En un momento en que el olvidado género de crimen y misterio cinematográfico parecía navegar entre las adaptaciones sin alma y repletas de naftalina como Asesinato en el Expreso de Oriente(2017) y la sosas parodias al estilo Misterio a Bordo de Netflix, finalmente nos encontramos ante algo distinto. Tras su estreno en el 34° Festival de Cine de Mar del Plata, llega a la cartelera Entre Navajas y Secretos (Knives Out), un murder mystery aggiornado a nuestros tiempos a quien el cineasta Rian Johnson logra darle una magnifica y entretenida vuelta de tuerca. La historia gira alrededor de la muerte del aclamado novelista Harlan Thrombey (Christopher Plummer), un anciano propietario de una lujosa mansión y principal sostén económico de su insaciable familia. La mañana posterior a la celebración de su cumpleaños número 85, el escritor es hallado en su cuarto sin vida y la policía parece convencida de que se ha tratado de un suicido. Sin embargo, el astuto detective Benoit Blanc (Daniel Craig) pronto intuye que detrás de aquella perfecta y cuidada puesta en escena se esconden ciertos secretos que lo llevan a pensar que alguno de estos excéntricos personajes del clan familiar ha cometido un crimen. El director de Looper: Asesinos del Futuro (2012) y de la controvertida Star Wars: Los Últimos Jedi (2017) realiza en esta ocasión un moderno y logrado homenaje a las populares historias policíacas de Agatha Christie y a aquellos filmes sobre misterio que lo inspiraron, tales como La Huella (1972) y Trampa Mortal (1982). La ironía y el panorama político actual son las claves de la película: Johnson se encarga de retratar con humor la xenofobia interiorizada, el machismo y las posturas progresistas que conviven en la Estados Unidos de la era Trump en este pequeño microcosmos que simboliza el hogar victoriano de la familia Thrombey. Todo esto sin dejar nunca de lado el estilo, los tropos y algunas características típicas de los personajes de los clásicos relatos de crímenes a los que el público se encuentra habituado. El guion de Johnson, con sus múltiples vueltas y resultados impredecibles, también es un punto fuerte a resaltar. En el momento en que uno cree que ya lo ha visto todo, el cineasta logra sacar de la galera de forma coherente y sin dejar espacios en blanco un nuevo aspecto que cambia totalmente la dirección de la trama. Dentro del reparto de lujo, integrado por actores como Toni Collette, Don Johnson, Jamie Lee Curtis, Chris Evans, Michael Shannon y el legendario y siempre correcto Plummer, la que verdaderamente logra destacarse es Ana de Armas, quien aquí interpreta a la enfermera latina y leal amiga del millonario fallecido. La joven actriz a a quien pudimos ver en Amigos de Armas(2016) y Blade Runner 2049 (2017) resulta una grata sorpresa, ya que lo que parecía un ingenuo e insustancial personaje secundario con poco para aportar termina colocándose en el centro de la historia. La gracia que posee tanto Collete y Curtis para la comedia, así como también lo bien que le sienta esta suerte de Poirot sureño a Craig, quizás no estén del todo aprovechados, pero en conjunto podemos decir que el elenco se muestra lo suficientemente rutilante. Entre Navajas y Secretos sin duda representa una satisfactoria bocanada de aire fresco e interesantes ideas bien ejecutadas dentro de este atrapante género con el que muchos de nosotros supimos crecer.
