La muñeca maldita está de regreso en la precuela spinoff de El Conjuro. Esta película dirigida por David F. Sandberg (Lights Out) eleva un poco el entretenimiento y calidad que brindó su antecesora del año 2014 -lo cual no es muy difícil de lograr- no obstante no quiere decir que Annabelle: Creation (Annabelle 2 de modo argento) sea buena. En efecto, Annabelle: Creation se disfruta mucho más que ese primer intento fallido que vimos hace 3 años y un gran motivo de ello es el elenco que posee. Anthony LaPaglia y Miranda Otto se encargan de dar seriedad y clase al film de Sandberg. Es bueno ver a LaPaglia fuera del rol de mobster que comúnmente suele interpretar y Otto brinda misterio e incertidumbre con un rol que ofrece un buen inicio y opuesto a todo lo que ofrece en un principio, un pésimo final. Dos actores reconocidos que muestran presencia y sólo eso, que no se pida más. La historia es simple: tras la muerte de su hija, un matrimonio (LaPaglia y Otto) decide dar hospedaje a un grupo de huérfanas pertenecientes a la comunidad eclesiástica de su pueblo. En esos vaivenes de presentación de personajes desechables, Janice (Talitha Eliana Bateman), una joven víctima de polio, descubre un objeto oculto para el mundo, y ese objeto es nada más y nada menos que Annabelle. Horror gastado y sin sorpresas se hace presente en un guión desinteresado por brindar novedades en el género. La película va en cámara lenta en 70 de los 100 minutos de duración y fracasa en captar la atención del espectador. Situaciones cliché acompañadas de una sobredosis de paneos generales predisponen a la sala a prepararse para alguna reacción abrupta arruinando momentos efectivos de sustos; tampoco ayuda en nada que las escenas más interesantes se muestren en los avances. En estos tiempos hay que decir la verdad: ¿quien se puede seguir asustando con un movimiento de cabeza de un muñeco con cara de feliz cumpleaños? De todas formas, el film transporta de muy buena manera al espectador a aquellos años en que la historia cobra vida (principios de 1940). Una excelente escenografía funciona a la par con un gran trabajo de vestuario y exteriores que convencen al público que estamos en una época exacta y no flotando en un universo atemporal. Se agradece de esta forma cómo se mantiene el nexo, la conexión, con la película Annabelle original. Para finalizar hay que reconsiderar el camino que algunas productoras están tomando con respecto al género de horror. Annabelle 2 podría haber funcionado mejor con un lanzamiento directo a dvd/bluray y no de la forma en que se presentó, como una película que requiere atención de las masas sin importar género, edad y gustos. Annabelle: Creation triunfa para su selecto grupos de fans; para el resto del público, absolutamente no. Y en el camino favorable que tomó Ouija: Origins of evil (Lulu Wilson trabaja en estas dos precuelas presentadas), el film en cuestión recorre esa misma senda trastabillándose una y otra vez para poder lograr una aceptación que nunca logra.
Como una máquina del tiempo 51% recuerda gracias a videos de fans y entrevistas al plantel y equipo técnico del Club Atlético Boca Juniors el enfrentamiento y victoria contra el Real Madrid en Tokio por la Copa Intercontinental en el año 2000. Para ser directo lo mejor que tiene este documental xeneize son las anécdotas de los simpatizantes y las sensaciones encontradas del equipo técnico. Las palabras de los jugadores – a excepción de Martín Palermo y Sebastián Battaglia – se sienten de alguna forma fría y siguen la línea del relato “menú”, el discursito de robot que siempre emplean en cancha. El documental 51% lo hacen los fans. El video amateur se impone sobre los casi 90 minutos de película. Situaciones como la espera en el aeropuerto de Tokio y el viaje en el colectivo hacia el estadio están llenas de cánticos boquenses, de hinchada ansiosa por gloria, que logra una especie de remate simpático de pasión lleno de humor en cada momento. A destacar: la forma en que los asiáticos evitan de la forma que sea el contacto con los extranjeros no tiene desperdicio alguno. A los apellidos Bianchi y Riquelme se los trata como dioses ausentes, tal vez la ausencia refleje el poder que tienen esos nombres para algunas personas, pero aquellos preciados minutos que le dedican a la trayectoria de Juan Román Riquelme fuera del partido se podrían haber aprovechado para mostrar un poco más de documentación del hincha; Para colmo las presencias de Víctor Hugo Morales y Horacio Pagani no suman absolutamente nada, ya que tratan de embellecer datos y lo único que logran es irse por las nubes y al más allá. Leandro Baquela es el encargado de realizar una dirección aceptable, sin lujos a destacar y su documental, 51%, expone de buena manera la sensación del fan xeneize sobre aquel día en que Boca dominó al Real Madrid.
