Con todos los sellos distintivos de Tim Burton, tanto estéticos como en sus excéntricos personajes y dosis de humor negro, “Miss Peregrine y los niños peculiares” recupera parte de sus esencias y ese universo insólito tan maravillosamente naif como despiadado. Tim Burton adapta la popular novela juvenil “Miss Peregrine y los niños peculiares”, de Ransom Rigg, una enigmática historia sobre niños extraordinarios y monstruos oscuros inspirada originariamente en unas auténticas e inquietantes fotos antiguas retocadas, y le agrega su maravilloso universo de ocurrencias visuales y la oscuridad característica a esos peculiares personajes naif tan tiernos como despiadados. Jacob Portman -Asa Butterfield- es un joven de 16 años que tiene un vinculo especial con su abuelo, pero ante la inesperada y extraña muerte del anciano, una misteriosa carta lo empuja a emprender un viaje hacia una isla remota de Gales para buscar el orfanato donde su abuelo se crió y descubrir si todas esas historias que había oído de niño fueron reales. Allí, Jacob encuentra las ruinas de un inusual orfanato donde hace muchos años vivían niños y adolescentes con habilidades especiales heredadas -llamadas aquí “peculiaridades”- bajo los cuidados de Miss Peregrine, pero que fue destruido por un bombardeo. Pero Jacob descubre en este lugar mágico que los niños están vivos, en una suerte de burbuja temporal, viviendo el mismo día una y otra vez específicamente el 3 de septiembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Mientras conoce los dones especiales de esos niños también descubrirá su propia "peculiaridad", y se vera envuelto en una aventura para ayudarlos a escapar de unas horribles criaturas que amenazan con destruirlos. Un mundo que se desenvuelve entre lo real y lo sobrenatural, con las señas distintivas del director en términos de estilo, estética y personajes que nos remonta a sus mejores títulos, como El joven manos de tijera -en las figuras podadas del jardín y el suburbio de clase media-, El Extraño mundo de Jack -la delgada, alta y estilizada figura emulada esta vez en la forma de monstruos huecos- y El gran pez -del cual toma los recuerdos idealizados e historias con características fantásticas transmitidas de una generación a otra, que pueden o no ser verdad, producto de la necesidad del personaje de disfrazar un pasado horroroso, así como la búsqueda de identidad-. Pero también amplía el abanico de referencias visuales, al menos en su primera parte, con una pizca de X-Men: Primera generación -Jane Goldman, guionista de aquella en 2011, no fue elegida al azar-, ecos de Hechizo del tiempo -en cuanto a la repetición del día-, El espinazo del diablo, de Guillermo del Toro -con ese plano espeluznante de la bomba cayendo sobre un orfanato- y hasta un ejército de esqueletos en una batalla que rinde tributo a Ray Harryhausen. Tras un inquietante comienzo, en el que no faltan los bosques con sombras y follajes que adoptan siluetas y una mansión estilo gótico en una misteriosa isla, el relato ira develando a estos niños y adolescentes increíblemente extraños forzados a revivir el mismo día por décadas sin que su cuerpo se altere. Universo de criaturas en el que Jake -gran interpretación de Asa Butterfield, el Hugo de Scorsese- deberá encontrar su destino junto a una niña capaz de hacer crecer plantas, un pequeño cuyo ojo funciona como un proyector de cine que proyecta sueños premonitorios, otro niño invisible, un joven capaz de dotar de vida a objetos inanimados injertándoles un corazón y una adolescente cuyo poder radica en manipular el aire, entre otros. Eva Green como Miss Peregrine y Terence Stamp como el abuelo Abe, aportan grandes actuaciones, a pesar de lo breve de sus participaciones, y Samuel L. Jackson es el caricaturesco villano Dr. Barron -mezcla de zombi con el Doctor Frankenstein y Bitelchús- que debe convertirse en psiquiatra y otros personajes para intentar su maléfico objetivo. En su segunda mitad los efectos especiales, que sobretodo rinden pleitesía al stop-motion, se imponen a los clímax y ritmos de misterio generado hasta entonces y dan lugar al esplendor visual, la aventura y acción de sus protagonistas, con un toque de humor dado por el personaje de Samuel L. Jackson y la necesaria mezcla de angustia y romance adolescente presente en la novela original. A pesar de lo atractivo y dinámico de los bucles temporales, la trama se olvida de anudar algún que otro cabo