"Por la plata baila el mono" Sin pelos en la lengua, la ópera prima de E.L. Katz nos invita a pasar una divertida, salvaje y violenta noche de fiesta de la mano de 4 personajes completamente descabellados dispuestos a todo con tal de llevarse un par de billetitos al bolsillo. Bienvenidos a una joda única e inolvidable. Dos amigos se reencuentran después de un largo tiempo en un bar de mala muerte ubicado en una ciudad que chorrea aburrimiento. Ambos están momentáneamente sin trabajo, por lo que la ronda de cervezas y tragos solo tiene como objetivo tratar de olvidar sus problemas cotidianos y recordar las viejas y añoradas épocas. Sin embargo, cuando todo parece terminar en un grato encuentro, una pareja bastante peculiar los invita a su mesa y les propone realizar una serie de pequeñas apuestas por dinero. Las necesidades económicas, el alcohol y la vorágine de una noche que recién comienza serán el combustible de una alocada lista de pruebas que los amigos estarán dispuestos a cumplir sin importar hasta donde los lleve esta misteriosa competencia entre sí. Katz sortea sin mayores inconvenientes su debut en la pantalla grande de la mano de un arriesgado y por momentos exagerado guion (escrito por David Chirchirillo y Trent Haaga) y de un grupo reducido de actores que cumple con el objetivo de generar empatía y misterio en el espectador. La amistad entre los personajes principales (interpretados por Pat Healy y Ethan Embry) logra traspasar la pantalla gracias a la buena química entre los actores y eso, a medida que avanza la trama, se vuelve parte fundamental del film. Lo mismo se puede decir de la misteriosa pareja a la que le dan vida David Koechner y Sara Paxton quienes, sin caer en ningún momento en lugares comunes (que amenazan con irrumpir a la pantalla en más de una ocasión), dejan de ser los anfitriones de esta noche para convertirse en meros espectadores a medida que pasan las horas. El punto más alto de esta producción sin lugar a dudas es ese terreno gris bien elaborado donde se mueven todos los personajes. Ni buenos, ni malos, en “Apuestas Salvajes” solo hay personajes que se desenvuelven de forma inesperada al estar impulsados por la necesidad de satisfacer deseos simples y humanos. Tentaciones que, básicamente, tanto los protagonistas de esta película como nosotros podemos encontrar a la vuelta de la esquina. Quizás lo exagerado de las últimas apuestas y el brutal (e inesperado) desenlace no sean del agrado de todos aquellos que se dispongan a ver esta película que, si bien comienza como una propuesta en tono humorístico y sarcástico, es un fiel exponente del humor negro y corrosivo con el que se animan a trabajar varios realizadores independientes en la actualidad. Absorbente, divertida, pero sobre todo salvaje. “Apuestas perversas” es una gran forma de despedir el año ya que nos recuerda que, por más inocentes y familieros que aparentemos ser, todos tenemos nuestro lado oscuro a punto caramelo. Solo necesitamos financistas.