“Un proyecto de toda mi vida” esas fueron las palabras que Luc Besson utilizó para describir su nueva película Valerian, estas palabras fueron en el marco de la última Argentina Comic Con. En los primeros minutos del film, Besson nos enseña como una diminuta estación espacial va expandiendo sus fronteras en el transcurso de décadas y siglos. La presentación de diferentes culturas tanto humana como alienígena es mostrada al ritmo de Space Oddity del eterno Bowie, esto muestra, desde el comienzo que Besson busca una complicidad entre el film y el espectador. Uno se siente parte de esa transformación estructural/cultural que Besson nos va presentando en esos escasos minutos y hay que decirlo: Valerian se presenta en high note, en una nota alta, la cual deja un buen gusto – no en el paladar, sino en la retina – y adelantan que un gran espectáculo va a comenzar, aunque esa leve promesa no dure mucho. Ese Magnum opus, esa obra maestra de escasos minutos, decae en el momento en que conocemos a nuestros protagonistas: Valerian y Laureline (Dane Dehaan y Cara Delevingne). En la previa de la 7° edición de la Argentina Comic Con, Besson adelantaba que Dehaan y Delevingne eran perfectos en cada rol a cumplir, cada uno daba una entrega absoluta y se mostraban felices en participar en el proyecto. Lamentablemente, esa mañana del 26 de Mayo la prensa estaba ante un Besson confundido, consumido por su pasión en el proyecto y esos dos actores que, supuestamente cumplían el rol de agentes legendarios en pantalla, se ven como dos estudiantes de primer año a cargo de su primer tarea escolar. No hay química, no hay buenas actuaciones de Dehaan y menos que menos de Delevingne y sin lugar a dudas no estamos ante “lo mejor de lo mejor” en agentes intergalácticos. También hay que subrayar que los personajes secundarios de Clive Owens, John Goodman, Ethan Hawke y Rihanna son sólo cameos glorificados de un director perdido en su propio sueño. De todas formas Valerian entretiene y cumple de forma magnífica en presentarnos un universo espacial asombroso. Las especies que integran esta “mega estación espacial” generan curiosidad: hay de todo tipo, y lo más interesante de este film es como estas diferentes culturas conviven día a día unas con otras, rara vez una película presenta un universo que puede expandirse en un sinfin de direcciones. Desafortunadamente Besson, enamorado de Valerian y Laureline, escoge la introducción y no el desenlace de estas “multiculturas”; Esto es una decisión comprensible ya que la historia trata sobre las aventuras de estos dos jóvenes agentes, sin embargo el público queda más interesado en este asombroso universo que en estos dos mediocres y mal casteados personajes principales. La sala pide más y el director se queda corto. Visualmente Valerian se ve hermosa. Una vibrante paleta de colores resalta cada cuerpo y ricón de este galáctico futuro. Si elegimos ver este film en formato 3d la experiencia se vuelve más gratificante ya que los tonos son fuertes, expresan naturalidad y vida. En este reciente trabajo de Luc Besson hay que dejar de lado los efectos – los cuales son asombrosos – y concentrarse en lo cromático. Posiblemente este film este nominado en varios premios por su nivel visual. Valerian y la ciudad de los mil planetas es un film que recrea el sueño juvenil de un director apasionado por sus propias ideas. La película se disfruta si se va con la idea de un entretenimiento pasajero; Podría haber sido un proyecto memorable no obstante el deseo de Luc Besson para realizar su passion proyect queda distorsionado por decisiones incorrectas del departamento de casting y un guión disparatado que genera situaciones de relleno sin ninguna resolución.