suelto -En algún momento se menciona que los peculiares no pueden regresar a la línea de tiempo real porque sus cuerpos envejecerían, sin embargo, en el desarrollo de la trama lo hacen más de una vez sin efecto alguno-, tampoco retoma la figura del padre sobre el final y el destino de Jake podría interpretarse de dos maneras diferentes, par dar pie a una hipotética secuela. Hay que destacar la impecable fotografía de Bruno Delbonel -Amélie-, el siempre destacado vestuario de Colleen Atwood -en su enésima colaboración con Burton-, y el detallado diseño de producción de Gavin Bocquet -Episodios I, II y III de Star Wars-. Miss Peregrine y los niños peculiares permite degustar nuevamente del fantástico y maravilloso universo de Tim Burton, con la extravagancia de sus personajes y el poderío visual de sus imágenes que mantienen al espectador con el ritmo y tensión de principio a fin, aunque hay que reconocer que estos nuevos personajes no alcanzan la fuerza poética y la melancolía que emanaba de los excéntricos y transgresores Edward, Ed Wood o Jack Skellington, por nombrar algunos de los que trascendieron. La idea de unos niños excéntricos con poderes especiales atrapados en una burbuja temporal recurrente, que les asegura la juventud eterna pero los incapacita para crecer y desarrollarse internamente, combinada con las paradojas temporales resultaba poderosísima en manos de Burton, quizá, para una especie de versión enfermiza de La familia Addams combinada con alguna Hostel, algo que por ahora seguirá siendo mi deseo para futuras realizaciones del director.
Cincuenta años después de la original "Los siete samuráis", de Akira Kurosawa, y su posterior remake "Los siete magníficos", de John Sturges con Yul Brynner a la cabeza de un elenco que también tenia a Steve McQueen y Charles Bronson entre otros, llega esta nueva versión del director Antoine Fuqua, fiel a la trama original pero con un reparto con diversidad étnica, por decirlo de alguna manera, intentando dotarla de una visión mas moderna que de paso seduzca un máximo número de audiencias y asegure la taquilla. La historia vuelve a un pequeño pueblo del Salvaje Oeste asediado constantemente por un abusivo y sin escrúpulos terrateniente que se quiere quedar con el pueblo por las malas, y cuyos habitantes deciden contratar a un grupo de forajidos para terminar con la amenaza y buscar justicia. A camino entre el homenaje a sus predecesoras y al género al que pertenece, con todos los elementos y referencias del western clásico y Spagueti western, donde no faltan las miradas desafiantes, el hábil manejo de pistolas, los decorados tan artificiales, territorios inhóspitos y las típicas dosis de violencia y humor, Fuqua despliega una narrativa rutinaria y convencional poniendo el acento en la composición de planos del paraje donde ocurre la acción, mas momentos de tensión que acción y por sobre todo en el elenco de protagonistas, acompañado de la enérgica banda sonora a cargo de James Horner, que compuso la música en secreto durante la preproducción del filme, antes de su fatal accidente de aviación. Sin profundizar en ningún personaje, exceptuando en cierto modo al de Ethan Hawke, ni con un desarrollo equitativo de los protagonistas, Fuqua aspira a representar las minorías con un reparto donde Denzel Washington es un caza recompensas de temple tranquilo que se encargará de reclutar al resto de hombres formados por Chris Pratt, un astuto y timador jugador de cartas -papel al que parece haberse suscrito en sus recientes películas como Guardianes de la galaxia o Jurassic World-; Ethan Hawke, un francotirador en su ocaso y su inseparable amigo oriental Byung-Hun Lee, que domina como nadie las armas blancas y aporta una pequeña dosis de artes marciales; Manuel García Rulfo, un forajido mexicano; Vincent D’Onofrio, un extravagante rastreador; Martin Sensmeier, un indio de pocas palabras y Haley Bennett, la viuda joven y valiente que busca justicia sin descartar venganza y que casi se convierte a lo largo del film en la octava magnífica que ayudará a deshacerse del villano de turno, un retorcido y cobarde terrateniente interpretado por Peter Sarsgaard, especializado en dichos papeles. Toda remake instaura cuestionamientos sobre el porque de su realización, desde la falta de ideas, la eventualidad de sacar partido a un material previo con cierto éxito en busca de mayores réditos de taquilla o captar ese público nostálgico