Hotel Mumbai, además de representar la peor pesadilla audiovisual del Ministerio de turismo de la India, es otra propuesta que se suma a la explotación cinematográfica de los atentados terroristas ocurridos en noviembre de 2008. En esta última década se hicieron numerosas producciones sobre el tema y ninguna consiguió retratar con veracidad lo ocurrido en esos fatídicos cuatro días. La gran decepción que genera este film es que cuenta con una producción espectacular y un reparto de grandes actores desperdiciados en una historia que se centra en el morbo de la violencia extrema y distorsiona la historia real de las víctimas. Salvo por el caso del chef del Hotel Taj Majal, Hemant Oberoi, todos los personajes de este relato son ficticios y están inspirados en supuestas personas que habrían vivido en carne propia esa barbarie. Algo que por cierto es incomprobable. A este film le faltó la sensibilidad e inteligencia que suele tener el director Peter Berg para abordar estos temas. Por ejemplo en la excelente Día del atentado, Berg describe una crónica detallada de lo que fue el ataque terroristas en Boston del 2013, tal cual se dieron los hechos. Todos los personajes que se presentan, tanto los víctimas como los sobrevivientes, criminales e investigadores representan personas reales que fueron parte de ese caso. El director no contaminaba su trabajo con situaciones hollywoodenses que es el gran problema que tiene Hotel Mumbai. El relato del director Anthony Maras se siente muy manipulado con el objetivo de conseguir una reacción emocional del público. Su película es efectiva a la hora de crear una experiencia inmersiva aterradora, pero más allá de la crudeza de la violencia, toda la tragedia se recrea con estereotipos típicos del cine norteamericano. Entre ellos la historia de amor inventada entre una mujer iraní y un estadounidense (Armie Hammer) atrapados en el hotel con un bebé, un empresario que además es un ex miembro de la fuerzas armadas rusas (Jason Isaac) y los terroristas sacados que parecen salidos de una producción de Chuck Norris de los años ´80. Personajes que protagonizan situaciones ilógicas que no resultan convincentes. Dev Patel, quien encarna a un empleado del hotel, con la infaltable esposa embarazada que sigue los hechos por televisión, le aporta cierta dignidad a esta producción con su interpretación dramática. La gran debilidad de Hotel Mumbai es que se estanca en el espectáculo sádico, concentrado en el shock visual, y nunca se atreve explorar a fondo la verdadera crónica y contexto de los atentados terroristas. Todo lo que ofrece el director Maras es un superficial espectáculo pochoclero que convierte la tragedia de las víctimas en un entretenimiento para masoquistas.
Toy Story 4 ofrece un epílogo decente de esta clásica franquicia que funciona también como el partido homenaje de los personajes que impulsaron al estudio Pixar en la industria de la animación. Una película que además tiene el enorme mérito de ser la ópera prima de un realizador que enfrentó un desafío muy complicado del que logró salir bien parado. Josh Cooley es un artista que hizo su carrera en el estudio como diseñador de storyboards hasta que un día le delegaron un proyecto que era un fierro caliente en sus manos. Dirigir la cuarta entrega de Toy Story. Una película innecesaria que el público no demandaba porque la historia ya había tenido una conclusión perfecta en el 2010. A la presión que representa el debut en la dirección para una compañía como Pixar, en este caso se sumó el hecho que si las cosas salían mal Cooley quedaría en el recuerdo como el artista que arruinó la saga de los juguetes. Por ese motivo me parece que es importante tener esta cuestión presente a la hora de reseñar el film. El director hizo un trabajo estupendo con la ejecución de esta propuesta que le hace justicia a los personajes y se encuentra a la altura de las buenas producciones de la compañía. En el pasado Pixar decepcionó con continuaciones olvidables como las de Monsters Inc, Buscando a Nemo y los bodrios de Cars, mientras que Toy Story 4 al menos mantiene el nivel de calidad y entretenimiento que el público asocia con esta serie. La trama se anima a explorar de un modo más explícito la existencia miserable y deprimente de los juguetes vivientes que entregan sus vidas al servicio de los niños para luego ser desechados cuando sus dueños crecen y abandonan la infancia. Para los espectadores adultos la crisis