Mientras la cartelera mundial se prepara para despedir el año a lo grande con la lluvia de espectadores que supone la space opera de Disney y LucasFilm, esta semana aterriza en nuestro país un nuevo thriller con una premisa familiar y reminiscencias al cine clásico. Se trata de El Buen Mentiroso (The Good Liar), dirigida por Bill Condon y basada en la novela homónima de Nicholas Searle. Ambientada en 2009 en Londres, la historia nos presenta a Betty (Helen Mirren) y Roy (Ian McKellan), dos ancianos viudos con un buen pasar económico que se conocen a través de una aplicación de citas. Luego de dejar en claro que ambos han mentido con algunos pequeños detalles de su vida, deciden continuar construyendo su relación. Pero las cosas parecen ir a pasos agigantados cuando la confiadaBetty le ofrece a Roy hospedaje en su casa. Ante la mirada condenatoria de su nieto (Russell Tovey), quien está convencido de que Roy no es quien dice ser, la anciana avanza despreocupada por una telaraña de secretos, estafas y cuentas bancarias. El guionista de la adaptación de Chicago y director de los musicales Dreamgirls y la versión live-actionde La Bella y la Bestia, como así también de la ampliamente reprobada saga Crepúsculo, propone en esta oportunidad un thriller psicológico enrevesado, cuya trama forzada a encajar con la revelación del acto final a como de lugar se ve salvada casi en su totalidad por las brillantes actuaciones de la dupla protagonista. Ver a dos interpretes ingleses tan sofisticados y solventes como McKellan y Millerjugando al gato y el ratón en una típica historia donde nada es lo que parece, representa sin duda un deleite para los amantes del suspense. El tono amable, la cuidada puesta en escena y la estética que remite al cine clásico hitchcockiano, posibilita que le demos una oportunidad y continuemos con el visionado a pesar de las varias inverosimilitudes presentes desde un comienzo. Por supuesto, la vuelta de tuerca del film es fácilmente anticipable, aunque aquello no sería un problema si la adaptación a cargo de Jeffrey Hatcher (quien ya había trabajado con el director en el guion de Mr. Holmes) se hubiese asegurado de plasmar un relato sólida en vez de calcar al pie de la letra lo pautado en la novela. El Buen Mentiroso es una película formidable tanto desde su repertorio como en el aspecto técnico y su hábil realización. Lamentablemente, aquí el material llevado a la pantalla grande no es de lo mejor y los esfuerzos por darle un sentido más profundo a través del elemento histórico y sus escenas retrospectivas resultan decepcionantes.
La sección Competencia Argentina del Festival de Cine de Mar del Platase ve impregnada de una tierna nostalgia con la presentación de Las Buenas Intenciones, la opera prima de Ana García Blayaambientada en los años ´90. Luego de su paso por el Festival de Toronto, el film que cuenta con las interpretaciones de Jazmín Stuart, Javier Drolas, Juan Minujín y el destacado debut actoral de su hija, Amanda Minujín, compagina la narración convencional con la simulación de películas caseras para entregar al público un emotivo y honesto relato sobre la infancia, la familia y la madurez. A principios de la década de 1990en Buenos Aires, una niña de 9 años llamada Amanda (Minujín) debe asumir la responsabilidad de cuidar a sus dos hermanos menores, Manu (Ezequiel Fontenla) y Lala (Carmela Minujín), cada vez que les toca ir de visita a la casa de su padre Gustavo (Drolas), un eterno adolescente irresponsable y holgazán que se gana la vida trabajando en la disquería de su amigo Néstor (Sebastián Arzeno). Cuando la madre de los niños, Ceci (Stuart), decide mudarse junto a su marido (Juan Minujín) a Paraguay con el fin de mejorar la calidad de vida de su familia, Amanda debe decidir entre quedarse con su papá en aquel divertido, aunque impredecible y desorganizado microcosmos, o continuar su camino junto a sus hermanos. Desde el momento en que aparecen los créditos mientras suena el clásico himno punk argentino Si Yo Soy Así de Flema, sabemos que no se trata de una comedia familiar como cualquier otra. Estamos ante una perfecta definición de película underground, mucho más por su espíritu que por su realización. Está claro que Las Buenas Intencionesposee mucho de película autobiográfica. De hecho, resulta fácil imaginar a la debutante García Blaya- quien dedica este film a su padre músico fallecido rindiéndole también un homenaje a su antigua banda Sorry- en la piel de la joven Amanda. La misma directora ha hablado de este primer largo como un proceso de sanación personal y se nota el trabajo delicado que ha hecho tanto en el montaje como en la construcción de estos personajes, sumamente queribles y humanos. El particular vínculo entre Gustavo y sus hijos, sobre todo con Amanda, representa sin duda una de las cosas más atractivas del film. Como sacado de una comedia de Judd Apatow, este aficionado por el rock que siempre llega tarde a todos lados y se la pasa zapando y fumando porro con sus también adolescentes amigos, resulta por demás ocurrente. La música, elemento primordial de esta propuesta, lleva a otro nivel la conexión con sus hijos. Los niños no solo perdonan sus defectos como padre, sino que de alguna manera aprenden a amarlos y reírse de ellos. La manera en que Amanda lo cuida y ayuda, haciendo las veces de madre de este hombre inmaduro, es sencillamente enternecedora. Y si hay algo que no podemos dejar de recalcar es el debut de la pequeña y gran Amanda Minujín, quien se carga al hombro el mayor peso dramático de la historia. La frescura y sensibilidad con que compone este primer personaje nos hace pensar en el brillante futuro que le augura dentro de la pantalla. Las Buenas Intenciones es un film amable, sincero y una hermosa representación de la cultura pop de los ‘90 y la idiosincrasia argentina que no necesita recurrir a múltiples efectos de nostalgia para robarse la sonrisa del espectador. Quienes hayan vivido su infancia o adolescencia por aquellos tiempos de VHS y cassetera, saldrán de la sala con la sensación de haber visto reflejada un poco de su propia historia.
