Hay que darle un descanso definitivo a las historias de Pablo Escobar en el cine y la televisión porque no dan para más. Todo lo que había para contar ya se hizo en producciones recientes como la telenovela El patrón del mal y la serie de Netflix, Narcos. Salvo que se trabaje la temática desde una óptica diferente, como fue la película de Tom Cruise, Barry Seal, estos filmes resultan redundantes. Este es el gran problema que tiene la propuesta protagonizada por Javier Bardem que presenta una versión hollywoodense simplificada, superficial e intrascendente sobre el famoso narcotraficante colombiano. Es una lástima que el actor español terminar vinculado con esta producción porque hacía muchos años que él intentaba interpretar a Escobar en el cine. Originalmente iba a ser parte de Killing Pablo, basada en el excelente libro de investigación periodística de Mark Bowden (La caída del halcón negro), que Ridley Scott iba a producir con dirección de Joe Carnahan (Brigada A). La historia se centraba en la operación militar que acabó con la vida del delincuente pero el proyecto se pinchó y quedó en la nada. Bardem finalmente se dio el gusto de interpretar a Escobar en esta película española mediocre pensada para el público norteamericano. La trama narra el ascenso y caída del criminal desde la perspectiva de la periodista Virginia Vallejo, quien fue amante de Escobar y la responsable de insertarlo en el mundo de la política colombiana. Un personaje a cargo de una sobreactuada Penélope Cruz que en la mitad del film pierde relevancia para quedar marginada a un rol secundario. Este film tiene dos problemas graves que impiden su recomendación. En principio se estrena después de la serie Narcos que trabajó la misma historia con una mayor complejidad y comprensión de la temática del narcotráfico. La película del director Fernando León de Aranaoa desperdicia la presencia de Javier Bardem con un relato superfluo que narra a las apuradas la historia de Escobar sin profundizar en el personaje y el contexto en el que surgió el delincuente. Por otra parte, los realizadores tuvieron la fatal idea de filmar esta historia con todos los actores hablando en inglés con un supuesto acento colombiano que tira por la borda la poca credibilidad que ya tenía este relato. En la intención de llegar comercialmente al público norteamericano arruinaron el proyecto porque los personajes suenan ridículos. Que los colombianos hablen permanentemente en inglés en su propio país no es creíble y atrasa un par de décadas. Desde el estreno de Traffic (2000), de Steven Soderbergh, inclusive se respetan más estas cuestiones en las producciones norteamericanas de la actualidad. La labor de Bardem no está mal pero parece una caricatura frente a la brillante composición que presentó el brasileño Wagner Moura en la producción de Netflix. La verdad que no vale la pena perder el tiempo con esta película, ya que la misma historia se puede disfrutar en producciones superiores.
Hellfest es una película de terror que fue masacrada por la prensa norteamericana hace unos meses con un ensañamiento exagerado. No representa uno de los mejores estrenos del año dentro de este género pero es una propuesta clase B que el fanático del subgénero slasher puede llegar a disfrutar. Gregory Plotkin, quien dirigió el bodrio, Actividad paranormal: Dimensión fantasma (la entrega final de esa saga) en este caso construye un film con todos los elementos clásicos de las historias de asesinos enmascarados de los años ´80. Su obra no reinventa esta temática y contiene todos los clichés familiares que se relacionan con estos relatos, pero en materia de entretenimiento funciona muy bien. El concepto de la trama está bueno y probablemente hubiera resultado mejor con un guionista más creativo. Plotkin desarrolla el relato con personajes adolecentes intrascendentes, cuyas muertes generan indiferencia porque no se establece ninguna conexión con ellos. El espectador simplemente se limita a ser testigo como caen de a uno bajo el cuchillo del psicópata de turno hasta que queda la tradicional “final girl”. No hay alusiones a las motivaciones del villano y tampoco se explica por qué se obsesiona con un grupo puntual de adolescentes en un parque de diversiones donde hay miles de personas. Un detalle que vale la pena destacar de esta producción es la imponente labor que hicieron en el diseño de producción. La decoración de los diversos escenarios que se presentan en las atracciones del parque es increíble por todos los detalles macabros que contiene y dan ganas que el parque Hellfest existiera en serio. Recién en la escena final el director Plotkin le añade un giro muy interesante al villano que con un guionista decente podría brindar una futura continuación. La película deja abierta esa posibilidad pero la concreción del proyecto dependerá de la recaudación internacional que consiga. Reitero este punto, Hellfest no es un gran estreno de terror pero para los nostálgicos del slasher tradicional puede resultar un pasatiempo entretenido.
