Los olvidados como temática. Si bien su debut como director fue en 2011 con Vile, uno de esos films de terror últimos coletazos de la porno tortura, fue su debut como guionista (cuatro años después) en el film de Denis Villeneuve Sicario lo que colocó a Taylor Sheridan en la mira de la industria. Con la excelente -y nominada a los Premios Oscar el año pasado- Sin nada que perder, volvía a demostrar su solidez a la hora de contar historias de marginados desde un costado de comprensión humana, lejos de la estigmatización. El éxito de esos films lo trae nuevamente a la silla de director, ya bien alejado de Vile, con la posibilidad de trabajar en un guion propio, volviendo a centrarse en un sector de la sociedad estadounidense alejado de lo usual. Hay una vida que nos muestra Hollywood que oscila entre la gran urbe y los suburbios de alto nivel. Pocas veces podemos ver en su cine a las minorías olvidadas del modo en que Sheridan lo canaliza en su guiones; ya sea los habitantes fronterizos con México y su relación con el narcotráfico, el sur atacado por la pobreza y la crisis económica, o, como en Viento salvaje, la realidad de los habitantes de pueblos originarios. Sí, Viento salvaje se presenta como un film de género, un policial con todos sus ingredientes, pero tras su velo se esconde el drama de otra realidad. Blancanieves y el cazador: Cory Lambert (Jeremy Renner) trabaja como cazador y ayudante de vida silvestre en el condado de Wyoming, más precisamente en la reserva natural de Wind River. En realidad él es un extranjero en su tierra, un hombre caucásico en un lugar habitado casi en su totalidad por descendientes de los pueblos originarios. Separado de su ex mujer Wilma (Julia Jones), con un hijo al que descuida, Cory carga con un gran dolor por la muerte de otra hija en lo que fue un accidente confuso. Recorriendo el bosque nevado, halla el cuerpo congelado de Natalie (Kelsey Asbile) y de inmediato da aviso a la policía. Desde el FBI envían a Jane Banner (Elizabeth Olsen), una agente de Texas que poco conoce de la zona y de lo que le espera. Wyoming y la reserva Wind River son lugares olvidados, que no cuentan con ningún tipo de recurso estatal, por lo que el trabajo de investigación será mucho más complicado. Jane necesita un guia, y es así como involucra a Core en la investigación de un asesinato que guarda más de un secreto. Taylor Sheridan se basa en personajes más que en acciones. El crimen de Natalie será un disparador para la relación que se crea entre Jane y Cory, diferentes entre sí, y en algún punto unidos. Jane es la recién llegada, la que no entiende el estilo de vida del lugar e intenta resolver todo con métodos que ahí no se aplican. De algún modo, pese a ser una mujer dura, es la personificación de cierta pureza o inocencia. Cory es su contraparte, curtido, conocedor de cada centímetro de ese lugar, tomará la investigación como una redención por lo que le sucedió. Es un cazador con todas las letras. Están también los secundarios, a los que el guion, lejos de descuidar, le otorga una entidad fundamental. Los habitantes de Wind River penan y deben sufrir la visita de quienes vienen de afuera, que lejos de ayudarlos los perjudican. Sin lugar para los débiles: Como su nombre lo indica, Viento salvaje es un film salvaje, despojado de artilugios, que hace un gran uso de la puesta natural en tomas aéreas, pero también al ras del piso, cerca de la realidad. Los blancos escenarios se complementan con tonos grises y azules, todo suena áspero y con un gran dejo de tristeza. La angustia atraviesa cada minuto de Viento salvaje y nos queda en claro la dificultad de tener que vivir en una zona así, olvidados de la sociedad. Sheridan crea una obra delicada con muchos detalles y una carga emocional importante. Tanto las labores de Renner como de Olsen, sumados a muchos de los secundarios, son clave fundamental para esa emotividad, nos hacen sentir la realidad por la que transitan sus personajes. Conclusión: Policial con un pie en el drama de denuncia, Viento salvaje no es una película sencilla ni fácil de digerir. Taylor Sheridan nos lleva a un viaje duro de transitar, pero sobre todo real. Los tonos cuidados de su puesta, y el puñado de grandes actuaciones, componen una propuesta de por más atractiva.
