¿Cuántos documentales existen sobre la historia de la internet? ¿Cuántos programas de TV podemos sintonizar que hablen sobre este tema? Ahora ¿Cuántos de ellos están dirigidos por el director de Fitzcarraldo? El prolífico, inoxidable e irreverente Werner Herzog está presente una vez más en nuestra cartelera esta vez con el que sería la anteúltima de sus realizaciones (el hombre es capaz de presentar no una ni dos, sino tres películas en lo que va de este año que termina). Lo and Behold: Ensueños de un Mundo Conectado efectivamente tiene al mundo conectado online en el centro de la escena, repasa la historia de internet; pero lo hace no a modo educativo, como podríamos esperar de un programa de Discovery Science, sino al estilo Herzog. ¿Podríamos hablar de un Werner Herzog director de ficción y otro documentalista? En definitiva, tanto en la ficción como en lo documental, el creador de La Balada de Bruno S. es tan rabioso como curioso, siempre poniendo un ojo maravillado. En esta oportunidad traza una línea histórica desde los inicios de un mundo atravezado por los ordenadores, hasta llegar a nuestros días de plena conectividad ¿o todavía no alcanzamos la plenitud? Divide en capítulos, y se posa en distintas entrevistas y “visitas” de casos muy particulares. No hay en sí una postura, o una bajada de línea (directa), en todo caso se lo observa como algo inevitable. Hay pros y contra de que el mundo viva conectado y dependiente de esa red, y que vaya camino a depositar cada vez más “actividades” a ese mundo digital. Se nota que a Herzog le llama la atención todo, con su furia característica pero también pareciera, con los ojos del niño que descubre algo por primera vez. Probablemente, mucho de lo que muestra ya se haya visto, o sea conocido, por lo menos para los más allegados al tema; es por eso, que lo más atractivo será verlo a través de la mirada compulsiva del director. Ya sea, la actividad volcánica, la exploración de cuevas, o la conexión a internet; todo se observa con fascinación de lo desconocido o lo increíble. En este punto, quizás lo más cercano sean esas revistas de divulgación científica popular, del tipo Muy Interesante o el suplemento Anteojito BIP. Las entrevistas a los diferentes referentes, y el modo en que seeditan y confluyen con imágenes, hablan de un caos, pero ese caos ordenado al que nos tiene acostumbrado su responsable. Es imposible no hablar de Herzog en cada una de las líneas que hacen referencia a Lo and Behold, no hablamos tanto sobre un documental sobre internet y como influyó-influye-e influirá en la humanidad; sino una visión sobre como Werner ve esa influencia. Lejos de ser una de sus obras maestra que lo catapultaron a lo más alto, se nos ofrece un verdadero viaje con mucha diversión, relajado gracias a cierto humor, y que logra contagiar parcialmente la misma curiosidad. No es algo menor para alguien que filma como si de respirar se tratase.
Una zona salvaje, una historia de amor, y una problemática social actual; esto es lo que propone Diego Martinez Vignatti en su cuarto largometraje. ¿Cuál es el peso del dinero? ¿Pesan más que nuestra conciencia? Los posibles interrogantes que depara esta coproducción entre Argentina, Bélgica y Brasil, de estructura sencilla y contenido potente. La Tierra Roja nos sitúa en el drama que viven los trabajadores de la tierra y de la tala en la selva misionera; y su acierto es expandirse desde el punto de vista particular hacia lo general. El espectador comparte las vivencias de Pierre (el belga Geert Van Rampelberg) el capataz encargado del aserrado del que depende una papelera multinacional ubicada en aquella provincia de la Mesopotamia. Pierre vive para su trabajo, se encarga de los obreros, y su único escape pareciera ser los ratos en que puede ser entrenador del equipo de Rugby amateur interprovincial. En realidad, tiene otro refugio, un amor “clandestino” con Ana (Eugenia Ramirez), maestra de la zona. El romance debe mantenerse en secreto porque ambos se encuentran en los polos de dos posiciones diferentes. Hay algo latente en medio de la selva, y no tardará en explotar. El Dr. Balza (Enrique Piñeyro) tiene los resultados de los análisis que envió hacer por los diferentes males que aquejan a los trabajadores. La multinacional está contaminando la tierra y el agua con agrotóxicos. Ana, que colabora con Balza, intenta impedir el avance de la empresa que está socavando la salud de los obreros por un salario de miseria. A Pierre la cabeza le está haciendo demasiado ruido. De tranco lento en un principio, La Tierra Roja va tomando forma a medida que el relato avance, y evoluciona junto con las actitudes de su protagonista. La visión de un personaje que se debate entre las dos posiciones y deberá tomar una decisión definitiva, le otorga