El trío Jason Reitman, Diablo Cody, y Charlize Theron se unen nuevamente en "Tully", una mirada sobre la maternidad que profundiza sobre el ser mujer pasado los 40; por supuesto, con la acidez esperada. ¿Qué rol debe cumplir la mujer en la sociedad? ¿Debe cumplir un rol (pre)determinado? La cultura moderna se encarga de derribar los preceptos instalados históricamente, de ubicar al femenino como un receptáculo de bebés, criadora de niños, y encargada de las tareas del hogar. Es una lucha larga, incansable, y e la que aún queda un largo tramo. No hace falta mirar muy lejos para observar la actualidad de nuestro país atravesada por gloriosas conquistas del colectivo feminista, el movimiento Ni una menos, y el proceso por la legalización del aborto. El cine también hace su aporte, y películas como Tully adquieren un matiz necesario desde esa subjetividad. Hace siete años, el director Jason Reitman, recurría nuevamente a la guionista de "La joven vida de Juno", Diablo Cody, en "Jóvenes adultos". Ácida comedia dramática en la que Charlize Theron desplegaba todo su talento interpretativo para interpretar a Mavis Gary, una escritora de una saga de libros juveniles, estancada creativamente, y en su vida llena de aspectos sin resolver. Lamentablemente, "Jóvenes adultos" no gozó del éxito de taquilla, ni siquiera llegó a estrenarse en nuestro país, pero de inmediato se convirtió en un film de culto y admiración. Ese mismo trío, repite en "Tully", una película que, como era de esperarse, mantiene varios puntos en común con aquella. Charlize ahora es Marlo, madre de un niño y una niña, más un tercero que carga en el vientre. Sí, a esta altura, es una carga. Definitívamente Marlo está sobrepasada. Entre encargarse de la casa y de los hijos, más un trabajo (actualmente en licencia por maternidad) que no la satisface y no sabe si podrá retomar luego del tercer hijo; tiene como para mantenerse muy ocupada. Su marido Drew (Ron Livingston) colabora como padre “en los labores del hombre como padre”, los cuales no implican ni levantarse de medianoche. Ni hablemos de ser esposo – amante. El cuadro lo completa el hecho de que Jonah (Asher Miles Fallica) presenta un cuadro de ansiedad, con el que el colegio parece no querer lidiar. Marlo se olvidó de ser mujer. Cuando el bebé finalmente nazca, su hermano Craig (Mark Duplass), de mejor posición económica, le ofrece pagar una niñera nocturna. Una mujer que se hará cargo de todas las labores de cuidado durante la noche, permitiendo que los padres puedan descasar. Que sí, que no, un buen día, como una Mary Poppins sin magia, llega "Tully" (Mackenzie Davis). Pero esta mujer joven, lo opuesto a vitalidad a Marlo, terminará no sólo ocupándose del bebé, sino siendo una amiga y apoyo, para Marlo. Probablemente la Mavis de "Jóvenes adultos" observaría con cierto desprecio a Marlo, vería en ella todo lo que no quiere ser. Es que la propia Marlo se mira con desprecio, no es feliz, pero tampoco encuentra el modo de expresarlo, más allá de una apatía cada vez mayor. Anahí Berneri ya lo había expuesto en "Por tu culpa". La maternidad, per se, no tiene por qué ser un estado de felicidad plena y absoluta que complete a la mujer. Más si por parte del hombre hay aceptación de que determinadas tareas (más allá de las lógicas físicas) corresponden sólo a la madre, y no están dispuestos a alterar su vida como sí lo hace la mujer. Pero Reitman y Cody van más allá. La maternidad es transversal, pero también son los años de matrimonio, la rutina, el umbral de los 40, y el paso indefectible de la vida sin cumplir todas las metas que nos propusimos cuando éramos más jóvenes. "Jóvenes adultos" y "Tully" se abrazan y forman una perfecta simbiosis. Con menos simpatía impuesta que la "Bienvenido a los 40" de Judd Apatow, y mucho más realista, "Tully" oscila entre el humor negro, la acidez, el drama (que puede ser muy profundo sin ser trágico), y la comedia existencial, generacional. Entre todos esos “tópicos”, encuentra un tono justo, adecuado, nada edulcorado, que nunca traiciona. Tully ofrece sonrisas, carcajadas, reflexiones, y diálogos muy punzantes. El ritmo, por supuesto es el de la marca registrada del director de "Gracias por fumar". Charlize Theron es la otra pata de este trípode. Marlo no sólo es guion de diálogos mordaces y respuesta rápida, es cuerpo y actitud, y eso es pura obra de esta actriz que puede ser la bomba de "Atómica" o la criatura opaca de "Monster". Es en ella dónde más de diferencia Jóvenes adultos de Tully. Theron e encarga de interpretarlas distinto, pero sobre todo de ponerles el cuerpo de modo diferente. No es sólo que Mavis mantenía su figura, y Marlo se ve gorda y descuidada, es un andar, una postura, y una expresión hacia el mundo exterior. Quizás el camino que ambas recorran tenga el mismo destino, pero parten de lugares distanciados. Ron Livingston, Mackenzie Vega, y Mark Duplass también encuentran su lugar de modo convincente en una historia con personajes bien delineados. De mirada actual, generacional, con momentos graciosos, dramáticos, y un sabor amargo, realista, pero no pesimista. "Tully" es otra bocanada de aire fresco para la cartelera por parte de un trío que sin lugar a dudas, debería mantenerse unido.