El director argentino Mariano González, cuya opera prima Los Globlos (2016) resultó ganadora del Premio Fripresci de la crítica internacional en la 31° edición del Festival de Cine de Mar de Plata, presenta en esta oportunidad su segundo largometraje bautizado El Cuidado de los Otros, una historia mínima acerca de los peligros del azar, la culpa y el miedo hacia aquello que no podemos controlar. La película sigue de cerca a Luisa (Sofía Gala Castiglione), una joven que reparte sus días entre las tareas que realiza en una fábrica de forma temporal y junto a su pareja Miguel (interpretado por el mismo director) y el cuidado de niños en casas ajenas. El día en que Luisa debe hacerse cargo de cuidar al pequeño Felipe (Jeremías Antún), una simple eventualidad con la cerradura del departamento de la familia lleva a que Luisa se desespere y termine recurriendo a su novio, quien se hace presente en el lugar. Con el problema finalmente resuelto, Miguel se marcha y todo parece haber vuelto a la normalidad. Pero horas más tarde, Felipe comienza a manifestar unos extraños síntomas que llevan a Luisa a dirigirse con urgencia al hospital donde se encuentra trabajando su madre. Todo indica que el niño ha sufrido una intoxicación accidental y las miradas recaen en Luisa y Miguel, quienes ahora deben enfrentar las consecuencias de este infortunio. Con una duración de apenas 72 minutos, el film que junto con Planta Permanente y Los Sonámbulos son las tres argentinas que participan en la sección de Competencia Internacional, consigue generar una convincente mixtura entre el drama y el suspenso que mantiene en vilo al espectador de principio a fin. No hay duda de que el peso de la historia recae en las interpretaciones, con una Sofía Galaque nuevamente vuelve a entregarnos otra brillante y humana actuación que continúa posicionándola como una de las artistas nacionales más destacadas de los últimos tiempos. A través de planos secuencia continuos, el director invita al público a seguir la desventura de esta protagonista mientras se debate internamente qué es lo que debe hacer con su vida de ahora en más. Resulta bastante sencillo empatizar con la angustia que vivencia el personaje de Luisa, atormentada por un error tan impredecible como posiblemente letal. Una culpa identificable con la visión patriarcal de las figuras maternales, a quienes desde siempre se les ha exigido una perfección inalcanzable. El vínculo tan cálido y honesto que se genera entre la protagonista y el niño dejan en claro donde radica lo verdaderamente importante. La decisión última de Luisa es también una rebelión hacia aquel ideal de la cuidadora impuesto por la cultura. El Cuidado de los Otros es una propuesta modesta pero profundamente emotiva, con un buen manejo de climas y un abordaje de la culpa interesante que conduce al espectador hacia el terreno más personal.
