bloom), una fuga en barriles por un tormentoso río (la secuencia más “parque de diversiones” de ambas sagas) y otras aventuras que no conviene develar, hasta llegar a enfrentarse con el majestuoso dragón que da su título al filme (con voz de Benedict Cumberbatch). Hay orcos montados en sus enormes criaturas pero -por suerte- cada tanto dan paso a otras razas de la Tierra Media. Se podría decir que la película, narrativa y visualmente, es irreprochable: todo fluye con un ritmo envidiable para una historia tan larga, los desafíos se van volviendo más importantes y casi no hay elementos dentro del filme que sean obviamente cuestionables. Pero de todos modos, tengo la sensación de que la saga HOBBIT nunca logrará atrapar la imaginación ni volverse un evento memorable como lo fue EL SEÑOR DE LOS ANILLOS. Los motivos, entiendo yo, son varios. Veamos: THE HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUGLos personajes no son tan ricos. Más allá de Bilbo, Thorin, Kili y, un poco, Balin (el viejito de barba blanca), hay casi una decena de enanos indistinguibles que no extrañamos cuando faltan porque ni sabíamos que estaban ahí. Parte de la atracción de una batalla por la supervivencia está en poder identificarse y sufrir por las complicaciones que atraviesan los personajes, y acá eso no se termina de conseguir. De hecho, los viejos conocidos Legolas y Gandalf aparecen poco pero siguen siendo más interesantes que casi cualquiera de los enanos. Y si bien los nuevos personajes (Bard, la elfo Tauriel y bueno, Smaug) logran subir el interés nunca lograrán alcanzar las alturas de la riqueza de personajes que tenía EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, que lograba hacernos interesar hasta en árboles parlantes… EL SEÑOR… generaba narrativas paralelas que permitían ir y venir por distintas historias en camino a Mordor, todas ellas interesantes. Aquí se intenta algo de eso, pero sin el mismo poder dramático. Y lo mismo pasa con el villano y el objetivo de la campaña que, al menos hasta la última media hora, sigue siendo bastante más difuso que en la trilogía original. Y, obviamente, aquí falta un personaje que terminó transformándose en el corazón dramático de aquella saga: el inolvidable Gollum. hobbit2En ciertos momentos, LA DESOLACION DE SMAUG intenta alcanzar las alturas dramáticas de LAS DOS TORRES: en la compleja disputa político/palaciega que surge cuando los enanos llegan a Esgaroth, la empobrecida ciudad en el lago, en el comportamiento cada vez más ambiguo de Thorin con respecto al tesoro de Smaug, en la “frodiana” (!) relación de Bilbo y el tan mentado (y muy útil) anillo. Y si bien las escenas son eficientes y efectivas, el peso dramático está asordinado. El propio Jackson admitía que EL HOBBIT no tiene el volumen literario de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (saga que Tolkien escribió después) y que funciona casi como una novela infantil. Y eso está claro viendo su filme, en el que consigue entretener sacando el mejor partido posible de un universo narrativo mucho menos rico y generoso en personajes y situaciones, pero no logra transformarlo en gran cine.
Los 40-45 minutos más divertidos en mucho tiempo en una comedia cinematográfica se van desintegrando de a poco en ESTE ES EL FIN, mezcla de home-movie y saga apocalíptica en la cual un grupo de actores hacen de sí mismos en una fiesta hollywoodense que es sorprendida… por la llegada del Apocalípsis. Y es, en cierto modo, la llegada del Fin del Mundo la que empieza a minar lo conseguido por la película hasta el momento, de la misma manera en la que esa fiesta deja de ser divertida cuando aparecen temblores y luces que bajan del cielo aniquilando todo. La premisa es atrapante de entrada, ya que todos los actores interpretan versiones de sí mismos en el filme y eso genera una curiosidad extra que le da un guiño permanente a la historia. Seth Rogen (codirector) va al aeropuerto de Los Angeles a buscar a Jay Baruchel, que es un actor algo menos conocido y amigo de Seth de la juventud. Jay odia L.A. y a las celebridades de moda que ahora son los amigos de Seth, pero Rogen lo convence de ir a una fiesta en la casa de James Franco, asegurándole que son buena gente y que la van a pasar bien. thisistheend1El reencuentro de los amigos y la llegada al palacete de Franco resultan graciosísimas, con todos los “nuevos amigos” de Seth siendo excesivamente amables con Jay. Está Jonah Hill -exagerando su buena onda-, el propio Franco -burlándose de su imagen de artista todoterreno-, el comediante negro Craig Robinson y, en roles menores pero con grandes momentos, Danny McBride, Michael Cera, Emma Watson, Rihanna, Christopher Mintz-Plasse, Aziz Ansari y muchos otros. Pero Jay sigue sin