Una muy grata sorpresa de cartelera. "Bruno Motoneta" es un gran festejo a las películas que no se limitan creativamente por ser de tono familiar. ¿Se acuerdan del escándalo que "Re-Animator" causó en los ’80 por sus escenas de gore explícito asqueroso? ¿Y si les digo que una película infantil/juvenil argentina la homenajea? Todo es posible en el mundo de Bruno Motoneta. Pablo Parés es conocido por ser uno de los directores precursores del nuevo cine de género nacional con su mítica trilogía Plaga Zombie y la productora FARSA Producciones. De aquellas películas que expresaban el sueño de querer hacer ellos mismos las películas que veían de chicos en VHS, los FARSA pasaron a más producciones, videoclips para bandas famosas, y la secuela "100% Lucha: El amo de los clones". Ya en aquella película de 2009, habían demostrado exitosamente la posibilidad de trasladar su estilo a films infantiles. Ahora, Parés redobla la apuesta con "Bruno Motoneta", con la que claramente contó con mayor libertad creativa. No siempre el avance del tiempo es mayor progresismo y rotura de tabúes. A mediados, fines de los ’80, principio de los ’90, era muy común encontrarse con películas infantiles que tenían un pie dentro del cine de terror. El mercado del VHS le abrió un mercado de aceptación al estilo Clase B que estas películas abrazaban. Desde "Querida encogí a los niños" a "Monsters Squad", pasando por propuestas más arriesgadas como "Little Monsters", "Shrunken Heads", "Ghoulies", "Prehisteria", y hasta "Puppet Master"; todas presentaban una ambigüedad entre el terror y lo infantil. Algo que hoy en día, de modismos más light, sería impensado. "Bruno Motoneta" recoge el guante, y es imposible no pensar en esas películas al verla. Eso sí, hay que advertir que no estamos frente a un film para chicos muy chiquitos. Lo mejor es una edad a partir de los 10 años. Bruno (Facundo Gambandé que ya había sorprendido en "Cantantes en Guerra") es un chico que se encarga de los deliverys de Extraordinarios objetos, la pyme que comandan sus tíos. El tiene dos preocupaciones en su vida, entregar todos los paquetes con satisfacción, y poder salir con sus amigos. Entre sus clientes se encuentra el Dr. Marquez (Fabio Alberti), un científico que posee unas gotas capaz de revivir a los muertos, o a las extremidades de los muertos (les dije que era Re- Animator). Un buen día, la tía Elvira (Mirta Busnelli) sufre un accidente doméstico que la llevará a necesitar de las gotas de Márquez; y ya que estamos, el tío Beto (Claudio Rissi) podría resucitar a su perrito embalsamado. Tratando de solucionar el percance de la tía, Bruno llega hasta el Dr. Márquez, para así, conocer a Auxilio (Cande Molfese), su ayudante algo extraña. Los dos formarán una dupla aventuresca que terminará enfrentándose a una banda alienígena que también necesita de los gotas para sus fines. Efectivamente, el guion de Néstor Petrucelli posee la gracia desenfadada del delirio, acompañada por el desparpajo creativo visual que Parés imprime a sus trabajos. La combinación de ambos es explosiva. "Bruno Motoneta" no esconde responder a un estilo Clase B, recurre a efectos artesanales, y a una puesta visual llamativa, recargada. Pero su acabado técnico es de destacar. Una fotografía muy colorida, el montaje vibrante, y repetimos, efectos de la vieja escuela muy elaborados que resultan muy adecuados para el caso. "Bruno Motoneta" se ve muy bien. Gambandé y Molfese son una dupla que se conoce desde los tiempos de la exitosa serie "Violetta", la química entre ellos es excelente, y ambos cumplen con la frescura y la soltura para la comedia. Los secundarios son un punto alto a destacar, Busnelli y Rissi son simplemente brillantes, con un histrionismo mágico. Esteban Prol y Brian Bulley como un dúo alien muy bizarro también están a la altura de la propuesta, y hasta se permiten homenajear a "Critters" y "Pesadilla 6". Por último, se recupera al cómico Fabio Alberti y a la Divina Gloria madonnesca de los ’80 (cada una de sus participaciones como una curadora de arte a lo Marta Minujín/reina del pop son maravillosas). Destacamos aparte a Vic Cicuta, un actor muy asiduo al estilo Parés, quien se luce como un crítico de arte de frases filosas. "Bruno Motoneta" es pura diversión, sus únicos puntos débiles, serán dos o tres diálogos, en los que recurre a un humor burdo fuera del tino general del film. Por el resto, es una película que irradia alegría, que permite ser vista con una amplia sonrisa desde su inicio hasta el final. Desenfadada, irreverente, graciosa, y muy original para estos tiempos, se define como una propuesta puro corazón, corazón por el cine de género.
Apoyada en una gran actuación de María Canale, "Respirar" de Javier Palleiro es una película tan profunda como necesaria para plantear temas en la sociedad actual. El cine no es ajeno a las coyunturas. La actualidad más de una vez se ve atravesada por el séptimo arte que actúa como un espejo de lo que debe discutirse. Este 2018 despertó a la sociedad argentina con un fuerte debate (que ya viene planteándose desde hace muchos años) sobre la legalidad del aborto. Hace semanas llegó a la cartelera Invisible, el inspirador film de Pablo Giorgelli, Ahora llega el estreno de "Respirar", co-producción argentino-uruguaya, del uruguayo Javier Palleiro que vuelve sobre la misma temática, aunque dentro de una esfera mucho más amplia. El contexto es diferente al nuestro. Estamos en Uruguay, donde el aborto es legal en todos los casos, pero la mujer debe pasar por todo un proceso previo de consultas con especialistas y un período adicional para tomar la decisión definitiva. Eso será lo trascendental en Respirar, la toma de esa decisión. La excelente María Canale es Julia, una mujer que atraviesa la crisis de los 30, y lo hace como puede, sí, a los tumbos. Llegó a esa etapa de la vida en la que creemos que ya todo debe estar más o menos establecido, que debemos tener las raíces de lo que será nuestra vida de aquí en más. Cláramente los que ya cruzaron ese umbral saben que no siempre es así. Pero Juli vive en su caos. Nada es estable alrededor de ella. Va y viene con su pareja, no tiene estabilidad laboral, y tiene proyectos que no concreta. Sufre las presiones de una familia que parece comprensiva pero no deja de ser regla, y un círculo de relaciones complicadas. Para cerrar el círculo, una serie de pesadillas en las que se ahoga (tienen que ver con deseo de ser buzo) lo aquejan permanentemente. Y claro, en el medio, en el centro, está su embarazo, y su deseo de no tenerlo ¿Puede tomar esa decisión? En su ópera prima, Palleiro opta por un tono intimista, cercano, taciturno, que puede parecer dificultoso para quienes aspiran a un cine con otros tiempos más veloces. Pero que sin dudas, son los adecuados para "Respirar". El timing buscado, en conjunto con la elección de planos y fotografía, nos habla de un cine de sensaciones y sentimientos, Palleiro pretende que acompañemos a Julia a través del momento que transcurre, que la veamos sentir en la pantalla. Para ese objetivo, cuenta con los elementos adecuados, un guion preciso que parece disperso, pero en realidad no se pierde, secundarios logrados a cargo de Esteban Bigliardi y César Bordón, y sobre todo un protagónico atrayente como el de Julia, a la que maravillosamente María Canale le pone todo su ser. Es que en realidad, Respirar no es una bajada de línea sobre el aborto, habla de un período universal de la vida. Plantea cuestiones como las pérdidas, la necesidad de un centro, y las imposiciones afectivas. En medio de esto, se ubica un embarazo no deseado. Respirar habla de un cine comprometido. Interpela al espectador, y expone en primera persona una cuestión primordial del debate sobre la legalización del aborto, no es una decisión fácil, ninguna mujer va a abortar feliz. Por estas cuestiones, por la franqueza con la que habla, y por sus valores como película, Respirar se convierte en una gran propuesta de cartelera.