un plus valiosísimo a la narración. Vignatti plantea la historia no como un documental en el que la problemática es expuesta a través de datos arrojados. Hay una historia que atrapa, que hace que nos interesen los personajes. Es más, en el debe puede quedar alguna necesidad de más datos concretos o puntuales sobre lo real; en todo caso, incita a que el espectador emprenda su propio camino de investigación interesándose en el tema. La presencia de lugareños que aparecen como personajes, pero exponen su dolor real, es otro agregado fundamental que hasta puede causar un gran impacto en una de las escenas más logradas. Si bien no hablamos de una propuesta de gran despliegue, técnicamente es un film que sabe defenderse. La fotografía aprovecha los escenarios naturales y se nutre de la “suciedad” para transmitir lo que corroe por dentro, así como el rugby servirá para desplegar la furia contenida. El ritmo también se siente corrosivo, con un crescendo permanente que va desde lo más cotidiano y hasta contemplativo, con abundancia de sonidos naturales ambiente; a una violencia inusitada en la que la lucha de clases se hará sentir de la peor (o mejor) manera. Podemos encontrar algunos ítems dudosos, como en el sonido, probablemente debidos a la falta de presupuesto mayor, o a la mixtura de actores profesionales con habitantes reales; y alguno podrá decir que tiene tramos declamatorios. Pero cómo no ser declamatorio ante una aberración social tan dramática como la que nos muestran, imposible de eludir como realidad. Todos esos “detalles” quedarán en un segundo plano frente a la potencia de lo que se cuenta. La Tierra Roja es una propuesta importante por lo que denuncia, pero también llevadera desde la historia que conduce las acciones. Si al abandonar la sala uno se encuentra movilizado por lo que vio, podríamos hablar de una misión cumplida.
Allá por 1995 un nuevo clásico del soft rock de la mano de Joan Osbourne nos preguntaba ¿Y si Dios fuese uno de nosotros? Figura imposible de definir, Dios ¿Cómo retratarlo? ¿Cómo recrearlo? Existen abordajes de todo tipo, sin ir más lejos un Dios terrenal pudo verse en la comedia de 2003 Todopoderoso. El Nuevísimo Testamento se hace el mismo planteo, también dentro de la comedia, pero desde una perspectiva muy diferente al film de Tom Shadyac con Jim Carrey. El belga Jaco Van Dormael no es un realizador con una carrera prolífica en sus más de veinticinco años de trayectoria. Pero se podría decir tranquilamente que cada uno de sus films es memorable y ampliamente celebrado. Con su nuevo opus, el realizador de Toto Le Heros y El Octavo Día, lo hace de nuevo; no estamos frente a un film que pase desapercibido. Sí, Dios (Benoît Poelvoorde) vive entre nosotros, maneja todo desde una computadora y lejos de parecer esa figura enorme, tiene una familia con la que vive en un departamento de Bruselas. La relación con la familia es algo compleja. Su mujer, de la que no sabemos su nombre (Yolande Moreau) se sumerje en la pasión por béisbol para eludir el trato al que es llevada por su marido. Tiene a su hijo Jesús (David Murgia), pero también tiene una hija Ea (Pili Groyne), problemática, rebelde, y el centro del problema. Desilusionada con la labor de su padre, Ea decide tomar cartas en el asunto, e informa a toda la población la fecha de su muerte; tras lo cual, emprende fuga. Dios deberá salir en busca de su hija, que está congregando a sus propios apóstoles. En el medio, será “el creador” quien se dé la cara contra el piso frente a lo que él mismo creo defectuoso por puro divertimento. Prolija desde lo técnico, con un desarrollo argumental que no se puede adelantar demasiado, pero termina siendo más sencillo de lo que parece por su premisa. Van Dormael arma su relato en base a un juego de capas sobre capas, llena de ironía y negrura, que puede dejar a algún espectador afuera. El conjunto de interpretaciones acepta el juego y se luce, y hasta allí podremos ver a Catherine Deneuve. Lógicamente, quien brilla es Poelvoorde, con una actuación compradora. Hay algo de lirismo y no siempre se captará todo lo que sucede sino se tiene una base previa; muchos gags juegan el hilo de la actualidad tamizada por la religión. Nada que haga que aun no comprendiéndose en su totalidad pueda disfrutarse, y si se adentra en un 100% al juego el placer cinematográfico estará asegurado. El director de Mr Nobody realiza una apuesta fuerte al combinar una temática arriesgada con un tratamiento más coloquial, y el resultado nos hace acordar por momentos a los celebrados Monty Python aun en un tono más relajado y cercano a la comedia europea/francesa. ¿Qué pasaría si Dios fuese uno más? ¿Un extraño en el bar? El Dios de Van Dormael sí que es imperfecto, y eso en parte nos hace sentir mejor a nosotros mismos.
