Un regreso al origen, DROMOMANOS, la nueva película de Luis Ortega (CAJA NEGRA) retrata con urgencia y nervio la vida de un grupo de marginales: un enano, una mujer con una joroba, una chica cartonera que anda con un cerdo, un paciente de un hospital mental y un particular psiquiatra que se hace llamar Pink Floyd. Los tres primeros forman un triángulo amoroso mientras los otros dos charlan, divagan y deliran. Con momentos de humor, un gran cariño por los personajes y sus universos, el filme de Ortega tiene algo del primer cine de Harmony Korine y del de Leonardo Favio: un intento poético de mostrar formas de vida (religión, drogas, alcohol, locura) que existen fuera de la prisión de la razón.
Una de las mayores decepciones del año, al menos para mí, es ELYSIUM, la ruidosa y poco entretenida película de Neill Blomkamp, en la que el director sudafricano de DISTRICT 9 lamentablemente parece preferir explotar su discutible talento como director de escenas de suspenso y acción abandonando casi todo lo que hacía a aquella película interesante y que tenía que ver con cierto grado de realismo en su composición de lugar. Al principio parece que el filme va bien encaminado al dedicar un tiempo a observar el modo de vida en la Tierra en el siglo XXII, con Los Angeles devastada y convertida en una versión extrema de las ciudades más abarrotadas y pobres de América Latina. Digo América Latina porque la propia película, con su elección del castellano casi como primer idioma entre los que allí viven y un elenco que incluye a los brasileños Alice Braga y Wagner Moura, junto al mexicano Diego Luna, parece dejar en claro que esa ciudad es la pesadilla latinoamericanista con la que tiemblan los norteamericanos cuando les hablan de abrir las puertas a la inmigración. elysiumLo curioso es que el filme de Blomkamp es, en cierto modo, una defensa de los derechos de los habitantes de los países pobres -o las clases sociales más bajas- por acceder a los mismos beneficios que los ricos. En esta distopia futurista los millonarios directamente abandonaron la Tierra para irse a vivir a Elysium, una suerte de estación espacial que funciona como una versión celestial de un gigantesco barrio privado. Los que siguen viviendo sojuzgados en la Tierra sueñan con llegar hasta allí, más que nada, porque los humanos han descubierto una máquina que cura todas las enfermedades automáticamente, pero es de uso exclusivo de los “ciudadanos” de Elysium. Si el hoy tan discutido Obamacare (la propuesta de salud universal que hizo el presidente de los Estados Unidos) necesita una película que lo sostenga, debería ser ésta. Si no gana por convencimiento, ganará por ruido. Pero no lo es, porque una vez que Blomkamp plantea el conflicto central y lo pone en la piel de Max, el personaje que encarna Matt Damon, un ex presidiario y hoy obrero de una fábrica que se enreda en un operativo de guerrilla para viajar a Elysium y así poder curarse de una muerte segura por radiación, la película deja el asunto en un costado para transformarse en la versión progre de TRANSFORMERS. Escudándose en una causa noble y “políticamente correcta”, Blomkamp nos tira por la cabeza con un fastidioso ejercicio que combina fascismo narrativo, personajes inverosímiles y una trama entre desquiciada y absurda. Las “causas nobles” no le dan vidas extra a las malas películas. elysium16Y ELYSIUM, más allá de su notable dirección artística, vestuario y diseño de producción, no es una buena película. Usa a Sharlto Copley (protagonista del anterior filme del director) como una especie de paramilitar de historieta que, con su escudo y espada, está más cerca de ser un Thor modelo Infiltrator que un personaje interesante. Ni hablar de Moura, encarnando un personaje “gangster/revolucionario” tan desquiciado como irritante e incomprensible. Hasta la gran Jodie Foster está dibujada en su papel a lo Donald Runsfeld. Damon y Braga hacen lo que pueden, que no es mucho (juegan una subtrama romántica y “sensible” que ya era mala en películas del tipo CIUDAD DE DIOS), mientras se acumula una serie de peleas que ocupan buena parte de la segunda hora del filme. Max es la predecible figura cristiana que tiene que alterar desde los cimientos este imperio de desigualdades (los norteamericanos como los romanos de hoy) haciéndose cargo de los sacrificios que correspondan al atravesar la contienda. Un Cristo con gigantescos puertos USB conectados al cerebro, pero Cristo al fin, luchando por redimir a los millones y millones de desposeídos del mundo a golpes de puño. Damon, por momentos, parece mirar al resto del elenco preguntándose si no habría sido mejor gastar un poco menos de dinero en containers voladores y usarlo en contratar actores que no parezcan estar jugando a estar en una mala película sci-fi de Terry Gilliam con los amigos del colegio. Y su resignación parece ir más por ese lado que por saberse como termina la historia que cuenta la Biblia. Elysium-fightSi vieron SECTOR 9 recordarán que allí también, en un momento de la narración, Blomkamp perdía la escala humana de la trama y se convertía en la versión sudafricana de Wall-E: aplastando y empaquetando basura con el volumen al máximo durante lo que parecía una eternidad. Aquí hace lo mismo, pero ELYSIUM no tiene siquiera la originalidad de aquel filme: su distopia marca favela ya fue mostrada mil veces y en mil variantes, de MAD MAX a esta parte. Y si solo la vas a usar de fondo para ganarte algún tipo de nota temática sobre la “ciencia ficción inteligente y socialmente responsable”, mejor sería sacarse del todo la máscara y pedir a mano alzada las llaves del reino del futuro reboot de TRANSFORMERS, en su versión tercermundista.
