La cultura negra en los Estados Unidos en general y la cultura hip-hop en particular han siempre tenido una particular relación con las artes marciales. Y en el cine eso se nota mucho con la fascinación que siempre han generado las películas del género llamado wuxia en la tribus urbanas afroamericanas, especialmente de los años ’70 a esta parte. En los ’90, el conglomerado de raperos Wu-Tang Clan fue, ya desde el nombre que cita a la película SHAOLIN AND WU TANG (Gordon Liu, 1983), los principales impulsores de ese cruce cultural: las menciones a películas y personajes del cine de artes marciales estuvieron presentes desde el título de su primer disco -ENTER THE WU-TANG (36 CHAMBERS)- hasta alusiones específicas y detalles estéticos de la banda. RZA (Robert Fitzgerald Diggs) es el líder, productor y principal ideólogo de Wu-Tang Clan, y uno tiene la impresión al ver EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO, película que dirige y protagoniza, que se trata de un fanboy del género con un gran presupuesto para poder cumplir “el sueño del pibe” y hacer la película de artes marciales con la que debe haber soñado toda la vida y en la que mezcla casi todas las posibilidades y subespecies del género. Y si bien no se trata de una película que aporte demasiado al wuxia -ni tampoco es una relectura a la manera de KILL BILL, de su mentor Quentin Tarantino, quien “presenta” la película- como simpático homenaje a los héroes de su infancia y adolescencia es un producto más que satisfactorio. Y bastante entretenido… The-Man-With-The-Iron-Fists (1)En el filme entran casi todas las situaciones y posibilidades vistas alguna vez en el género, casi a la manera de un mash-up realizado por quien es uno de los principales cultores de esta forma de trabajar, en la música y ahora también en el cine. Hay traiciones entre clanes, burdeles, peleas acrobáticas por los aires, occidentales mezclados en medio de una aldea china, las armas más estrambóticas y sofisticadas, el guía espiritual, el pueblo acechado, lo que se les ocurra. Y no sólo del wuxia bebe RZA: la película tiene algunas referencias sacadas del cine de samurai y, para justificar la presencia protagónica del propio director, un toque de drama de esclavitud. Lo cierto es que hay una traición en el clan de los Leones: uno de los hijos ha matado al padre para quedarse con el poder. Y a enfrentarlo, por el honor, va otro de sus hijos. De a poco se va tejiendo una serie de alianzas entre los brutales asesinos (cuya arma más poderosa es un hombre que puede convertir su cuerpo en metal) y un grupo de aparentes perdedores que incluye a Russell Crowe (como un británico buscando oro en la China del siglo XIX) y a RZA, que encarna a un herrero que fabrica las extravagantes armas que todos usan (su apellido esclavo es “Smith”, es negro y su profesión en inglés se dice “Blacksmith”: saquen sus conclusiones). En el medio hay un burdel, una madama (Lucy Liu) y una buena cantidad de prostitutas que en el momento menos pensado salen volando y te clavan cuchillos por la espalda. the-man-with-the-iron-fistsLas escenas de acción están sólidamente realizadas en el estilo fantástico ya clásico del género (con más presupuesto que en los clásicos setentosos de los Shaw Brothers, sin dudas) y en lo que se destaca el filme es en una enorme inventiva para crear las armas de los protagonistas. De hecho, son las armas las que mejor los caracterizan como personajes. Algo pasará en el medio del filme (que conviene no revelar) que dará pie a la aparición del personaje que le da título, aunque a todas luces no sea un personaje tan central como para que la película se llame así. Además de las armas, otro elemento más o menos llamativo del filme es la utilización de personajes con poderes, los que parecen salidos más de un comic algo bizarro que del género de artes marciales más puro y duro. Ya no sólo por su capacidad de sobrevolar las escenas de lucha (algo que el género no ve como un “superpoder” sino como una forma estilizada de coreografiar las peleas) sino por tratarse de elementos más propios, si se quiere, del mundo de lo fantástico. the-man-the-iron-fists-still04Con guión de Eli Roth y del propio RZA (que también actúa y narra, aunque esos son los rubros en los que más problemas tiene), EL HOMBRE CON LOS PUÑOS DE HIERRO es, en cierto modo, una película un poco vieja. No sólo por el mundo que pinta, sino porque ese gesto posmoderno de homenaje perpetuo -especialmente en géneros como el wuxia- ya parece haber perdido actualidad. Es, como el propio Wu-Tang Clan y las primeras películas de Tarantino, un formato que prácticamente se agotó en los ’90 o a principios de la década pasada. Como bien lo sabe el propio Quentin (y los mejores artistas del hip-hop, como Kanye West), la mejor forma de homenajear un género es deformarlo, traicionarlo, ponerlo patas para arriba. No es la intención de RZA aquí, eso es evidente. Lo suyo es un muy bien realizado y dignísimo ejercicio de imitación.