La ópera prima de Natalia Garagiola, "Temporada de caza", se refugia en la soledad del corazón de San Martín de los Andes para presentar las sensaciones internas de un joven en busca de su eje. Los primeros minutos de Temporada de caza son reveladores. La típica escena del partido escolar, en este caso de Rugby, se va tornando cada vez más pesada. Nahuel (Lautaro Bettoni) inicia una gresca con sus compañeros que se va de las manos. De la ira expresada en esa escena pasamos a una cena entre padre e hijo, que termina en un plano desolador; tan desolador como mucho de todo lo que veremos de ahí en más. Natalia Garagiola pasará constantemente de la ira, el malestar, al silencio; y ese silencio puede ser más molesto que toda la violencia expresada. Temporada de caza es una propuesta de emociones fuertes. Ese padre (Boy Olmi) con el que Nahuel mantiene la trunca cena inicial no es en realidad su padre biológico. Sus padres se separaron hace mucho tiempo, su madre se volvió a casar con este hombre que es el que lo crio. Ahora que la mujer murió, la duda es cómo seguir. Nahuel no sabe cómo expresar todo lo que lleva adentro, y lo exterioriza de una forma violenta, irascible. Hace diez años que no ve a Ernesto (Germán Palacios) su padre biológico, y quizás ya sea hora. Abandonando la comodidad de la ciudad, Nahuel viaja hasta el sur de nuestro país, a San Martín de los Andes, para reencontrarse con ese hombre del que no conoce nada. Hay que pasar una temporada, y puede ser eterna para los dos. Garagiola no sobrecarga los hechos, prefiere poner el foco en los personajes, rodearlos de un hábitat y dejarlos expresarse; y vaya si se expresan. Nahuel no es un adolescente fácil, la incomodidad que se genera en gran parte del film (sobre todo en su primera mitad) se debe a sus actitudes inmanejables. Ernesto y su familia hacen lo posible para conectar con él, pero es imposible, él sólo quiere huir, ¿A dónde? Ni él lo sabe. La violencia que genera Garagiola con sus planos y sus no diálogos no va a estar presente en ningún film de acción, es disruptiva, molesta, corrosiva, casi que lleva al espectador a querer tomar partida en el asunto. Nahuel y Ernesto deberán encontrar su punto antes de que el estallido sea mayor, y la temporada de caza está por comenzar. Temporada de caza puede ser visto como un film pequeño, pero estaríamos cometiendo una grave injusticia de percepción. La inmensidad de un San Martín de los Andes alejado de lo turístico, la riqueza de los personajes, y la construcción de diálogos contenida y calculada, nos hablan de algo inmenso. El gran sentido del ritmo narrativo que esta novel directora maneja hace que jamás la propuesta decaiga, más allá de un lógico y entendible lapsus luego del volcán en erupción inicial y antes de la fortaleza del final. El interés se mantiene permanente y pareciera que siempre hay algo que contar en el interior de estos seres. Nahuel se relaciona también con los jóvenes del lugar, diferentes al estereotipo que se plantea del adolescente del interior, más realista, y ellos también tienen algo para decir, al igual que la familia de Ernesto. Una excelente puesta es acompañada por una sólida dirección actoral que permite no solo grandes duelos en igualdad de posiciones, sino logrados momentos individuales. Lautaro Bettoni es toda una revelación, por lógica, gran parte del relato recae sobre sus hombros. Nahuel es un personaje muy difícil, y el joven lo plantea con matices, exacerbado, y con pocos momentos de calma. De Germán Palacios no es ninguna novedad resaltar sus valores interpretativos, de gestualidad contenida pero muy expresivo, la postura dura y paternal de Ernesto atraviesa su piel. También habrá que destacar a Rita Pauls y Pilar Benitez Vivart en roles secundarios pero de importancia narrativa; ambas contundentes en lo que necesitan sus personajes. Párrafo aparte para Boy Olmi a quien le alcanzan no más de quince minutos de aparición en pantalla (quizás menos) para encandilarnos. Las expresiones que destilan sus miradas, los planos que se le dedican, son de una potencia arrolladora que puede llevarnos sutilmente hasta las lágrimas. Dan ganas de pararse en sala y aplaudirlo de pie como si estuviésemos en audición teatral. Temporada de caza es una propuesta salvaje, contundente y arrolladora, que no pasa como otra experiencia más que pronto se olvida. Natalia Garagiola logró una ópera prima más que auspiciosa, cargada de emociones y de una belleza fílmica difícil de explicar. Bienvenida sea la sangre renovadora.
