Venom 2 es tan mala que logra que la continuación olvidable de Ghost Rider, estrenada en el 2011, quede mejor parada en el recuerdo. El nuevo film protagonizado por Tom Hardy sobresale entre las grandes producciones desapasionadas que brindó el género de superhéroes en estos últimos años. Una pena porque se trata de un personaje que cuenta con una bibliografía mucho más extensa que otras creaciones de esta editorial, como Shang-Chi o Guardianes de la Galaxia que recibieron un mayor respeto. Se trata de una propuesta que tiene sus seguidores y con una adaptación inspirada puede ofrecer un film decente dentro de esta temática. Sobre todo por la condición de anti-héroe del rol de Eddie Brock que lo diferencia de otro individuos del universo Marvel. Lamentablemente Hardy, quien jamás supo donde estuvo parado con este proyecto y ejerce además como productor y guionista, optó por desarrollar a Venom en una película familiar centrada en la estupidez. El resultado es un film horrendo y perezoso que parece haber sido realizado en la primera mitad de los años ´90, antes de la aparición de Blade, cuando los personajes de esta compañía no atravesaban su mejor momento en el cine. De los 97 minutos que dura el film (lo único positivo es que al menos es corto y pasa rápido) más de una hora se va en escenas de relleno centradas en la comedia chapucera de Hardy y la sobreactuación de Woody Harrelson como Carnage. No hay un mínimo argumento ni tiempo para desarrollar los personajes ya que la narración es un compilado de escenas mundanas que tienen el objetivo de justificar el carnaval carioca de CGI que viene luego entre Venom y el villano de turno. Hardy aburre enseguida cuando su intento por ser comediante se vuelve redundante y Harrelson más que evocar en algún momento a Mickey Knox de Asesinos por naturaleza tampoco puede hacer milagros. Por el lado de los roles femeninos la película desperdicia de un modo criminal a Naomie Harris (Moneypenny en la última era Bond) como Shriek y una anestesiada Michelle Williams queda estancada en el papel de la damisela en apuros. Los créditos de la película informan que la dirección corrió por cuenta de Andy Serkis pero Venom 2 deja la impresión que pudo haber sido realizada por cualquier otro cineasta. No hay una visión artística ni se percibe el esfuerzo de por lo menos brindar un producto digno que al menos sea entretenido. Salvo por una escena que incorpora un fragmento de animación tradicional para narrar el origen de Carnage, el único momento creativo de este film, el resto es de una mediocridad impactante. En materia de efectos especiales no se percibe un avance notable frente a la entrega anterior y por lo general todas las apariciones del monstruo tienen lugar en escenas nocturnas o en ambientaciones oscuras para maquillar las falencias del CGI. Hay un intento del estudio Sony por generar entusiasmo con la vinculación de Venom a un universo más expandido pero no alcanza ya que el producto que se ofrece es deficiente. Si los artistas involucrados no demuestran el menor entusiasmo por brindar una película más digna por qué debería tenerlo el público a la de pagar una entrada de cine. En resumen, un bodrio que si les genera curiosidad pueden delegar para algún canal televisión o plataforma de streaming. ver crítica resumida
Amenaza bajo el agua es una continuación de Black Water, una película de terror australiana que tuvo una buena recepción en el público y la prensa en el 2007. Las historias no están conectadas entre sí salvo por el concepto central relacionado con un cocodrilo gigante que devora exploradores molestos. Tras la buena repercusión de su ópera prima, el director Andrew Tacki volvió a trabajar una temática similar en El arrecife (The Reef) con la particularidad que en esa oportunidad el protagonista era un tiburón. En el 2013 tuvo una incursión fallida en el subgénero del found footage con La jungla, donde un leopardo mitológico masacraba a otro grupo de exploradores. Un punto en común que une a estas producciones es que Tacki parece tener un problema con la industria del turismo. En Amenaza bajo al agua retoma una premisa familiar con resultados más positivos. Sin grandes ambiciones pero con un buen dominio del suspenso el director elabora una propuesta clase B que está muy bien narrada y no decepciona en materia de entretenimiento. En este film en particular consigue muy buenos momentos claustrofóbicos a la hora de retratar la exploración de