No es fácil reinventarse a los 60 años y con una carrera que alcanza las 35 películas. Sin embargo, Raúl Perrone lo hizo. Tal vez no haya sido un replanteo existencial ni mucho menos una decisión estratégica. Perrone se reinventó de casualidad, porque un día se “hinchó las pelotas” y empezó a probar cosas. Un paso llevó al siguiente, apareció una especie de sistema y acá está P3ND3J05, la película más radical y bella de su carrera, una elegía musical a la adolescencia, un retrato silente de rostros y lugares, una opera con ritmo de cumbia sobre Ituzaingó. En P3ND3J05 el universo de Perrone sigue siendo el mismo, sólo que la forma de acercarse se ha modificado de raíz. Si bien a lo largo de su carrera, “El Perro” ha ido alterando la manera de acercarse desde lo formal a los personajes de Ituzaingó que usualmente retrata, aquí se desprende casi por completo de los diálogos, un elemento que siempre fue considerado como central en su cine. P3ND3J05 es una película muda, en blanco y negro, filmada en formato 4:3 (el del cine clásico y de la reciente TABU) y con algunos pocos intertítulos. El otro elemento clave que lo diferencia no está necesariamente en su duración (si bien 157 minutos es casi el doble de lo normal en su cine), sino en la forma de intervenir el material desde el montaje y la música. Perrone estira y repite sus imágenes, se detiene en rostros por largo rato, sobreimprime materiales y arma secuencias en cámara lenta, como un VJ que manipula pistas y motivos visuales. Y ese universo conceptual lo completa un persistente e hipnótico soundtrack de cumbia electrónica (más algunos aportes de Händel y Puccini), creando algo parecido a una sinfonía trágica en tres actos. IMG_1257 (2)P3ND3J05 cuenta tres historias modélicas de los suburbios, ligadas al universo de los skaters de Ituzaingó. Pero esas historias se ven del mismo modo en el que se escucha el sonido dub que lo cubre todo: como un eco de otras películas, de otras canciones, de otros tiempos. Las referencias internas y externas (Gus Van Sant, Jim Jarmusch, “La ley de la calle”, etc) siguen estando ahí, pero desarmadas. En cierto sentido, aquí Perrone actúa como un artista de hip-hop: mezcla materiales propios con otros pre-existentes, les da una nueva forma al combinarlos y les agrega una “voz”, una personalidad, una presencia específica. Hay un fuerte elemento de abstracción en P3ND3J05, como si lo que estuviéramos viendo fuera un juego de sombras chinescas: los protagonistas parecen vivos y muertos a la vez, como fantasmas que han aparecido desde viejos “outtakes” para husmear la vida de los otros (“Los flacos del barrio que murieron andando en skate siguen acá, en el aire”, dice uno de los protagonistas). Sin embargo no deja de ser realista y creíble. Perrone hace una película que es puro gesto, puro rostro, pura poesía audiovisual (Dreyer y Pasolini no suenan excesivas como referencias), pero nunca pierde de vista que el mundo que muestra existe allá afuera. En cierto sentido, uno puede pensar que P3ND3J05 marca un retorno a los orígenes de Perrone, un intento de desconfiar un poco de las palabras y poner toda la verdad en las imágenes, en la poesía que surge del acto de observar el mundo y de traducirlo en eso que llamamos Cine. Es por eso, tal vez, que las excelentes fotos fijas de la película generan un efecto tremendamente evocativo en cualquiera que haya visto el filme. Es como si estuvieran vivas, como si de ellas pudieran desprenderse los personajes y la música para meterse entre nosotros, en nuestras vidas de acá afuera y seguir respirando.
