Roman Polanski sumó otra buena película en su filmografía con esta historia que adapta en el cine la famosa obra de teatro God of Carnage de Yazmina Reza. En Broadway hace unos años tuvo su versión protagonizada por James Gandolfini, Jeff Daniels, Hope Davis y Marcia Gay Harden, mientras que en Argentina la obra se hizo con Gabriel Goity, Fernán Mirás, María Onetto y Florencia Peña. Esta versión para cine es una obra redonda de Polanski que sobresale, además de su talento como narrador, por el tremendo trabajo de los cuatro protagonistas y una trama que toca temáticas universales. En primer lugar brinda una interesante reflexión sobre la decadencia cultural que se viven en estos días y la extinción de la falta de valores, donde la disculpas o la actitud de pedir perdón son vistas como debilidades humanas, entonces frente a cualquier conflicto la respuesta inmediata es cortarle la cabeza al otro como si viviéramos en la época de los samuráis. Los cuatro personajes de este relato viven condicionados por la mirada ajena y el ritmo frenético que imponen las sociedades modernas donde la hipocresía y la corrección política están a la orden del día. Tal vez el personaje de John C. Reilly (que es el más querible de esta historia) sea el único del grupo que vive en paz consigo mismo y no se ve afectado por las aspiraciones burguesas y prejuicios que tiene el resto del reparto. Lo cierto es que lo que comienza como una amena reunión de dos matrimonios para limar asperezas por una pelea tonta que tuvieron sus hijos, luego se convierte en una batalla campal donde las dos familias terminan revelando con bastante crudeza sus peores miserias y pases de facturas que estuvieron reprimidas entre las dos parejas. Está muy bien trabajado el desarrollo de los personajes que en un principio conocemos como un grupo de personas amables, pero cuando se caen las máscaras de la corrección políticas afloran entre ellos verdades que mantuvieron calladas y que nada tiene que ver con el conflicto que los reunió. La dirección de Polanski es brillante. Toda la historia se desarrolla en un departamento y con varias angulaciones y movimiento de cámaras logra mantener el suspenso durante 80 minutos. Ver Un dios salvaje es como ir a una fiesta donde todo está bien hasta que una pareja empieza a gritarse entre sí y el ambiente se pone tenso y ya no tenés ganas de estar ahí. Polanski apoyado por el tremendo trabajo de los actores logra que sientas eso con su narración. Ese departamento que en un principio parece ameno y agradable se termina convirtiendo en un espacio claustrofóbico y agobiante por la tensión que se genera entre los cuatro personajes. El disparador del conflicto es la pelea de dos chicos pero la trama la podrías trasladar también al mundo intolerante de la política local y obtenés una excelente radiografía del país en que vivimos. Por eso la obra funcionó con éxito en todas partes del mundo porque trata temáticas universales que llegan a cualquier sociedad. El trabajo de los cuatro protagonistas en este film es excelente, aunque se disfruta un poco más la labor de Christopher Waltz, quien brinda un personaje distinto a lo que fueron sus últimos trabajos en el cine. Es cierto que en el pasado clásicos del cine memorables como ¿Quién le teme a Virginia Wolf? y El ángel exterminador, de Luis Buñuel, abordaron propuestas similares. En ese sentido, Un Dios salvaje no ofrece nada nuevo pero si aporta una muy buena película de Polanski que se suma a la cartelera y está para tener en cuenta.