unas cavernas. El concepto de quedar atrapado en ese lugar, sin la posibilidad de pedir ayuda y al acecho de un cocodrilo hambriento resulta inquietante y Tacki le saca provecho a la idea. Todas las escenas que transcurren dentro de las cavernas son muy buenas y el coco está muy bien implementado y se ve realista, algo que no suele suceder con la mayoría de los filmes de este tipo. Pese a sus limitaciones argumentales, dentro de su estilo los australianos consiguieron un producto mucho más digno que numerosas propuestas hollywoodenses que se pueden encontrar en la tele y plataformas de streaming. Las actuaciones del reparto son decentes, los personajes no son estúpidos y las secuencias de horror están bien elaboradas. Dentro de esta temática los italianos fueron los pioneros en darle protagonismo a los cocodrilos en The Great Alligator River (1979), con la chica Bond Barbara Bach (esposa de Ringo Starr) que se colgaba con total impunidad del éxito de Tiburón de Spielberg. Desde entonces surgieron algunas buenas películas como Alligator (mi favorita) escrita por John Sayles, que tenía un tono de sátira y en los ´90 Lake Placid reunió sus adeptos con varias continuaciones. Amenaza bajo el agua no está al mismo nivel de lo que hizo hace poco Alexander Aja con Crawl, pero aporta un exponente decente con las propuestas de cocodrilos. Si tenés claro el tipo de cine que vas a encontrar no es una producción deficiente y está para tener en cuenta.
Hace unos años cuando se anunció la producción de esta película la noticia no despertó pasión de multitudes entre los fans de la serie Los Sopranos. El programa había tenido un gran final y volver atrás con una trillada historia de origen no sonaba muy atractivo. David Chase, el creador de estos personajes, quien al principio no quería saber nada con este proyecto luego terminó involucrado como guionista cuando la productora New Line y HBO aceptó su idea de explorar el contexto social de los años ´60. La gran inquietud que generaba Los santos de la Mafia era si contribuiría a enriquecer el visionado de la saga televisiva. Lamentablemente la respuesta es muy poco. No obstante, esto no impide que el film le brinde a los fans una experiencia amena de reencuentro con estos personajes que dejaron su huella en la historia del género gánster hollywoodense. Este estreno fue pensado exclusivamente para ese nicho de espectadores a tal punto que no es recomendable si nunca viste Los Sopranos empezar con esta película. Ya desde la secuencia inicial se menciona un hecho importante de las últimas temporadas que marcó una bisagra en la vida del protagonista y al conocer esa situación de antemano el impacto queda arruinado cuando lo veas posteriormente en la serie. Por algún motivo inexplicable, Chase y su colaborador en el guión Lawrence Konner decidieron que la trama de este largometraje fuera narrada en off por Chris Moltisanti, interpretado nuevamente por Michael Imperioli, a través de un recurso que no resulta muy convincente. Si alguien esperaba descubrir las circunstancias que llevaron a Tony a ingresar al mundo de la mafia esta no es la película indicada, ya que el foco está puesto en su tío Dickie Moltisanti, encarnado por Alessandro Nivola. Un personaje que había sido mencionado en varios episodios y cuyos orígenes y tribulaciones resultan una anécdota dentro de la saga. La trama se ambienta en el contexto de los años ´60 y comienzos de los ´70 y aunque hay referencias a hechos históricos, como la Guerra de Vietnam o los disturbios de Newark todo tiene un tratamiento muy superficial. Lo mismo ocurre con la cuestión de las tensiones raciales y el sexismo contra las mujeres de aquella época que termina siendo una pincelada en el argumento sin mucho desarrollo. Eso diferencia a este film del contenido que había en los episodios de la serie donde en apenas una hora había un tratamiento más complejo de los temas que se abordaban. El director Alan Taylor desarrolla un conflicto bastante genérico de lucha de poder entre dos facciones de mafiosos para ilustrar la figura de Dickie que fue un mentor de Tony durante su adolescencia. Con la infaltable referencia al cine de Scorsese su trabajo dentro de todo ofrece un film decente dentro del género. El gran gancho de esta película pasar por el fan service que es importante y el atractivo de ver a los personajes clásicos en versiones más juveniles. Vera Farmiga ofrece una gran interpretación como la madre de Tony que