existencial que sufre Buddy, sumado al estrés post traumático que le generó la separación con Andy, es un gancho muy atractivo por el modo en que el protagonista termina por cuestionar toda su filosofía de vida. Un concepto que luego termina diluido por el conflicto central de aventuras donde se evidencia el desgaste inevitable que acarrea la franquicia. El film tiene numerosas situaciones redundantes que ya vimos en entregas previas y que los ochos guionistas que pasaron por este proyecto no lograron evadir. No obstante, el director Cooley logra atenuar las debilidades del argumento con un gran tratamiento de los personajes secundarios nuevos que son muy efectivos. Sin bien ninguna de estas adiciones podrían sostener una película sin el apoyo de los clásicos, como Buddy y Buzz Lightyear, a lo largo del relato tienen sus momentos destacados. Con respecto al empoderamiento femenino de la muñeca de porcelana Bo Peep, quien ahora cobró mayor protagonismo, su nuevo perfil resulta algo forzado y no se siente genuino. Una figura que fue completamente marginada en toda la saga y de la nada la convirtieron en Furiosa de Mad Max por el simple hecho que es algo correcto de hacer en estos días. En lo referido a los aspectos más técnicos, la película sobresale especialmente con el trabajo realizado en la iluminación de todas las escenas que transcurren en un negocio de antigüedades y el fotorrealismo de los escenarios que logra ser impresionante. ¿Es la obra maestra de Pixar y la mejor película de animación que se estrenó en el último tiempo? Ni de casualidad. La mejor producción del género que pasó este año por la cartelera sigue siendo, por su complejidad argumental y narrativa, Spiderman: Un nuevo universo y hasta me quedo con la conclusión de Cómo entrenar a tu dragón. Dentro de la saga Toy Story la ubicaría por debajo de la trilogía original, pero no deja ser una adición entretenida para disfrutar por última vez a estos personajes emblemáticos que dieron todo lo que tenían. El espectáculo que ofrece tiene elementos atractivos tantos para los chicos como para los adultos y es una alternativa que se disfruta mucho en el cine. En Pixar aseguraron que no habrá más continuaciones y en adelante se enfocarán en producir únicamente historias originales. Ojalá así suceda. Con la lamentable pobreza creativa que atraviesan los estudios Disney en estos días queda en ellos la responsabilidad de mantener vivo el verdadero legado del viejo Walt
El ártico es un excelente debut cinematográfico del realizador brasileño Joe Penna, quien se destacó como uno de los you tubers más creativos durante los primeros años de esa plataforma. En el 2009 su famoso corto Guitar: impossible consiguió millones de reproducciones y le abrió la puerta en la industria de la publicidad. Su ópera prima, filmada en apenas 20 días con un presupuesto de 2 millones de dólares, se destaca entre los thrillers de supervivencia más intensos que se concibieron en el último tiempo. Con una premisa argumental muy sencilla, que prácticamente no tiene diálogos ni un desarrollo de personajes, Penna propone una experiencia inmersiva fascinante que es ideal para ser disfrutada en una pantalla de cine. Si bien el film tiene algunos puntos en común con All is lost, que abordaba una idea similar con Robert Redford, El ártico posee su propia identidad y convierte a los paisajes naturales de Islandia en un escenario que por momentos resulta aterrador. El director relega todo el peso del film en la soberbia interpretación de Mads Mikkelsen (Doctor Strange), quien construye el personaje a través de la acción y el silencio, uno de los elementos claves de esta propuesta. Con una puesta en escena que remite más al cine documental que el clásico thriller hollywoodense, la narración inserta al espectador en la desesperante situación que vive el protagonista durante 97 minutos que llegan a ser desesperantes. Penna evitó contaminar el relato con interrupciones de flashbacks y el foco de atención se concentra en los elementos visuales y las condiciones brutales que atraviesa el rol de Mikkelsen para sostener el film a través del suspenso. Dentro de la propuesta de género que plantea la labor del cineasta brasileño es muy sólida, sobre todo si se tiene en cuenta que es apenas su primera película. En lo personal creo que vale la pena darle una oportunidad. Una grata sorpresa de la cartelera que no tuvo demasiada difusión y merece ser tenida en cuenta.