Infiltrado del KKKlan no sólo es uno de los estrenos más destacados del año, sino que además califica como la mejor película que brindó la filmografía de Spike Lee desde La hora 25. Su nueva labor fue inspirada por la increíble historia real de Ron Stallworth, el primer policía negro de Colorado Springs que llegó a infiltrarse en los rangos más altos de la organización racista Ku Klux Klan. Uno lee la sinopsis de este film y parece una comedia concebida por los hermanos Coen, pero los hechos ocurrieron en 1978 y recién se hicieron públicos en el 2014, cuando Stallworth publicó el libro “Black Klansman”, donde reveló los detalles de la curiosa investigación que lideró. Spike Lee no presenta una crónica rigurosa de esos hechos, sino que toma el caso real como un disparador para reflexionar sobre los eternos conflictos raciales en Estados Unidos que no cambiaron en absoluto en más de 40 años. El director desarrolla el conflicto a través del género policial y una narración muy amena que tiene numerosos momentos graciosos por las situaciones disparatadas que presenta la trama. Una particularidad muy interesante de esta propuesta es que Lee toma al personaje del detective Stallworth como un vehículo para explorar las tensiones raciales y la intolerancia desde diferentes perspectivas. Por un lado se retrata la desquiciada ideología que profesan los miembros del Ku Klux Klan, pero la película tampoco ignora la intolerancia que existía también en las agrupaciones revolucionarias como el Partido Pantera Negra de la que el cineasta es claramente crítico. En el medio del caos social y político se encuentra este detective que busca combatir a los supremacistas blancos pero tampoco comulga con el hecho que los ciudadanos negros deban armarse para una nueva guerra civil. El director vuelve a analizar la segregación racial y la brutalidad policial en su país en una trama que tiene como escenario los años ´70 pero trabaja problemas que tienen vigencia en los Estados Unidos de la actualidad. Un detalle que me pareció fascinante de este film es el modo en que el director insertó numerosas referencias a la cultura popular del cine. Desde aquellas producciones que incentivaron el racismo como El nacimiento de una nación, de David Griffith a los clásicos del Blaxploitation (el cine de la comunidad negra de los años ´70) que tenía sus personajes positivos, como las heroínas encarnadas por Pam Griem y Shaft, y otros como Superfly que se movían en los ambientes de la prostitución y las drogas. Dentro del reparto la gran sorpresa la brinda el hijo de Denzel Washington, John David Wasghington, quien heredó el carisma y talento de su padre y se destaca con un gran trabajo en el rol principal. Después de este film seguramente lo encontraremos más seguido en el cine. En papeles secundarios sobresalen también Adam Driver, Thoper Grace, como el líder del Ku Klu Klan y el cantante Harry Belafonte en una gran participación especial. El relato del director se alarga más de lo necesario en el tramo final y como suele ocurrir con sus obras el mensaje político que expresa no se destaca precisamente por la sutileza con las que comunica sus ideas, pero la verdad que resulta efectivo. Infiltrado en KKKlan es una película necesaria que te hace vivir diversas emociones. Te roba varias carcajadas durante el desarrollo de la trama para dejarte en silencio frente a la pantalla en los últimos dos minutos. Una de mis películas favoritas del año que recomiendo no dejar pasar en el cine.