habido de experiencias cinematográficas pasadas, pero lo cierto es que da la posibilidad de poder ver cómo un mismo material es tratado, tanto argumental como visualmente, en una época diferente.Así es como una remake de un clásico conocido podría llevar a los cinéfilos más jóvenes a buscar y disfrutar de excelentes historias y producciones cinematográficas que marcaron la historia del cine, aunque contemplando la realidad de nuestros jóvenes arriesgaría a decir que esta nueva versión acerca a las nuevas generaciones un poco de lo que fue aquel género puro. El western, ese genero que alcanzo su cúspide en los 50 y que inmortalizaron directores como Edwin S. Porter, John Ford, Sam Peckinpah y que luego reinventaron Sergio Leone o Clint Eastwood, con los años fue cediendo terreno ante la supremacía de la acción, el policial, el thriller y sus mezclas y tiene hoy fugaces apariciones en films como Django Desencadenado -2013- o Los 8 mas odiados -2015-, de Quentin Tarantino; Deuda de honor -2014-, de Tommy Lee Jones; El Renacido -2015-,de Alejandro González Iñárritu o Temple de acero -2010-, de los Hnos. Cohen, por citar algunos. Aquella remake de Los siete magníficos dirigida por John Sturges en 1960 tuvo grandes críticas y fue un gran éxito de público que generó tres secuelas y una serie de televisión de corta vida, convirtiéndose en todo un clásico del cine y al que se han hecho multitud de referencias y homenajes. Esta nueva versión de Fuqua, si bien explota muy bien en la primera mitad de la película las convenciones casi obligatorias del genero jugando mas con la tensión que con la acción propiamente dicha, el lucimiento visual de los escenarios y un par de escenas de tiroteos muy bien filmadas -coronada por la ametralladora- en la segunda mitad, no aporta nada en cuanto al desarrollo de los personajes ni algún otro aspecto de la historia, resultando al final indiferente al espectador. No falta la obsesión por la propiedad privada, la comunidad reunida en torno a la iglesia, el desarraigo, la lealtad, la fe, el honor y por sobre todo el ojo por ojo como único sistema de valores, en cuanto a temas se refiere, ni la mítica melodía que compuso Elmer Bernstein para la cinta de Sturges. Los siete magníficos no decepciona en su objetivo de entretener en sus más de 2 horas de duración pero si deja ese vació de promesa que hubiera significado el mismo reparto realizando un western original.
Rodada en blanco y negro y de corte netamente intimista, "La luz incidente" adentra al espectador en el drama de la protagonista en un relato donde lo formal se impone al contenido. Érica Rivas interpreta a Luisa, una mujer joven con dos hijas pequeñas que acaba de enviudar producto de un accidente automovilístico que se cobró la vida de su esposo y hermano. En realidad es una incógnita el plazo desde que aconteció dicha pérdida y las sugerencias familiares indican mucho mas tiempo, sin embargo actúa como si todo hubiese sido reciente. La llegada casi accidental a su vida de Ernesto -Marcelo Subiotto-, un hombre encantador e insistente que propone reconstruír todo, hace que Luisa comience a replantearse si es bueno vivir en el recuerdo y en medio de tanta oscuridad o dejarse iluminar a la luz de una nueva relación sentimental. La luz incidente nos adentra con la cámara en la vida de esta mujer rota que enfrenta un proceso de duelo que hasta el momento, sistemáticamente evitó, y que además deberá enfrentar la tensión entre el deseo, los mandatos sociales de la época y sentimientos ambiguos, ante la llegada de un acompañante ideal cuya perfección y carácter genera sospechas. A partir de la conformación de atmósferas, con sutiles planos y contraplanos o movimientos de cámara -se destacan los travellings circulares-, la fotografía en blanco y negro y la música de jazz, el relato va construyendo lentamente la historia de esta mujer melancólica que se resiste a dejar marchar el pasado. Érica Rivas demuestra nuevamente su gran talento, muy bien secundada por Marcelo Subiotto y Susana Pampín, en un papel que expresa más por lo gestual y las miradas que por los diálogos. La luz incidente pone el acento en lo formal y su estética para narrar con elegancia un conflicto intimista, pero al cual da la sensación que le faltan giros, sucesos o acontecimientos con el que el público quede atrapado de comienzo a fin, sin depender sólo de los instantes o atmósferas que subyuguen según el espectador.