está en perfecta sintonía con la composición ofreció Nancy Marchand en el programa de televisión. En esta instancia de la historia podemos ver un perfil más sensible de esa mujer miserable que enloquecerá a su hijo más adelante. Los actores que representan a Paulie y Silvio Dante se lucen con muy buenas interpretaciones que captan los modismos y expresiones corporales de los actores originales. Entre las figuras más conocidas Ray Liotta a cargo de dos roles y Jon Bernthal cuentan con algunos buenos momentos pero dentro del conflicto central sus participaciones son secundarias Con respecto a Michael Gandolfini, hijo del actor que encarnó a Tony Soprano, su labor sobresale entre lo mejor de la película y deja una muy buena impresión. En esta instancia el personaje es un joven más naif e inocente con respecto al mundo familiar que lo rodea y todavía no desarrolló los rasgos del sociópata que surgirá en la adultez. Aparentemente el estudio Warner y David Chase estarían interesados en hacer una continuación de este film donde se desarrollaría la formación de Tony como gánster. Una idea que justificaría mejor la existencia de Los santos de la Mafia y le aportaría un material interesante al universo de los Sopranos. Ojalá se concrete porque sería interesante ver a Gandolfini Jr. en esa etapa de la historia. En resumen, una propuesta dirigida al fandom de Los Sopranos que se puede disfrutar si llegás al cine con las expectativas moderadas.
En Sin tiempo para morir Daniel Craig consiguió dos logros importantes que no llegaron a tener ninguna de las encarnaciones previas de 007. Una despedida por la puerta grande y el cierre de un ciclo argumental que culmina una era en la historia de esta saga. En el pasado, al margen que las películas no solían estar conectadas entre sí, cuando un actor se retiraba de la franquicia por lo general lo hacía con la producción más floja de ese período. Craig tuvo la suerte de poder desarrollar un personaje que pudo evolucionar con el paso del tiempo y se despide con una propuesta que se animó a tomar riesgos artísticos. Un tema que no es menor para una serie que siempre se sintió muy cómoda con sus tradiciones. Si tenemos en cuenta todos los problemas que hubo con esta producción y las numerosas escrituras que tuvo el guión, el resultado final más que positivo es milagroso. El director Cary Fukunaga sorprende con el film más emocional de James Bond en las últimas décadas. Para encontrar un antecedente similar habría que remontarse a 1969 con Al servicio secreto de su majestad que fue pionera en retratar un perfil diferente de 007. En ese sentido la canción con la que termina la nueva producción establece un vínculo espiritual con aquella película y representa mucho más que una simple referencia para el fandom. El gran aporte de Fukunaga pasa por retratar un aspecto inédito de la personalidad de Bond con un mayor sentimentalismo que se opone a ese glaciar impenetrable que se había introducido en Casino Royale. Este es un tema muy importante porque más allá de finalizar con este perfil el ciclo Craig, la película también establece una transición de lo que será el próximo Bond en la era post Me Too. Era inevitable que esto ocurriera en algún momento ya que la existencia de la saga siempre dependió de su adaptación a los cambios culturales. La obra de Fukunaga da un paso importante a la hora de redefinir los roles femeninos y una masculinidad menos tóxica en la relación de Bond con las mujeres. Lashana Lynch en la trama asume el rol de la nueva agente 007 cuando el protagonista pasa a retiro y luego forma una muy buena dupla con Craig que logra ser divertida por las constantes chicanas entre los personajes. Pese a todo es Ana de Armas, quien acapara toda la atención con una de las mejores chicas Bond que se concibieron en los últimos años. La química que tiene con Craig (previamente establecida en Knives Out) junto con la energía y el sentido del humor que ella le aporta al personaje de una agente novata dejan una muy grata impresión. Lamentablemente tiene un rol muy limitado porque el film luego se concentra en Léah Seydoux que es un gran meh dentro de la trama. La actriz no está mal pero cuesta comprarla como el gran amor de Bond, ya que más allá de la poca química que tiene con Craig todos sabemos que nunca será Vesper. El director Fukunaga hace un gran trabajo con el suspenso y sentimentalismo que le aporta a la historia, pero nunca se olvida que esto es un film