Cenicienta (la cantante pop Astrid S -Astrid Smeplass-) vive con su madrastra (Ellen Dorrit Petersen, caracterizada con un peinado similar al Drácula de Coppola) y con su hermanastra (Ingrid Giæver), quienes la tienen abocada al trabajo de sirvienta. Cuando el príncipe (Cengiz Al) busca una compañera para el baile real, se topa con cenicienta en el bosque helado. Ella evita una cacería deportiva, en clave ecologista, y asiste al baile despertando la furia de su familia. Tres deseos para Cenicienta (Tre nøtter til Askepott, 2021) revitaliza el clásico cuento al cambiar algunas pequeñas cosas para adaptarlo a los tiempos que corren. Cenicienta es aguerrida, luchadora y empoderada frente a las circunstancias adversas. Pelea por salvar al príncipe -y no al revés- para conseguir sus objetivos. El realismo buscado por la directora Cecilie A. Mosli se asemeja a la versión de Blancanieves y el cazador (Snow White and the Huntsman, 2012), sin embargo cuenta con ciertos toques fantásticos (las avellanas mágicas) sin llegar a exageraciones. Por ejemplo tanto los ratones, los búhos como las palomas, ayudantes de la protagonista, no hablan ni tienen forma humana. Las avellanedas mágicas le crean el vestido pero sin la necesidad de una hada madrina voladora. La ambientación en los nevados picos nórdicos le dan un toque distintivo a esta versión. El color blanco forma parte del paisaje y otorga un matiz de inocencia y pureza al relato y a la bondadosa protagonista. Así, el escenario se convierte en un protagonista más del clásico cuento, en esta aventura para toda la familia.
La película dirigida por Marc Forster (Cometas en el cielo, Descubriendo el país de Nunca Jamás) está basada en la novela de Fredrik Backman. Cuenta la historia de Otto Anderson (Tom Hanks), un anciano que se la pasa refunfuñando por las actitudes de sus vecinos hasta la llegada al vecindario de Marisol (la actriz mexicana Mariana Treviño) con su familia, lo que genera un cambio en su vida. Al principio de Un viejo gruñón (A Man Call Otto, 2022) hay ciertos momentos de humor negro con los intentos de suicidio fallidos del protagonista y sus actitudes despectivas hacia el resto. Pero la presencia de Hanks convierte al relato en un meloso drama de buenas intenciones con bajada de línea incluida. Resultan interesantes algunas ideas de la película apodada también El peor vecino del mundo. En primer lugar Otto es un gruñón pero nunca deja de ayudar a sus vecinos cuando estos lo necesitan. Lo hace de mala gana pero los ayuda, siempre. Una actitud que lo convierte en buena persona más allá de sus agresivos modales. Por otro lado, sus ideas conservadoras (comprar autos marca Ford, saber reparar “cosas”, respetar las normativas sociales) chocan con los hábitos de sus vecinos latinos que manejan autos automáticos y no saben instalar electrodomésticos. Esto no lo hace más “querible” al personaje sino alguien “útil” o “necesario” para los mexicanos. Un buen motivo para relacionarse. Los distintos flashbacks sobre el pasado de Otto (interpretado por el hijo del actor de Capitán Phillips, Truman Hanks) muestran la razón de su “enojo” con la vida, asociada a la pérdida de su esposa. Quizás el punto de mayor relevancia del film es la consciencia de Otto de que el mundo que alguna vez habitó ya no existe y, desde su mirada tradicional (no usa teléfonos móviles por ejemplo), todo entró en una decadencia insalvable y ya no vale la pena el esfuerzo. Son innumerables las “diferencias” con ese pasado mejor para el protagonista, que va desde los autos, objetos de ferretería que se rompen, actitudes antiéticas del mercado inmobiliario, las nuevas profesiones como periodismo de redes o la risoterapia, entre muchas otras. En ese mundo cambiante Otto encuentra en la noción de comunidad (compuesta ahora por la familia latina y el chico trans, entre otros), la contención y cariño que parece haber perdido. Y ahí entra Tom Hanks para decir una vez más, que las buenas acciones sociales aún tienen premio.