Matar o morir es un estreno decepcionante para tratarse de una película de Pierre Morel, uno de los mejores realizadores del cine de acción que surgieron en los últimos años. Si este mismo film lo hubiera hecho Steven C.Miller, responsable de las últimas producciones de Bruce Willis para el dvd uno podría ser más indulgente, pero de Morel se espera mucho más porque es un director que conoce y domina perfectamente este género. El artista francés, que en el pasado brindó joyas como Distrito 13 y Búsqueda implacable, en este caso presenta su proyecto menos inspirado a tal punto que ni siquiera parece filmado por él. La trama trabaja el trillado concepto de El vengador anónimo desde una perspectiva femenina, una idea que el director Neil Jordan exploró hace unos años en una película superior como fue Valiente, con Jodie Foster. El problema con esta producción es que Morel no hizo el menor esfuerzo por hacer algo diferente con esta premisa y eso la vuelve extremadamente predecible porque ya vimos el mismo argumento centenares de veces. La mejor remake del clásico con Charles Bronson la hizo James Wan en Sentencia de muerte, con Kevin Bacon, y todavía no la pudieron superar. En el caso de Matar o morir Jennifer Garner rema con mucho profesionalismo su personaje, que le permite ofrecer una buena interpretación dramática pero no alcanzó. El argumento se desarrolla de un modo muy predecible sin ningún tipo de suspenso y las secuencias de acción no están al nivel de lo que solemos encontrar en un trabajo de Morel. Inclusive París en la mira (John Travolta) y The Gunman (Sean Penn) contaban con escenas de tiroteos y persecuciones más intensas donde se podía apreciar el talento del director en este campo. Por otra parte, el hecho que el concepto del vengador anónimo en este caso se trabaje con un personaje femenino resulta irrelevante por el modo en que se desarrolló la trama, donde abundan las situaciones inverosímiles. Algo que no ocurría en el thriller En la sombra, con Diane Krueger, que abordaba un relato similar, más enfocado en la experiencia de duelo de la protagonista y las consecuencias que generaba su deseo de venganza. El personaje de Jennifer Garner en cambio pasa de ser un ama de casa normal a la hermana de John Wick sin una transición creíble y eso afecta bastante a la película. En resumen, Matar o morir si bien se deja ver gracias a la interpretación de su protagonista, no deja der ser un film olvidable debido a su falta de originalidad y el hecho que no ofrece la mejor labor de su director.
Los zombis nazis constituyen un subgénero aparte dentro del cine de terror y desde hace más de 70 años aparecen con frecuencia en la pantalla grande. Curiosamente el primer antecedente, Revenge of the zombies, surgió en 1943 mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial. John Carradine interpretaba en esa producción a un científico loco alemán que se proponía crear una raza de muertos vivos para el Tercer Reich. Ya en la era post George Romero, los zombis nazis empezaron a tener más popularidad en filmes como Shock Waves (1977), Zombie Lake (1981), la española La tumba de los muertos vivientes (1981) y más recientemente los encontramos en las franquicias Outpost y Dead Snow. Luego de ver esas películas estoy convencido que Operación Overlord es la mejor de todas y sobresale por la originalidad con la que se trabajó este concepto. Si bien el director Julius Avery trabaja algunos elementos en el argumento que ya se vieron en los títulos mencionados, su obra también tiene identidad propia. Uno de los motivos por lo que esta producción opaca a los antecedentes previos de zombis nazis reside en el modo en que se combinó el cine de horror puro con el drama bélico. Avery llevó el concepto a otro nivel y ofrece una propuesta fascinante. La primera media hora trae a recuerdo lo que fue la experiencia de descubrir Del crepúsculo al amanecer, de Robert Rodríguez, donde en un comienzo te olvidabas por completo que se trataba de una historia de vampiros. En Overlord sucede algo similar en el primer acto, que prácticamente parece un capítulo perdido de Band of Brothers. El drama bélico está muy bien elaborado con personajes atractivos que enseguida despiertan interés por la misión que emprenden. Avery logra que te olvides del cine de horror y luego sorprende con el giro fantástico. Sin embargo su relato nunca se aleja completamente del drama de guerra, más allá del desquicio gore que cobra fuerza en el último acto. La película apuesta en general a los efectos especiales prácticos y toda la dirección de las secuencia de acción son impecables. El director le hace justicia a los zombis nazis y termina por opacar a los antecedentes previos por el dominio que presenta su labor en el terreno del suspenso. Aunque no hay caras conocidas en el reparto el equipo que conforman los protagonistas tienen muy buena química entre sí y esto genera un mayor interés por las situaciones que atraviesan sus personajes. Después de Overlord los fans de Flash Gordon tenemos motivos suficientes para entusiasmarnos por el próximo regreso de este ícono del cómic en el cine a cargo de Julius Avery. Al menos desde la apuesta visual y la acción no debería defraudar. Me gustó mucho este film y lo recomiendo. Junto con Hereditary y la última Halloween califica entre lo más destacable que brindó el género de terror este año.