El cine de género argentino entra en las ligas mayores cuando nos referimos a determinados realizadores. Daniel de la Vega es sin duda uno de ellos, sino el más resonante. Con tres largometrajes estrenados en nuestro país hasta la fecha, más una co-producción con Hollywood y un puñado de cortometrajes muy reconocidos en el ambiente, su estilo se fue perfeccionando hasta alcanzar la tan ansiada marca propia; sabemos que estamos viendo una película de De la Vega con tan solo visionar unos minutos del metraje. Ataúd Blanco es su esperado y promocionado cuarto estreno local, luego de ese exquisito ejercicio imaginativo que fue Necrofobia 3D, revitalizando el giallo sin dejar de lado su impronta personal. ¿Un giro de 180°? No tanto, si bien el nuevo film con guion de otros pesos pesados como Ramiro y Adrián García Bogliano, se aleja del shock giallo, no se aparta del género, y nos espera un intenso viaje cargado de adrenalina, vértigo, acción, y por supuesto mucha violencia y sangre como para pintar paredes. Virginia (Julieta Cardinali) viaja por las rutas nacionales junto a su pequeña hija Rebeca (Fiorela Duranda), se nota que Virginia huye de algo, o alguien, el nerviosismo es palpable. Un accidente lo cambia todo, Virginia es dada por muerta ¿O realmente murió? Despierta en la morgue con una sola idea, debe recuperar a su hija que fue secuestrada; y para eso deberá adentrarse en las entrañas de un misterioso pueblo, cuyos habitantes no parecen muy dispuesta a ayudarla. Hay un juego, o una forma de tortura más allá de la perversión. Virginia no es la única que busca un hijo, hay otras dos mujeres, y para llegar a la verdad, deberán eliminarse entre ellas. De la Vega y los Bogliano nos proponen un entramado que se irá revelando por capas, con personajes que aparecen en el camino de nuestra protagonista; y el armado de este rompecabezas, necesitará de la colaboración atenta del espectador. Ataúd Banco ofrece una propuesta que no da respiro, si bien todas las cartas no son presentadas en la primera mano; desde el inicio hay un exacto manejo del riesgo y los tiempos de una narración ligera para mantenernos atrapados con todo lo que va sucediendo. Si hay algo que suele distinguir al cine de género en nuestro país, es cierta inclinación al humor cuasi paródico. No es el caso del cine de De la Vega, con excepción de Hermanos de Sangre, la cual es abiertamente una comedia – y de las mejores – no suele haber grandes espacios para la carcajada o el tono burlón; y Ataúd Blanco reafirma esa idea. Más allá de algún efecto digital que pudiera pulirse para un ojo muy exigente, todo está manejado con la mayor rigurosidad técnica y esmero por alcanzar estándares de buena calidad. El elenco, que se completa con figuras de la talla de Eleonora Wexler, Rafael Ferro, Damián Dreizik (que viene redefiniéndose como una cara muy popular del cine de género reciente), Verónica Intile, y una aparición de Pablo Pinto para el festejo; responden todos a las exigencias del caso. La entrega de Cardinalli y Wexler a sus papeles es absoluta, la lucha entre ambas, sumidas en la desesperación, son parte de lo mejor que tiene para ofrecer el relato. Se destaca también la carismática presencia de Fiorela Duranda, que, a su muy corta edad, desarrolla varios papeles no tan sencillos para una niña, y lo hace con gran convicción para con el público. Ataúd Blanco es de esos platos que merecen ser saboreados; pero aquí el problema cuando entramos a un restaurante con menú fijo, de lo mejor que estamos comiendo un manjar, nos quitan el plato. Si algo hay que reprocharle a esta nueva película del director de La Muerte Conoce Tu Nombre es su cortísima duración, que apenas excede los