La película dirigida por Todd Phillips, reconocido por la trilogía "¿Qué Paso Ayer?", apuntaba a ser una comedia pasatista del montón y quedar rápidamente en el olvido, pero sorprende por su critica y cinismo sobre una innegable realidad. Basada en hechos reales e inspirada en el artículo de Guy Lawson para la revista Rolling Stone titulado "The Stoner Arms Dealers", Amigo de armas da cuenta de como dos jóvenes aprovecharon una iniciativa del gobierno de Bush padre donde el gobierno concedía licitaciones a pequeñas empresas para que proveyeran al ejército norteamericano de diversos servicios, satirizando una triste realidad que aun continua y con un relato entretenido, mordaz y con buenas actuaciones. David Packouz -Miles Teller-, un joven que se gana la vida como masajista en Miami, se reencuentra con Efraim Diveroli -Jonah Hill-, su mejor amigo de la infancia, y ambos se adentran en el comercio de armas. Durante la guerra de Irak, aprovechan una brecha poco conocida en el sistema que permite a las pequeñas empresas pujar por contratos con el ejército de Estados Unidos, y empiezan con pequeños negocios que les permiten vivir la gran vida en Miami. Pero cuando la pareja de jóvenes logra un importante contrato armamentístico multimillonario con el Pentágono para suministrar armas a los aliados americanos del ejército afgano, los compromisos los exceden y se ven obligados a entrar en un mundo sombrío del cual será complicado salir. Guardando cierto parecido con Lord of War, en el que su personaje principal Nicolas Cage pasaba vertiginosamente de la buena vida y diversión a luchar por su vida, aquí también el relato comienza en tono de comedia para mudar rápidamente al drama con acertados toques de humor y una feroz critica al sistema, que no ahorra cinismo y nada tiene que envidiarle a documentales como los de Michael Moore. Al buen ritmo y los acertados dialogo del relato se suma la buena química entre Jonah Hill -con un papel similar a este en El Lobo de Wall Strett- y Miles Teller -quien sorprendió en Wiplash: Música y Obsesión-, muy bien secundados por Ana de Armas, Barry Livingston -Argo- y Bradley Cooper, entre otros. Lo que aparentaba ser una típica y simple comedia de esas que pasan rápidamente al olvido, sorprende como satiriza una innegable y triste realidad, que a pesar de los hechos, aun hoy supera cualquier ficción.