Hombres de negro: Internacional tuvo la intención de expandir la franquicia con la presentación de nuevos personajes si bien se queda a mitad de camino en su objetivo, producto de la falta de ambición de los realizadores. A no confundirse, no es en absoluto la catástrofe que plantean muchas críticas del Club de Amigos del Ratón Mickey en Estados Unidos, pero cuando los créditos finales empiezan a correr en la pantalla queda la sensación que se podría haber hecho un esfuerzo mayor. Sobre todo después de la última entrega que tuvo un rodaje caótico y pese a todo brindó un espectáculo excelente. Hombre de Negro 3 fue una película que se hizo literalmente sin guión, ya que la trama la escribieron a medida que se desarrollaba la filmación y todos los inconvenientes que hubo nunca se notaron en el producto final. En esta oportunidad la producción fue más organizada y pese a todo decepciona por su falta de creatividad a la hora de explorar los nuevos personajes. El conflicto principal es extremadamente predecible a tal punto que si viste el tráiler podés adivinar con facilidad la resolución del misterio y la película carece de una identidad propia. En los primeros 10 minutos de este film, con la introducción de Tessa Thompson, encontramos los mejores momentos del trabajo del director F.Gary Gary. La presentación de la protagonista está muy bien construida y durante el primer acto la película tiene un enorme potencial. Sin embargo, una vez que la heroína se incorpora a la agencia de los Hombres de negro, los guionistas se quedan sin ideas y el film se encamina por un terreno demasiado familiar. Chris Hemsworth, quien interpreta una parodia de James Bond, se complementa muy bien con Thompson y juntos logran que el espectáculo al menos sea entretenido. La cuota feminista que hoy es menester en todas las producciones de Hollywood se trabajó con mucha moderación. Hay un par de chistes sobre el concepto de “Hombres de negro” pese a que la agencia cuenta con personal femenino pero no pasa de ese punto. En ese sentido la historia puede percibirse más conservadora de lo que se esperaba, pero por otra parte tampoco está mal darle un descanso al adoctrinamiento de la corrección política. Con respecto al contenido humorístico, en general es decente y encuentra sus mejores momentos a través de un nuevo alienígena que tiene intervenciones efectivas. La gran decepción de esta película para mí pasa por el tratamiento de la acción, donde se podía esperar mucho más de Gary Gray, quien brindó secuencias estupendas en la remake de la Estafa maestra y la última entrega de Rápidos y furiosos. Salvo por una persecución en moto que está bien lograda el resto de su labor en este campo es olvidable. En resumen, Hombres de negro: Internacional funciona para desconectarse un rato de la realidad cotidiana, pese a que no le aporta nada nuevo e interesante a esta saga del estudio Sony.
Aunque el título en castellano no suene muy prometedor, Mi mascota es un león es la mejor película sobre animales que se estrenó en el último tiempo y representa una grata sorpresa del cine francés. Una propuesta que contó la producción de Jaques Perrin, responsable de dos obras maestras del género documental como Microcosmos (1995) y Nómadas del viento (2001). La particularidad de este film es que tiene un contenido mucho más serio y maduro de lo que dio a entender su campaña promocional. El relato presenta un coming of age femenino centrado en el proceso de maduración de una chica y su relación con un león salvaje al que adopta de cachorro. Una característica muy especial de esta propuesta es que fue realizada con el mismo recurso que implementó Richard Linklater en Boyhood. En este caso el director Gilles de Maistre completó el rodaje del film durante un período de tres años en el que registró el crecimiento real de la protagonista y el león, desde que era un cachorro hasta que entró en la adultez. Toda la interacción entre ellos es muy realista y le otorga una carga emocional enorme a la trama. La típica historia del proceso de maduración de la infancia a la juventud en este caso se potencia con el crecimiento del león que eventualmente afectará el vínculo entre ellos. En estos días donde es común que los animales sean reemplazados por efectos digitales la obra del realizador francés ofrece un relato muy emotivo con interacciones genuinas entre los miembros del reparto y los leones. La película logra ser emotiva sin manipular el melodrama y expresa un mensaje contundente sobre los horrores de la caza por entretenimiento, que lejos de ser un lugar común refleja una problemática vigente en la actualidad. Muy especialmente en el continente africano que representa el escenario principal de este relato. Cabe destacar que este film también despertó las críticas de varias asociaciones protectoras de animales en Europa por el hecho que se utilizara el desarrollo real de un león cachorro para este proyecto, que además fue supervisado por el famoso naturalista Kevin Richardson. Un sudafricano conocido como “el encantador de leones” que es muy criticado por las organizaciones que se dedican a la protección de las especies en extinción, debido a su ideología de incentivar el contacto de la gente con los animales salvajes. Un tema que sin duda se presta para su debate. Ahora como propuesta artística la película es formidable y no sorprende en absoluto que se encamine a convertirse en la producción francesa más taquillera del 2019. Para los amantes de este tipo de historia es una gran recomendación para tener en cuenta.