Finalmente, y luego de un notable retraso, llega a las salas del país uno de los filmes de terror norteamericanos que más ha generado revuelo este último año. Se trata de la reciente propuesta de Ari Aster, este incipiente director cuya opera prima, la polémica Hereditary (2018), alcanzó para que mucha de la crítica especializada lo catalogara como la nueva promesa del cine del género, al igual que sucedió con su colega Jordan Peele(Get Out; Us). Mientras que Hereditary tomaba como excusa los elementos satánicos para ahondar en el peso de los legados familiares, aquellos de los que no podemos escapar, en Midsommarel director se sirve del perturbador microcosmos de una secta pagana para jugar con las expectativas del espectador y narrar el tormentoso e inevitable final de una relación. La historia sigue a un grupo de cuatro amigos universitarios que deciden viajar de vacaciones al norte de Suecia. Pero lejos de interesarse por visitar las típicas atracciones que ofrece el país escandinavo, el grupo ha decidido internarse dos semanas en una comunidad cerrada que se prepara para festejar lo que ellos han dado en llamar como Midsommar, una celebración del solsticio de verano que transcurre una vez cada 90años. Comandados por Pelle (Vilhelm Blomgren), un joven que ha crecido junto a su familia en aquella comuna pseudohippie, tanto Christian (Jack Reynor) como Josh (William Jackson Harper) creen que aquel sitio puede ser perfecto para confeccionar su tesis antropológica. El vulnerable estado emocional de Dani (Florence Pugh), la novia de Christian que acaba de perder a sus padres en un trágico evento, lleva a que el joven resuelva casi con resignación invitarla a sus vacaciones con ellos. Una vez insertos en la comunidad, los efectos de las diversas sustancias alucinógenas comienzan a hacer mella en la psiquis de Dani y la sucesión de unos extraños y macabros ritos hacen sospechar que allí no todo es tan armonioso como parece. Los idílicos paisajes montañosos, acompañados de una gran puesta en escena y una cuidada fotografía, rivalizan con el horror latente de esta secta donde las propias pinturas y runas antiguas avecinan un desenlace perturbador para todos aquellos que osen violar las reglas. Detrás de las danzas hipnóticas, las flores, las sonrisas intactas y los vestidos blancos que inspiran pureza y homogenizan a este colectivo bajo una única identidad, la persuasión coercitiva que impregna las sectas se hace visible de manera brutal. Porque en este paraíso rural donde el sol nunca se pone también hay oscuridad y no precisamente aquella que proviene de otros mundos posibles, sino del propio ser humano. Aquí el terror existe y se revela a plena luz. Al igual que en su anterior película, Ari Aster deja claro que es un excelente creador de climas. Los típicos jump scares, la utilización de música estridente y otros recursos baratos aquí no tienen cabida, ya que el director suele apoyarse en la simbología a la hora de generar terror y suspenso. Entre los aciertos que presenta esta nueva obra, es imposible no destacar la impecable dirección y el empleo de la cámara: por momentos Aster juega a ser Kubrick y Anderson con aquellos planos simétricos y repletos de vívidos colores, en otros, los planos fijos resultan tan intensos y duraderos que nos transporta al cine de terror de otra época. Una vez acabado el film, puede que uno sienta que el cineasta ha desaprovechado su majestuosa dirección y manejo de la tensión con un guion que definitivamente podría haber sido mucho más sustancial que lo que terminó proyectándose. Más allá de esto, podemos decir que Midsommar es un buen ejercicio cinematográfico, correcto en su ejecución y diseño de producción y sobre todo, una película necesaria ante tanto producto de terror hollywoodense prefabricado. Como siempre, será más disfrutable en la medida en que el espectador no se deje influenciar por el hype de las redes sociales y vaya a verla con las expectativas controladas. Una bocanada de aire fresco nunca viene mal.
Desde sus años dorados en la década del ‘40 y el ‘50, con el indiscutible John Ford como máximo exponente, hasta nuestros tiempos, el western ha ido evolucionando de la mano de los cambios y las decisiones especulativas de los grandes estudios, pasando por la parodias europeas de los spaghetti hasta la adaptación de su lenguaje a películas de acción, policiales y hasta de ciencia ficción modernas. En nuestro país, el género americano por excelencia se focalizó casi exclusivamente en la historia de la Campaña del Desiertollevada a la pantalla grande, como el film Pampa Barbara (1945), y en las batallas emancipadoras del 1800, como aquella narrada en La Guerra Gaucha (1942), una de las películas nacionales más taquilleras. El siglo XXI también vio el florecimiento del western argentino en su estado más puro gracias a cintas como El Ardor(2014) y la multipremiada Aballay(2010) de Fernando Spiner. En esta oportunidad, el género del lejano oeste hace escala en el norte argentino con Pistolero, una atrapante historia inspirada en la figura legendaria de Isidro Velázquez, una suerte de Robin Hood nac&pop que en los años ‘60 cometió decenas de hurtos y secuestros con la complicidad del pueblo y que hoy es venerado como santo popular. Ambientada durante la sangrienta dictadura de Juan Carlos Onganía, la película sigue a Isidoro Mendoza (interpretado por un irreconocible Lautaro Delgado), un bandido correntino asentado en el Chaco que junto a su hermano Claudio (Sergio Maravilla Martínez) y