de la saga 007 y tampoco decepciona con la acción. En esta cuestión sobresale la labor del chileno Alexander Witt, quien colaboró previamente con Sam Mendes en los filmes previos dentro de este campo. La secuencia inicial que elaboró donde pone toda la carne al asador y finalmente hace lucir al Aston Martin en la era Craig es impactante. Después incluye algunas persecuciones sólidas y hacia el final su labor se vuelve un poco más genérica, ya que el relato opta por darle más espacio al drama. Sin tiempo para morir representaba la producción número 25 de esta franquicia y se esperaba que hicieran algo diferente y en ese sentido los productores no defraudaron. Tomaron el riesgo de conducir a Bond por otro camino y la despedida de Craig en este rol tiene un impacto emocional notable, donde además él consigue lucirse como actor. Pese a todo, el film no está exento de algunas objeciones y debilidades. En principio la gran decepción es Rami Malek del quien se esperaba muchísimo más por el buen momento que atraviesa su carrera. El villano que compone es terriblemente olvidable y el guión no lo termina de aprovechar como artista. Aparece muy tarde en la trama y no tiene espacio para sobresalir como lo hicieron en el pasado Javier Bardem (el mejor antagonista del ciclo Craig) y Mads Mikkelsen, en un rol más limitado en Casino Royale. Malek deja sabor a poco y queda la sensación que cualquier actor desconocido habría podido encarnar el mismo rol y no afectaba en absoluto esta película. En lo personal también me decepcionó el modo en que desaprovecharon a la organización Spectre que tenía un enorme potencial y acá sus miembros terminaron reemplazados de un modo humillante por una nueva facción de villanos. También le sobran 20 minutos al film que entra en un bache narrativo antes de llegar del inicio del clímax pero tampoco es algo grave que genere alguna molestia. Al margen de esas minucias Sin tiempo para morir brinda una gran conclusión del ciclo Craig con un espectáculo concebido para ser disfrutado en una pantalla de cine. Cary Fukunaga, el primer director americano en realizar una entrega de esta saga, encuentra en este proyecto su gran introducción a las producciones mainstream, luego de algunos proyectos fallidos y una labor decente en la serie True Detective. Creo que su gran aporte reside en adaptar el concepto de James Bond a los nuevos paradigmas culturales con una transición orgánica que no se siente forzada y era inevitable que ocurriera en algún momento. En cuanto a Craig se despide un gran Bond que tuvo algunos altibajos en el comienzo pero luego cuando el actor se soltó y se comprometió más como productor ofreció momentos excepcionales. Los créditos finales informan que 007 (el original, no la agente Nomi) regresará en el futuro y queda la expectativa por conocer lo que nos deparará el próximo ciclo de esta saga histórica del cine de acción.
Entre las diversas categorías que integran los espíritus elementales en la mitología, las ondinas siempre fueron las más fascinantes por la complejidad que tienen sus personalidades y los diversos relatos que inspiraron. A veces aparecen como figuras benévolas protectoras de los mares y océanos y en otras versiones como una metáfora del amor posesivo e irracional. Bendecida por las hadas con una belleza impactante, la ondina, que no debe ser confundida con la sirena, a menudo abandona su entorno para conseguir un alma inmortal en el mundo de los humanos. Algo que obtiene cuando desarrolla un vínculo romántico con un hombre. El problema es que si el amante la engaña o la abandona ella se ve obligada a matarlo. Si bien estos personajes cuentan con numerosas interpretaciones, la más célebre es Undine, el clásico de la literatura alemana creado por Friedrich de la Motte Fouqué en 1811, que se convirtió en uno de los cuentos de hadas más populares del siglo 19. Esta obra años después tuvo una influencia en La sirenita de Hans Christian Andersen que trabajó con un relato más depresivo un personaje diferente. Pese a que son un clásico de la fantasía, en los medios audiovisuales las ondinas recién empezaron a tener más presencia en el siglo 21, como el animé Aria, de Junichi Sato (Sailor Moon) y esa gran película subestimada de Neil Jordan que fue Ondine, donde el mito de estos seres se combinaba con las leyendas de las selkies, que son otras criatura no menos fascinantes. En esta nueva producción, Cristian Petzold (Phoenix) uno de los cineastas