límites para ser un largometraje (poco más de una hora). El último acto, el de las resoluciones, se apresura, y al espectador se le arrojan varias fichas del rompecabezas que deberá completar ya fuera de la sala; es por eso que se trata de un film que conviene dejar decantar y realizar un digno análisis posterior. Tan solo una última escena, un pequeño detalle que cierre el círculo de modo perfecto y hablaríamos de una obra suprema. Con todo, con el punto acotado de su corta duración, Ataúd Blanco sigue siendo una propuesta de por más interesante, y un gran ejemplo de lo que se viene produciendo en nuestro país, desde abajo, y con temáticas que, hace no muchos años nos parecían impensadas. Disfrutar de la catarata de guiños y referencias, de un buen ritmo sostenido para el entretenimiento, y rubros técnicos que nada tienen que envidiarle a presupuesto mucho mayores; hacen que si al plato nos lo quitan antes de terminar de saborearlo, tengamos ganas de volver, repetirlo, y terminar de degustar esos sabores que antes nos quedaron en la olla. Sin dudarlo, hablamos de otro gran paso.
Nacido en Buenos Aires a mediados del Siglo XIX, la figura de Francisco Pascasio Moreno fue fundamental para lo que hoy conocemos como el territorio de nuestro país. Científico geógrafo, pasó a la historia, entre otros hechos, por sus expediciones a lo que hoy conocemos como Patagonia en las que contribuyó a la delimitación cartográfica, no sin generar más de una controversia. Tamaña figura eligieron Javier Zeballos y Francisco D’Eufemia para su debut en el mundo del largometraje de ficción. Ficción, por supuesto, con peso en la realidad, Fuga de la Patagonia llega para descubrir al fílmico una parte de nuestra historia que no ha sido muy retratada dentro del ámbito audiovisual. Un western, un tono que nos hace acordar a algunas películas de tradición gauchesca de nuestro cine, y mucho rigor técnico para presentarnos a Francisco Moreno (Pablo Ragone) huyendo junto a un colega y un lugareño, balsa mediante de la sentencia de muerte impuesta por el Consejo Mapuche, tras considerarlo un espía del gobierno que los estaba hostigando (y que posteriormente arrasaría en la sucesivas Campañas al Desierto). La historia de Fuga de la Patagonia prescinde de un fuerte arraigo histórico, no pareciera estar hecha con un manual en mano. Se concentra en narrar un hecho puntual, un instante dentro de un acontecimiento mucho más grande y tremendo. Quizás este apartado dentro de un contexto mayor pueda ser visto por los detractores como falta de rigor histórico, no brindando la suficiente información al espectador. Es que Zeballos y D’Eufemia en realidad narran una película de aventuras, utilizan una placa para ubicarnos en época, y de ahí a la acción de la fuga que da título. Una aventura en la que no parecen haber buenos y malos, sino actos justificados de ambos bandos; y una figura como la protagónica que linda entre los dos polos. Como contrafigura de Moreno, el hijo del Cacique, que le debe gran parte de su formación; pero ahora obedece las órdenes de salir a su caza. Con una gran fotografía que aprovecha los impactantes escenarios naturales, la película se ve con ojos maravillados, influenciado también por una lograda recreación de época que no cae en regodeos. Si el presupuesto no fue abultado, los recursos son aprovechados correctamente haciendo lucir a film mucho más grande de lo que es. Un ritmo no del todo parejo – que encuentra su buen tono recién a la mitad – acrecentado por algunos diálogos que tienden a estancarse (repito, sobre todo en el primer tramo), recienten mínimamente el resultado de un film que apuesta por algo diferente y sin lugar a dudas sale ganando.