Una vida, una mujer narra el camino en vida de una inocente joven de Normandía en el Siglo XIX. Este film, dirigido por Stéphane Brizé, enfoca la pérdida de la inocencia y los sueños por culpa ajena. Une vie – título original – es una versión femenina similar a Barry Lydon (1975) de Kubrick… Entre la comodidad y la búsqueda de la vida ideal, la joven protagonista de la película llamada Jeanne e interpretada por Judith Chemla, está a punto de recibir un balde de agua fría por parte de la realidad. El film de Brizé quita importancia a los momentos felices que merecen ser recordados y se centra en ofrecernos lo crudo, lo impensable y trágico de una vida con esperanzas rotas. Es fácil visualizar el contenido de una película que trata principalmente de tragedias y derrotas monumentales, el problema es que en ese absoluto reflejo de fracasos presentes en la cinta, el guionista no consigue transmitir emociones en los personajes que vemos en pantalla; El constante sufrimiento que vive la protagonista se puede percibir como efectivo en la primer mitad de Una vida, una mujer, pero al avanzar el metraje este sufrimiento se torna cómico para el público. Es un clásico “palo a palo” sin fin. Los personajes tienen un rol de “espectros” de pantalla. Brizé y Florence Vignon -guionistas del proyecto- se encargan de introducir una sociedad de personas de manera burda y desinteresada; no nos importa el destino final de cada uno de ellos por culpa de un guión descuidado que estos dos artistas escribieron como “borrador” final del film; La empatía hacia esta mencionada sociedad de personajes es inexistente si la introducción de cada uno de ellos es similar a un conejo saliendo de una galera y el desarrollo de vida es más corto que el famoso chiste “¿qué le dijo la soda al vino?”. En Una vida, una mujer estamos ante una completa falta de respeto hacia los engranajes que hacen funcionar a una película: los personajes. Tonos grises inundan constantemente el lente de la cámara, y estos mismos van in crescendo a la par de las tragedias que se ven en pantalla. La putrefacción, los hongos y el ambiente bañado en sombras reinan la paz a medida que la vida de Jeanne avanza y la desesperanza cómica empieza a ganar espacio. ¿Por qué digo cómica? la respuesta es simple: no hay un sólo momento de descanso de situaciones fatídicas, la seguidilla de eventos desafortunados es tan lineal que al finalizar esta odisea el resultado parece una broma. Los jueves son los estrenos en la cartelera del cine, pero al presenciar todo el pesimismo sin fin del film, tranquilamente se puede desear que se estrene un lunes y estar tranquilo porque lo peor que nos puede pasar se quedó en ese primer día de la semana.
Para funcionar como fan service en modo de homenaje a los artistas H.P Lovecraft, Clive Baker, Lucio Fulci, entre otros, Conjuros del más allá basa su inicio en el método de kickstarter otorgando a sus directores Jeremy Gillespie y Steven Kostanski una total libertad de plasmar sus sueños en pantalla y satisfacer a los fans del horror sobrenatural. The Void – titulo en inglés- cumple con algunos objetivos pero deja mucho que desear en otros. The Void puede resumirse de esta forma: Refugiados en un hospital el policía Daniel Carter (Aaron Poole), el staff médico constituido por el Dr. Richard Powell (Kenneth Welsh), las enfermeras Allison (Kathleen Munroe), Kim (Ellen Wong) y Beverly (Stephanie Belding) unen fuerzas con los pacientes y dos desconocidos para tratar de vencer amenazas que se presentan dentro y fuera del hospital al estilo de Assault on precinct 13 (1976), The Thing (1982) de Carpenter y Lord of Illusions de Baker. Ahora bien, en esa simpleza que se exhibe en un comienzo, el film, explora conceptos de una forma convulsionada y vaga, es decir que introduce correctamente al público en una situación caótica pero atractiva y a la hora de desarrollar el concepto y permitir que la sala se meta de lleno en la película, Gillespie y Kostanski – también guionistas del metraje- prefieren expandir aún más la mitología y terminan cayendo de un homenaje a otro sin que el público logre entender que desean conseguir realmente. La película empieza con un homenaje a The Thing, Assault on precinct 13 y Lord of Illusions y al finalizar tenemos que sumar The Beyond (1981), Baskin (2015) y los mitos de Cthulhu… o sea: un berenjenal de aquellos. Lo de los homenajes es gracioso, pero el resultado final es un tanto mediocre. Hay que subrayar que The Void cumple en la tarea de efectos especiales; Estos se presentan en su mayoría de forma práctica y adquieren realismo gracias a que su uso recae en la interacción con los actores; Hay sangre, vísceras y tentáculos… lo que los fans pedían, acá lo van a tener: hay gorro, bandera y vincha en efectos prácticos y el departamento técnico da rienda suelta en el asunto. En mención al uso del CGI, se utiliza sólo en situaciones de uso crítico y no genera quejas. The Void logra captar la interacción de efectos prácticos con los actores de manera positiva, ahora bien, si hablamos de las actuaciones en sí estas son un desastre. Los personajes sufren por el guión de Gillespie y Kostanski pero también por la penosa entrega que los actores muestran frente a la cámara. Un caso especial es el de Ellen Wong, Wong se encarga de destruir cada escena con su habilidad actoral, su personaje es absolutamente dispensable – no se engañen… los demás también – y lo único que consigue es lograr ser abucheada por la sala, el resto del elenco sinceramente esta para el olvido y no merecen reconocimiento alguno. The Void funciona como un intento de homenaje a varios directores y autores específicos pero lamentablemente por su guión deficiente, sus actuaciones y los numerosos plotholes que se exhiben en el metraje hacen que esta película sea una experiencia confusa. Si el objetivo era lograr jugar con ciertos elementos de la mitología del horror The Void juega, se divierte pero no llega a anotar.