John Carter es la producción live action de Disney más lograda e importante desde el estreno de Tron en 1982. Tuvieron que pasar 80 años y centenares de proyectos frustrados para que este glorioso héroe tuviera la película que se merecía, pero la espera valió la pena. Tal vez esta sea la primera vez en tu vida que te enterás de su existencia, pero lo cierto es que Carter tuvo una influencia descomunal en infinidades de películas e historietas queridas y populares como Star Wars o Flash Gordon. El personaje fue creado en 1911 por quien es en mi opinión uno de los tres más grandes escritores de aventuras (junto con Robert L. Stevenson y Emilio Salgari), como fue el maestro Edgar Rice Burroughs. Su novela “Una princesa de Marte” (ver reseña del libro) representó una bisagra en el género de ciencia ficción y marcó a fuego la vida de muchísimo escritores, directores de cine y científicos. Por culpa de Tarzán (lo explico en la nota de la novela), otra gran creación de Burroughs, John Carter luego quedó en el olvido dentro de la cultura popular hasta que lo resucitó Marvel en 1977 con una gran serie de cómics (ver John Carter:Warlord of Mars) y hace poco el cine bizarro clase z brindó la primera adaptación cinematográfica de esta obra (ver Princess of Mars) que resultó un bochorno desopilante. El director de Wall-E y Buscando a Nemo, Andrew Stanton, hizo una película memorable que sobresale por haber capturado a la perfección el espíritu de aventura, acción y romance que siempre caracterizó a la obra literaria de Burroughs y en especial a la saga de Carter . Si no conocías a este personaje lo que vas a encontrar en este film es una gran propuesta pochoclera que evoca el cine clásico de aventuras de Hollywood. En películas como El planeta de los simios, Star Wars o la serie de Indiana Jones siempre estuvo muy presente el espíritu de John Carter porque el personaje marcó fuerte a los directores que brindaron esas obras y frente a este estreno uno se encuentra con la misma emoción que tenía cuando vio esa clase de películas por primera vez. Se trata de una de las adaptaciones literarias más logradas que se vieron en mucho tiempo. Por el respeto y la fidelidad a la esencia de la historia que tuvo el director Stanton, su labor en este campo está al mismo nivel de excelencia que El Señor de los Anillos. Es muy interesante lo que hicieron con el guión, porque presenta varios cambios, pero son modificaciones que enriquecieron la historia. Por ejemplo, en la novela de Burroughs el motivo por el que Carter termina en Marte es un bolazo de aquellos que el autor nunca profundizó demasiado. John se escondía en una cueva y cuando se despertaba estaba en Marte. Así de simple. Había una complicidad entre el autor y los lectores para aceptar esas cosas porque sí. De la misma manera que compramos que en Metrópolis nadie se aviva que Clark Kent es Superman. En esta película los guionistas elaboraron un poquito más esta cuestión sin distorsionar la trama central. Es interesante lo que hicieron porque conectaron este conflicto con personajes que más adelante, si hacen la secuela, tendrán mayor importancia. El personaje de Mark Strong, Matai Shang, es el villano principal de las historias que siguen, sobre todo en el tercer libro, “El señor de la guerra de Marte”. Otros de los cambios notables que presenta el film eran más esperables. La gran heroína de esta historia, Deja Thoris, en la obra original anda prácticamente en pelotas por la vida. Su vestimenta se limita a una tanga y unos parchecitos que cubren sus pezones. Esto tiene que ver con que en la cultura marciana las mujeres consideran un acto repugnante “cubrir sus cuerpos con telas”. En un film producido por Disney esto era inadmisible y es muy gracioso que en las primeras escenas en las que aparece la princesa, a la actriz Lynn Collins la taparon como si fuera una monja. Después esto cambia un poco en la historia y Deja recupera su sensualidad. El casting de Carter y Deja Thoris estuvo excelente. Taylor Hitch, sobre todo, capturó a la perfección la personalidad y actitudes del protagonista y se desempeña muy bien como héroe de acción, mientras que Lynn Collins resultó una gran elección para la heroína. A nivel visual el film es extraordinario y el director brinda una cátedra de cómo usar la animación computada sin saturar ni contaminar con artificios la película. El trabajo que hicieron con los escenarios, las naves espaciales, las razas alienígenas y el mundo de Marte es impresionante y estuvo muy influenciado por el universo que describía Burroughs en su novela. Me encantó también que incluyeran al propio autor dentro de la historia que es un gesto cariñoso de los realizadores a este gran clásico. En “Una princesa de Marte” Burroughs narra la trama como si fuera un hecho real y John Carter es su tío que le dejó un manuscrito con sus experiencias. Está muy piola como en la película incorporaron esta cuestión. Los últimos cinco minutos son geniales. Ojalá este estreno no quede relegado a convertirse en el futuro en un film de culto como ocurrió con todas mis obras favoritas de Disney (como Tron, Aventuras de una bruja y El Caldero Mágico), así se pueden hacer las secuelas. Esta es una historia sobre el origen del protagonista y las continuaciones son mucho más emocionantes, pero para concretar eso el guerrero de Marte va a necesitar el aguante de la gente. Como fan de la saga de John Carter no tengo más que palabra de agradecimiento hacia el director Andrew Stanton por hacerle justicia este personaje con una gran película pochoclera de aventuras que te transporta a ese maravilloso mundo de fantasía que creó Edgar Rice Burroughs.