Nuevo exponente de la comedia de acción con pareja despareja, "Duro de cuidar" de Patrick Hughes ofrece pocas experiencias nuevas y no balancea bien entre sus dos vertientes. Probablemente, el género de acción y la comedia sean los dos géneros que mejor resultados dan a la hora de plantear un cine pochoclero y pasatista. Qué mejor que la posibilidad de verlos juntos en una misma película, un producto que ofrezca vértigo, explosiones, músculos, risas, y momentos absurdos por igual. La mezcla está lejos de ser una novedad. Todos los años pareciera que sí o sí tenemos que tener uno de estos títulos que se dividen entre el policía/agente haciendo dupla con un outsider inexperto; el policía/agente de buenos modales junto al policía/agente bravo; o el policía/agente dentro de la ley uniéndose por fuerza mayor con alguien fuera de la ley que resulta no ser taaan malo. El punto de partida puede ser cualquiera, pero el destino es el mismo, la pareja dispareja en peligro y a los tiros. "Duro de cuidar" responde al último modelo, el agente que termina unido con alguien que supuestamente debe formar parte del bando de los enemigos. En este caso, se trata del agente guardaespaldas Michael Bryce (Ryan Reynolds), que luego de ser un triunfante en lo suyo, rápidamente cae en desgracia tras una operación fallida con la consecuencia de su protegido muerto. Luego de ese hecho, Michael se recluye y pasa a trabajar como guardaespaldas de abogados de narcotraficantes, y otros trabajos denigrantes y menores. Paralelamente, el dictador bielorruso Vladislav Dukhovich (Gary Oldman en plan denme trabajo ya) asesina a la familia de un científico para obligarlo a que este trabaje para él. El científico se revela, se recurre a la justicia internacional, y Dukhovich será juzgado en La Haya. El principal testigo del denunciante es Darius Kincaid (Samuel L. Jackson), un asesino a sueldo que trabaja para las grandes esferas, y que precisamente, se negó a cumplir las mortíferas órdenes del dictador de Bielorrusia porque su código de honor es sólo asesinar a personas que se lo merecen, a tipos malos… en fin. Volviendo a Bryce, una ex novia de él, también agente de Interpol lo localiza para encargarle el traslado de Kincaid porque sabe que él es el mejor en lo suyo. En el traslado las cosas salen mal, y Michael y Darius deberán huir juntos y defenderse para poder cumplir con la misión de llegar sanos y salvo a declarar; todo sea por la paz mundial. Ryan Reynolds ya demostró varias veces moverse en las aguas tanto de la acción como de la comedia. Carisma no le falta, y hasta el personaje por el que todos lo celebran ahora, Deadpool, es una mezcla exacta entre esos dos polos. Samuel L. Jackson debe ser uno de los actores con más onda en el Hollywood actual, a poco de pasar la barrera de los 70 años, no sólo es inoxidable, mantiene una actitud patea traseros envidiable. Es más, Jackson ya protagonizó, por lo menos, dos películas con esta tónica The Man/Detective por error y Fórmula 51 (sospechosamente muy similar a esta). Sin embargo, pese a tener dos protagonistas ideales, "Duro de cuidar" falla. Michael Bryce y Daruis Kincaid no son personajes bien definidos, o por lo menos no bien definidos en sus opuestos. Ambos son expertos en el uso de armas, tienen mal carácter, y una idea de lo legal ambigua. Kincaid tiene reacciones poco formales que descolocan y complican a Michael; pero este tampoco tiene el comportamiento de un señorito. Por lo que, la química despareja no funciona tan bien como debería. Aun dejando de lado las connotaciones ideológicas de la propuesta (volvieron los rusos malos), la historia hace aguas por todos lados, las motivaciones son pobres, y todo debe ser tomado en el grado de ser una comedia liviana. Comedia que tampoco llega a estar bien explotada. Las comedias de acción deberían entregar dosis parejas de ambos contenidos, o introducir comedia en la acción, o viceversa. Eso no sucede en Duro de cuidar, en donde la acción se interrumpe para un momento de comedia esporádico, y vuelta a la acción. Hay buen despliegue técnico para la adrenalina, pero poco lugar para una franca sonrisa. Los momentos de humor llegan a quedar algo descolocados. Los personajes secundarios suelen ser un buen pilar de estas propuestas, y en Duro de cuidar son otra de sus falencias, y no por falta de talento. Ya hablamos de Gary Oldman, pobre, debe necesitar pagar sus cuentas. El hombre está en otra película, intenta actuar bien y sus diálogos sin indecibles. También se encuentra Salma Hayek como la esposa de Darius en una historia paralela, que nunca se conecta bien con el tronco central, y desaprovecha a la bomba mexicana que ha sabido ser buena actriz y comediante. "Duro de cuidar" es correcta desde lo formal, en su muestrario de presupuesto; pero más allá de eso, no ofrece nada nuevo y desaprovecha las armas que tiene. Por último, es llamativo como comedias argentinas que aplican esta fórmula de la pareja dispareja en acción son fuertemente rechazadas por crítica y público aun ofreciendo un producto mucho más logrado que estos productos venidos de un Hollywood degastado, repetitivo y sin ideas frescas, pero de mayor aceptación por ambos lados. Cuestión de idiosincrasias.