un italiano llamado Giuseppino Petri (Diego Cremonesi) se dedica a asaltar a personas de alto poder adquisitivo para luego repartir el botín entre los más desfavorecidos del pueblo. Mientras los bandoleros huyen constantemente de las garras del implacable policía local Maidana (Juan Palomino), una maestra recién llegada de Buenos Aires (María Abadi) aparece en el camino de Isidoro para intentar devolverle un trozo de aquella paz extraviada en un mundo de balas y matorrales. La opera prima de Nicolás Galvagno, co-escritor del film Diablo(2011) de Nicanor Loreti, nos ofrece un crudo western con una marcada impronta nacional que logra transportarnos a una época donde la persecución, la violencia, el autoritarismo y el abatimiento de la clase trabajadora se sienten a flor de piel. Filmada en las bellas locaciones del norte mendocino, el director demuestra una gran aptitud a la hora de construir un clima y una estética típica de las historias de vaqueros con tintes de policial, pero que se corre hábilmente de lo más acartonado del género para profundizar en el drama existencial de Isidoro. Pistolero se luce sobre todo por su brillante elenco encabezado por el prolífico Delgado como aquel antihéroe criollo que fantasea con una redención inalcanzable. El actor de Kryptonita (2015) deja claro una vez más su talento para para componer cualquier tipo de personaje, incluso para jugar con las diversas facetas del mismo, como en el caso de Isidoro, cuyas escenas se dividen entre la violencia desenfrenada y los diálogos reflexivos e intimistas que mantiene con la joven maestra encarnada por Abadi. La curiosidad del film obviamente se centra en el boxeador Maravilla Martinez, quien aquí se presenta como una verdadera revelación actoral, en un papel que lleva con notable naturalidad. No menor es el trabajo de Cremonesi, un actor que en los últimos años se ha convertido en el favorito de las series de televisión y que completa adecuadamente el trío de forajidos con la gracia de su tonada italiana. El debut prometedor de Galvagnoda cuenta de como el género del western sigue aún vigente en nuestro país, donde los paisajes privilegiados y la cultura gauchesca con toda su iconografía logran ponernos en contexto. Sin duda, la mixtura de géneros y las temáticas como la soledad, la justicia, la represión y la rivalidad de clases que presenta Pistolero hace que las balaceras queden en un lugar anecdótico, introduciendo al espectador en un relato mucho más rico.
Una boda, una novia fugitiva y una wedding planner con look de azafata en apuros. Enumerado de esta forma, pareciera que estuviéramos ante una clásica película de Julia Roberts llena de azúcar, vaivenes y ocurrencias. Por el contrario, aquí nada es lo que parece. Con un tono más cercano al film Recortadas (2009) que a su última obra, la comedia romántica 20.000 Besos (2013), el director Sebastián De Caro nos ofrece una historia sombría e inquietante repleta de simbolismos que se oculta bajo el disfraz de una comedia de enredos. La película sigue los pasos de Claudia (Dolores Fonzi), una meticulosa y obsesiva wedding planner que se rehúsa a hacer el duelo por la muerte de su padre con la excusa de abocarse de lleno a su trabajo. Para Claudia, la excelencia es la única posibilidad, tan así que hasta en el funeral de su progenitor la joven se muestra más pendiente del café y la mala distribución de la sala que de lo que en realidad está ocurriendo allí y en su vida. En la misma semana, Claudia recibe el encargo de organizar una boda que desde un principio resulta bastante misteriosa. Cuando horas antes de la fiesta la novia le confiesa que en realidad no quiere casarte y que necesita huir urgentemente de allí, Claudia sabe muy bien lo que debe hacer. Ella parece haber estado siempre preparada para este momento y por supuesto, no dejará que nada escape de sus manos. Claudia es un film sumamente inusual dentro de nuestra cinematografía. Al igual que la también estrenada este año Muere, Monstruo, Muere de Alejandro Fadel, la película bebe del estilo alucinatorio y ominoso de cineastas como David Lynch para contar un relato que en la superficie resulta mucho menos profundo de lo que en realidad es. Escrita por De Carocon la colaboración de Matías Orta y Diego Acorssi, el guion se desliza por los márgenes de un misterio que apuesta a la interpretación del espectador y que mantiene la tensión y la intriga constante de principio a fin. En Claudia, el carnaval carioca se convierte en un festín satánico donde la novia representa el sacrificio, aquel animal inocente que debe ser entregado a un ser oscuro a cambio de algo superior que trasciende nuestra frágil humanidad. Las interrogantes se acumulan a medida de que el film avanza a paso apresurado, casi tanto como esta extraña boda que exalta las expectativas de los familiares. Es menester recalcar las actuaciones de un elenco diverso, compuesto de figuras tanto del mainstream como del indie, donde cada uno parece haber comprendido las intenciones del autor y se entregan a la historia en un tono correcto. Desde la sugerente y excelentísima Fonzi, pasando por Laura Paredes en un rol pintoresco como su compañera de trabajo, hasta la participación de Lali Espósito, quien aquí se encarga de la banda sonora. Claudia es de esas películas que sin duda continuará rondando en la cabeza del espectador bastante tiempo después de haberla visionado. Una que demuestra como nuestro cine independiente no teme avanzar por lugares poco comunes y muchas veces, incomprendidos.