El mediometraje del director del célebre corto ALABANZA A LA PAPA y codirector de EL HUMOR (PEQUEÑA ENCICLOPEDIA ILUSTRADA) con Mariano Llinás, está más cerca del cine de James Benning que de cualquiera de las referencias aquí citadas. Masllorens filma escenarios (urbanos y porteños, en su mayoría) vacíos, a una hora que parecen ser las 6 de la mañana de un fin de semana, con incipiente luz de día pero sin personas a la vista. El efecto se vuelve curioso especialmente en las escenas que muestran lugares públicos o de mucho tránsito, raramente vistos vacíos, ya que permite observar detalles y analizarlos fuera del contexto habitual. Lo hace mediante un sistema de planos de 13 segundos cada uno -con algunos de 7 segundos- que se vuelven extrañamente cortos, ya que para realmente poder apreciar los detalles del plano y que el todo no se vuelva algo parecido a un slide de diapositivas en movimiento me parece que deberían ser un poco más largos. Imagino que no debe ser fácil filmar esos escenarios vacíos tanto tiempo (tarde o temprano alguien pasará por muchos de ellos) y hasta supongo a algún miembro del equipo de rodaje pidiendo a la gente que no se cruce como mientras alguien saca una foto, por lo que es hasta entendible la situación. Cuando uno se acomoda a la propuesta, los 44 minutos pueden llegar a ser hipnóticos y cautivantes, entregando al espectador una mirada a lo que parece ser una ciudad fantasma con lugares que extrañamente se vuelven irreconocibles, como si el director hubiese estado buscando locaciones para una película de ciencia ficción apocalíptica en la que un virus acabo con toda la población. El lugar donde vivimos, sin nosotros. ¿Una postal del fin del mundo?
Espectral y fantasmagórica, entre el cine surrealista de los años ’20, el terror a la europea (de Dreyer al giallo italiano pasando por la Hammer) y de ahí a los revulsivos freakshows de David Lynch, este mediometraje de Paulo Pécora filmado en Súper 8 se centra en un grupo de amigas/vampiras que viven en un caserón y desde allí acechan a presas propias y ajenas, transformando todo en baños de sangre y saliva. Inquietante y enigmática, por momentos complicada de seguir y en otras atrapante, LAS AMIGAS podría ser vista como una secuela o respuesta, en versión arty/experimental aMUJER LOBO, de Tamae Garateguy, que tiene a tres mujeres (acá son cuatro) entre vengativas y desquiciadas como protagonistas (y hasta comparten una actriz, Mónica Lairana, dueña de una intensidad inimitable). Un filme de horror avant-garde que decididamente no es fácil de ver (está en las antípodas estéticas del otro filme de vampiros en esta misma competencia, VAMPS), crece mucho gracias a sus sugerentes planos de la ciudad, su montaje afiebrado y una música que por momentos pone los pelos de punta. Si bien en este caso se pasó por unos minutos al mediometraje (el filme dura 35 minutos), Pécora sigue demostrando acá ser uno de los cortometrajistas más originales y creativos del país.