La premisa de SEPTIMO es inquietante. Un padre está llevando a sus hijos al colegio y ellos le insisten con un jueguito repetido, que todos hemos hecho alguna vez: mientras él baja por el ascensor desde el séptimo piso, ellos lo hacen por las escaleras. Hasta ahí, todo bien. El problema empieza cuando ellos nunca llegan abajo. O, si llegaron, ya no están ahí cuando él llega. Para Sebastian (Ricardo Darín) la situación es desesperante: los chicos no aparecen por ningún lado y es imposible predecir qué ha pasado con ellos. En el caso de Sebastián las posibilidades que se abren son muchas. Es un importante abogado que lidia con casos que le han generado muchos enemigos, uno de los cuales está en pleno proceso mientras esto sucede (y la ausencia del abogado sería importante), y seguramente hay varios casos más en el pasado. Hay vecinos extraños, misteriosos y con algún problema que otro con él. Hay un portero que no parece la persona más confiable del mundo. Hay un divorcio en puerta con la mujer (la española Belén Rueda) que planea volverse a España con los chicos. Hay un pariente violento. Una ex amante. Y, llegado el caso, no habría que descartar de entrada alguna opción más casual, extravagante o hasta metafísica. Claro que también pueden haberse perdido o estarle jugando a su padre una broma pesada. septimo2Todas estas puertas, ventanas y avenidas narrativas serán investigadas, acaso demasiado casualmente, por Sebastián, que parece ser la clase de persona que se convence fácilmente cuando le pregunta a alguien “¿Usted vio a mis hijos?” y le responden: “No”. Durante buena parte del relato -la mejor-, la película no sale del edificio: todo sucede ahí en lo que parece ser tiempo real. Y gracias al rostro familiar de Darín (el actor que más empatía genera en el mundo de habla hispana, le guste o no al propio Darín), uno no puede evitar ponerse en su lugar, en su angustia y desesperación. Promediando el filme se revela el primero de los secretos de la trama -que no adelantaremos aquí, aunque el trailer lo cuenta-, pero digamos que algo se sabe acerca de qué es lo que pasó con los chicos. La segunda parte del filme, entonces, saldrá por momentos del edificio en cuestión -por un lado- y tratará de determinar ya no qué pasó sino quién es el responsable y si se puede (o no) recuperar a los chicos. Y la película perderá un poco la intensidad que le daba la compresión espacio/tiempo. SEPTIMO es una película pequeña, que “agranda” comercialmente la presencia de Darín, Rueda y de un elenco que también integran Luis Ziembrowski, Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo y otros. Es, también, una película menor, un ejercicio, un juego más o menos intrigante que se sostiene durante buena parte del relato pero decae sobre el final, como si el director español Patxi Amezcua no pudiera lograr mantener la tensión una vez que las cartas se muestran un poco más claramente. En cierto sentido, me da la impresión que SEPTIMO funciona casi como un episodio de alguna serie de TV tipo TIEMPO FINAL, con un sistema simpático y medianamente efectivo pero finalmente inconsecuente y no demasiado perturbador. septimo1A favor la película tiene a su elenco, un equipo de talentosos actores lidiando con un material que no está del todo a la altura de sus talentos. La puesta en escena es formalmente correcta, pero nunca sorprende ni inquieta. No hay nada en la película que sea particularmente brillante ni tampoco pésimo. Es un filme funcional, discreto, que promete más de lo que cumple y que se queda a mitad de camino en la mayoría de las cosas que propone. Lo que sí es problemático es el guión, que exige un grado de suspensión de la credibilidad excesivo y que se apoya más en una serie de casualidades circunstanciales que en la lógica interna de los personajes. Es cierto que la premisa plantea un desafío tan alto que casi todas las resoluciones -salvo una desaparición inexplicable de lo chicos- pueden parecer demasiado terrenales y pedestres. Es un problema que SEPTIMO no logra resolver del todo, por más esfuerzos que hagan Darín y compañía. Así, una gran primera mitad y una no tan lograda segunda parte logran, finalmente, dar con un entretenimiento pasable, pero no mucho más que eso. NOTA: Resulta complicado analizar la película con mayor profundidad sin revelar al menos algunos de los secretos de la trama. Por eso invito a los que quieran debatir (con libertad de “spoilers”) esos secretos y la resolución de la trama, a hacerlo en los comments.