¿Qué pasaría si un día despertaras y descubrís que los Beatles nunca existieron? El sueño húmedo de Oasis es la premisa de esta nueva comedia musical dirigida por el respetado cineasta inglés Danny Boyle (Trainspotting) con guion de Richard Curtis (Un Lugar Llamado Notting Hill). Yesterday sigue los pasos de Jack Malik (Himesh Patel) un repositor y músico frustrado de ascendencia india cuyas composiciones no logran cautivar al público. A pesar de los esfuerzos de su manager, Ellie (Lily James), quien parece sentir por Jack algo más profundo que una amistad, el joven está decidido a darse por vencido y dejar atrás sus sueños de rockstar. Todo cambia cuando una noche y tras un gigantesco apagón que deja a oscuras a todo el planeta por unos segundos, Jack sufre un accidente con su bicicleta y al despertar se entera de que algunos iconos pop han desaparecido misteriosamente. Entre estos, por supuesto, se encuentran los 4 de Liverpool. Como el único hombre sobre la tierra que recuerda las canciones de los Beatles, el joven decide apoderarse de ellas haciéndolas pasar como propias, logrando así el éxito que jamás imagino tener. Con una favorable estética pop de videoclip, la película presenta una narrativa sencilla y bastante predecible, impregnada de un romanticísmo cursi innecesario donde se evidencia por demás la mano de Curtis. A pesar de sus notables defectos, Yesterday consigue atraer por varios motivos. En principio, el film evita perder tiempo en explicaciones acerca del apagón o el hecho de que Jack sea el único ser consciente de la existencia de The Beatles, abordando directamente el golpe de suerte del protagonista y los dilemas morales que se le presentan a partir de allí. El re-encuentro del protagonista con las canciones que marcaron la historia de la música y el descubrimiento repentino por parte de un público que, a excepción de los padres de Jack, no pueden evitar emocionarse con aquellas estrofas entonadas por la voz armoniosa de Patel, resulta hechizante. Yesterday es además un film que se burla constantemente de la industria de la música y toda su parafernalia, algo que le sienta bastante bien aunque no sea nada novedoso. La película cuenta también con varias referencias al universo Beatle y a la cultura pop en general, la mayoría en clave de comedia, que seguramente logren sacar algunas muecas a los espectadores. Los momentos llenos de azúcar de la relación entre Ellie y Jack afortunadamente son reducidos por el camino en ascenso hacia la fama del protagonista y la inclusión de una serie de personajes secundarios reconocibles dentro del género. Uno de los que más se lucen es el músico Ed Sheeran, que aquí se interpreta a sí mismo como el visionario descubridor de Jack que decide invitarlo a sus giras y presentarle al mundo sus revolucionarias composiciones. El es el “Salieri” de “Mozart”, como bien expresa el actor una vez rendido a los pies del autor de Let it Be y otras tantas reliquias. También tenemos al amigo bromista de Jack interpretado por Joel Fry en un rol lo suficientemente tonto que subsiste a base de chistes fáciles, tan simplistas como lo requiere este film. Por supuesto, en esta historia no falta el típico personaje caricaturesco del productor obsesivo, ambicioso y explotador, que se mueve bajo las leyes de mercado y le importa un comino lo artístico, que aquí recae en los hombros de Kate McKinnon. La presión de ella junto con el poco ingenio de Sheeran logran cambiar a la magnífica “Hey Jude!” por “Hey Dude!“, expandiendo aún más el odio de Jack por la industria musical. Yesterday es una película familiar que intenta sumarse de alguna manera a la nueva ola de filmes musicales y autobiográficos sobre leyendas de nuestra cultura pop, aunque de una forma muchísimo menos esplendorosa. Una comedia con buen ritmo y un protagonista sumamente convincente que nos lleva a revivir un repertorio de clásicos de los ’60 que nunca está demás escuchar en la voz de otros artistas. Lamentablemente, la escritura de Curtis aplaca lo que quizá podría haber sido una historia interesante de la mano de un director como Boyle, que a juzgar por sus últimos años parece ya no tener algo importante para decir.
