No estaba muerto Bloodshot es una película de ciencia ficción basada en la historia de un superhéroe creado por Valiant Comics, una editorial fundada por Jim Shooter y Bob Layton, ambos vinculados antes a Marvel, y que, si no hubiera sido terminada y exhibida, nadie extrañaría. A diferencia de otras, que pudieron tener una idea similar pero con menos toques de “soldado del futuro que descubre que lo están utilizando” (se me viene a la mente, salvando las distancias estéticas y temáticas, y con un actor con capacidades limitadas, pero al menos un poco más interesante en su concepción y desarrollo como fue Crank). Pero claro, ni cerca está la película de la que hoy les hablo de la genial y novedosa (en su momento) idea sobre un hombre que necesita adrenalina constante para sobrevivir, lo que, en el seguimiento de sus peripecias, le imprimía al relato una velocidad desenfrenada. En Bloodshot casi todo es decepción: un cuento a medias, que parece tomar elementos de miles de otras ficciones y en su desesperación por tomar ideas termina no pareciéndose a nada, ni siquiera a sí misma, y a la vez se parece a mil películas. Es entonces que pierde el rumbo y Dave Wilson, quien solamente ha dirigido antes un capítulo de Love, Death and Robots (Sonnie´s edge, de 2019), no logra despegarse de las obviedades del género al que procura pertenecer. Y es que esto también es medio confuso pero al menos va armando una guía que nos indique qué es lo que estamos viendo y hacia dónde va lo que se cuenta. Aunque, a juzgar por el resultado, se cae rápidamente, a pesar de las buenas intenciones teóricas. Supongo que una de las razones para que Vin Diesel interprete este personaje y cuente esta historia es que forma parte del equipo productor, y eso ya más o menos dice todo. Yo le recomiendo (aunque él nunca llegue a saberlo, almita de Jebús) que le ponga fuerza a la eterna franquicia de Rápido y furioso porque el día en que eso se termine realmente su carrera como actor no tendrá mucho más para dar. Bloodshot es una película olvidable y que, como aquella muletilla del micro en clave de comedia Cualca rezaba, no era necesaria.
La cuestión es simple: sabés que estás tocando intereses cuando las figuras de la autoridad, el ala armada del representante ocasional del Estado, sale a repartir con el palito de abollar ideologías. Por ahí es la cosa. Y eso se evidenció en la manifestación de dicho movimiento y se siguió demostrando en la pelea de los tres estudiantes que son la base del relato documental. Uno de los elementos interesantes es el planteo respecto del uso del espacio: ¨La ciudad es nuestra¨ expresan en una intervención. Y no es la única cosa que, sobre todo, las clases más bajas sostienen con el costo de su contribución. ¿Por qué me refiero a este punto? Porque es a la única clase que realmente le cuesta pagar las cuestiones públicas y no poder utilizarlas del mejor modo posible es de las cosas más injustas. Sería interesante no dejar que este punto se tergiverse.
Planes, sobornos y chantajes Guy Ritchie claramente podría ser considerado el Tarantino british o el caballero de la violencia con clase: y es que los toques armoniosos que entrega en sus películas y son a esta altura, su sello, repiten en Los caballeros para ponerse a la altura de una historia musicalmente digna del hampa de las islas. Ritmo frenético, five o clock tea para lores fundidos que hacen lo que sea (y cuando digo LO QUE SEA, es exactamente así) para sostener su bucólico, idílico y mágicamente costoso nivel de vida. Así es que un fino traficante consigue que las capas medias de la realeza oculten en sus dominios plantaciones de marihuana cuidadosamente cultivada y en sus más perfectas y diferentes variedades, lo que lo convierte en el rey del negocio. Pero cuando se quiere retirar… y acá es donde dejo de contarles porque, como saben, spoiler. Ritchie refleja en esta producción muchas de las decisiones estéticas de sus primeras películas, y se lo nota muy cómodo yendo y viniendo dentro de los tiempos narrativos internos, utilizando de manera excelente los flashbacks. El zorro pierde el pelo pero no las mañas, casi como el personaje de Matthew McConaughey, el director pareciera querer decir que se tomará un descanso o que el retiro se acerca, pero dada la entrega que pone en la construcción y armado de esta historia nada más alejado de ello. El montaje es uno de los puntos fuertes en que el viejo Guy gana ritmo para el film y bueno, también se gana al público. Sabe además usar muy bien el humor y los personajes llamativos para el mundo que crea y que tal vez no parezca tan verosímil, pero termina siéndolo porque como director es hábil, seduce y consigue lo que quiere. Otro punto a considerar es que sabe hacer encajar adecuadamente las piezas de un puzle que el mismo inventa, pieza por pieza, el cual no sería igual si no contara con el magnífico elenco con el que trabaja para contar el cuento de estos caballeros hipnóticamente violentos, descabellados, sorpresivos. Y es donde destacan McConaughey, Hugh Grant (señálenme si quieren, pero Grant tiene un carisma que pocos pueden sacar a lucir, y uno de mis actores favoritos), Michelle Dockery, Charles Hunnam, Colin Farrell, Jeremy Strong y Henry Golding. En suma, si quieren acercarse a un cine a ver una muestra exquisita y coreográfica de pura violencia y delincuencia al delicado estilo inglés, no pueden dejar de ver Los caballeros.