El hospital psiquiátrico Gonjian ubicado en la localidad de Gwangju, en Corea del sur, en los últimos años obtuvo gran popularidad por ser reconocido como uno de los edificios embrujados más aterradores de ese país. De acuerdo a la leyenda popular el lugar cerró sus puertas a fines de los años ´90 cuando se empezaron a acumular las muertes de pacientes que no tenían explicación. La energía del edificio aparentemente estaría afectada por la presencia de fantasmas de personas que murieron durante la Guerra de Corea de 1950. El hospital quedó abandonado con todo el mobiliario y la verdad que es un lugar perturbador. Se hicieron documentales de televisión que cubrieron este tema y hay bastante información en internet. Obviamente la industria del cine coreano no se iba a perder la oportunidad de realizar un film de horror y Gonjian: Hospital maldito no hizo otra cosa que explotar esta cuestión. Algo que no les hizo ninguna gracia a los corredores inmobiliarios que hace más de una década intenta vender sin éxito esa propiedad. Después de este film creo que sus posibilidades serán prácticamente nulas. El director Jeon Beom-Sik, quien ya había abordado una historia de hospitales embrujados en Epitafio (2007), en este caso desarrolló la trama dentro del subgénero del found footage, que en el pasado brindó numerosas películas similares. Sin ir más lejos, Gonjian es muy parecida a Terror en Chernobyl que trabajaba el mismo concepto con la ciudad abandonada de Priyapt, tras el accidente en la planta nuclear. La película de Beom-Sik hace un gran trabajo con la reconstrucción del hospital embrujado y esas atmósferas agobiantes que presenta. Este es una propuesta donde la curiosidad que despierta el escenario es más interesante que el relato que se narra, que ya lo vimos infinidades de veces desde el estreno del Proyecto Blair Witch. No hay grandes sorpresas en ese sentido y la trama es muy predecible debido al enorme desgaste que tiene este subgénero. No obstante, el film está bien hecho y hacia el final cuenta con algunos momentos de terror efectivos. Para los espectadores que todavía no se cansaron de ver esta clase de relatos puede ser una opción a tener en cuenta, pero no esperen encontrar algún elemento novedoso.
Aunque El príncipe encantado (The Nutcraker Prince), gran film independiente de animación de 1990, retiene la corona como la mejor adaptación del cuento El cascanueces y el rey de los ratones, de E.T.A.Hoffman, esta interpretación de Disney al menos ofrece una película decente dentro de la filmografía live action del estudio. Al ver esta producción uno no puede evitar preguntarse qué hubiera pasado si el mismo reparto y equipo técnico quedaba a cargo de Kenneth Brannagh. Estoy convencido que probablemente habríamos tenido una de las más grandes propuestas de fantasía de los últimos años. El cascanueces y los cuatro reinos es una propuesta que durante su visionado pide a gritos la mano del cineasta inglés. El simple hecho que Brannagh le aportara apenas el 50 por ciento del encanto y la magia que tuvo Cenicienta, el resultado final de este estreno era otra historia. Lamentablemente la dirección quedó a cargo del Lasse Hallstrom (Casanova, Chocolate) quien demuestra una falta de pasión absoluta por los géneros de la aventura y la fantasía. Esta es una película hecha por un realizador que no tiene la más remota idea sobre cómo encarar la narración de un cuento de hadas para chicos. Hallstrom tarda una eternidad en poner en marcha el conflicto y a lo largo de la trama no hay ninguna escena que despierte emoción por la aventura que vive la protagonista. De hecho, ni siquiera explora la mitología que presenta. Nunca llegamos a conocer los cuatro reinos que se mencionan en el título, ya que gran parte de la trama se desarrolla dentro de un castillo. Hallstrom narra la historia con un tono solemne que desde los aspectos fantásticos calca las desapasionadas películas de Alicia en el País de las maravillas producidas por Tim Burton. El director de Rocketeer y Capitán América, Joe Johnston, fue contratado para filmar numerosos reshoots, luego del rodaje y no sería raro que los momentos más entretenidos de este estreno pertenezcan a su trabajo. Pese a todo, El cascanueces logra ser llevadera por la imponente puesta en escena que presenta. Desde los aspectos técnicos este es uno de los estrenos más espectaculares que se vieron en el año y no es una exageración. El arte que tiene cada escenario y sus decorados, junto con los llamativos vestuarios, contribuyen a que el espectáculo se vuelva fascinante. La película también incorpora de un modo muy efectivo las piezas musicales del ballet de Chaikovski que ofrecen algunas secuencias imponentes. Dentro del reparto, Mackenzie Foy lleva adelante con carisma el rol protagónico y establece una muy buena química con Jayden Fowora-Knight, un actor debutante quien le aporta mucha simpatía al rol del soldado Cascanueces. Una excéntrica Keira Knightley, Helen Mirren y Morgan Freeman aparecen en roles secundarios pero el relato no está enfocado en ellos. La verdad que es una lástima que El cascanueces y los cuatro reinos no pudiera tener otro director más conectado con la fantasía porque el potencial que tenía era enorme. De todos modos, aunque no sea una película memorable creo que los amantes del género sabrán apreciarla por el espectáculo visual que ofrece.