Catalogada como la película de terror más taquillera de la historia, IT (2017) logró el visto bueno no solo de la crítica especializada sino la alegría y la confianza de uno de los fandom más difíciles de conquistar: los amantes del universo literario de Stephen King. A pesar del cariño nostálgico por aquella miniserie de 1990 que había sembrado millones de pesadillas (con el tiempo transformadas en memes), en gran medida gracias a la inolvidable labor de Tim Curry, lo cierto es que la historia del payaso maldito no había envejecido nada bien y la novela más popular del Rey del Terror seguía pareciendo imposible de llevar a la gran pantalla. Tras algunos cambios en la narrativa, récord de taquilla y una inesperada y beneficiosa reacción del público, al director argentino Andy Muschietti aún le restaba el complicado trabajo de adaptar la segunda mitad, quizá la menos interesante, de la novela de 1500páginas de King. Para sorpresa de todos, Andy logró redoblar la apuesta con una meticulosa producción y ya podemos afirmar sin ninguna duda que estamos ante uno de los filmes terroríficos mejor ejecutados del año. 27 años después de haber enfrentado al payaso asesino Pennywise, el Club de los Losersregresa al pueblo de Derry con el fin de reencontrarse y compartir los recuerdos de una adolescencia marcada por la muerte. Convocados por Mike, el único de los miembros que nunca logró abandonar la ciudad, los viejos amigos descubren que la historia está volviendo a repetirse: otros niños han comenzado a desaparecer misteriosamente y todo indica que el mal sigue acechando en las calles. Juntos, deberán hacerle frente a sus miedos más profundos si quieren desterrar de una vez y para siempre al espeluznante monstruo de las alcantarillas. La segunda parte de IT nos presenta a aquellos entrañables 7 protagonistas convertidos ahora en adultos atormentados por los traumas de un pasado que ha terminado afectando tanto sus proyectos, su vocación, como su vida social y familiar. Interpretados por James McAvoy como Bill, Jessica Chanstain como Beverly, Bill Hader en el rol de Richie, Isaiah Mustafa como Mike, Jay Ryancomo Ben, James Ransone como Eddie y Andy Bean en el papel de Stanley, el team de los losers parece no haberse separado nunca: un par de copas y la química renace entre ellos. Incluso, no estaríamos exagerando si dijéramos que se siente mucho más fresca y realista que la del elenco juvenil de la primera parte. El reparto es verdaderamente la gran joya de esta película y se nota un excelente trabajo actoral a la hora de imitar los gestos y los rasgos muy definidos de la personalidad de cada personaje. Las inclusión de escenas inéditas de los niños logran conectarnos nuevamente con los temores ocultos y se intercalan a la perfección con las vivencias de los adultos. Mención especial para Bill Hader, quien se roba la pantalla con su carisma y ocurrencias, típicas de Richie, y Jessica Chanstain, que aquí es de las que carga con el mayor peso dramático. La película, que en Estados Unidosobtuvo clasificación R por su destacada violencia, es mucho más oscura que su antecesora y la mayoría de las escenas perturbadoras cuentan con un majestuoso uso de efectos digitales. El Pennywise de Bill Skarsgård aquí se mueve y toma diversas formas grotescas de modo tan realista que resulta aterrador incluso quitándole los jump scares que acompañan sus escenas. IT: Capítulo 2 también presenta momentos emotivos y de profundidad narrativa que la convierten en toda una epopeya de la amistad. Un gesto notable para un relato donde queda claro que la adolescencia representa los mejores y peores episodios de una vida, y quizá en esa composición se encuentre la magia. Los fanáticos de Stephen King en Argentina se llevarán una peculiar sorpresa con el tan comentado cameo del escritor de Maine, uno que quedará para la historia seguramente. Podemos decir que IT: Capítulo 2 es la adaptación que necesitábamos, tanto desde lo visual como por las actuaciones, el guion y el respeto que se ha tenido por la historia. Una película completa, disfrutable, con un ritmo trepidante que jamás decae en sus casi 3 horas de duración.