Era la crónica de una muerte anunciada. Los avances no eran prometedores y el enorme desgaste que arrastra esta franquicia ya había afectado notablemente la última entrega, Apocalipsis, estrenada en el 2016. El nuevo film de los X-Men estuvo plagado de problemas con numerosos reshoots que a último momento intentaron atenuar las reacciones negativas que obtuvo el estudio Fox en las funciones de testeo con el público. La realidad es que nadie esperaba que brindaran una película de la calidad de Logan, pero sí que se hiciera un esfuerzo por darle un cierre digno a una saga que reinventó el género superhéroes en la industria de Hollywood. Los mutantes merecían una despedida más noble y en esta cuestión reside la mayor decepción de este estreno. Dark Phoenix es un film bastante aburrido donde sobresale el desgano de los actores en estos roles y la incapacidad y pereza de los realizadores por hacer algo interesante con este conflicto. Un arco argumental clásico de los cómics de Marvel que ya se había trabajado de un modo paupérrimo en X-Men 3. Lamentablemente, la nueva adaptación que se presenta en esta oportunidad, con un reparto diferente, no es superior. Básicamente es una remake pobre del film del 2006 sin Wolverine. Toda la caída de Jean Gray acá se resumió de un modo tonto y acelerado y la dirección de Simon Kinberg nunca consigue generar situaciones dramáticas o de suspenso relevantes para capturar la atención del público por el relato que se narra. Tampoco resultó de gran ayuda que el personaje principal quedara a cargo de una gélida Sophie Turner, quien parece haber trabajado en esta producción completamente anestesiada. La actriz no trasmite ninguna emoción genuina a lo largo del conflicto y presenta el mismo nivel de desgano que sus compañeros. Todas las grandes figuras, como James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence y Nicholas Hoult ofrecen interpretaciones en piloto automático como si no hubieran tenido ganas de ser parte de este proyecto. Durante el desarrollo del film en ningún momento se gesta algún clima de despedida de la franquicia porque el espectáculo se plantea de un modo genérico sin ningún tipo de creatividad por hacer algo interesante con esta historia. En esta oportunidad incluyeron como villanos a un grupo de alienígenas patéticos, que son un robo de los Skrulls que aparecieron en Capitana Marvel y no hacen otra cosa que brindar el peor personaje en la carrera de Jessica Chastain, quien tiene un rol penoso en esta producción. La culpa no es de ella que es una gran artista sino del director que jamás supo aprovecharla dentro del argumento. El rol de Chastain lo podría haber interpretado cualquier actriz ignota o debutante que era lo mismo porque el aporte que presenta es irrelevante. En el pasado los primeros filmes individuales de Wolverine fueron flojos y tuvieron sus problemas pero al menos ofrecían un espectáculo entretenido dentro del género. Por el contrario, Dark Phoenix resulta bastante aburrida y quienes lleguen cansados al cine corren con grandes chances de terminar en los brazos de Morfeo debido a la dirección desapasionada de Kinberg. La secuencias de acción son un bodrio absoluto, en parte porque repiten las mismas situaciones redundantes que vimos en todos los filmes previos y tampoco hubo una intención de sorprender con algo diferente. Personajes como Quiksilver que Brian Singer supo hacer brillar en este tipo de momentos en manos del nuevo director terminaron completamente desaprovechados. Todo se resuelve de un modo muy predecible y el film no hace nada por darle una conclusión más emotiva y decorosa a una saga que le brindó tanto al estudio Fox. Esquilmaron los personajes al máximo y cuando se les acabó el negocio porque Disney compró el estudio los desecharon con una película desganada como Dark Phoenix. Por lejos, la peor propuesta de la saga X-Men y eso que detesté en su momento la tercera entrega dirigida por el proscripto Brett Ratner. El punto es que si los realizadores y artistas contratados no presentan el menor entusiasmo a la hora de brindar un producto más digno cabe preguntarse por qué el público debería pagar una entrada al cine para ver estos espectáculos soporíferos. Queda la esperanza que los mutantes algún día vuelvan a resurgir con un tratamiento más cariñoso en el Universo Marvel, aunque después de estas últimas producciones lo ideal sería que los dejaran descansar un par de años.