No es una novedad que en Hollywood, cada tanto, salen dos películas con muchas similitudes entre sí. Uno se pregunta cómo se generan estos casos, ya que nada es secreto en la industria. Es evidente que no se ponen de acuerdo (una debería cancelarse antes de empezar) y luego empieza una carrera contra el tiempo para ver quién llega primero. Pero aún así, es insólito. No sólo porque las dos películas tienen un tema general en común como el ataque a la Casa Blanca, sino que hasta los detalles de la trama son muy pero muy parecidos. Da la impresión, de hecho, que algún guionista echado de un proyecto se fue a escribir el otro, y para no perder tiempo lo dejó más o menos igual. Los ejemplos que recuerdo vienen de los años ’90: IMPACTO PROFUNDO vs. ARMAGGEDON, VOLCANO vs. LA FURIA DE LA MONTAÑA, HORMIGUITAZ vs. BICHOS y así. Todas estrenadas con muy poca diferencia entre ellas. Pero ninguna de esas duplas tenían el grado de similitud que tienen EL ATAQUE A LA CASA BLANCA con… EL ATAQUE. La primera, dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Gerald Butler se estrenó aquí en mayo. La segunda, dirigida por Roland Emmerich y protagonizada por Chaning Tatum, se estrena este jueves. Aquí no sólo el tema general es similar, sino muchísimo detalles de la trama. Las dos tienen a un agente del Servicio Secreto con necesidad de redimirse que, un poco casualmente, termina siendo la única conexión interna en la Casa Blanca para salvar al Presidente una vez que la toma se produce. En ambos casos hay un niño que es muy importante para el héroe (acá es una niña, la hija del protagonista). En ambos casos hay uno o varios traidores internos que trabajan en el Servicio Secreto y en los dos, también, el Vocero de la Casa Blanca es un personaje clave. Obvio que en ambos hay ataques aéreos a la Casa Blanca, misiles, helicópteros y todo lo demás también. White_House_DownHay diferencias, sí: los enemigos son distintos y aquí el Presidente (Jamie Foxx) se escapa por los pasillos de la Casa Blanca junto al protagonista (la otra es un poco más DURO DE MATAR, con el protagonista solo la mayor parte del tiempo) por lo que Butler allá tiene un protagónico un poco más excluyente. El filme de Emmerich, también, es más espectacular en cuanto a efectos especiales y acción, mientras que el otro se acomoda a un menor presupuesto centrándose más en acciones a menor escala. El tono es parecido. Si bien el anterior filme es más crudo y violento, ambos tienen esa mezcla de acción y comedia típicas de un cine que ya casi no se hace. La de Fuqua, en un punto, bebe más del cine de los ’80 -más crudo, violento y con espíritu clase B-, mientras que la de Emmerich apuesta a lo que Emmerich hacía en los ’90, en películas como DIA DE LA INDEPENDENCIA: similar mezcla de humor y acción pero en un marco menos crudo y más “espectacular”, más para toda la familia… si se quiere. A la hora de elegir me quedo con la de Fuqua: más intensa, brutal y “grasa”. Es casi un remedo gracioso de las películas de género “a escala humana”. La de Emmerich es a la de Fuqua, digamos, como DURO DE MATAR 3 es a DURO DE MATAR 1: más grande, más ruidosa, más desorganizada, menos clara, más sentimental y con un intento más obvio, por momentos, de ser “graciosa”. Aquí hay tanto puesto en la relación entre padre e hija (la niña es clave para el filme) que pierde todo sentido la lógica, si se quiere, geopolítica del filme. De hecho, los peores diálogos de la película son los que tratan de explicar los motivos del ataque: causa gracia ver a las personas más poderosas del planeta explicándose unas a otras banalidades acerca de “el complejo industrial militar” y cosas por el estilo… White-House-Down-25Ambas películas tienen muy buenos elencos y acá están desde Maggie Gylenhaal a Richard Jenkins, pasando por James Woods, Jason Clark y Lance Reddick. Sin embargo, la película no crece debido a eso, sino que apenas se hace más tolerable. El humor (y los “one-liners” están muy mal ensamblado en una trama que debería ser durísima -por los riesgos que conlleva- y la lógica del guión es absurda aún considerando la lógica siempre absurda que tienen este tipo de películas. En mi pequeña comparación, gana EL ATAQUE A LA CASA BLANCA. A juzgar por la taquilla internacional (aquella recaudó 160 millones de dólares con un costo de 70, mientras que la nueva anda por los 140 millones… pero costó 150), la gente también la prefirió. O, simplemente, vio la primera que se estrenó y le alcanzó con eso. Para vencer en la contienda, la de Roland Emmerich debería ser mucho mejor o muy distinta o más sorprendente. Pero no es ninguna de las tres cosas.