A 19 años de lo que fue el regreso de la exitosa franquicia infantil animada que dio inicio al universo Pixar, la familia de muñecos más querida del cine vuelve a copar la pantalla con una historia conmovedora y efectiva sobre las diversas etapas de crecimiento y madurez, con todo lo que ello implica. Dirigida por Josh Cooley, el escritor de Intensa-Mente(Inside Out, 2015) que aquí toma la posta por primera vez como director de un largometraje, Toy Story 4 vuelve a plasmar con emoción y gracia temas como la amistad, la lealtad y el compañerismo. La historia sigue nuevamente las aventuras del grupo de excéntricos juguetes comandados por el fiel vaquero Woody(interpretado por la voz de Tom Hanks) y el astronauta Buzz (Tim Allen), quienes ahora forman parte de la vida de Bonnie(Madeleine McGraw), la niña a la que Andyle concede el cuidado de sus reliquias infantiles una vez que parte hacia la universidad en aquella memorable tercera parte de la saga estrenada en 2010. La pequeña Bonnie se encuentra ahora comenzando su primer año en el jardín de infantes y el desprendimiento del abrigo paterno resulta angustioso y lleno de miedos. Pero con un poco de ayuda del incondicional Woody, su inicio se torna mucho más apacible, ya que la niña logra improvisar un juguete nuevo con algunos materiales desechados a la basura. Bautizado como Forky (Tony Hale), este incipiente compañero se vuelve parte fundamental de la adaptación de Bonnie en su experiencia en el preescolar. Sin embargo, las cosas comienzan a complicarse cuando este histérico producto artesanal se rehúsa a ser tratado como un juguete. Fuente: Dinsey/Pixar. All Rights Reserved. En principio, debemos decir que el film realiza una excelente caracterización en primera persona de los terrores que comprende el proceso de socialización secundaria, es decir, la expansión del mundo de los niños más allá del hogar y el núcleo familiar. En este sentido, Bonnieconstituye un dulce personaje con el que resulta fácil empatizar y con el que seguramente muchos niños en edad escolar se sentirán representados. En el caso de Woody, quien aún sigue añorando sus años dorados como el juguete preferido de Andy, obtiene en esta historia un gran desarrollo. Sin duda, los años también han dejado sus huellas en este protagonista y algo nos dice que ha llegado el tiempo de maduración. Su entrega eterna hacía sus dueños humanos incita a los mejores diálogos con sus compañeros, en especial con Forky, con quien choca constantemente debido a que éste no siente ningún tipo de afecto o compromiso por la pequeña Bonnie. Los nuevos personajes son quienes protagonizan los momentos más ocurrentes de la película. Además de Forky y su maníaca obsesión con regresar a su lugar de origen, es decir, el recipiente de basura, es menester nombrar a otros dos juguetes que consiguen robarse la pantalla. Hablamos de Ducky y Bunny(Keegan-Michael Key y Jordan Peele), unos peluches de un juego del parque de diversiones que vienen agarrados de las manos y que parecen dispuestos a todo tipo de embestida con el fin de ayudar a sus nuevos amigos. Un aspecto de la película que merece un párrafo aparte tiene que ver con el retorno de Bo Peep (Annie Potts), la muñeca de porcelana e interés amoroso de Woody en las dos primeras películas de Toy Story. El film revela finalmente a los fanáticos de la saga cómo sucedió la misteriosa desaparición de este personaje que ahora aparece convertida como un juguete independiente, valiente y aventurero. Bo Peep, quien ha cambiado su clásico vestido por unos pantalones, no solo resulta fundamental para el crecimiento de Woody en esta historia, sino que representa una figura aggiornada y al tono con las clásicas féminas kick-ass del cine que cada vez toman más relevancia. En resumidas cuentas, podemos afirmar que Toy Story 4 es todo un evento cinematográfico que sabe bien como transmitir esa nostalgia por otra época que la hace incluso disfrutable para las nuevas generaciones, cuyo espacio de recreación e imaginación a través de los juguetes se ha visto opacado ante la diversidad de entretenimientos que brinda el mundo digital. Quizá en materia de acción no sea la mejor película de la saga (hay que admitir que el tercer film dejó la vara demasiada alta), pero sin duda resulta la más profunda y adulta de todas. Un film que encantará a los fanáticos de la primera hora al mismo tiempo que dibujará sonrisas en aquellos espectadores pequeños que recién se inician en esta divertida y lacrimógena aventura.