Entre el relato de la historia del Palacio San Carlos y la accidentada visita de Antoine de Saint-Exupèry a la Argentina, Nicolás Herzog traza un camino de historias, mitos y verdades sobre el vinculo del autor de El Principito y ese misterioso lugar ubicado en Concordia, Entre Ríos. Vuelo Nocturno resulta interesante para aquellos que no conocen el legado del Castillo San Carlos o la influencia que tuvo la familia Fuchs – en especial Edda y Nora, apodadas “Las Princesitas”- en el autor Francés. Herzog hace un buen trabajo en dirección del proyecto recreando momentos lúdicos de la juventud de las jóvenes como si fuera una grabación casera, no obstante, el entretenimiento e información brindada se siente absolutamente débil y soporífero: no es un proyecto que pueda conseguir la suficiente fuerza de atracción en una sala de cine. Vuelo Nocturno es más convincente como un especial de relleno en algún canal de tv. Dicho sea de paso, si el espectador es asiduo a hacer zapping puede ser que se encuentre con la historia del palacio y la escapada de Saint-Exupèry por lo menos 3 veces en el año. La extensión del film de aproximadamente unos 70 minutos es de agradecer ya que el nexo de historias convulsionan una y otra vez para finalizar en una resolución incompleta. Antoine de Saint-Exupèry fue un individuo interesante y su vida tuvo muchas anécdotas fantásticas, pero hay que referir que – con respeto – los encargados de realizar un recorrido por su trabajo se estancan en las mismas anécdotas una y otra y otra vez haciendo que la vida y obra del autor se sienta como una mera repetición de un eco. El core – el centro de historia- no producen el más mínimo asombro por la cantidad de veces que se vio y se oyó y los espectadores pueden encontrarse pensando en “Oh… Dios” en las anécdotas presentadas. Vuelo Nocturno es un metraje bien dirigido, posee una fotografía excelente y tiene un correcto nivel de esfuerzo en presentación, de todas formas abruma al tratar de encantar con una historia aburrida que no consigue – justamente – despegar nunca.
Pocos directores son capaces de adaptarse a diferentes estilos y lograr en cada oportunidad un resultado positivo. Afortunadamente Edgar Wright (Three Flavours Cornetto Triology, Scott Pilgrim vs. The World) forma parte de ese reducido grupo de mentes creativas y demuestra con sus creaciones que la originalidad está lejos de acabarse. Así lo demuestra con su última película, la genial Baby Driver. Baby Driver es un film de acción con personajes coloridos que entran y salen del foco de la cámara como si fueran pistas de música. Todo pega y funciona en esta película: tenemos personajes con diferentes motivos para robar un banco, algunos por ego, otros por diversión y adrenalina, pero todos con un objetivo principal, hacerse de dinero fácilmente. Personajes que generan empatía en nosotros aún siendo conscientes que son delincuentes. O sea tenemos una trama efectiva y protagonistas que atraen, pero también hay algo importantísimo y quizás lo mejor de la película, una banda sonora extensa en su variedad de estilos que marca el timing de la narración. Por ejemplo el personaje principal, Baby, interpretado por Ansel Elgort (Bajo la misma estrella, La saga divergente) trabaja para Doc (Kevin Spacey) como conductor designado en golpes (robos). Cada golpe cuenta con un diferente método de acercamiento hacia el objetivo y un diferente equipo de acción; para Baby quien sufre de Tinnitus – un zumbido constante en el oído – y que esta toda la película conectado a su ipod significa: un nuevo trabajo, una nueva playlist para calmar su aflicción. Aunque parezca una trama simple, Wright logra que Baby Driver sea una película grande, atractiva y cautivante. La película presenta diferentes personajes, alguno de ellos aparecen de forma discreta y ayudan a presentar al mundo criminal que rodea a Baby (como es el caso de Jon Bernthal y Flea, sí el Flea de los Red Hot Chili Peppers); otros son víctimas de su propio trabajo (Jon Hamm y la siempre hermosa Eiza González) y después estan los otros… esos que presentan como una amenaza desde el vamos y su único objetivo