"El lado Campusano" Fiel a su filmografía y aferrado más que nunca a su característico estilo de realización, Campusano vuelve a sumergirse en el conurbano bonaerense para consumar una historia de venganza, revancha y redención a la que no le alcanza con meter las manos en el barro sino que también busca salpicarte por completo. “El Perro Molina” cuenta la historia de Molina (Daniel Quaranta), un malavida que acaba de salir de la cárcel con una fuerte convicción: no derramará más sangre en las diferentes actividades que le impone su estilo de vida. Sin embargo, mientras Molina presume entre los suyos su nuevo modo de encarar la profesión (algo así como un vegetariano del mundo criminal), un comisario recién separado (Ricardo Garino) lo arrastrará hacia todo eso que nuestro protagonista quiere dejar atrás. Así, en el momento menos oportuno de su nueva vida, Molina deberá lidiar con una mujer despechada devenida en prostituta (Florencia Bobadilla), un peligroso y joven delincuente (Assiz Alcaráz) y un proxeneta tan rudo como enamoradizo denominado “Calavera” (Carlos Antonio Vuletich). Rodada íntegramente en Marcos Paz gracias a una alianza entre el Municipio de ésta localidad y el Cluster Audiovisual de la Provincia de Buenos Aires, “El Perro Molina” es una propuesta que puede definirse básicamente por su gravedad: aterrizará en el espectador cual moneda impacta en el piso. Es decir, de un lado u del otro, para bien y para mal. Cara o seca, amor u odio, agrado u rechazo, blanco o negro. No hay términos medios a la hora de llegar a una conclusión sobre el sabor de boca que deja una producción tan personal y arraigada al ya característico modo de trabajo de su realizador. Personalmente tuve la oportunidad de ver esta película en el 29° Festival Internacional de cine de Mar del Plata, donde formó parte de la competencia internacional de largometrajes junto a un grupo de películas que no solo ofrecían argumentos y un apartado técnico de mejor calidad, sino que también estaban impulsadas por la búsqueda de otros objetivos. De cara al estreno comercial de un film como “El Perro Molina”, si bien el panorama no cambia demasiado (ya que la cartelera ofrece producciones tan variadas como interesantes), hay que decir que quizás no sea un terreno lo suficientemente cómodo para que una película de estas características se desenvuelva de forma correcta y logre acaparar la atención de un público amplio y numeroso. Lejos también de ambos extremos (ni se trata de un film netamente destinado a recorrer festivales, ni de una película con aires de anclarse en la cartelera argentina), “El Perro Molina” es una propuesta que debe consumirse, o mejor dicho, encararse desde un solo lado para que termine convirtiéndose en algo placentero y divertido. Esa posición de privilegio, es la vereda Campusano.
"Los duros también tienen corazón" El último trabajo del exquisito James Gandolfini viene acompañado de uno de los mejores papeles que ofreció hasta la fecha ese actor multifacético y talentoso llamado Tom Hardy. “The Drop” es una película que, si te gustan los tragos amargos y te llevas bien con los grises, se convertirá en una de tus favoritas de este año. Dennis Lehane (autor de oscuros policiales como “Desapareció una noche” y “Río místico”) expande aquí su idea del cuento “Animal Rescue” y consigue un libreto sencillo, atrapante y sobre todo emotivo que el realizador Michaël Roskam (la nominada al Oscar “Bullhead”) logra adaptar audazmente apoyándose en un reparto de lujo. A los ya mencionados trabajos de Tom Hardy y James Gandolfini se le suman la siempre contundente Noomi Rapace (“Prometeo”) y los correctísimos Matthias Schoenaerts (“Metal y hueso”) y John Ortiz (“Miami Vice”). Todos juntos sostienen un policial que, fiel a los trabajos anteriores de Lehane, escapa de los lugares comunes del género y se caracteriza por mantener la tensión por las nubes con personajes grises y situaciones imprevisibles. Con la mafia siempre merodeando por un bar ubicado en uno de los barrios de Brooklyn más fríos y desoladores (retratado de gran forma por la fotografía de Nicolas Karakatsanis), Roskam juega con el espectador ofreciéndole una serie de personajes que, por más humanos y sensibles que parezcan, esconden secretos de un pasado que los atormenta y los amenaza latentemente con devolverlos al infierno. Precisamente ahí, en esa magnífica convergencia entre un pasado tormentoso y la búsqueda de un futuro esperanzador y cálido, es donde los personajes brillan, no solo por las interpretaciones de los actores que los personifican, sino también porque nuestros protagonistas parecen desnudarse frente al público buscando un perdón definitivo que los libere de una vez y les permita comenzar de nuevo con sus vidas. Tan explícita resulta la alegoría que propone Lehane en “La entrega” (como así también en “Animal Rescue”) que es imposible no emocionarse con algunos momentos que parecen irrisorios para el género policial, pero que para esta película terminan siendo claves. Las visitas a la iglesia de Bob, su sobreprotector vínculo con su pequeño cachorro y la familia disfuncional de Marv sirven como justificativos anticipados de un modo de actuar inesperado en las distintas situaciones drásticas que deberán sortear. Incluso el acertado final de “La entrega” termina siendo una pequeña caricia para los habituales consumidores de producciones de este estilo, quienes mal acostumbrados a consumir películas de calidad inferior u regular, se olvidaron que incluso hasta los más duros también tienen corazón.