alemanes más aclamados en los últimos años, toma como principal fuente de inspiración el clásico relato de Fouqué para adaptar la leyenda en un contexto urbano moderno. En apenas 90 minutos el director construye un film romántico muy original que pese a contar con un tono meláncolico trabaja a la figura de la ondina con mucha mas empatía. La trama aborda los elementos fantásticos y surrealistas principalmente a través de la simbología y lejos de platear un culebrón depresivo, la narración también incluye algún momento humorístico. Durante el desarrollo del film Petzold también utiliza el relato de Undine para elaborar una parábola loca sobre la historia de Berlín, que pese a ser un ingrediente pretencioso consigue que los elementos socio-políticos que incluye terminen siendo más interesantes de lo esperado. Con esta película se da una situación muy similar a lo que ocurrió con The Green Knight, de David Lowery. Se trata de una obra impecablemente realizada, donde sobresale la interpretación de Paula Beer, a quien le comprás por completo que puede ser una ondina. El problema es que Petzold comete el error de creer que todo el mundo conoce Undine y por consiguiente puede entender sin problemas toda la simbología. La realidad es que sino tenés por lo menos una mínima referencia del personaje y su mitología, el film es complicado de seguir y hay varios momentos que resultan incomprensibles. Ahora bien, si antes de ver la película contás por lo menos con una noción del concepto de la ondina y su mitología creo que la experiencia es mucho más accesible y gratificante. Cuesta bastante encontrar en estos días buenas propuestas románticas y Undine es realmente grandiosa y merece su recomendación
Si son fan de la saga Hellraiser la nueva película de David Bruckner alienta a entusiasmarse con el próximo regreso de Pinhead a cargo de este realizador. Un artista que presentó una enorme evolución en sus últimos trabajos, como la antología Southbound, SiREN y The Ritual pese a que su obra no tiene la difusión que merece. En La casa oscura ofrece otra buena película donde pudo lucir su talento narrativo para elaborar muy buenas atmósferas inquietantes que contribuyen a que los espectadores se enganchen con el relato. En esta producción Bruckner se alejó del estilo de film de horror que brindó en sus trabajos previos para elaborar una propuesta dentro del thriller psicológico. De todos los imitadores de James Wan que surgieron en los últimos años, este artista es el que mejor evoca su estilo sin la necesidad de copiarlo de manera burda. Sobre todo a la hora de manejar los momentos de tensión. La narración elabora con solidez la intriga y no contamina el relato con jump scares innecesarios que por lo general sirven de relleno para tapar la falta de ideas argumentales. Tanto la presentación del misterio como los aspectos psicológicos son interesantes y el film cuenta con la enorme ventaja de tener a Rebecca Hall en el rol protagónico, quien sobresale con una muy buena interpretación dramática. La trama lidia con temas complicados como la depresión que no solemos ver a menudo en propuestas de este tipo (Hereditary fue otro buen ejemplo) y aunque no todo funcione en la película al menos se nota el esfuerzo del realizador por hacer algo distinto. A diferencias de sus trabajos previos, los contenidos que se desarrollan y el misterio tienen una mayor prioridad ante el terror que en esta oportunidad terminó relegado a un plano más secundario. Si bien el conflicto contiene elementos sobrenaturales y referencias al ocultismo, el foco de la dirección está puesto está puesto en la crisis emocional de la protagonista y dificultades para lidiar con la muerte de su marido. Si hubiera que objetarle alguna debilidad a La casa oscura es que la resolución de la historia tal vez no está a la altura de la intriga que se había construido y el final deja sabor a poco. Al guión le faltó una pulida en ese aspecto, sin embargo no me parece que eso afecte la experiencia que ofrece el film en su integridad. Para algunos espectadores también podría resultar aburrida por su narración lenta pero ese es un tema que entra en el terreno de los gustos personales. En mi caso no me pareció monótona y le valoro que por lo menos se esforzara en contar algo con más contenido en lugar de plantear un catálogo de escenas de sustos banales. En un año donde no abundaron las buenas película de terror ésta al menos es una opción para tener en cuenta.
