Nos une el amor y el espanto. Difícil de catalogar a una realizadora como Claire Denis. Probablemente la mayoría tenga su nombre de Bella Tarea, la bellísima reversión de la novela “Billy Budd” de Herman Melville que encaró con lirismo, contemplación y dureza a la vez. Pero Denis, antes y después, no se quedó en esas aguas, y fue mutando de géneros y estilos, desde documentales, films de suspenso, de terror, de denuncia social; y ahora la comedia. Hasta ahora, podíamos decir que una marca suya había sido la dureza de algunas imágenes o el tratamiento de las mismas mediante un lenguaje áspero, la sangre, el impacto, un impulso por no esconder lo que se puede mostrar en primer plano. Quizás algunos recuerden Trouble Every Day. Entonces, la novedad en Un bello sol interior es la desaparición de esa dureza. Denis habla del amor, y aunque con un dejo irónico, se empalaga en él. Basada en el ensayo Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, Un bello sol interior se plaga de personajes en busca del amor; no desde un planteo de deseo sexual (lo cual hubiese sido más comprensible en la mirada de la directora) sino desde la pulsión romántica de necesitar estar con otro para completarse. Esta Claire Denis se asemeja un poco a Eric Rohmer , aunque sin sus bríos. Pequeña cosa llamada amor: Todo gira alrededor de Juliette Binoche que aquí es Isabelle una artista en las calles de París, la ciudad del amor. Madre y divorciada, su motivación es la búsqueda del amor ideal, y casi que ahí podríamos terminar el resumen de la historia. Isabelle va y viene, es verborrágica de a tramos, se siente culposa, tiene lapsus de diatribas, y sus emociones van como en una montaña rusa bien empinada. Se enamora y es feliz, vuelve a quedar sola y otra vez cae, y así. El problema de Isabelle es que no toma buenas decisiones. Así, sus pruebas en el amor van de entregarle el corazón a hombres que claramente no lo merecen. Un hombre casado, un actor más emocional que ella, y otros tantos que sólo buscan pasar el rato sin compromiso, o un cuerpo sexual. A poco de iniciado el film nos encontramos con una escena cuasi erótica, que la Claire Denis que conocíamos hubiese encarado de otro modo, más franco, sucio y directo. Esa carta de presentación ya nos va dejando en claro el tono del film que busca algo risueño y naïf. Hay alrededor de Isabelle otros personajes secundarios que también hablan y respiran amor, quizás intentando sacarle algo de la mochila protagónica a la actriz de Copia certificada, aunque difícilmente lo consigan. Claro, tratándose de una adaptación de un ensayo de Barthes, el amor será más hablado que vivenciado. El guion arroja frases e imágenes que tratan de ser burlonamente inteligentes, como si ese fraseo romántico en realidad tuviese un dejo irónico crítico. En todo caso, ese termina siendo el punto débil del film, su pretenciosidad intelectual. Ese aire intelectual, también se impregna en el ritmo, que si bien nos presenta una comedia, aun a sabiendas que esta no será una comedia “alla americana” y que será deudora del estilo francés; lejos estamos del timing típico de ellas, con la picardía y la ligereza bufona tradicional. Un rostro iluminado: Si en algo acierta Un bello sol interior es en la elección de su actriz protagónica, Juliette Binoche, como siempre que se encuentra en Francia, ilumina la pantalla, le otorga brillo, e Isabelle se convierte en un personaje interesante en su cuerpo. Todas las tribulaciones de esta mujer tan particular se vuelven creíbles en la figura de una actriz que sabe cuándo ser frágil y cuándo reponerse. Claire Denis maneja un elenco en el que sobran figuras en roles secundarios como Gerard Depardieu, Xavier Beauvois, Josaine Balasko, Nicolas Duvauchelle, y Valeria Bruni Tedeschi, entre otros. La directora se encarga de que cada uno tenga su momento de lucimiento y acompañen correctamente a quien decididamente es el centro del relato. También habrá que notar que, si bien, no posee el timing esperado, el relato no decae, se mantiene (casi) siempre al mismo nivel, lo cual ayudará a hacerla llevadera. Conclusión: Claire Denis entiende hacer comedia por hacer un relato liviano, y eso es Un bello sol interior dentro de su filmografía, un producto eficaz pero menor, con el amor como motor principal, y diálogos que de haber forzado menos su pretensión intelectual hubiesen sido más naturales y aceitados. Juliette Binoche y el puñado de secundarios de renombre terminan por apuntalar una propuesta que seguramente encontrará a su público adecuado.