Estrenada en el final de las vacaciones de verano en los Estados Unidos, época de “vacas flacas” y de estrenos sin grandes perspectivas taquilleras, ¿QUIÉN *&$%! SON LOS MILLER? sorprendió superando los 100 millones de dólares de recaudación y sosteniéndose durante varias semanas en los primeros lugares, dejando atrás a otros títulos más esperados y comentados como TITANES DEL PACIFICO y ELYSIUM, entre otros. Se trata de una comedia ligeramente zarpada, ingeniosa por momentos, con escenas divertidas y otras que hacen recordar a las películas de los años ’80 (para bien y para mal), en la que Jason Sudeikis interpreta a un dealer de marihuana de poca monta que se ve forzado a viajar a México a buscar un enorme cargamento de droga y “arma” una familia para evitar que lo consideren sospechoso. Así, un dealer, una stripper veterana (Jennifer Aniston), un adolescente bastante nerd y una chica que huyó de su casa -cuatro perdedores, digamos, en los cánones hollywoodenses- terminan viajando juntos en una casa rodante hacia México y metiéndose en situaciones absurdas y, digamos, peligrosas. millers2Sudeikis y Aniston son muy buenos comediantes y logran que una comedia bastante simple, vulgar y hasta estúpida por momentos funcione por momentos muy bien. No se trata de las situaciones que tienen que atravesar -casi ninguna sale de lo obvio y previsible, incluyendo un “baile del caño” de Aniston y una doble de cuerpo- ni siquiera de diálogos particularmente ingeniosos. No, lo que ambos tienen (y buena parte del elenco secundario, desde los hijos interpretados por Emma Roberts y el británico Will Poulter hasta Nick Offerman, Kathryn Hahn, Ed Helms y Luis Guzman) es un timing cómico afilado, que funciona aún cuando no hay casi nada en la situación que lo amerite. Una situación de confusión sexual entre la falsa pareja de Aniston y Sudeikis y la que integran Offerman y Hahn -miembros de una familia que también vacaciona en casa rodante-, por ejemplo, tiene todo para ser impresentable. Y lo curioso es que, aún siéndolo, funciona bien. Y lo mismo pasa con los equivocos que generarán algunas curiosas actitudes sexuales de esta “familia”. Todas van hacia el chiste más simplista y tonto (zarpado y prohibido para menores, pero igualmente tonto), pero el elenco las saca casi siempre a flote, como un equipo de talentosos jugadores de fútbol que juegan en un equipo que dirigen unos entrenadores no del todo brillantes. Tienen recursos. Y se nota. Sólo basta imaginar lo que sería este mismo guión con un elenco improvisado o simplemente malo: insoportable. millers3Hacia el final la película cae, no excesivamente, en cierto exceso de corrección política y algunos toques banales de sentimentalismo de ocasión. Su director, Rawson Marshall Thurber, no logra acá repetir del todo los logros de DODGEBALL y LOS ROMPEBODAS, pero tiene la habilidad para sacar el máximo jugo posible a un material bastante pedestre, un intento por repetir el éxito de películas como QUE PASO AYER? poniendo a personajes fuera de lugar dentro de un universo de convenciones, como en este caso el de una vacación familiar. A la película le falta delirio, ideas, humor físico y hasta sorpresas para sacarla de la ruta más convencional y hasta tradicional de la comedia hollywoodense. Es por eso que uno termina pensando que es casi una hazaña que con un material tan menor por momentos se logren resultados más que pasables. En ese sentido, LOS MILLER prueba que el secreto para armar una gran industria no está necesariamente en las grandes superproducciones, sino en la capacidad para generar entretenimiento y risas con materiales trillados y hasta mediocres. Allí donde casi todas las “industrias cinematográficas” locales fallan hasta la vergüenza ajena, Hollywood sale muchas veces muy bien parado.
El de Mateo Garrone es un caso similar al de Jacques Audiard: su nuevo filme representa un paso atrás respecto al anterior. Ambos venían, respectivamente, de UN PROFETA y GOMORRA, dos películas muy celebradas acá y, en mi opinión, bastante valiosas. Aquí Garrone no hace una mala película, sino una menor, bastante obvia y, digamos, algo vieja. Este filme sobre un hombre cuya vida se transforma cuando es candidato para entrar en GRAN HERMANO -y empieza a enloquecer mientras espera que lo llamen y supone que lo deben estar espiando para ver si es viable para entrar a “la casa”-, tiene buenos momentos, situaciones disfrutables, un color local napolitano bien logrado, pero todo lo que se dice ya se ha dicho antes. Digo, THE TRUMAN SHOW hablaba de lo mismo y mejor hace… 14 años! Como exploración psicológica y sociológica no agrega mucho al discurso ya establecido sobre estos temas y como comedia tampoco es muy graciosa que digamos. No molesta, de cualquier manera. No es una mala película, sólo que esperaba más. Creo que todos esperábamos más de él.