La historia de Elton John parece cumplir el decálogo del manual de vida de la estrella de rock, con las clásicas dificultades familiares, esfuerzos por conseguir el éxito, los excesos con drogas y su eventual recuperación de las adicciones. Debido a la familiaridad que presentan estas temáticas, luego de ver Rocketman queda la sensación que si el propio compositor no hubiera sido el productor ejecutivo de este proyecto tal vez la película nunca hubiera existido. John es un pianista excepcional y tiene un repertorio con canciones magníficas, pero la realidad es que nunca fue uno de esos artistas que dejaron una huella irrepetible en la historia del rock y la música popular en general, como David Bowie, Bob Dylan o Michael Jackson. No sé cuantos cineastas se morían de ganas por narrar la vida de este intérprete en el cine. Frente al desafío que generaba desarrollar un relato con tantos lugares comunes, el director Dexter Fletcher logró encontrarle una vuelta interesante a esta producción que termina por ofrecer un espectáculo muy ameno. Fletcher fue el responsable de concluir Rapsodia Bohemia tras el despido de Brian Singer y en este proyecto brinda una película muy superior dentro de la temática que trabaja. Rocketman tiene la particularidad de combinar el esquema de biografía tradicional con el género musical, donde se nota una influencia notable del cine de Alan Parker y muy especialmente de Ken Russell (Tommy). De Russell toma todos esos elementos kitsch que tenían los clásicos del cineasta inglés en los años ´70 y acá se pueden apreciar en las secuencias más excéntricas. No es ninguna casualidad que en un momento de la historia se escuche el clásico de The Who, Pinball Wizard, el tema más famoso de Tommy. Una película en la que el propio Elton John interpretó a un campeón de flippers. En esta producción aparentemente todo está relacionado. El guión corrió por cuenta Le Hall, el creador del musical Billy Elliot, que contó con canciones de John y en su versión para cines tuvo como protagonista a Jamie Bell, quien interpreta en este film al compositor Bernie Taupin. La trama se concentra en los orígenes del músico hasta los comienzos de los años´80 y el lanzamiento del famoso video clip, Im Still Standing, que realizó Russell Mulcahy, el director de Highlander. La elección de este período tiene sentido ya que la vida de Elton a partir de ese momento se volvió mucho más tranquila y dejó de comportarse como el rocker descontrolado por las drogas de los años ´70. La película de Fletcher ahonda en la psicología del protagonista y no tiene miedo en explorar los momentos oscuros del músico de un modo más honesto. Una de sus grandes virtudes reside en el tratamiento que tuvieron en la trama las canciones clásicas de John. La película de Queen era un pastiche de grandes éxitos donde los temas famosos aparecían de un modo forzado. La escena del We Will Rock You, por ejemplo, si se quitaba del film no afectaba en absoluto el desarrollo de la historia. Por el contrario, en Rockteman las canciones se incorporaron como un instrumento más de la narración que se relacionan con los sentimientos o situaciones que atraviesa el protagonista. No siempre los temas se aferran a una rigurosidad cronológica pero funcionan perfectamente dentro de la dirección de Fletcher. Un claro ejemplo es el uso de Saturday Night´s is All Right for Fighting que Elton no escribió cuando tenía 12 años y en esta película se la implementa muy bien, dentro de una secuencia musical que representa el coming of age del artista y su paso de la infancia a la juventud. Un párrafo aparte merece la labor extraordinaria de Taron Egerton en el rol principal, quien presenta un trabajo de composición mucho más complejo que el de Rami Malek con Freddie Mercury. Egerton tal vez no luce exactamente igual a Elton pero logra darle vida al personaje en una interpretación donde no sólo canta con su voz, sino que además se desenvuelve de un modo impecable en las secuencias musicales. Su trabajo nos permite conocer al músico a través de los diferentes matices de su personalidad y es el corazón que hace funcionar esta película. Rocketman deja muy en claro que Taron no es un paracaidista de la industria que tuvo un golpe de suerte, sino que es un actor talentoso que está destinado a cosas grandes en el cine. Otra figura destacada del reparto es Jamie Bell, como el compositor Bernie Taupin, que en mi opinión brinda la subtrama más interesante de este film. Toda la relación de hermandad con Elton está muy bien desarrollada y sobresale entre los temas más atractivos de esta producción. Si hubiera que resaltar alguna debilidad de Rocketman es que por momentos se excede con el victimismo del artista. A lo largo de la historia conocemos a numerosos personajes que fueron responsables de convertir su vida en una experiencia miserable pero la autocrítica del cantante por los errores cometidos es mínima. La culpa siempre está puesta en el rol que cumplieron las personas que lo rodeaban. El tercer acto del film cuando se empiezan a cerrar los diversos conflictos se siente muy acelerado y algunos miembros del reparto como Bryce Dallas Howard, en el rol de la madre de Elton, y John Madden como el manager John Reid se ven algo sobreactuados. Reid directamente es retratado como la versión gay de Pierre Nodoyuna y su papel en la trama parece algo exagerado. De todos modos son minucias que no afectan en absoluto el buen espectáculo que ofrece Rocketman con esta biografía musical del compositor inglés.