Hoy como ayer Los miserables de Ladj Dy es una adaptación más de la novela de Victor Hugo y transcurre en el mismo barrio en que el director nació y en el que el autor ubicó a los personajes de su historia. En lo personal me toca de cerca porque en un momento algo complejo de mi vida leí la novela mencionada y me movilizó bastante. Han pasado cinco años de ello y la película que nos trae hoy aquí ni por asomo hace siquiera la mitad de lo que alguna vez hizo la historia original que fue llevada a la pantalla grande, tal como fue pensada al momento de su publicación. La película plantea una pintura del guetto en el que la policía pierde límites y empuja la violencia sobre un grupo de niños mientras busca a quien se ha llevado a un león bebé de un circo de gitanos, los que están ansiosos por recuperar al animal. Demasiada simpleza tiene la forma elegida para narrar algo que se ha contado de varias maneras diferentes (dejando de lado la adaptación) y la búsqueda de Ladj Dy se hace tediosa, demasiado ligera, un poco obvia y bueno, creo que voy a parar con los adjetivos calificativos porque podría estar así por horas. Creo que no siempre lo que quiere contar el mensaje que desea dar al espectador y las herramientas y modos que elige para ello deben estar considerada por encima de la calidad narrativa de una película. Las escenas de acción en que el retroceso y la venganza de los niños que devuelven el ataque a la policía por el exceso y la violencia injusta que han ejercido sobre ellos abusando de su autoridad tienen una idea coreográfica que no aporta mucho más que una especie de final feliz y desentona con la idea que, al menos yo, me hice de la película que podía llegar a ver. Para cerrar, es una película que puede verse pero tal vez un poquito larga, con una idea clara pero que no alcanza para decir que se merece mucho más que un puntaje promedio. Si la temática interesa, se deja ver y eso es todo. Una película más que planifica una adaptación moderna de la novela de Victor Hugo para contar algo que ya se ha contado. Y le sale mal.
Cierra los ojos y mira Respira es la tercera película de Gabriel Grieco, y recogiendo el guante de su anterior producción, Naturaleza Muerta, cuenta la historia de un trabajador que se muda junto a su familia a un pueblo alejado a realizar la fumigación de las plantaciones de soja del lugar. Con personajes que con un desarrollo más profundo podrían presentar un interés mayor, la película se percibe cómoda dentro de un nicho de cine entre psicológico y de denuncia, apto para festivales de género en los que, de hecho, fue presentado inicialmente, ya que tuvo su premiere mundial en BIFAN (Bucheon International Fantastic Film Festival) de Corea del Sur. Un ritmo que no da mucho respiro, una idea concreta y actuaciones que encajan justamente en lo que la película y el subgénero en el que se considera enmarcado pide (a partir de las declaraciones del propio director, que menciona el thriller ecológico como el lugar en el que su tercera producción se ubica más cómodamente), Respira es una opción que resulta interesante para los amantes de este tipo de films, por un lado, y por el otro para interesados por las cuestiones de la ecología y el cuidado del medio ambiente. Es sabido que salvo espacios especiales en que uno puede adquirir productos de origen saludable y controlado en lo que tiene que ver con su cosecha y obtención, es casi imposible saber cuáles han sido esas condiciones para la gran producción respecto de los alimentos que pueden comprarse en los espacios tradicionales. Con buen cuidado de la imagen y cuestiones técnicas primarias resueltas, la película es concreta o, como me gusta decir, “palo y a la bolsa”. Y es que a veces ser específico es lo mejor cuando de mensajes fuertes necesarios se trata. Tal vez, Respira pueda servir de portavoz de un mensaje para una generación que se presenta descreída de algunas cuestiones que tienen que ver con el futuro pero a la vez sienten, aunque sea en menor medida, que vivir y alimentarse mejor, en un mundo que nos tenga en cuenta a todos, será posible alguna vez. Respira es una película que toma la decisión de llevar el mensaje de denuncia respecto de la salud y los efectos de la fumigación en los alimentos que consumimos, en un film concreto que encuentra su espacio ideal en los festivales de género.