Vampiros y Hombres Lobos, dos de los seres monstruosos más antológicos de la historia del cine, vuelven a verse las caras en esta quinta entrega de la saga iniciada en 2003. Desde las representaciones clásicas de la Universal, la pulsión sexual la Hammer y/o AIP, la recreación posmoderna de Columbia en los ’90, o el romanticismo teen de Crepúsculo, ambas figuras adaptaron sus estilos a las diferentes circunstancias. El estilo de la historia iniciada por Len Weisman hace más de una década, se asemeja lejanamente al cyber punk impuesto por Matrix, entregado ciento por ciento a la acción. Aunque aquí está la cuestión, Inframundo es una saga que fue mutando. Habiendo comenzado como una muy muy libre adaptación de Romeo y Julieta en su primra entrega, fue hacia los inicios en su tercera parte, para emprender un camino más ligado al “ritmo videojuego” en su cuarta y hasta ahora, última película. Guerras de Sangre, toma la historia donde la abandonó la entrega anterior, y en espíritu es a la que más hará recordar, pese a centrarse en varias intrigas palaciegas similares a la del film original. Selene (Kate Beckinsale) no solo perdió a su amado Michael (si en “El Despertar” era risorio como empezaron a desprenderse del personaje, hay que ver como lo borran aquí de un plumazo), sino que tuvo que dejar ir al fruto de esa relación, su hija… que también es otro personaje que el guion se encarga de limpiar como puede. Cansada de tanta batalla, solo busca algo de paz, pero los bandos la buscan. Una nueva horda de hombres lobo, o Lycans como los llaman acá se ha despertado bajo el liderazgo de Marius (Tobias Menzies) y está dispuesto a atacar nuevamente a los vampiros. A su vez, una casta de vampiros trata de defenderse encerrados en una torre, liderados por Semira. Ambos bandos buscan a Selene por su sangre y para que revele el paradero de su hija, paradero que desconoce. La sexy vampira deberá intervenir a la fuerza, ayudada por David y Thomas (Theo James y CharlesDance, que regresan de la película anterior) a los que les aguada alguna revelación. Así, Guerras de Sangre va multiplicando sus capas y arcos argumentales, hay otra historia de amor vampira-hombre lobo, buenos que no lo son tanto, luchas por llegar al trono vampiro, venganzas varias, una tercera raza similar a las momias (el monstruo clásico que faltaba), y varios etcéteras. ¿Puede el guion de Inframundo 5 resolver todas estas aristas? No. Más allá de que claramente son películas para fans que lo perdonan todo, los problemas de este quinto film son notorios aún para el más confiado, casi como si se los estuviese subestimando. Los Lycans tienen menos presencia que nunca, Marius está lejos de ser un personaje líder, Semira posee varios intereses para actuar del modo pérfido en que actúa, pero nunca despega como un verdadero personaje con peso; todo es Selene. Sí, si esta saga llegó a su quinta entrega en gran parte es por Beckinsale, pero aquí a la actriz británica se la ve cansada, lejana a las escenas de acción – con una doble de riesgo que no se le parece en nada – y desconectada de todo lo que le sucede que no es poco. Guerras de Sangre es una secuela poco inspirada, perdida en medio de varias historias que se confunden y no todas terminan resolviéndose, y con varios momentos que causan gracia involuntariamente. ¿Saldrán los seguidores de las aventuras de Selene y Cia satisfechos? Cada uno hallará su respuesta, mientras tanto, esto no parece estar cerca a acabarse.