Haciendo su aporte al gran momento que atraviesa el cine de género en nuestro país, "Aterrados" de Demián Rugna, es una apuesta al terror más puro y escalofriante. Nadie podría pensarlo. Hace apenas una década o menos, hablar de una película de terror en nuestro país, era encontrar un oasis en el desierto. "Aterrados", la nueva película del director de "The Last Getaway", viene a colocarle un broche de oro a lo que viene siendo un tiempo maravilloso para hablar de horror autóctono en la cartelera. Hace ya un par de años que las producciones aumentaron en cantidad, y los más importante, en calidad. Y ahora, este 2018 nos encuentra diciendo que estamos frente al quinto estreno de ese género en estos primeros cinco meses ("No dormirás", "Necronomicón", "Los Olvidados", y "Luciferina", son las anteriores) ; todas películas diferentes entre sí, con diferentes niveles de producción, todas muy valiosas y aprobadísimas en lo suyo. Y eso que excluimos del conteo algunas que tratan al terror tangencialmente como la muy recomendable El sereno y Lucy en el infierno. Aterrados viene recorriendo un camino increíble, y no es para menos. Desde sus primeras pasadas en festivales como el de Mar del Plata, Buenos Aires Rojo Sangre, Blood Window Pinamar, Sitges, Mórbido, FrightFest, o BIFFF, los comentarios son solo elogiosos; y se corrió el más que fundado rumor, "Aterrados" es la película de terror argentina definitiva. ¿Por qué semejante calificativo? Luego de tres películas como "The Last Getaway", "Malditos Sean! "(en conjunto a otro gran realizador como Fabián Forte), y la aún inédita comercialmente (a ver cuándo encuentra lugar esta otra desopilante joya) No sabés con quién estás hablando, Rugna modifica su estilo en el que perfectamente conjugaba el cine de género (terror, acción, o policial) con el humor negro, paródico y bizarro; por un tono clásico, seco, serio, y absolutamente aterrador, valga la redundancia con el título. Todo comienza en un típico barrio de suburbano. Una pareja (Agustín Rittano y Natalia Señoriales) escucha ruidos extraños, de pronto, veremos cómo uno de ellos culmina en una reacción inesperada y pavorosa. En el mismo barrio, el vecino de al lado (Demián Salomón), también es acosado por ruidos permanentes, y una presencia extraña; y Alicia (Julieta Ballina), la vecina de en frente, sufre la pérdida de su hijo trágica y confusamente. ¿Creían que todo terminaba ahí? No, esto recién empieza, faltan varias desapariciones abruptas, y algunas reapariciones no tan felices. El guion, también a cargo de Rugna, se encarga de fragmentar la historia, hacer juegos de campo, espacio y tiempo. Así, se estructura en dos “segmentos”. Por un lado, los hechos paranormales sufridos por los vecinos, a cargo de unos seres espectrales que pueden salir de donde menos los esperamos. Por el otro, la investigación policial liderada por el inspector Funes (Maxi Ghione). Funes, que se relaciona directamente con el caso a través de su ex pareja Alicia, contará con la ayuda del forense Mario Jano (Norberto Gonzalo), y dos exponentes del saber sobrenatural, la doctora Mora Álvarez (Elvira Onetto), y e Doctor Rossentock (George Lewis). La investigación irá tomando forma, hasta llegar a la clásica exploración de campo, en la que todos los personajes deberán pasar una noche encerrados junto a estos seres con pérfidas intenciones. Si creen que conté demasiado, no se preocupen, Aterrados tiene mucho más para ofrecer. Este modo de estructutar entre la historia de las víctimas, y la investigación que deriva paranormal, claramente nos remontará a Insidious – La noche del demonio. Sin embargo, Rugna pisa fuerte allá donde la dupla James Wan – Leigh Whannell flaqueó. En aquel film de 2010, el drama de la familia protagónica que veía cómo su hijo era utilizado como canal interdimensional, dejaba lugar a una cacería a cargo de un grupo de cazafantasmas con tintes cómicos y relajados,, cambiando el tono del film totalmente. Rugna, por otro lado, mantiene un ritmo constante, siempre en ascenso, apretando las clavijas allí dónde hay que ajustarlas, y no dejando lugar para la parodia. Como espectadores nos aferramos a la butaca de la tensión, y podemos ser víctima de varios sobresaltos adecuados, nunca traicioneros o propios del falso jump scare. Demián Rugna hizo una de terror en serio. Con un acabado técnico riguroso, que prescinde de grandes artilugios, y vuelve al horror más básico, apoyado en una potente banda sonora, y monstruos que realmente causan espanto; Aterrados se destaca también por ubicarse a la par de varias producciones clásicas a las que homenajea pero no imita. Podemos ver indicios de "Poltergeist", "The Changelling-Al final de la escalera", y hasta "El exorcista"; pero no se siente como copia menor, sino como inspiración y actualización; tal como debe ser. Otro gran y definitivo acierto son los personajes. Las víctimas sufren y trasladan el dolor y la desesperación a la platea. Los encargados de la investigación se ven como personajes reales, bien argentinos y puteadores sin caer en el exagerado ni pisar el neutro. Todo esto, obra del guion y de las interpretaciones logradas en su conjunto. Mención aparte para Elvira Onetto, puro carisma y compromiso para un personaje de esos que pasan al recuerdo de la historia del terror. La doctora Móra Álvarez es pasión. Demián Rugna da un paso definitivo dentro de los grandes realizadores de terror con "Aterrados", una película que sólo el tiempo dirá pueda cumplir su destino de clásico del género. Elementos elogiosos le sobran.