sentirse a gusto. En medio de la cada vez más desestructurada fiesta tiene lugar lo que parece ser un violento terremoto que se lleva puestos de la manera más cruenta imaginable (especialmente con Michael Cera) a casi todas las celebridades. Baruchel, Rogen, Franco, Hill y Robinson logran sobrevivir dentro de la muy fortificada casa de Franco, pero pronto allí se darán cuenta que no tienen muchos víveres para sobrevivir y que el terremoto no es tal: se trata del Apocalípsis hecho y derecho. Y habrá que luchar contra eso también. Seth Rogen;James FrancoEsa primera parte en la que las jóvenes estrellas de la comedia americana se burlan de sí mismos y sus hábitos, tics y personalidad pública es lo mejor del filme, siempre desde la perspectiva un poco desconfiada de Baruchel, al que no le cae nada bien el modo de vida hollywoodense. Con la llegada del caos, empiezan a aparecer las miserias de las estrellas, enfrentándose entre sí por agua, comida o por una revista porno para poder masturbarse. Pero cuando el caos se desata los momentos cómicos van cediendo a una suerte de parodia de una película catástrofe que se hace excesivamente larga y algo tediosa. Son siempre los momentos más zarpados (un debate sobre masturbarse con revistas ajenas o una confusa discusión sexual sobre Emma Watson) los que más rinden, por más que el humor siempre apunte para el mismo lado tirando a adolescente. thisistheend2Como autocrítica de la banalidad, el egocentrismo y la falta de solidaridad de estas “insalvables” divas modernas y cool del Hollywood actual, ESTE ES EL FIN logra ser muy ácida, con diálogos que parecen en muchos casos improvisados por un grupo de actores que la debe haber pasado muy bien filmando. Rogen y Evan Goldberg, los directores de la película, figuran como guionistas, pero da la impresión que lo que hicieron fue plantear los lineamientos de la historia y luego ir dando rienda suelta a la capacidad para la comedia de cada uno de los actores. En cierto sentido, ESTE ES EL FIN se ve como un sketch de un programa cómico televisivo tipo SATURDAY NIGHT LIVE que dura mucho, muchísimo más de lo necesario. Algo similar pasaba con PINEAPPLE EXPRESS, la película de 2008 en la que actúa casi todo este grupo (una comedia stoner que protagonizaron Franco y Rogen), que partía de una premisa hilarante pero no podía evitar volverse reiterativa. Es una lástima que no se parezca más a la otra película en la que participaron casi todos ellos, SUPERCOOL, que lograba transformar una premisa ingeniosa en una notable comedia generacional. Lo que queda, finalmente, es un chiste interno gracioso que parece hecho por un grupo de amigos fumados, de esos que no logran darse cuenta que sólo ellos se siguen riendo de los chistes y que todos los demás están desesperados por irse a comer algo.
Queda claro que para Denis Villenueve el paradigma y modelo cinematográfico a tomar en cuenta a la hora de hacer LA SOSPECHA (raro título local de PRISONERS) fue el cine de David Fincher. En cierto modo, se puede decir que su duro drama policial se ubica a mitad de camino entre los thrillers brutales y sadísticos tipo PECADOS CAPITALES y la moralmente más ambigua y compleja zona que investiga ZODIACO, hecha uno años después por el propio Fincher y otro filme que se centra en crímenes horrendos, inexplicables y de complicada resolución. Pero lo “complicado” de la resolución de LA SOSPECHA no está tan ligado a lo difícil que es descubrir al asesino, sino a las reacciones impensadas que el caso genera en los protagonistas y que dificultan no sólo la investigación sino nuestra propia posición respecto a lo que estamos viendo. Es eso -más que ninguna otra cosa- lo más rico que tiene esta película: en poner a los familiares de las víctimas (a uno, específicamente) en el papel de victimario, al complicar/trastocar la investigación tomando el asunto en sus propias manos. Prisoners-1De entrada, LA SOSPECHA se presenta como algo más que un “best seller policial” con un caso oscuro y enrevesado. Los ritmos que maneja, las actuaciones y las citas bíblicas que hacen lo posible por despegarse del subgénero de autores de “literatura de sala de espera” como James Patterson (BESOS QUE MATAN): todo en la puesta en escena de la película intenta trascender su propia trama. La premisa es simple: dos parejas (Hugh Jackman y María Bello por un lado y Terrence Howard y Viola Davis, por otro) se reúnen para una cena del Día de Acción de Gracias en la casa de una de ellas. En medio de la velada, sus respectivas hijas menores salen a la calle y desaparecen. Pasan las horas y ni los padres ni los hermanos mayores logran encontrarlas. Las chicas han desaparecido y la presencia de una camioneta cerca de ahí los hace sospechar que su