El trabajo de un documentalista, más allá de la mera apreciación cinematográfica, muchas veces tiene que ver con las causas que retrata, y el grado de compromiso que conllevan. Alejandra Perdomo pertenece a esta rama, brinda sus documentales como una denuncia certera, utilizando la cámara como un medio para que se escuchen las voces acalladas. Luego de dos trabajos más que dignos como Rompiendo Muros (sobre Radio La Colifata perteneciente los internos del Borda) y Nacidos Vivos (sobre diferentes casos de apropiaciones ilegales de bebés); lejos de amedrentarse, se introduce dentro de una problemática tan actual como dolorosa, como lo es la violencia de género. Cada 30 horas ocurre un femicidio en Argentiina, Cada 30 Horas es el título de este documental. De estructura sencilla per potente, Perdomo se propone reunir una serie de testimonios en un amplio abanico que van de víctimas sobrevivientes, familiares, periodistas, y distintos especialistas, que intentan enmarcar estos terribles hechos, los por qué, y narrar sus propias experiencias. La violencia de género pareciera estar convirtiéndose en algo inabarcable en su totalidad. Se trazan diferentes teorías y propuestas, se realizan pedidos de toda índole, pero los casos siguen ocurriendo, y esas 30 horas parecieran ir acortándose (en efecto, recientes estadísticas hablan de una brecha menor). Hace unas semanas, Gabriel Arbos presentaba su documental ficcionalizado No Me Mates, centrándose en un caso en particular, el de Corina Fernández, sobreviviente de los seis disparos que su ex pareja le ejecutó. Hay varios testimonios como este en Cada 30 Horas, y cada uno pesa, y se acumulan, y duelen. Se habla de las marchas y del #NiUnaMenos como una insignia. Se habla de la visibilización de estos casos, que antes de presentaban como uno más. Se habla de los avances, del reconocimiento de la figura de Femicidio, y también de lo mucho que falta por hacer, y si realmente hay un compromiso real de las autoridades para hacerlo. Sin grandes aportes cinematográficos, hasta alguno con ojo más crítico podría decir que su destino pareciera ser un largo programa televisivo; queda claro que no es esa la búsqueda de Perdomo. Tampoco lo fueron la de sus anteriores trabajos. Si Cada 30 Horas trasciende no será por sus logros técnicos sino por la veracidad de lo que cuenta, por la sensibilidad de esa cámara, y por la naturalidad con la que cala hondo en la conciencia. Hay frases, diálogos, en este documental, que no deberían ser pasadas por alto, que deberían ser una alarma para toda la sociedad. Pueden ser testimonios que ya se hayan escuchado previamente, pero ahí está la labor de su realizadora para compilarlo, para refrescarlo, y para presentarlo con un grado de inclusión en el tema que no siempre se logra. Como sucedía en Nacidos Vivos, por otras razones, lo suyo no es la mirada ajena. En una comunidad en la que todavía se debate la utilización del #NiUnaMenos, y en el que las costumbres que pueden llevar a estos crímenes o a asimilarlos, todavía están tan arraigadas; documentales como Cada 30 Horas son muy necesarios. Para que se haa luz, para abrir cabezas, y para que las voces sean escuchadas. En definitiva, para que #NiUnaMenos, sea realmente Ni Una Menos, para que no vuelva a ocurrir.
Marvel sigue expandiendo su universo cinematográfico; agregando más personajes que, eventualmente, terminarán uniéndose en esos megalómanos mash-up que suelen armar. Esta vez, como sucedió con Guardianes de la Galaxia, aguarda un personaje no tan conocido por el amplio público; Doctor Strange, quien también, hay que decirlo, posee características que lo diferencian del tipo de superhéroe que recurre a todo tipo de arma violenta para salvar al mundo de esa amenaza latente y permanente en que se encuentra en esas películas (y “un poco” en la vida real también). El primer aparente cambio en las intenciones detrás de los productores lo encontramos en la elección del director. Scott Derrickson es un reconocido realizador de la nueva camada del terror, El Exorcismo de Emily Rose, Sinister, y Líbranos del Mal (hay por ahí también una secuela de Hellraiser, pero obviémosla) lo centraron como un creador interesado en ambientes oscuros y cierta carga de dramatismo que acrecentaba la tensión sin sobrecargarla. Lo más parecido que Derrickson puede haber hecho a esta película es el remake de El día que la Tierra se detuvo, y mejor no recordemos los resultados que obtuvo en esa oportunidad. El co-guionista (junto a Derrickson), Jon Spaihts, también proviene de zonas oscuras con títulos como Prometeo. ¿Marvel buscó enseriarse? Del argumento conviene no adelantar demasiado, más alá de quienes conozcan al personaje, ya que este presenta varios cambios respecto a su par en viñetas de papel. Benedict Cumberbatch (otro signo de que buscaron a un actor de caracteres loables) es Stephen Strange, un neurocirujano, tan exitoso como egocéntrico que sufre un terrible accidente, dejándole como secuela, la inmovilidad de sus manos. Abatido y sin encontrar una solución dentro de la medicina tradicional, descubre una comunidad que le promete solucionar aquel “inconveniente”, mediante la práctica de la hechicería. Kamar-Taj abre un mundo nuevo dentro del universo de Strange, y muy pronto comenzará a utilizar esos poderes de hechicería más allá de lo que había pensado, para fines altruistas, convirtiéndose en el héroe que da título a la película. Cumberbatch