Sin llegar a ser un documental, el nuevo filme de la directora de COMO PASAN LAS HORAS juega en el límite con ese género, de una manera que la acerca bastante a la película LOS LABIOS. Aquí, Agustina Múñoz interpreta a una periodista que viaja al Chaco a trabajar en una historia sobre los aborígenes de esa provincia. Durante su primera parte la película hará una muy inteligente apuesta de mostrar el universo laboral de la periodista y los consejos de sus jefes y colegas al emprender el viaje, desde lo personal a lo estrictamente estilístico. Su editor en la revista lo encarna Alan Pauls y por ahí vemos participar y comentar a Edgardo Cozarinsky y a la productora Constanza Sanz Palacios, entre otros, casi como si estuviéramos viendo un detrás de escena del propio filme. Luego, Agustina viaja al Chaco y veremos sus contactos con la gente del lugar (tal vez lo menos explorado del filme), sus frustraciones y su dificultad para poder separar lo personal de lo profesional, que derivará en cambios inesperados. Se trata de otra propuesta inteligente de Oliveira Cézar, más “fresca” en su estructura que las anteriores, y ambiciosa en su discurso cinematográfico. Una película que descubre su propio andar y se fractura, como su protagonista, buscando su propia verdad.
El filme no está a la altura de lo mejor del mítico realizador italiano de VINCERE, pero sus planteos en torno a la temática de la “muerte digna” son más que interesantes. La historia se origina en un caso real que sucedió en Italia y en los enfrentamientos religioso/políticos ligados a practicarle la eutanasia a una mujer que lleva 17 años en estado vegetativo. Bellocchio muestra diversas facetas del conflicto: los militantes de uno y otro lado, los políticos de uno y otro lado, saliendo del tema central para enriquecer su discusión. Hay ejes más interesantes que otros: a mí me pareció mucho más logrado el que pone el acento en las actitudes de los políticos italianos que, por ejemplo, la subtrama ligada a la madre fanática religiosa que encarna Isabelle Huppert, pero de cualquier modo la película atraviesa ese esquema coral tan tramposo y complicado de manera más que digna, propia de un realizador que tiene en claro que la amplitud de miradas sirve para complejizar la respuesta y no para subrayarla.
Un hombre es testigo de una violación y en lugar de tratar de impedirla, decide chantajear al violador en este drama de Triviño que podría ser una versión bastante más perversa y narrativamente clásica de GIGANTE, de Adrián Biniez. Es que el protagonista es un grandote que trabaja en una fábrica y también es guardia de seguridad, pero es bastante tranquilo y poco afecto a la violencia. Su sueño es poner un gimnasio y, a la vez, se “engancha” con una chica que atiende un kiosco. Cuando sucede la violación a la chica que le gusta (el villano es el hoy omnipresente Alejandro Awada), prefiere enredarse en un curioso plan para sacarle plata, plata que, supone, será más útil que detener o denunciar al hombre. La situación de ahí en adelante se hará un poco complicada de aceptar para los espectadores, ya que los actos de Juan son vistos de manera acrítica (o eso parece) por el filme. La trama de suspenso de la segunda mitad de la película hace caer bastante los logros formales (de puesta, de narración, de actuación) que tiene la película especialmente en su primera parte.
Tenía muchas expectativas con esta película por lo que me habían comentado algunos colegas extranjeros (las altas expectativas terminan siendo siempre un problema), así que debo admitir que algo me decepcionó el nuevo filme de Baker. No es una mala película y hace una muy interesante y fresca pintura de la industria pornográfica (tal vez un touch naive), pero ese no es el tema central, sino la relación que establece una rubia bastante tonta que trabaja en películas porno con una viuda solitaria cuando, sin querer, se lleva 10 mil dólares de su casa dentro de un termo que le compró a la señora por un dólar. Devolverle la plata se le complica, por lo que termina tratándose de hacerse amiga de la muy cabrona octogenaria. La relación y el secreto son en exceso forzados, pero terminan rindiendo sus frutos emocionales. Lo que más me costó a mí fue engancharme con el personaje de la chica (encarnada por Dree Hemingway, bisnieta del escritor e hija de Mariel) que es una rubia bastante tonta al estilo Paris Hilton, por más que Baker encuentra maneras de hacerla simpática (su perrito chihuahua ayuda). Entre ella y su aún más insoportable amiga porn star hacen difícil que la película te caiga simpática. Eso sí, capturan el interés por otro lado…