En la recaudación del año figuran entre las más taquilleras El teléfono negro (The Black Phone, 2021), Bárbaro (Barbarian, 2022), Smile (2022) y Terrifier 2 (2022), esta última de bajo presupuesto -costó 250.000 dólares- y recaudó 12 millones. Un negocio redondo para sus productores. La película arranca con un plano de la basura en un callejón, toda una síntesis de lo que estamos por ver, cine basura en estado puro. Pero Damien Leone, director y guionista, hace un sentido homenaje a ese cine bizarro en auge en los ochenta con sus lógicas narrativas, como si estuviéramos reviviendo producciones editadas directamente en VHS en aquellos años de cine de explotación. Terrifier 2: El payaso siniestro es ese tipo de film, gore hasta el ridículo, donde la historia que se cuenta importa menos que las impactantes escenas de desmembramiento humano de cada asesinato. La imaginación está puesta ahí, en las cabezas extirpadas de los cuerpos, tripas colgando, laceraciones de piel y chorros de gelatinosa sangre. Quien se impresione con estas películas no diga que no le avisamos. En esta oportunidad el payaso asesino del Condado de Miles resucita en la morgue y acosa en la noche de Halloween a Sienna (Lauren LaVera), una adolescente perturbada, y a su pequeño hermano Jonathan (Elliot Fulhan), mientras ambos sufren alucinaciones producto de unos siniestros dibujos que heredaron de su difunto padre. La gran invención de Leone es su monstruoso criminal. Art the clown aparece en los cortometrajes The 9th Circle (2008) y Terrifier (2011), cortometrajes incorporados a la película antológica All Hallows' Eve (2013) y luego en la película Terrifier (2016) donde el payaso es interpretado por David Howard Thornton. El serial killer no es un tipo con trastornos psicológicos, es una entidad demoníaca invencible como Jason Voorhees, Michael Myers o Freddy Krueger. Tampoco tiene motivos para su alocada matanza, es la representación del mal en todo su esplendor. Otro detalle es que el tipo no habla, sólo hace unos amistosos movimientos infantiles contrapuestos a sus irracionales arranques de violencia. Damien Leone sabe crear imágenes terroríficas. Hay un gran trabajo de diseño de escenografías, propias de un tren fantasma, y una música ochentosa propia de los films rememorados. El componente fantástico hace posible una trama alejada del realismo con el fin de generar un clima de pesadilla. O mejor dicho, una atmósfera surgida de la pesadilla de una mente enferma (Nightmares in a Damaged Brain, 1981). Al film le juega en contra su extensa duración, 138 interminables minutos para una historia que debía durar 85 minutos, como otras producciones del género. Es lo único que no coincide con los prototipos de un tipo de cine que -guste o no- tiene sus fanáticos por todo el mundo.
Secuela del felino aventurero con Antonio Banderas La segunda película en solitario del felino surgido de Shrek, introduce demasiados personajes en su heroica aventura. El gato con botas: El último deseo (Puss in Boots: The Last Wish, 2022) empieza con todo. El gato con botas (voz de Antonio Banderas) hace gala de sus actitudes heroicas y triunfantes frente al pueblo que lo alaba como un Dios. Personaje narcisista y divertido reafirma su leyenda en una enorme secuencia inicial llena de despliegue escénico, efectos visuales y virtuosos movimientos de cámara. Lo difícil ante estos prometedores arranques es mantener el ritmo y la tensión después. Es lo que le sucede al film dirigido por Joel Crawford, que si bien plantea con mucha gracia la pérdida de las 8 de las 9 vidas del protagonista, que lo deposita en un hogar mundano junto a otros gatos para tener una vida ordinaria, luego empezará a presentar una gran cantidad de personajes secundarios, cada uno con sus historias pasadas, que ramifican la trama y agotan al espectador. Algunos personajes son muy buenos, el problema es la cantidad. Primero tenemos el regreso de Kitty Patitas Suaves (voz en castellano de Veronica López Treviño), la versión femenina del gato con botas. Luego la presentación de Perrito (voz en español de Harvey Guillen), un peculiar chihuahua que oficia de personaje cómico, una especie de burro para Shrek, responsable de los momentos de humor del film. En el medio aparece la posibilidad de encontrar la Estrella de los deseos y con ella recuperar las vidas perdidas del gato con botas y así evitar el acecho de Lobo Feroz, una suerte de parca que sigue de cerca al protagonista. Pero en el camino por conseguir la estrella en cuestión, el gato con botas hará equipo con Kitty y Perrito y disputará el trofeo con Ricitos de Oro y sus tres osos, cuyas voces en español son de los argentinos Julieta Nair Calvo, Patricia Etchegoyen, Axel Kutchevatzky y Mariano Chiesa. Aunque a la carrera por conseguir la Estrella se suma también el gran Jack Horner y su ejército de pasteleros. Una infinidad de personajes que tendrá cada uno su presentación ralentizando el avance de la trama. Dicho esto, El gato con botas: El último deseo es una película que funciona, roba algunas sonrisas con los lugares comunes de los gatos domesticados ante los ojos del resistido protagonista y su espíritu heroico. Hay que tener en cuenta también que la colorida aventura se piensa a sí misma como un capítulo más del universo Shrek y no como una mega película para quedar en la historia. Y el resultado es acorde a sus objetivos.