Sólo por dinero fue aniquilada por la crítica norteamericana y me parece que se ensañaron un poco con esta propuesta. Realmente no es para tanto. Creo que este film es mucho más decente que el 90 por ciento de las filmografías de Jennifer López y Sarah Jessica Parker. Es más, es un film más entretenido que El caza recompensas, ese desastre que hicieron hace poco Gerard Butler y Jennifer Aniston que presentó una historia similar. Stephanie Plummer es un personaje literario muy exitoso en Estados Unidos. Desde 1994 las aventuras de esta particular anti heroína se convirtieron en populares best sellers cuya saga lleva más de 20 libros publicados. Janet Evanovich es una autora que empezó escribiendo novelas románticas para mujeres y la pegó a nivel comercial cuando encaró sus trabajos para el género del suspenso con este personaje. Cuando cambió el romance por los policiales se convirtió en una de las autoras mejor pagas de los Estados Unidos. En Argentina Alfaguara publicó dos libros de la saga (el quinto y el sexto),“Sobre la pista”, que es una muy buena novela de suspenso, y “Cuestión de suerte”. Las historias de Stephannie Plummer son raras porque tienen mucho humor absurdo (como la abuela de la protagonista que quiere ser como la nieta y la sale a perseguir gente con un revólver pese a que no ve nada) pero también te sorprenden con situaciones oscuras y violentas. En el caso de esta película que adapta la primera novela el principal incoveniente es que la directora Julie Anne Robinson (quien ya había dirigido a Catherine Heigl en la serie Grey´s Anatomy) tuvo dificultades para encontrar el balance adecuado entre la comedia y el misterio, que es algo por lo que se destacan las historias de Stephanie Plumer. En este film el humor está algo forzado y la intriga policial no es gran cosa, entonces es como que la trama se queda a mitad de camino. Lo mejor de este film es Katherine Heigl, quien hace su trabajo con mucha dignidad pese a no contar con un gran guión. Resultó una buena elección para el papel de Stephanie Plumer porque supo capturar esa torpeza que tiene el personaje a la hora de involucrarse en asuntos turbios que la terminan por convertir en una caza recompensas por accidente. Sólo por dinero es una película que a lo mejor enganchás un día en el cable o te la pasan en un avión y la podés seguir viendo para matar el tiempo. No es una obra memorable del cine pero tampoco es tan terrible como dicen. Antes que ver otra comedia romántica de Gary Marshall pongo plata como productor para que hagan la secuela de este estreno sin dudarlo.
Drive es una buena película que se disfruta mucho más si no te dejás llevar por el cotillón de los elogios exagerados. Están pasando cosas raras en los medios últimamente donde la ponderación en la reseña cinematográfica está a la orden del día y no hace otra cosa que vender humo. Por ejemplo, sucede con esta producción que ya fue catalogada como una de las mejores películas de acción de las últimas décadas. Bueno, en lo personal creo que eso tiene sentido si no vistes muchas películas de acción en los últimos diez años. Tampoco hay que exagerar. En la actualidad creo que las mejores obras de este género vienen del continente asiático. Muy especialmente de Corea del Sur donde hace rato está pisando fuerte una nueva camada de realizadores que elevaron los contenidos de los filmes de acción. Una muy interesante movida cinematográfica que no se daba en este género desde los años ´70 cuando aparecieron en Australia directores como George Miller (Mad Max) y Brian Trenchar Smith (The Man from Hong Kong). No hay que olvidarse tampoco de Tailandia que también viene sorprendiendo desde hace tiempo con las obras de A. Venkatesh (Chocolate) y Prachya Pinkaew(Ong-Bak) que hicieron tremendos peliculones y pudieron verse en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Hago esta aclaración porque parecería que con Drive muchos medios descubrieron la pólvora y no es tan así. Reitero, esta propuesta dentro de todo es una película decente. Ahora si la tengo que comparar con la joya coreana The Man from Nowhere (si no la viste buscala en dvd) de Jeong Beon Lee (The Good, The Bad, The Weird), la verdad que es un film de medio pelo. De movida, la trama es un refrito del clásico de Walter Hill de 1978, The Driver, que brindó una de las mejores persecuciones automovilística en la historia del cine. El personaje que interpreta Ryan Gosling en este estreno prácticamente es igual al que hizo Ryan