extravagante conductor algo tiene que ver con el asunto. prisoners2La trama es bastante compleja, pero en principio se puede decir que el policía encargado de la investigación (Jake Gyllenhaal) detiene al sospechoso (Paul Dano), que no solo se rehúsa a hablar sino que se comporta de manera bastante extraña y casi infantil. Sin méritos para retenerlo más de 48 horas, lo libera. Y es ahí donde papá Jackman decide tomar “el toro por las astas”: secuestra al sospechoso con el plan de torturarlo hasta que diga la verdad de lo que sucedió. Verdad que parece no saber, o saber a medias o no poder o querer decir. Niñas desaparecidas y sospechoso secuestrado son los ejes de esta investigación que va a ir abriendo agujeros (subsuelos, habría que decir) a las zonas más oscuras de la vida en pequeños pueblos americanos, cuyo aspecto plácido oculta usualmente los secretos más terribles: violencia infantil, alcoholismo, familias deshechas, etc, etc. La trama tiene sus complicaciones y vueltas de tuerca lo suficientemente eficientes para mantenernos atentos durante los 150 minutos que dura el filme, aunque no necesariamente uno quiera conocer demasiados detalles acerca de este tipo de personajes (con el correr de los minutos van apareciendo otros potenciales sospechosos) y sus comportamientos con niños. Prisoners-Hugh-JackmanLo mejor del filme está en el cuestionamiento ético que se hace respecto a la idea -muy arraigada en la cultura americana- de la venganza y la defensa por mano propia, del “todo vale” en función de la protección de la familia, los hijos, la propiedad, etc. Howard no está de acuerdo con el proceder de Jackman, pero no puede evitar sentirse tentado a participar en la agresión al sospechoso. Y hasta el propio Jackman consigue, con sus métodos detestables (las suyas parecen técnicas probadas con prisioneros en Afganistán), algunas confusas respuestas. La pregunta es cuál es el límite que transforma a la víctima en victimario. Y algo parecido le pasará a Gyllenhaal cuando pierda la paciencia en una situación y quiebre esas reglas. El problema es que para instalar ese ángulo narrativo con fuerza lo que Villeneuve hace es tirarle una mano gruesa de pintura “de calidad” a lo que es, en definitiva, una trama más cercana a la de un thriller negrísimo o una película de terror suburbano. No logra, como Jonathan Demme en EL SILENCIO DE LOS INOCENTES (o el propio Fincher en ZODIACO, o el propio Clint Eastwood en la mayoría de sus policiales) integrar todos esos elementos en un todo coherente. Y así es que LA SOSPECHA se siente como una película montada sobre la otra, con la primera (el drama personal, digamos) dando paso a la segunda (el caso policial concreto) con el correr de los minutos. prisoners3Las actuaciones van también por el lado “serio” del asunto. Jackman transpira y grita más de la cuenta, Gyllenhaal tiene más tics que en todas sus películas juntas y Howard solo parece poner cara de asustado a lo largo del filme. Dano y Melissa Leo (que encarna a su tía) se manejan mejor, con más sutileza/ambigüedad, lo mismo que las otras mujeres del elenco, Bello y Davis. Sin embargo, durante esa primera hora y media -y ayudados sin duda por la fotografía del gran Roger Deakins- el asunto resulta creíble, tenso y con aristas muy ambiguas. Para el final (más allá de unas vueltas de tuerca ingeniosas), si bien la tensión sigue allí, la ambigüedad y la credibilidad desaparecieron hace rato. Por momentos, tomando en cuenta la cantidad de subtramas empezadas y aparentemente abandonadas, y personajes que van perdiendo peso e importancia en el relato, da la impresión que LA SOSPECHA era originalmente una película más larga todavía. De hecho, transformada en una serie o miniserie de una temporada (como TOP OF THE LAKE, digamos, o una remake de esas series con acontecimientos atroces de esas que siempre pasan en Suecia) su resultado podría ser más contundente y, seguramente, bastante más original. Así como está, es un efectivo e intenso entretenimiento que cree ser mucho más de lo que es.