Un nuevo agente ha nacido. Alcanzan pocos minutos para saber cómo vendrá la mano en Asesino: Misión venganza, nuevo film de Michael Cuesta, y primero de lo que promete ser una saga. Playa, cuerpos bronceados, mar, surfistas. Mitch Rapp le propone casamiento a su novia mientras se dan un chapuzón. La felicidad abunda, ella parece aceptar, y él va en busca de unos tragos para festejar… pero segundos después se desata la tragedia. Tras un corte de escena, nos enteraremos que Mitch se convirtió en un oscuro agente de la CIA. No es ninguna novedad que Hollywood guarda un arma oculta en la creación de personajes agentes secretos, ultra entrenados, todoterrenos, con un sentido de la lealtad a la bandera más fuerte que el de la ética humana, inteligentes, y -sobre todo- apuestos e incapaces de perder la línea. Para más pruebas, en cartel todavía se encuentra Atómica. Asesino: Misión Venganza no oculta su intención de transitar este camino respetando todas las reglas, con el sólo propósito “innovador” de querer otorgar una cara joven como la de Dylan O’Brien. Ese no sería un problema, de no ser por la torpeza con que lo hace. El renegado, su entrenador y su mentora Mitch pasó de tragedia en tragedia. Con tan solo veintitrés años ya es un hombre oscuro que maneja contactos con el Medio Oriente. En uno de esos contactos será puesto en la vista de la agente de la CIA Irene Kennedy (Sanaa Lathan) que, cual Amanda Waller de Escuadrón Suicida, decide reclutarlo para el bando del bien. Rapp será enviado entonces a entrenarse con el veterano Stan Hurley (Michael Keaton, dispuesto a agarrar lo que sea con tal de volver) y formarse como ese agente que todos queremos ver. Se suceden unos ataques en determinadas bases militares y puestos civiles, y para terminar con ese caos Rapp será fundamental, contando con la colaboración de Hurley y otras uniones impensadas. ¿Por qué tan serio?: Si bien el guion escrito a diez manos entre Stephen Schiff, Michael Finch, Edward Zwick y Marshall Herskovitz, basado en la novela de Vince Flynn, no derrocha originalidad, su mayor inconveniente es la inverosimilitud –aún para este tipo de películas– con la que se plantean las escenas, y en todo caso, el poco auto sentido del absurdo que asume. Las habilidades interpretativas de O’Brien son dudosas, pero más notoria aún es la falta de química con un Michael Keaton que se toma todo el asunto en broma (y gracias a eso es quien mejor sale parado). Sanaa Latham entiende ser dura por pétrea. Las escenas causan gracia pero la puesta no acompaña: permanentemente Cuesta intenta crear una puesta rigurosa en la que las frases ampulosas de manual suenen verídicas, y no lo logra. Las escenas de acción tampoco contienen el suficiente atractivo visual como para que olvidemos la suma de traspiés en el guion; el ritmo es a puro martilleo, sin matices, con un tono propio de los productos directo a video de los años noventa, pero sin el entretenimiento libre y desprejuiciado de aquellos. Conclusión: Asesino: Misión venganza es una propuesta risible que extermina su última oportunidad al tomarse demasiado en serio. Una puesta técnicamente pobre, historia entre trillada y de por más inverosímil, construcción de diálogos imposibles, y actuaciones para el olvido; nos hacen pensar que la peor amenaza que se presenta es la de que esto se convierta en algo que recién empieza.
Tú otra vez. La aparición a mediados de los noventa de los films de animación computarizada permitió, no mucho tiempo después, una pluralidad de oferta en productos animados como nunca antes se había visto, rompiendo en gran parte con la hegemonía que hasta ese momento mantenía Disney y alguna otra empresa grande que ocasionalmente pudiese hacerle sombra (dejando a un costado del análisis la tradicionalidad de la animación oriental que, como siempre, corre por otro carril). De todas partes del mundo, con mayor o menor presupuesto, hoy en día las películas animadas abundan, se estrenan cualquier semana y bajo cualquier criterio. Claro: también varía la calidad, y como en todo cine de género, por cada diez títulos originales tenemos cien que se suben al caballo del éxito, como las fotocopias que van perdiendo tono a medida que las van haciendo. Allá por el 2014 Locos por las nueces se sumó al carro de las películas con animales antropomorfos y frenéticos, con múltiples referencias pop, y un intento desde el humor por atrapar a los adultos. Tres años después, Locos por las nueces 2 ofrece exactamente lo mismo. En efecto, ahí están otra vez las ardillas Surley y Andie, más la bulldog Preciosa, para vivir otra gran aventura… una muy parecida a la de la primera película y a la de otras decenas. A otro lugar con esa ardilla: Surley y los suyos habían planificado un gran robo a una tienda de nueces para abastecerse. De ahí el doble sentido del título original The Nut Job con el clásico de los asaltos The Italian Job. Pasó el tiempo, y una vez que ya habitan en aquella tienda las nueces abundan. Andie ve con preocupación que las ardillas hayan perdido la costumbre de recolectar las nueces en el bosque a cambio de la pereza de tenerlas servidas en la tienda. Surley, despreocupado, no parece oírla, pero… no, las nueces no se acaban, la tienda explota. Es así como el grupo deberá encontrar un nuevo refugio y lo halla en un gran parque municipal. Lugar ideal, de no ser porque el Intendente Muldoon planea construir un parque de diversiones allí con el sólo propósito de llenar más sus arcas. Es hora de impedirlo. Misma película, otro mensaje: Bueno, obviemos que el título original ya perdió la referencia hacia la película de robos y quedó solo como una excusa para poder hacer juegos de palabras con naughty y otros más obscenos (aún); juegos de palabra que en el doblaje se pierden. Obviemos lo mucho que varios tramos nos hacen recordar a Madagascar, La era de hielo, Vecinos invasores, y varias más. Locos por las nueces 2 contradice a su primera entrega en casi cada punto de premisa. La escasez de nueces ya no parece ser tal, y la tienda de nueces al final no era la única chance. Hasta se contradice a sí misma: un lugar paradisíaco lleno de nueces ya no es tan buena idea porque genera pereza, se teme que las ardillas pierdan su instinto, y al final el desencadenante no será nada de eso, sino una explosión aleatoria que los ubicará en otro lugar que ahora sí parece paradisíaco pero se parece bastante al origen de su primera entrega. En fin. El film, que claramente se divide en dos partes, tiene una introductoria en la tienda que será solo una larga excusa para poder ubicar a las personajes en su nuevo hogar ¿no hubiese sido mejor que explotase todo a los cinco minutos de iniciado el asunto?… perdón, dije explotar todo, mi mente divagó un rato. Como corolario, las incorporaciones de Muldoon y su hija Heather son sumamente molestas, ni siquiera son villanos caricaturescos, son irritantes. Para cerrar el caso, multiplicaron la cantidad de chistes de dudoso gusto para el público infantil, y la calidad de animación se asemeja peligrosamente a una producción directo a video (y las hay más cuidadas en este formato). Conclusión: Cambio de director mediante respecto de la primera película, es poco lo que varió en Locos por las nueces 2, un producto de animación menor; desganado, contradictorio en sí mismo, de escasa gracia, y por momentos molesto. Por suerte, la oferta de películas animadas creció tanto como para poder mirar a los costados.