O´Neal en su momento. El protagonista es un misterioso antihéroe solitario que apenas habla durante el transcurso de la trama y se ve envuelto en problemas con unos mafiosos. Drive es un film con buenas intenciones que trata de evocar el tipo de relatos que eran cotidianos en los años ´70 en el cine norteamericano. Sin embargo, la estética del film remite al cine de los años ´80 apoyada por una banda de sonido que recopila melodías pop con muchos sintetizadores que tranquilamente podrían haber sonado en un capítulo de División Miami. El director danés Nicolas Refn se toma su tiempo para presentar a los personajes e incrementar la tensión pero cuando el conflicto estalla las cosas se ponen intensas y algo sangrientas. Desde la realización hay algunas escenas de acción muy bien hechas con persecuciones de autos que tienen tensión y son un placer de ver en la pantalla. El inicio es excelente pero luego la trama decae un poco por la naturaleza de los personajes y sus conflictos que son algo aburridos. Lamentablemente el director no pudo evitar caer en la actitud tilinga de creer que una narración lenta con muchos silencios y un par de escenas sangrientas hacen a un film de acción más artístico y profundo. Es difícil conseguir eso cuando contás una historia tan trillada como esta que se hizo un montón de veces en los últimos 40 años. Por eso creo que no hay que irse de mambo con los elogios. Es una película que se deja ver y podés disfrutar pero tampoco es para tanto. Carrera de la muerte año 2000 (1975), producida por Roger Corman, es un film con mucho más contenido que Drive y en su momento la mataron los mismos que hoy ponderan a este estreno como la gran revolución del género. Si pasás por el video club y te fijás lo que están haciendo en otras partes del mundo con el cine de acción va a ver que no es tan así.
Inframundo es una de las sagas más divertidas en materia de acción que se hicieron con vampiros y hombres lobos en el último tiempo. No sé si será por la presencia de Kate Beckinsale y su sexy atuendo pero disfruté todas las entregas de esta serie. El despertar es un capítulo que aborda la eterna lucha entre los vampiros y los Licántropos por un nuevo camino. La trama transcurre 12 años después de los hechos de Evolución y Selene vuelve a los tiros en un mundo muy diferente. Los humanos finalmente descubrieron la existencia de estas razas de seres que venían peleando entre ellos desde hace siglos y los exterminaron a todos en una gran purga. Los pocos que sobrevivieron viven en la clandestinidad y ahora tienen que huir de los militares y los científicos que están preparados para matarlos. En este caso la historia se alejó un poco de la premisa original y es entendible, ya que después de las tres entregas anteriores donde desarrollaron los orígenes de la guerra entre los vampiros y los lycans es como que explotaron bastante la historia. Para ser honesto en la nueva película no hay mucho argumento. El Despertar es un capítulo que se enfoca principalmente en la acción. De hecho, creo ninguna de las películas previas tuvo tantas secuencias de tiroteos y peleas como esta. Inclusive la acción es mucho más intensa y sangrienta. Selene está sacada en toda la película y además incrementaron las dosis de gore. Tal vez esto haya tenido que ver con el tema del 3 D donde se destacan más estas cuestiones. En lo personal me gustó que recuperaran en este film los escenarios urbanos, que se destacaron en la película original, y la realización de las secuencias de acción que son muy buenas. El film está bien hecho y ofrece la clase de entretenimiento que uno más o menos espera encontrar en una producción de este tipo. Si querés ver algo con mayor contenido dramático va a ir a ver El Artista, no las aventuras de la vampira Selene. Inframundo llegó a su cuarta entrega por las ventas millonarias que generaron los dvds, ya que tampoco ninguno de estos filmes fueron fenómenos espectaculares de taquilla en el cine. Sin embargo tienen su público y es claro que los productores se dirigen a ellos. Es imposible entender algo de El Despertar si no vistes las entregas anteriores, más allá del resumen de la trama que se hace al principio de la trama. No es algo tan distinto a Resident Evil, donde en realidad siempre ofrecen la misma película, pero disfrutamos ver a Milla Jovovich masacrando zombies en la pantalla grande. Con Kate Beckinsale y su personaje de Selene pasa lo mismo. Entretenimiento pochoclero, de eso trata de todo esto.