Una aclaración, acaso, pertinente: vi LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS en su premiere italiana, con un público compuesto en gran mayoría por fans adolescentes de la saga, de esos (esas, en realidad) que aplauden cada frase contundente, vitorean a los personajes y festejan ruidosamente cada escena que les resulta satisfactoria. Normalmente, ese tipo de despliegue de fanatismo me es contraproducente, me vuelvo fácilmente irritable y eso se traduce en que la película en cuestión termina fastidiándome. Sin embargo, esta vez no me sucedió. El filme dirigido por Francis Lawrence y protagonizado por Jennifer Lawrence (sin parentesco alguno) es un bastante efectivo y políticamente inquietante entretenimiento masivo, de esos que están a la altura de la atención que merecen. Y al final daba ganas de sumarse a la emoción de los fans. Imagino, claro, que la atención que genera el filme no está relacionada con su casi pedido de levantamiento juvenil contra ningún tipo de poder dominante. Al contrario: la triste ironía de estas películas con mensajes supuestamente contestatarios es que se hacen desde las tripas de máquinas promocionales bastante similares a las que las películas critican. Ver a la propia Jennifer, unas horas antes de la proyección, dando respuestas ensayadas de ocasión en la conferencia de prensa para promocionar el filme, es muy parecido a ver a Katniss (su personaje en el filme) presentándose con una falsa sonrisa en el show televisivo que precede al inicio de los “juegos de hambre” en cuestión. the hunger games CatchingFireEn medio de esa contradicción que ofrecen ambos eventos (la promoción de la película en la realidad y la de los juegos en la ficción) es donde aparecen los pliegues más interesantes de esta extraña cultura del espectáculo en la que vivimos, cultura que es capaz de producir extravagantes y efectivos eventos que se critican a sí mismos mientras, cínicamente, se llevan millones de dólares amparados en esa falsa toma de conciencia. En esos cruces vive HUNGER GAMES, acaso la saga adolescente más exitosa de los últimos años, una capaz de popularizar un género literario (el YA, por “Young Adult”, las novelas para jóvenes adultos) y repetir la conquista en el cine. En su segundo episodio, Katniss y Peeta –los ganadores de los juegos en la primera película- son usados para promocionar a las autoridades recorriendo los doce distritos en los que se divide Panem en un bastante patético “Victory Tour” que empieza a complicarse cuando, a su paso, los distintos pueblos comienzan a manifestar su descontento con las autoridades siendo furiosamente reprimidos. En un caso metódico de distracción, al Presidente Snow (Donald Sutherland) no le queda otra que sacar de la galera una nueva competición que se hace cada 25 años y que reúne a los últimos ganadores de cada distrito. Esta especie de Champions League de los Juegos del Hambre será el escenario en el que volverán Katniss y Peeta a enfrentarse a otros vecinos igualmente desesperados. Sólo que esta vez todos ellos serán más conscientes de las dimensiones políticas de sus disputas y tratarán de aliarse no solo para sobrevivir sino para intentar modificar las reglas. the_hunger_games_catching_fireUna película claramente dividida en dos mitades, arranca explorando los personajes, generando un crescendo político claro y marcando el escenario para lo que vendrá después: unos juegos endiablados en los que el enemigo es más claramente el “dueño del circo” que los otros leones, ya que no muchos de ellos parecen entusiasmados por aniquilarse entre sí. En un mecanismo que parece pensado por Foucault, los “survivors” de este juego entenderán que la única batalla posible es contra los organizadores. La película funciona muy bien y es clara la intención de Lawrence de imitar a EL IMPERIO CONTRAATACA desde cuestiones estéticas hasta en la densidad política y oscuridad de buena parte de la narración (y ni hablar del final a media res) pasando por alguna sorpresa inesperada en la trama. El director se toma su tiempo, acaso demasiado, para explayar las relaciones entre los personajes (ya es un cuadrangular amoroso entre Katniss, Peeta, Gale y el recién llegado y “fan favorite” Finnick), hacer crecer el subtexto político, dar lugar a un ejército de secundarios (Sutherland, Woody Harrelson, Stanley Tucci, Philip Seymour Hoffman, Elizabeth Banks, Jeffrey Wright, Jena Malone y otros) y, finalmente, elaborar una serie de secuencias de acción y suspenso bastante intensas en medio de la jungla. Jennifer Lawrence, la nueva e incandescente estrella de Hollywood (en Roma empequeñeció con su presencia a Scarlett Johansson), en cierto sentido encarna a la perfección a la protagonista: rebelde pero controlada, fastidiada por la presión pero incapaz de quebrar el modelo impuesto, dando la sensación de estar a punto de explotar en cualquier momento. Se podría pensar en decenas de paralelos entre la actriz y el personaje. De hecho, uno imagina que, cuando J.Law quiebre, se le dará por lanzarle flechas envenenadas a los productores de Hollywood, casi pidiendo a gritos abandonar el rol de superstar y volver a ser esa chica de barrio que tanto parece extrañar. Mientras tanto, y por motivos mucho más mundanos que los de Katniss, la ganadora del Oscar sigue saludando y sonriendo mientras gira por el mundo en su propio Victory Tour. Mientras sea con películas tan efectivas como ésta, la gira tiene para rato.