Todo queda en familia. A Érika Halvorsen la conocimos en el mundo del cine el año pasado por ser la autora de la novela en que se basa El hilo rojo, una película que consiguió promoción, más allá de algún escándalo que le es ajeno, por venderse como un producto erótico sensual que, a vista de los resultados, no terminó de ser tal. Por eso, no es de extrañar que ahora su firma aparezca detrás del guion de Desearás al hombre de tu hermana, otra propuesta que apunta a transitar los mismos caminos, y cuyos resultados, si bien son un poco más osados, no varían demasiado. El título es bastante explícito por sí mismo, va a haber una mujer que se interese sexual y/o románticamente con su cuñado. Esas hermanas son Lucía y Ofelia, o Mónica Antonópulos y Carolina Ardohain, más conocida como Pampita. El escenario principal son los inicios de los años ’70, Lucía (Antonópulos), que está por casarse con Juan (Juan Sorini), una pareja de años, hace mucho se distanció de su hermana menor Ofelia (Ardohain), con la que no se lleva bien, pero el casamiento servirá para que se reencuentren, aún a regañadientes de ambas. Ofelia está en pareja con Andrés (Guilherme Winter) pero poco importará a la hora de encontrarse con Juan. Entre ambos surgirá una atracción que no podrán controlar, y entonces será hora de revisar los porqués. Entre un ida y venida del pasado al presente, conoceremos la vida de estas dos hermanas, y cómo la crianza de una madre muy particular como lo es Carmen (Andrea Frigerio) influyó en las actitudes de ambas. Las chicas solo quieren divertirse: Este argumento, bien podría dar pie a un melodrama como lo es la mencionada película con Eugenia Suarez y Benjamín Vicuña. Sin embargo, detrás de cámara se ubica Diego Kaplan, un director que se siente cómodo en la comedia, tanto en el cine como en la televisión. Por lo cual, la historia y el tono virarán de un lado al otro, de lo dramáticamente exagerado, a lo presumiblemente cómico. Desearás al hombre de tu hermana intenta ser un gran homenaje. Por los colores, algunos planos, y algunos giros, es evidente que alguien vio al primer Almodóvar antes de encarar la película. Ahora: verlo es una cosa y entenderlo es otra. Hay también algo de ese erótico soft aburrido del extinguido canal The Film Zone (por algo siempre fuí del team Unovisión), y de algunas películas eróticas de la época de los valijeros. Pero todo ese “esfuerzo” en poner temperatura en la pantalla cae frente a algo que insinúa más de lo que muestra. No olvidemos que estamos frente a otra película del director de Dos más Dos y la serie de TV Son o se hacen, dos exponentes de ficciones que bucean el tabú adrede con una mirada de por más conservadora y culposa. En Desearás al hombre de tu hermana lo más “fuerte” pasa por los desnudos, mayoritariamente masculinos, exhibidos casi porque sí, pero a la hora del sexo, que aparezca la ropa. Kaplan y Halvorsen crearon un universo en el que las mujeres son el plano fuerte. Ellas son las que llevan las riendas del deseo, las que se liberan o tienen que liberarse, ya sea concretando o mirando cómo otros concretan. Es llamativo entonces, que la película se haya querido vender desde la platea masculina. El kitsch salvador: Es casi imposible analizar desde la seriedad a Desearás al hombre de tu hermana, simplemente no se sostiene. Los diálogos son increíbles, no posee ningún peso, como película para valijeros las hay mucho más interesantes en todo sentido, y la mayoría de las actuaciones es difícil de comprender que no se las hayan tomado para la chacota. La elección de los tonos, de la fotografía, el ritmo, la banda sonora, y el modo en que el erotismo es presentado, hacen pensar que Kaplan encaró su película desde un costado kitsch, de autoparodia, y ahí puede hallar su redención, parcial. No podemos dejar de reírnos ¿involuntariamente? en más de una escena, todo suena a ridículo. Pero aun así, una película como ¿De quién es el portaligas? entendió mejor el juego, porque se juega el todo por el todo por el absurdo y lo burdo. Desearás al hombre de tu hermana a la par de tener una estética recargada, se ve demasiado cuidada, prolija, como de catálogo de revista de moda y decoración. Demasiado esmero para algo que se hubiese planteado desde lo paródico. En el plano actoral, Mónica Antonopulos estuvo más sensual en Muerte en Buenos Aires, sin embargo, es de lo mejor del elenco. El otro detalle a destacar es Andrea Frigerio, a quien le otorgaron el rol que viene destacar que esto es una comedia burda; tiene todo para lucirse, y lo aprovecha. El resto, sobre todo los que esperaban algo del debut de Pampita, mejor olvidar. Conclusión: Desearás al hombre de tu hermana, de Diego Kaplan, pudo haber sido una interesante obra que pase a ser de culto, aunque sea como consumo irónico. Sin embargo, su rigor estético, y su, en definitiva, pacatería, la transforman en una indefinición que no la favorecen en absoluto.
En nuevo documental de Pablo Oliverio, Los amantes indigentes, retrata un instante en la vida de dos chicos que viven en la calle, y sólo encuentran refugio en el amor que se tiene. La franqueza de lo expuesto, compensa la falta de una línea conductora. Hay un trazado lógico que sigue toda la obra de Pablo Oliverio. Su cámara es un lente para esas personas que otros prefieren ocultar. Su visión es solidaria, se ubica a la par, y se distancia lo justo como para no ser protagonista ni tampoco otorgar un criterio frío e impersonal. Cuando lo conocimos en Fiesta con Amigxs (si bien tiene trabajos anteriores no estrenados comercialmente) supimos que la suya no es una mirada particular, por el contrario, es una mirada cotidiana, que busca de meterse en la rutina de sus personajes,saber su historia. En definitiva, darle una voz a aquellos que la sociedad prefiere ver con una mirada cargada de prejuicios. Los amantes indigentes es otra prueba de eso, quizás la más cabal. Porque su ojo se posa sobre aquellas personas que vemos mientras caminamos por la ciudad, pero preferimos dar vuelta la cara ignorándolos, haciéndonos una idea de cómo serán sus vidas para luego poder opinar sobre el pasado, presente, y futuro de esa gente sin en realidad tener un acabado fundamento. Oliverio vuelvo otra vez a enrostrarnos nuestra intrínseca discriminación. Los protagonista son dos jóvenes, un chico y una chica, una pareja. Ambos viven en la calle, o en refugios esporádicos, no tienen un punto fijo. Ellos se quieren, pero la vida es dura, y no permanecen juntos, por lo que cada uno sale a batallar el día a día por su lado. El