Después de 15 años y 4 entregas la manda creció y la primitiva ardilla Scrat sigue generando desastres interplanetarios, pero el ingenio y la chispa con el soporte de un buen argumento de la primera entrega a quedado casi en el olvido. Lejos quedo aquella primera entrega estrenada en 2002 en el que un grupo de animales salvajes devolverían a un bebé a la tribu de humanos mientras la primitiva ardilla Scrat, emprendía su infructuosa y permanente persecución de la bellota, en una trama original, con gracia y humor. Filme tras filme, La era de hielo ha ido perdiendo originalidad, y en La Era de Hielo: Choque de Mundos, la quinta película de la serie, la épica persecución de la escurridiza bellota de Scrat la catapulta a los confines del universo, donde accidentalmente dar forma a nuestro sistema solar y a la vez dirigir por accidente un monumental asteroide a la Tierra.Ante el inminente impacto del cuerpo celeste, será labor de Manny, Sid, Diego y el resto de los personajes que han conocido en entregas pasadas idear una forma de evitarle al planeta un fatídico destino. En esta nueva entrega, cada uno de los héroes originales ya cuenta con su pareja, a los que se sumaran el pirata-aventurero Buck, la abuela de Sid y nuevos personajes conforme emprenden la aventura, y los mejores momentos llegan precisamente de los personajes secundarios. Si bien temas como la unión familiar y conflictos de identidad están presentes, el epicentro esta puesto en la astronomía y una manera divertida de trasladar dicho tema al público infantil, con algunos guiños para adultos como el personaje de la mente de Buck, que hace referencia al astrofísico Neil DeGreasse Tyson, cuya voz original es del propio científico. La Era de Hielo: Choque de Mundos resulta visualmente atractiva, supieron imprimir su encanto al espacio exterior y el formato 3D esta bien aprovechado, pero en cuanto a la trama solo se resume a una mera aventura en la huida compuesta por una suma de gags independientes, que algunos funcionan y otros no, sobretodo aquellos destinados a un publico no tan infantil.
La superproducción Noruega incursiona el género catástrofe siguiendo fielmente la fórmula del género, sacando gran partido de sus majestuosos paisajes, con buenas actuaciones y efectos especiales que no tienen nada que envidiar a los grandes estudios de Hollywood. La ultima ola es el más reciente trabajo del director Roar Uthaug -quien muy pronto dirigirá el reboot del famoso videojuego Tomb Raider, protagonizado por la también nórdica Alicia Vikander-, que se adentra en el genero de cine catástrofe apostando a los imponentes y bellos paisajes noruegos, cierta inspiración en El día después de mañana y Lo imposible y un gran talento para saber hacer uso de los recursos con los que cuenta, desplegando una estructura tremendamente eficaz, simple y predecible, pero que atrapa al espectador de principio a fin. Partiendo de una base real ocurrida en la comunidad de Tajford -Noruega- en 1934, cuando los desprendimientos de montaña en uno de sus fiordos ocasionó un tsunami de más de 40 metros que acabó con la vida de 47 personas, la trama se ubica en la comunidad del estrecho fiordo noruego Geiranger, donde un grupo de científicos se encargan de monitorear cualquier desplazamiento milimétrico que sufra la montaña de Åkneset, ya que su desprendimiento podría causar un tsunami de más de 80 metros que en menos de 10 minutos llegaría al pueblo arrasando todo a su paso. Allí, un geólogo -Kristoffer Joner- a cargo del reducido personal del centro de vigilancia está a punto de dejar su empleo y marcharse del el pueblo junto a su familia para trabajar en la industria petrolera, pero irregularidades en las mediciones llaman su atención y un mal presentimiento se va concretando poco a poco hasta desatar la catástrofe. La ultima ola cuenta con una progresión dramática bien dosificada que no acaba con la ola y sus devastadoras consecuencias -efectos especiales que duran lo justo y necesario-, sino que se convierte en un survival donde simplemente hay que huir o tratar de refugiarse antes de que todo suceda y luego el padre sale en busca de su familia, sin transformarse en el inverosímil héroe del estilo La Roca en Terremoto: La falla de San Andrés que rescata a media comunidad, y que enfrentará como puede las desproporcionadas fuerzas de la naturaleza para reunir a su familia. Con actuaciones mas naturales y creíbles que ayudan a mantener la tensión de cada escena, el innegable carisma de su intérprete principal -Kristoffer Joner, uno de los actores Noruegos mas reconocidos-, y una fotografía que saca gran partido de las impresionantes e imponentes localizaciones naturales noruegas, La ultima ola es una digna y disfrutable película del género catástrofe cuyos efectos especiales no tienen absolutamente nada que envidiar a superproducciones de Hollywood, y demuestra claramente el talento de su director para optimizar los recursos con los que cuenta.