es causar caos por su camino (Jamie Foxx de luxe). Todos estos personajes son catalizadores de impacto en la vida de Baby , el film de Wright se encarga de que este mundo criminal sufra victorias y derrotas absolutas como si la “ley de Murphy” condujera el último auto, un auto que no frena ni siquiera para cargar nafta. Las escenas de acción evocan al mejor cine de los ochenta (y el delirio de esa época), como si el director usara todas esa influencia y sacara lo mejor de cada una. Y ademas lo novedoso, el uso que hace de la música:Wright experimenta y nos sumerge en un mundo hermoso y pegadizo. En Baby Driver tenemos un panorama musical variado, cada canción pone tono a la escena. Desde Queen a The Champs y pasando por el genial Dave Brubeck, el director fusiona a la perfección varios géneros, del funk al pop y con muchas canciones melosas ochentosas (Porque Baby se enamora de la mesera linda de la ciudad) la película sincroniza musica diegética con el universo de la acción. Baby conduce y siente el sonido de su furioso ipod, se sabe cada canción, cada una de las melodías son parte de su repertorio de vida. Y esto es interesante, uno sale del cine tarareando las canciones que Wright usó en la película. Sin duda alguna Baby Driver es una de las mejores películas del año; tenemos un sólido director, un trabajo de equipo técnico impecable (clásico de los films de Wright), un elenco que cumple y convence en cada segundo y una historia simple, directa y divertida (con un soundtrack memorable) que traspasa la pantalla y se instala en el espectador para recomendar a futuro. Baby Diver es un tanque con todo lo bueno que esto significa. Sin duda ocupará un lugar de privilegio en mi lista de las mejores del año.
Al servicio de alimentar la sed de diversión millennial, 7 Deseos recurre al cliché, lo fácil y predecible para atraer a las jóvenes mentes de esa generación. Protagonizada por Joey King y Ryan Phillippe, Wish Upon (en su título original) cuenta la historia de Clare (King), una joven que vive en la etapa insufrible de la juventud en que todo lo que ve fuera de su ambiente es un cuento de hadas. Clare no aguanta el comportamiento de su padre (Phillippe), tampoco soporta ser un cero a la izquierda en su escuela y de no tener al chico de sus sueños… con esto nos vamos haciendo una idea de qué clase de chica es. Ahora bien, agreguemos una caja china infernal de deseos y voilà! tenemos esta mezcla de The Monkey’s Paw y Final Destination. El problema del film es que toma un patrón predecible desde su comienzo; John R. Leonetti y Barbara Marshall, director y guionista del proyecto respectivamente, instalan personajes cuyos destinos están cantados al exclamar un saludo, y en el caso de las escenas sucede exactamente igual; puros clichés y sin esfuerzo de sorpresas. Para completar, tampoco ayuda el hecho de que la película se toma demasiado en serio para lo que en realidad es: una comedia con tintes de horror. Las cosas simplemente no funcionan al mezclar un intento de dramatismo en una escena que en su resolución genera risas. Sobre el humor del film, 7 Deseos recae en un constante loop de situaciones absurdas -no sólo por presentar muertes hilarantes, sino porque trata de recrear un ambiente teen que saca lo peor en el público-. Nos encontramos con la típica canción rebelde cada vez que la acción sucede en la escuela, lugar que está repleto de individuos que se asemejan a clones del breakfast club 20′ de John Hughes: tenemos al asiático, al deportista, a la reina de la moda, al gay, a la chica que piensa antes de actuar, todo estos personajes se sienten estándar pero llevado al extremo de lo insufrible, y no merecen absolutamente el mínimo de interés por parte del público. Eso sí, hay una excepción, y es en parte gracias a Sydney Park. Ella básicamente se carga cada escena al hombro, opacando -gracias a Dios- a la propia Joey King y dejando en el público cierta añoranza por más presencia de su personaje. En resumen, 7 Deseos es una simple excusa para generar un leve interés en el público adolescente. Una idea con un contenido correcto que fracasa al desarrollarse la acción.