Siguiendo la historia de la mítica banda El Reloj, "Alguien más en quien confiar" de Matías Lojo y Gabriel Patrono, repasa de forma entrañable gran parte de los mejores años de nuestra música under. El llamado documental musical ha hecho escuela descubriendo las mejores historias detrás de lo que se esconde en los escenarios. Con una mirada más ajena o más personalista, permite visualizar a la persona detrás del músico. "Alguien más en quien confiar", además, le suma a estas características ampliar su mirada hacia un repaso histórico sobre un buen pedazo de la historia del rock. Reveer los años que fueron y que difícilmente vuelvan a ser como aquellos. El reloj fue una banda rosarina de rock pesado, formada y liderada en 1971 por el bajista Eduardo Frezza y el guitarrista Fernando Gardi, Willy. Con fuertes influencias de rock sinfónico, su mito dentro del ambiente es inmenso; considerándose pioneros del hard rock y hasta de la inclusión del heavy metal posteriormente. Lamentablemente, esta movida under no trascendió a las grandes masas; por lo cual el reloj no logró alcanzar una popularidad masiva por fuera del cerco del habitué clásico. En este sentido, "Alguien más en quien confiar" (título de una de sus canciones más conocidas), logra traspasar esa barrera, y permite no ser sólo un homenaje para entendidos, sino un modo de descubrimiento a los tardíamente llegados. No es fácil captar el interés en un documental musical de un posible espectador que desconozca la historia y hasta el nombre de la banda homenajeada. "Alguien más en quien confiar" lo logra, mediante recursos narrativos válidos y hasta novedosos. La historia de El reloj parece bastante particular, sin embargo, es probable que en muchas otras bandas se repitan varias características. Es una historia de idas y vueltas, de subidas y caídas, de finales, regresos, y nuevos comienzos; de alegrías y muchas tragedias, ¿por qué no? es una historia de superación. Por lo menos eso es lo que nos transmiten el dúo de realizadores. Matías Lojo es conocido por ser uno de los directores junto a Pablo Marini, de esos hermosos homenajes a los ’80 como 2 Locos en Mar del Plata y Masacre Marcial IVX. Gabriel Patrono tiene en su haber "Blues de los plomos", bellísima carta de amor a la trastienda del rock. No podría existir mejor unión para esta "Alguien más en quien confiar". El documental se mira con nostalgia y respeto; un total conocimiento sobre la temática que están abordando, y sin duda alguna, pasión sobre lo que hacen. Más allá de las correcciones técnicas que le permiten un lenguaje visual muy llamativo y dinámico, como una línea de tiempo real; en Alguien más en quién confiar lo que se palpa es la pasión en el armado del material. No hay ni intenta tener una mirada fría, distante y objetiva, sus realizadores están convencidos de estar hablando de una de las bandas más grandes del rock autóctono; una que se merece un debido homenaje a su altura, y así terminan convenciendo al espectador. Con un material de archivo riquísimo, el traspaso nunca decae, permanentemente captura la atención. El reloj pasó por diferentes etapas y formaciones. Lejos está de haber sido un camino sembrado de rosas sin espinas. En cada uno de sus intentos de regreso, la banda fue mutando, quizás intentando recuperar un tiempo, una historia, una mítica, que será difícil recuperar tal como fue. Es en esa mirada desde la posmodernidad, expuesta por los mismos entrevistados, que "Alguien más en quien confiar" crece y expande las fronteras de la banda citada. Habla de otras cuestiones, y nos puede llevar a alguna reflexión. Realizada desde el cariño y el respeto, con una lograda edición de archivo y entrevistas, sumado a una lectura visual potente, esta cinta de Matías Lojo y Gabriel Patrono es mucho más de lo que se muestra, y permite más de una lectura sobre una banda que sí, merecía tamaño homenaje.
Basada en el best seller homónimo, "Yo soy Simon", responde a un típico coming of age actual. Pero falla a la hora de contradecirse en sus planteos. Cuenta la “leyenda”, que allá por 1943, cuando se estrenó el clásico argentino "Safó, Historia de una pasión"; en realidad, su director, Carlos Hugo Christensen, estaba queriendo encubrir la historia de una relación homosexual, imposible de ser llevada al cine en esos momentos. Por suerte, los tiempos han cambiado, y hoy en día, el cine de temática LGBTIQ está más vigente que nunca, con propuestas de todo tipo que atraviesan los géneros y subgéneros más diversos. (Casi que) no quedan tabúes por vencer en el séptimo arte respecto al amor o sexo entre personas del mismo sexo. "Yo soy Simón", de alguna forma, es deudora de esta apertura. Una película de un estudio grande, dispuesta a convertirse en un gran éxito, con un target de audiencia masiva como el joven, y con un personaje gay como protagonista central. Todo sería para celebrar… hasta que la película comienza, y en segundos nada más, la voz en off de Simón (Nick Robinson), nos hace dudar de haber celebrado. Basada en el best seller "Simon vs. the Homo Sapiens Agenda" (traducido acá con el mismo título de la película) de Becky Albertalli, "Yo soy Simón" cuenta precisamente la historia de Simón, un adolescente