amor mutuo lo expresarán dejándose mensajes en diferentes puntos para que el otro pueda leerlos. Pero Los amantes indigentes no es una documental sobre el romance de pareja, lo es sobre un amor superador, aquel que les da impulso para seguir, y que puede ser entre una pareja, o entre amigos. Pablo Oliverio abre su abanico y no se centra en esta pareja, los utiliza como conector (sobre todo al chico que gana bastante protagonismo), pero expone su alrededor, nos muestra a otras personas que, como ellos, también deben enfrentarse a la calle. Ya sea teniendo un trabajo esporádico, una changa, o pidiendo, ellos viven, como pueden, y a su modo tratan de tener planes. Oliverio no interviene en lo absoluto, Los amantes indigentes se construye a través de viñetas, o fragmentos de esas vidas, mayoritariamente nocturnas. No hay ninguna subjetividad, más allá del tratar de comprenderlos, de saber cómo son y cómo viven. No hay una posición falsamente compasiva como la de esos programas televisivos que hurgan entre lo bajo para apelar al morbo de la lágrima por quien vive peor que uno. Este punto es determinante para su valoración. Los amantes indigentes posee una observación algo dispersa, no hay un hilo claro como para seguir una historia más allá de tratarse de un documental. Simplemente es ver el día a día de estas personas, para comprender su realidad. La franqueza y honestidad que demuestra es lo que compensa este detalle que termina siendo menor frente al resultado final. Se trata de un trabajo sucio, como ya nos mostró el realizador de la reciente Puto. Pero es que esas vidas no son impolutas, y por lo tanto, blanquearlas significaría una idealización que lejos está de la idea que quiere plasmar el director. De la boca de ellos se expelen frases enriquecedoras, que nos hacen un click en la cabeza, y nos deja en claro la sensibilidad tanto de los indigentes, como de Oliverio. Será en estos tramos que notemos la mano del director, hábil para capturar esos momentos únicos, esas frases a remarcar, y hacerlas pasar como una cotidianeidad más. Los amantes indigentes es un trabajo urgente, necesario en un momento en el que las cifras de ese sector social lamentablemente aumentan, y en el que vemos como familias enteras se están destinando a vivir sin un hogar. Nos interpela y nos ofrece la posibilidad de no dar vuelta la mirada, de escucharlos, y darnos cuenta que tienen mucho para decir.
Secuela del film de culto de 1982, Blade Runner 2049 de Denis Villeneuve profundiza más los mejores aspectos de aquella, y ofrece una mejor relación con el relato original de Philip K. Dick. Treinta y cinco años tuvieron que pasar para que finalmente la secuela de Blade Runner viera la luz, luego de varios anuncios y cancelaciones. Durante estos años, el mito respecto a la película original fue creciendo. Pasando de ser un estreno criticado y con baja taquilla, a ser reconsiderado años después con otros dos cortes (un Director’sCut en 1992 y un Final Cut en 2007). Pero la secuela se hacía esperar. Como es sabido, cuando pasa tanto tiempo entre un proyecto y otro, las expectativas bajan, y aumentan los temores de arruinar el clásico. Sin embargo, lejos de esto está Blade Runner 2049, convirtiéndose en una propuesta plagada de aciertos y que potencia a la historia original. Como anteriormente, una placa introductoria nos pone en escena. Treinta años pasaron de los hechos conocidos, los replicantes han sido esclavizados, y los rastros de la civilización antigua han sido devastados en medio de un caos. Los cazadores conocidos como blade runners aún existen. Uno de ellos es K, o Joe (Ryan Gosling), oficial del Departamento de Policía de Los Ángeles, que cumple con la labor de terminar con los replicantes bajo las órdenes de la Teniente Joshi (Robin Wright) sin demasiados cuestionamientos. Su único punto de relajación pareciera pasar por Joi (Ana de Armas), un holograma vívido con el que comparte su vida cual pareja, traspasando las limitaciones del caso, casi como sucedía con el personaje de Joaquin Phoenix en Her. Pero claro, a K se le asigna un caso especial, empieza a escarbar, y comienzan los cuestionamientos. Al momento de descubrir un secreto debajo de los cimientos de esta nueva civilización, deberá comenzar una investigación que lo llevará a cuestionarse todo, llevándolo hasta los hechos presentados en el anterior film. No es mucho más lo que se puede adelantar de un argumento que contiene varios giros y sorpresas para los novatos y más aún para los fanáticos del original. ¿Qué es lo que funciona tan bien en Blade Runner 2049? El primer acierto, probablemente sea contar con el mismo guionista, Hampton Fancher (más la colaboración de Michael Green), lo cual le otorga mucha coherencia entre ambas partes. Otro acierto, y fundamental, es su director, Denis Villeneuve que viene pisando fuerte en su filmografía desde su orígenes. Es poco lo que se le puede reprochar a este gran realizador más allá de las cuestionadas Sicario y El hombre duplicado, por cuestiones ajenas a su labor. Villeneuve aplica mucho del lirismo que le vimos en su anterior Arrival a una fórmula ya planteada y diferente como la del universo Blade Runner. A diferencia de la película de Ridley Scott más volcada hacia la acción, Villeneuve ofrece algo más filosófico, dramático, con muchos planteos sobre el centro de la humanidad, pero que, cuando tenga que ser de acción no tendrá problemas en acelerar su ritmo. En sus dos horas y cuarenta y tres minutos (en comparación a las poco menos de dos horas del anterior), Blade Runner 2049 se toma su tiempo para ir creando clima, para introducirnos en la historia, y contagiarnos de las emociones de K. Es entendible que ante una duración tan extensa el ritmo no sea siempre parejo, que en el medio haya algún bache, y que probablemente pudo haber sido más corta, pero así como se presenta, todas las aristas emocionales se ven enriquecidas, favoreciendo al resultado final. En esos planteos antropológicos, en su ciencia ficción lírica, Blade Runner 2049 encuentra una relación más directa con el espíritu de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? La novela corta de Philip K. Dick en la que se basa todo este universo. Cuando este había sido uno de los puntos más criticables del film de 1982, aquí la historia, si bien es lógicamente diferente, respeta más la idea con la que Dick concibió su relato. El conocido Roger Deakins como director de fotografía y el departamento de dirección de arte serán otro de los grandes aciertos. Blade Runner 2049 es impactante