Charles Bukowski dijo una vez sobre Thomas Mann que el problema que tenía este sujeto era que confundía el arte con el aburrimiento. La verdad que es una buena frase que también podría servir para John le Carré, uno de los autores más tediosos y sobrevaluados que existen en el mundo literario, responsable de la novela en que se basa este estreno. Otros colegas de este autor como Tom Clancy con la saga de Jack Ryan o Robert Ludlum con la serie original de Jason Bourne brindaron historias mucho más inteligentes relacionadas con el mundo del espionaje en la Guerra Fría que los bodrios que produce este tipo. Pero bueno, calavera no chilla. Después de todo si vas a ver una película basada en un libro de este escritor sabés con lo que te podés encontrar. El director Tomas Alfredson (Déjame entrar) la verdad que hizo un gran trabajo con esta adaptación de le Carré porque realmente supo trasladar a través de un lenguaje cinematográfico el tedio que representa fumarse una novela de este muchacho. La idea de la trama no está mal e inclusive los primeros 15 minutos del film son interesantes. Resulta que en la cúpula del MI-6, la central de inteligencia inglesa, se sospecha de un miembro importante que podría ser doble agente de los soviéticos. Entonces el personaje principal interpretado por Gary Oldman sale de su retiro para investigar este tema y llegar al traidor. Este es un buen disparador para un conflicto de este tipo, sino fuera porque El Topo es una película sin emoción que parecería desarrollarse en el mundo de Alan Pauls, donde todos los personajes viven sus vidas en coma cuatro. La manera antiséptica que el director Alfredson aborda las relaciones humanas entre los protagonistas genera que el interés por lo que sucede frente a la pantalla se desvanezca enseguida y esta producción se vuelva un bodrio. Inclusive el trabajo de los actores sigue el mismo patrón con algunas escenas donde Gary Oldman y Colin Firth más que actuar parecen que estuvieran sedados. En el fondo es un film que se esfuerza demasiado en tratar de destacarse como una obra compleja e inteligente, con una narración rebuscada, para desarrollar un conflicto que en realidad es muchísimo más simple de lo que parece. El problema es que lo hacen confuso. Uno recuerda esa joya tremenda sobre espionaje que dirigió Sydney Pollack en 1975, como Los tres días del cóndor (con Robert Redford), que era totalmente apasionante y te mantenía pegado a la pantalla sin la necesidad de hacer una obra pretenciosa y no deja de sorprender la impunidad con la que por estos días se regalan elogios como “obra maestra” o “logro cinematográfico” a cualquier película. La gran paradoja es que el director Alfredson en este trabajo intentó evocar ese cine de los ´70, pero con una narración densa que se contrapone a las producciones que realizaban artistas como Pollack o Sydney Lumet en aquellos años. El Topo, lejos de trabajar el género del thriller, en realidad es un film que se limita a retratar el mundo burocrático de los organismos de inteligencia, con personajes que abordan cuestiones de espionaje con la misma pasión que emprende su rutina el cajero de un banco.
No da para más. Aunque suene reiterativo lo voy a seguir escribiendo mientras se sigan estrenando películas de este tipo. Con el Diablo adentro es otro intento de un par de productores de Hollywood por conseguir un éxito comercial como fue Actividad Paranormal y El Proyecto Blair Witch, film que se estrenó hace más de diez años y todavía siguen copiando de manera burda con total impunidad. La decepción de este estreno es mayor porque la verdad que brindaba una premisa interesante, con algunos momentos muy bien realizados. Si bien es difícil escaparle a los clichés en las historias de exorcismos, por la cantidad de producciones que se hicieron en los últimos años, esta película del director William Brent Bell presenta en su comienzo algunas cosas interesantes. En principio, una excelente introducción de la historia, con un material de archivo que recrea la perfección un noticiero de los años ´80. Un punto en el que falló miserablemente la última entrega de Actividad paranormal. La secuencia inicial que muestra las imágenes tomadas por la policía en la escena de un crimen horrible está muy bien hecha y contribuye a cimentar con solidez el misterio de la trama. A partir de ese momento se inicia un documental ficticio donde la protagonista se propone indagar sobre la supuesta posesión demoníaca de su madre. Debido a esa gran secuencia inicial con la que se dispara el misterio en un principio el film parece llevadero pero enseguida se termina hundiendo cuando el director pierde el hilo de la historia. De repente, lo que era un documental ficticio se convierte en un confesionario de Gran Hermano donde los personajes expresan sus opiniones sobre situaciones mundanas que no hacen otra cosa que tirar abajo la trama que se venía construyendo hasta ese momento. Lo único rescatable de este film es el trabajo de la actriz Suzan Crawley, en la ficción la madre de la protagonista, quien brinda una intensa interpretación en una escena, que probablemente sea el mejor momento del film. El problema es que el personaje luego queda en el olvido cuando el director decide con poca imaginación iniciar su festival de clichés burdos que generan todo tipo de emociones menos asustar al espectador. No sirve de nada tener poseídos contorsionistas sino ofrecés una mirada distinta a una temática tan trillada como esta. Como mencioné antes, a lo largo de la película habrá dos escenas como mucho que están bien logradas en materia de suspenso y despiertan cierto interés por el conflicto, pero en términos generales es una película pobre. Tanto desde lo argumental como en los recursos narrativos. Si te genera curiosidad podés esperarla en la televisión cuando la pasen por cable y aprovechar la entrada de cine en alguna propuesta más satisfactoria.