Dos policías rebeldes Terceras partes no siempre son buenas y eso sucede más a menudo de lo que se cree. Los ejemplos pueden ser innumerables y en lo particular creo que pocas trilogías se sostienen y se bancan una historia bien construida, dentro de lo que es posible pedir, personajes con peso grupal y soltura individual (sobre todo cuando se trata de una dupla principal), y la sensación de sentir que dichos personajes tienen aún algo que decir, por más pequeño o banal que ello pueda ser. En el caso de Bad boys 3 para siempre, la química entre Will Smith y Martin Lawrence se mantiene vital, siempre con el gran apoyo que significa contar con el primero en un elenco. Su carisma suele superar, en ocasiones, los embrollos en que pueden meterlo con una producción endeble trabajada a partir de un flojo guion, como sucedió por ejemplo recientemente con Proyecto Geminis. La dirección de Bilall Fallah y Adil El Arbi encuentra un buen punto de inicio para continuar contando la historia de estos dos policías que empiezan a sentir que el tiempo ha pasado y la sombra del retiro se acerca cada vez más. Este juego puede ser bien utilizado como recurso para mostrar a los personajes en una faceta que los exponga un poco más “humanos”, cercanos al resto de los mortales y, por lo tanto creíbles dado el paso del tiempo. Recordemos que la primera entrega de los “chicos malos” tuvo lugar en 1995, y han pasado trece años de la segunda parte. Con buenos momentos de humor, un relato que rara vez decae (tal vez solamente en una de las escenas en que los personajes centrales se encuentran en un avión, y los chistes se hacen un poco largos, y estiran con ellos a dicha escena) y acción bien utilizada, sumando a un nuevo equipo (AMMO) que acude como soporte a la dupla principal. Los personajes secundarios dan un toque: Joe Pantoliano se destaca, repitiendo su personaje del capitán Howard; Theresa Randle retoma como Theresa, la esposa de Marcus; Vanessa hudgens como Kelly (integrante del nuevo equipo de investigaciones especiales); Paola Nuñez como Rita Secada, jefa de AMMO y ex novia de Mike; Nicky Jam hace su aparición como Lorenzo “Zway-lo” Rodríguez y la aparición especial de Michael Bay, director de las anteriores dos películas, a quien, según las palabras de los directores de la nueva entrega con gusto le dejaron dirigir su propio segmento. Tema aparte para una posible secuela que siempre se ve venir aún antes de ver la película y de la que ya se venía hablando, y, a la espera de un bastante probable éxito en la taquilla, comience a ser una posibilidad certera para unos bad boys que, al fin de cuentas, no piensan realmente en el retiro definitivo Los Bad Boys al parecer vuelven para quedarse, en una buena entrega que balancea comedia y acción, encabezada por una dupla que sostiene la química de las películas anteriores y es apoyada por muy buenos personajes secundarios.