Empecemos por los problemas -varios- que tiene HANNAH ARENDT, la película de Margarethe Von Trotta sobre la vida de la célebre filósofa alemana. Se trata -no hay forma de decirlo de otra manera- de una película vieja, rudimentaria, que atrasa 40 años en construcción dramática y narrativa, y que usa y abusa de procedimientos típicos de un perimido cine de “qualité”. Es una película cinematográficamente vacía de ideas. Sin embargo, es un filme sobre el mundo de las ideas. Y es ahí donde se produce el mayor conflicto de la película, el que le da -al menos en su segunda mitad- algo de interés y poder. Hay, claro, recursos biográficos que aparecen aquí y allá (los flashbacks centrados en la relación entre una joven Arendt y el filósofo Martin Heidegger, que luego apoyaría al nazismo; su problemática vida sentimental) y que responden a ese criterio, pero finalmente la película elige centrarse en un debate ideológico. HANNAH-ARENDT-1702En ese sentido, es una pena que Von Trotta no haya sido lo severa que fue Arendt y que, en lugar de armar un pastiche de pronunciamentos obvios e imágenes pasteurizadas, no se haya atrevido a hacer una película a la altura de la complejidad y rigurosidad de su personaje. Como película, HANNAH ARENDT se parece más a los críticos de la pensadora que a ella misma: simplifica lo que dice, convierte su analítica prosa en una serie de pronunciamientos obvios y genera a partir de eso fuertes malos entendidos. No es una película que carezca de valores, al contrario. Pese al excesivo maquillaje, Bárbara Sukowa tiene el magnetismo suficiente como para llevarse puesta la película, magnetismo que uno imagina tenía también la propia Arendt. Y el debate que se genera a partir de la publicación en la revista New Yorker de sus cinco artículos sobre el juicio a Adolf Eichmann en Israel (publicados luego como el libro Eichmann en Jerusalem: un estudio sobre la banalidad del mal) tiene la suficiente riqueza como para motivar que uno quiera profundizar sobre el tema. En ese sentido, la película funciona como una entrada simplificada al mundo de Arendt, siempre y cuando genere el suficiente interés como para que el público quiera saber más. hannah-arendt-278151lEl debate -en el filme- tiene más que ver con la acusación que Hannah hace a los líderes del pueblo judío de haber colaborado con los nazis o no haber sido lo suficientemente fuertes como para confrontarlos. Asegura Arendt allí que, de haber actuado estos líderes de otra manera, los muertos habrían sido menos. Esa “acusación” (retomada y discutida por su enemigo declarado Claude Lanzmann en EL ULTIMO DE LOS INJUSTOS, su más reciente filme) es, dentro de otras simplificaciones, la que la transforma en “persona non grata” de la comunidad judía norteamericana. Claro que a ese concepto hay que unirlo al otro, al más fuerte y que más transcendió: el de la “banalidad del mal”. Como se sabe, lo que llamó más la atención a Arendt de Eichmann (sí, el nazi que fue capturado en Argentina) fue su discurso de funcionario público gris que decía solo cumplir órdenes legales y que sólo se hacía responsable de su pequeña parte de un proceso casi mecánico y burocrático, por más que ese proceso constituía poner a millones de personas en trenes rumbo a su segura muerte. Hannah-ArendtArendt quiso discutir la idea de la “monstruosidad nazi” como una suerte de desorden psicológico y llevarla a un terreno en el cual muchísimas personas “normales” podrían cometer esos actos en función de una lógica de “agradar”, “pertenecer” o no confrontar las órdenes que les son dadas, algo que seguramente puede haberles pasado a muchos alemanes. Pero nunca fue la idea de Arendt exculpar a estos “funcionarios del mal” sino, por el contrario, reclamar un grado de introspección y de análisis (Eichmann no piensa por sí mismo, escribía) en los participantes activos de este tipo de fenómenos. El Mal no está solamente en “esos tipos” que apoyan sus actos en teorías y conceptos (los antisemitas, en este caso) sino en los burócratas y funcionarios que cumplen esas medidas sin medir sus consecuencias. Este concepto, sumado a su acusación a los líderes de los consejos Judíos y -también- a su crítica a que el juicio se haga en Israel (y a la forma de “secuestrar” a Eichmann) la convirtió en una paria intelectual, algo que el filme muestra muy claramente cuando es echada de su cátedra, rechazada por sus amigos y criticada hasta por sus seres más queridos. Sin salir de sus esquematismos de puesta en escena y construcción dramática (hay que reconocerle que no cae en sentimentalismos típicos del cine biográfico), la película de la directora de LAS HERMANAS ALEMANAS y ROSA LUXEMBURGO crece sobre el final al transitar por ese debate, por más que tome sus aristas menos ambiguas. De cualquier modo, a los que estén realmente interesados en el concepto y en el tema que trata el filme, les recomiendo que vean EL ESPECIALISTA, el extraordinario documental de Eyal Sivan realizado con imágenes extraídas de más de 350 horas de grabaciones del juicio a Eichmann (que se ven, por momentos, en el filme). Puro, duro y no adulterado, podrán entender más claramente los conceptos de los que habla Hannah Arendt.