común, como vos, como yo, como cualquiera… salvo que tiene un gran secreto, es gay. Pongamos el freno. Esto es casi textualmente lo que nos dice el protagonista en off como primera frase, aún antes de verle siquiera la cara. Una persona común pero gay; repito, PERO gay. Básicamente de esto tratará toda la película. ¡Ay! Simón no se animó a contarles de su “condición” a su grupito de amigos del colegio compuesto por Leah (Katherine Langford, la suicida de "13 reason why"), Abby (Alexandra Shipp), y Nick (Jorge Lendeborg Jr.). Menos que menos, se animó a decirles a mamá psicóloga Emily (Jennifer Garner), papá apenas homofóbico Jack (Josh Duhamel), y la hermanita aprendiz de chef Nora (Talitha Bateman). Todo iría más que bien, hasta que una serie de hechos comienzan a suceder, todos juntos. Primero, hay un blog escolar en el que los chicos divulgan chismes anónimos. Allí, aparece un chico, apodado Blue, que relata estar en la misma situación que Simón, es gay y no se anima a salir del closet. Hay un gay, hay otro gay; listo, tienen que enamorarse, aunque sólo se escriban y nunca profundicen demasiado. La película no necesita más que saber que los dos son gays para enamorarlos. Hay otro chico gay en la escuela, pero como es más abierto y es afeminado, no sirve, no es amigo de Simón, es sólo decorado. Segundo, un compañero de Simón, Martin (Logan Miller) está enamorado de Abby, aunque esta no le presta mucha atención, porque Martín es muy nerd y porque Abby y Nick son los dos afroamericanos y entonces tienen que estar juntos. Simón va a chatear con Blue a la biblioteca del colegio y se olvida Gmail abierto, Martin va después de Simón, se entera de todo y chantajea a Simón con que este haga cualquier cosa para que Abby se fije en él, sino todos sabrán el secreto de Simón. Estos son los dos caminos por los que transita "Yo soy Simón", por un lado, el protagonista tratando de descubrir quién es Blue, y topándose con varios chicos que insinúan poder serlo del modo más ambiguamente gay posible. Por el otro, Simón tratando de tapar su sexualidad cumpliendo los deseos de Martin, aunque tenga que vulnerar a sus amigos. Dirigida por Greg Berlanti, con más experiencia como un mecenas de la TV, que como director (cuenta en su haber con otro cliché en forma de largometraje llamado Bajo el mismo techo), "Yo soy Simón" es un film técnicamente prolijo. De ritmo sostenido, con un tono liviano de comedia, personajes que intentan ser comic relief como el director, la profesora de musicales (convenientemente lesbiana), y Martin – tres personajes mucho más interesantes que Simón y que merecen su film aparte –, y un protagonista carismático. No hay mucho que reprochar de "Yo soy Simón" como película en ese aspecto. Pertenece a un grupo de films de una era post Nicholas Spark. Aquella que adapta best Sellers juveniles de tono romántico y coming of age, como "Bajo una misma estrella", "Ciudad de papel", "Todo Todo", o "Yo antes de ti". También hay mucho de la serie "Glee" (incluido un musical sacado de la galera y muy ofensivo) o "13 reasons why" -más allá de la Leah y otro actor más –. Hasta podríamos decir que es mejor que aquellas al no apostar a golpes bajos ni un tono pretendidamente dramático, melancólico, edulcorado. El asunto es el mensaje que deja a la generación a la que va dirigida. El colegio es burdamente variopinto a lo United Color of Benetton (incluído los colores que usan). No hay clase humilde, ni gente “fea”; el protagonista no solo maneja su auto para ir al colegio, es una van familiar. Todos tienen buenas intenciones, aun los que cometen actos errados, como Martín. Permanentemente se baja sentencia sobre lo que está bien o está mal, y hasta es capaz de juzgar abiertamente a Martin (por favor, rescaten a ese personaje y denle una mejor película para él, lo amamos) por cómo se viste y por sus gustos nerd vintage. En este punto, las películas de John Hughes recaían en los mismo; pero pasaron más de treinta años. Las escenas están plagadas de clichés, y hasta llegan a decirnos con beneplácito cómo debe vestirse y actuar un gay; o acepta con gracia los chistes homofóbicos de Jack por el sólo hecho de que no sabe que su hijo es gay. Para una película que promulga el ser aceptado por como uno es, se ve con bastante soltura el no aceptarse. Nick Robinson le aporta frescura a Simón, pero el personaje es sólo definido por ser gay. Nos dicen que es común, normal (¡Ayyyyyy!), pero que es especial, por ser gay (¡Noooooo!). Lo mismo sucede con el resto de los personajes, todos simpáticos y alegres, pero definidos por el puro cliché de guion y funcionalidad alrededor de Simón. Por último, más anecdótico, el misterio alrededor de Blue, es bastante obvio, aunque lo disimulen. Cuando "Secreto en la montaña" se presentó como EL film LGBTIQ en 2005, varios sentimos que en realidad se trataba de un film timorato, pacato, a la medida de un Hollywood que quería ser inclusivo, pero solo un poquito (lo que pasó en la ceremonia de los Oscars de esa temporada nos dio la razón). Yo soy Simon transita el mismo camino, es una carta de presentación masiva al ser aceptado… pero no se olviden que siguen siendo especiales, son comunes, pero con la marca rosa impregnada.