se apodera del personaje y es casi imposible que ya lo imaginemos con otro rostro, muchos de los logros de la película, y lo que la hace diferente, en definitiva, se deben a él. Posee la cantidad necesaria de carisma, rigor y excentricidad para que compremos a su Doctor en todas sus etapas, que las irá quemando bastante rápido. En el resto de los personajes comenzamos a vislumbrar que sí, por más que se pretenda un cambio, estamos frente a otra película del MCU. Desde que se craneó esta idea de tejer una gran red entre películas, y Marvel en sí mismo tomó las riendas de su producción cinematográfica – acrecentado cuando Disney se hizo cargo – podemos ver que las estructuras de sus producciones son bastante similares, con héroes centrales muy llamativos, pero periféricos que no logran nunca estar a la talla. Ni la mujer interés romántico, ni el sidekick, ni los villanos, llegan a ser memorables, o algo más que excusas para que los héroes realicen las acciones necesarias. En un elenco secundario integrado por Mads Mikkelsen, Rachel McAdams, Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, entre otros, todos se encuentran haciendo algo correcto, de manual, con las limitaciones de un guion que no les permitirá desarrollarse. Otro asunto crucial que la gran empresa comiquera no pareciera dispuesta a resignar es el humor, como sea. Se apunta a una historia más compleja, de multi universos, engaños, tiempos continuos, y todo tipo de parafernalia hechicera; pero en las resoluciones todo se aliviana y se remata con gags, y una personalidad que lo asemeja, quizás más de lo debido, al Tony Stark de Robert Downey Jr. Impactante desde lo estético y con enfrentamientos que, sí, recurren a la violencia, aunque probablemente más estilizada; estos serán los puntos más fuertes de la propuesta, junto al protagónico, en donde se muestra un cambio de rumbo. La mano de Derrickson aparece cuando se decide “bajar un cambio”, o mirar hacia otro lado que no sea el bombardeo videoclipero; está, aunque no deje una marca fuerte. Doctor Strange prometía un giro radical en el estilo Marvel luego de varios signos de cansancio en sus últimas películas. El cambio existe, no es un giro de 180°, quizás ni siquiera uno de 90°, pero por algo se empieza; solo queda ver cómo lo reciben la multitud de fanáticos.
¿Es coincidencia que Corazón Muerto se estrene comercialmente justo el mismo día que abre una nueva edición del Festival Buenos Aires Rojo sangre? El nuevo opus de Mariano Cattaneo (Incidente) fue una de las gratas sorpresas en la edición anterior del festival, y sirvió como termómetro para medir el más que buen momento en que se encuentra nuestro cine de género. No solo eso, luego de su paso por el BARS giró por varios festivales internacionales, donde acumuló varios premios. Ahora, en una copia mejorada, llega el ansiado estreno en salas locales. Del argumento conviene adelantar solo la premisa; dos secuestradores tienen el encargo de “tomar” a la hija de una empresaria y llevarla a una casa abandonada fuera de la ciudad. Algo, que no sabemos, sucede; y cuando otros dos secuaces son enviados a revisar lo sucedido, lo que encuentran es a la chica, encapuchada, sola, sin rastros de los secuestradores. Por otro lado, nos enfocamos en la historia de una obsesiva mujer que le reclama a su amado, reciprocidad. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Vayan a sala a averiguarlo. Cattaneo plantea una historia de intrigas, que cambia constantemente de registro, pero siempre se mantiene fiel a su estilo. No es difícil adivinar que estamos frente a una producción de recursos económicos limitados; pero como se ha venido cimentando el género en nuestro país, el dinero se suple con pasión y deseo de hacer las cosas bien. Años atrás, una película como Corazón Muerto podría haber sido realizada en un estilo amateur deliberado; pero los nuevos impulsos llevan a que el resultado sea otro, que maneje un profesionalismo y detalle técnico digno de admirar, teniendo en cuenta su modo de realización a pulmón. Corazón Muerto se da el lujo de pasar por el terror sobrenatural, el thriller psicológico, y el drama; y en todos los frentes sale bien parada. El clima construido envuelve y no suelta. Hay una tensión permanente, que puede llevar a la confusión, pero juega a favor para que no podamos despegar los ojos de la pantalla. Su factura técnica, repetimos, es impecable, lo cual no es sencillo en un film como este que cambia permanentemente, y se mantiene en ritmo constante para darle vigor desde la imagen a lo que se cuenta. El trabajo en fotografía, puesta en escena y la banda sonora incidental, aportan una cuota importante más al poderoso ambiente ominoso, casi lúgubre. Hasta se da el lujo de arribar a un final que dividirá las opiniones. Co un elenco de caras nuevas (no tanto para el cine de género que viene remándola desde hace rato), todos están a la altura de la circunstancia; y hasta ciertas sobreactuaciones son tomadas a gusto para enfatizar el nerviosismo. Luego de recibir palmas por el sorprendente corto La Chica Más Rara del Mundo, Cattaneo da un paso adelante con un largometraje que está a la altura de lo esperado y más, que fácilmente puede considerarse un referente a futuro para el cine de género nacional por venir, aquel que con cada acierto como este, suma un nuevo ladrillo para un frente infranqueable. Pueden ir confiados, estamos frente a una película que no defrauda.