visualmente, ofreciendo no sólo un universo nuevo, con anclajes en lo ya conocido pero con una paleta de escenarios nuevos y diferentes. No es solo una riqueza visual para el asombro, hay un lenguaje en lo que se muestra, una idea concebida que transmite sensaciones, y que más de una vez, hacen que las palabras sobren, completando el silencio. Estas propuestas no suelen tener un gran apartado de interpretaciones, sin embargo, Villeneuve ha demostrado ser un gran director de actores, y aquí lo confirma. Ryan Gosling se nota sólido, pasa de contenido a fervoroso dentro de un mismo plano, K sufre, duda, y el actor transmite todo al espectador. Robin Wright, Ana de Armas, Carla Juri, Mackenzie Vega, Hiam Abbas, y sobre todo Sylvia Hoeks, componen un universo femenino variopinto, fuerte, con peso en la historia, y en esta civilización futura en la que domina un placer algo etéreo. Villeneuve le otorga a cada una el momento justo y lugar preciso, todas se destacan. Jared Leto quizás sea el más desaprovechado, algo sobreactuado como de costumbre, y con pocos minutos de pantalla, demostrando que el interés de esta historia no se posa sobre la construcción de un villano típico para película de acción, sino en el accionar del protagonista anti héroe. Habrá que esperar para ver a Harrison Ford, como la frutilla del postre que se come al final. Blade Runner 2049 es un combo casi perfecto, más allá de algún cabo suelto y alguna apertura que nos puede hacer pensar en una oportuna continuación; su composición de imagen, un guion que se construye tanto en diálogos como en sensaciones, y un apartado técnico sobresaliente(al que habrá que sumar una omnipresente banda sonora) la ubican dentro de una de las mejores propuestas mainstream en mucho tiempo. Fanáticos y no tanto (será necesario haber visto aunque sea una vez el film original para comprender todo), líbrense de prejuicios y entren a este nuevo capítulo de un universo que lejos está de haberse agotado.
Riesgo cero. Director tan ecléctico como convocante, desde su debut con la polémica Sexo, mentiras y video, el estilo de Steven Soderbergh fue variando de acuerdo a las circunstancias, capaz de hacer una biografía del Che Guevara, dramas de denuncias, comedias sobre strippers, o una realidad imaginaria sobre la vida de Kafka. Soderbergh se reinventó a sí mismo, y luego de un tiempo en que la gran industria supo poco o nada de él, llegó a finales del Siglo XX y principios del actual como un director de estudio para películas con grandes elencos de estrellas pero en un aire presumiblemente (falso) indie. Casi como convirtiéndose en el director que todos elegían para filmar las reuniones de amigos de Hollywood. En 2013, luego de la que probablemente sea su mejor película Efectos colaterales y el telefilm Behind the candelabra, anunció con bombos y platillos su apartamiento de la silla de director. Apartamiento que le duraría apenas cuatro años. Vamos, que hay directores que tardan más entre película y película y se mantienen bastante activos. La estafa de los Logan es su carta de regreso, y lejos de mostrarse ecléctico como otras veces, es una de sus apuestas más seguras y tradicionales. Logan’s Six: Jimmy Logan (Channing Tatum, el nuevo actor fetiche de Soderbergh a quien disfruta mostrarlo en calzones y con sus pectorales sudados/aceitados en cuanta escena puede) es un obrero de la construcción con antecedentes criminales, que en la primera escena de la película es despedido a causa de un problema de renguera. El hombre no puede bajar los brazos porque pelea la custodia de su hija frente a su desconfiada ex pareja (Katie Holmes). Por eso, casi inmediatamente y con bastante rencor encima, idea un plan, bastante inteligente y metódico, para robarse la recaudación durante una carrera de la competencia Nascar, aprovechando unas reparaciones en la obra pública en la que trabajaba. Para este plan involucra a Mellie (Riley Keough), y a su hermano bartender manco Clyde (Adam Driver) con el que no tiene la mejor de las relaciones. la estafa de los loganTambién deberá involucrar al experto en robos y actual presidiario Joe Bang (Daniel Craig), quien debe fugarse y pide como condición para participar que participen sus dos hermanos no muy avispados, Fish (Jack Quaid) y Sam (Brian Gleeson). Formada la banda de los seis, deberán llevar a cabo el plan para este gran robo en el que no todo saldrá según lo planeado. El primero que dijo La gran estafa no se lleva nada, porque la similitud entre ambas películas es tan obvia que es imposible no asociarlas. Casi como si intentase parodiarse a sí mismo, La estafa de los Logan abandona los trajes y vestidos de alta costura de la saga con George Clooney y Brad Pitt por elementos típicos del sur de Estados Unidos. La visión del Sur según Soderbergh (o la guionista Rebecca Blunt) es la de personas estrafalarias, mal habladas (por las puteadas y por la mala pronunciación), ordinarias, pero capaces de idear un plan que implica conocimientos de física, química, termodinámica, y una logística muy precisa. Sí, la verosimilitud no será el fuerte de La estafa de los Logan. Teniendo en cuenta que las tres películas de la saga Ocean’s son sus films más taquilleros, Soderbergh emprende un regreso que tiene mucho más de resultado asegurado y rutina básica, que de impulso natural. All Stars, All long: Otro punto fundamental en común con la mencionada saga, es la incorporación de estrellas en roles protagónicos y secundarios; dando la misma sensación de una reunión de amigotes para el fin común de que el organizador de la fiesta vuelva al ruedo. Desde Seth McFarlane, irreconocible, a Hillary Swank, todos hacen su participación con mayor o menor justificación. El argumento se alarga, se disparan subtramas que no se entiende hacia dónde apuntan, y el último tramo que implica una media hora interminable, es decididamente innecesario. Sin embargo, si algo favorece a La estafa de los Logan es su elenco, siempre divertido y sacando provecho a personajes algo esquemáticos desde el guion. Todo el brío que Soderbergh no encuentra en la realización, lo poseen los actores en composiciones bastante diferentes a las que nos tienen cada uno acostumbrados. Conclusión: La estafa de los Logan es entretenida, por momentos divertida, bien actuada, y ofrece una buena hora y media a gran velocidad. La rutina de la puesta, el tufillo a repetición, y una última media hora exasperante, no la dejan ser todo lo disfrutable que pudo haber sido este regreso de Soderbergh a la silla que abandonó por un ratito.