Godzilla II no sólo consolida al MonsterVerse como la franquicia más sólida que posee el estudio Warner en la actualidad, sino que además brinda la mayor reunión épica de los monstruos tradicionales asiáticos que se registró en este siglo. El último antecedente notable en abordar este concepto había sido la producción japonesa del 2001, Giant Monsters All-Out Attack, un hermoso festín bizarro donde el famoso reptil terminaba literalmente a las piñas con dos personajes icónicos, como Mothra y King Ghidora. Sin embargo esta nueva entrega hollywoodense elevó la misma premisa a otro nivel por medio de un tratamiento brillante de la acción y una buena adición de elementos del cine de terror. En esta oportunidad Warner apostó a un cambio de director que en mi opinión resultó una jugada clave en el resultado final de este film. Gareth Edwards, realizador de la primera entrega de Godzilla, fue reemplazado por Michael Dougherty (viejo colaborador como guionista de Brian Singer en Superman regresa y la saga X-Men), quien sobresalió en el cine de horror con Trick ´R Treat (2007) y Krampus (2015). Dougherty propone una película mucha más dinámica que aprovecha mejor la presencia de los monstruos dentro de un argumento entretenido. En términos generales la presencia de los personajes humanos suele ser una molestia en estas películas y tiene la finalidad de llevar adelante un conflicto que justifique la batalla de los bichos gigantes. La trama que propone Dougherty en este film se podría calificar de decente y los nuevos personajes principales son afables y no estorban el desempeño de los monstruos que se destacan como la principal atracción. De hecho, el guión es completamente superior a las últimas propuestas que brindó el cine asiático en este género y no contamina el conflicto con situaciones de humor estúpidas. Los japoneses encontraron el balance perfecto en esta cuestión en la excelente Shin Godzilla, del 2016, que tenía un gran argumento, pero es una rareza que no representa a la mayoría del cine Kaiju. Godzilla II le se impone ante el cine asiático con una de las más sobresalientes entregas que tuvieron estas famosas criaturas en la pantalla grande. King Ghidora (el personaje que tiene tres cabezas) jamás se vio tan aterrador, sádico y espectacular como en esta producción norteamericana que lo resalta como un villano memorable. Después te encontrás con un Rodán completamente sacado e inspirado en su maldad, Mothra que tiene algunos momentos magníficos, y sumado al retorno del reptil la película termina por brindar una auténtica fiesta en la pantalla grande. Al menos para quienes somos fans de este género y crecimos con los clásicos asiáticos. La posibilidad de ver las típicas batallas de monstruos grotescas con este nivel de realización es una experiencia formidable. Dentro de este contexto, el fan service, con la inclusión soberbia que emplea el director de las melodías japonesas clásicas de Godzilla y Mothra, aporta un contenido nostálgico notable que no pasa desapercibido. La sensación que deja esta película es que hubo un compromiso de Michael Dougherty por brindar el mejor espectáculo posible y sería injusto no reconocerle eso a su labor de dirección. La cohesión entre las criaturas y los humanos es perfecta y a nivel visual le pasa el trapo a muchos producciones recientes. Un tema que muchas veces solemos dar por descontado, cuando la realidad es que la mayoría de los filmes hollywoodense tienen severas falencias en el uso de los efectos digitales. Un claro ejemplo es Aladdin donde la alfombra mágica en las secuencias de vuelo parece atada con alambre. En esta continuación sobresale todo el diseño impecable que tuvieron las criaturas y sus desplazamientos fluyen con mucho realismo. En los últimos 40 minutos, cuando el relato del director se convierte en el Wrestlemania de los monstruos gigantes, asistimos a un espectáculo que para mi gusto personal sobresale entre los mejores momentos de Godzilla en la historia de su filmografía. Realmente no sé si todo el mundo disfrutará con el mismo entusiasmo esta película pero si les puedo asegurar a los fans del género que no saldrán decepcionados del cine. Recomiendo verla en una pantalla que tenga el mejor sonido posible y recuerden que al final de los créditos hay una escena adicional.