El nuevo film de Christopher Nolan es objetivamente un ejemplo de lo mejor a nivel técnico en lo que va de este año. Este proyecto se caracteriza por no refugiarse en la violencia de la guerra sino por sumergir al público en una tensión constante en todo el desarrollo de la cinta. La historia cuenta el evento de la evacuación de las tropas francesas e inglesas de las playas de Durkirk durante la Batalla de Francia, a principios de la II Guerra Mundial. Lo curioso que tiene el film es que en lugar de focalizarse en un sólo punto de vista, recurre a contar el evento en tres episodios que transcurren con diferencia de horarios y desde diferentes perspectivas (tierra, mar y aire). Cada situación cuenta con un protagonista diferente y particular: en tierra Fionn Whitehead; en mar Mark Rylance y en aire, el heroico Tom Hardy. Cada una de estas historias está interpuesta de una manera en que el aumento de tensión va in crecendo. Las actuaciones son contundentes destacando a Rylance como un marino civil que tiene como objetivo rescatar la mayor cantidad de soldados con su velero. Tom Hardy, por su parte, logra imponerse sobre el resto del elenco al interpretar a un piloto que está dispuesto a sacrificarlo todo para despejar las playas de Durkirk y ayudar a sus compatriotas. Y en un rol no menos relevante se encuentra Kenneth Branagh, sobresaliendo con su presencia como un comandante que no se doblega frente a la situación que le toca vivir. Si tenemos que subrayar algunos puntos, serán la fotografía realizada por Hoyte Van Hoytema, el montaje de Lee Smith y la música a cargo de Hans Zimmer. Los tres apartados son un ejemplo de excelencia a nivel fílmico; juntos, estos especialistas en la técnica logran con Nolan un resultado sublime cuando sus respectivas áreas chocan en el resultado final que se aprecia en la sala. Hoytema y Nolan merecen ser reconocidos por su labor en la película. Por último, esta ficción fue pensada para pantallas IMAX, así que si tienen la oportunidad de disfrutarla ahí, no lo piensen dos veces.
Entre poemas, temores y reclusión el film de Terence Davies Una Serena Pasión es un viaje con un comienzo simpático y un final digno del género horror sobre la vida de la poeta Emily Dickinson. A Quiet Passion (nombre original) pone en primer plano la actuación de Cynthia Dixon para que funcione a toda máquina el proyecto de Davis. Dixon ofrece un master class en acting personificando los años adultos de Emily (en su juventud la encargada del papel es Emma Bell). Pasando por épocas doradas y terminando en la desgracia que Dickinson sufrió en sus últimos momentos de vida, las expresiones de Dixon funcionan como un reloj para recrear reacciones en cada situación presentada. Dixon devora cada segundo en pantalla y se encarga de no dejar absolutamente nada sobre la mesa. Al abordar esta biografía Terence Davis cautiva al público utilizando la sintonía de escenas con la banda sonora, podríamos referir A Quiet Passion como un film sinfónico visual. Esto no es ninguna novedad en la carrera de Davies ya que casi todos su trabajos - haciendo a un lado contenidos - se ven y se sienten hermosos. Determinadas situaciones tétricas de época resultan placenteras de ver gracias a la magia de este visionario director y la fotografía de Florian Hoffmeister. De todas formas y hay que decirlo, el film es extremadamente difícil de ver; Comienza de forma simpática y amigable sin embargo poco a poco se va transformando en un hibrido de horror; Esa Emily Dickinson decidida y adelantada a su época se convierte en una sombra de su joven ser, el descenso psicológico y físico del personaje llega a bordear similitudes con el personaje de Zelda Goldman de Pet Sementary (1989), y al finalizar la película lo único que te queda en la mente es esa figura deformada pidiendo ayuda como sí Emily Dickinson nos persiguiera en sueños o mejor dicho, pesadillas. Terence Davis A Quiet Passion es un notable film a nivel técnico y actoral desafortunadamente la excelencia de esos puntos queda opacada por un tortuoso segundo tramo del film que sólo muestra sufrimiento con imágenes de dolor y ningún tipo de placer.