La inolvidable interpretación de Rami Malek y las poderosas canciones de Queen levantan por completo una biografía de manual insípida que tenía el potencial de brindar una película grandiosa. Resulta una macabra paradoja que una banda que pasó a la historia por romper muchísimos convencionalismos en el rock termine retratada en Hollywood como una agrupación tan genérica como la que se presenta en esta obra de Bryan Singer. Nadie podrá negar que el espectáculo funciona. Si lo único que importa es disfrutar de los temas clásicos del grupo en una pantalla de cine a todo volumen, como una especie de Mamma Mia de Queen, este estreno va a satisfacer a mucha gente. La película es muy entretenida, cuenta con un gran reparto, funcionan todos los chistes y las escenas musicales tienen una reconstrucción impecable. Ninguno de esos puntos están en discusión. Malek ofrece una labor extraordinaria y logra transformarse en Freddie Mercury de un modo similar a lo que hizo Jamie Foxx con Ray Charles. Sin embargo, en este caso el artista lleva su interpretación a otro nivel cuando consigue capturar la energía arrolladora del cantante arriba de un escenario, sin que se vea como una burda imitación. Si hay un motivo para recomendar este film es la labor de su protagonista. Otro punto a favor donde sobresale esta producción es la brillante puesta en escena que presenta en la reconstrucción de las secuencias musicales y los diversos períodos de tiempo que trabaja. Cada integrante del reparto tiene un notable parecido físico con la persona real que encarna y en general desde los aspectos visuales no se le puede objetar nada. Ahora como propuesta cinematográfica, dentro del género de la biografía, Rapsodia Bohemia deja un sabor agridulce y se queda a mitad de camino. La obra de Singer retrata la historia de Queen y su líder con un enfoque muy superficial donde se manifiesta una extrema indulgencia hacia los artistas. Todo se desarrolla de un modo acelerado (en especial el primer acto relacionado con el origen del grupo) y el film no llega a profundizar en ninguno de los conflictos que presenta. Hay alusiones a la soledad, la identidad sexual y excesos de Freddie Mercury pero son cuestiones que se abordan superficialmente sin demasiado compromiso, como un mundano melodrama hollywoodense. El resto de los integrantes tienen un rol limitado y Brian May prácticamente es el Arcángel Miguel. En Rapsodia Bohemia se percibe por parte de los realizadores un pánico absoluto por retratar los aspectos más oscuros de la banda y en especial de la vida de Freddie, como si esto luego pudiera tener una repercusión negativa en las reproducciones de Spotify. En consecuencia, la película fusiona un collage de grandes éxitos de Queen con la biografía aséptica del cantante. Salvo por la potencia de las secuencias musicales no es tan diferente a cualquier film de televisión que abordó estos temas en el pasado. En este punto es donde Rapsodia Bohemia presenta una gran debilidad, ya que carece de esa introspección y honestidad que tuvieron otras películas superiores como Johnny y June (la historia de Johnny Cash) o Ray, estrenadas en los últimos años. Por el contrario, esta producción distorsiona la historia de Mercury, especialmente en lo referido a su enfermedad, con el único fin de construir un final melodramático. Los productores buscan hacer llorar al espectador a toda costa y lo logran sin problemas por la manera en que manipulan los personajes y la historia. A Mercury le diagnosticaron el HIV dos años después del concierto del Live Aid y en el film se establece que la frágil salud del artista fue el impulso principal para que Queen apareciera en ese escenario, ya que el cantante sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Un disparate absurdo que supuestamente hay que pasar por alto porque Radio Ga Ga suena bien en la pantalla grande. Nadie esperaba ver un documental pero si una película que presente un retrato más auténtico de los artistas. Si hubo un mensaje inspirador que dejó Mercury fue la integridad y valentía con la que peleó hasta último momento su enfermedad. Freddie cantó literalmente hasta que no se pudo sostener en pie y esos trabajos dieron origen al álbum Made in Heaven, en 1995. Todo eso ni siquiera se le reconoce en este film porque su destino final se resume con la gélida frase de los créditos finales: “Freddie Mercury murió de neumonía el 24 de noviembre de 1991”. Listo. Eso fue todo. Ya aplaudiste We Will Rock You en el cine, ahora volvé a tu casa y dale play a la banda de sonido. Esto no significa que la secuencia final en el Live Aid, con los espectadores digitales, no sea espectacular y emocionante pero la historia real daba material para brindar un film mucho más profundo. A no confundirse, Rapsodia Bohemia no es para nada una mala película, simplemente no está a la altura del trabajo que presenta su protagonista y la jerarquía de Queen en el mundo de la música