Es posible que el cine argentino se esté acercando a un periodo, digamos, “neoclásico”. Hay algunos elementos para pensar de que puede ser así a partir de cierto agotamiento de las ideas ya convertidas en fórmulas del Nuevo Cine Argentino que siguen sin convencer al público y parecen no estar convenciendo tampoco tanto, últimamente, a los mismos festivales de cine que fueron su motor principal en el mundo. Así, mientras algunos realizadores buscan nuevos acercamientos estéticos y narrativos al problema cinematográfico, otros parecerían pensar que es un buen momento para volver a “contar una buena historia”. Lo que muchos llaman: “el cuentito”. WAKOLDA es más que un cuentito: es una novela hecha y derecha, escrita por la propia Lucía Puenzo. Y la película tiene todos los condimentos que una adaptación literaria debe tener: sólido elenco de actores conocidos (locales y extranjeros), excelentes locaciones, una producción lujosa y muy buena reconstrucción de época. Narrativamente funciona como un relojito (algo quejumbroso, pero relojito al fin) y todos los hilos narrativos abiertos son cerrados con precisión quirúrgica. A la vez es una película un poco ahogada, programática, un guión ilustrado lujosamente que no respira del todo bien. Es, en ese sentido, una película que funciona como si el Nuevo Cine Argentino jamás hubiese existido. wakolda_21Apretando las distintas subtramas que tiene la novela, Puenzo cuenta lo que pasa, en 1960, cuando una familia argentina de origen alemán vuelve a Bariloche para montar un hotel y, en el camino, se cruza con un enigmático doctor alemán que se interesa en la hija de 12 años de la familia, quien no está creciendo como debería. Al doctor también le interesará saber que la madre está embarazada de mellizos. Sabemos que es un médico e investigador cuyos detallados cuadernos dejan en claro su interés por la investigación científica. Los que no lo sepan por la promoción del filme -que no oculta del todo el dato- pronto sabrán por la trama que es un célebre médico nazi… Natalia Oreiro y Diego Peretti son los padres de la niña en cuestión. Ella, de familia alemana, está interesada en dejar que el doctor ayude a crecer a su hija. El, que sospecha del enigmático médico, prefiere que el tipo no se acerque a ella, aunque el doctor encontrará una forma de “llevar agua para su molino” cuando lo ayude en la fabricación de las muñecas que el padre hace. La niña, en tanto, se mostrará interesada en que el médico la ayude a combatir esa falta de crecimiento, ya que en el colegio alemán de Bariloche se burlan de ella. Esto, para empezar. En apenas 93 minutos Puenzo apreta varias subtramas más: el embarazo de mellizos de Oreiro (que cobrará gran peso sobre el final), la vida de la comunidad alemana en Bariloche, una misteriosa casa vecina que habitan personas con las caras vendadas, el espionaje israelí a Eichmann (en la figura de Elena Roger) y varios etcéteras. Sobre el final todos estos hilos confluyen generando un pequeño caos narrativo que no termina de estar muy bien resuelto, pero que igualmente logra generar suspenso. wakolda2Clásica en su construcción aunque exigida por su trama, WAKOLDA es una película bien realizada pero intermitentemente efectiva, forzada por la necesidad de que todo “rime” de alguna manera con todo, desde los nombres de los personajes a los hechos históricos pasando por la coincidencia en tiempo de muchos elementos dispersos en la trama. WAKOLDA gana también por el excelente trabajo de los actores, en particular de la pequeña y pícara Florencia Bado, casi la única que no tiene expresión severa y de preocupación constante. Peretti luce perturbado y Oreiro se subordina muy bien a la trama actuando casi en voz baja a su personaje. El español Alex Brendemühl está también muy bien en el papel más difícil y rico de la película, ya que se trata de un personaje que oculta su identidad pero que, a la vez, no puede evitar revelarla en cada cosa que hace. La película cuestiona muy duramente la actitud de la comunidad alemana de Bariloche respecto al trato generoso y casi de adoración que tuvo con los nazis que vinieron al país. Y más allá de que en la trama deWAKOLDA haya mucho de ficción, ese trasfondo histórico es lamentablemente muy verdadero.