La secuela del éxito de 2008, "Los extraños: Cacería Nocturna" se diferencia de su original, y entrega una producción que puede dividir aguas. Primer década del Siglo XXI, muy diferentes entre sí, dos películas se convirtieron en inesperados éxitos, e inmediatamente crearon expectativas alrededor de sus secuela. "Jeepers Creepers 3" llegó a fines del año pasado, luego de catorce años de esperar para “cerrar” una trilogía. Lo que había comenzado como una propuesta original, y había sido convertido en algo más tradicional durante su primer secuela; pocos comprendieron y menos aceptaron, que su tercera entrega era ni más ni menos que un telefilm de bajo presupuesto, más preocupado en entretener que en respetar reglas sagradas. Algo similar ocurre ahora en "Los extraños: Cacería Nocturna", tardía secuela después de una década de Los extraños. Aquel film escrito y dirigido por Bryan Bertino, había sorprendido con estilo cercano a la "Funny Games" original de Michael Haneke, o a la contemporánea "Eden Lake". Un terror, seco, duro, serio, sin necesidad de explicaciones, jugando al encierro, y con un ritmo trepidante que conjugaba un gore solapado (eran los tiempos de la porno tortura y ya nada sorprendía) con texturas de suspenso clásico, haciendo que el espectador sea guiado por las víctimas de la pantalla. Una producción chica que logró batir récords de taquilla a nivel mundial. Durante años se habló de una secuela, con el guion ya listo escrito por el mismo Bertino. Varias veces se anunció su producción, e inmediatamente era cancelada o desmentida. En definitiva, un proyecto que a medida que aumentaba expectativas, acumulaba complicaciones. Cuando nadie lo esperaba, todo cambió de manos. Bertino quedó acreditado como guionista colaborador (cuestiones legales, nada tiene que ver con esta película) secundando a Ben Ketai (el de la secuela de 30 días de noche y The Forest; sí, no tiene las mejores credenciales); y la silla de director recayó en Johannes Roberts, mismo director del reciente éxito tiburoniceo A 47 metros y su próxima secuela. ¿Qué significa este cambio de manos? Un completo cambio de estilo ¿Para peor? No sé, Los extraños cambió."Los extraños: Cacería Nocturna" no es más ni menos que una película dispuesta a entretener. Es deudora directa del estilo de aquellos slashers directo a VHS (no DVD, VHS), o secuelas divertidas de grandes éxitos. Aquí y allá pueden encontrar escenas que hagan recordar a "Martes 13 Parte VIII: Jason Toma Manhattan "(y/o cualquiera de los slashers de campamento) y el clásico de culto de la dupla Lustig/Cohen Maniac Cop. Olvídense de ese tono serio y áspero que todos alababan de "Los extraños", de la verosimilitud que adquiría el cartelito de Basada en hechos reales. Ahora el cartelito sigue estando, pero todos sabemos que es imposible que algo de lo que ocurre en esta secuela sea, aunque sea un poco, cierto. Esta vez, las víctimas se multiplicaron, ya no es una pareja en una casa alejada en medio de un bosque. Ahora tenemos una familia completa. Ta cual sucedía con la pareja protagónica del primer film a cargo de Liv Tyler y Scott Speedman; en esta familia las cosas no están bien. En el matrimonio de Cindy (Chritina Hendricks) y Mike (Martin Henderson) hay varias rispideces, sobre todo por la forma de ser de Mike. Sus dos hijos tampoco son joyas, más que nada Kinsey (la crecidita Baileé Madison) que siente celos de su hermano Luke (Lewis Pullman) y lo expresa mediante una rebeldía que llevará a que sus padres decidan llevarla a un colegio pupilo o internado. Antes de que esto suceda, pasaran una última temporada en familia. Por eso, emprenden viaje hacia una zona de acampe de casas rodantes, en donde los esperan unos tíos. Claro, durante la primera escena de la película, vimos como los tres enmascarados de la primer película se cargaron a un matrimonio mayor ¿Y adivinen quienes son los tíos? Cuando la familia llegué se van a encontrar con que estos tres loquitos achuraron a varios de los habitúes de la zona, y que ahora vienen por ellos ¿Por qué? Porque sí… o como dice una de las asesinas ¿Por qué no?. Básicamente esta inexistencia de razones mortuorias de los asesinos es lo único que se mantiene en pie del primer film. El resto, fue remplazado por un escenario más abierto; y un ritmo, si bien constante, más inclinado hacia la diversión y que al suspenso. En "Los extraños: Cacería nocturna" hay menos tensión, y más escenas inverosímiles. Asesinos que ahora pueden mostrar el rostro, que demuestran ser cuasi inmortales o sobrevivir a situaciones imposibles. Víctimas que toman decisiones muy estúpidas, y algunos personajes secundarios de increíble inoperancia. Nada se toma en serio en Los extraños: Cacería macabra, como en aquellos films “berretas” que parece querer homenajear. Estos films tienen su público, y pueden ser todo un placer. Pero eso sí, no representan el espíritu de lo que fue su antecesora. Una vez pasado el shock de ver que no respetaron al film de Bertino, la experiencia puede ser disfrutable, y hasta celebrar que muchas de sus flaquezas (como actuaciones pésimas, o errores de puesta y continuidad notorios) los vuelve a su favor gracias a ese tono liviano. "Los extraños: Cacería nocturna" es lo que es, un slashers estilo clase B que recuerda a una época en la que estos estaban muy de moda. No es su primera entrega, tómenla o déjenla.
Primer segundo de la proyección, la placa de Marvel Studios hace alusión a que han pasado diez años de su creación. Y sí, hace ya diez años que con el estreno de "Iron Man" se daba inicio a algo impensado en ese momento, el hoy llamado MCU o Marvel Cinematic Universe, ese hilo que une a todas las películas de su factoría bajo una historia común. Diez años que fueron creando una expectativa enorme y que finalmente ve precipitar su primer broche de oro. "Avengers: Infinity War" es lo que todos los fanáticos de este mundo vienen esperando desde que el juego se creó. No todos los días se acontece a un evento de este estilo que excede lo cinematográfico y avanza sobre la cultura del consumo masivo. No solo pasó una década, dieciocho películas previas para llegar a este momento. ¿Qué se puede esperar a esta altura? Esa es la gran dicotomía de "Avengers: Infinity War", jugar un juego en el que las cartas ya fueron mostradas. Por un lado, es positivo porque se pisa sobre seguro (siempre nos dirigimos a quienes les guste la franquicia, los que no ¿qué hacen viendo la película n°19?), por el negativo, hay poco para sorprender. Los hermanos Anthony y Joe Russo vuelven a ocupar la silla de director que dejó vacante Joss Whedom, como en las dos secuelas de Capitán América. Si algo caracteriza a estos hermanos, es su capacidad para amoldarse al estilo unificado del conjunto. No esperen una película que se diferencia del resto como viéramos en la Hulk de Ang Lee o la Capitán América de Joe Jhonston. Los Russo filman con el manual de estilo en la mano. Similar sucede con la historia. Es lo que nos vienen adelantando desde el inicio de esta Fase 3 en "Capitán América: Civil War", o mejor dicho, desde que nos empezaron a hablar de las gemas del infinito en la Fase 2 con "Iron Man 3". Thanos (Josh Brolin totalmente en CGI) finalmente está dispuesto a conseguir las gemas faltantes para dominar el universo y destruirlo a su antojo para iniciar una nueva era. Los Avengers han quedado divididos luego de los eventos de Civil War, y varios duramente dañados luego de lo sucedido en Thor Ragnarok. Cuando Thanos comience con su nueva avanzada, finalmente se verán forzados a unir fuerzas, ya no sólo como los Avengers conocidos, sino como algo mucho más grande. El resumen suena a gacetilla, y es que básicamente "Avengers: Infinity War" es eso, se ve más de lo que se cuenta. Necesariamente hablamos de una película coral, muy coral. La acción se desarrolla en varios planos que lentamente se irán uniendo. Los personajes se introducen paulatinamente, convocados los unos a los otros; siendo Thanos el motor que aglutina todo. Cada “visita” suya a un punto del universo, suma nuevos personajes. Habrá algunos que se hagan desear más que otros, y sí, no todos contarán con la misma participación. Hay algo claro, hay una suerte de rango o categorías dentro de los superhéroes, están los de primera línea, y los que se ven más de relleno, y en películas como estas, se nota. Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) adquiere mucho protagonismo, lo cual es bienvenido. Su personaje se diferencia de Tony Stark/Iron Man (con quien comparte la mayor cantidad de escenas) y toma un liderazgo notable. Thor (Chris Hemsworth) sufre las consecuencias vividas en su última película, se encuentra en terreno ajeno dentro del mundo de los Guardianes de la Galaxia, y lo suyo pasa más que nada por tratar de recuperar el poder perdido, y sí, algún martillo. Será este arco en el que más se note el factor desternillante del MCU, el humor no siempre bienvenido. Drax (Dave Bautista) termina de despuntar como comic relief junto con Mantis (Pom Klementieff). Lo positivo, es que el humor ahora parece estar focalizado dentro de un arco particular. Steve Rogers/Capitán América (Chris Evans), como el otro superhéroe de primera plana, será quien más se haga rogar. Su presencia no será tan grande como la de los anteriores, pero sus escenas son importantes para el desarrollo, otorgándole así, el peso que el personaje necesita. Del resto, quien necesita un cambio pareciera ser Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo) en el mismo plan conflictuado de sus últimas apariciones. Por el contrario, Vision (Paul Bettany( y Wanda Maximoff/Scarlett Witch (Elizabeth Olsen), adquieren mayor compromiso y personalidad. "Avengers Infinity War" asume su “responsabilidad” de ser un gran evento, se ve como una película enorme, no solo por su duración que traspasa las dos horas y media (bien aprovechadas). Resuelve varios de los problemas que el universo de Marvel en el cine parecía perpetrar (como el nombrado exceso de humor, que lo sigue teniendo igual de molesto, pero más concentrado), y encuentra finalmente un villano de su talla. Thanos es un villano con peso, con buenos secuaces, con una justificación, y con un despliegue de fuerza a la altura. Más allá del CGI que puede gustar, o no, se siente como un villano al que para derrotar habrá que unificar fuerzas, y al que no todos lograrán salir victoriosos, y que marcará un antes y un después. Hay sorpresas (algunas más sorprendentes que otras), pérdidas (algunas más significativas e inesperadas que otras), errores que continúan como la falta notoria de épica (esta vez más visible por los hechos que se viven), y un ritmo parejo que aprovecha la duración extensa para no ser un bombardeo permanente y sí poder otorgar acción a raudales cuando sea necesario. Por último, este no es el último film de la historia, se sabe que habrá una segunda parte, y cumple en dejar todas las expectativas abiertas. "Avengers: Infinity War" es una experiencia positiva dentro del MCU luego de varios desaciertos. Una película que no innova, que entrega lo que se fue a ver, y pisa sobre seguro sin tomar ningún riesgo. No intenta superarse, pero mejora varios de los escollos que ya parecían enquistados, y con eso alcanza para llegar al final y seguir esperando lo que vendrá.
¿Dónde te has metido? El policial quizás sea el género más transitado por el cine argentino junto con el drama, por lo menos en lo que a estructuras comerciales se refiere. Perdida probablemente escriba unas nuevas líneas dentro de ese juego. La película basada en la novela Cornelia de la periodista Florencia Etcheves, y dirigida por Alejandro Montiel, hace una apuesta fuerte por capturar a un público adolescente. Tanto desde sus actores, como en su tratamiento. No, esto no es David Fincher. No esperen ningún entramado complejo, ni personajes sórdidos capaces de ganarse tanto nuestra simpatía como antipatía. En Perdida las cosas son más simples, a la fórmula, por más vueltas de tuercas que se impriman. Manuela Pelari es el personaje que Etcheves creó como duo junto a Francisco Juánez para ser el par de detectives protagonistas de sus relatos policiales ficticios. Si bien Cornelia es la tercera novela en la que aparece Pelari, Perdida es su primera aparición cinematográfica. Lo hace con pie firme, con una historia que la tiene como protagonista central. Manuela “Pipa” Pelari (Luisana Lopilato) es un personaje fuerte, con características que comúnmente se le otorgan a personajes masculinos; terca, decidida, poco amable e inquebrantable. Perdida nos puede llegar a mostrar el por qué de ese carácter. Años atrás, en el Sur argentino, un grupo de amigas fueron a un viaje escolar. Allí el estudio dio lugar a la diversión, hasta que una noche, una de ellas, Cornelia Villalba de catorce años, desapareció. Durante un tiempo la investigación no arrojó pistas, dándose por abandonada pensando que quizás fue víctima de lobos feroces. Ya en la actualidad se cumplen años de la desaparición, y en plena misa conmemorativa aparecen nuevos indicios. Culpa e investigación Manuela se emperrará en reabrir el caso, pero ante la negativa de su jefe y mentor (Rafael Spregelburd) y la desconfianza de su colega (Nicolás Furtado), emprenderá un camino solitario. ¿Por qué la insistencia? Cornelia Villalba no es un caso más para Pipa: ella era una de las chicas en ese viaje, la mejor amiga de Cornelia. La aparición de la madre de Cornelia (María Onetto), más el cruce con una mujer misteriosa (Amaia Salamanca), removerán los deseos de justicia de Manuela. Probablemente también por culpa de lo sucedido esa noche y posteriormente. Pipa contará también con la colaboración de una ¿hacker?, o experta en informática (Oriana Sabatini), con la que mantiene una relación de amistad ambigua. El guion escrito por el más televisivo Jorge Maestro (junto a Mili Roque Pitt y Montiel) intenta disimularlo, pero Perdida forma parte de un conjunto ya iniciado. Esta circunstancia hará que la presentación de personajes sea más bien ligera, con un equipo ya formado, y sin demasiadas explicaciones. El ritmo del relato es sostenido, y aunque se planteen varios planos que nos llevan del presente al pasado, y de la historia de Manuela a la de esta mujer misteriosa, todo siempre se entiende. El entramado de Perdida quizás se adelante demasiado. La historia de Sirena nos permitirá saber de antemano qué pasó con Cornelia, pero se sobreentiende que el propósito del film no es desafiar nuestras mentes: esto es entretenimiento puro y liso. La apuesta por actores jóvenes populares (algo que quizás no se veía desde El Desvío, y aún estos eran más grandes) le otorga a la par una estética moderna, ágil. Lopilato se adapta bien a este rol seco, y salvo en algunas escenas su rendimiento es efectivo. Es de destacar también que Amaia Salamanca, como la figura sexy de la propuesta, es quien luce más contundente y convincente. Los intérpretes secundarios cumplen, aunque la historia decida no otorgarles el peso necesario (sobre todo al elenco adulto). Por último, algunos errores para los más meticulosos se contraponen a un giro final que -si bien no es novedoso- puede verse inesperado. Conclusión Perdida es una propuesta más enfocada por capturar un público masivo que por innovar dentro del género. Con sus fórmulas aplicadas y la rutina del profesionalismo, le alcanza para ser correcta y pasar el desafío.