En venganza implacable Liam Neeson vuelve a encarnar a otro clon de Bryan Mills, el protagonista de Taken, con la particularidad que en este caso el ex marine es un ladrón con remordimiento de conciencia. En esta oportunidad el actor encarna a un ladrón implacable que no pudo ser detenido por la policía y su vida se complica cuando se enamora de una mujer y decide entregarse a las autoridades con el fin de devolver el dinero que robo. Unos detectives corruptos entran en juego y nuestro héroe queda implicado en un homicidio que no cometió. Como podrán apreciar la premisa es terriblemente genérica y se hace llevadera por la presencia del protagonista que brinda una buena interpretación. Lamentablemente el director Mark Williams no consigue hacer nada interesante con el concepto argumental y el espectáculo que ofrece deja sabor a poco. De las tres películas que estrenó Neeson este año (las otras fueron The Marksman y The Ice Road) esta es la más floja. Sobre todo porque se queda muy corta en materia de acción y las pocas secuencias que ofrece Williams son mundanas. En materia de realización no hay ningún momento destacable que permita resaltar su dirección. Si son fans del actor tampoco está mal para distraerse un rato pero dentro de esta etapa del artista en el cine de acción, Venganza implacable es una de las producciones más flojas que hizo en los últimos años.
Junto con El príncipe de Egipto, Spirit, el corcel indomable sobresalió entre las obras maestras del estudio Dreamworks realizadas en la animación tradicional a comienzos del siglo 21. Una gran película inspirada por el clásico Azabache, de Anna Sewell, que contó con una gran banda de sonido de Bryan Adams y presentaba una interesante reflexión sobre los efectos de la colonización de las comunidades indígenas en los Estados Unidos. A partir del 2017 el estudio volvió a revivir esta propuesta en una franquicia exitosa desarrollada para Netflix que tuvo una muy buena recepción del público infantil. Spirit: Riding Free fue una serie desarrollada a través de la animación CGI que se concentraba en la relación de uno de los hijos de Spirit con una niña latina, en un pueblo ubicado en la frontera de los Estados Unidos con México. Al programa le fue muy bien en la plataforma de streaming y llegó a tener ocho temporadas, además de varios especiales.
Clint Eastwood con un sombrero de cowboy. La imagen del póster remueve un montón de sentimientos por toda la historia que representa y en un punto explica por qué se disfruta tanto una película que de haber tenido otro protagonista hubiera pasado completamente desapercibida. Cry Macho no quedará en el recuerdo ente las mejores obras de Eastwood pero nos ofrece la enorme oportunidad de disfrutarlo una vez más en una sala de cine y ese simple hecho ya justifica el precio de la entrada. Este proyecto que se concibió a mediados de los años ´70 pasó por diversos estudios de Hollywood y se postergó en numerosas ocasiones. La trama está basada en la novela homónima del autor N. Richard Nash, quien se hizo famoso por la obra de teatro The Rainmaker, cuya adaptación en la pantalla grande protagonizaron Burt Lancaster y Katherine Hepburn, en 1956. La gran paradoja de este caso es que Nash originalmente concibió a Cry Macho como un guión cinematográfico y no se lo pudo vender a ninguna compañía. Recién cuando lo publicó en formato de novela consiguió la atención de los estudios y Lancaster fue el primer actor que se vinculó con el film. Luego no se concretó y lo retomó Eastwood a fines de los ´80, sin embargo la película se pospuso durante muchos años debido a que el cineasta siempre estaba ocupado con otras producciones. El argumento combina elementos del neo western con el coming of age y las temáticas asociadas a estos relatos que van desde la redención y las segundas oportunidades a los conflictos que genera la transición de la infancia a la madurez. La relación entre los dos personajes principales que presentaba el trailer evocaba cierto recuerdo de Gran Torino pero en realidad son dos propuestas muy diferentes. En esta oportunidad Eastwood juega con temáticas tradicionales del western pero no está interesado en la violencia y sorprende con un film más sentimental de lo esperado, donde también hay espacio para el humor. No esperen encontrar tampoco una mirada revisionista de la masculinidad porque Clint evade la prédica del comentario social. Hay una escena en particular que presenta una alusión al tema pero el argumento no resalta esta cuestión con la narrativa del Hollywood actual, donde el mensaje se expresa con una topadora. Esta producción tal vez tiene la desventaja de ofrecer una historia que se siente un poco anticuada y cuenta además con numerosos antecedentes similares. Algunas situaciones inverosímiles relacionadas con un villano tampoco terminan de convencer y pese a todo el espectáculo resulta muy ameno por la interpretación cálida que ofrece Eastwood. Mike Milo es probablemente el personaje más simpático que encarnó desde Space Cowboys, estrenada en el 2000. Clint se carga el peso del film en sus hombros y construye una dupla atractiva junto a Eduardo Minett, el chico que lo acompaña en este relato con quien tiene muy buenos momentos. En resumen, Cry Macho es obra modesta y sentimental que no decepcionará a los fans del cineasta, quien a sus 91 años decidió seguir gestando proyectos hasta que la salud se lo permita. Por eso hay que disfrutarlo mientras lo tenemos vigente, aunque su nuevo film no se encuentre en la misma categoría que sus producciones más importantes.