En su ópera prima, Si los perros volaran: la historia de Rafael Perrotta, el trío conformado por Maximiliano de la Puente, Lorena Diaz, y Gabriela Blanco, indaga sobre una figura tan ambigua como emblemática, en base a testimonios que intentan formar un todo. Sería fácil hablar de Rafael “Cacho” Perrotta como el director y reformulador del reconocido diario El Cronista Comercial, aunque en realidad fue mucho más que eso. Periodista, abogado y empresario; su familia, fundadora de aquella publicación en 1908, pertenecía a una elite social que le permitió codearse con las altas esferas del poder, a través de su pertenencia a determinados clubes sociales formadores de clase. Sin embargo, para los años setenta Cacho comienza a expresar otras ideas, las cuales, de un modo trágico, terminaron signando su destino. "Si los perros vuelan" fue presentado por primera vez en la muestra de documentales del DOCA en 2015. Habiendo ya pasado, por lo menos, dos años de su realización, su vigencia para ser más fresca que nunca. La historia de Rafael Perrotta puede no ser la más conocida dentro de las historias de desaparecido durante la última dictadura militar. Sin embargo, esta contiene determinados elementos que la hacen interesante a destacar, tal cual lo demuestra este trío de documentalistas. El hombre que “traiciona” sus orígenes, aquel que se relacionaba con unos y pasó a estar “del otro lado”. El hombre de prensa, con todo lo que eso implica, y el calvario por el que pasó su familia luego de su desaparición. Rafael Perrotta era conocido de figuras como Alfredo Martinez de Hoz, o Emilio Massera. Pero a mediados de los setenta, cuando el clima estaba enrareciéndose, integró el Partido Revolucionario de los Trabajadores, apartándose de aquellos que lo cobijaban. Su figura como director de un medio tan importante, por el cual, durante su mandato, pasaron plumas reconocidas del periodismo más comprometido; lo ubicó en un lugar central para poder observar la escena. Lugar que le permitiría visionar un oscuro futuro para el país. Para junio de 1977 pasaba a formar parte de la lista de desaparecidos. Para su familia comenzaría un proceso de lucha por reclamo, de extorsiones y amenazas por parte de los sectores de más alto poder, aquellos que antes lo cobijaron. De la Puente, Días y Blanco se basan en un gran número de entrevistas en primera persona de personajes que trabajaron o conocían a Perrotta y sus familia. Desde José Eliaschev a Alberto “Tito” Cossa, pasando por Rafael y Santiago, los hijos de Cacho Perrotta, hay una gama muy rica de testimonios que intentan formar la personalidad de esta figura, y a su vez, intentar comprender sus actos y el devenir de su historia. Para matizar estos testimonios, los documentalistas apuntan también a algunas dramatizaciones y animaciones, aunque en verdad, estas sirvan como apoyo al audio de los testimonios que siguen sonando. A diferencia del reconocido libro de investigación "El enigma Perrotta" de María Seoane; "Si los perros volaran: La historia de Rafael Perrotta", se basa más en la figura humana, en comprender a la persona y lo que lo llevó adoptar una conducta social alejada de su círculo social originario. También será fundamental su rol como director de medios, que le permitió visionar los hechos más oscuros; en boca de los periodistas más allegados a su persona. A la luz de los hechos, trazar analogías con otros sucesos similares como el caso de Pael Prensa y la familia Timmerman, o el enarbolamiento de la falsa objetividad periodística que se mantiene en los últimos años desde los medios que en momento colaboraron con la Junta Militar, será inevitable, y uno de los ejercicios más ricos que puede ofrecer esta producción. Sin la búsqueda de grandes hallazgos técnicos , ni estéticos (más allá de las mencionadas animaciones y representaciones), Si los perros volaran: La historia de Rafael Perrotta, confía en el peso de sus entrevistas, de la palabra dicha por quienes más conocían a la persona, y acierta. En este rompecabezas , habrá piezas faltantes. A medida que nos acerquemos a su triste final, los hechos se vuelven más difusos y supuestos. Símbolo de una historia no resuelta, la de nuestro pasado, la de nuestro país, que por los hechos de actualidad, demuestra, quizás, no tener la madurez necesaria en su conjunto para comprender y asumir qué fue lo que pasó. Mientras esto siga sucediendo, trabajos como este siguen siendo fundamentales.