"El hijo perfecto" -traducción local que desorienta al referirse en realidad a hijas mujeres- resulta un interesante y cautivador film que aborda, desde la mirada de una niña, un drama familiar narrado con calidez, profundidad y sutiles dosis de humor. La directora sueca Sanna Lenken incursiona en el largometraje con este film que logra cautivar al espectador principalmente por las grandes actuaciones de sus protagonistas y un tratamiento narrativo que evita caer en la monotonía del sermón o la disertación basada en el lenguaje oral, y da curso a un relato en el que el espectador puede experimentar, en varios de sus pasajes, una doble sensación de ternura y congoja ante una historia cuyos protagonistas experimentaran la admiración, celos, amor y traición derivados de sus propios procesos de maduración así como afrontar una enfermedad muy común en la adolescencia como los desórdenes alimenticios. Stella -interpretada magistralmente por Rebecka Josephson- es una niña ingresando en la adolescencia que vive a la sombra de su hermana mayor Katja -Amy Diamond, toda una estrella del pop en Escandinavia-, una talentosa y hermosa patinadora a la que sus padres veneran, y en su admiración y afán por conseguir su atención descubre que su hermana mayor y modelo a seguir Katja esconde un trastorno alimenticio. Stella se ve obligada, por su hermana mayor, a mantener el secreto y se ve arrastrada a un círculo vicioso entre la mentira y la manipulación hasta que finalmente se quiebra y decide hablar dando luz a la verdad, transformándose así en pilar fundamental para comenzar la reconstrucción familiar. La historia se contextualiza entre el ámbito familiar y el educativo, tanto colegial como extraescolar, y el relato va develando los diferentes estratos del proceso sentimental por los que pasan sus protagonistas, donde el juego, la admiración, crueldad e intolerancia se entremezclan para configurar su verdadera identidad y capacidad para mostrarse ante el mundo. Las estupendas interpretaciones no sólo transmitan espontaneidad sino que se convierten en los cimientos estructurales de este film cuyo principal acierto radica en que el conflicto central no será el trastorno alimenticio de Katja -Amy Deasimont-, sino cómo afecta esta situación a la configuración de la incipiente personalidad adulta de Stella -Rebecka Josephson-, la verdadera protagonista de la película. El film también replantea temas actuales como la obsesión por el cuerpo y el grado de responsabilidad de las instituciones y la familia en cuanto a estimulación, motivaciones y modelo de conducta que no siempre terminan repercutiendo de la manera deseada. Un hallazgo de la producción sueca que cautiva al espectador de comienzo a fin y lo invita a reflexionar invadidos por una rara sensación de amargura y ternura a la vez.
Nuevamente inspirándose de forma libre en la obra de Lewis Carrol, esta ves con James Bobin -"Los Muppets"- en la dirección y Tim Burton en la producción, "Alicia a través del espejo" regresa al País de las Maravillas en una nueva aventura para salvar al Sombrerero Loco, enfrentándose al Tiempo y a la Reina de Corazones en una especie de odisea a través del tiempo en la que también descubriremos el pasado de varios de sus personajes. Partiendo del universo desarrollado por Burton en la anterior película y manteniendo los personajes y la coherencia estética, nos encontramos una Alicia convertida en capitana de su propio barco que a su vuelta a Londres deberá afrontar una difícil situación junto a su madre. Pero a su vez será llamada para regresar al Submundo, donde tendrá que embarcarse en una aventura a través de la Cronosfera del Tiempo para salvar al Sombrerero Loco -Johnny Depp-, sumido en una depresión tras descubrir que su familia esta viva. Cronosfera, que a manera de “MacGuffin” servirá no solo para desplegar grandes secuencias de acción visual, con algunos pasajes surrealistas muy bien logrados, sino para cruzarse con sus amigos y enemigos en diferentes etapas de sus vidas y descubrir el pasado de la mayoría de los