Caballo de guerra es una de las mejores novelas que se escribieron sobre estos animales junto con la saga de “El corcel negro”, de Walter Farley y el súper clásico “Azabache” de Anne Sewell. Lo loco es que esta historia que el escritor Michael Morpurgo publicó en 1982 recién ahora logró trascender a nivel internacional gracias a esta película. El libro recibió premios en su momento y tenía cierto reconocimiento en Inglaterra pero era imposible de conseguir hasta no hace mucho tiempo. En el 2007 la historia fue adaptada para el teatro en Londres y gracias a que un productor de esta producción asistió a una función fue que surgió la idea de la película. Caballo de guerra es uno de los mejores trabajos de Steven Spielberg realizados en estos últimos años que trae al recuerdo los grandes filmes familiares que hizo en el pasado. La historia original básicamente es una historia para chicos que retrataba historias de la Primera Guerra Mundial desde los ojos de un caballo. Spielberg trasladó el concepto de la trama a la perfección con una perfecta y detallada reconstrucción de ese conflicto. El film no tiene la crudeza y violencia gráfica de Rescatando al soldado Ryan, sobre todo porque es un film que apunta a un target más familiar, pero el drama de la guerra es trabajado con mucho realismo. El argumento de este film tiene una estructura idéntica a Azabache donde el caballo funciona como un nexo de conexión de distintas historias a medida que vemos su experiencia en la guerra. Tal vez la diferencia más notable con el clásico de Anne Sewell es que el caballo Joey film pese a todas las situaciones de peligro que enfrenta siempre tiene la suerte de encontrar a un ser humano compasivo que se apiada de él, algo que no ocurría con Azabache. Spielberg tomó una historia sumamente sentimentalista, cuyo núcleo central en realidad no es la guerra, sino la relación del protagonista con su caballo, y la convirtió en una tremenda película épica que nos trae al recuerdo ese cine clásico de aventuras y dramas que hoy no encontramos con frecuencia en la cartelera. Esta cuestión es un aspecto interesante de film ya que desde sus aspectos más técnicos se puede percibir un marcado tributo a los viejos clásicos de Hollywood. Un ejemplo de ello es la espectacular fotografía de Janusz Kaminski que parece evocar el trabajo de Ernest Haller en Lo que el viento se llevó y el modo en que Spielberg aborda el retrato de los paisajes rurales y los campos de batalla que remite claramente al cine de John Ford. Salvo que seas un zombie o un crítico de cine depresivo esta es una gran historia emotiva para disfrutar.