Película de espías que intenta ser más que eso, Atómica, de David Leitch, ofrece una heroína que se gana la pantalla y buenos momentos de acción, aunque la ilación entre ellos no sea la mejor. Haciendo una rápida visita al perfil de IMDB de David Leitch nos vamos a topar con que antes de debutar como director, su currículum ofrece una interminable experiencia como doble de riesgo. Este dato, que parece inútil, nos sirve para enmarcar lo que, hasta el momento, viene siendo su cine. Co-Dirigió (sin ser acreditado) John Wick/Sin Control, y se bajó de su secuela para poder encarar el que sería realmente su debut en los créditos de dirección, el film de marras. Si en John Wick asistíamos a un asesino a sueldo que se enfrentaba a toda una legión mafiosa con la simple excusa de recuperar un perrito; algo similar vemos en Atómica. No es que la motivación de su protagonista, esta vez femenina, sea tan simple como aquella, sino que tanto guion como puesta, parecieran no estar muy atentos en remarcarla. El año es 1989, la agente del servicio de inteligencia británico M16, LorraineBroughton (CharlizeTheron) debe viajar a Berlín (en tiempos en los que el muro tiembla) en el medio de una investigación de asesinato de otro espía y el robo de un microfilm (el típico que contiene la lista de nombres de otros espías) en manos de la KGB. Listo, se planteó el tema, que empiece la acción. Basada en la novela gráfica de Antony JohnstonTheColdest City, el guion de Kurt Johnstad (300 1 y 2) se limita a poner a la protagonista en escena, y otorgarle algunas reuniones con personajes secundarios, interrogatorios, y otros etcéteras, que sirvan de “pantalla de carga” entre una escena de acción y otra, que en definitiva, parece que eso vinimos a ver. También se las ingenia para encontrar todas las oportunidades necesarias para que su protagonista muestre sus ondeantes curvas y sacuda su pelo rubio blanquecino cual publicidad de champú. Sí, es rubia, y es atómica. Atómica no intenta seguir el legado de James Bond, ni siquiera el de los films con Daniel Craig mucho más cargados de adrenalina que de ingenio. Su camino es el del entretenimiento, y el de intentar superarse escena tras escena en espectacularidad coreográfica. La estructura es bastante menos rígida que en las aventuras del espía creado por Ian Fleming. Quizás, se asemeje más a aquel Xander Cage de Vin Diesel en XXX, aunque decididamente, Atómica es menos divertida que aquella. Diversión, eso es lo que falta en el film de David Leitch para cerrar un combo perfecto. Las escenas de acción en falsos planos secuencia, con villanos que aparecen aquí y allá, y con piruetas propias del Cirque Du Soleil (aunque intentan ser más o menos factibles) encienden el motor, nos ponen a tono, y nos dan ganas de agarrar el balde gigante de pochoclo y sumergirnos dentro de él en un festín explosivo. Pero el resto del film, que redondea casi las dos horas, carece del mismo timing, pidiendo por favor que empiece ya otra de esas escenas en donde lo que se dice no importa. CharlizeTheron se encuentra a pleno, esta debía ser su película para posicionarse como la nueva chica de acción, y lo logra. La cámara la mira a ella sola y ella sabe qué entregarle, es sexy y aguerrida, es ambigua, es completa. Hasta se da el lujo de mostrar su girlpower con otra fémina en escena de jugueteo lésbico. Los secundarios de James McAvoy, John Goodman, Toby Jones, Eddie Marsan y Sofia Boutella (la destinataria del escarceo lésbico), cumplen, aunque si se les hubiese dado una mayor importancia, quizás el film tendría la potencia extra que necesita. La ambientación en 1989 en tiempos de avanzada capitalista es otra excusa, esta vez para una cámara de tonos fríos que se contrapone al neón, una banda sonora de hits de la época, y alguna simbología que nos lleve al momento (aunque habrá que decir que abusa bastante menos de lo pensado del mensaje patriótico). Es una puesta lograda para un film completamente estilizado. Atómica es puro entretenimiento, liviano, sin pretensiones de dejar mayores lineamientos, y en plan de presentación de una heroína y un director al que se le avecinan compromisos más importantes. Si a este carrusel de entretenimiento se le hubiese inyectado un poco más de diversión y sentido del ridículo, estaríamos hablando de uno de los mejores tanques del año; lástima que no es el caso.