La nueva entrega de Halloween está destinada a generar una brecha (como sino ya no tuviéramos pocas) entre los fans del género de terror. Algunos la destacarán entre las mejores producciones de la serie y otros saldrán del cine decepcionados. Podría escribir una reseña negativa con todas las objeciones que mencionarán los detractores, pero la verdad es que la disfruté bastante en el cine. Mucha de las críticas desfavorables provienen de fans extremadamente pasionales que exageran un poco las debilidades que tiene el trabajo del director David Gordon Green. No es la mejor película de terror del año ni marca una bisagra en esta franquicia, pero tampoco es el desastre ofensivo que plantean los análisis más negativos en la web. De entrada es completamente superior a las historias con la hija de Laurie Strode y la maldición celta (Halloween 4, 5 y 6) y funciona como una continuación decente de la película original de 1978. Me cuesta mucho comprar el concepto que esto es peor que Resurrección, la horrenda entrega del 2002. Antes de ir al cine recomiendo repasar otra vez el film de John Carpenter por dos motivos. Además de recordar la historia si no sos seguidor de Michael Myers, sirve para limpiar la mente de los hechos de las películas que vinieron después y que la nueva producción ignora por completo. La obra de Gordon Green es una película con un alto contenido nostálgico y dosis del slasher vintage, al mismo tiempo que reintroduce al icónico asesino en un contexto moderno. Un aspecto interesante dentro de la trama lo conforman las ramificaciones psicológicas que tuvo la primera aparición de Myers en la familia de Laurie Strode. Los vínculos que tienen entre ellos están marcados por la tragedia que la protagonista vivió 40 años atrás y todavía afecta su presente. La interpretación de Jamie Lee Curtis, que es lo mejor de este film, claramente trae al recuerdo a la Sarah Connor de Terminator 2, por su actitud frente al conflicto, pero también cuenta con una mayor vulnerabilidad que le añade otros matices al personaje. En lo referido al tratamiento del villano, el director hace un gran trabajo a la hora de recordarnos por qué Michael es uno de los asesinos más aterradores del género y las situaciones de violencia tienen un tratamiento atractivo. Si bien muchos de los ataques del psicópata siguen la escuelita gore de Rob Zombie, algunos de los momentos más impactantes tienen lugar con las muertes que ocurren fuera de cámara. En varias ocasiones el desastre que deja Myers en su camino resulta mucho más perturbador de ver que las secuencias de violencia gráfica. Un buen giro que le dio Gordon Green a las acciones del villano. Otro aspecto positivo es la música de John Carpenter que se utilizó de un modo excepcional para intensificar las situaciones de suspenso. Los guiños a la obra original son simpáticos y el director no se estanca permanentemente en el homenaje, sino que intenta hacer algo diferente con la dinámica de la relación entre Myers y Laurie, quienes ahora se buscan mutuamente. La narración tiene un buen ritmo, el relato dura lo justo y el tercer acto, cuando las cosas se ponen intensas, me pareció muy bueno. Creo que para disfrutar el film también es necesario concederle cierta indulgencia a la trama, ya que si se analiza en exceso este subgénero pierde su gracia por completo. Por ejemplo, Michael otra vez vuelve a robarle la indumentaria, que incluye un previo asesinato, a los sufridos camioneros de Haddonfield, quienes a esta altura tienen menos suerte que los oficiales de camiseta roja de Star Trek. Después el modo en que el psicópata llega en auto a la casa de Laurie es un delirio pero lo tomo como parte del encanto del slasher donde abundan las situaciones ridículas. Sin ir más lejos, Michael tiene 60 años y acá se desenvuelve con la fuerza de Thanos donde aplasta cabezas como algo normal. El tema es que enfocarse demasiado en esos detalles me parece que en un punto atenta contra la experiencia de entretenimiento que ofrece la película. Eso no significa pasar por alto debilidades notables