Ópera prima de Karina Zarfino, "Adiós Querido Pep" es un drama con buenas intenciones que exceden lo cinematográfico, fallido a la hora de plasmarlas dentro de una misma historia. El tiempo lima las asperezas, o resquebraja más las grietas, eso deberán aprenderlo las tres amigas de "Adiós querido Pep", ganadora 2014 del premio Ópera prima otorgado por el INCAA. Hay un funeral que será el epicentro de la escena que presenta Adiós querido Pep, prácticamente con la única locación de una casa. Pero ese punto neurálgico del escenario, no lo es tanto en la historia, disparada hacia otras cuestiones. En efecto, el Pep del título es el marido de Marla (Claudia Cantero), y acaba de fallecer. En la casa que compartían en Buenos Aires, se le organiza un velorio perteneciente a un ritual de la religión budista y/o hindú. A esa lugar llegan dos amigas de Marla, que hace mucho no se ven entre sí, luego de una estadía de juventud en Barcelona. Isabel (Florencia Raggi) llega con Mauro (Facundo Arana), su pareja, las cosas entre ellos no están bien, pero disimulan. Pilar (Marian Bermejo) vuelve de España con su pareja lésbica, aunque decide ocultarla. Zarfino, también responsable del guion, decide contar la historia de ese encuentro, y las reacciones de estas amigas en esa noche. Principalmente de Pilar y más aún Isabel. De Marla será poco lo que sabremos, porque en sí, su motivación, Pep, nunca adquiere el peso necesario. Isabel deambula por el velorio haciendo catarsis, hay un personaje masculino compuesto por Juan Palomino, que le servirá para liberarse más aún, pero del que también poco sabremos. Pilar es más sufriente, oculta otros secretos además de su condición sexual. Hay películas que pretenden contar una historia, y atrapar al espectador a través de ella y sus ribetes. Hay otras que pretenden ser puentes para algo más, una moraleja o enseñanza; este es el caso de "Adiós querido Pep". A lo largo de sus 90 minutos, se intentará explicar con trazos gruesos, rituales budistas, hindúes, y del chamanismo; de boca de los personajes saldrán frases dignas del más básico manual de autoayuda, y la historia presentará todas las vueltas necesarias, para que las enseñanzas que los personajes tienen que aprender, puedan aprenderlas. Más de una vez pareciéramos estar asistiendo a esas películas ahora tan de moda patrocinadas por grupos evangelistas. Sobre esta superficie subyace una idea primaria que pudo ser, si bien no original, interesante, utilizar un velorio como recuentro de personas que hace mucho no se ven y tienen cuentas pendientes. Si el guion se hubiese centrado en los vínculos entre las tres amigas, y le hubiese dado una mayor importancia al objeto del velorio (o directamente decidir dejarlo fuera de plano), hablaríamos de un resultado más concreto y satisfactorio. "Adiós, querido Pep" se asemeja mucho a un relato coral de solo dos personajes y encerrados en un mismo ambiente. Estéticamente sencilla, con un clima pretendidamente onírico para invocar el asunto espiritual, en sobreabundancia de música ad hoc; no es algo que se pueda reprochar demasiado. El trío protagónico no está mal, simplemente son forzados a decir algunos diálogos demasiado impostados; y nuevamente, el sobrado talento actoral de Cantero aquí no adquiere el tiempo en pantalla necesario. Por el contrario, Arana y Palomino nunca logran personajes fuertes desde el guion, se entiende ser un film femenino, con personajes masculinos adosados sin la suficiente cohesión. Quizás Karina Zarfino abarcó demasiado en su ópera prima "Adiós querido Pep". Sobre una historia simple, los reiterados mensajes de superación, los lugares comunes de enseñanza, y el manual de religión para principiantes, no hacen más que opacar una propuesta que de ser más sencilla hubiese ganado en efectividad.