De la misma “familia” (estética y de producción) que filmes uruguayos como WHISKY y GIGANTE, la opera prima de Ana Guevara y Leticia Jorge cuenta unas vacaciones de unos días que un padre divorciado hace con sus dos hijos a las Termas de Arapey, cerca de Salto, donde nada sale como estaba planeado. Primero, porque llueve casi todo el tiempo y no se pueden usar las piscinas. Segundo, porque hay muy poco para hacer alrededor (las salidas posibles son muy poco atractivas). Y, tercero, porque las propias actividades del lugar no parecen, al principio, muy tentadoras. bafici Tanta-AguaPero ese aburrimiento e irritación familiar se va modificando cuando cada uno de los protagonistas va generando su propia aventura en paralelo. El padre, en apariencia, con una chica del lugar. El niño más chico, yéndose a jugar con un vecino. Y la adolescente, la verdadera protagonista de la historia, haciéndose de una nueva amiga, empezando a coquetear con chicos, fumar, tomar cerveza y salir a bailar con las consecuencias que se pueden imaginar. Con una mirada perceptiva para esos detalles y momentos que dan realismo a las escenas (la dirección de arte es perfecta y, por más que la historia suceda en el presente uno tiene la sensación de que el lugar se quedó detenido en el tiempo allá por 1978), con un humor muy sutil y asordinado para describir la suma de absurdas situaciones que atraviesan los personajes, TANTA AGUA es un notable filme que si no sorprende es porque ya el cine uruguayo nos ha acostumbrado a este tipo de pequeñas gemas de humor tristón a lo Kaurismaki. Un punto extra va para la canción de Pixies en los créditos de cierre. (Crítica publicada durante el Festival de Berlín 2013)
“El abogado del crimen” es una película diferente. No solo para Ridley Scott, sino también para los parámetros recientes del cine de Hollywood. Mucho mas reflexiva que narrativa, poética que dramática, no tan interesada en crear acción y suspenso como en analizarlo, en cierto modo responde muy fielmente al universo de su guionista, el gran escritor Cormac McCarthy, que hace aquí su debut escribiendo un guion original. Viendo el filme, da la sensación que McCarthy no ha hecho de la escritura de guion una practica diferente que de una novela. Y eso es lo que transforma a “El abogado del crimen” en una experiencia curiosa. Es como una novela filmada… sin un guion de por medio. El dispositivo narrativo del filme es bastante clásico. Hay un abogado (Michael Fassbender) que necesita plata para pagar sus deudas e invierte su dinero en un cargamento de drogas desde México. El hombre tiene una bella novia (Penélope Cruz) que solo piensa en casarse con el. Hay un extraño intermediario con sombrero de cowboy (Brad Pitt) y una pareja bastante bizarra de criminales, que Javier Bardem y Cameron Diaz encarnan como si fueran criaturas salvajes recién liberadas del zoológico. Hay un cargamento de drogas robado. Sospechas. Traiciones. Muertes violentas. Narcos mexicanos. Y es mas o menos todo. Pero la película va por otro lado. counselor3Para empezar y alejándose por completo del estilo enérgico y multi-camaras que suele usar el director de “Thelma & Louise”, “El abogado…” es una pelicula plagada de escenas largas, de formato casi teatral y muy poco realistas, en la que los protagonistas circunvalan con sus palabras lo que esta sucediendo. Reflexionan sobre el mundo del crimen, analizan casi filosóficamente lo que es y lo que implica el hecho de “pasar del otro lado”, hablan de sexo y se cuentan curiosas anécdotas ligadas al tema, y miran animales perseguirse por el prado como si jugaran competencias de metáforas. Todo, en una serie de charlas que parecen estar hechas (y/o escritas) en un estado, digamos, químicamente alterado. La estructura del filme seguramente provocara incomodidad y hasta irritacion a algunos espectadores, pero hay cierta belleza en los procedimientos. McCarthy y Scott deconstruyen el policial negro de frontera de una manera no tan diferente a la que Hampton Fancher y David Peoples hicieron lo propio con la novela de Philip Dick que dio forma a “Blade Runner”. Circulando alrededor del “noir”, ambos filmes optan por trabajarlo desde los márgenes, poniendo en primer plano las consecuencias de los actos en lugar de los motivos y los actos en si. counselor2“El abogado del crimen” procede, como “Blade Runner”, como una serie de conversaciones tensas entre personajes que pueden o no estar engañándose entre si. Pero este filme incorpora de manera mas directa el universo de McCarthy, el creador de “Sin lugar para los débiles”: desolación, violencia, desesperanza. Si alguno recuerda ciertos diálogos de aquel filme (como el del final), sentirá que esta película se conduce por similares caminos: casi una elegía acerca de un genero y su forma de contar un mundo que ya no es lo que era. Bardem y su pelo desatado, Diaz y su look mujer fatal (en el guion original el personaje era argentino, pero ahora es de Bahamas), Pitt y su cowboy de autor, la sexy y casi inocente Cruz, y un montón de muy buenos actores en roles ínfimos (Rubén Blades, Rosie Pérez, Edgar Ramírez, Bruno Ganz, Dean Norris) le van devolviendo paredes al “bueno” de Fassbender, que va sufriendo cada vez mas en tanto su rol en el juego del narcotráfico se complica y complica, con severas consecuencias avisadas de entrada pero olímpicamente ignoradas por el. counselor4El suspenso crece, es cierto, pero no en la forma habitual. Si uno no termina de engancharse con el tono lento y poético de la película, puede detenerse en su evolución narrativa. Pero tampoco encontrara muchas convenciones respetadas en ese aspecto. McCarthy no quiere –o no sabe- apegarse a la lógica del thriller clásico y pasa de mas de una hora en la que sucede muy poco en términos narrativos a una media hora final donde suceden muchas cosas pero resultan muy complicadas de entender. Quien engaña a quien? Por que? Quien maneja los hilos? Como? Allí también director y guionista parecen decir: no hacen falta muchas explicaciones, ustedes saben como son estas cosas: hay (anti)héroes, villanos y barreras que, cuando se cruzan, no se pueden descruzar sin perder la cabeza en el intento… Es cierto, uno sabe. Uno vio incontables thrillers de tramas similares. Y es apreciable (hasta admirable) que dos grandes nombres como son los de McCarthy y Scott, un elenco archifamoso y un estudio major hayan apostado e invertido mucho dinero en una película tan inusual, oscura, grave, narrativamente confusa. Lo cual no quiere decir que estemos ante una obra maestra ni mucho menos. “El abogado del crimen” (titulo genérico, intercambiable, que le viene muy bien al estilo del filme) es una muy buena apuesta cinematográfica, con grandes momentos (un par de violentos crímenes se apoyan en ideas bastante originales, y una escena de sexo entre Cameron Diaz y… un auto es de antología) y otros menos logrados, que seguramente no quedara en la historia pero que, sin duda, se encuentra entre lo mejor que ha hecho el director en la ultima década. Un regreso a sus orígenes, “El abogado del crimen” esta mas cerca de “Los duelistas” y de “Alien” que de el 90% de las películas que el director ingles hizo desde entonces.