Se viene la renovación, se viene la renovación. El cine argentino está en un período de cambios y contrastes. Mientras que el mainstream ya afianzado, intenta imitar estilos copiados del exitoso exterior, y hasta el “indie” parece enroscarse cada vez más en las fórmulas festivaleras internacionales. Desde el cine a pulmón y hecho desde las bases se cuecen ideas originales que se recuestan en el cine de género, pero sin perder la impronta personal y nacional. El Hijo de Dios, ópera prima de Gastón Girod y Mariano Fernández es ante todo un semillero rebozante de ideas; y una fiesta tanto para los que aman el fútbol, como para los que aprecian las comedias con timing disparatado. En tiempos en los que se acumulan (no solo en cine, también en TV), estrenos referidos abiertamente a mensajes religiosos, el guion, también de Fernández y Girod, se anima a una sátira bíblica abierta; parodiando ese misticismo cuasi religioso que se tiene un nuestro país por el fútbol; todo, en el marco de un western hecho y (más o menos) derecho. Juan, Santiago y Tomás (Paulo Soria, Juanki Lo Sasso, e Ignacio Ballone) son tres amigos que llegan al pueblo de Betania, justo en Semana Santa, previo a las Pascuas. Betania es un pueblo tierra de nadie, allí ejerce la tiranía Pilatos (Agustín Repetto), el comisario, y también el arquero del equipo de la policía. Los tres muchachos tienen una pésima bienvenida, y serán retenidos en Betania. Para recuperar su libertad deberán ganar un partido de futbol planteado a modo de duelo a muerte. Las referencias bíblicas no se acaban en estos personajes, todos poseen nombres y personalidades que nos llevarán inmediatamente a una reversión del Nuevo Testamento versión picadito. Sí, está Jesús (Bruno Alcón). Ingeniosa, enérgica, apasionada, y muy divertida, El Hijo de Dios posee un ritmo arrollador, sin necesidad de apurarse ni ser vertiginosa; es un western como debe ser. Habrá similitudes que pueden llevarnos desde Footloose a algún capítulo de Cuentos de la Cripta; y hasta el gran corto De cómo Hipólito Vázquez encontró magia donde no buscaba presentado dentro de las Historias Breves. Estéticamente, Hijo de Dios hace lujo de una gran técnica con recursos que no abundan, pero son utilizados correctamente para hacer ver al film más grande de lo que es. Desde la música, al montaje, y esa fotografía lejanamente sepia ayudan a acrecentar el ritmo y crear el clima adecuado en el que todo parece serio cuando en verdad la farsa cómica es cada vez mayor. El reparto, formado por algunas caras conocidas del cine independiente y con el relato de Diego De La Salla en plan bufón, encuentra también el tono justo adecu Los relatos futboleros tienen algo especial en nuestro país que hace que siempre sean bienvenidos, recorren nuestra vena más popular; y si además se encuentra una veta tan original como la planteada en este film, que permite algún grotesco crítico también en este sentido, hablamos de algo modesto, pero de resultados meritorios. El Hijo de Dios es otra película que se coloca en e