El cuarto film de Lucrecia Martel, "Zama", basado en la novela homónima de Antonio di Benedetto, cambia el ambiente de sus anteriores obras por el aspecto histórico, pero mantiene mucho de su estética e inquietudes. Parece increíble que la última vez que supimos de Lucrecia Martel en la cartelera haya sido hace ya nueve años con su, a consideración de quien escribe, mejor obra, La mujer sin cabeza. Quien fue pionera y niña mimada de la generación de Historias Breves I y el Nuevo Cine Argentino a través de La ciénaga, se tomó casi una década para hacernos desear ver cómo seguía su carrera. En comparación con otros dos pilares de ese NCA, como Trapero y Caetano, hay que decir que Martel se mantiene bastante intacta en lo que fueron las “intenciones” de sus primeras obras. Más allá de contar con la producción de los hermanos Almodovar y Patagonik, Zama mantiene un espíritu libre de independencia, que le permite entregar una película tan atípica como esta. Sí, se trata de una producción histórica, con una puesta grande que se nota en un apartado visual avasallante; pero los modos narrativos, probablemente lo fundamental, no ha variado. ¿Es "Zama", la novela de Antonio di Bendetto literatura inabarcable desde lo fílmico? La respuesta es ambigua, porque Martel se toma varias libertades respecto al original más que para llevarla a la pantalla, para adaptarla a su propio estilo. Zama le debe su nombre a Diego de Zama (Daniel Giménez Cacho), funcionario español de la Corona Española que se encuentra en Asunción del Paraguay, orillando sobre el Río Paraná, a fines del Siglo XVIII. La suya es una historia terminada antes de iniciada. Espera una señal de la Corona que lo devuelva a Lerma, su ciudad oriunda de España, o que le traiga noticias nuevas de allá, o lo reasignen a alguna tarea más importante en otra ciudad americana más grande, como ser Buenos Aires; espera que suceda algo, pero nada sucede; y ya pasaron muchos años. Cree que la asignación de una tarea que nadie quiere como dar con el paradero de Vicuña Porto (Matheus Nachtergaele), le puede abrir la puerta a ese deseo que tanto anhela de huir de ese lugar, pero nada será tan fácil. Martel utiliza esta historia de espera permanente para crear un marco necesario, que en definitiva, es lo que le interesa. "Zama" apunta menos a una historia puntual que a un estado de ánimo y situación. La escena se plaga de detalles, alegorías, y lenguaje visual delicioso, para lo cual habrá que estar atento. De su lente, Martel despliega planos únicos, pictóricos, dignos de una refinada muestra fotográfica. Cada uno de ellos cuenta una historia en sí misma. Será interesante observar cómo las palabras sobran para escenificar la decadencia de clase y de la Corona por esos tiempos. Un lujo vulgar y desprolijo, sucio, como si al estar perdido en ese territorio no importasen las delicadezas. Hay permanentes muestras del instinto animal aflorando entre los humanos, y cómo la línea que divide el comportamiento de unos y otros se hace cada vez más fina. "Zama" exige a un espectador ávido en saber apreciar los detalles de una puesta. La historia se hace difícil de llevar, y si no se adentra en el juego, pareciera que no está narrando nada en concreto. Este aspecto de una narración que no abunda en diálogos y deja un fuerte espacio para lo visual, es una marca para la directora de La ciénaga. Daniel Giménez Cacho hace una labor excepcional como Diego de Zama y se carga la propuesta con un protagónico absoluto, paseando a su personaje por diferentes situaciones, pero sin variar ese ánimo desganado y casi anti heroico de su personaje. Martel lo arropa bien con secundarios logrados desde la dirección actoral, en una marcación en la que cada uno está donde debe estar; propio de una composición visual amplia. Nueve años tuvimos que esperar para poder apreciar nuevamente el talento de una realizadora única como Lucrecia Martel. Los seguidores de su arte estarán encantados con esta nueva propuesta que lleva sus típicas historias de una burguesía derruida a otro siglo, pero con las mismas ideas.
Nueva adaptación de la popular novela de Stephen King, "It" (Eso), dirigida por el argentino Andy Muschietti, es un viaje a lo mejor del terror más puro y clásico, el que anida dentro nuestro. Stephen King es probablemente uno de los autores actuales cuyas obras más veces han sido llevadas a la pantalla, ya sea en formato de series, mini series, o películas. Gran parte del terror de los últimos años de los ’80 y la primera mitad de los ’90 provienen de adaptaciones de su pluma, convirtiéndose en una marca registrada. Entre esas adaptaciones, una de las más populares quizás sea la de la miniserie IT que en 1990 dirigió Tommy Lee Wallace. Odiada por los fanáticos de la novela, y adorada por toda una generación que creció aterrorizada por ese Pennywise personificado por el inigualable Tim Curry. Es por eso, que la tarea del director de la celebrada Mamá, Andy Muschietti, era un desafío doble. No solo debía adaptar una de las novelas más populares del prolífico autor de Cementerio de animales, debía lidiar contra un recuerdo imborrable de lo que claramente es un clásico del horror noventoso. Ante esta prueba, Muschietti y el guionista Gary Dauberman (rescribiendo un original de Cary Fukunaga y Chase Plamer), superaron cualquier expectativa. "It" (Eso) 2017 es una propuesta ágil, vibrante, con mucho horror, y también diversión, pero principalmente, es una producción en serio. Algo que normalmente sucede con el género de terror es que se lo asume con un algo menor, pasatista, y que no suele necesitar del mismo cuidado que otros géneros. Sin embargo, películas como El Conjuro, Mamá, e It (Eso), entre otro pequeño puñado reciente, demuestran que pueden ser asumidas con el mismo rigor que cualquier otra producción, y no es necesariamente una cuestión de presupuesto. Los resultados mejorados están a la vista. Las historias de King suelen equilibrar correctamente el drama con el horror, su estilo suele estar asociado a horrores que más allá de lo sobrenatural, expresan algo real. Ese espíritu se encuentra a la perfección en este nuevo film. Algo sucede en