Lee Daniels es una de las apariciones más comentadas del cine de Hollywood de los últimos años. Primero, con PRECIOUS, una película que algunos aman pero que a mí me parece lamentable. Luego, con THE PAPERBOY, una película que casi todos consideramos lamentable (de cualquier modo, la morbosa PRECIOUS es peor, esta es solo absurda y bastante ridícula). Ahora llega su tercer filme, EL MAYORDOMO, y cuando muchos esperábamos una trifecta de desastres, el muchacho se redime con una película amable y noble. Menor, sí, y fallida en muchos momentos, pero con un poder político indisimulable. Daniels es un cineasta que apuesta por los modelos clásicos del relato, en su versión más excesiva y melodramática. El hombre nunca se anda con chiquitas y todo lo que puede agrandar, lo agranda: las emociones son intensas, las actuaciones desbordadas y hasta los maquillajes son excesivos. EL MAYORDOMO cuenta la historia de un hombre que, tras ver cómo un patrón blanco en el sur norteamericano mata a su padre, decide escaparse y, años después, comienza a trabajar como mayordomo. Primero en un hotel de lujo y luego es contratado para servir a los presidentes en la Casa Blanca. Trabajo que mantuvo más de tres décadas. The Butler (2013) Forest Whitaker (Screengrab)La película se centrará en las experiencias de este mayordomo -sobriamente interpretado por Forest Whitaker- con los distintos presidentes de los Estados Unidos, desde Eisenhower hasta Reagan, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter, siempre en relación con los episodios políticos de las distintas épocas. Pero el eje estará puesto en su vida familiar: su relación con su esposa (Oprah Winfrey) y sus hijos: uno que va a pelear a Vietnam y otro que se convierte en un activista por los derechos sociales, luego miembro de los Panteras Negras, con el que tendrá una relación muy difícil durante décadas. Ese eje le sirve a Daniels para atravesar los sucesos políticos de esas épocas (en especial los ligados a los conflictos de los años ’60, del asesinato de Kennedy en adelante, con especial foco en la muerte de Martin Luther King y las luchas por el fin de la segregación racial) desde dos puntos de vista enfrentados dentro de la comunidad afroamericana. La necesidad de integración amable y casi sumisa que representa el padre (más cercano a King y a lo que los más rebeldes llamaban “Tío Tom”) y la más agresiva y contestataria (de Malcolm X en adelante) a la que se acerca el hijo. Lee Daniels' The ButlerLa película no deja evento clave sin atravesar y lo hace, en general, desde un lugar previsible y en un formato narrativo tirando a perimido. Pero hay algo noble y muy humano en la forma en la que la historia personal se enlaza con la social que levanta la película y que, al llegar al final, la hace crecer como drama familiar de una familia negra que podía haber sido cualquier otra. Claro que aquí parte del “chiste” es ver al mayordomo girando alrededor de los presidentes y sus familias mientras toman (o no) decisiones claves de la política del siglo XX. O ver el detrás de escena de la Casa Blanca: la gente de limpieza, los códigos, los recovecos internos, etc. Ese costado histórico casi a lo Disney es lo menos interesante que tiene el filme. El espectador se la pasará gran parte del tiempo tratando de reconocer a los actores que, debajo de pesadas capas de maquillaje, encarnan a distintas figuras públicas y también debatiendo si se parecen o no, si lo hacen bien o no. En ese sentido, para mí se lucen Jane Fonda como Nancy Reagan y, en un punto, no están mal Robin Wiliams como Eisenhower, Alan Rickman como Ronald Reagan y James Marsden como JFK. Más difícil la tienen John Cusack en el papel de Nixon y Liev Schreiber como Lyndon Johnson. El tono, obviamente buscado por Daniel y más por la productora de Harvey Weinstein, trata de remedar al último gran éxito de este género “épico-histórico-racial” que fue HISTORIAS CRUZADAS (THE HELP). En un sentido, esta película tiene los mismos puntos a favor y en contra que aquella, ambas elaboran con acaso demasiada candidez una historia de raíces más complejas y profundas, en un tono cuyo máximo exponente acaso sea EL COLOR PURPURA, de Steven Spielberg. Sin ser una gran película, sin embargo, EL MAYORDOMO logra ser la película más interesante de Daniels, que parece demostrar tener más condiciones para pintar las emociones de sus personajes que sus miserias.