LA GUERRE ESTE DECLAREE, dirigida por Valerie Donzelli, fue muy bien recibido en la Semana de la Crítica de Cannes y en su estreno francés. Tanto, que esta pequeña y extraña película fue elegida para representar a Francia en los Oscar. Esa elección tiene que ver, uno imagina, con una cuestión temática, ya que se trata de una pareja que debe luchar contra la enfermedad de su pequeño hijo. De cualquier manera, está muy lejos de ser una película convencional sobre ese tipo de temas. Al contrario, Donzelli debe haber inaugurado un extraño subgénero: la comedia musical sobre el tumor cerebral. O algo así. En realidad, los momentos musicales son pocos, pero definitivamente hay muchos momentos cómicos, livianos y bastante bizarros en esta historia autobiográfica, que dirige y protagoniza Donzelli junto con su ex marido y que se centra en lo que les pasó a ellos al descubrir que su bebé tenía un tumor, y todos los años de batalla (de “guerra declarada”) que pasaron. El riesgo es claro: a nadie le debe gustar ver una película sobre un niño enfermo, pero Donzelli le busca todas las vueltas posibles con un espíritu envidiable, uno que deja en claro que, como directora, tiene la misma energía y nivel de locura que su personaje (es decir, ella misma) tiene en la “ficción”. Donzelli se apoya en el Truffaut de JULES & JIM, en Jacques Demy, la primera nouvelle vague, y salta de allí a influencias como Christophe Honoré o Arnaud Desplechin para crear una película original, por momentos absurda, muy cinéfila pero nunca tanto como para que nos desentendamos de la suerte de los personajes. Es una historia emocionalmente fuerte y con algunas situaciones difíciles, en la que ese espíritu a prueba de todo que la pareja y el hijo demostraron enfrentando esa batalla está puesto en la estética optimista y hasta juguetona de la película. La-guerre-est-déclarée-Valérie-DonzelliPor momentos parece excesivo, casi irrespetuoso, es cierto (algo similar sucede con THE DESCENDANTS, otra “comedia de hospitales”, pero aquí los cambios de tono son aún más radicales), pero uno puede estar seguro de que esa energía está puesta sin ninguna intención de explotar de manera morbosa al espectador con los problemas que Donzelli haya tenido en su vida (algunos pueden no verlo así, y es entendible, la película corre por un límite difícil). Al contrario. Es, casi, la necesidad de compartir una experiencia vital con el público.
Lo que menos tiene la biografía de Steve Jobs es innovación. Y eso, considerando la fama del hombre que retrata la película, es poco menos que imperdonable. Se trata de una biografía cinematográfica a la antigua, de las que casi no se hacen más (tampoco se puede hablar de telefilme, porque ni los telefilmes se hacen así ya) y que consta en mostrar los grandes e importantes episodios de una persona, casi a la manera de santo o martir. Lo único diferente que la película se atreve a hacer es mostrar ciertos aspectos no del todo amables del creador de Apple (su egoísmo y falta de escrúpulos en muchos aspectos, su dificultad momentánea a la hora de reconocer a su primera hija, Lisa), pero tampoco profundiza demasiado en ellos. Son convenciones actualizadas de las biopics de los años ’30, no mucho más que eso. Otro problema que tiene el filme, uno que en este caso no me molesta, es que más que una biografía de Jobs es una historia de Apple. No sólo porque no se muestra casi nada de los trabajos de Jobs para otras compañías (como Pixar, nada menos), sino porque casi no profundiza en su vida fuera de lo laboral y lo que se muestra de ella sólo está para volver a conectarlo con lo profesional. Digo que eso no me molesta -en este caso- porque, tomando en cuenta el flojo nivel de la película en general y del guión en particular, creo que habría sido peor contar demasiado de su vida privada. De hecho, cuando uno se da cuenta que el filme no es demasiado creativo ni interesante, lo mejor que puede hacer es refugiarse en el universo Apple y verlo casi como una serie de “grandes momentos” en la evolución de las computadoras. jobs2Lo mejor que se puede hacer con los más de 130 minutos de JOBS es verlos desde ese lado, analizando la relación entre los nerds de los ’70 que inventaron las computadoras personales y cómo se conviertieron en multimillonarios egocéntricos, ver los cambios culturales que se produjeron alrededor (casi todo el filme transcurre en la era pre-internet y termina con el lanzamiento en 2001 del primer iPod) y, más que nada, disfrutar observando los cambios tecnológicos, de las primeras Apple a las Macs transparentes, pasando por la vieja y fallida Apple Lisa y las primeras Macs. Todo un viaje en el tiempo, al menos para los que nos fascina ese universo. Si los detalles de época no están mal, habrá que decir que el problema de la película tampoco es Ashton Kutcher. Si bien su performance nunca pasa del todo de la imitación (especialmente notable en la forma saltarina de caminar de Jobs), es una actuación digna, aceptable y medida. Y lo mismo pasa con el resto de los amigos/socios/adversarios de Jobs a lo largo de su carrera. El problema es otro y tiene que ver con una estructura narrativa trillada, escenas con grandes momentos musicalizados y llenas de revelaciones “importantes”. jobs3La película recorre y no detalla, está organizada como una rutinaria nota periodística sobre el tema, una llena de datos que podría estar escrita por un redactor apurado para sacarse el asunto de encima, consultando Wikipedias y otras fuentes de información online. El problema, parecería, es que ese redactor/guionista nunca entendió que su nota/guión necesitaba algún tipo de eje, de punto de vista. Y el editor/director, evidentemente, tampoco supo dárselo. Y si hay algo que la película deja en claro respecto de Steve Jobs es su obsesión por la presentación de sus productos y por la innovación tecnológica y estética, por pensar en desafíos a futuro, por resolver problemas aún no planteados en la industria. Siguiendo los razonamientos que hacía el propio Jobs, la película sobre su vida parece haber sido hecha por Microsoft.