Maligno es un proyecto bastante particular de James Wan donde el cineasta expresa su resistencia a ser encasillado dentro de un estilo determinado de cine. Algo que ya había demostrado previamente cuando decidió involucrarse en filmes como Rápido y furioso 7 o Aquaman, donde se alejaba del género de terror con el que suele estar vinculado. Su nueva obra se relaciona con el horror pero ofrece un espectáculo radicalmente diferente a lo que fueron las historias de El conjuro o Insidious, centradas en las posesiones demoníacas. Maligno no es otra cosa que una celebración cariñosa de la estupidez y el delirio que primó en las producciones clase B y Z de los años ´80. Wan le rinde tributo a esas películas marginales de culto, que generaban más risas que miedo, con la paradoja que la reivindicación en este caso tiene lugar dentro de una propuesta mainstream financiada por un estudio importante. Si el nombre del director y sus antecedentes en la taquilla no hubieran estado involucrados, jamás en la vida Warner Bros le hubiera dado luz verde a este guión que tira los conceptos de la lógica y la coherencia a la basura. El film comienza con un primer acto muy sólido que amaga con desarrollar una especie de neo-giallo, que evoca el cine de misterio y horror italiano de los ´70. Sin embargo, esa impresión enseguida se desvanece y resulta ser una ilusión de la narración de Wan para encubrir el verdadero espíritu de la trama. El corazón de Maligno se encuentra en el cine bizarro de Stuart Gordon (Castle Freak) y muy especialmente la comedia de horror de Frank Henenlotter, quien fue responsable de títulos cutre inolvidables, como Brain Dead y la trilogía Basket Case, por la que Wan parece tener una notable devoción. En un momento de este film donde tiene lugar la gran revelación del misterio, el director abraza la excentricidad y desquicio de Henenlotter para elaborar una oda a la ridiculez que ofrece algunas secuencias desopilantes. Me parece importante destacar esta cuestión ya que los espectadores que busquen el tipo de experiencia que ofreció El conjuro saldrán del cine notablemente decepcionados. Los últimos 40 minutos donde a Wan no le importa nada y explota toda la cursilería y ridiculez que primó en el horror de los ´80 es la gloria para quienes nos gusta ese tipo de clásicos que el establishment de la crítica vapuleó toda la vida. No obstante, también hay que mencionarlo, para otro segmento del público esto podría resultar una basura y probablemente se cuestione la sanidad mental del director. Más allá de algún exceso de CGI, el film tiene una ejecución impecable a la hora de construir situaciones de tensión y suspenso, muy especialmente en la primera mitad del conflicto donde se encuentran los pocos momentos serios del relato. La fotografía de Michael Burgess y la banda sonora de Joseph Bishara contribuyen a acentuar esas atmósferas macabras, donde sobresale también el diseño visual del villano. Otra gran acierto de Wan en Maligno reside en el casting de Annabelle Wallis para el rol principal. Una actriz amiga de la sobreactuación que protagonizó la primera entrega de Anabelle y en este film encuentra sus mejores momentos cuando explota sus expresiones exageradas. En este caso particular creo que la recomendación va con reservas. Quienes sean adeptos del cine bizarro clase Z probablemente la terminen por apreciar más que los espectadores que busquen una producción de James Wan cercana a sus obras previas.