Derry, Maine. Sucesos extraños, tragedias que van desde incendios hasta asesinatos, como si algo perverso vibrase sobre ese suelo. Es 1988, y el número de desapariciones en adultos triplica al de cualquier otro pueblo, y en la población menor es mucho peor. Los niños desaparecen y nadie encuentra mayor explicación que un infortunio. Como si los menores estuviesen a su propia voluntad, el comportamiento de los adultos dista de ser ejemplar. Entre estos chicos encontramos a un grupo de amigos, Bill Denbrough (Jaeden Lieberher), Richie Tozier (Finn Wolfhard), Eddie Kaspbark (Jack Dylan Grazer), y Stan Uris (Wyatt Oleff); a los que luego se sumaran Ben Hanscom (Jeremy Ray Taylor), Beverly Marsh (Sophia Lillis), y Mike Hanlon (Chosen Jacobs). La banda de los siete perdedores que deberán enfrentarse al horror que subyace en Derry. Ese mal se personifica en un payaso, Pennywise “El gran bailarín” (Bill Skarsgård), un ser inexplicable, un Eso, que hurgará entre los temores más profundos de sus víctimas para atraerlos y “hacerlos flotar”. Muschietti y Dauberman aciertan en llevar esos temores internos a algo real, no son pura fantasía, está en los dramas que puede transitar cualquier infante traumado. Esta personificación tan interna de lo perverso es lo que carga al film de un dramatismo palpable. "It" (Eso) rescata el aura de las películas propias de los años ochenta, con esa banda de amigos que deben mantenerse unidos para enfrentar al adversario superior desde la individualidad. "Los Goonies", "Los exploradores", y por supuesto, "Cuenta Conmigo" (otra adaptación de un texto de King), están ahí presente, en cada viaje en bicicleta, en cada entrada a las alcantarillas, en cada recreo en el lago. La historia atemoriza cuando debe hacerlo, refuerza las tuercas necesarias, sin abusar de los golpes de efecto (quizás sí, haya algún efecto digital de más, producto inevitable de esta era) y creando por lo tanto, una sensación de miedo real. El miedo se asocia a una angustia, y ese es el clima que se maneja desde la historia y desde las imágenes. Los chicos están solos y deben enfrentarse a lo sobrenatural, pero también a lo humano, a la actitud de sus adultos, y de los jóvenes un poco más grande que ellos. Cada uno de ellos atraviesa un drama diferente, esencial para la cohesión de la historia. El Pennywise de Bill Skarsgård se aleja de la imagen creada por Curry. Sabiendo que aquel sería insuperable, no intenta imitarlo o equipararlo, transita otro camino, más propio del terror actual, con altas dosis de momentos espeluznantes. El grupo de amigos cada uno maneja características diferentes, y trasciende esa idea de “la unión hace la fuerza”, son amigos que pelean por una causa común. En el individual, Sophia Lillis y Jeremy Ray Taylor serán quienes consigan mejores momentos, sin desmerecer al resto. Muschietti se muestra sólido y a la altura de una propuesta de alto vuelo como esta. La asume con seriedad, con la convicción de estar haciendo algo que puede llegar a quedar en el recuerdo. Desde las elecciones en la banda sonora, la suavidad del montaje (que repetimos, no acude al martillazo del golpe de efecto), y una fotografía que oscila inteligentemente entre la oscuridad y lo soleado; todo hace ver que se trata de un director muy atento al detalle y seguro de lo que quiere encarar, un autor. "It" (Eso) es un film de terror que no pasa desapercibido, que no busca el camino fácil de provocar un gran grito y dormirse en los laureles, crea una atmósfera permanente, un ritmo cauteloso que no decae en sus ágiles dos horas y cuarto, y compenetra al espectador con las emociones de pavor de sus protagonistas. Eso se alimenta de nuestros miedos, y no es tarea sencilla encararlo sin sentir el frío corriendo por nuestra espalda.
El quinto film de Anahí Berneri, "Alanís", fiel a su estilo, es un franco retrato de un mundo lleno de prejuicios, y del que poco se conoce, como el de la prostitución. Si algo caracteriza al cine de Berneri es que no se esconde detrás de sutilizas o disimulos. El suyo es un arte que va al frente y si tiene que chocar, choca. Sin darle lugar al idealismo puede hablar de enfermos terminales, actrices en decadencia, madres colapsadas, o una pareja quebrada, con el mismo tono directo y desangelado. Siendo así, pocos realizadores más acordes que ella para retratar a un mundo como el de la prostitución. Esa es la carta de presentación de su nuevo y provocador film. Alanís (Sofía Gala Castiglione) trabaja en un departamento junto a Gisela (Dana Baso). Ellas atienden hombres, pero nadie las maneja. Los problemas comienzan cuando la policía decide realizar un allanamiento, les piden una habilitación como casa de masajes, y terminan clausurando el lugar y llevándose a Gisela. La posterior traición del dueño del departamento, Santiago (Santiago Pedrero), hará que Alanís termine en la calle. ¡Ah! Alanís tiene un hijo bebé. Con lo poco que tiene y Dante (Dante Della Paolera), su hijo, Alanís termina en casa de su tía Andrea (Silvia Sabater) que también funciona como local de venta de ropa femenina en el barrio de Once. La relación entre ambas no es la mejor, y Alanís está acostumbrada a fingir, a mentir. Berneri no busca que nos compadezcamos de su protagonista, o en todo caso que lo hagamos de los infortunios que debe pasar y no de su trabajo en sí. Alanís en verdad se llama María, y escapó de su pueblo en el que ya hacía lo que hace pero de modo aún más precario. Pero Alanís es Alanís, y no reniega de eso, prefiere ganar más dinero como puta que fregando el baño de una inválida. Sin hacerlo explícitamente, Berneri está planteando la necesidad de blanquear el oficio de la prostitución, de darle un marco legal y protección para que, quienes decidan ejercerla, no se encuentren desamparados. Alanís necesita que la ayuden. El Estado, encarnado en la piel de una asistente social (Estela Garelli) le da la espalda. Quiere trabajar en la calle, pero Once es territorio de las mujeres caribeñas, y la competencia no está permitida. Los clientes se rehúsan a un encuentro furtivo en el auto o en un telo. Todo se hace cuesta arriba, y ella deambula por la ciudad buscando esa