Otra opera prima argentina con una mujer como realizadora, HABI, LA EXTRANJERA, el filme de la premiada cortometrajista María Florencia Alvarez, cuenta la historia de una joven de unos 20 años, de provincia, que viene a recorrer la ciudad de Buenos Aires haciendo deliveries de artesanías y que, en uno de sus recorridos, se topa con los miembros de una comunidad musulmana y luego decide instalarse en una pensión e ir integrándose, de a poco, en grupo. El universo que encuentra y el choque cultural que se produce son fascinantes, lo mismo que las sensaciones que empieza a atravesar “Habi” (Martina Juncadella, con un muy buen acento entrerriano) cuando conoce a un hombre (interpretado por Martín Slipak) allí que le interesa. Pero como debe habituarse a formas de relacionarse entre hombres y mujeres que son para ella algo particulares, la cosa no será tan sencilla. habiEl filme pierde algún interés al enfocarse tal vez demasiado tiempo en una subtrama ligada a la relación entre la protagonista y una vecina (brasileña) de la pensión. Y el conflicto que se planteará luego (algo relacionado al nombre que eligió usar para “hacerse pasar” por musulmana y la confusión que eso genera allí) no es tan fuerte como para convertirse en el centro del relato. Pero más allá de esas debilidades argumentales, el filme tiene grandes momentos (muchos de ellos en tono de comedia) y logra observar con bastante calidez un mundo que, para muchos argentinos, es totalmente desconocido. Así, la película termina siendo menos una exploración del mundo musulmán que una historia de descubrimiento y de identidad de una joven mujer.
STAR TREK no supo sostener, en la Argentina, la popularidad de otras sagas de ciencia ficción, ni televisivas ni cinematográficas. En algún momento fue exitosa (la serie comenzó a fines de los años ’60, pleno furor de la ciencia ficción, y en TV le fue bastante bien), pero no logró permanecer como hito de la cultura popular y se volvió una saga de culto casi sólo de fanáticos. Algo de eso queda claro en el título que le han puesto a la película en toda América Latina. El cambio es sutil: originalmente se llama STAR TREK: EN LA OSCURIDAD y acá se la presenta como EN LA OSCURIDAD: STAR TREK. Si habrían podido sacar el STAR TREK de ahí da la impresión que lo hubieran hecho (ver nota sobre el tema aquí). Hay algo entendible en esos reparos, especialmente cuando la saga no es inmensamente popular, ya que se entiende que pocos espectadores están al día con la serie original, las series derivadas, las películas previas (once, en este caso) y todos los materiales que han circulado en sus casi 50 años de existencia. Y queda claro también con la decisión de demorar el estreno local más de tres meses en relación al estadounidense para lanzarla en un mercado menos congestionado por los grandes estrenos previos. star-trek-into-darkness-chris-pine-karl-urbanLo curioso es que STAR TREK es de los mejores tanques del año (la mejor, en mi opinión, después de TITANES DEL PACIFICO), una superproducción hecha por buena parte del equipo que hará la nueva STAR WARS, empezando por su director, J.J. Abrams. Y es una pena que, a juzgar por los resultados del “reboot” de 2009 que dirigió también Abrams (que fue visto por 100.000 personas aquí, cifra ínfima para este tipo de películas), tal vez no vaya a ser del todo apreciada por más público. Sería un error. Es una muy buena película de aventuras. EN LA OSCURIDAD es la segunda parte de la nueva y relanzada saga, funcionando en un universo alterno/paralelo al de la anterior, con casi los mismos personajes pero con nuevas aventuras. Aquí, los problemas comienzan cuando el Capitán Kirk (Chris Pine) es relevado del comando de la U.S.S. Enterprise al desoír una directiva de su programa de exploración y revelar la presencia de la nave en un planeta tecnológicamente primitivo. Lo hace para salvar de una muerte segura a Spock (Zachary Quinto), quien -utilizando su lógica furibunda y extraterrestre- prefería dejarse morir que no cumplir con las reglas. Ese choque entre sensatez y sentimientos, entre corrección y pasión, será el tema que atravesará la película de principio a fin. Enfocado -humanamente hablando- en la relación entre ambos. star_trekHay una especie de ataque terrorista a una sede secreta de la