personajes, especialmente el que llevo a convertirse en malvada a la reina de Corazones. Si bien es cierto que esta nueva aventura de fantasía poco tiene que ver con la realidad de Alicia -algo que Lewis Carrol siempre mantenía en conexión en sus libros y en el film lo mas significativo del mundo de fantasía para Alicia será aquella frase celebre del Sr. Tiempo “No se puede cambiar el pasado, solo podemos aprender de él” para decidir junto a su madre que hacer de sus vidas una vez que regresa al mundo real, no faltara el mensaje de rebelión femenina, la critica a los anticuados puntos de vista de la época sobre el papel de la mujer, la importancia de la familia y, sobre todo, aprender del pasado. El director James Bobin, fiel a la forma de rodar de Burton, junto a un gran diseño de producción y el suntuoso vestuario de Colleen Atwood, logran secuencias tan fabulosas como la inicial del barco, la casa del Sombrerero Loco, el palacio de la Reina de Corazones, el majestuoso reloj inmenso en el que vive Tiempo y los viajes de la protagonista en la Cronosfera, apoyado esta vez en un 3D con una gran profundidad de campo. Mención aparte y aplausos para la muy irónica y divertida escena de la mesa del te, en la que el Sombrerero y amigos se burlan del Tiempo con el juego del lenguaje. Si bien mantiene los personajes de la anterior y agrega algunos nuevos, es el Tiempo -mitad humano y mitad reloj- uno de los personajes más interesantes y complejos de la cinta interpretado magistralmente por un soberbio Sacha Baron Cohen, acompañado por sus esbirros, especie de Transformers adorables con una estética steampunk que se convierten en minutos y horas. Dinámica, entretenida y visualmente atrapante Alicia a través del espejo es una secuela que mejora a la película previa y deja la puerta abierta para futuros viajes.
Tras el éxito de taquilla conseguido en España por su antecesora "Ocho apellidos vascos" llega esta secuela que comparte los personajes, con algunos nuevos, y repitiendo la estructura de la anterior en cuanto a burla de costumbres y rasgos propios de una región. Si en la primera veíamos a un sevillano que para conquistar a la única chica que resistió sus encantos la sigue hasta su lugar de origen y se hace pasar por un vasco, ahora el chico andaluz -Dani Rovira- y la chica vasca -Clara Lago- no están mas juntos y ella está a punto de casarse con Pau -Berto Romero-, un artista catalán snob quien trama una boda para cumplirle el sueño a su abuela Roser -Rosa María Sardá-, que vive recluida en una masía convencida de que Cataluña ya es independiente -Anécdota que ya se vio mucho mas locuaz, mejor contextualizada y tan bien elaborada en la película Good Bye, Lenin!, de Wolfgang Becker -2003-, donde Daniel Brühl aislaba a su madre haciéndole creer que el muro de Berlín no había caído-. Así es como vascos y andaluces tratan de boicotear la boda con el catalán, en un relato que repite la formula de la primera pero sin la frescura y el ingenio de aquella para burlarse de los clichés y el regionalismo -tal vez porque los tópicos, lugares comunes y arquetipos sobre los vascos son más graciosos que el de los catalanes-, y por otro lado, toda la transgresión política, la parodia y la desmitificación nacionalista plasmada en la primera pierde aquí ante la historia de amor. En Ocho apellidos catalanes solo resaltan unos pocos gags estimables y algunos chistes demasiado simples alrededor del snobismo y la violencia policial de los Mozos de la Esquadra -"Venga, sea bueno, déjeme libre. Le dejó que me de con la porra en la espalda y que luego se haga un selfi con los moretones. Sé que eso le gusta"-, corriendo la mayor parte de las gracias por cuenta de la fingida independencia de Cataluña. Incluso la química entre los protagonistas Dani Rovira y Clara Lago, que tan bien funcionó en su momento, se diluye conforme avanza la trama. Es Karra Elejalde y Carmen Machi, quienes mantienen erguidos sus carismas y defienden los fragmentos más cómicos del relato, aunque por momentos parecen desaprovechados con giros dramáticos insulsos.