Aladdin quedará en el recuerdo como la primera película impersonal y desapasionada de la filmografía de Guy Ricthie. Un artista que a lo largo de su carrera siempre impuso la impronta del cine de autor en todos los proyectos que abordó. Ya sea que trabaje el género gánster, el thriller de espionaje o la fantasía, en sus obras se puede reconocer con facilidad un estilo propio de realización. En esta oportunidad Ritchie realizó el film bajo el látigo del ratón Mickey, quien fue el verdadero director de esta remake. A lo largo de la trama el cineasta inglés muestra una mínima rebeldía ante el yugo del ratón y en ocasiones aparecen pinceladas de su arte pero son muy escasas. El panorama que ofrece esta producción es muy decepcionante porque ante un artista de estas características se podía esperar un poco más. Podemos resaltar una secuencia de acción donde Ritchie incluyó una linda referencia a El Ladrón de Bagdad (1924) con Douglas Fairbanks, pero en general se nota que esta película no es suya. Aladdin no deja de ser otro exponente que consolida la peor crisis creativa en la historia de los estudios Disney. Con toda la plata del mundo no se les cae una idea y acuden a estos refritos insulsos, destinados a un segmento del público que alaban estas cosas por la nostalgia de su infancia. En Dumbo, que era otra remake innecesaria, al menos tenía las características del arte de Tim Burton y el director trabajó al personaje con una historia completamente diferente. Había cine, ideas y momentos emotivos. En esta producción siguieron el mismo camino que La bella y la bestia, donde se limitaron a copiar el clásico de 1992 sin aportar nada relevante y lo poco que agregaron encima resultó fallido. El lenguaje cinematográfico de los dibujos animados tiene características propias que son imposibles de clonar en un espectáculo live action. Por ese motivo las secuencias de acción, las personalidades de los protagonistas o el clímax de la trama, que era emocionante en la versión original, acá se recrea de un modo forzado. En Aladdin todo se ve falso y la narración jamás consigue conectarnos con la magia de la obra original. Más que una película este estreno parece un espectáculo teatral de los parques temáticos de Disney filmado para una pantalla de cine. Esa es la sensación que tuve durante el visionado. El protagonista se desenvuelve en un mundo donde las calles de Bagdad lucen demasiado limpias y el resto de los personajes, hasta los comerciantes pobres, aparecen impecablemente vestidos. Resulta increíble que con un presupuesto de 183 millones de dólares, en pleno 2019, no pudieran lograr que las secuencias de vuelo con la alfombra mágica se vieran reales. Los efectos digitales en generan se perciben muy artificiales. En lo referido al reparto, las actuaciones son de medio pelo salvo por dos excepciones. Will Smith es la gran figura que levanta por completo el aburrimiento que genera este film donde no hicieron nada creativo con este clásico personaje de Las mil y una noches. Smith tuvo la inteligencia de no copiar la emblemática interpretación de Robin Williams y construyó un personaje diferente que no se apega al genio de la versión animada. Sus intervenciones son muy amenas y es una pena que el resto de la película no siguiera el mismo camino. Naomi Scott como Jazmín sobresale con una gran interpretación vocal en las secuencias musicales, pese a que Disney arruinó el personaje con la ya irritante agenda progresista. En esta película la protagonista tiene toda una subtrama de empoderamiento femenino que resulta un lugar común innecesario. En la historia de esta compañía la princesa Eilonwy de El caldero mágico (1985) y Jazmín, en Aladdin, fueron las pioneras en romper con los arquetipos femeninos en largometrajes de animación. En el caso de la princesa árabe ella ya era un personaje empoderado, independiente y autosuficiente. Resaltar esto con la nueva canción Speechless, de un modo tan burdo, es un lugar común que se siente completamente forzado por la agenda política del estudio. La canción es buena pero parece pertenecer a otra película. La verdad que cuesta mucho entender las alabanzas a este film cuando convirtieron a Jafar, uno de los mejores villanos que brindó el estudio en su filmografía, en un personaje tonto que además terminó completamente desdibujado en la remake. La culpa no es del actor Marwan Kezari, que es un buen artista, sino del guión y la dirección que no le dieron el espacio para sobresalir un poco más en el rol. Quienes busquen una salida de karaoke para cantar los clásicos de esta banda de sonido tal vez la disfruten más, ahora como propuesta cinematográfica Aladdin es de lo más olvidable que brindó la filmografía live action de Disney en el último tiempo.