"Muchos metros bajo tierra" Una producción que recorre distintos géneros, sin apoyarse sólidamente en ninguno, difícilmente pueda consolidarse como una propuesta cinematográfica interesante. Esa es la principal falencia que presenta el último trabajo del realizador John Erick Dowdle. “Así en la Tierra como en el infierno” arranca, al igual que la mayoría de las películas mediocres del subgénero “found footage”, con personajes poco interesantes embarcándose en misiones infundadas basadas en mitos populares. En esta ocasión el puntapié inicial lo da un grupo de jóvenes que decide recorrer las catacumbas de París en búsqueda de la piedra filosofal de Nicolas Flamel. Una vez que dejamos atrás los motivos que impulsan a nuestros protagonistas a adentrarse de forma ilícita en estos túneles subterráneos, y nos sumergimos de lleno en la oscuridad del famoso cementerio, aparecen los problemas. Y estos conflictos no solo afectan al grupo de exploradores, sino también a los espectadores de la película. Los hermanos Dowdle (John tras las cámaras y Drew escribiendo el guión) pierden por completo las riendas de su trabajo a medida que los personajes del film descienden cada vez más en búsqueda de su objetivo y, lo que en un momento se perfilaba como un film de terror, desemboca en el terreno de las aventuras fantásticas con pequeños tintes de drama muy mal desarrollado. Por ejemplo, las pesadillas y los miedos que azotan a nuestros personajes son completamente previsibles y ya las viste en más de una película. ¿Cuánto falta para que los guionistas dejen de utilizar los clichés de las familias divididas y los accidentes automovilísticos para atormentar personajes? Lo mismo sucede con la historia de amor entre los dos protagonistas, que es completamente patética y predecible. Jugar con la llamativa idea de un supuesto descenso al infierno, sin caer en incorrecciones políticas dignas y necesarias del género, no fue una tarea sencilla para los realizadores de “As Above, So Below”. Queda claro que se sintieron muy incómodos tratando de adaptar tamaña idea a un producto para adolescentes y falsos fanáticos del terror. De ahí que el resultado solo conformará, sobre todo por su formato, a aquellos que defienden y celebran a los gritos y alaridos la paupérrima saga de “Actividad paranormal”. El inexplicable, abrupto y completamente desubicado final de “Así en la Tierra como en el infierno” es un ejemplo contundente de lo que sucede cuando los grandes estudios (en este caso Universal y Legendary) someten a realizadores, que tampoco cuentan con el talento necesario para lidiar con tal responsabilidad, con el fin de obtener películas de terror “aptas para todo público”. “Así en la Tierra como en el infierno” prometía ser una interesante visita a las tierras de Lucifer, pero lamentablemente terminó siendo un paseo turístico más del que, si pones voluntad, podes salir sin despeinarte. Un fracaso tan grande que tiene un descenso garantizado al infierno de lo peor del año. Si lo que buscas es una buena película de terror de los hermanos John y Drew Dowdle, te recomiendo la macabra “The Poughkeepsie Tapes”. Ahí vas a encontrar, también a modo “found footage”, una propuesta que te va a quitar el sueño.