Una comedia terrorífica de Fabián Forte Ni Sam Raimi se animó a tanto cómo Fabian Forte en esta divertida combinación entre humor negro y espíritus satanicos en un hospital neuropsiquiatrico. El director de La corporación (2012) y El muerto cuenta su historia (2016) demuestra un notable manejo del terror fantástico al pasar de un registro a otro y salir siempre bien parado. Al modo de Sam Raimi en los ochenta o Peter Jackson en el mismo período, hace un film de terror que bordea la parodia sin caer del todo en ella, en esta divertida película que juega con la locura y la cordura justamente en un hospital de salud mental. Pero no estamos frente a Hombre mirando al sudeste (1986) ni mucho menos. Porque el relato de terror sobrenatural se apodera de la historia contada por el protagonista, Antonio Poyju (German De Silva), un curandero qué pasó su vida luchando contra espíritus oscuros en la selva misionera. Aunque también es un hombre famoso por sus fantásticos relatos de demonios contados a sus compañeros del neuropsiquiátrico en el que está internado. ¿Sucedió entonces lo que acabamos de ver o es producto de su imaginación? Por ahí va la cosa, cosa de mandinga de la película. Legiones (2022), que estuvo en los festivales de cine de Sitges y Mar del Plata, también narra el clásico vínculo roto entre padre e hija. Una hija descreída de los poderes de chamán de su padre y un hombre que debe convertirse en héroe para salvarla. Historia clásica edulcorada por impecables secuencias de terror, bien producidas desde la puesta en escena y el montaje y una detallista edición de sonido para generar el clima necesario. También hay que destacar los impecables efectos especiales a la altura de las grandes propuestas del género. Forte, quien también aparece en la película dirigiendo la obra de teatro en el hospital, el clásico juego de la representación dentro de la representación, hace un cine de terror autoconsciente con un gran nivel de producción y un enorme dominio del terror fantástico que le permite pasar de un registro humorístico a uno truculento en minutos y nunca desentonar. Los actores habituales del fantástico nacional acompañan la divertida osadía, Moro Angheleri, Demian Salomón y Berta Muñiz, entre otros.
La apuesta fatal de Russell Crowe El actor de “Gladiador” dirige este film en el que interpreta a un magnate de los casinos online que busca saldar cuentas antes de morir. Juego perfecto (Poker Face, 2022) toma el género de apuestas para hablar de otra cosa, la redención de un millonario luego de ser diagnosticado con una enfermedad terminal. Para eso Jack Foley (Crowe) convoca a sus coequipers de juego (Liam Hemsworth interpreta a uno de ellos) para una última partida de cartas en donde los secretos salen a la luz. Paralelamente a eso unos ladrones ingresan en su propiedad y su mujer e hija adolescente quedan en peligro. El actor australiano, que ya había dirigido El maestro del agua (The Water Diviner, 2014), hace una segunda película en la que nunca encuentra el rumbo. Empieza apegada al género de apuestas con el glamour característico: autos de colección, lujosas mansiones, ostentación de poder, son de la partida. Pero el film da un vuelco hacia otro lugar, y el drama existencial se presenta en el personaje de Foley. Y a Russell no le da la expresión para transmitir los matices que la trama necesita. Esta densidad argumental le quita dinamismo y frescura a una trama que no encuentra su destino en ningún momento. Los hechos se suceden sin gracia ni razón de ser, mientras que todo se anuncia como una excusa para justificar la anhelada redención del protagonista. Ese juego que viene a reordenar la vida de sus seres queridos funciona solo de metáfora porque prácticamente no hay ninguna partida de cartas disputada. Como si una película de boxeo pudiese prescindir de la escena del ring. La película filmada en plena pandemia estuvo a punto de no realizarse. En palabras del propio Crowe “Estaba en un lugar particular porque mi padre había fallecido unos días antes de que surgiera esta pregunta: ¿intervendrás en un largometraje con cinco semanas de preparación antes de tu primer día de rodaje? El guión se ha convertido en un auténtico desastre, la película no tiene reparto, los decorados están sin terminar, estamos en una situación imposible... pero hay 280 personas que se quedarán sin trabajo, en una pandemia, si no dices que sí”. Una declaración que explica a la perfección el resultado final que vemos en pantalla.