Brightburn es esa clase de películas que parecen atractivas al leer el concepto en una sinopsis, probablemente les pasó esto a los ejecutivos del estudio Sony, pero después resulta decepcionante cuando descubrimos su ejecución. James Gunn, el director de Guardianes de la galaxia, produjo este film que contó con el guión de sus hermanos, Mark y Brian, responsables de Viaje 2: La isla misteriosa, con The Rock. En este proyecto concibieron una deconstrucción del mito de Superman con la picardía necesaria para evitar una demanda por plagio de la compañía DC Comics y el estudio Warner. De todos modos consiguieron incluir referencias directas a la historia del Hombre de Acero que en este caso se fusiona con el género de terror. La idea de trabajar el origen de este famoso personaje desde una perspectiva macabra, donde asistimos en esencia al nacimiento de un supervillano sádico, tenía un potencial enorme para brindar un film interesante. Algo que en ocasiones el director David Yarosvesky consigue establecer en su fallido relato. Muy especialmente en el primer acto. En Brightburn lamentablemente nos encontramos con dos falencias letales que empañaron la experiencia de disfrutar una propuesta más sólida. En principio si viste el avance ya conocés el 90 por ciento de la trama porque quemaron todos los grandes momentos en los clips promocionales. Nunca terminaré de entender por qué Sony sabotea de este modo sus propios estrenos. No hay más escenas impactantes o giros sorpresivos y las secuencias de horror principales están todas en el trailer. El otro inconveniente es que se siente un film incompleto. La sensación que deja esta producción es que los realizadores les vendieron el proyecto conceptual al estudio sin tener una clara idea sobre como desarrollarían la trama. Luego se metieron en un embrollo y cerraron el conflicto como pudieron para entregar la obra terminada. La primera mitad del film tiene muy buenos momentos cuando se empieza a trabajar el mito oscuro de Superman y se presenta al protagonista y sus padres adoptivos. El relato construye con éxito algunas escenas de tensión y Brandon, el falso Kal-El, consigue ser interesante. El tema del bullying en la escuela y la sobre protección de su madre (que brinda una muy buena labor dramática de Elizabeth Banks) son elementos que nos permiten descubrir el entorno del protagonista y despiertan interés. Ahora bien, la clave de esta historia pasaba por conocer cuáles eran los factores que convertían a un niño de otro planeta, que cuenta con enormes poderes, en un desquiciado psicópata que pone en jaque a la humanidad. Los hermanos Gunn fallaron miserablemente en esta cuestión y de ese modo arruinaron un film que podía haber sido muy superior. El argumento no hace nada por explorar esta idea o al menos desarrollar un poco más la cultura alienígena de donde proviene el protagonista. De la nada Brandon, a cargo de un insulso Jakson A. Dunn, se convierte en un asesino descontrolado simplemente porque su familia extraterrestre le envía un wassup telepático para cumplir una misión determinada. El origen del villano tiene un tratamiento mediocre y tenemos que aceptar el cambio drástico de su comportamiento porque así lo determinó la holgazanería de los guionistas. Ante esta notable debilidad argumental la película luego se vuelve redundante. El director Yarovesky encara el resto del relato a través del slasher clásico a través de un espectáculo predecible que en alguna ocasión roza la estupidez. Por ejemplo, la extrema actitud ingenua de los padres antes las cosas que hace su pequeño psicópata es complicada de digerir. La trama tiene la intención de subvertir el mito de Superman pero su ejecución resulta simplista y decepcionante, debido a que no hicieron nada notable con la fusión de géneros. El origen del villano deja muchas incógnitas sin resolver por la sencilla razón que nunca tuvieron una idea definida sobre el cuento que deseaban narrar. Una pena porque el concepto del film era atractivo y daba para más. Brightburn tampoco es una película mala, funciona para entretenerse un rato y tiene un reparto decente. Sin embargo, si eligen verla en el cine, recomiendo moderar las expectativas ya que es una propuesta que queda en el olvido con rapidez.