Federación que lleva a reinstalar a Kirk en su cargo y a viajar con su nave a Kronos (el planeta de los Klingon) a liquidar al culpable, que se esconde entre ellos. Esto lo harán cumpliendo las órdenes del Almirante Marcus (Peter “RoboCop” Weller) y aún a riesgo de iniciar una guerra total, ya que los Klingon son los principales enemigos de la raza humana. Si esta situación tiene alguna similitud más que metafórica con cierto bombardeo de un 11 de septiembre y la reacción posterior de ir a cazar al culpable sin importar las víctimas colaterales, tal vez no sea del todo casual. Lo que sucederá después tendrá que ver con las idas y vueltas, las traiciones y engaños de esa captura que Kirk y los suyos hacen del supuesto Agente Hamilton, que finalmente develará ser uno de los clásicos villanos de la saga. Si bien allí los que no lo conocen de antes se perderán algunas referencias, no es demasiado problemático: los villanos se explican la mayor parte de las veces por sí solos. Y, en este caso, interpretado con enorme intensidad por Benedict Cumberbatch (el actor de la serie SHERLOCK y de películas como EL TOPO y CABALLO DE GUERRA), no hace falta mucho background para temerle. Ni para creerle hasta cuando miente. star-trek-into-darknessAlfred Hitchcock solía decir que “cuanto mejor sea el villano mejor será la película” y algo de eso es cierto en STAR TREK, aunque es cierto también que la fuerza del villano puede ser tal que los héroes se vuelvan casi una carga. En esas situaciones, no sólo el villano nos parece más atractivo como personaje, sino que nos cuesta creer que nuestros héroes -con sus dilemas morales- puedan hacerle daño. Pero Abrams logra superar ese escollo confiando en el trabajo en equipo del Enterprise (además de Kirk y Spock están los imbatibles Scotty, Dr. Bones, Uhura, Sulu y el cada vez más ruso Chekov) y en la idea de que la capacidad de saber utilizar los conocimientos y el talento de cada uno es lo que dará buenos resultados. Es una suerte de oda a la profesionalidad, al ingenio y -también- una celebración de la amistad y el sacrificio. Abrams no escatima con las escenas de acción pero, salvo una, casi todas son orgánicas y están narrativamente muy bien ensambladas entre sí. Uno de los combates finales, sin embargo, tiene la misma lógica de “daños colaterales” que la película intenta discutir y que ya es una marca de fábrica de esta temporada de tanques de taquilla, películas que, literalmente, arrasan con todo a su paso, sin importar quién muere en el camino. Hasta ese momento (que, uno imagina, fue puesto para darle un empujón de espectacularidad al filme o para demostrar que Abrams puede hacerse tranquilamente cargo de STAR WARS), la película mantiene sus escenas de acción y suspenso más acotadas a las naves en disputa, con engaños, desperfectos y un esquema hasta similar -en su aparente bajo perfil- al también usado por el coguionista Damon Lindelof en el final de GUERRA MUNDIAL Z. Star-Trek-Into-Darkness-10STAR TREK sigue una lógica también muy 2013 en cuanto a la narración cinematográfica, acumulando todo el desarrollo dramático en la primera mitad del filme para luego soltar la acción en la segunda. Pero a diferencia de, por ejemplo, EL HOMBRE DE ACERO, Abrams logra que esa escalada, si se quiere, armamentista, esté acompañada por situaciones dramáticas lo suficientemente interesantes como para que jamás se nos escape el costo humano de cada acción. La intensidad emotiva de Kirk (un Chris Pine que todavía da demasiado “joven calentón”) se complementa a la perfección con la dualidad de Kirk (excelente Zachary Quinto) a la hora de manejarse respecto a esos impulsos no racionales. La idea de consensuar ambas miradas del mundo puede ser una forma de hablar indirectamente del subtexto político de STAR TREK, tratando de contentar por igual a “halcones” y “palomas”, impulsivos y racionales, humanistas y vengativos. Pero la decisión definitiva de los tripulantes de la nave está más cerca de la misión pacifista y exploradora de los orígenes de la serie creada por Gene Rodenberry (los ’60 y su discurso contra la guerra de Vietnam) que de la más belicosa y revanchista que parece haber triunfado en la actualidad, tanto en la política internacional como en el cine. Pregúntenle si no a ese tal Clark Kent…