de esta producción que se podrían haber trabajado mejor. Un inconveniente del relato de Gordon Geen en es que el foco de atención de la película se dispersa en varias subtramas que no aportan nada. Jamie Lee Curtis podría haber tenido una mayor presencia en el film si por ejemplo la historia no se enfocaba en las experiencias sentimentales de su nieta que no le importan a nadie y encima repite situaciones de Escalofríos 2. La incorporación de un nuevo psiquiatra no termina de funcionar y el personaje después tiene un giro ridículo e innecesario que queda en la nada. Junto con el yerno de Laurie Strode el pseudo doctor Loomis integra las peores adiciones de este episodio. No puedo dejar de mencionar la inclusión del humor Scream que sacó de quicio a muchos fas de la saga. En lo personal no me pareció tan terrible al punto de no poder disfrutar la película, pero llama la atención esta cuestión porque no se había implementado en las entregas previas. No hay que olvidarse también que la nueva Halloween fue escrita por Danny McBride (Tropic Thunder), quien viene del género de la comedia e intentó añadirle algo diferente al argumento. El problema con los chistes no pasa tanto por la incorporación del humor, sino por los momentos que eligieron para incluirlos, donde generan distracción y descomprimen la tensión que se había construido. La verdad que la nueva Halloween no le aporta nada nuevo a esta franquicia pero en un año donde los estrenos del género estuvieron representados en su mayoría por exponentes como Slender Man, el regreso de Michael Myers al menos brinda un pasatiempo entretenido.
Locamente millonarios es una de las pocas películas hollywoodenses, realizadas con un reparto íntegramente asiático que se estrenaron en las últimas décadas. Los antecedentes previos habían sido el drama de Wayne Wang (Cigarros), El club de la buena estrella y Memorias de una geisha, producida por Steven Spielberg. Desde entonces las historias relacionadas con la comunidad asiática no tuvieron más chances en la producción norteamericana. Esta película resultó una de las grandes sorpresas taquilleras de este año en Estados Unidos y eso contribuyó a que su exhibición se expandiera internacionalmente. El director John M.Chu, responsable de G.I.Joe: Retaliation y la abominable adaptación de Jem and The Holograms en este caso ofrece la clase de comedia que podes encontrar a patadas en la programación de Netfix. La verdad que más allá de algunos méritos en la puesta en escena, no hay nada novedoso o especial que pudiera diferenciar a esta propuesta de otras historias similares. La trama trabaja uno de los conflictos más trillados del cine asiático que suele repetirse hasta el hartazgo con dos arquetipos clásicos de personajes. La chica de clase humilde con corazón de oro y el galán multimillonario que casi siempre es el futuro heredero de una corporación y tiene una madre o tía dominante. La película de Chu repite esta cuestión en un relato que encuentra su principal atractivo en la descomunal puesta en escena, donde se retrata el excéntrico mundo de excesos en el que se desenvuelve el galán de la historia y sus amigos huecos. El eje del conflicto, más que en el romance, se centra en los esfuerzos de la futura novia por adaptarse a una clase social diferente. El problema con esta película, que en lo personal me aburrió bastante, es que los personajes principales son tan superficiales como el ambiente que los rodea y cuesta conectarse con ellos. Sobre todo por el hecho que la química entre Constance Chu y Henry Golding es inexistente y uno los compra como pareja porque así lo determina el argumento y el póster promocional. Juntos conforman una pareja insulsa que no transmite nada y por ese motivo los personajes secundarios terminan siendo más atractivos. Sobresalen especialmente Michelle Yeoh, como la suegra de clase alta desconfiada que no ve con buenos ojos a la futura esposa de su hijo y la comediante y rapera Awkwafina (Oceans´8), quien brinda los momentos más graciosos como la mejor amiga de la protagonista. La labor del director Chu sin duda le hace justicia al título de su obra pero no hay mucho que eso. Millonarios excéntricos con vida superficiales que entienden que la unión de una pareja es una simple transacción comercial. Tal vez el público aficionado a las telenovelas turcas de gran producción o los reality shows de Kim Kardashian le encuentre un mayor atractivo a esta propuesta donde el romance en realidad brilla por su ausencia.