mano que le permita libremente ser lo que es, una puta. Sofía Gala Castiglione es un huracán de talento. Nació para ser actriz, y su expresividad es absoluta. Alanís no puede tener otro cuerpo que no sea el de ella. No es una puta fina, es una trabajadora sexual, que se la rebusca como puede, y si su figura no está modelada, no por eso la va a esconder. Cada frase que pronuncia, cada postura, suena convincente, y le entrega el alma a una directora como Berneri que, se sabe, gusta de llevar a sus actores al extremo. Dana Baso, Silvia Sabater y Carlos Vuletich (como Román, la pareja de Andrea, y quizás el único que entiende a Alanís) todos están correctos en sus roles secundarios de un protagónico absoluto, demostrando no solo el talento de estos actores, sino la sobrada mano en la dirección actoral de Berneri. Y ahora sí, hablemos de Dante Della Paolera. Dante es el hijo real de Sofía Castiglione. Más allá de la lógica conexión palpable que permite trabajar con el propio hijo, pocas veces se puede observar en pantalla tanta soltura en un chico que no llega a los cuatro años. El nene obedece todo lo que tiene que hacer en cámara, y lo que no, se improvisa, pero con una soltura increíble. Las escenas de Alanís con Dante claramente serán las más humanas, y por ende, lo mejor de la película. Muchas veces, los bebés pasan por “decorado”, como un detalle enternecedor y nada más. Aquí Dante es un personaje más, con actitudes propias frente a lo que vive su madre. Naturalmente, el talento frente a la cámara, corre holgadamente en los genes de la familia. "Alanís" es un film salvaje, pero Berneri lo dosifica de una frescura que no lo hace difícil de ver. A diferencia de su anterior propuesta "Aire Libre", precisamente, le otorga aire, nos da respiro, y hasta permite que la que quizás sea la escena más dura de la película termine siendo de algún extraño modo, muy graciosa (otra vez, el talento de Sofía al rescate). Pocas veces el mundo de la prostitución fue tan explícito como en "Alanís", y no es referencia a una cuestión sexual. Es explícito en cuanto a la franqueza y certeza de lo que se quiere mostrar, no busca eufemismos, ni un erotismo soft para atraer a la platea. Aquí el sexo es sexo, como lo es cuando uno ejerce una rutina de trabajo. Berneri demuestra nuevamente ser una directora única en el panorama del cine argentino.
Ópera prima de Cecilia Atán y Valeria Pivato, "La novia del desierto", es una propuesta cálida que dispara varias aristas alrededor de una mujer que a su edad adulta debe iniciar un nuevo rumbo en su vida. Que nunca es tarde para comenzar de nuevo. Que a veces los sacudones son buenos para despabilarse y buscar otros horizontes. Atán y Pivato eligieron para su ópera prima, "La novia del desierto", tomar como protagonista a un personaje que difícilmente veamos estelarizar en demasiadas películas. Una mujer que ya pasó los cincuenta años, que no hizo mucho con su vida personal, entregándosela a los demás, con mucho miedo de vivir, y sin un claro ímpetu para patear el tablero. Sin embargo, aun teniendo a un personaje central calmo y callado, ésta es una propuesta amable, con mucha calidez, y que dibuja una sonrisa cómoda en nuestro rostro. Teresa (la chilena Paulina García, a quien hace poco vimos como la presidenta de ese país en "La Cordillera") vivió toda su vida laboral como una empleada doméstica cama adentro en una casa de Buenos Aires. No sabe hacer otra cosa que complacer a esa familia con un trato de condescendencia. Pero la casa se vende, y Teresa ya no tiene familia a la que consentir. Una mujer sin vida propia que emprende un viaje en ómnibus volviendo a su tierra. En el camino del desierto de San Juan el ómnibus se avería, y al bajar termina en medio de la feria ambulante alrededor de la devoción por la Difunta Correa. Mezclada entre la multitud que desconoce, extravía su bolso en uno de los puestos, y tendrá que hacer algo para recuperarlo. Es así como conoce a “El gringo” (Claudio Rissi), un puestero que la ayudará a dar con el bolso, pero en el mientras tanto, no hace más que retrasarla en su destino. "La novia del desierto" es una road movie atípica. Atípica porque no se establece tanto en un largo trayecto, sino en un punto entre el viaje. Porque sus personajes no son “aventureros” que quieren emprender una gran travesía, ni hay algo interno que cumplir que los impulse a llegar. Su protagonista no tiene un rumbo, y ese desierto sanjuanino quizás sirva como inspiración para saber qué es lo que quiere. Teresa y El gringo son personajes diferentes. A ella se la nota tímida, callada, temerosa de afrontar esta etapa nueva. El gringo es 100% carisma, un espíritu libre, algo embustero, probablemente lo que Teresa necesita. La novia del desierto, plantea la historia de esta mujer que necesita saber qué va a hacer con su vida, plantea sutilmente un dilema de diferencia de clases, y también nos presenta una tierna historia de amor mayor. Esa mixtura entre diferentes aristas será lo que haga que nunca se pierda la atención, sumado a la belleza del paisaje (no tan tradicional como lo que siempre vemos en una road movie local con el sur o el norte como estrellas principales). Paulina Garcia es una actriz excepcional, Teresa es de esos personajes que caen simpáticos en su medio tono, su cotidianeidad, y la actriz de Gloria lo compone con soltura y compromiso para calzarse un protagónico fuerte. Claudio Rissi es uno de los mejores actores argentinos. De amplia trayectoria teatral, sabe como nadie llevar a buen puerto estos personajes pícaros, de moral dudosa pero compradores. Es difícil imaginar a El gringo interpretado por otro actor. La química que nace con García es fundamental para que la propuesta fluya naturalmente. Sin apurarla, con un montaje suave, y buen apoyo en la banda sonora, Atán y Pivato lograron una película simpática y con mucho mensaje por detrás. "La novia del desierto" es ese tipo de películas que tienen su público asegurado, aquel que no busca adrenalina, y prefiere el peso de una buena historia detrás. La buena sensación que nos rodea luego de verla nos habla de un primer paso para estas directoras más que correcto.