Mis problemas con las mujeres Si alguien convenciera a Alex de la Iglesia de convertir a “Las brujas” en un mediometraje de unos 30, 35 minutos, estaríamos ante una de las mejores películas de año y, sin dudas, la mejor de su carrera. Pero no. Difícil que acepte. Entonces, tenemos que convivir con esta versión -larga, larguísima, interminable- y la sensación de que algo preciado se nos va de a poco, pero inevitablemente, de las manos, con toda la decepción que eso conlleva. Es que el director de La comunidad nunca sabe bien cuándo ni dónde ni cómo parar. Nunca lo supo hacer bien en su carrera, pero últimamente está especialmente desatado. Sus películas se alargan, se engordan y se ensucian de una manera tal que terminan embarrando todos sus logros, casi como si Alex boicoteara su propia obra. Y es una pena, porque el talento natural para la narración frenética lo tiene. Y el ingenio y el humor, también. Incluso en esta película hasta tiene algunos buenos personajes. Lo que no tiene es, parece, alguien que lo haga frenar antes de pasarse de rosca y agotar la paciencia. A juzgar por la trama de Las brujas, además, no sólo es evidente que a De la Iglesia le interesan y fascinan las mujeres. El problema es que esa intriga devino odio, desprecio, al punto que parece considerarlas las responsables de todo lo que funciona mal en el mundo. Y de eso trata la película. De dos hombres desocupados que, con un chico, cometen un brutal (y muy divertido) asalto en el centro de Madrid y -en plena disputa con la esposa de uno de ellos por la custodia del niño en cuestión- se escapan rumbo a Francia, con tanta mala suerte que se detienen en un pueblo lleno de brujas que harán lo imposible por detenerlos en su fuga. Y acabar con ellos. El arranque es brutal. José (Hugo Silva) y Tony (Mario Casas) son dos hombres más bien tontuelos, timoratos y perdedores que entran a robar una casa de “Compro Oro” disfrazados de estatuas vivientes de esas que inundan el centro de Madrid. Lo hacen con un niño a cuestas -cargando armas, eso sí- y, tras un choque brutal y muy divertido con la policía (que incluye una cruel balacera contra Bob Esponja, entre otros hitos), se montan a un taxi y se lo llevan con destino parisino. Ahí suman a dos hombres más: el taxista -otro hombre trastornado por las mujeres- y un pasajero que se resiste a “liberarse” junto a los demás. Pero la liberadora aunque nerviosa alegría de los torpes ladronzuelos no durará mucho y ahí es donde la película empezará a enredarse consigo misma. La ex mujer de José, un cliché de la “bruja” en un sentido metafórico, lo ubica usando su GPS (sí, dijimos ya que el tipo no tiene demasiadas luces) y empieza a perseguirlos, seguida por una dupla de patéticos pero simpáticos policías de comedia clásica. Pero el problema mayor es cuando llegan a Zugarramurdi, mítico pueblo en la frontera en el que, durante la Inquisición, se procesaron y condenaron a muerte a muchas mujeres consideradas brujas. Allí se toparán con un trío de damas (desquiciada abuela, manipuladora madre y sexy hija) que harán desastres con nuestros pobres tontuelos. Allí el film entra en una espiral descendente imparable. No sólo por la excesiva misoginia que inunda la pantalla (sí, es una película de género, pero por momentos supera los códigos de cualquier género hasta volverse directamente repudiable), sino porque la trama se detiene por completo en una serie de combates, cada uno más excesivo que el anterior, que no conducen a nada y que lo hacen utilizando los recursos más básicos posibles: efectos especiales berretas, bromas gruesas y un desquicie generalizado que supera toda paciencia. El humor negro y grotesco necesita un contexto que lo vuelva mínimamente gracioso. Y eso está en el principio de la película, cuando el tono zumbón y la trama policial fluyen en conjunto a la perfección. Pero desde que aparecen las brujas en escena, el humor se vuelve desagradable, hasta contraproducente, lidiando con el mal sketch televisivo, pero con una puesta en escena espectacular y de mucho presupuesto. Las brujas tiene a su favor, en relación con las muy flojas Balada triste de trompeta y La chispa de la vida, que Alex no se pone sentencioso respecto a cuestiones políticas de la España contemporánea. Sí, los temas rondan el ambiente (la crisis económica, más que nada), pero la película está más virada al género, más cerca de El día de la bestia y La comunidad, con las que comparte coguionista (Jorge Guerricaechevarría) que de la más recientes. Lo que sí, lamentablemente, comparte con las últimas es en que, en un determinado momento, la bronca, la furia, la “mala leche” con la que De la Iglesia conduce la narración hace desaparecer casi por completo el humor. Es como un comediante gracioso y un poco agresivo que se va cebando cada vez más hasta que el espectador sólo siente la bronca que se esconde por detrás del chiste y termina hastiado, queriendo sacárselo de encima y mandarlo a hacer terapia de pareja.