El artista es una original y creativa historia de amor que tranquilamente podría haber filmado Frank Capra de haber iniciado su carrera en la época del cine mudo. Al igual que Hugo, acá tenemos otra producción que celebra la historia del séptimo arte en un período muy especial en Hollywood cuando las películas mudas se vieron afectadas por la llegada del sonido que dio comienzo a una nueva era. Muchos artistas que fueron estrellas e intérpretes magníficos terminaron en la miseria y el olvido porque no pudieron o no supieron adaptarse a los cambios revolucionarios que se produjeron en la industria del cine. Hoy cualquier nabo se para frente a una cámara y los departamentos de marketing de los estudios pueden venderlo como una estrella. En los comienzos del cine los actores tenían que tener un verdadero talento histriónico para transmitir con sus expresiones corporales las emociones de los personajes que no se podía trabajar con diálogos. Lo interesante del film del director Michel Hazanavicius es que aborda todas estas cuestiones a través una producción que presenta todas las características narrativas de los filmes mudos que se hacían a comienzos del siglo 20. Como ocurrían con aquellas obras el reparto está compuesto por excelentes actores, quienes son los que se cargan al hombro la película. Muy especialmente los protagonistas Jean Dujardin y Bérénice Bejo, que los fans de Corazón de caballero (gran film con Heath Ledger) seguramente recordarán en el papel de Christiana, la doncella de Shannyn Sossamon. Al igual que su personaje en este estreno, Peppy Miller, la actriz con este trabajo pasó de tener papeles secundarios a un gran protagónico donde pudo destacarse a lo grande. Sin duda esta película marcará una nueva etapa en su carrera. Mención aparte merece el perro Uggie, quien tiene más mérito a ganar un premio Oscar este año como mejor actor que Gary Oldman y Brad Pitt por sus respectivos filmes El Topo y El juego de la fortuna. Los clásicos del cine mudo, muy especialmente los que pertenecen a la corriente del expresionismo alemán, siguen siendo apasionantes de ver en la actualidad y la verdad que El artista nos acerca la maravillosa oportunidad de experimentar un poco lo que sentía el público a comienzos del siglo 20. En cierta manera el film de Hazanavicius es como una máquina del tiempo que te transporta a esa época que el director celebra con este trabajo. Hacia el final la historia se alarga un poco y el film cae en algunas situaciones redundantes, pero al margen de esta cuestión, El artista es una experiencia fascinante que para disfrutarla en su plenitud es necesario hacerlo en una sala de cine.
Acá tenemos otro estreno basado en un gran libro. “La dama de negro” es uno de los mejores relatos góticos de fantasmas que se escribieron en las últimas décadas. De hecho, creo que es lo mejor que se hizo en el género desde los cuentos del maestro Joseph Sheridan LeFanu, el mejor escritor que trabajó con estos personajes en el pasado. El libro de Susan Hill hoy es un clásico y en Europa es super popular principalmente por la adaptación teatral inglesa que es un éxito en Londres desde hace muchísimos años. También se hizo un film para la televisión del Reino Unido en 1989. La película que llega a los cines esta semana producida por la emblemática productora Hammer, que resucitó hace unos años con el film Wake Wood, es una propuesta que evoca el espíritu que tenían los viejos filmes de esta compañía en los años ´60 y ´70. La dirección corrió por cuenta de James Watkins, responsable de la excelente Eden Lake. Es interesante ver la manera en que trabajó el género en esta historia, ya que el terror acá es elaborado desde un enfoque completamente diferente. Eden Lake era una historia más realista, cruda y brutal en lo referido a la violencia, mientras que La dama de negro se centra más en las atmósferas y los climas de misterio que creó el director con su narración. Watkin en definitiva recuperó los dos elementos clásicos del cine de la Hammer de aquellos días que se destacaban por ser historias con buenos actores y terroríficos escenarios. Hay un montón de cosas que me gustaron de este film como la ambientación gótica y depresiva del pueblo donde se desarrolla el relato, todos los detalles que tiene la macabra mansión donde Daniel Radcliffe pasa una noche y los efectos sutiles con los que el director tortura a los personajes. El problema que tiene esta película es que la hicieron demasiado tarde. Desde el estreno de La llamada, los relatos con fantasmitas vengativos se explotaron a más no poder tanto en el cine asiático como en Hollywood y el concepto de este film la verdad que se ve muy afectado por eso, ya que no aporta nada nuevo. Cuando la novela de Susan Hill salíó a la venta en 1983 fue un furor porque no había demasiadas historias como estas en ese momento, pero en la actualidad el desgaste de estos conflictos se sienten en el cine. La dama de negro hoy la verdad que está lejos de ser una propuesta aterradora y el giro sorpresivo que funcionaba en los ´80 por estos días está demasiado quemado y la verdad que no resulta muy efectivo. No ayudó tampoco que en este film le dieran al conflicto un cierre más sentimental que el que escribió la autora en el libro. Daniel Radcliffe, quien prácticamente está en todas las escenas del film, brinda un muy buen trabajo en esta producción y la verdad que eligió una buena opción para desprenderse de Harry Potter. Acá lo vemos en un rol totalmente diferente y la verdad que está muy bien. Lo que vayan al cine en busca de un film nostálgico que evoca el terror inglés de la vieja escuela son los que probablemente disfrutarán más este film. Reitero, está muy bien hecha la película y tiene algunos momentos interesantes, pero se acordaron tarde de llevar esta historia a la pantalla grande.