Un divertido homenaje y parodia al mismo tiempo de la industria Hollywoodense de la década de los 50 del siglo pasado, cuando los grandes estudios rodaban inolvidables musicales, westerns clase B, dramas ligeros y películas épicas, con el ingenio e ironía característica de los Coen. Si en 1991 los hermanos Coen, ganadores de cuatro Oscar por cintas como Fargo y Sin lugar para los débiles, nos mostraban en Barton Fink las entrañas y bambalinas de la industria del cine Hollywoodense convertido en un infierno desde la perspectiva de un guionista, ¡Salve, César! funciona como otra mirada, mas divertida y ligera de la edad dorada del cine americano. La omnisciente voz del narrador abre el relato en el que Eddie Mannix -interpretado por Josh Brolin- es un productor que trabaja día y noche para uno de los estudios más importantes del Hollywood de la década de los 50 -Capitol Pictures, exactamente el mismo para el que escribía Barton Fink-, encargado no solo de que se hagan las películas sino de arreglar todos los malentendidos de un universo tan caótico como estrafalario. Desde salvar a estrellas de medio pelo, enmascarar la mala reputación de divas embarazadas, cubrir estrellas caprichosas, adictas y descerebradas de periodistas insaciables, proyectar a la estratosfera a un cowboy cantante que apenas sabe hablar y hasta luchar contra un grupo de comunistas que se hace llamar “El Futuro” que secuestra a Baird Whitlock -George Clooney-, la estrella más grande del estudio. Un desgaste físico y moral que sólo lo equilibra mediante la confesión diaria que lo convierte irónicamente en una especie de santo de los estudios, que mientras absorbe los pecados del circo se cuestiona su trabajo y se replantea aceptar una jugosa oferta de la industria aeronáutica. ¡Salve, César! se mueve entre la ironía y la admiración a aquel Hollywood, con el personal y reconocible estilo de los Coen, que saben moverse muy bien en el cine dentro del cine y con gran vocación satírica del lugar y la época que retratan. Con guiños a prácticamente todos los géneros cinematográficos y fragmentos de películas que iluminaron el Hollywood de los cincuenta, como melodramas de George Cukor, coreografías acuáticas de Esther Wiliams, el cine bíblico de Cecil B. DeMille, western serie B, números musicales -la escena de Channing Tatum vestido de marinero cantando y bailando a lo Gene Kelly y jugando con la ambigüedad sexual es tan graciosa como genial en cuanto a homenaje por como esta filmada- y hasta la presencia del Film Noir con la con Femme Fatale incluida, ¡Salve, César! sabe como reírse de aquello a lo que representa y divertir al espectador con maestría y gracia. Los Coen saben rodearse de un ensamble de encantadoras estrellas que dan vida a los incontables estereotipos en un relato en el que cada uno tiene su momento estelar, incluidos la galería de secundarios y cameos tan bien aprovechados. Desde Josh Brolin, en el papel de Eddie Mannix -el hombre orquesta-, pasando por un George Clooney en modo bufón; Scarlett Johansson como la célebre y malhumorada actriz y Femme Fatale; Ralph Fiennes como un exigente director europeo de pasado oscuro; Channing Tatum bailando disfrazado de marinero gay y bolchevique ; Tilda Swinton en un doble papel de gemelas periodistas de chimentos, Frances McDormand como la montajista con aires psicóticos y hasta Alden Ehrenreich, interpretando a un actor de western que no sabe hablar a quien el estudio ha decido convertir en actor de drama, entre otras actuaciones. Sin la profundidad dramática de otros films de los directores pero más profunda de lo que aparenta y con más gags que trama, ¡Salve, César! tiene tanto de critica como de añoranza y la perspicacia propia de los hermanos Coen, que siguen siendo cínicos con los mercenarios métodos de Hollywood y lo ridículos habitantes de ese universo. Mención aparte para tres de las secuencias mas ingeniosas y divertidas de la película que quedaran en nuestras retinas; Una reunión de los líderes espirituales y popes religiosos con Mannix, para debatir si el tratamiento de Jesús en el filme ofende a su respectiva fe; la reunión de guionistas comunistas fieles a las doctrinas de Marx y a su interpretación del capitalismo, concientizando a Clooney para la formación de el hombre nuevo -en clara referencia a la Guerra Fría y lo que terminaría derivando en la Caza de Brujas de McCarthy-, y la de Channing Tatum huyendo en alta mar con su perro.