Un ejemplar prototípico de esa especie de subgénero de la literatura y el cine norteamericanos que es el “coming of age” -esas historias sobre el fin de la inocencia que marcan el paso de un adolescente hacia cierta madurez-, UN CAMINO HACIA MI acumula los elementos que han hecho tan querible a ese tipo de tramas: familias disfuncionales, vacaciones de verano, parque de diversiones, pueblo chico con playa, un primer atisbo de romance, personajes secundarios curiosos y la celebración de la amistad menos pensada. Lo único en lo que el filme dirigido por los guionistas de LOS DESCENDIENTES, Nat Faxon y Jim Rash, no cumple con el canon es que no se trata de un filme de época. Pero, en el espíritu (y la dirección de arte, el vestuario, la música de Mr. Mister y REO Speedwagon y hasta la fotografía “instagrámica”), es como si lo fuera también. O los pueblitos chicos cambian poco con el tiempo o los guionistas, originalmente, querían hacer una película situada en los ’80… THE WAY, WAY BACKLa película narra la historia de Duncan (Liam James), un chico de 14 años que va con su madre, Pam (Toni Colette) y la nueva pareja de ella, Trent (Steve Carell), a pasar unas vacaciones a un pueblito donde Trent tiene una casa. En esa especie de “spring break para adultos”, los padres estarán en la suya –y metiéndose en conflictos de pareja- mientras que Duncan, un chico bastante opaco y tímido pero perturbado por su nuevo “papá”, termina entablando una relación con una vecina pero, más que nada, empieza a trabajar en un parque de diversiones acuático en el que se hace amigo de Owen (Sam Rockwell), un prototipo de otro clásico personaje del cine americano: el “loser” que ronda los 40 pero se sigue comportando –y jugando al Pac-Man- como si tuviera 21. Todo en UN CAMINO HACIA MI fluye como si recorriera un mapa trazado incontables veces antes. No lo hace mal: los actores son muy buenos (en especial se luce Carell como un temible futuro padre, Colette como la confundida madre y la gran Alison Janney como una vecina divorciada algo pesada) y la relación que se establece entre Duncan y Owen tiene momentos de verdad y emoción, pero se parece más a una película sobre otras películas que a una historia apoyada en experiencias reales. Casi un grandes éxitos del subgénero –amable, querible, por momentos enternecedora-, pero no mucho más que eso.
No sólo la nueva versión de CARRIE es una película claramente innecesaria, sino que es flojísima. Sin nada para aportar a un filme (y a una novela) que son clásicos por derecho propio, la película de Kimberly Peirce se contenta con actualizar la historia (digamos, agregarle celulares y videos subidos a YouTube) y aumentar la cantidad de sangre, perdiendo casi todo lo que hacía interesante a la original. Básicamente, una puesta en escena que mantenía al espectador en un constante estado de nerviosa ansiedad. Lo mejor que se puede decir de esta versión es que, al menos, se trató de respetar la lógica y el sentido de la original. Esto es: en manos de Peirce (la directora de una muy buena película con temática femenina/feminista como BOYS DON’T CRY, en 1999, y prácticamente desaparecida del cine desde entonces), la trama sigue tratando de mantenerse cerca de sus personajes y ser, a la vez, película de terror y drama familiar sobre la sexualidad adolescente. Pero, lamentablemente, eso en la pantalla se reduce a una serie de escenas rutinarias y con poquísimo interés cinematográfico. La historia la conocen (o pueden googlearla, vamos), pero para los que nunca escucharon hablar de esta novela de Stephen King llevada al cine en 1976 por Brian De Palma y con Sissy Spacek como protagonista (un enorme éxito entonces), les resumo: Carrie es una adolescente tímida y ensimismada que nace de una madre soltera, fanática religiosa, y que desconoce todo respecto a su sexualidad. Cuando tiene su primera menstruación, sus compañeras de curso se burlan de ella, lo que escala a una situación de “bullying” en la fiesta de graduación de la escuela. Lo que las compañeras no saben es que la atormentada Carrie tiene capacidades telekinéticas y que puede usarlas en los momentos menos pensados. carrie1Más allá de que, insisto, es una remake innecesaria, había opciones para dar vuelta la historia, enfocarla más en el costado social del asunto (el ya comentado bullying), pero los temas quedan en la superficie y no terminan de salir de su costado genérico rutinario. Chloe Grace Moretz (segunda película en una semana, tras KICK ASS 2) no termina de sentirse del todo cómoda en el rol, sobreactuando las características más freak del personaje, y da la impresión que recién gana cierta confianza cuando Carrie… se enoja. La siempre efectiva Julianne Moore (que interpreta a la madre) no desentona, con su rostro más pálido que nunca, mezcla de ermitaña, fanática y borderline de temer. Respecto a las diferencias con la adaptación anterior: hay un prólogo distinto con el sangriento nacimiento de la niña, el ya comentado uso de internet (además de YouTube, acá podés googlear “telekinesis”) y de la telefonía celular, una madre con mayor capacidad para el daño (y el auto-daño) y algunas cosas que no conviene revelar aquí. Pero más allá de esos pequeños cambios, lo cierto es que la película no parece cobrar nunca vida propia. Es como una copia modernizada desprovista de la gracia de la original, como si le aplicaran un filtro digital a la vieja CARRIE y en el interín se le licuara la sangre.