Cuento que no es cuento Oz Perkins dirige esta revision de la fábula de los hermanos Grimm, en la que la importancia de los roles se invierte, presentando a Gretel como la mayor de los dos hermanos que sufren la pérdida de sus padres a causa de la peste y huyen a través del bosque con la esperanza de ser salvados por un grupo de leñadores que, en teoría, les enseñarán oficios y les permitirán vivir de ellos en el futuro. Pero las cosas no salen como se esperaba (esto si remite al cuento original) y se encuentran con la casa de la famosa bruja. Aquí es donde la historia se modifica y Gretel toma el mando, convirtiéndose en una aprendiz de hechicera ideal que va recibiendo cada día mensajes más poderosos entre sueños y logra una comunicación con el más allá que le hace ver que su poder y sus capacidades mágicas aumentan. Sophia Lillis, con su look que se mueve entre la languidez, la androginia y una imagen aniñada que parece perpetua, interpreta muy bien su papel, y cumple con lo que la historia le va pidiendo. Sus cualidades como actriz son indiscutibles y sostiene el relato por fuera de las intenciones del mismo. Lamentablemente, el director que me sorprendió hace algunos años (más precisamente en 2016 ) con Soy la cosa hermosa que vive en esta casa, con un terror agobiante, un manejo de lo femenino muy interesante, una segunda capa de lo fantasmagórico recorriendo todo el film, en este caso no puede repetir y la película, de excelente factura técnica, no sostiene el relato que recorre a la deriva casi la mayor parte de su duración, y si no fuera por la excelente fotografía a cargo de Galo Olivares, la maravillosa ambientación, y, como ya dije antes, la interpretación de Lillis, sería una película un poquito olvidable en una vorágine de producción que no cesa y entrega todo el tiempo títulos con los que sorprenderse (o no), semana tras semana. Gretel & Hansel es una película perfecta en lo técnico pero que, en su afán por brindar una nueva versión del cuento clásico ajustada a los tiempos y los cambios sociales, cae por su propio peso al poner por encima del relato las intenciones y no la construcción del mismo para poder transmitir las mismas luego.
Espíritus que dan pena En estos tiempos en que casi todo se trata de ser o no ser hater, en una vorágine medio tarambana de motes simplistas que tratan de ser irónicos e ingeniosos usualmente sin lograrlo, me pregunto qué lleva a hacer producciones como La maldición renace, de Nicolás Pesce, una película que procura ser un cierre (o un renacimiento para exprimir nuevamente la historia hasta que no sea posible sacarle más jugo) pasando por todos los casos diferentes que se han sucedido a través de las diferentes entregas. La película no tiene ni pies ni cabeza, es aburrida, no aporta nada más que malos sustos sumamente obvios, cae en recursos remanidos y de tan mala calidad que realmente no puede creerse que alguien con experiencia haya pensado que esta idea era una buena posibilidad comercial. Pero bueno, donde manda capitán no manda marinero y se lanzaron a filmar esta película absolutamente olvidable que si pasa a la historia por algo seguramente va a ser por no aportar nada nuevo ni a la franquicia ni a la historia del terror mundial. No hay mucho más que decir que parece que se olvidan que no solamente funciona el boca en boca como siempre lo ha hecho, además es posible acceder muy rápidamente a material previo o complementario, de modo que una producción tan pobre no tiene posibilidades de pasa, con suerte y presión, de una a dos semanas en sala, sobre todo en una época en que si bien ciertas entregas de terror son más pobres que antaño, más público se acerca a opciones del género y no acepta cualquier material mal estructurado o de pésima factura, como es este el caso. Para resumir (y que puedan ahorrarse el mal trago), el tiempo es demasiado valioso para perderlo viendo esta pobre, pobrísima pretensión de terror que nada más provoca risas. Y preguntas. Muchas preguntas.