Un universo imaginado para reflejar temáticas contemporáneas El film suma la crisis ambiental, la diversidad de género y las relaciones padre e hijo de generación a generación, en una misma historia de aventuras. Disney sigue incorporando los temas de coyuntura en películas que parecen más una excusa para transmitir mensajes que historias en sí mismas. Lo hace desde una evidente corrección política. El lugar de la mujer, la orientación sexual y la relación del hombre con el medio ambiente; son temas tratados con una intención más de agenda que funcionales al relato. Sin embargo, el film dirigido por Don Hall (codirector de Grandes héroes y Raya y el último dragón) y escrito por Qui Nguyen, se las ingenia para hacer una entretenida película con la presentación de personajes entrañables. Por un lado tenemos al abuelo, el legendario explorador Jaeger Clade (voz de Dennis Quaid), que parece sacado del popular género de montaña del cine mudo alemán. Historias de exploradores que con valentía y espíritu heroico atraviesan territorios desconocidos para conquistarlos: El hombre poseyendo la naturaleza. El hijo de Jaeger, Searcher (voz de Jake Gyllenhaal), no sigue sus pasos. Encuentra una extraña planta que produce energía para su pueblo y se convierte en granjero: El hombre extractivista. El hijo del granjero y nieto del explorador es Ethan (voz de Jaboukie Young-White), un adolescente introvertido al que le gustan los chicos, que tiene una mirada diferente acerca de la relación entre el hombre y la naturaleza. Una convivencia armoniosa con el ecosistema. Sólo él y su visión serán claves cuando se embarque junto a su familia en un mundo desconocido para evitar que una misteriosa plaga consuma a las plantaciones de su padre. Un mundo extraño (Strange World, 2022) rememora el clásico cine de aventuras, con escenas de persecuciones y peculiares personajes surgidos de ese universo de fantasía. Se destacan Splat, una criatura azul gelatinosa, y Legend, el perro sin una pierna de la familia Clade, como los ayudantes del protagonista que también traen los momentos de humor al relato. De esta forma elabora su parábola ambiental con ritmo, coloridos escenarios, y unos cuantos personajes adorables, para contar la misma historia de siempre: la necesidad de la unión familiar como núcleo fundamental de la sociedad moderna.
Identidades cambiadas en un policial de Matías Bertilotti La película filmada en Misiones parte de una problemática social asociada a la última dictadura militar para desarrollar un policial potente y efectivo. En el pequeño pueblo perdido en el mapa, Carmen del Sauce, hay un crimen. Muere el alemán (Ernesto Claudio) de forma misteriosa, un tipo querido por la gente del lugar. Llega un policía llamado Julian Gianoglio (Gaston Ricaud) a colaborar con la investigación del policía local (Carlos Santamaría). Pero sucede que el principal sospechoso (Nicolas Pauls) tiene el mismo nombre que él. Hallar al sospechoso y resolver el delito será la misión de este hombre. El hombre inconcluso (2022) desarrolla en dos líneas temporales su historia. El presente con la investigación del crimen y el pasado con los hechos previos al suceso de conmoción social. A medida que avanza la primera, los distintos flashback nos revelan la verdad escondida en el pasado. Una verdad ligada a los años de plomo de la Argentina. El director Matías Bertilotti nos sumerge en la sórdida historia que se cuenta, con un impecable trabajo técnico e inmejorables actuaciones. Actores muchas veces secundarios (salvo Victor Laplace, que interpreta a Reynaldo) trabajan desde una notable naturalidad para hacer creíble el cuento y trasladarnos al universo representado, además de una enorme cantidad de actores locales. Así la historia narrada tiene desarrollo y espesor dramático y no se siente una excusa para transmitir un mensaje social. La historia al servicio del relato y no a la inversa. La reflexión sobre el cambio con eco en el pasado esbozada al inicio -y retomada al final-, adquiere de esta forma un poderoso sentido filosófico pero siempre desde el placer de contar una buena historia sobre un pueblo chico en el que se oculta un infierno grande.