"No hay vuelta atrás" Una carrera desesperada contra el tiempo en búsqueda de la supervivencia humana y un viaje a la profundidad del espacio eran los tópicos que prometía desarrollar Christopher Nolan en su última película. Sin embargo, “Interestelar” es mucho más que todo eso. Trascendencia, amor y tiempo se convierten no solo en los verdaderos pilares sobre los que se apoya una de las películas más ambiciosas de los últimos años, sino también en los verdaderos aspectos humanos sobre los que reflexiona de forma abrumadora ese tremendo artista moderno llamado Christopher Nolan en su más reciente trabajo. Obnubilados por su faceta más comercial y popular, compuesta por la trilogía de Batman más lograda del séptimo arte y sus proyectos intermedios (entre ellos la vertiginosa “El Origen”), nos olvidamos de la verdadera cara de este grandioso realizador. Aquella que, sin tapujos e impulsada por el afán de cautivar al espectador, se animaba a contar historias profundas de forma poco convencional. Con “Interestelar” Nolan vuelve a regalarnos esa clase de experiencias cinematográficas que nos cautivan a primera vista y nos avasallan con todo su esplendor durante un largo tiempo una vez finalizado su visionado. Y lo más importante es que finalmente lo hace a través de un complejo y elaborado film de ciencia ficción, una deuda pendiente para un realizador que es comparado constantemente con Stanley Kubrick, responsable de una de las películas más emblemáticas del género. El gran acierto de “Interestelar” reposa en que logra atrapar al espectador durante casi tres horas de metraje ofreciendo un relato que combina de forma eficaz dos géneros muy compatibles (cuando están bien trabajados) como lo son el drama y la ciencia ficción. Gracias a un afilado y recargado guión del que se despliegan tantas aristas interesantes y profundas durante toda la trama, la película no recurre en ningún momento a las grandes escenas de acción a las que Nolan nos tenía acostumbrado. Aquí no hay espectaculares persecuciones como las que presumía “El Caballero de la noche asciende” ni peleas en pasillos sin gravedad como en “El Origen”. La riqueza técnica de esta propuesta “solo” radica en una excelente fotografía del sueco Hoyte Van Hoytema (“Let me In”), una dinámica edición de Lee Smith (“El Caballero de la Noche”) y una emotiva banda sonora compuesta por Hans Zimmer, una pieza cada vez más fundamental en los trabajos de Nolan. Párrafo aparte para el trabajo de Matthew McConaughey, quien se desenvuelve de gran forma en el papel más importante de esta superproducción y logra traspasar la pantalla en más de una ocasión. No obstante, la escena que lo tiene solo a él como protagonista, sentado frente a un monitor luego de una misión fallida, es por lejos la más apabullante y deja en evidencia el gran momento profesional que atraviesa este actor. No quedan dudas de que “Interestelar” dividirá aguas entre aquellos que buscaban solo entretenimiento y aquellos que están dispuestos a dedicarle su tiempo a una historia cuya mayor riqueza se encuentra después de minuciosa lectura entre líneas. Pese a esto resulta imposible dejar de celebrar, más allá de las conclusiones personales, el auspicioso camino que recorrió Christopher Nolan para convertirse en uno de los realizadores cinematográficos más importantes de los últimos tiempos dentro de la industria hollywoodense y que encuentra aquí el punto consagratorio de su carrera: la verdadera obra de arte. “Interestelar” se erige de forma inamovible como su obra más elaborada y el verdadero antes y después dentro de su filmografía (pese a que con la salida de sus últimos trabajos nos vimos obligados a decir lo mismo). Por eso hay que saber valorar y apreciar en ella no solo la intención y el resultado, sino también ese fantástico impulso que tuvo Nolan como director y guionista a la hora de concretar una película que representa un verdadero salto al vacío. Así como a “Memento” le tomó unos años dejar de ser un thriller para convertirse en un verdadero rompecabezas inoxidable frente al paso del tiempo, “Interestelar” es hoy una de las películas más grandilocuentes jamás filmadas dentro de la industria del cine. ¿Qué destino le tienen reservado el correr de los próximos años? Quizás convertirse en un hito generacional de la misma talla que “2001: Odisea en el espacio”. Solo el tiempo lo dirá. La cuenta regresiva ya comenzó.