Esta no es la guerra de la que nos hablaron. Cuando nos hablan de películas bélicas probablemente pensemos en grandes despliegues, grandes escenarios, y un elenco numeroso interactuando en medio de ese conflicto que involucra naciones. Ninguno de estos tres conceptos los vamos a encontrar en QTH, segundo film nacional en el año en tratar la Guerra de Malvinas. Con algunos arreglos, QTH podría ser tranquilamente una obra de teatro. Cuatro personajes, soldados, un espacio acotado, y un clima más bien intimista; y sin embargo habla abiertamente de la guerra, de nuestra guerra. Basada en una serie de comunicaciones reales producidas durante ese período, QTH se ubica dentro de un destacamento en el Canal del Beagle a inicios de la Guerra, cuando se creía que no habría respuesta por parte del Reino Unido a la intervención militar que el ejército argentino realizó sobre la tierra de las islas. Dos soldados marinos novatos en el Servicio Militar, uno porteño y otro tucumano, se encuentran bajo el mando de un Suboficial. La relación es tensa y con principios déspotas, propia del rango de milicia. Están ahí, dicen, “por las dudas”, para defender la zona, porque desconfían de un contrataque. Pronto aparecerá un cuarto personaje, un Cabo. Pero ese contrataque llega, y estos personajes quedarán aislados, sin una respuesta clara, y a la espera de una ayuda desde la base central. Las relaciones se irán resquebrajando y aflorarán personalidades diferentes. La filmografía de Tossenberger: Tossenberger tiene antecedentes en su cine de tomar hechos y causas reales y construir alrededor de ello un contexto de ficción. Lo hizo con la caza de ballenas en Gigante de Valdés, la situación habitacional de los internos del Hospital Borda en Desbordar, y lo vuelve a hacer acá. De alguna forma, sus películas pesan más como testimonios que como producto fílmico; y aquí radica el problema. QTH desnuda otra cara de la locura tiránica de la junta militar que nos gobernó hasta octubre de 1983, traslada esa sensación de desamparo y desesperación sufrida por este minúsculo grupo de personajes perdidos en un lugar solitario. Pero el desarrollo ficcional, a la hora de armar una historia alrededor de eso, presenta algunas fallas. Un desnivel interpretativo: El ritmo nunca termina de arrancar, el tono se estanca, y se siente un desnivel interpretativo. No hay dudas de que Osqui Guzmán es un todoterreno interpretativo, un actor de base teatral, formado en el independiente, y al que vimos componer todo tipo de personajes. La forma en que le pone el cuerpo al Suboficial, los diferentes matices con los que lo arropa serán lo mejor de la propuesta, más allá de alguna sobreactuación histriónica inevitable cuando deba demostrar su poder con sus súbditos. Jorge Sesán (como el Cabo) no cuenta con el suficiente tiempo en pantalla para desplegarse, pero en sus intervenciones convence. Gonzalo López Jatib y Juan Manuel Barrera, los dos soldados pertenecientes al Servicio Militar, son los que más sufren las consecuencias de estar donde no deberían estar. Claramente el peso protagónico recae en ellos. Ambos actores parecieran contar con pocos lineamientos para componer, y dan como resultado un peso poco convincente. Hay algunos detalles en el guión que no terminan de despegar o aclararse, y estos dos personajes quedan con poco espacio al que referirse. Conclusión: QTH es un film de buenas intenciones, con el no menor mérito de hablar de una guerra desde un lugar poco común. Se apoya en los escenarios naturales, y sabe hacer uso de recursos limitados. Sumado a la arrolladora interpretación de Osqui Gúzman, pudo ser un cuadro realmente prometedor. Lamentablemente no todos los elementos se encuentran al mimo nivel.
La siesta del tigre, primer documental de Maximiliano Schonfeld propone el viaje de cinco amigos en busca de un fósil que puede cambiarles la vida. Maximilano Schonfeld saltó a la escena cinematográfica en 2012 con el estreno de Germania, con la cual recibió gran atención de público y crítica, a través de la historia de una familia de inmigrantes alemanes que debían abandonar su puesto rural en medio de una etapa de duelo. Cuatro años después llegó La helada negra, en la cual repetía ese ambiente rural plagado de soledades e incógnitas. La siesta del tigre, presentada el año pasado en el Festival internacional de cine de Mar del Plata, es su primera apuesta al documental; aunque, habrá que decir, la jugada no varió demasiado. El ambiente sigue siendo similar, campo abierto, espacios rurales abiertos. En este caso, la selva entrerriana. Lo que sí se modifica es ese aura de misterio, de sombras y oscuridades. Remplazado por la sudorosa tranquilidad del suelo entrerriano, al costado del río. Tampoco se presentarán grandes diferencias respecto del armado del lenguaje. Schonfeld estructuró La siesta del tigre como un documental de observación, con una cámara imperceptible, narrando una suerte de historia, un instante, tal como si fuese una ficción, o una realidad que merece ser contada. El hecho pareciera ser sencillo, una placa inicial nos cuenta que el tigre dientes de sable es el felino más grande que haya pisado la tierra. Extinguido durante el período Pleistoceno, hay indicios de que, en el suelo entrerriano pueden encontrarse rastros de aquel. ¿Hay realmente indicios de que en Entre Ríos pueden existir fósiles enterrados del tigre dientes de sable? No lo sé. Lo cierto es que cinco oriundos del pueblo entrerriano Crespo, se embarcan en una travesía cuyo fin sería hallar esos restos. En realidad, esta búsqueda no deja de ser una excusa para presentar a estos cinco personajes que, lejos están de ser el prototipo de científicos exploradores de fósiles. No son aventureros a la Indiana Jones, ni hombres de ciencias. Son vecinos de pueblos, entrados en años, con un pasado a cuesta, y que tratan de encontrar ese tesoro que podría llegar a darle el giro a sus vidas que hasta no llegó. La siesta del tigre es un documental cotidiano. La cámara no interrumpe en absoluto la rutina de estos cinco, los deja ser, y ellos son libres, Interactúan, se divierten, dialogan, se disfrazan, se hacen bromas, y también buscan el bien preciado. Lo fundamental será observar a estos personajes en su andar y en su interacción. Están solos, nada los interrumpe, y hasta por momentos adquiere una pátina de viaje de egresados, o excursión juvenil, pero pasado de años. Casi como si fuese la reunión del grupo de amigos que recuerda unas vacaciones en carpa hace varios años, y para eso la vuelve a vivir. Los cinco son carismáticos y en base a eso se ganan nuestra atención. También se nota el cariño con el que Schonfeld los retrata, quizás tenga que ver con que Crespo es el pueblo natal del director. El paso del tiempo es algo fundamental en La siesta del tigre, no solo porque sus personajes son seres mayores, sino porque, en el devenir, quizás algo esperado por el espectador, las cosas no saldrán tan triunfantes como ellos esperaban. Los fósiles del tigre dientes de sable no van a estar debajo de cualquier piedra, cuesta hallarlos, a ellos les cuesta más porque no cuentan con los medios necesarios, y los días transcurren. Sin embargo, no se los verá bajar los brazos, los sueños están para perseguirlos, probablemente de eso nos hable este primer paso de Maximiliano Schonfeld en el documental.