Un policial negro con ojos de mujer de Juan Bautista Stagnaro Sofía Gala Castiglione protagoniza el regreso del legendario director de “Casas de fuego” y “La furia” con un film que adapta tópicos del noir a tiempos actuales. Silvia (Sofia Gala) es la ex mujer de un policía fallecido en actividad. Sin saber mucho de los casos en los que estaba involucrado su ex pareja, recibe el pésame y objetos personales de parte de los oficiales. Varios hombres empiezan a acecharla a medida que ella empieza a investigar a personas que rodearon a su ex marido, mientras recibe la custodia del griego (Diego Velázquez). Stagnaro, quien también escribe el guión, pone a la mujer en el centro del relato. Una mujer fuerte, decidida y desconfiada de los hombres que pretenden manipularla. De esta manera introduce una novedosa mirada femenina en el policial argentino, con una heroína bien construida alejada de los estereotipos del género. No es una mujer fatal ni tampoco una sumisa ayudante. Una suerte de detective privado involucrada emocionalmente con los misteriosos acontecimientos. Otro punto a favor de Natalia Natalia (2022) es la enorme actuación de sus protagonistas. Tanto Sofía Gala como Diego Velázquez le dan naturalidad a sus personajes haciendo de sus escenas en conjunto momentos cargados de tensión y ambigüedad. A su vez, la historia de corrupción dentro de la fuerza es creíble y remite a infinidad de casos contemporáneos de Argentina. De esta manera se configura la clásica trama en donde nadie es lo que aparenta y cualquier personaje puede mostrar una cara diferente. Natalia Natalia es un policial negro con la tradición de los clásicos del género, que cambia roles en función de su época sin desentonar en ningún momento.
El pasado huele mal La película producida por Valentín Javier Diment, Vanesa Pagani y el director y guionista, Alejandro Cohen Arazi, sorprende por el nivel de detalle en la elaboración de un guion que habla del peso de una herencia ligada a la carne vacuna. Maximiliano (Demian Salomón) es un intelectual que vive en la ciudad y acaba de publicar un libro. Un día recibe un llamado: su padre acaba de fallecer y debe viajar a su pueblo natal (un pequeño pueblo rural del interior) y enfrentarse al pasado con el fin de resolver trámites ligados a la herencia. Lo interesante de esta película de terror psicológico es la astucia del director para incluir temáticas locales en el armado del relato. Por un lado tenemos la pluralidad de sentidos puestos sobre la carne vacuna, su padre era un terrateniente ganadero que denota poder económico pero también placer en el hecho de apuñalar la carne, deglutirla cruda, dejarla pudrir. A nivel simbólico el film configura varias capas de significado sobre el tema: El patriarca de la familia, el asado como ritual masculino y machista, el trofeo adquirido por dominar la bestia. Algo similar sucede con la herencia familiar: por un lado es una bendición económica pero por el otro es una condena, según desde dónde se la mire. El peso del pasado condiciona la libertad de elección del protagonista, esconde un costado tenebroso ligado a instintos primitivos. Siempre la metáfora es sobre el poder, oscuro y prepotente del cual es difícil librarse, sobre todo si está anclado a la tradición, y por ende naturalizado. Elementos que se articulan uno a uno en una trama que avanza de manera cansina hacia un final demoledor. El cadáver insepulto (2020) demuestra pasión por el género, pero también por construir un relato cuidadosamente elaborado que sutura tópicos criollos, a través de un arco dramático creíble y un cierre tan siniestro como contundente.