"La muerte le sienta bien" ¿Puede una historia para los más pequeños tocar temas como la amistad, el amor, el destino y la muerte sin cometer equivocaciones que provoquen el rechazo de sus espectadores? La respuesta de tamaño interrogante la encontrarás ni más ni menos que en “El Libro de la vida”, una solida aventura animada presentada por Guillermo del Toro. Oficiando nuevamente como productor, el director de “Titanes del Pacífico” no tuvo mejor idea que apoyar y darle rienda suelta a la creatividad del realizador mexicano Jorge Gutierrez para que este pudiera concretar su universo soñado. Un universo colorido, mágico y sobre todo llamativo que hará las delicias de todos aquellos grandes y chicos que estén dispuestos a dejar a un costado el lado más oscuro de la muerte. Alejándose por completo de los componentes más dramáticos y brutales relacionados al inevitable destino, “El libro de la vida” triunfa como una digna película para todo público gracias a apoyarse no solo en la cultura mexicana sino también en una de sus celebraciones más tradicionales: “El día de los muertos”. Una festividad donde miles de personas celebran la vida rememorando a sus seres más queridos ya fallecidos que funciona como el eje central sobre el que giran las aventuras de nuestros protagonistas. Manolo (en las voces originales interpretado por Diego Luna) y Joaquín (Channing Tatum) son dos amigos de la infancia que, por una apuesta de dos figuras ancestrales conocidas como Xibalba y la reina de las almas, deberán competir por el amor de María (Zoe Saldana). Valiéndose cada uno de sus armas y sus aliados, los amigos oriundos de México atravesaran distintos caminos, sortearan toda clase de obstáculos y estarán dispuestos a, literalmente, dejar la vida con tal de ganarse el corazón de su enamorada. Con un apartado técnico de soberbia jerarquía (donde además hace su magnífico aporte el compositor argentino Gustavo Santaolalla con una banda sonora para todos los gustos) y un guión ingenioso que atrapa con un enorme despliegue de personajes y situaciones cada vez más divertidas, “El libro de la vida” no tiene demasiados inconvenientes para convertirse en una de las mejores películas animadas del 2014. Eso sí, lo que no puede faltar a la hora de asistir a esta fiesta es predisposición para encontrar belleza y alegría en lo que, suponemos, nos espera más allá de nuestros sueños.
"Crónicas de un sospechoso" Una introducción soberbia en donde demuestra toda su jerarquía como realizador le alcanza a David Fincher para sumergirnos por completo en el que puede considerarse el verdadero relato salvaje de este 2014. “Perdida” se divide claramente en dos grandes partes; por un lado esa armoniosa introducción (que se extiende por más de una hora) en donde todo lo que sucede mantiene atrapado al espectador debido al pulso de Fincher para tratar con realismo un tema complicado, como lo es la desaparición de una mujer, que también trae aparejado otros problemas importantes de la vida moderna: la violencia de género, el tratamiento mediático de una tragedia y las relaciones amorosas que con el paso del tiempo se vuelven tóxicas. Sin embargo, la otra mitad de “Perdida”, no tiene dificultades en erigirse como una faceta completamente distinta de la misma historia y así como resulta llamativamente sencillo identificar ambas partes, también lo es aceptarlas. Ambos extremos del nuevo trabajo de Fincher convergen para ofrecer una de las películas más atrapantes, dinámicas y sobre todo polémicas de este año. Apoyándose en los recursos que siempre supo explotar de forma perfecta, el director de “Pecados Capitales”, “El Club de la Pelea” y “Red Social”, consigue con “Perdida” una película redonda y certera. Si bien los más exquisitos pueden llegar a dejarla fuera del podio de lo mejor que supo ofrecer Fincher, seguramente el paso del tiempo le tendrá asegurado un cómodo lugar entre sus trabajos más importantes. Las actuaciones de sus dos protagonistas principales son las piedras angulares donde reposa gran parte de la trama. Ben Affleck y Rosamund Pike sortean sin sobresaltos una película exigente debido al sinuoso camino que recorre su metraje. Dentro de esa partida, sin dudas, sorprende muchísimo más lo de la actriz británica a quien vemos en el que quizás sea el mejor papel de su carrera. Dentro del plano actuaciones, es necesario dedicarle un párrafo aparte al tremendo elenco de secundarios, al cual Fincher y el guionista Gillian Flynn (autor de la novela homónima en la que está basada la película) exprimen al máximo para trabajar los distintos matices dentro del abanico de subtramas que presentan. Aquí los aplausos se los lleva el comediante Tyler Perry, quien encarna a un abogado de antología. Nuevamente la edición y la musicalización de sus habituales colaboradores (Kirk Baxter y la dupla Trent Reznor & Atticus Ross respectivamente) ayudan a Fincher a destacarse por encima del resto de los realizadores que trabajen en la actualidad dentro del circuito comercial. El valor agregado que estos dos elementos le otorgan a “Perdida” no es otra cosa que la facilidad con la que el espectador se dispone a ingerir lentamente una historia que comienza como un drama moderno y termina siendo un retrato realista sobre el amor en su estado más salvaje. Es imposible imaginar un traspaso a la pantalla de “Gone Girl” en manos de otro realizador. Fincher cuenta no solo con un talento intrínseco para generar tensión y dotar de dinámica a sus historias, sino que también presume la capacidad de saber rodearse siempre de gente talentosa a la hora de contar una historia atrapante. Toda la riqueza que “Perdida” tiene para ofrecer depende de la facilidad con la que estamos dispuestos a disfrutar de un proceso repleto de cambios abruptos, sin detenernos a analizar sus detonantes y sus consecuencias, cuyo único objetivo es llegar a la verdad sin importar lo dura y chocante que sea. Relato y retrato. Victima y victimario. Para resolver un crimen perfecto, siempre fue necesario jugar con ambos extremos.