Cenicienta en París ¿Pueden los cuentos de hadas no contar con elementos fantásticos? Madame es una comedia discreta, elegante, pasatista. A la primera lectura recuerda a La Cenicienta, aunque en ella no haya ni carruajes de calabaza, ni ratones valet, ni zapatos de cristal. Es un cuento de hadas. Más allá de que en los hechos no haya elementos fantásticos fácticos, todo lo que sucede en ella se presenta con el grado de credulidad propio de la fantasía. La humilde, la desclasada que se codea con la realeza, con la clase alta, desde la telenovela culebrón, hasta las películas más variadas es un asunto recurrente si los hay. ¿Qué es entonces lo que llama la atención? Está en el afiche, tres figuras, tres nombres. Sí, Madame no entra tanto por su historia como por su elenco. Rossy de Palma, Toni Collette, y Harvey Keitel. Una ensalada variada dispuesta a enaltecer una película con atractivos más bien medidos. Lo dicho, Madame es La Cenicienta. Hay un matrimonio de americanos, Anne (Collette) y Bob (Keytel), que se mudaron a una nueva mansión parisina. El matrimonio es desparejo, y la que pone orden en esa casa es María (de Palma), una inmigrante española, madre soltera, que hace las veces de “criada”. La “criada” de mayor confianza de Anne, y eso ya es mucho decir. Anne no es una mujer fácil, vendría a ser la madrastra. Es una mujer insatisfecha cuyo gran propósito es pertenecer y guardar las apariencias. Como su marido se dedica a la compra-venta de artículos de arte, organiza una cena a la que estará invitado, además de su hijo gay, un muy posible comprador de una valiosa pintura. ¿Cuál es el problema? En la mesa son trece. Sí, leyeron bien, el problema es ese, la yeta. ¿Cuál es la solución? Agregar un nuevo comensal ¿Hace falta que siga contando como continúa esta historia? Demasiado lujo Anne hace pasar a María como una acaudalada amiga. El posible comprador David (Michael Smiley, bueno tampoco podían poner todas figuras) se enamora de María –¿O de la apariencia de María?– y esta se enamora de él. Hay que continuar la farsa. Pero todo empieza a irse de las manos, sobre todo de las manos de Anne. La realizadora Amanda Sthers pone el foco en estas dos mujeres y las contrapone. Una es fría, superficial, disconforme, y pérfida si se lo propone. La otra es humilde, desprejuiciada, simpática, y conformista. Es extraño cómo Sthers entiende que conformarse con lo que hay es algo positivo. No importa, sigamos. Así, transcurre Madame, una película con una mirada femenina, aunque para nada feminista. ¿En serio conformarse y ser servicial está bueno? En fin. Hay también otra mujer que aparece de vez en cuando en las reuniones de Anne, y está la profesora de lenguas de Bob. No se entiende muy bien qué hacen en la película, pero están y más tiempo que los personajes masculinos. Ah, en el medio está Harvey Keitel haciendo del marido de Anne, y… bueno, está. No hace mucho, pero es Harvey Keitel con cara y actitud de ¿dónde está mi cheque? (no lo culpo, si yo tuviese que decir las cosas que dice Bob, también actuaría igual). En definitiva, el asunto pasa por esas dos mujeres en un entorno de lujo falso. Sthers asoma hacer una crítica hacia la clase alta, pero es más hacia la forma villanicia de ser que a la condición de clase. María nunca se queja de tener que ser la inmigrante que le hace los quehaceres a gente acomodada. Sus problemas pasan por si David la quiere o no, porque le miente a este, y porque Anne es mala pour la galarié (porque si fuese simpática, bienvenido sea limpiar sus trastos). Filmada sin pretensiones, con un permanente tono medio y un ritmo que no molesta pero jamás estalla, todo en Madame es digerible y olvidable. Rossy de Palma es simpática de por sí, se la extraña en sus roles fuertes, histriónicos. Acá pasea los planos a lo Jennifer Lopez en Made in Manhattan. No está mal, pero es que es demasiado actriz. Lo mismo con Collette, una actriz con su ductilidad, reducida a poner cara de oler caca, y actuar como una snob de manual, plagada de clichés y lugares comunes de toda fruncida. Que la interprete ella suma, pero Bridgette Wilson hizo algo parecido en Experta en bodas (tengo que dejar de ver películas con Jennifer López), y no es por comparar actrices… pero bueno. Conclusión Pasatista, carismática, demasiado liviana y olvidable, Madame de Amanda Sthers, desaprovecha todos los elementos que tenía para brillar y entrega algo similar a un telefilm agradable. Es como ir a comer a esos restaurantes finos de platos enormes y porciones chicas. No desagrada, pero me quedo con un hambre…