La ópera prima de Fernanda Ramondo, "No te olvides de mí", es un correcto drama de tono sensible, con el foco puesto en los personajes, aunque algo resentido en el ritmo de su relato. Tres personajes con diferentes búsquedas y un camino en común, de eso se trata No te olvides de mí, una propuesta en la que el ambiente y el contexto lo son todo. No es cualquier contexto, es 1934, un país Argentina atravesado por fuertes corrientes inmigratorias y un territorio vasto todavía por descubrir y poblar. Mateo (Leonardo Sbaraglia) sale de la cárcel sin un rumbo fijo pero con un destino claro, abandonado por sus compañeros anarquistas busca a un gallo, El Rey, que supo darle buenas alegrías económicas en las riñas. Cruzando la llanura pampeana se encontrará con Aurelia (Cumelen Sanz) y Carmelo (Santiago Saranite), dos hermanos, jóvenes, aunque con bastante diferencia de edad, que buscan a un hombre por la zona, su padre. Las pistas indican que este hombre actualmente trabaja en las grandes salinas de Jujuy, y hacia allá deben ir, sumándose al itinerario de Mateo. "No te olvides de m" es una road movie de época, y como toda road movie, los personajes son el foco principal, tomando al escenario como un personaje más. Ramondo aprovecha esos espacios abiertos para transmitirnos el desierto, un desierto que también atraviesan los personajes. Mateo, Aurelia y Carmelo son seres solitarios, que guardan consigo dolores que quizás no pueden expresar con palabras. Por eso, "No te olvides de mí" se construye también de silencios, esos silencios expresivos. El paisaje se funde con sus personalidades. El exquisito trabajo de fotografía no sólo aprovecha el naturalismo del lugar, aprovecha las tonalidades de esos seres que poseen un brillo opaco, una luz sucia que se va apagando. También habrá que decir que esos silencios narrativos no provocan una pausa en el relato, siendo acompañados por una envolvente y cálida banda sonora. Ramondo construye un film simple y cálido. Una historia pequeña plagada de buenos sentimientos y emociones, en el que no importa el destino final tanto como el trayecto a recorrer en el que los tres deberán aprender a abrirse. Esa simpleza que la convierte en una propuesta cálida, por otro lado, resiente su ritmo que no siempre se mantiene con la misma tónica. En sus cortos 88 minutos, su historia queda algo chica, y el peso permanente recae en estos tres personajes, principalmente en Mateo y Aurelia, sin el apoyo de fuertes secundarios. En determinadas ocasiones el film pide algo más, una vuelta que lo reactive, y llegará, pero promediando el final. No obstante, para quienes no busquen relatos ágiles ni menos vertiginosos (está claro que no es el público al que se apunta), este ritmo con algunos baches será un simple detalle frente al escenario amplio conseguido. Como buen film de personajes, las interpretaciones serán fundamentales. El pequeño Santiago Saranite posee el carisma para comprarse a la pantalla. Cumelen Sanz le otorga a Aurelia el rostro y el decir necesario, una mezcla entre el dolor, la inocencia, y esa mirada de deseo oculta, propia de quien pasa de la adolescencia a la adultez. Nuevamente, quien se lleva las palmas y conquista la propuesta es Leonardo Sbaraglia como Mateo, con un tono castizo no exageradamente marcado, una postura rea, pero mirada de buen corazón. Mateo no podría tener otro rostro que el suyo, volviendo a demostrar que estamos frente a uno de nuestros mejores y más versátiles actores. "No te olvides de mí" es una propuesta que apunta a la calidez y a la emoción desde un armado simple pero correcto. Algunos problemas de ritmo no opacan el resultado de una directora a la que habrá que tener en cuenta de aquí en más luego de este primer paso firme.