"Viento, dile a la lluvia que quiero volar" Un elenco integrado completamente por actores semi desconocidos y un guión repleto de clichés salen al rescate de un subgénero olvidado dentro del cine de catástrofes. ¿Lo consiguen? Milagrosamente sí. Steve Quale (un director que cuenta apenas con dos largometrajes como realizador) y el guionista John Swetnam (también, un trabajador con muy pocos proyectos en su filmografía) logran construir una divertida propuesta de aventuras que evoca al mejor cine de catástrofes naturales aprovechando al máximo un apartado técnico que sí o sí debe disfrutarse en la pantalla grande. La premisa de “En el tornado” es simple: un grupo de “cazadores de tormentas” (créanme que esta profesión existe en la vida real) se cruza en el camino de distintos habitantes de un pequeño pueblo de los Estados Unidos que está a punto de sufrir las consecuencias de un fenómeno natural nunca antes visto. Filmada por momentos de forma tradicional y alternando muchas escenas de acción capturadas a modo “found footage”, la película logra mantener al espectador atornillado a su butaca cada vez que aparecen en pantalla los verdaderos protagonistas de esta historia: los tornados. Con grandilocuencia exagerada, un andar furioso y destructivo y apariciones completamente impredecibles, los tornados se llevan por completo los aplausos en una película que obtiene un importante punto a su favor gracias a no recurrir ni a la violencia ni al peso dramático que sí caracterizó a otras producciones de su estilo estrenadas recientemente (el último gran ejemplo fue “Lo imposible” de J.A. Bayona). Otro gran acierto es la dinámica del relato que, si bien tambalea en los momentos que se apoya en dos facetas que no terminan de convencer (el drama familiar con el que arranca el film y el humor absurdo de los personajes secundarios desparramado por distintos momentos), en definitiva logra que los 90 minutos que dura la película se pasen volando. Y no es un chiste fácil. Párrafo aparte para el Tumbler de Batman que vuelve a la pantalla grande para robarse varios momentos épicos de la película. Al parecer, Alfred organizo una subasta luego del “deceso” de Bruce Wayne y lo terminó comprando este grupo de cazadores de tormentas a muy buen precio. Si buscas una propuesta de la talla de “Twister”, o un drama bien actuado y lacrimógeno como “Lo Imposible”, esta película claramente no apunta a colmar tus expectativas. En cambio, si lo tuyo pasa solo por satisfacer ese placer culposo de ver volar toda clase de objetos por los aires gracias al paso de un tornado, aquí tenés una oferta inmejorable para pasar un buen rato sin despeinarte.