Una de las “tapadas” en las nominaciones a los premios Oscar, y que infelizmente tuvo menos galardones de los que merecía (Mejor actriz, Mejor Maquillaje y Peinado), en comparación con otras películas, es “Judy”, del director inglés Rupert Goold. Con la increíble actuación de Renee Zellweger en el rol protagónico, en, me animo a decir, el papel de su carrera. Es cierto que la mayoría de las biopics funcionan en base a la búsqueda de la emoción, al recuerdo de una generación, o el recuerdo de la siguiente que le fue entregada por la anterior, como una reliquia de memorabilia cinéfila, y no mucha gente ha seguido el recorrido de las películas en que Judy Garland participó, por fuera de “El mago de Oz”. Pero el logro final que el director entrega es superior a cualquier película que incluya escenas musicales en, al menos, los últimos cinco años. En el marco de una de las más correctas y maravillosas reconstrucciones de época que he visto en el último tiempo, narra el último período de vida de Garland, previo a su fallecimiento, en que procura recuperar, con la participación de una gira por Inglaterra, dinero, prestigio y sobre todo, la excusa principal, la tutela de sus hijos. Los flashbacks que nos muestran la cruel vida de la niña actriz en los grandes estudios y el maltrato al que fue sometida, maltrato que le dejó el vicio del alcohol y pastillas varias que finalmente le provocaron la muerte, es más que realista, y pinta la terrible falta de piedad de los estudios que eran, en algunos casos, prácticamente dueños de la vida de los artistas que representaban. La soltura de Zellweger al ponerse en la piel de su personaje es tan delicada, medida, singular, que puede verse el trabajo que debe, seguramente, haber sido extenuante, pero deja el placer de ver un uso del cuerpo magnífico para dar vida a la estrella malograda que fue Judy. Y menciono solamente su nombre de pila porque si hay algo que el film logra es que el espectador, aún sin ser fan de la actriz, se emocione, se vincule con su persona, con su intimidad, su alegría y su humor ciertamente irónico por pasajes. No hay manera de no conmoverse aunque sea un poco con lo que se ve en pantalla. Y en ello la mano de Goold es clave, y su experiencia en teatro notable, como también el entrenamiento vocal de la protagonista para estar a tono con la interpretación de las canciones que componen el soundtrack y formaron parte de las presentaciones realizadas durante la gira, las cuales que se recrean con magia y color maravillosos. Por ello creo que “Judy” es una de las mejores películas del 2019, quizás una de las mejores cinco, y merece, al menos, una distinción al despliegue de una actriz que dio todo para contar la historia de alguien que también dio todo, tanto en el escenario como en la vida, en algunos momentos, muy a su pesar.
El beso de la mujer araña El príncipe, la película de Sebastián Muñoz, con guion de Sebastián Muñoz y Luis Barrales, es una pintura entre oscura y realista de la vida carcelaria de un joven que ha cometido un crimen víctima de una emoción profunda, asesinando a su amigo. El marco no puede ser más complejo, durante una de las dictaduras más feroces que se han visto en Latinoamérica. La historia está basada en una novela de baja circulación escrita en plena década del 70, y ambientada también en dicha época, cuyo autor es Mario Cruz. Tiene momentos de maravillosa poesía en medio de un contexto de violencia terrible, hedor envuelto en un contexto político cruel que daba paso a las más terribles situaciones. El encierro, el afecto de lo más cercano posible que es el otro, la necesidad de aferrarse a ese otro que supone otro yo necesario para sobrevivir emocionalmente mientras se consigue algo de contrabando (un cigarrillo, una guitarra, un cuerpo) presupone también una alegoría de las escalas del poder y su utilización. Y es ello lo que el director busca contar en este film de momentos dulces y de otros crudos, en un balanceo con vaivenes tristes. Por suerte vacía de la caricatura de algunos productos que procuran retratar la vida en la cárcel y no hacen más que convertirse en objeto de sorna, esta producción sigue de cerca a los personajes, los interpela, muestra su necesidad de cariño (tal vez por la desesperación y la soledad de la vida carcelaria) y desde el otro lado pone el foco en la autoridad y el choque con sus fieles perros, representantes ciegos, casi una pintura de cierta sociedad medio arcaica que sostiene cierta idea del poder como representación figurada de la masculinidad. Con una construcción fuerte, por momentos dolorosas, muy buenas interpretaciones de un elenco que calza a la perfección para este drama del que Manuel Puig tal vez podría estar orgulloso, tiene lugar un film que resuelve sin estridencias una historia difícil pero necesaria, interesante a la vez que dolorosa, que interpela a quien se atreve a verla sobre algunas cuestiones de la vida (y sí, también, de la política) que parecen cerradas. El príncipe cuenta con cierta crudeza pero a la vez con poesía la historia de un joven y sus miedos, sus deseos, en un contexto de violencia política general y física dentro de los límites de un espacio en el que las reglas se reescriben todo el tiempo.