"Retratos de una obsesión" Plagada de verborragia sin sentido y protagonizada por un elenco reconocido y exitoso que pasa más tiempo en los carteles promocionales del film que en el propio metraje, el nuevo trabajo del siempre arrogante realizador Terry Gilliam no cumple con todas las expectativas puestas en él. Gilliam, del que no hace falta nada más que recordar su pasado en “Monthy Python” y alguna película excelsa dentro de su filmografía como lo fue “Brazil”, regresa después de un largo tiempo a la pantalla grande para ofrecer una irregular y bizarra historia de ciencia ficción protagonizada casi por completo por un único actor (el gran Christoph Waltz) y apoyada en un colorido y llamativo diseño de producción. La premisa de “Un mundo conectado” nos propone seguir de cerca la vida de Qohen Leth (Waltz), un extraño sujeto plagado de fobias que también es adicto a su llamativo trabajo: destruir elementos metafísicos que le permiten resolver problemas existenciales necesarios para el correcto andar de una inmensa compañía liderada por un sospechoso gerente (Matt Damon con un personaje intrascendente). A medida que la trama (por llamarla de algún modo) avanza, nos convertimos en testigos de cómo Leth empieza a sufrir otros martirios además del bloqueo mental que le impide resolver el denominado “Teorema cero”. Básicamente, la aparición de una infartante y provocadora mujer denominada Bainsley (la bella Mélanie Thierry) y un desfile de peculiares personajes que se denominaran “sus amigos” serán el punto de partida de una aventura para la cual nuestro “héroe” no está preparado. Intentando erigirse como profunda, cuando en realidad su principal característica es ser ambiciosa, “The Zero Theorem” se agita constantemente al ritmo de situaciones no muy claras, conflictos con poco peso y un eje central que promete ser digno de la ciencia ficción pero termina aproximándose demasiado a una historia de amor más del montón. Waltz, con una actuación que transmite de forma perfecta la incomodidad cotidiana que atraviesa su personaje debido a las frustraciones que castigan su desprolija vida, es quizás el único gancho que mantiene en vilo al espectador a medida que avanza el relato. Alguna que otra aparición de Tilda Swinton y ese tono sexy y payasesco que caracteriza al personaje de Mélanie Thierry también ayudan, aunque en menor medida, a levantar un poco los niveles de calidad del triste contenido que ofrece esta propuesta. De todas formas, y como ya ha pasado en otras oportunidades este año, el desembarco en la pantalla grande del más reciente trabajo de un artista de la talla de Gilliam parece motivo suficiente para que, aquellos que verdaderamente disfrutan de sus alocados mensajes y su exuberante poderío visual, tengan una cita en su cine más cercano. En cambio, si todavía no disfrutaste del humor, el sarcasmo y las siempre eficaces críticas sociales que definen el cine de este director, lo mejor será que arranques con producciones más indispensables como ”Los caballeros de la mesa cuadrada”, “El sentido de la vida“, “Doce Monos” u “Pánico y locura en Las Vegas”. “Un mundo conectado” puede esperar.
"Locos por las nueces" Lejos de la ambición y los presupuestos millonarios que manejan los grandes estudios de animación, también existen propuestas que cumplen con creces uno de sus principales objetivos: entretener a los más chicos sin espantar a los más grandes. “Locos por las nueces” es una coproducción entre Canadá, Estados Unidos y Corea del sur. Su director, Peter Lepeniotis, adaptó y reformuló su cortometraje “Surly Squirrel” para ofrecer una película divertida, dinámica y de muy buen nivel técnico. Resultará muy divertido para los más chicos ver como una ardilla llamada Surly (la voz original es del actor Will Arnett) se las ingenia para robar un interesante botín mientras al mismo tiempo un grupo de ladrones liderados por King (Stephen Lang) trabaja día y noche para concretar un robo al banco. Sin embargo, cuando ambas misiones cruzan sus caminos, la película les regala a todos sus espectadores no solo una extensa galería de personajes simpáticos, sino también varias situaciones graciosas dignas de aplausos. Párrafo aparte para todo aquello que esté relacionado al artista PSY y su pegadiza (no por eso menos bizarra) creación musical llamada “Gangnam Style”. Sin lugar a dudas, uno de los puntos más altos del film. Con una precisa utilización del formato 3-D, una duración amena y grandes secuencias cargadas de humor y acción, “The Nut Job” entretiene y se lleva por delante sin mayores inconvenientes su propósito de sacarle más de una sonrisa a todo aquel que se anime a verla. Al igual que “Dos pavos en apuros”, “Khumba” o la más reciente “Dinosaurios”, esta nueva producción animada de estudios incipientes demuestra que la calidad no siempre depende de los grandes presupuestos, sino más bien de la intención de los realizadores. Y aquí queda claro que lo único que se propusieron es hacernos pasar un buen momento.